Revista Contemporánea
Madrid, 30 de septiembre de 1900
año XXVI, número 596
tomo CXIX, cuaderno VI, páginas 561-571

José España Lledó

La enseñanza oficial de la Filosofía en España

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I

Esperaba con ansiedad la anunciada reforma del Sr. García Alix, que al publicarse en la Gaceta del 22 de julio próximo pasado me ha producido una dolorosa sorpresa, porque he visto que, a pesar de los buenos deseos del Sr. Ministro, todos sus esfuerzos se han estrellado ante las vetustas tradiciones de la casa y la influencia de ciertos personajes que, habiendo conseguido algunos de ellos el dictado de sabios, en todo se meten y todo lo envenenan.

No he de insistir en estas indicaciones, pues mi objeto no es hacer una crítica detallada del nuevo plan de estudios; pero sí he de advertir que –limitando mi propósito a estudiarlo únicamente desde el punto de vista de la enseñanza de la Filosofía– contiene errores que demuestran qué los sabios consejeros, como él mismo les llama en el preámbulo del citado Real decreto, no saben lo que traen entre manos, y están en la doctrina cristiana sin haber pasado del todo fiel cristiano en esta disciplina del saber.

En primer término, continúa el Sr. Ministro, o por mejor decir, los que por encargo de éste han realizado el trabajo, inspirándose en el falso concepto del enciclopedismo en la segunda enseñanza, combatido por Revilla con gran energía y tal clarividencia que parece imposible que haya ya quien incurra en error de tanto bulto.

Mientras a la Geografía, ciencia que llama el decreto modernísima, se la consagran cuatro cursos, en cambio a la Historia Universal no se la dedica más que uno, porque no sé qué sabio de los que acompañan al Sr. Ministro se ha olvidado de que la Geografía, por importante que sea, no puede [562] absorber cuatro cursos en un plan de enseñanza, mientras que, verbigracia, la Historia Universal se reduce a un solo curso de lección alterna.

Lo que me maravilla es el error que han inspirado los sabihondos al Sr. Ministro, ¿Pues no han puesto en sus labios que la Geografía es ciencia capital de la educación? Claro está que la Geografía, como todas las ciencias, es importantísima, y que al hombre conviene conocer su morada, que es la Tierra, y este estudio es indispensable para el historiador, para el estadista, para el comerciante, para el médico, &c.; pero de esto a permitirse decir que es la ciencia capital de la educación, media un abismo que en vano pretende rellenar la pedantería de los sabios al uso.

La ciencia capital de la educación es la Moral, ciencia sin la cual no hay educación posible, y tan necesaria al espíritu de la juventud que se agrupa en nuestras cátedras, como indispensables son para el cuerpo la Higiene y la Gimnasia.

La Religión y la Filosofía son las ciencias educadoras por excelencia y sin las cuales no hay moral, y hasta añadiría, y lo demostraría si fuera necesario, que no hay ciencia posible sin la Filosofía, porque todas reciben de ella luz y principios, pues hasta la misma Religión se somete al orden lógico que aquella impone cuando explica el orden sobrenatural y revelado.

La Geografía hace falta a los marinos, a los historiadores, a los médicos y a los comerciantes; pero es una ciencia de inferior categoría en la admirable clasificación de Santo Tomás, porque es una ciencia de puros hechos; sólo que todos estos positivistas vergonzantes en que se ha inspirado el señor Ministro, como pretenden negar los principios, colocan en el grado más supremo y elevado las ciencias impropiamente dichas que acopian el material de los hechos necesarios para el procedimiento científico.

