Filosofía en español 
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[ José Laín Entralgo ]

Organización de la resistencia

Habíamos apuntado en un artículo anterior dos conclusiones que estimamos de importancia, conducentes a una más certera orientación de la campaña pacifista. Eran éstas la necesidad de la labor preventiva que alejara las probabilidades de una conflagración bélica, y la centralización del movimiento en la Segunda Internacional y Federación Sindical Internacional. Claramente se comprende el porqué de estas exigencias previas. Les fuerzas que propugnan por el mantenimiento del statu quo actual, es decir, que tienden por su simpatía e interés hacia los imperialismos sociales o económicos, están perfectamente organizadas. Su labor es constante. Cuentan con medios económicos sobrados. Disponen de prensa que acoja sus insinuaciones y las aumente, dándoles resonancia. Constituyen, en fin, un enemigo difícil, puesto que se oculta bajo el disfraz del patriotismo, la defensa nacional o las reivindicaciones de intereses atropellados. No es esto exageración. Recordemos el «caso Shearer» en 1927, encargado por las Empresas navales norteamericanas de hacer fracasar la Conferencia Naval Tripartita, no obstante llevar a ella la representación de los Estados Unidos. Y si esto ha llegado a dominio público es porque Shearer se sintió estafado al no percibir la cantidad convenida y lo divulgó.

Otro caso, más antiguo, pero no menos característico, es el ocurrido en 1907 en Alemania. Todavía se dudaba de la eficacia de las ametralladoras como arma, y por ello el estado mayor se mostraba reacio a adquirirlas en número considerable y el Reichstag a otorgar los créditos necesarios. Los fabricantes se preguntan «¿Qué hacer?» Circulan las órdenes oportunas y, pronto, Le Figaro, Le Matin y L'Echo de Paris publican artículos sobre las excelencias de las ametralladoras francesas y la superioridad que al ejército conceden. Resultado: Durante los años 1908, 1910 y 1911, Alemania gastó 40 millones de marcos en ametralladoras. Y como estos casos podrían citarse a docenas.

Resulta, pues, ingenuo aguardar a que estos patriotas 100 por 100 hayan tendido sus redes y se dispongan a retirarlas repletas. Por ello, nuestra tesis es combatirlos constantemente, sin tregua, sin interrupciones, que les servirían para reponerse. Ello ha de hacerse simultáneamente, descubriendo sus lacras, a fin de lanzarles el odio del pueblo, y poniendo en vigor medidas económicas que posean la virtualidad de desarmar (o aplastar) al enemigo. Por ejemplo, en el sector de los armamentos. Por una parte han de sacarse a la luz del día las inmoralidades de los grandes trusts, comerciantes del patriotismo y que carecen de él en absoluto. Sabemos que en la batalla de Jutlandia, los artilleros de los buques ingleses afinaban la puntería gracias a los excelentes aparatos ópticos Zeiss-Jena, vendidos por intermedio de Holanda meses antes. Muchos soldados alemanes cayeron heridos en los campos de Flandes por proyectiles ingleses cuyas espoletas eran patente Krupp. Por el contrario, en los Dardanelos, los marinos ingleses fueron bombardeados por sus propios cañones, montados por la casa Vickers.

La segunda parte de la campaña, de carácter económico, podía aplicarse en este mismo campo de los armamentos, defendiendo, como ya lo ha hecho la Internacional Socialista, la absoluta estatificación de las industrias guerreras y la prohibición a los particulares de dedicarse a ellas. De este modo se evitaría en gran parte esta funesta carrera de los armamentos, que en el fondo se justifica por los fabulosos beneficios que reporta. Es, pues, absolutamente precisa la labor preventiva en sus dos aspectos.

Nuestro segundo punto, la centralización en la Internacional Socialista del movimiento en favor de la paz, se justifica fácilmente. Ninguna organización cuenta tanta capacidad para dirigirlo. Y si no, veamos lo ocurrido con el proyectado Congreso mundial contra la guerra, convocado por Henri Barbusse y Romain Rolland, donde antes de iniciarse se han introducido las maniobras políticas de baja clase, hasta el punto de obligar a la Internacional Socialista a abstenerse hasta dilucidar los puntos obscuros. Una objeción se nos hace: el Partido Socialista, la Socialdemocracia, toleró la guerra mundial. A evitar la repetición de este desgraciado suceso tiende nuestro proyecto. Es probable que, aun a despecho de la oposición socialista, se hubiera declarado la guerra, pues las masas no poseían la terrible experiencia actual. En todo caso, el pecado fue de falta de organización, y eso es lo que queremos ver subsanado. ¿Cómo estructurar el movimiento pacifista? Veamos:

A juicio nuestro, es necesario mantener a las masas internacionales en una perpetua alerta. Con los músculos tensos, dispuestos a dar el salto. Ello sólo puede lograrse por una propaganda constante e intensa que fije en los cerebros ideas directrices, pues a consecuencia de la rapidez cinematográfica de la vida moderna, el hombre es esencialmente olvidadizo. Se nos dirá que actualmente la Internacional, los Partidos, las Juventudes laboran en este sentido. Pero no consideramos esto suficiente. Estas organizaciones tienen múltiples fines que cumplir y no pueden dedicarse con exclusividad a uno solamente. Por ello me parece que en el seno de la Segunda Internacional debería crearse una Sección o Secretariado dedicado solamente a la campaña pacifista, encaminándola racionalmente en atención a la variedad de psicologías y los distintos modos de reaccionar a la propaganda según las influencias culturales, climatológicas, étnicas, &c. Al mismo tiempo, y dependientes de esta Sección internacional, deberían crearse organismos nacionales expresamente dedicados a esta labor pacifista en el doble sentido antes fijado: descubrimiento de las miserias físicas y morales de la guerra y adopción de medidas económicas que tiendan a destruir las organizaciones con interés guerrero. Sólo de esta forma consideramos que nuestra labor ha de rendir los resultados magníficos a que tenemos derecho. Y trabajemos con fe y con entusiasmo en pro de la paz, que bien lo merece el objetivo.

José Laín