Filosofía en español 
Filosofía en español


En la Casa del Pueblo

Se inaugura el Congreso de la Asociación General de Maestros

Ayer se celebró en el teatro de la Casa del Pueblo el mitin con que los trabajadores de la enseñanza abren su Congreso. El teatro estaba abarrotado de público, entre el que había muchos intelectuales.

Preside el acto el camarada Llopis. Dice que este acto es el prólogo del modesto Congreso pedagógico que los maestros comienzan mañana. Nos queremos diferenciar –dice– en la forma de inaugurar el Congreso y en la forma de organizarle de los demás Congresos de esta clase. En éstos se llama para presidir al ministro de Instrucción pública. Nosotros hemos llamado a uno que oficialmente no lo es, pero que, en realidad, en la conciencia popular, lo es desde el 15 de diciembre. (Grandes aplausos.)

Después de esto, Rodolfo Llopis cede la presidencia al camarada De los Ríos, que es recibido entre grandes aplausos. Se dan vivas a la República y al Partido Socialista.

De los Ríos concede el uso de la palabra al compañero de Torrelaguna –perseguido– Severino Quirós, quien pronuncia breves palabras exhortando a los maestros a que cumplan con su deber, y agradeciendo a la Unión General de Trabajadores el auxilio que le ha prestado mientras ha estado preso.

Habla después el secretario de los trabajadores de la enseñanza, camarada

Manuel Alonso Zapata

Estudia este camarada lo que ha hecho la dictadura en relación con la escuela. En las notas del dictador –dice– se aduló al Magisterio, seguramente para captarle y disponer de él. Y hubo algunos maestros que firmaron su adhesión a la dictadura e hicieron resaltar ante el mundo bondades que tenían mucho de hipotéticas. Pero a otros que no se sometieron, la dictadura los atropelló. Ahí está el caso de un camarada nuestro, el inspector-jefe de Primera enseñanza de la provincia de Granada, Fernando Sáinz, que por negarse a asistir a la recepción del cardenal Casanova se le forma expediente, en el que se pide un castigo de diez días de suspensión. Pero va a Granada el ministro de la Gobernación de cuyo nombre no quiero acordarme, y Sáinz es destituido fulminantemente. ¡Así trataba la dictadura al Magisterio!

Pero ¡hay que ver cómo trataba el régimen dictatorial a la escuela! Cuando las ejecuciones de Vera de Bidasoa se recomienda que en las escuelas, para ejemplaridad, se hable del hecho y se lean las sentencias. Cuando el crimen del expreso de Andalucía, al ser ejecutados los condenados, también se hizo la misma recomendación. ¿Había derecho a atentar así contra lo más puro del alma infantil?

Se refiere después al plebiscito de la dictadura, en el que se obligó a firmar a los niños de las escuelas.

Y viene la segunda dictadura –añade–, y viene la tercera, y no sé si la cuarta... (El público, en pie: exclama: “¡No! ¡Nunca!”) Eso quiero yo. Y vienen otras dictaduras y cometen nuevos atropellos. Y Tormo deshizo el enredo que destituyó a Sáinz y le repone. ¡Pero a ver si hay un hombre en España capaz de desenredar lo que enredó Tormo!

En vibrantes párrafos declara que la dictadura no supo crear escuelas. Siendo así, maestros, ¿todavía tenéis escrúpulos burgueses y teméis venir a la Unión General de Trabajadores? Es preciso que nos unamos para salir a la calle a pedir escuelas primarias para el pueblo.

Una salva de aplausos acoge estas palabras. Se levanta a hablar el catedrático de Instituto

Señor Landa

Comienza declarando que cree precisa la unión de la escuela primaria con la secundaria para unirse en una sola. Luego dice que la salvación del obrero está en la Segunda enseñanza, y que la salvación de la Segunda enseñanza está en el obrero. Explica lo primero. Pensar en lo que significan nuestras Asociaciones: una lucha para mejorar las condiciones materiales de la vida. Pues bien; yo digo que, conseguidas estas condiciones, falta aún lo más necesario. Porque se precisa de la cultura para saber apreciar lo que valen los goces espirituales. Y esa cultura se adquiere en la Segunda enseñanza. ¿Veis cómo nuestra salvación está en ella?

Y la salvación de la Segunda enseñanza está en vosotros, porque sois los únicos que la podéis vigorizar con vuestra entrada en los Institutos, ahora en decadencia, porque a ellos no van los más aptos, sino los más ricos.

El señor Landa es muy aplaudido.

Habla después, en representación de la Unión General de Trabajadores,

Enrique Santiago

Me limitaré en este acto –dice– a aportar el saludo de la Unión General de Trabajadores y a especificar qué es lo que esperamos nosotros, los trabajadores, de vosotros y lo que podéis esperar de nosotros. No os extrañe que nuestro lenguaje sea tosco y no el que vosotros acostumbráis a oír. Pero pensar que nosotros hemos salido de la escuela a los doce años, o antes, y que el proletariado no ha tenido ni tiene escuelas. Pensar que hemos sido perseguidos por querer para nuestro país más cultura. Y pensar también que, aunque nosotros somos una organización de clase, no desatendemos los problemas generales del país.

Yo recuerdo en estos momentos unas palabras memorables del camarada De los Ríos, que ha estado en la cárcel cuando tanto presidiable estaba en libertad, pronunciadas a la terminación de un Congreso nuestro. De los Ríos decía: “El día que el clarín de la revolución llame a la Unión General de Trabajadores, ésta dirá: ¡Presente!” Y el 15 de diciembre la Unión dijo: ¡Presente!, y hemos publicado recientemente una estadística con las víctimas que el movimiento ocasionó. (Grandes aplausos.)

No sólo debemos pedir escuelas. Hay que pensar cómo van a ser y quiénes las van a dirigir. Porque en otros países había maestros y escuelas, y, sin embargo, en 1914 estalló la Gran Guerra sin que nadie lo evitara. (Aplausos.) Hay que educar al niño en el sentido de que es un miembro de la colectividad y que no puede vivir para mantener tronos en decadencia o militares fracasados. (Grandes aplausos.)

Dirige un llamamiento a los maestros para que apoyen la Escuela Obrera Socialista.

Termina recordando una frase de Franklin: “Las palabras de ayer me traen las flores de hoy.” Si por manteneros dignamente, como lo ha hecho Severino Quirós, sufrís persecución, los trescientos mil afiliados de la U.G.T. os prestarán su solidaridad y estarán a vuestro lado.

Las últimas palabras de Enrique Santiago son acogidas con grandes aplausos.

Rodolfo Llopis

El público le saluda con una clamorosa salva de aplausos.

Ciudadanos y compañeros: Nosotros nos diferenciamos de los demás Congresos en que los nuestros no terminan elevando a los Poderes públicos peticiones ni conclusiones de ningún género, porque no nos inspiran ninguna confianza por las injusticias e ilegalidades que han cometido. Y porque son ellos quienes han cometido esas injusticias es por lo que nosotros nos abstenemos en absoluto de acudir a ellos, a ellos en cuanto son representación de un régimen y una realidad social que nos hemos impuesto la obligación de combatir en cada día y en cada hora.

Hemos venido aquí a constituir una Sección de la Unión General de Trabajadores, y recordad que más de una vez nos han preguntado qué hacíamos nosotros aquí; nosotros, que éramos intelectuales y los intelectuales no tienen cabida en una Casa fundamentalmente de trabajadores manuales. Y les hemos dicho que eso es un error, que nosotros, trabajadores de la enseñanza, nos considerábamos tan proletarios como los demás. Los trabajadores de la enseñanza nos considerábamos solidarizados con los demás hermanos de clase, y al venir aquí no nos podían decir que somos elementos extraños. Aquí nos consideramos en nuestra casa. Queremos trabajar y demostramos este deseo, entre otras cosas, con este pequeño Congreso, el primero que se celebra en España para que intervengan obreros y maestros. El compañero Muiño será ponente de uno de los temas, y hemos rogado a todas las Sociedades que vengan a nuestro Congreso y hablen, porque estamos ya cansados de hablar nosotros mismos de temas pedagógicos, ya que si queremos humanizar a los niños y a la escuela debemos comenzar por humanizarnos nosotros mismos, y para eso, hoy por hoy, tenemos que acudir a nuestros hermanos los trabajadores manuales, porque el idealismo se ha refugiado en esta Casa.

Esto que realizamos hoy no es más que el principio. Ahora vamos a comenzar a extendernos por toda España, a recorrerla para ver si en efecto los compañeros adheridos cumplen nuestras instrucciones; decirles que durante el día deben educar a los hijos de los trabajadores y por la noche deben trabajar con los padres en la Casa del Pueblo.

Vamos a recorrer todo el país para decirle la serie de atrocidades que cometió la dictadura, la primera dictadura, y que cometimos la ingenuidad de creer que no podía haber ministro tan malo como Callejo, y después hemos tenido otro ministro tan malo o peor. Pero hay que hacerle una justicia a Callejo, y es que supo suicidarse a tiempo, que en cuanto dejó de ser ministro pidió la excedencia, cosa que no ha hecho aquel director general que tiene como gran mérito haber escrito una geometría sin figuras en el texto, y como no lo han hecho los que pasaron por aquel ministerio.

