Revista Contemporánea
Madrid, 30 de agosto de 1900
año XXVI, número 594
tomo CXIX, cuaderno IV, páginas 415-423

José España Lledó

La enseñanza oficial de la Filosofía en España

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(véase la pág. 308 de este tomo)

El error de Moyano se ha perpetuado: le han sucedido en el Ministerio de Fomento multitud de hombres públicos, algunos de ellos eminentes; otros de la clase de las honradas medianías, tal vez algún inepto, pero todos han sido iguales: la rutina, la irreflexión o preocupaciones en su concepto más graves se han impuesto, y las cosas han seguido lo mismo, sin más diferencia que llamar a la Etica, Filosofía moral, o viceversa, o como decretó Orovio, separar o dividir en tres cursos de lección alterna la tal asignatura, debiendo estudiarse por este orden: Psicología, Lógica y Etica y Fundamentos de Religión, con lo cual se afirmaba más el cartesianismo en nuestras escuelas.

¿Pero qué tiene esto de extraño? El Sr. Pérez Costales, partidario decidido de la libertad de la cátedra, al reformar en 1873 los estudios de Filosofía y Letras, a la vez que introdujo oficialmente el krausismo en la enseñanza universitaria, dejó en los Institutos tranquila y en paz la Psicología, Lógica y Filosofía moral, asignatura diaria, que la Revolución de Septiembre restauró, mandando al panteón del olvido las tres alternas en que la dividió Orovio.

No hay otro remedio que ser cartesianos a la fuerza, puesto que ni aun tomistas tan distinguidos, o por mejor decir, tan preclaros como D. Alejandro Pidal han puesto mano en el asunto, y la cosa sigue así, aunque no tenga punto de vista defendible.

Demás de esto: el Estado impone que los estudios filosóficos comiencen por la Psicología, mientras los aristotélicos creen que deben empezar por la Lógica. [416]

Con razón dice Prisco que no se da principio a la Filosofía con la Lógica porque sea ésta la parte más fácil, antes bien, es la más difícil, sino porque siendo ella la que dicta las leyes generales a que debe ajustarse la mente humana en la adquisición de la ciencia, y la que nos dispone convenientemente para discernir entre lo verdadero y lo falso, debe por lo mismo preceder al cultivo de toda ciencia.

A este mismo propósito dice San Agustín: «¿Cómo la razón podría pasar a construir nada, sin distinguir, observar y dirigir antes las reglas y preceptos de la razón en cuanto han de ser los instrumentos de que se sirva, formando así aquel arte llamado Dialéctica? La Dialéctica, en efecto, es la que nos enseña a aprender; la que nos manifiesta lo que la razón es en sí, lo que quiere y lo que puede; la única que pretende hacer sabios a los hombres, y que no sólo lo pretende sino que lo realiza.

Enfrente de esta doctrina hay quien sostiene que la Psicología debe enseñarse antes que la Lógica, y para ello se funda en que las operaciones del entendimiento, que constituyen el objeto propio de la Lógica, no pueden estudiarse sin conocer las varias facultades de nuestro espíritu.

No es del caso discutir esta cuestión de escuela; pero todos los hombres de buena fe convendrán conmigo que no es el Estado el que debe, cual otro Breno, echar su espada en la balanza y decidirla. ¿Que hacer entonces? ¿Cómo la dificultad se resuelve? Por medio sencillísimo: llamando a la ciencia Filosofía y abandonando el método al criterio del profesor, único juez competente para dirimir la contienda.

No quiero terminar estas rápidas consideraciones sin desvanecer una objeción: se me dirá que de prevalecer mi criterio, los alumnos serían víctimas del mas espantoso desbarajuste, pues en cada establecimiento de enseñanza se explicaría la ciencia de distinta manera, y por ende, el alumno que estudiase en Lugo no podría examinarse en Orense, porque los programas serían diversos.