Es verdad que todo lo que está sucediendo hoy en esta y en otras ciencias es más antiguo que Noé y consiste esencialmente en un error de método, en suponer que la ciencia se constituye por la mera inducción, siendo así que no se constituye por la mera inducción ni por sólo la deducción sino que [563] necesita el concurso de ambas; que el método único es el dislate más craso que se conoce, y que cada ciencia, sea del grado que fuere, necesita, para merecer este nombre, atender a los hechos y a los principios. Repito, y no me cansaré de decirlo, que este error es muy antiguo, y sin recurrir a citas de autores, pedantería que abomino, fue el fundamental de la filosofía de Gotama en la India; de la escuela jónica, de Demócrito, de Epicuro, de los Estoicos en Grecia y de Lucrecio en Roma, que en su poema De rerum natura llegó tan lejos como si acabara de estudiar con Darwin. Aristóteles, con aquella clarividencia que lo distinguía, señaló la necesidad de emplear a la vez, y según los casos, la inducción y la deducción. Platón se elevó a los altos ideales de la ciencia, entreviendo los grandes principios, y depurados los errores de estos filósofos por el Cristianismo, y principalmente por Santo Tomás, con el cual sólo pueden competir por el vigor de su pensamiento Kant y Hegel, quedó constituido definitivamente el método constructor del orden científico, aunque los principios fueron buena presa de los sofistas. Así, pues, desconocer este estado intelectual y venir con la mayor frescura del mundo a llamar modernos a los viejos errores de la filosofía pagana sólo se les puede ocurrir a los sabios que, prevaliéndose de la escasa cultura de las clases medias en nuestro país y aun en toda Europa, así ensartan doctrinas como se hacen los buñuelos en tiempo de feria. Lo malo es que estos delirios se publiquen en la Gaceta.

Ahora, veamos cómo se pretende enseñar la modernísima Geografía.

Los alumnos ingresan en los Institutos debiendo tener por lo menos, según el art. 1º del Real decreto de 22 de julio próximo pasado, diez años de edad; advirtiendo que todos, o por lo menos la inmensa mayoría, ingresarán al cumplirlos. Pues a estos niños, apenas salidos de la infancia, cuando no saben más que sumar, restar, multiplicar y dividir de mala manera, se les obliga a estudiar Geografía astronómica, física y política, y todo esto con otras muchas materias capaces de abrumar a un camello y que no pueden menos de atrofiar la tierna inteligencia del infante. Tal equivocación nace de que [564] los asesores del Sr. Ministro son profesores de altos estudios, y si, como yo, hubieran servido en todos los grados de la enseñanza, sabrían, como yo sé, que lo que pretenden es imposible, contrario a todo principio metódico, perturbador de la higiene moral y física de la juventud y un atropello del orden natural de la enseñanza. La Geografía astronómica y física sólo puede y debe enseñarse cuando el alumno haya aprendido Matemáticas y Física, pues de lo contrario, el profesor que le habla y el libro que le instruye estarán en griego, y el más listo y mejor preparado sólo podrá aprender la asignatura como los papagayos aprenden a cantar o a rezar.

La Geografía política no puede estudiarse sin conocer el Derecho usual, mal llamado así, y del que ya me ocuparé; y claro está que los estudios históricos deben seguir a los geográficos.

Cazado este gazapo fenomenal, prosigo, y prosigo para censurar, en primer término, que se mantenga la asignatura de Agricultura y de Técnica agrícola en el sexto año, porque, sin negar la importancia de los estudios técnicos, no sé qué razón tiene el Ministro para preferir la agricultura a la industria, al comercio y a otros tecnicismos no menos útiles e importantes. Si hubiera leído, y ya lo he indicado antes, lo que acerca de esta materia dice Revilla, que no era ningún apagaluces, acólito, ni mucho menos, sino que era un librepensador con sentido común, hubiera borrado del plan de estudios esa asignatura, que debe enseñarse, pero en otro sitio y en otra forma.

En cuanto al Derecho usual, enseñanza puesta en moda de algún tiempo a esta parte, no sirve para nada, porque el Derecho usual, o es, como muchos entienden, una cartilla del ciudadano, o es un estudio elemental de los fundamentos de las instituciones jurídicas. Si es lo primero, así se le debe llamar y estudiarlo como apéndice y complemento de la Ética especial, y si es lo segundo, deliran al pensar en que lo aprendan los jóvenes escolares, que con este potaje científico saldrán de las aulas como el negro del sermón: con la cabeza caliente y los pies fríos.

En España se ha publicado poco de esta materia. A impulsos [565] de la codicia de explotar el libro de texto, algunos han escrito ya manuales de esta asignatura, de los cuales la mayor parte son meras traducciones de libros franceses muy conocidos, o están escritos en estilo rimbombante y colorista, por lo cual merecen anatema, pues esas magias retóricas se consiguen siempre a costa de la concisión y la claridad, a que sólo deben mirar los que tales obras dan a luz.