Tenemos que denunciar hoy y siempre que aún existe un decreto que es una vergüenza para el Magisterio español. Es el decreto de Primo de Rivera del 13 de octubre de 1925, que disminuye la ciudadanía de los maestros y les prohíbe que se dediquen a propagandas más o menos encubiertas contra instituciones como la familia, la religión y la propiedad, que constituyen los fundamentos sobre los que descansa la vida del Estado. Este decreto está en vigor, y en su virtud se ha castigado a infinidad de compañeros nuestros.

Este decreto es una traducción de un decreto francés que había aparecido poco antes. Pero el traductor se conoce que no leía nada más que los textos oficiales, porque no se dio cuenta de que días después el ministro francés reconoció su error, porque el Sindicato Nacional de Maestros franceses le dijo que las bases sobre las que quería fundamentar ese decreto eran falsas. El hecho es que Primo de Rivera se apoyó en un ministro francés para atentar contra los maestros, y que el ministro francés se apoyó en el ministro de Instrucción belga. Hay una Internacional de ministros para perseguir a los maestros, y contra esa Internacional nosotros ingresamos en otra para combatir esos atropellos. (Grandes aplausos.)

Quizá lo más grave de la dictadura haya sido el predominio del clericalismo en estos últimos años; quizá lo más gráfico que hoy tenemos en España es la coacción que se ejerce sobre nuestra conciencia. En las persecuciones que sufren nuestros compañeros, en cuanto profundicemos un poco, siempre sale el cura, el obispo o el cardenal. Por eso no hay dolor tan grande como el que experimentamos al ver que había Asociaciones de maestros que pidieron se nombrase al cardenal Segura maestro honorario y figurase a la cabeza del escalafón. (Salva de aplausos.)

Sabemos los momentos delicados que atravesamos para pedirles a los maestros de pueblo que intervengan en la vida política; sabemos lo que es la vida rural, que tiene que sufrir esas dos fuerzas que parecen indestructibles y que no lo son porque las destruiremos nosotros: el caciquismo y el clericalismo. Sabemos lo que vale el entusiasmo de ese espíritu fuerte que se encara con el cacique y con el cura, y sabemos lo que se ha de afianzar su fe cuando sepa, cuando se entere de que 20 maestros han hecho cárcel por el movimiento republicano del 15 de diciembre, y que tenemos un maestro para el que se pide la pena de muerte. Hoy podemos decir que si durante la dictadura hubo maestros que se inclinaron ante las espuelas de Primo de Rivera, hay ahora en el Magisterio español una fuerza inmensa que labora al servicio de la República. (Clamorosa ovación.)

Tenemos que repetir aquí, y siempre, que los maestros no nos consideramos funcionarios del Gobierno, ni siquiera del Estado. Nos consideramos funcionarios de la nación, y hoy hay que decirlo más que nunca, porque el Estado actual trata de acabar con la nación. (Se reproducen los aplausos.) Hay que renovar y purificar la escuela española. Recuerdo que al terminar la guerra, en 1919, en un Congreso de maestros franceses, decía Anatole France, aquel espíritu universal: “Vais a empezar un curso que no es como los demás. Vais a tener de discípulos y alumnos a los niños que han conocido los horrores de la guerra. Maestros: antes de comenzar el curso, mirad vuestras manos, y si las tenéis manchadas de sangre, renunciad a vuestra profesión de maestros. Así no podéis acercaros ni a la conciencia ni a los cerebros infantiles.” Aquí se impone también que los maestros miren sus manos. Hace falta que estén limpias moral y espiritualmente. Aquí tenemos los mensajes de dos organismos sindicales que nos saludan: uno de nuestros hermanos los maestros de América, de la Internacional del Magisterio Americano; otro de la Internacional de Trabajadores de la Enseñanza de París... Al subrayar estos saludos queremos decir que nuestras voces modestas son las únicas que se amplían por el extranjero, no para pedir dinero, como hacen los... (Grandes aplausos que interrumpen al orador.)

No el dinero que ha de llevarnos a uno de los momentos más difíciles de España, sino que acudimos a ellos porque necesitamos del calor universal, como ellos también necesitan del nuestro, porque comulgamos en el mismo deseo de perfección humana y en la misma esperanza de contribuir a que termine cuanto antes el régimen capitalista.

El camarada Rodolfo Llopis recibe una calurosa ovación que se prolonga durante largos instantes.

Fernando de los Ríos

Nuestro ilustre compañero es saludado por el público con una clamorosa ovación y vivas al ministro de la República española.

Compañeros de profesión y compañeros de ideales; maestros socialistas y simpatizantes: Voy a hablar muy brevemente. Todo lo que corresponde al espíritu técnico del Congreso que se va a celebrar ha sido ya dibujado por los que me han precedido; pero no podía venir a esta Casa a hablar por vez primera después de una forzada ausencia, sin que tuviese unas palabras para ustedes, no de gratitud vana, sino de una honda emoción de gratitud, porque he podido percibir en mí, durante los meses de cautiverio, todo lo que lleva de exquisito esa flor espiritual que se llama la solidaridad obrera. Y he sentido en mí mismo, en mi conciencia, todo el valor que tiene el apoyo moral de los hombres que están fuera de la cárcel sobre aquellos que están dentro. Ni un solo instante me he considerado desconectado de la vida del pueblo, principalmente porque vosotros, con una solicitud que recordaré siempre, ibais a apretar mi mano, a decirnos que no estábamos solos, que nos acompañaba vuestra afección, y que cada día crecía la temperatura revolucionaria de nuestro pueblo; temperatura que es indispensable mantener encendida, porque la acción revolucionaria es inevitable; si aquellos poderes que deben ser sensibles desoyen la voluntad nacional, y ese último aldabonazo del día 12 de abril, que se registrará en estadísticas y que ha de darnos la victoria en las grandes ciudades, no resulta suficiente para que donde deben escuchar lo acaten, entonces debernos articular de nuevo el instrumento revolucionario en forma tal, que cuando lo utilicemos no sea para una nueva movilización, sino para la definitiva que ahínque donde debe estar ahincado el nuevo régimen de España. (Grandes aplausos.)

Nosotros percibimos –¿quién no escucha ese zumbido, quién no se da cuenta de ese movimiento ascendente?–, percibimos un fortalecimiento diario en nuestras organizaciones. Esta misma, la Asociación General de Maestros, quedó enteramente exhausta durante la dictadura. Cuando terminó éramos treinta y cinco. Hoy pasamos de setecientos, poco más o menos. Este ritmo de crecimiento es sensible en todas nuestras organizaciones de la Unión General de Trabajadores y del Partido Socialista. Pero eso no debe ser para nosotros meramente un motivo de orgullo y de halago, sino que debe ser también un motivo de honda reflexión sobre nuestra responsabilidad, porque las fuerzas se tienen para manejarlas y utilizarlas. Y puesto que aquí nos congregamos con motivo del Congreso que mañana principia sobre enseñanza, voy a haceros brevísimas consideraciones sobre ello.

Cuando nosotros, socialistas, nos acercamos autorizadamente a la coalición de fuerzas republicanas para ir a una acción conjunta, no íbamos con las manos vacías; íbamos con una serie de reivindicaciones en el orden económico, social y cultural para la masa trabajadora que representamos y para España entera. Algún día llegará en que esto pueda ser conocido individualmente por cada uno de los que me escuchan. En lo tocante a la enseñanza, puedo ahora descorrer el velo y deciros que, persuadidos de que no hay más que dos grandes sistemas para modificar la estructura de un pueblo, sistemas que no se excluyen, sino que se completan: uno, un sistema de educación que sirva para transformar la parte interna de los hombres; otro, un sistema de modificaciones económicas para cambiar la estructura interna de la sociedad, llevábamos en las manos esa doble naturaleza de problemas económicos y culturales. De la primera no es ocasión de hablar ahora; de la segunda, sí.

Nosotros estábamos persuadidos de que toda la enseñanza española es una enseñanza envejecida, como lo está toda la vida de nuestro Estado. La escuela hay que vitalizarla y darle vida, porque una de las cosas que a vosotros, trabajadores manuales, más os perjudica es que las escuelas en la aldea no ofrecen el interés que deben ofrecer.

Si os preguntan a los que habéis vivido en aldeas que por qué las abandonasteis, diréis que porque la aldea es profundamente tediosa y aburrida; no ofrece nada para el espíritu de los hombres. ¿Por qué ocurre esto? Porque no hay una escuela que realmente llene la función social que exigimos para ella; una escuela en que lo mismo la mujer, cuando termine sus faenas caseras, pueda ir a ella, como el hombre, cuando termine su trabajo del campo, para ver películas de carácter educativo, escuchar una conferencia por radio o una lectura dada por el maestro; en una palabra: que la escuela le ponga en comunicación con el mundo; que la escuela no sea meramente el sitio donde se enseña a leer, que eso es bien poco, sino donde se estimula el espíritu para saber sacar el zumo dulce que proporciona la cultura a los que saben exprimirlo. Eso es lo que nosotros queríamos hacer con la escuela, y eso habrá que hacer. Pero el tema es demasiado amplio y quiero ahora dirigirme a la Asociación General de Maestros para decirle unas palabras que no las pronuncio por vez primera en esta Casa, y es que la Asociación General de Maestros no puede servir para cobijar a los maestros por ser maestros; que no nos interesa el maestro por serlo sino en tanto cumpla la función cultural y social que le ha sido encomendada, porque son muchos los maestros, y lo mismo digo de los profesores universitarios y de los de Institutos, que desempeñan su función como uno de tantos españoles adheridos a un Estado parasitario, pero no con la pulcritud moral con que se debe desempeñar una función exquisita en que se nos está encomendada una función cultural sobre las conciencias y sobre los espíritus.