Hoy sucede lo propio: ya sé que contra esto se clama y se exige la uniformidad del texto y la publicación del programa oficial. [417]

La uniformidad del texto supone el monopolio y la definición dogmática de la doctrina por el Estado; el programa oficial vale tanto como convertir al infante en momia, y en vez de darle abrigo y cariño, fajarlo y sepultarlo en la hierática pirámide.

Si Lactancio dijo: «Nada es más voluntario que la religión», con mayor razón debe decirse que nada hay más libre que la ciencia.

Con texto censurado y elegido por ministros suspicaces, con programas oficiales, con el guardia civil a la puerta de la cátedra y con la amenaza del destierro y la separación, pendientes como espada de Damocles sobre sus cabezas, los krausistas se propagaron y crecieron, como hierba tanto más lozana cuanto más hollada: «España, permítaseme que reproduzca con este motivo una frase de San Jerónimo, se asombró de verse krausista», y éstos, más que Prim y Serrano, hicieron la Revolución de Septiembre.

He aquí el triste fruto del monopolio, y a esto conduce querer el Estado fallar con notoria incompetencia sobre doctrinas científicas: dar mayor vida e impulso al movimiento que pretende paralizar.

La ciencia, pues, debe ser libre: al profesor, como antes he dicho, sólo ha de exigírsele que respete la Constitución del Estado que le paga, como el Estado ha de respetar la conciencia científica del profesor que le sirve.

Pero volviendo al argumento, esto es, al alumno que estudia en Lugo Filosofía escolástica y en Orense tiene que examinarse por un programa krausista, diré que todo se remedia con examinarse en Lugo, si el profesor de Orense es tan inconsiderado que no quiere oír doctrinas que no profesa, pues la enseñanza pública no debe uniformarse, cosa por otra parte imposible de conseguir, aunque se pretenda.

Lo que sí debe exigir el Estado es que los programas de las enseñanzas que costea se impriman y publiquen bajo la más estrecha responsabilidad de los directores y rectores de los centros docentes, y que estén de manifiesto en las secretarías de estos establecimientos. Así los padres, tutores y encargados de los jóvenes alumnos, y aun estos mismos, [418] podrán elegir el profesor que mejor cuadre a sus gustos o caprichos; así no resultará el inexperto escolar krausista sin saberlo, sino que lo será a conciencia y con el beneplácito de los encargados de dirigir sus estudios, que es lo que debe ser.

Entiendo que no hay que añadir una palabra más sobre este asunto; yo digo como Monseñor Dupanloup: no quiero que el Estado, que puede hoy llamarse Diocleciano y mañana Constantino, me imponga doctrinas. Deseo que deje a los hombres consagrados a la ciencia el campo libre, y que se limite a garantizar el derecho de todos. En suma: no pido más que la libertad.

IV

Ya saben mis lectores que Moyano estableció en las Universidades del Reino el estudio de la Filosofía lección diaria; pero esto duró poco: al año siguiente el Marqués de Corvera, perseverando en el desdichado pensamiento de romper la unidad orgánica de la ciencia, sustituyó esta denominación con la de Metafísica, que aun dura.

Como me gusta dar a cada uno lo suyo, ya que al ilustre Marqués lo censuro por el error que cometió al enmendarle la plana a Moyano, no puedo menos de aplaudirlo por haber establecido la asignatura de Estética en los estudios del Doctorado, de la que prescindió Moyano.

Cuanto he dicho sobre el grave error de no enseñar íntegra la Filosofía en los Institutos, téngase aquí por reproducido.

La palabra Metafísica la aplicó por primera vez Andrónico de Rodas, coleccionador de las obras de Aristóteles, a ciertos tratados de este autor, precisamente porque los colocó después de la Física.