En suma: decir derecho usual es no decir nada; es trasplantar y cultivar, tomándolo de tierra extranjera, lo que allí todo el mundo reconoce que estorba.

El remedio a este mal, que por mal tengo, y muy grave, el de crear asignaturas, es muy sencillo, y ya lo expondré cuando dé de mano en estas observaciones preliminares para entrar en lo que constituye materia de este trabajo. No dejaré de apuntar que el alumno que con arreglo al plan de los colaboradores del Sr. García Alix estudie, enfermará por precisión, pues se le obliga, por lo menos, a diez horas de trabajo mental y físico diarias, y ha de sobrevenir necesariamente la neurastenia infantil, descrita por Charcot y por otros célebres autores, que apuntan como una de las causas de la enfermedad el forzado trabajo mental a que se obliga a los jóvenes.

El Sr. García Alix, lo mismo que sus antecesores, se han propuesto enriquecer a los especialistas en enfermedades nerviosas, porque el fenómeno del surmenage, como dicen los franceses, es la consecuencia necesaria de todo exceso en el orden intelectual y físico, y el antecedente de la neurastenia. ¡Cuántas veces he presenciado que padres ignorantes y profesores que no lo son menos, aunque sepan de corrido su asignatura, atribuían a desaplicación la repugnancia del niño víctima de tan pedantesco e inútil plan de estudios, y cuántas veces he aconsejado inútilmente que se le dé reposo al niño, que estudie más despacio, que emplee más años en la carrera! Mi voz ha sido ahogada por el egoísmo de los que ven en el estudio, no el fin de instruirse y formarse para la vida, sino el de conquistar un título que arrastran llenos de ignorancia y de osadía, unos para pedir un pedazo de pan, otros para asaltar los puestos más eminentes del Estado.

Tenga, pues, la seguridad el Sr. Ministro de que no [566] remediará nada, sino que agravará los males de la enseñanza. Si lo que se pretende por este medio es alejar de nuestros centros docentes clásicos a la juventud y llevarla por otros derroteros, dificultando sus aspiraciones con este descompuesto haz de ciencias y artes, ¿no hubiera sido más sencillo y más barato exigir un examen de ingreso depurador y serio haciendo convocatorias anuales ante tribunales respetables e imparciales, a guisa de los que se verifican en las Academias e Ingenierías? Claro está que esto hubiera sido lo lógico; pero ¿qué saben de lógica los sabios que aconsejan al Sr. García Alix?

II

Me ocuparé sin más divagaciones de la enseñanza de la Filosofía, tal y como la entienden los consejeros áulicos del señor Ministro.

En la segunda enseñanza establecen las siguientes cátedras: cuarto año, Psicología y Lógica, lección alterna; quinto año, Ética y Sociología.

En las Universidades se crea la sección de Filosofía, que sólo debe estudiarse en Madrid. Los demás españoles, que se gasten un dineral en cursarla.

Por el art. 12 los estudios comunes a todas las licenciaturas se dividen en dos grupos: en el primero figura la Lógica fundamental, cuyo estudio es indispensable a los alumnos de Derecho. Por el art. 16, en el primer grupo se estudiará Antropología, Psicología superior y Ética, y en el segundo grupo, Historia de la Filosofía y Psicología experimental. En el artículo 20 se exige para el doctorado Metafísica, Estética, Sociología y Filosofía del Derecho.

Comentaré esta organización. Me parece muy mal que en el Instituto no se llame la asignatura Filosofía, porque la denominación de Psicología y Lógica, como he demostrado con anterioridad, es una imposición de escuela, es una fórmula del subjetivismo; es, para decirlo en una palabra, cartesianismo puro, en el que estamos atascados desde el año de 1857 sin haber adelantado un paso. [567]

Sigue, pues, la Filosofía sirviéndose a la juventud en pedazos sanguinolentos que no pueden menos de producirla peligrosa indigestión.

Mi plan es mucho mejor que el de los sabios asesores del Sr. Ministro, porque evitando denominaciones de escuela, deja el campo partido y el sol a todas las tendencias científicas.

