Filosofía en español 
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El caso León Trotzky

Hay que descubrir lo que se intenta

Apariencias de libertad

Nuestro camarada León Trotzky, detenido en la Cárcel Modelo el pasado viernes, fue puesto en libertad el día de ayer, muy cerca del mediodía. Pero en el mismo día de ayer, a las nueve de la noche, en el correo de Andalucía, y acompañado de dos policías, se le hizo salir con dirección a Cádiz. Y de aquí, ¿adónde se le piensa trasladar? Se ha dicho a nuestro correligionario que en Cádiz se le dejará en libertad para ponerse en relación con las personas que le son conocidas y con su familia, que sigue domiciliada en Francia, para que se traslade al país que más le convenga y mayores garantías de seguridad personal le ofrezca. Pero a nuestro amigo León Trotzky la policía española le ha engañado más de una vez en el breve espacio de tiempo que lleva de estancia en nuestro país, y no es muy creíble que en Cádiz se den a nuestro correligionario Trotzky las garantías personales a que tiene derecho, si se continúa permitiendo que la policía siga actuando tan libremente, tan arbitrariamente y tan vergonzosamente.

Reclamaciones del Comité

Cuando el Comité nacional de nuestro partido tuvo noticia del encarcelamiento de León Trotzky, una Comisión de dicho Comité marchó a la Dirección de Seguridad para informarse de los motivos de la detención. Fracasaron todas las gestiones. En la llamada Dirección de Seguridad nada sabían. Los funcionarios de categoría inferior con quienes se habló lo ignoraban todo, pues ellos no hacían otra cosa que cumplir las órdenes recibidas. El director de Seguridad, que, según dichos funcionarios, comunicaba las órdenes, era quien podría informarnos. Pero cuando, en representación de nuestro partido, solicitábamos ver al director de la policía, para adquirir los informes que sólo él podía comunicarnos, desconsideradamente, aunque con apariencias de amabilidad, que hacían más molesta la desconsideración, el director de Seguridad, o la persona que le representaba, evadía nuestra entrevista, volviendo a ponernos en relación con el personal subalterno, que nada sabía y no hacía más que cumplir órdenes superiores.

Vista la inutilidad de toda gestión en la Dirección de seguridad, la Comisión de nuestro Comité nacional acudió en la mañana del sábado a la presidencia del Consejo de ministros. Ausente de la presidencia el conde de Romanones, se notificó al secretario particular Sr. Brocas el objeto de la visita. Por la noche del mismo día, y a las ocho, fue citada la Comisión de nuestro partido. Poco tiempo después de la hora de la citación se celebró la entrevista. Al jefe del Gobierno nuestros compañeros le dieron cuenta de la arbitraria e ilegal detención del correligionario Trotzky. Le indicaron que nuestro camarada fue expulsado de Francia porque el Gobierno francés consideró no era conveniente la campaña pacifista que hacía el correligionario ruso en el periódico Nuestra palabra, editado en París. Esto, que no era motivo suficiente para una resolución de expulsión en Francia, lo es infinitamente menor para que en nuestro país se tome la resolución. de encarcelar al correligionario Trotzky, excediéndose en las medidas de rigor a las autoridades francesas, que dejaron en libertad a nuestro amigo hasta después de acordada su expulsión de Francia.

El conde de Romanones no tenía noticia alguna de lo hecho con Trotzky. Ofreció enterarse y comunicar en el día de hoy sus informes a la Comisión de nuestro partido.

Y ha sucedido que un día antes de que el jefe del Gobierno pudiera adquirir los informes, atendiendo la reclamación que le fue formulada, la policía española tomó la resolución de trasladar a Cádiz al camarada Trotzky.

Para evitar que el traslado se aplazara hasta conocer el resultado de la intervención del conde de Romanones, realizó gestiones la Comisión del Comité nacional de nuestro partido; pero todas fueron inútiles. Trotzky salió ayer con dirección a Cádiz y sin decirle, ni por escrito ni de palabra los motivos de esa resolución.

Nuestro partido queda esperando el resultado de la reclamación que tiene formulada, y que no abandona. Trátase de un correligionario ruso, que llega a nuestro país y es tratado por las autoridades con una desconsideración que avergüenza, y no estamos dispuestos a abandonar este asunto, por razones de solidaridad con nuestro compañero Trotzky, primero, por consideraciones de decoro nacional, después. Sería indigno de nuestro país que quedara sin la defensa a que al amparo de las leyes tiene derecho quien es instrumento de manejos policíacos, según todas nuestras referencias.

Interesantes manifestaciones de Trotzky

Porque hemos hablado durante todo el día de ayer con nuestro compañero Trotzky, y nos ha referido cosas de mucho interés y que ponen gran claridad en este turbio asunto.