Es justo pensar en todo lo que se refiera a la remuneración de la enseñanza, requisito indispensable para cumplir la función que nos está encomendada; pero subrayando que nosotros debemos cumplir la obligación social que nos impone nuestra profesión.

España es un Estado parasitario. España, dijo un pensador, es fundamentalmente una necrocracia; es decir, un país donde gobiernan los muertos. Gobiernan los muertos porque toda la estructura del presupuesto español es, o para pagar funciones que no tienen valor vitalizador alguno, o para pagar préstamos que se hicieron porque no había sensibilidad en los Gobiernos para exigir como impuesto lo que pedían como préstamo.

Estamos en una situación enormemente difícil. Sólo los servicios de Deuda y ejército se llevan dos mil millones de pesetas. El 60 por 100 del presupuesto nacional se va en esas dos partidas, que no representan función positiva alguna en la vida española. En cambio, a enseñanza sólo se dedica el 5 por 100 del presupuesto nacional, y así no hay país posible.

Por consiguiente, compañeros de la Asociación General de Maestros, es indispensable que el maestro en su enseñanza muestre sensibilidad para esos grandes problemas sociales de su país. Y ahora, para terminar, sólo me resta decir que ha llegado la hora para todos los españoles que se consideren con un mínimo de preparación; pero para nosotros, especialmente, porque somos profesionales de la cultura, ha llegado el momento de ir a las provincias, a los pueblos y a las aldeas para levantar a los hombres y hacerles ver que se ha iniciado una profunda cruzada civil en España que tiene una significación directamente encaminada a obtener la dignificación de la vida española. Es llegada la hora de que los elementos de la Asociación General de Maestros, que, por estar en la Unión General de Trabajadores, no pueden por menos de coincidir con una visión socialista, hagan ver que toda nuestra concepción tiene un carácter profundamente constructivo; que no somos de la cohorte de los demagogos que exclusivamente dicen palabras halagadoras; nosotros destruimos sólo aquello que constituye un obstáculo para edificar, pero subrayamos fundamentalmente una concepción constructiva de la sociedad que próximamente queremos edificar.

A eso vamos en el movimiento civil que se ha iniciado; a eso iremos inexorablemente, y ahora a todos digo que se apresten a depurar la simiente del ideal, que está sedienta de recoger esta tierra nuestra de España, tan profundamente desventurada.

Al finalizar su discurso nuestro compañero De los Ríos recibió una prolongadísima ovación, acompañada de numerosos vivas e infinidad de felicitaciones.

Proyecciones cinematográficas

A las diez y media de la noche, en el teatro de la Casa del Pueblo, se efectuó una función cinematográfica, dedicada a los maestros. Asistió numerosísimo público.

El compañero Álvarez del Vayo pronunció un breve discurso, a título de prólogo de la película que se iba a exhibir. Explicó cómo la Rusia soviética ha utilizado el cinematógrafo para la propaganda y destacó la variedad de asuntos que posee la cinematografía rusa. Citó la película que se iba a proyectar, titulada “La línea central aplicada al plan quinquenal”, película en que todo es dinamismo. La cinematografía rusa se diferencia de la norteamericana, esencialmente, por la índole de los asuntos. En aquélla no hay temas amorosos; en todas ellas se refleja el dramatismo ruso, y mientras la cinematografía norteamericana se agota en sí misma, la rusa está plena de posibilidades.

Exaltó el alto valor educativo y la eficacia propagandista de las películas rusas. Habló nuevamente de la película que se iba a exhibir, aplicada al plan quinquenal ruso, plan que ha de transformar toda la industria rusa y que fue recibido fuera de Rusia con escepticismo o sonrisas burlonas y en Rusia con gran entusiasmo. Con ese plan, la Rusia soviética pondrá de golpe al lado de la cabaña el rascacielos. Este plan representa la más grande audacia que ha intentado nación alguna. Este ambiente de optimismo lo ha traído a la pantalla Eisenstein.

A continuación, se proyectó la película de este cinematografista, que está aplicada al plan quinquenal ruso. En dicha película se aprecia la transformación del trabajo campesino, de la agricultura e industrias rurales.

Después se proyectó una película alemana pedagógica, y, finalmente, una película del Comité español educativo titulada “Vida y transformación del gusano de seda”.

Tanto la conferencia del camarada Álvarez del Vayo como la proyección de las interesantes películas que citamos resultaron del completo agrado del numeroso público, que les tributó nutridos aplausos.


En la Casa del Pueblo

El Congreso de la Asociación General de Maestros

Hay que hacer luchadores

Ayer comenzaron las sesiones del Congreso pedagógico. El salón terraza de la Casa del Pueblo estaba lleno de maestros y obreros. Sobre la mesa aparecían un puñado de telegramas y comunicaciones. Eran los saludos que llegaban de toda España. Eran los mensajes fraternales de la I.T.E. y de la I.M.A. Eran las credenciales de los compañeros cuyos Sindicatos habían designado sus delegados en el Congreso. A lo largo de las paredes, grandes estantes repletos de libros anunciaban los textos de vanguardia.

En un ambiente de entusiasmo y de franco optimismo se inician los debates. Se discute un tema ambicioso. Tan ambicioso, que contiene y resume todos los demás. Se discute el problema de la escuela. Si la escuela ha de ser humana, para todos, o si la escuela ha de ser de clase. Escuela al servicio de la burguesía o escuela al servicio del proletariado.

El ponente afirma que no son antitéticos los conceptos “humano” y de “clase”. Cree que se integran y completan. Los compañeros que intervienen en la discusión se aproximan y se alejan del criterio de la ponencia. En realidad parece todo reducido a cierta falta de precisión en los términos en que por unos y por otros se plantea el problema. Poco importa la discrepancia. Al contrario, hay que agradecerla. Ello da motivo a un desfile de compañeros por la tribuna del Congreso. Pasan los maestros, pasan los catedráticos, pasan los obreros.

¡Los obreros! No se nos olvidará la impresión que produjo en la asamblea la intervención de nuestro compañero Francisco Molina. Hablaba como hombre forjado en el rudo trabajo manual, arrancado prematuramente de la escuela para sepultarlo en el taller. Su caso valía, no por lo que tuviese de personal, sino por lo que tenía de representativo. Él nos habló del dolor que sufrían las camaradas que acudían al Sindicato y que, al hacer su filiación, denunciaban que eran analfabetos. ¡Cada analfabeto que nos llega al Sindicato –exclamaba– constituye para nosotros un nuevo caso, y difícil, de educación sindical! Y nos refería después el espectáculo de los que llegan de las aldeas y pueblos rurales. Y, sobre todo, nos hablaba de lo que hacen modestamente en Chamartín de la Rosa. Ellos no tienen escuelas. El Estado no supo o no quiso hacer escuelas. Los obreros han tenido que hacer las suyas. Son escuelas laicas. Hechas a costa de sacrificios y de generosidad. No son como quisieran que fuesen. Tienen defectos. Pero ya son un peligro para nuestros enemigos. Ellos, los enemigos, han multiplicado las iglesias en Chamartín. Y en las iglesias tienen escuelas. Y en las escuelas dan de comer, y a veces de vestir, y a veces unos vales para las madres... Nos pueden. Nos quieren vencer a fuerza de medios materiales... Pero nosotros –decía– seguimos nuestra labor. Dentro y fuera de la escuela. Porque sabemos que la que educa y corrompe es el ambiente general del país: el medio. Hay que transformar el medio. Con esa afirmación planteaba Molina el problema en sus justos términos, es decir, dentro de lo social. Hay que transformar el medio social. Par eso terminaba el compañero Molina pidiendo a los maestros que, en bien de España, hiciesen de cada niño un luchador.

Primera sesión

Nombramiento de Mesa. Delegaciones y adhesiones

Al abrirse la sesión –son las diez de la mañana– se halla el salón colmado de compañeros. Congresistas y público se confunden en un alarde a “le dernier cri” de democracia. En primer lugar se constituye la Mesa, que queda formada de esta forma: Sidonio Pintado, presidente, y secretarios Marín y Pareja.

Son leídas las entidades que envían representación, por este orden:

Unión General de Trabajadores, por Enrique Santiago.

Federación Gráfica Española, por Antonio Muñoz.

Pintores-Decoradores, por Antonio Muñiz y José Rodríguez.

Obreros Guarnicioneros y Similares, por Julián y José Fernández.

Agrupación de Dependientes Municipales de Madrid, por Benito Gómez Cornejo y Leocadio Aceña.

Industrias de Aguas, Gas, &c., por José Díaz Hervás y Francisco S. Berihuete.

