Filosofía en español 
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Manuel Saiz Balza

Historia, origen y definición del vocablo enchufe

Repasando uno de estos días las papeletas del archivo intelectual de mis apuntes me encontré con el origen y definición del vocablo enchufe, en el sentido de momio adquirido sin pena ni trabajo.

El enchufe, el verdadero enchufe, no el que con maquiavélicas intenciones políticas y protervos deseos de desacreditar al Socialismo español les han adjudicado a los más relevantes propugnadores de éste el virulento odio y la ruin condición de esas plagas ponzoñosas y conservadoras que han arruinado a España y quieren acabar con ella; el enchufe, repito, tuvo su cuna en Madrid hace seis lustros, y se desarrolló y tomó su vida en el ambiente periodístico.

En aquella aún no remota época había, como ahora, ricos soberbios cargados, cual bestias humanas, con sus riquezas; riquezas, en muchos casos, de dudosa procedencia, que estaban en contubernio con el pauperismo mental de sus poseedores.

Había, y los hay ahora, necios engreídos, escasos de substancia gris, que por esa misma penuria se creían el eje de la tierra. La sinecura se vinculaba descaradamente con el nepotismo, y la oligarquía estaba en íntimo consorcio con el caciquismo. El alto clero, los jerarcas de la Iglesia, obispos y cardenales, mancillaban, igual que en estos tiempos, la humildad del Pescador, y daban un bofetón al rostro de Cristo con sus galas, joyas y lujo superfluo, haciendo caso omiso de la sencillez de aquel que ellos invocan para sus fines particulares y nutrición de estómago.

Había en aquellos tiempos, y ahora, desgraciadamente, no escasean, cucos recalcitrantes, místicos egoístas, ladinos ensotanados, prevaricadores que pasaban por honrados, caseros sin conciencia, beatas sin sentimientos, petimetres completamente bobos, políticos con máculas, andróginos invertidos, bandidos y contrabandistas que hacían sus fechorías montados en jacas tordas, al contrario del presente, que las hacen en automóvil; en fin, el flujo y reflujo de una sociedad descompuesta por pestilentes detritos.

Todo ello, y un poco más, en los tiempos borbónicos de la monarquía. ¡No lo olvides, lector!

Pero, aparte de esa repugnante y nauseabunda bahorrina, como oasis en dilatado desierto, idéntico, igual que en estos nefastos días, existía un puñado de hombres valientes, buenos, diligentes, entusiastas, convencidos, que, a trueque de vejaciones, continua persecución, inicuos encarcelamientos, cuando no con eminente peligro de la vida, como inspirados que bajan de la montaña, predicaban el credo socialista y propugnaban la lucha de clases, para consolidar una sola digna del hombre y limpia de hidras monstruosas.

Sin darme cuenta de ello, o acaso por la fuerza de la costumbre, me he metido en el terreno de las disquisiciones y se ha evaporado la esencia substancial de este artículo, escrito expresamente para demostrar cómo tomó forma y vida, hace seis lustros, el vocablo enchufe, con su irónica acepción de momio adquirido sin pena ni trabajo.

En aquellos venturosos días de delicioso optimismo para los que se sentían henchidos de felicidad cabe el trono de la espuria realeza comiendo a limpios manteles y a boca llena había periodistas que de un salto mortal salvaban, en el trampolín del hambre, tres días sin comer. Había periodistas de estro riquísimo, exuberantes de inteligencia, pero indigentes, míseros en pecunio, como los había pobres en intelecto y ricos en fortuna.

Para ellos, cruenta y llena de escollos era la conquista del garbanzo, igual que hoy lo es para el proletariado.

Los Mecenas del periodista, ruines en espíritu dadivoso, cuando protegían a alguno era a costa del erario. Estos Mecenas eran políticos y, por lo general, del matiz conservador, y daban credenciales a los periodistas, dentro de la escala de subordinados, en la Diputación provincial y en el Municipio, particularmente en este último organismo.

Claro que las sinecuras en los demás organismos del Estado las dejaban para sus familiares y el hueso lo arrojaban a los periodistas.

Uno de éstos, que integraba la Redacción de un periódico de abolengo conservador, y que en nuestros días ese diario es una cotorra disecada, estaba tan ayuno de bienes como falto de capacidad profesional, que hubo de acudir a un influyente monopolizador de la política en súplica de un destino con que poder enjugar su doliente necesidad. Atendió la demanda el conspicuo personaje, y por su ascendencia política le otorgaron una plaza de barrendero en el Municipio madrileño; esto es, plaza sólo para los efectos de la nómina, o lo que es igual, barrendero de levita.

El cuitado periodista, ya en posesión de la credencial que le acreditaba como funcionario barrendero de la heroica villa del oso y del madroño, desaparecidas un tanto las arrugas de su afligido estado económico, llegó a la Redacción, y sus compañeros, al notar el cambio de su semblante regocijado, inquirieron la causa de tal metamorfosis, a lo que contestó lacónicamente:

—Es que he conseguido un enchufe que remediará, en parte, mi precaria situación.

—¡Cómo! ¿Qué es eso de enchufe?

—Pues, sencillamente, que me han concedido una plaza de barrendero, y en el reparto anejo a esta misión me ha tocado ser regador; y como a tal, igual que a todos los designados con esta misión de regar, me han adjudicado una manga de riego, y como la manga de riego sirve para enchufarla en la cañería, de ahí que diga que tengo un enchufe. Claro que mi enchufe no es para regar, sino, todo lo contrario, para cobrar, como cobran otros que visten levita.

Hubo explosión de risas; y desde aquel momento quedó esculpida la frase de enchufe como sinónima de momio, de cobrar sin trabajar.

Y he aquí, dilecto lector, cómo se incubó y tomó forma al calor de una Redacción el vocablo enchufe, y no olvides que sus progenitores fueron conservadores monárquicos, cuyos descendientes, por un fenómeno atávico de los seres inferiores, han pasado a ser fascistas…, y no olvides tampoco que fascista y conservador igualmente son palabras sinónimas, según nos enseñan con su indudable sapiencia los modernos filólogos…, y también sin sapiencia alguna los esponjosos agrarios…

Manuel Saiz Balza