Nos ha dicho esto, que resumimos de su extensa, fácil y amena conversación:

«Cuanto más reflexiono sobre mi situación, más seria me parece. La detención, en sí misma no tiene importancia alguna; al contrario, es una cosa cómica. Mis ideas, que aquí nadie conoce, y que no puedo expresar en el idioma de este país, dicen que son demasiado avanzadas.

Esta explicación, por su estupidez, obliga a buscar otras razones, es decir, los propósitos que se abrigan y no se confiesan. Por eso la cuestión hay que plantearla en esta forma: la policía francesa (nótese que digo la policía y no me refiero al Gobierno francés, que acaso sea extraño a esto) ha querido expulsarme de Francia y echarme precisamente a España, haciendo lo imposible para que no pudiera entrar en Suiza.

Los dos inspectores que me condujeron a España me dijeron, sin haberles preguntado nada: «Puede usted estar tranquilo, que no le entregaremos a la policía española.» A lo cual no pude menos de responder: «¡Ya! Porque tienen ustedes la seguridad de que ella me encontrará en seguida.» Tenía yo sospechas de que luego hablaré.

Ahora me hallo detenido en Madrid, ¿Por qué? No será por falta de documentación. Puede ocurrir muy fácilmente que se encuentre a un ruso cuyos documentos no se hallan en regla y le metan en la cárcel para identificarle. Pero aquí ocurre lo contrario: no se ha demostrado ningún interés por ver mis papeles. Cuando yo quise sacarlos del bolsillo para mostrarlos, me dijeron: «No, no hace falta; ya los conocemos.» Y añadieron que la orden de encarcelarme estaba ya firmada.

Se me detuvo «por adelantado», basándose en las informaciones enviadas por la policía francesa, por la que se propuso a toda costa que yo cayera en manos de la policía española.

La iniciativa de todas estas persecuciones contra mí, pertenece a la Embajada rusa en París. Muchas veces me han repetido en la censura que el hecho de que un periódico ruso publicado en París critique la política rusa durante la guerra es una cosa «muy desagradable» para el Gobierno ruso. Se comprende. Nuestro pequeño diario ha sido citado en todas partes. El odio de la Embajada contra mí era muy activo. Se han propalado rumores de que el periódico estaba sostenido por... el rey de Prusia. Pero nuestros ataques contra el imperialismo alemán y contra la mayoría socialista eran bastante claros y elocuentes para limpiarnos de toda sospecha.

Pero desde que el Gobierno ruso envió soldados de nuestro país al frente francés, la actitud de la Embajada respecto de los refugiados rusos se hizo más violenta. Ha logrado lo que quería: nuestro periódico ha sido prohibido, y yo he sido entregado a la policía española.

Sería desconocer a la policía rusa suponer que con este resultado se da por satisfecha. No; lo que quiere es que yo caiga en sus manos. No ha podido lograr que la policía francesa, directamente, lo haga, porque hay en Francia ministros socialistas, y hay periodistas rusos que han amenazado con ciertas divulgaciones, &c.

Pero en España sería otra cosa: aquí me hallaría aislado, y la policía española no tendría escrúpulos políticos para no entregarme.

La organización de la policía del zar es mucho mejor que la de su ejército. Los cónsules rusos gastan cantidades enormes para tener a su servicio policías franceses, inglesas y... de los países que les hagan falta.

Como la policía francesa ha querido entregarme a la policía española, puede ser que ésta tenga ahora el propósito de entregarme, directa o indirectamente, a la policía del zar.

Me quieren poner en la frontera. Pero la frontera de tierra está excluida, porque es Francia de donde me han arrojado. Queda la frontera marítima, y si me obligan a embarcar, hay que tener presente que en el Mediterráneo, como en el Atlántico, hay barcos de guerra rusos, que pueden detener al que me transporte, pueden entonces detenerme a mí y lograr de esa manera sus propósitos.»

¡Cuidado!

Hasta aquí las palabras del compañero Trotzky. El último párrafo produce angustia.

Hemos de insistir en lo que ya hemos dicho: es vergonzoso, es odioso que un individuo sin antecedentes que le señalen como peligroso pueda ser detenido tan arbitrariamente como la policía madrileña ha detenido a León Trotzky; lo encarcele, y lo mande a la punta de Europa, a Cádiz. ¿Con qué fines? Si es con el propósito de embarcarle, y que en alta mar lo aprese un barco ruso, conste que estamos sobre aviso y sabremos atraer la atención pública sobre tan indigna maniobra.

No debe olvidar el Gobierno que por encima de los deseos perversos de la policía rusa está, en España, el respeto a la ley y a la personalidad humana.