Revista Cubana de Filosofía
La Habana, enero-junio de 1952
Vol. II, número 10
páginas 51-52

Obituario

John Dewey, 1859-1952

El día primero de junio de 1952, a la avanzada edad de 92 años, falleció en su patria el eminente filósofo norteamericano John Dewey, uno de los más grandes representantes del pragmatismo, escuela filosófica fundada por Charles Sanders Peirce. Con la posible excepción de William James, ningún otro pensador del pasado o del presente ha ejercido una influencia más poderosa o gozado de tanta popularidad en los Estados Unidos como Dewey.

Y ocurre preguntar: ¿cuáles son los motivos determinantes de este poderoso ascendiente de Dewey en la vida intelectual de Norteamérica? No es suficiente para hacernos comprensible este fenómeno la razón intrínseca de tratarse de un filósofo de primera fila cuya caudalosa producción contiene un buen número de pensamientos originales y profundos que han suscitado las más vivas polémicas tanto en Europa como en América. Recordemos, a título de ejemplo reciente, el enconado debate que hace muy pocos años sostuvieron Bertrand Russell y el propio John Dewey acerca de «la significación de la significación» en las páginas de «The Journal of Philosophy». Tampoco es suficiente el reconocimiento del hecho de la orientación pedagógica de su filosofía que ha grabado una huella tan honda en el sistema educativo de Norteamérica. Todo esto es, naturalmente, condición necesaria, pero no suficiente, de su celebridad y de su influjo.

A nuestro juicio, además de estos factores, resulta decisivo el hecho de que John Dewey es, entre todos los filósofos de su país el que mejor refleja en la estructura de su obra los rasgos y tendencias típicos de la mentalidad norteamericana.

¿Cuáles son estos rasgos? En primer lugar la preeminencia de lo vital sobre la meramente teórico, tendencia que lleva a considerar el saber no como un fin en sí mismo, sino como un instrumento al servicio de la vida. En segundo término, el humanismo en el sentido de orientación hacia el tema del hombre, considerando el bienestar y mejoramiento de la humanidad como finalidad suprema, y a la filosofía como un medio efectivo de cooperar a dicho propósito. Finalmente, la proyección hacia el futuro y el activismo que subordina la vida contemplativa a la activa, la preocupación a la ocupación, y que concede a la tecnología un rango preeminente. [52]

Tales son, a mi juicio, los principios directivos que durante más de sesenta años han impulsado la labor filosófica de Dewey, los cuales convienen admirablemente con los rasgos característicos del espíritu norteamericano. Es por esto por lo que John Dewey nos parece el filósofo más representativo de su patria y de su tiempo y que a ello se debe la poderosa influencia que ha ejercido en la vida cultural de su patria, tanto en los círculos académicos como en el gran público.

Su muerte es una pérdida irreparable para la filosofía. En él, por su calidad moral, el hombre estaba a la misma altura del filósofo. A todos merece respeto y admiración, incluso a los que, como el que esto escribe, en consonancia con el ideal griego, consideran la vida teórica y contemplativa como forma ejemplar de existencia.

Máximo Castro

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