Agrupación Socialista de Chamartín, por Francisco Molina y Ángel Pérez.

Obreros Carpinteros del Hormigón, Ezequiel San José y Francisco Sarara.

Socorros Mutuos de la Imprenta, por José Rodríguez y Pedro Oller.

Obreros Peleteros, por Alonso Rodríguez.

Grupo Esperantista, por Ángel Sebastián.

Obreras en Ropa Blanca, por Claudina y Luz García.

Federación Nacional de Juventudes Socialistas, por Antonio Cabrera.

Se leen después las adhesiones:

Federación Nacional de la Edificación de España, Federación Nacional de Dependientes Municipales y Asimilados de España, Sociedad de Obreros Carpinteros del Hormigón Armado y Similares de Madrid y limítrofes, Agrupación Socialista Madrileña, Federación Nacional de Camareros y Similares de España, Sociedad de Obreros Albañiles “El Trabajo”), Asociación de Obreros Peluqueros-Barberos de Madrid, Federación Gráfica Española, Federación Local de Obreros de la Industria de la Edificación de Madrid y sus limítrofes. (Pintores-Decoradores.) Federación Nacional de Aguas, Gas, Electricidad y Similares, Agrupación Socialista de Chamartín de la Rosa, Sociedad de Obreros Guarnicioneros y Similares, Sociedad de Socorros Mutuos de Obreros de la Imprenta, Asociación de Obreras en Ropa Blanca y Similares, Grupo Socialista Esperantista “La Ruga”, Federación de Obreros del Transporte Urbano e Interurbano de la Provincia de Madrid y de las de España, Sociedad de Obreros Peleteros “La Marta de España”, Sociedad de Mozos de Comercio, Transporte e Industrias en General; Federación Local de Obreros de la Industria de la Edificación de Madrid y sus limítrofes, Presidente de la Asociación Nacional de Inspectores de Primera enseñanza, Federación Nacional de Juventudes Socialistas de España, Agrupación de Dependientes Municipales de Madrid, Unión General de Trabajadores (Comité nacional), Magisterio Asociado de Pontevedra, Grupo de Asociados de Oviedo; camarada Tomás Toral, de Valderas; Federación Obrera Montañesa y Asociación de Maestros de Santander.

Ponencia del camarada Salgado sobre “escuela humana o de clase”

El camarada José Salgado da lectura a su ponencia sobre “Escuela humana o de clase”. Después de referirse ampliamente al régimen social imperante y a la escuela; tal como está organizada hoy, llega en su ponencia a las siguientes conclusiones:

1.ª Escuela de clase y escuela humana no son, en manera alguna –en su genuino y no bastardeado contenido expresivo–, dos conceptos antagónicos y que se excluyan el uno al otro, sino que, por lo contrario, se complementan como las dos fases causalmente sucesivas de un mismo proceso –la humanización de los hombres en su aspecto educativo–.

Esos dos conceptos, tergiversados en su significación, suele emplearlos el capitalismo como antitéticos, por recurso de lucha, adoptando como exeterna divisa propia, mientras lo desnaturaliza íntimamente, el más valioso, con lo que implícitamente reconoce la pesimidad de la división clasista y, por lo tanto, de la organización social presente.

2.ª La inexorabilidad histórica nos ha situado en la primera de esas dos fases ineludibles: en la de la escuela de clase. Sin que nos quepa rehuirla, debemos favorecer el tránsito acelerado de la misma como fase más imperfecta y de mayor dureza y sacrificio para la Humanidad, a fin de que la segunda pueda advenir y sobrevenga lo más prontamente posible.

Bien entendido que, aun cuando nos opusiéramos con nuestra actitud a ella, no conseguiríamos evitar su realidad y transitoriedad. La haríamos, en cambio, más prolongada y perjudiciosa, por tanto, inmediatamente para la mayoría, mediatamente para la totalidad del conjunto humano.

3.ª Se nos impone propugnar por todas las mejoras estatales que dentro de la organización presente favorezcan a la escuela proletaria proletarista y extingan la escuela para los proletarios que la burguesía defiende antiproletariamente con fines burgueses.

4.ª Las características de la escuela proletaria proletarista, que han venido ya defendiéndose y han de defenderse en esta primera etapa de escuela de clase, y que informarán también a la segunda, de escuela humana, son, entre otras, principalmente: Universidad, laicismo, socialización, gratuidad, libertad, unicidad, coeducatividad, trabajo, internacionalismo y comunismo.

5.ª En tanto que el Estado favorezca la ideología capitalista en la escuela y defina burguesistamente la escuela pública para el proletariado, se nos impone fundar y excitar a la fundación extraoficial de escuelas informadas de nuestros principios, y que por su organización y eficiencia pedagógica superen y ofrezcan ejemplaridad a las del Estado mismo.

Porque lo más funesto que puede acontecernos es que se instituyan escuelas para hijos de obreros –para huérfanos de obreros, como aquí en Madrid hay reciente testimonio– y sostenidas por obreros, en que se nieguen u olviden esos principios fundamentales del obrerismo.

6.ª Por lo que se refiere al maestro, urge incorporarle como maestro y como proletario a la lucha de clases, llevándole, mediante la propaganda adecuada, que incumbe a organizaciones como la nuestra, a adquirir conciencia clasista.

En esta obra, ingente en España, cabe poner fundadas esperanzas en la valiosa cooperación que nos prestarán las demás organizaciones obreras, que, como menos trabajadas por el opio de la ideología y el espíritu burguesista, están más despiertas a la unión y a la lucha.

7.ª Debemos esforzarnos, mientras llega la formación universitaria de los maestros –que, como a todos los proletarios, niega el Estado capitalista–, debemos esforzarnos porque en las Escuelas Normales –que en muchos casos padecen, además, venenosas intrusiones del sectarismo clerical–, en lugar de una cultura forzadamente superficial por lo absurdamente enciclopédica, útil sólo para ahogar el pensamiento autónomo y llevar a la inferioridad y menor valía espiritual en que todas las sumisiones son posibles, se realice una más esmerada y honda formación de los maestros que dé entrada a los estudiantes de Sociología y Economía política y acabe de una vez con el de los palotes y viejas caligrafías iturzaéticas.

Nos importa suplir la falta de estudios económico-sociales que hoy se padece en esos establecimientos, extendiendo la propaganda de nuestras ideas entre los estudiantes normalistas, maestros futuros.

8.ª y última. Debe fomentarse entre nosotros, así como el social y político, el cultivo científico de los problemas educativos, y en este aspecto contribuir a la construcción de la Pedagogía desde el punto de vista en que se sistematicen e integren en cuerpo de doctrina las cuestiones peculiares de la educación del niño con los postulados permanentes del marxismo.

Comienzan las intervenciones.– Hablan Sanmartín, Bardén y Mas Riera.– Una cuestión de orden

Al terminar de leer su ponencia el señor Salgado es muy aplaudido.

Para hablar del tema pide la palabra un maestro, el camarada Arturo Sanmartín. Dice que el Magisterio está compuesto por proletarios que deben enrolarse para su emancipación en las organizaciones de la Unión General de Trabajadores. Se refiere a la escuela y declara que en la actualidad es de clase, pero de clase burguesa. Nosotros –añade– no podemos aceptarla. Y frente a ella debemos levantar nuestra escuela de clase, la verdadera escuela humanista. Es preciso transformar también la Universidad y la enseñanza secundaria para que no se eduque en una cultura burguesa a los obreros que puedan escalar hasta aquélla. Y es necesario crear la Universidad del Trapajo.

Interviene brevemente Llopis para pedir concreción al tratar el tema. Siguiendo esta indicación, el camarada Bardén en pocas palabras declara que la enseñanza debe ser gratuita. Habla luego Mas Riera, quien en un elocuente discurso declara que todos debemos unirnos para buscar la nueva cultura que traiga una nueva sociedad.

Ángel Llorca hace una llamada al orden. Cuando se organizó el Congreso quedamos en que no habría discusiones. Que cada uno vendría preparado para disertar sobre el tema que deseara. Y ahora hablamos de la escuela humana o de clase. Y lo que conviene es que nos informen sobre esto los que trabajan en las escuelas laicas del Partido para que nos expliquen lo que han hecho, lo que no han podido hacer y lo que piensan realizar.

Intervención del camarada Molina.– La escuela laica

Después de esto interviene el camarada Francisco Molina, delegado de la Agrupación Socialista de Chamartín y obrero albañil. En la discusión entablada –dice– no se ha aludido a algo que para nosotros los obreros tiene una importancia capital. Se trata de la escuela laica. Nosotros estimamos que en el régimen burgués la educación es burguesa siempre, desde que se nace hasta que se muere. Para contrarrestar esa educación hemos creado nosotros nuestras humildes escuelas laicas. Porque estimamos que una de éstas, con capacidad para 60 niños, hace más labor que cualquier grupo oficial en el que quepan 1.000. ¿Y saben ustedes los esfuerzos que nos cuesta el sostener esas escuelas laicas? ¿Saben ustedes lo que nos sacrificarnos por mantenerlas? A fuerza de pequeñas cotizaciones van viviendo. Y a fuerza de mucho trabajo de los maestros, que tienen mucho entusiasmo y saben defenderse de insinuaciones exteriores, porque saben que están forjando ciudadanos que van a hundir un régimen social que es una desdicha. (Aplausos.)