Muchos filósofos eminentes combaten esta denominación, y desde el momento en que hay quien llama a estos tratados Filosofía prima con Aristóteles y Gaspar Contarini, Protología con Pini y Gioberti, Ideología especial con Prisco, no es lícito decidir al Estado la contienda. [419]

Y no se crea que esta cuestión sólo es cuestión de nombres: es cuestión de doctrinas y de método, como saben todos los que no son profanos en los estudios filosóficos, y por ende no debe imponerse criterio determinado, siendo lo mejor restablecer la denominación de Moyano y llamar a la asignatura Filosofía.

Pero aun suponiendo que todos entendiésemos que la Metafísica es la ciencia de los suprasensible e inmaterial, insisto en la idea tantas veces expuesta de que la Filosofía es un todo orgánico, cuya unidad no es lícito romper, y que, por consiguiente, debe enseñarse en su cabal, completa y perfecta integridad, o no enseñarla.

V

Algo quiso hacer en este sentido Orovio al establecer en el Bachillerato de nuestra Facultad la asignatura de Ampliación de la Psicología, a la vez que transportaba al período de la Licenciatura la que llamó enfáticamente Estudios superiores de Metafísica y Etica; pero bien pronto retrocedimos y volvimos a nuestra Metafísica a palo seco, como si ella sola bastase para justificar el ampuloso nombre de Facultad de Filosofía y Letras con que se conocen los estudios que profeso.

¿Y que diré, ya que inicié esta cuestión, de lo incompleto del cuadro de las filosofías propias de aquellas materias especiales, cuyas razones relativas están conexas a las razones últimas de las cosas?

Moyano dejó sin satisfacer esta imperiosa necesidad, atendiendo en parte a ella el Marqués de Corvera, que estableció en el Doctorado la enseñanza de la Estética, y en este terreno ya no se ha dado un paso más, causando rubor que no se exija para llamarse Doctor en nuestra Facultad, la Filosofía de la Historia.

Sin embargo, en 29 de Abril de 1881, y con el carácter de complementaria, se estableció en la Universidad Central la indicada asignatura, de la cual debía encargarse un jubilado [420] sin sueldo y al sólo efecto de mejorar sus derechos pasivos.

Los que esto lean comprenderán que enseñanza así establecida es completamente ineficaz y no tiene más objeto que el de que mejore sus derechos pasivos alguna de nuestras eminencias.

Los estudios de segunda enseñanza no son preparación adecuada para las distintas carreras, tanto profesionales como facultativas. Así se ha reconocido siempre, y a esta necesidad se ha atendido, ya exigiendo por medio de un examen de ingreso los conocimientos preliminares a la profesión, ya estableciendo los llamados años preparatorios.

Lo extenso que se va haciendo este trabajo, muy a mi pesar, me impide entrar en pormenores, por lo cual me limitaré a decir cuatro palabras sobre el preparatorio de la Facultad de Derecho.

Por mucho tiempo fue vacilante el criterio de nuestros ministros de Fomento en este punto, no sólo acerca de las materias que debieran estudiarse, sino en cuanto a la forma; pero es de notar que se cometió el grave error de prescindir de la Filosofía para estudiar Derecho.

Olvidaron los conspicuos fraguadores de nuestros planes de estudios que las ciencias jurídicas tienen su fundamento en la Moral, y que ésta en cuanto supone la ciencia del hombre es una ciencia derivada, precedida de una ciencia antecedente, de la cual recibe principio, razón y punto de partida.

En efecto, como dice Dawison, la fuente de la Moral es la Antropología, que es una parte de la Filosofía, y además, como apunta Prisco, el problema fundamental de la Moral abraza con unidad sintética el fin del hombre y los medios necesarios para alcanzarle; pero es el caso que la investigación del fin del hombre y la de los medios necesarios para alcanzarle, no constituyen dos problemas diversos, sino que se confunden en uno solo y único problema.