En cuanto a la Ética y Sociología, que deben estudiarse en el quinto año, parece mentira que el Sr. García Alix haya aceptado tales asignaturas. La Ética es sólo la parte general de la Filosofía moral, y sólo se ocupa de los principios fundamentales de esta ciencia; y los que digan lo contrario, es porque son peregrinos en esta disciplina y enseñanza y han pasado su tiempo en revolver librotes viejos y adquirir en ellos indigesta erudición que para nada sirve. La Filosofía moral abraza los principios y su aplicación como norma de la conducta humana para realizar su destino, siendo parte de este estudio el Derecho natural, en el cual debe darse una sucinta idea de los deberes del ciudadano y relegar al desván de los trastos viejos el Derecho usual. ¿Y qué diré de la Sociología, cuyo estudio confiesan sus escasos cultivadores en España que es una parte de la Filosofía de la Historia? Me limitaré a exponer que también este error se le han inspirado al Sr. Ministro sus consejeros, y que esta ciencia, o lo que sea, no es hasta ahora más que una colección de hechos inconexos que dan lugar a atrevidas hipótesis que no pueden menos de pervertir a la juventud estudiosa, incapaz de discernir lo verdadero de lo falso. En vano dice el Sr. Ministro desde la Gaceta que quiere neutralizar la enseñanza; éste será su noble deseo; pero la inquisición librepensadora que le rodea y que ruge porque no se han realizado sus planes de desterrar la religión de la cátedra, le ha impuesto la escuela positivista.

La Sociología no puede formar parte de la segunda enseñanza; la Sociología es, como afirma el Sr. Sales y Ferré, una parte de la Filosofía de la Historia. ¿Y cree el Sr. Sales y Ferré que los jóvenes alumnos que concurren a nuestros Institutos pueden con cuatro malas nociones de Historia Universal [568] –lección alterna– y con cuatro rápidos conceptos de Geografía política, y sin haber estudiado la Historia Natural ni la Antropología, meterse a sociólogos?

Aún se ha hecho peor en las Universidades. En el primer curso hemos visto que deben estudiarse Antropología, Psicología superior y Ética; es decir, que sigue sirviéndose a pedazos la Filosofía, y como la ciencia es una y total, los alumnos se formarán de ella la misma idea que el niño que viera esparcidas las piezas de un reloj, se las explicasen y jamás le enseñasen el reloj enlazadas sus partes y andando.

Indica el Sr. Ministro que la Antropología debe estudiarse en la Facultad de Ciencias, así como la Psicología experimental y... ¡a Dios me encomiendo! porque por lo visto sus sabios consejeros ignoran que la palabra antropología indica dos ciencias distintas: una, filosófica, que es el conocimiento del hombre considerado desde el punto de vista de las razones supremas que explican la unión consustancial del cuerpo con el espíritu que le informa, y otra, que estudia al hombre como un animal cualquiera, como el último desarrollo de la serie que empieza en el cytoblasto, que nadie ha visto, y concluye en el hombre descendiente privilegiado del mono tropical reconstruido por Darwin en sus obras, y por él descrito, aunque tampoco le ha visto nadie, porque los antropoideos existentes son nuestros colaterales; nuestros progenitores se han perdido en las nieblas de los tiempos. El Sr. Ministro quiere que se enseñe la ciencia del hombre desde este punto de vista considerada, y la inquisición roja de los positivistas le ha envuelto en sus redes. No menos donoso es que se estudie una Psicología que llama superior. Y advierto con todo respeto a sus sabios consejeros que se abusa mucho de esta palabra superior aplicada a la Psicología.

Lo único que aplaudo –condenando siempre el crimen de descuartizar la ciencia– es que se haya acordado que el estudio de la Lógica debe preceder al de la Antropología y al de la Psicología superior.

En cuanto a la Psicología experimental, que se estudia en el cuarto grupo y en la Facultad de Ciencias, ignoro lo que esto quiere decir. [569]