Cuando el Estado no cumple con su deber somos los trabajadores los que debemos sustituirle. Y nosotros hemos hecho eso siempre en la medida de nuestras fuerzas. Cuando la dictadura suprimió los donativos a las escuelas laicas se reunió la Casa del Pueblo y acordó establecer una cuota de peseta por afiliado, que, juntas, aproximadamente llegaban a la cantidad del donativo que cedía el Estado. Y así se suplió el auxilio económico del Estado. Eso es lo que saben hacer los Sindicatos obreros. (Aplausos.)

Nosotros, los obreros, queremos llegar hasta la Universidad. No le tenemos miedo. Porque cuando hay catedráticos que se juegan el sueldo, como hacemos los obreros en nuestras luchas, podemos tener esperanza en la Universidad. Algún obrero se deformaría y traicionaría a su clase. Pero la mayoría, con los principios de la lucha de clases inculcados desde niño, servirían al proletariado con un bagaje intelectual superior al que se tiene cuando se sale de la escuela a los diez años.

En cuanto a la escuela humanista o a la de clases –termina Molina–, ¿qué he de decir? Me inclino por la de clase. ¡Mientras haya régimen capitalista habrá que forjar almas de combate, no almas neutras que no comprendan la tragedia del proletariado!

Las últimas palabras de Molina son acogidas con una salva de aplausos. Su discurso ha causado gran sensación por su claridad y rudeza.

Otras intervenciones

Hace uso de la palabra el camarada Martínez, veterano luchador socialista y maestro. Hace historia de su actuación como profesor laico en Madrid. Se declara partidario de la escuela única, porque las que hoy existen son escuelas burguesas. Termina demostrando que la dictadura no hizo nada por la enseñanza. Es muy aplaudido.

Santiago Hernández se levanta a defender la escuela humanista, en la que se ha de educar la clase proletaria.

Después de lo cual, dada ya la una, se suspende la sesión hasta la tarde.

Segunda sesión

Varias intervenciones sobre el mismo tema

El camarada Sidonio Pintado abre la sesión después de las cuatro de la tarde. Se continúa la discusión del tema “La Escuela humana o de clase”. Interviene en primer lugar el camarada Labarga, quien dice que el proletariado tiene que apoderarse de la Escuela nacional. Porque si nosotros hiciéramos escuelas extraoficiales no tendríamos autoridad para negarles ese derecho a las congregaciones religiosas. Es preciso influir en el Magisterio español para que la educación en la escuela oficial tenga una orientación proletaria.

Habla luego el compañero Bernabé Hernández. Explica el desenvolvimiento de la organización de maestros desde que en 1909 se creó la Sociedad de Profesores Racionalistas. ¿Se puede hablar –continúa– en España de escuela humana cuando la enseñanza está dirigida por las órdenes religiosas? En el régimen capitalista la escuela del Estado no puede ser humana. Las escuelas racionalistas, que nacieron a raíz del derrumbamiento de la escuela burguesa en la guerra europea, son las únicas verdaderamente humanas. Se refiere a la influencia que ejercen los curas en las aldeas sobre la conciencia de los maestros, relatando casos concretos. Termina declarando que la escuela será humana cuando la revolución social se haya hecho.

Es aplaudido.

Habla el representante de la Internacional del Magisterio Americano

Dionisio Pintado concede la palabra al maestro chileno Gerardo Seguer, representante de la Internacional del Magisterio americano, que pronuncia una vibrante alocución.

La Internacional del Magisterio americano –comienza–, si no reúne hoy las condiciones y si no sigue francamente las orientaciones que muchos desearíamos ver en ella, tiene todas nuestras esperanzas, porque no tardando mucho ha de incorporarse al frente de batalla de la lucha de clases como una organización proletaria más. Ahora, por lo menos, lucha denodadamente contra el imperialismo.

La Internacional que represento se reunió por vez primera en Buenos Aires, y en aquel Congreso ya tratamos de ponernos de acuerdo con el resto de las Asociaciones internacionales, aunque sin conseguirlo. En el segundo, celebrado en Montevideo, al que acudió Rodolfo Llopis, ya hemos hablado con más soltura del problema social y nos hemos unido más estrechamente para seguir la lucha contra el imperialismo. Yo espero que en el tercero, que se celebrará el año próximo, hemos de dar un paso definitivo para enrolarnos a las otras organizaciones proletarias.

Gerardo Seguer lee el mensaje cordial que la Internacional del Magisterio americano envía a este Congreso pedagógico. Y luego discurre sobre el tema de la ponencia.

La historia de los procedimientos educativos –dice– va unida a la de los sistemas políticos y sociales. Cuando éstos eran el patriarcado, la escuela era patriarcal. Ahora, el régimen es capitalista, y la escuela también lo es. Y a nosotros, que queremos una Humanidad mejor, no nos bastan esas escuelas. Algunos se preguntan: ¿es que con los modernos métodos educativos puede llevarse el problema de la lucha de clases a la escuela? Evidente. ¿Manera de llevarlo? Esa es la cuestión a resolver por cada uno. Pero es que, además, la burguesía ha sometido a la escuela a su sistema de lucha. Y teniendo esto, nosotros no podríamos crear una escuela neutra sin traicionarnos a nosotros mismos. Hasta que desaparezcan las clases debemos llevar la lucha a la escuela. Porque el niño llega a una edad en que le interesa el ambiente, y se da el caso de que su padre está en huelga y que pregunta al maestro el porqué de la huelga. Y decidme: ¿qué va a contestar el maestro, si es honrado? ¿No veis cómo hay que llevar la lucha a la escuela? Precisamente la tragedia de los maestros chilenos, de la que habréis oído hablar, fue que alimentamos por un momento la ilusión de la escuela neutra, y por ello nos vimos perseguidos, deportados y encarcelados unos quinientos. ¡No, no puede haber escuela neutra en el régimen capitalista!

Y el Magisterio –termina– debe exigir sus mejoras inmediatas sin olvidar que su objetivo es hacer la Revolución social con el resto de las organizaciones proletarias.

Grandes aplausos acogen las últimas palabras del representante de la Internacional del Magisterio americano.

Y le sigue el representante de la Internacional de la Enseñanza

Habla después Armando Bazán, representante de la Internacional de la Enseñanza.

El maestro –comienza– pertenece, quiéralo o no, al proletariado, y no al casi burgués, no al burguesado, sino al proletariado que forman los parias y los más explotados. Y el maestro debe educar teniendo en cuenta la lucha de clases. ¿Qué pasa en Andalucía, en toda España, en el mundo entero? ¿No hay hambre? Pues en la escuela hay que reflejar ese estado de cosas.

El Estado capitalista fomenta la incultura, el crimen, los prostíbulos. Y cuando los explotados se rebelan saca los cañones a la calle, y de una revolución sólo deja despojos. Además, el Estado se une a la Religión para explotar al proletariado. Antes de la Revolución francesa, la burguesía clamaba contra el clero. Pero ahora se une a él porque está en decadencia. Nosotros los maestros tenemos que educar al niño contra ese régimen. Sólo el día que hagamos hombres capaces de ir a las barricadas para hacer triunfar la revolución habremos cumplido con nuestro deber.

Armando Bazán lee el mensaje de la Internacional de la Enseñanza, siendo aplaudido.

Habla Alfredo Guy, profesor parisino

Se concede el uso de la palabra después al profesor socialista francés Alfredo Guy. Habla en francés. Dice que ha asistido al comienzo del Congreso con una gran emoción, con la misma con que se siguen en Francia los problemas políticos de España. Se refiere a la persecución de que hace objeto la policía francesa a los emigrados políticos españoles, y dice que el Gobierno francés que ordena esto no es el pueblo francés, que espera anhelante el día en que dos democracias, la francesa y la española, puedan darse la mano. Luego transmite al Congreso un fraternal saludo de los maestros franceses.

Es muy aplaudido.

Intervención de Llopis contestando a los delegados internacionales

Hace uso de la palabra el camarada Rodolfo Llopis para contestar a los delegados internacionales que han intervenido.

Yo quiero recordar –dice– al camarada americano el Congreso que hace un año, por estos días, celebró la Internacional del Magisterio americano en Montevideo. Y que recuerde aquellas cuestiones que allí eran incomprensibles, aunque en Europa las hubiéramos discutido mucho ya. Cuando él vaya al próximo Congreso informará a aquellos camaradas y les dirá que al hablar yo allí no hacía más que retratar dos tendencias que existen entre el Magisterio europeo. Y el camarada americano verá cómo ellos pasan por igual situación que la nuestra.

Esa Internacional que representa Seguer se debe, sobre todo, a los maestros chilenos, acosados por la dictadura de Ibáñez. Él sabe que nada ha provocado en los maestros la firmeza tanto como la represión contra ellos. Igual nos ha ocurrido a nosotros, que han sido las persecuciones dictatoriales las que han engrandecido nuestra Asociación. (Aplausos.)