Y ciertamente, continúa el sabio italiano, el más superficial análisis basta para demostrar que el fin no puede ser alcanzado sino por los medios propios; y la idea que tenemos de [421] Dios como Ser infinitamente perfecto, no nos consiente dudar que al crear al hombre para un fin, no le haya dado los medios correspondientes, o que no le deje ponerlos en práctica. Lejos de ser así, es indudable que las facultades, inclinaciones o tendencias naturales visibles en el hombre, auxiliadas por el orden sobrenatural de la gracia, constituyen cabalmente el orden de medios con que debe cumplir su destino. Y como la Antropología estudia al hombre, no sólo en su naturaleza, sino también en sus medios naturales de acción, he aquí un segundo motivo por qué esta ciencia constituye el fundamento de la Filosofía moral.

Razones tan claras y de tanto peso, por nadie impugnadas, tardaron mucho tiempo en abrirse camino.

El Sr. Lasala en 1880, después de introducir la reforma de dividir la Metafísica en dos cursos de lección alterna, exigió su estudio para aquellos alumnos de Derecho que aspirasen al Doctorado.

Con más acierto, el Sr. Gamazo en 1883 creó en el preparatorio la asignatura de Ampliación de la Psicología y Nociones de Ontología y Cosmología, y por último, el Sr. Pidal en 1884 ordenó que en su lugar se estudiase la Metafísica, si bien por lo pronto en las Universidades donde hubiese Facultad de Filosofía y Letras sólo se exigiría el primer curso, y donde no, se establecería una lección diaria, criterio gubernamental que sólo obedeció a razones de economía.

Hoy la asignatura de Metafísica, curso único, donde la Facultad existe, está a cargo de un auxiliar, a menos que el catedrático titular no quiera explicarla gratuitamente, y en las demás Universidades la desempeña un numerario.

Tal es la situación de las cosas, y por eso mis libros de Filosofía están muy lejos de llenar mis deseos.

Mientras los alumnos no aprendan en los Institutos Filosofía, en las Universidades sólo podrá enseñárseles lo que debieron estudiar y no han estudiado en aquellos centros de instrucción, no por falta de capacidad y celo en los profesores, sino por una mala organización de los estudios. [422]

VI

Dos palabras para concluir: he señalado el mal y debo apuntar el remedio. No voy a discutir, voy a limitarme a indicar las líneas generales de un plan de la enseñanza de la Filosofía. Su estudio puede y debe organizarse del siguiente modo:

Segunda Enseñanza
 
Filosofía (dos cursos de lección alterna a cargo de los actuales profesores de Psicología).
— Filosofía moral
(lección alterna)
 
Universidades
 
Preparatorio de Derecho
Filosofía subjetiva (Lógica, Psicología, Ideología)
Filosofía moral (lección alterna)
Moral profesional (lección alterna, que se explicará a la vez que los alumnos cursen el Derecho procesal).
 
Licenciatura
Filosofía (dos cursos de lección diaria)
 
Doctorado
Estética (alterna)
Filosofía de la Historia (alterna)
Historia de la Filosofía (alterna)
 
Doctorado de Medicina
Biología y Antropología (alterna) [423]
 
Doctorado de Ciencias y Farmacia
Cosmología (alterna)

* * *

Someto estas ideas a mis ilustrados compañeros.

Seguir como estamos es imposible. El mal crece de día en día y la juventud paga los vidrios rotos.

¿Se perderán estas humildes y desaliñadas observaciones en el vacío?

¿Predicaré una vez más en el desierto de nuestra glacial indiferencia para este linaje de asuntos?

Veremos. Mientras tanto quédame la tranquilidad de haber dado la voz de alerta, pues aunque el mal es inveterado, el remedio es sencillo, hacedero y eficaz.

No es necesario esperar una nueva ley de Instrucción pública; basta con un decreto en la Gaceta.

Para tal empresa sólo se necesita un Ministro de Fomento que tenga la bondad de meditar algunos instantes sobre este tema.

Si apareciese el tal Ministro, cosa que dudo, bien podríamos gritar Vitor los filósofos españoles.

Hasta ahora, en justicia, a nadie podemos aplaudir.

José España Lledó
Catedrático excedente de Metafísica
en la Universidad de Granada

 


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