La escuela escocesa llamó Psicología experimental con gran impropiedad al análisis de los hechos anímicos observados en la conciencia; pero los hechos anímicos no se estudian en los laboratorios, ni se depuran por medio de crisoles ni de reactivos, ni se encuentran jamás con el escalpelo en la mano. Ya sé que e1 positivismo pretende lo contrario, y que buscando el monismo y negando la variedad interna y externa que produce la armonía y la unidad cósmica, cree a puño cerrado en la inmensa x de la materia amorfa como punto de partida, y en la tenebrosa fuerza física y química que de ella

emana, y todo lo produce por medio de una serie de evoluciones infinitas cuyo origen desconocen y cuya finalidad niegan ciertos librepensadores; éstos se han encaramado al sillón ministerial en que se sienta el Sr. García Alix y pretenden que nuestra juventud crea en la x del positivismo, imponiéndola, en nombre del Estado, desde las cátedras en que se sientan los sofistas. Jamás he visto negar la libertad de la ciencia con tal despreocupación; jamás a nadie se le ha ocurrido que la Antropología y la Psicología experimental son ciencias naturales.

En cuanto a la Ética, que también figura en el primer grupo, ya he dicho que es la parte general de la Filosofía moral, y que dicha mutilación convierte en eunuco la ciencia de las costumbres.

La Historia de la Filosofía se coloca en el segundo grupo, y cuando los alumnos no han aprendido aún la ciencia una y total.

La Metafísica es estudio del doctorado; y éste sí que es signo verdadero de las perniciosas ideas de los sabios que abusan de tal guisa de la actividad del Sr. Ministro. Para ellos, la Metafísica no es nada, se ocupa de materias que no están en la esfera de lo cognoscible, según dicen, y desconocen que la Metafísica ha hecho la Historia, siendo ellos metafísicos sin saberlo, como el personaje de Molière decía que hablaba en prosa.

La Metafísica, pues, queda relegada al doctorado, y se puede ser licenciado en Filosofía en España sin haber saludado las materias que comprende, siendo así que es la parte [570] más esencial de la Filosofía, y lo que con ella se está haciendo es prueba evidente del mayor atentado que se ha cometido contra la libertad de la ciencia.

Al Sr. Ministro le han engañado y puesto en camino de que nos haga positivistas; y por ese procedimiento, si prosperase, que no prosperará, habrían conseguido los fanáticos que le rodean su objeto.

La enseñanza de la Filosofía de la Historia, absolutamente indispensable, queda suprimida, y por lo visto abandonada la cátedra que explicó Castelar los últimos años de su vida académica, y a quien ya no es necesario nombrar sucesor, porque hemos convenido en que la Filosofía de la Historia no sirve para nada, y que basta con el estudio de la Historia Universal, porque, según los positivistas, la Filosofía de la Historia es una leyenda.

* * *

El espíritu se rinde y mi objeto está cumplido.

La obra del Sr. García Alix ha empeorado todos los males de la enseñanza en España. No ha llevado a las Cortes la reforma de la ley Moyano, no ha garantizado la libertad de enseñanza, no ha afirmado la independencia de la cátedra, ni ha deslindado la enseñanza libre de la oficial, en términos que no se confundan como hoy sucede, convirtiendo la instrucción pública en madeja que nadie puede desenredar; lejos, repito, de hacer esta obra meditada y perfectamente practicable cuando se obra de buena fe y no se quiere apoderarse de la juventud como se apoderan las aves de rapiña de la presa viva con que se alimentan, el Sr. García Alix ha hecho un decreto absurdo, entregando a los jóvenes escolares sin defensa alguna a la camarilla librepensadora que le rodea.

Por lo que a mí toca, yo no quiero privilegios; concluyo diciendo lo que he dicho siempre: no pido más que libertad, fórmulas amplias que permitan a cada profesor explicar lo que sabe con arreglo a su conciencia, y siento el deseo que no se me imponga ninguna doctrina por el Estado; anhelo, en suma, no ver a mis hijos en manos de profesores que sólo les [571] den como consuelo la enorme x del monismo positivista y como fin último el suicidio universal pedido con tanta elocuencia por el autor de Lo trágico en la Historia.

La fe, Sr. Ministro, ya sé que no debe imponerse, pero tampoco debe destruirse. Al niño que con ella vive en el corazón, debe conservársela el Estado con suma vigilancia, porque el pasado es muy obscuro, el presente muy triste, los apetitos insaciables, y si se nos arrebata la fe y la esperanza, ¿qué queda? Lo que guardan dentro las pirámides egipcias. La ciencia, elevada y majestuosa como el monumento faraónico, en sus profundidades sólo contendrá el esqueleto de un gato

Dr. José España Lledó.

 


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