Y al camarada Bazán yo le ruego que diga en la Internacional de la Enseñanza que no queremos más escuelas ni más pedagogía a espaldas de la realidad. Que diga que ya no creemos en los pedagogos puros, porque vivimos en la realidad y no queremos más que ser un trozo viviente de ella. (Aplausos.)

Y al camarada Guy un abrazo cordial. Nos ha dicho que no confundamos el Gobierno con el pueblo francés. La brutalidad de la policía francesa –la policía es brutal en todas partes–, que no se ha detenido ni ante la compañera de Franco, todavía no sabemos si le paga el ministerio francés o el embajador español. Si Guy tenía escrúpulo en decirlo, ya está dicho. La policía está a sueldo de ese Quiñones de León, embajador del rey, que no de España, en París. (Grandes aplausos.)

El pueblo francés, nos decía Guy, trata como a camaradas a los emigrados. Sabe el pueblo francés que a esos hombres los tendrá que despedir con todos los honores con que se despide a los que van a ocupar el Poder, porque ahí los encumbrará el proletariado y el pueblo español. Comprendo que el Gobierno francés de derecha no se dé cuenta de esto, porque él, al igual que la monarquía española, está en mala situación y caerá, arrollado por las izquierdas, en las primeras elecciones.

Después, en francés, ruega a Guy que en sus conferencias y en sus reportajes diga a Francia que en nuestro país se está forjando un régimen nuevo, contra el que sólo están unos cuantos crédulos, no creyentes.

El camarada Llopis, al terminar su breve intervención, es muy aplaudido.

Otras intervenciones

Habla después el camarada Muñoz, quien en vibrantes párrafos dice que el maestro debe estar en contacto con el proletariado para conocer sus luchas y educar a los niños en ellas. Termina dedicando un sentido recuerdo a Pablo Iglesias.

Luego, el camarada Martín Gómez Calleja ataca duramente el confesionalismo en la enseñanza.

Tomás Lucas García dice que mientras haya clases la escuela tendrá que ser de clase proletaria. Cuando se instaure el Socialismo vendrá la humanización de la escuela.

Claudina García se refiere a la tragedia de la juventud femenina sin cultura, y en vibrantes párrafos declara que es preciso educar a las profesoras en las orientaciones de la lucha de clases.

Rubén Landa pronuncia un interesante discurso, diciendo que al niño hay que respetarlo sin mezclarle en las luchas sociales.

Nueva intervención de Llopis

Vuelve a intervenir Rodolfo Llopis. Yo quería decir –comienza– cuáles eran las intenciones que habíamos tenido al escoger este tema. Porque aquí se han mezclado los temas. Y sepan ustedes que en la sesión de mañana por la mañana habrá que discutir una ponencia y en la de la tarde otra.

“Escuela humana y de clase”, dice el ponente. “Escuela humana o de clase”, decíamos nosotros. Y sobre este asuntó no queremos conclusiones. Porque no queremos hacer ningún dogma en esta materia que pueda detener nuestro progreso. Queremos dejar planteado el problema, y ya hemos hecho bastante. Porque esta misma cuestión se ha planteado en Congresos internacionales, sin que en ellos, naturalmente, se llegara a un acuerdo. Hacemos bastante nosotros con plantear el problema.

Decíamos “Escuela humana o de clase” teniendo en cuenta la realidad. Hay una escuela de clase burguesa. Y se nos plantea este problema: Frente a esa escuela burguesa, ¿conviene que nosotros creemos la nuestra, proletaria?; ¿o es que se pueden concertar los intereses del capitalismo y el proletariado en una escuela humana?

El problema que nosotros planteamos se resolverá con la revolución social. Pero somos ciudadanos o súbditos en una sociedad de clases. Por eso yo hubiera agradecido más claridad en la ponencia. Y nos preguntamos: ¿actitud nuestra, dada la realidad? Aquí se ha hablado de la Escuela obrera, de la única, de la de militantes. Fijaos bien en que no es eso lo que queremos. No se trata de traer la Universidad burguesa a la Casa del Pueblo. Ni de crear escuelas obreras para adultos. Nosotros queríamos plantear el problema: ¿en un estado de clase cabe una escuela que no lo sea? Estado burgués, escuela burguesa. Frente a ella, ¿podemos aspirar a que se cree la nuestra? No. ¿Nos bastan las laicas? No. Entonces, ¿cuál ha de ser nuestra actitud?

La misión que nosotros nos imponemos en la organización es crear una conciencia de clase. Y esta mañana ha dicho Molina que la Escuela hoy significa muy pocas horas para el niño.

Y el peligro no es sólo la escuela, es el ambiente, que está impregnado de espíritu burgués. Y en la calle se adquiere éste, en el trató de sociedad, no sólo en la escuela. Y en ésta se debe cambiar la realidad social. Porque de la enseñanza depende la conservación de los pueblos, Si no, ahí está Rusia, que ha rectificado en el orden político y en el social, pero no en el pedagógico, porque éste es la base de la revolución.

Y ahí está el problema. Frente a la escuela de clase burguesa, ¿podemos o debemos crear nuestra escuela de clase proletaria? No vamos a resolverle aquí. Que cada uno lo resuelva para sí mismo como le parezca.

El discurso de Llopis es muy aplaudido.

Conclusión de la segunda sesión

Después de esto intervienen varios maestros. José Salgado, el ponente, hace un brillante resumen de la discusión, y se levanta la sesión, para reanudarla hoy a las diez de la mañana.


En la Casa del Pueblo

Ayer terminó sus tareas el Congreso de la Asociación General de Maestros

Tercera sesión

Nuevas adhesiones.– Una ponencia de Muiño

Se abre la sesión después de las diez de la mañana. Preside el camarada Dionisio Correas y actúan de secretarios Clemente Madrigal y Juan Sancho.

Son leídas las adhesiones de la Escuela de Aprendices Tipógrafos y de la Sociedad de Barberos, que envía como delegado a Ángel Sebastián.

Correas concede el usa de la palabra al camarada Manuel Muiño, ponente sobre el tema “Aspiraciones del proletariado en orden a la educación”. Este comienza a hablar. Para mí –dice–, lo fundamental es que el niño crezca libre de prejuicios, sobre todo religiosos. Porque yo, que he tenido la desgracia de asistir tanto a escuelas protestantes como católicas, sé lo que significa la enseñanza religiosa y sé también que los sistemas pedagógicos de ellas culminan en el puntero. Y los niños a esas escuelas no van a aprender; van a ver la forma de librarse de las iras del maestro. Para mí, por tanto, lo esencial es que no se desvíe la inclinación natural del niño y que el maestro sepa cultivar sus aficiones de él.

Muiño da lectura a su ponencia:

“Un problema de gran envergadura es, para mi modesta persona, el encargo que se me da, por amigos míos muy queridos, de redactar esta ponencia. Es problema de gran envergadura, porque tengo que realizar un esfuerzo para poder desenvolver dicha ponencia, ya que “de donde no hay no se puede sacar”, y por ello ha de ser para mí un gran esfuerzo lo que para otro sería de relativa facilidad.

Pero, en fin, he dado mi palabra, y no me queda otro camino que pechar con el compromiso.

He de comenzar manifestando que mi oficio es el de embaldosador, que comencé a trabajar a la edad de diez años y que hoy, cuando tengo treinta y tres, he de vivir en una portería para poder ayudar a los ingresos de mi jornal de forma que me permita, malamente desde luego, sacar adelante a los seis hijos que tengo y poder “ir tirando” mi compañera de hogar y yo.

Quiero también advertir que estoy afiliado al Partido Socialista Obrero Español desde antes de ir al servicio militar, y que en materia religiosa me abstengo de practicar ni creer en ninguna de las doctrinas existentes.

Me parece obligado hacer esta explicación preliminar para que todos cuantos tengan ante sus ojos estas líneas puedan formar criterio, también con la mayor claridad y conocimiento, sobre el autor de ellas.

Es, pues, quien estas líneas ha escrito un modesto obrero manual, que solamente año y medio, escaso, fue al colegio, y, por tanto, aquellas han de estar desprovistas de todo empaque literario, ya que el autor no tiene la cultura precisa para ello. Además, sin falsa modestia, no me considero capacitado siquiera para redactar un mediano escrito por mi falta de conocimientos gramaticales.

Son, pues, estas cuartillas no más ni menos que el resultado de la observación de la realidad vivida por mí y las enseñanzas sacadas de esta realidad, y, por tanto, no son producto de una escabrosa búsqueda de datos, con los cuales nutriríase la ponencia: no he consultado ni un sólo libro para escribir estas líneas, pues entonces no serían lo que los amigos que me las encargaron pretenden que sean.”

Después de este preámbulo, Muiño lee la parte expositiva de su ponencia y las conclusiones a que llega, que son la siguientes:

1.ª Enseñanza pública gratuita y con cantina escolar y vestido para los hijos de los trabajadores.

2.ª Que la enseñanza sea laica y por cuenta del Estado, prohibiéndose la enseñanza a particulares y entidades.

3.ª Que, igualmente, sean por cuenta del Estado las colonias escolares de altura o de mar, y que vayan a ellas todos los niños, distribuidos con arreglo al dictamen médico.

4.ª Que sea la escuela única, de forma que el niño pueda ir pasando gradualmente hasta llegar a practicar estudios superiores.

5.ª Que el Estado pase un sueldo a todo hijo de obrero que, por sus condiciones, deba seguir estudiando, y que dicho sueldo vaya aumentando gradualmente.

6.ª Que sean gratuitos, para los obreros jóvenes, los viajes de instrucción y prácticas, así como las estancias con pensión para estudios en el extranjero.

7.ª Que se prohíba toda clase de especulación o negocio con la enseñanza, y

8.ª Que el profesorado este bien retribuido, de manera que tenga verdadera independencia económica para que su labor pedagógica sea científica y humana.

Al terminar de leer su ponencia, el camarada Muiño es muy aplaudido.

Intervención de Pedro Puente.– Los obreros rurales

Correas cede el uso de la palabra al compañero Pedro Puente, maestro rural. El amigo Muiño –comienza este—sólo ha enfocada el problema de la enseñanza desde el punto de vista del obrerismo urbano. Ha dejado sin tocar el punto de las aspiraciones del obrerismo rural. Son estas muy interesantes. Y nosotros, los maestros rurales, las sentimos hondamente. Porque sufrimos lo mismo que los campesinos cuando la tormenta destroza la cosecha o cuando en la tierra yerma no fructifica la semilla del labrador.

En la escuela rural también hay diferencias de clase. También se cuida más a los hijos de los adinerados. Y los campesinos sienten duramente la diferencia. El proletariado rural quiere también la escuela única. Y quiere maestros capacitados. Nuestras aspiraciones pueden resumirse en estas conclusiones: 1.ª Gratuidad absoluta de la escuela. 2.ª Orientación de la escuela hacia el agro. 3.ª Despensa, como decía Costa, y 4.ª independencia moral del maestro. Todo esto se encierra en una sola palabra: ¡Justicia!

Pedro Puente es muy aplaudido.

El camarada Bardón hace uso de la palabra para manifestarse contra todo lo que en la escuela pueda motivar la demostración de una separación de clases, como son los roperos y las cantinas. Y Salgado se pronuncia en idéntico sentido.

Un escrito de la Casa del Pueblo de Chamartín de la Rosa

El camarada Pereira lee un escrito de la Comisión de Escuelas de la Casa del Pueblo de Chamartín de la Rosa sobre el tema de la ponencia de Muiño. En él se llega a las siguientes conclusiones:

1.ª. Protección económica y médica a la mujer embarazada.

2.ª Creación de suficiente número de guarderías infantiles.

3.ª Creación de Casas maternales.

4.ª Reorganización de la escuela única.

5.ª Escuelas para todos los necesitados de ellas, y donde el número de niños lo permita. Grupos escolares.

6.ª Realización de la Escuela del Trabajo.

7.ª Establecimiento de una seria organización de Escuelas de Orientación Profesional.

8.ª Realización del paso franco a los mejor dotados hacia la Universidad.

9.ª Establecimiento de la Escuela de Orientación Profesional preuniversitaria.

10. Realización de la Escuela profesional manual.

11. Organización del servicio médico para todos estos servicios escolares, Dispensarios médico-quirúrgicos, Gotas de leche, &c.

12. Creación de Cantinas escolares en todos los Grupos o escuelas.

13. Establecimiento de la Colonia escolar de verano para todos los escolares.

14. Ídem de Colonias de invierno para todos los escolares necesitados de ellas.

15. Ídem de suficiente número de Escuelas Bosque.

16. Creemos precisa le organización de un servicio nacional completo para la atención de los niños psíquicamente anormales.

17. Ídem íd. íd. para los sordomudos y ciegos.

18. Intervención del psiquiatra en los Tribunales para niños.

19. Maestros laicos especializadas en todos los reformatorios infantiles.

20. Creación de orfelinatos en suficiente número.

21. Laicismo.

22. Gratuidad en todos estos servicios.

Al terminar de leer el camarada Pereira es muy aplaudido.

Otras intervenciones.– Resumen de Muiño

Después intervienen los camaradas Marín y Velázquez, que se manifiestan partidarios de la escuela de clase. Luis Huerta aboga por la necesidad de una educación sexual. Declara que hay que llevar el amor a la escuela.

Intervienen algunos camaradas, y Manuel Muiño hace uso de la palabra para resumir la discusión. Yo no soy hombre de estudios –dice–. No he podido perfilar aquí en la ponencia todos los deseos de la clase trabajadora en orden a educación. No se me pidió esto tampoco, porque si se me hubiera pedido yo hubiera renunciado a hacer la ponencia. Pero mi criterio es partidario de la escuela unificada, tal como en muchas de sus conferencias la ha explicado el camarada Fernando de los Ríos. La escuela debe ser sostenida por el Estado y debemos educar a los nuestros para que lleven a ella la lucha de clases.

El camarada Muiño termina su breve discurso diciendo que es un trabajador, que tiene como norte un ideal; pero que para conseguirle va saltando obstáculos y pasando por las fases necesarias de toda lucha. Es muy aplaudido.

Y después de este resumen se levanta la sesión hasta la tarde.

Visita a la Fundación Cesáreo del Cerro

Por la tarde, después de almorzar, los congresistas visitaron la Fundación Cesáreo del Cerro, saliendo muy bien impresionados de la visita.

Cuarta sesión

Ponencia sobre formación y selección de los trabajadores de la enseñanza

Bajo la presidencia de Arturo Sanmartín se abre la sesión a las cinco y cuarto de la tarde. Pablo de A. Cobos da lectura a la ponencia sobre “Formación y Selección de los trabajadores de la Enseñanza”, hecha en colaboración con Norberto Fernández:

“Pensamos que la formación de los trabajadores de la Enseñanza debe ser universitaria, y tenemos para ello varias razones.

Un grupo de ellas se refiere a la “que es hoy” la preparación; otro, a la que “debe ser” teniendo en cuenta la función que el maestro ha de realizar.

Lo que es actualmente la preparación nos parece insostenible. Tengamos presente que hay cuatro cursos, con diez asignaturas cada uno, de los más variados y más dispares asuntos. Por la cantidad y por lo caótico y superficial de los contenidos enseñados, más que formar un maestro nos parece estar dispuesto para deformarle.

Tenemos en cuenta otro defecto, en gran parte debido a la preparación en las Normales. Es el defecto del “profesionalismo”, entendiendo por tal ese aislarse dentro de la clase, haciéndose insensible para todo lo que exista fuera. Defecto sumamente grave en la formación de maestros. Creemos que la formación en la Universidad elevaría los horizontes y afinaría las sensibilidades por el trato universitario.

Tenemos en cuenta también lo mal que le va a nuestra escuela con el régimen del Estado, con los cambios de criterio y de caprichos de los ministros y directores generales, las perturbaciones que sufre con su incompetencia y con sus ligerezas. Creemos que la función directiva de la escuela corresponde, naturalmente, a la Universidad; mas imposible si los maestros no son universitarios.

Pero, aparte las razones que puedan aducirse desde el punto de vista de la escuela, que son muchas más de las expuestas, existen otras que, desde el punto de vista universitario, convergen y abonan conjuntamente por una formación universitaria del Magisterio. En efecto: la Universidad necesita de la escuela primaria para extender su obra por el pueblo y establecer contacto con él a fin de llevarle la cultura y de recoger, de paso, lo más selecto. Y es fácil comprender que ese contacto no será posible sin la escuela primaria y sin los maestros, y no tendrá los maestros hasta que ella misma no los haya formado.

Por último, al lado de los intereses de la escuela y de los de la Universidad, más bien por encima, están los de la ciencia pedagógica, los deberes de España frente a la obra universal del progreso científico, España, en pedagogía, no ha hecho casi nada, nuestra escuela no ha logrado conquistarse un carácter, y nosotros creemos y esperamos que llevar los estudios del niño a la Universidad equivaldría a proveerlos de su mejor campo de cultivo. Inteligencia de primera fuerza, en un medio adecuado, favorable, les entregaría su atención investigadora...

* * *

Hasta aquí el “por qué” de la formación universitaria de los trabajadores de la enseñanza. Queda ahora la segunda parte: el “cómo” llevar a cabo la reforma.

Las Normales y la Superior del Magisterio quedarían incorporadas a las Facultades que se formaran en cada Universidad; y si quedaban profesores sin colocación, se destinarían a inspecciones y funciones directivas de la escuela primaria.

En cuanto a los estudios, la cultura general la recibirían los alumnos en los Institutos, siendo necesario para ingresar en la Facultad el título de bachiller en ciencias o en letras. Los profesionales serían la base de los estudios en la Facultad de Pedagogía, poniendo especial empeño en reducir el número de materias en cada curso. El número de éstos, cuatro para la licenciatura y dos más para el doctorado, sirviendo éste para las funciones directivas de la enseñanza primaria.

* * *

Pero la formación del Magisterio no termina en la Facultad. El maestro sigue formándose, y quizás de modo más profundo, cuando comienza su vida profesional, actuando en una escuela. Es en este momento cuando necesita de ayuda y orientación más que nunca. ¿Y qué se hace para guiarle en sus primeros pasos? Nada; dejarle solo ante tantas dificultades, y ahora, para más peligro, bajo una amenaza cruel. Hay que pensar en el medio de que esto no suceda, y nos parece que lo mejor sería colocar al maestro junto a buenos maestros, que orientaran su trabajo. Por esto nos parece de gran conveniencia el que del Centro formador saliesen destinados a una escuela bien organizada, donde trabajasen con sueldo, bajo la dirección de buenos maestros, durante un período que podría ser de dos años. El nombramiento después deberá ser siempre provisional, a reserva de la eficacia de la obra realizada. Esto asusta a muchos, a todos los que hacen consustancial el interés de la escuela con el del maestro.

* * *

Existe el problema de la especialización de la función docente. ¿Es necesario o conveniente que, además de la preparación general, reciba el futuro maestro una preparación especial? ¿Existen dentro del Magisterio especialidades? Si las hay, ¿cuáles son? ¿Y cómo y cuándo deberá hacerse esta preparación especializada? ¿Deberá hacerse en la Universidad, durante los estudios de la carrera, o en las escuelas, de modo práctico, después de haberla terminado?

Son temas que el Congreso estudiará y determinará. Pero como nosotros somos ponentes, creemos estar obligados a anticipar nuestro criterio.

Sería conveniente que el personal docente, en el transcurso de sus estudios, fuera orientándose en determinadas direcciones conforme con sus disposiciones y gustos. Estas direcciones están determinadas por las diferentes ocupaciones que hay eh la función docente, que son, a nuestro juicio:

1.º Una función directiva, constituida por inspectores profesores de Normal y directores de organizaciones escolares de más de cinco clases.

2.º Maestros de sección.

3.º Maestros de unitarias y, particularmente, maestros de población rural.

4.º Dibujo, cantos escolares, etcétera, &c.

La selección para estos cargos exige una preparación especial; que oriente, capacite y enmiele a las disposiciones. Nada mejor, acaso, en cursillos de carácter práctico, que pongan a prueba aptitudes y vocaciones.

* * *

En la formación del Magisterio existe otro problema fundamental: es el de “perfeccionamiento”.

El maestro no se acaba de formar en la Universidad; se forma constantemente en su ejercicio. Pero para esto ha de estar siempre alerta y despierto. Y para estarlo, sobre todo en las aldeas, hace falta no olvidarle, ir en su ayuda constantemente, en “misión cultural”, para darle alientos, para fortalecerlos si los tiene, para poner de relieve su obra y hacer efectiva su responsabilidad.

Nosotros pedimos las “misiones culturales” para asegurar la obra de la escuela, para extender la obra de la Universidad, para recoger nuevos elementos y para que actúen como fermentos sociales y políticos que promuevan y sostengan una dinámica social.

Estas “misiones” deberán actuar desde la Universidad, desde el Instituto de la provincia, desde la escuela de cada pueblo, para verter su función educadora en el pueblo, primero, y para perfeccionar la obra de todo el cuerpo docente a la vez.

La aldea.– Quisiéramos poder sostener que en la aldea hay muy poca perversión. Cuando hablamos de lo rural incluimos en nuestro pensamiento todo lo que no es ciudadano, los pueblos y las aldeas: los grandes pueblos de Andalucía, de Levante, de la Mancha, de Extremadura, y las pequeñas aldeas de Castilla, de Galicia, de los Pirineos. Hacemos mal, porque en esos grandes pueblos hay mucha rusticidad y muy poco ruralismo, muy poco campo, muy lejos de la vida de la naturaleza. La aldea es otra cosa: los cien vecinos, los cincuenta o los veinte que viven con las vacas y las ovejas, con el roble y el fresno, con la pradera verde y el arroyo cristalino, con un poco de tierra labrantía, fría, casi del todo estéril, de muy difícil fecundación. La aldea son los “pueblines”, con expresión de Ortega y Gasset; cosa chiquitita y con gracia, que pide amoroso trato.

Vicios.– La aldea tiene muchos vicios, pero todos son incluidos en los dos vicios capitales de la aldea: egoísmo y desconfianza. El egoísmo en la aldea no es perversión; es la forzosa condensación del interés. La desconfianza es la reacción del aldeano contra la perversión universal, es el instinto de la propia defensa.

El maestro.– Universalizando el interés y dándole confianza en sí mismo y en los demás, de cada aldeano obtenemos un hombre. ¿A quien encomendaremos esta tarea? Habrían de colaborar tres elementos: el cura, el médico y el maestro. El cura, representando los valores éticos: el médico, los vitales, y el maestro, la totalidad de los valores de la cultura. Pero el cura se ha perdido y el médico no se ha logrado aún. Tampoco el maestro; pero en el maestro pensamos nosotros ahora. Por de pronto, ha de encarnar la totalidad de valores, ha de estar en plena posesión. Cultura, inteligencia, sensibilidad. Todo ello, en máximo grado, son los atributos del maestro de aldea.

Dos revoluciones.– Y con todo, aún no puede ser redentor. La economía y la política mantienen al aldeano en esclavitud. Sólo destruyendo la aldea se le podría liberar, individual, no colectivamente. Condición precisa para redimir la aldea son dos revoluciones: la revolución política y la revolución social.

También el maestro necesita garantías. No las podrá tener en medida suficiente mientras sea delito la exaltación de los más ciertos valores humanos.

Renovación.– Aquellos atributos los necesita el maestro de aldea todos los días, pues que nunca se poseen de una sola vez y para siempre la cultura, la inteligencia y la sensibilidad; es absolutamente preciso que no se rompan las relaciones con los organismos y los hombres que producen cultura, inteligencia y sensibilidad, y es absolutamente preciso el dinero suficiente para el estudio, para el viaje y para el ocio.

Amor.– Y ya lo he dicho: los “pueblines”. Sin amor no se redime nunca. No enviemos a la aldea ningún maestro sin previo conocimiento de su tarea y sin la conveniente disposición de ánimo. El conocimiento de la aldea y el cariño le darán la necesaria fortaleza.

Pedimos más, pues, para la aldea:

1.º La revolución política y social, que necesita toda España.

2.º Maestros excepcionalmente capacitados, con fina sensibilidad, voluntad recia y agudo entendimiento; preparación universitaria en la Universidad purificada. Favorable disposición de ánimo.”

El camarada Cobos es muy aplaudido.

Una intervención simpática

Pide la palabra Pedro Martínez, representante de la Asociación de Estudiantes del Magisterio. Se refiere a las últimas luchas estudiantiles. En calurosos párrafos alude a la incompatibilidad de la F.U.E. con el régimen, porque no es posible convivir con la monarquía que ha ametrallado a los estudiantes hasta dentro de los hospitales.

Luego declara que los exámenes deben ser suprimidos, porque en ellos no se puede calificar acertadamente a los alumnos. Añade que la Universidad está militarizada. Cita ejemplos que demuestran la incompetencia de muchos catedráticos, y causan la risa del Congreso.

Termina diciendo que los estudiantes se sienten proletarios y que una de las asignaturas de la carrera de maestro debe ser la Sociología, y como ya son muchas, puede suspenderse la de Religión.

La simpática intervención de este estudiante merece los aplausos del Congreso.

Otras intervenciones.– El clericalismo

Interviene el señor Pérez brevemente. Luego el señor Mas Riera declara que los artistas proletarios habrán de salir de la escuela de clase.

El camarada Juan Sancho, maestro de las Baleares, pronuncia un interesante discurso. La escuela –dice– será siempre lo que el maestro sea. Y el maestro será lo que le hayan hecho. Y no se trata en este Congreso de teorizar, porque hay un grito vibrante de la clase obrera que clama por nuevos métodos de educación. Esta tarde, en la Fundación Cesáreo del Cerro, el camarada Molina nos decía que instituciones como aquélla son las que había que hacer. Y yo digo que es verdad. Hay que hacerlas, pero urgentemente, sin dilaciones, hoy mejor que mañana.

Y la formación del magisterio es el eje de todo el problema. Y nos hemos retrasado en apoderarnos de esa formación, y cuando vayamos a su conquista veremos cómo las posiciones están tomadas por un enemigo que no las va a desalojar si no le hacemos una gran lucha.

Las Normales no están hoy en manos del Estado. Mienten quienes lo digan. Hay una orden religiosa, vergonzante, porque no tiene siquiera la valentía de llevar hábito, que es la que se ha apoderado de las Escuelas Normales. Y la Escuela Superior del Magisterio, fruto de la Institución Libre de Enseñanza, honra un tiempo de la intelectualidad liberal española, es hoy una vergüenza, porque ha caído en manos del clericalismo, de las teresianas y sus secuaces. Es verdad que hay una minoría de profesores en la Escuela Superior del Magisterio que son muy dignos, pero que, en nombre de un falso liberalismo, se han dejado ganar el terreno.

Termina declarando que es preciso apoderarse de las Normales. Es muy aplaudido.

Gerardo Següer

Hace uso de la palabra para tratar del tema el profesor chileno Gerardo Seguer. En las sesiones pasadas –dice– quedamos casi unánimemente de acuerdo en que la escuela debería ser de clase. Teniendo esto, ¿qué vamos a hacer con la Normal? Yo creo que esta ponencia que tratamos ahora, sobre la formación del profesorado, es literatura legalista. Si examinamos el origen de la Normal, veremos cómo está enraizado con la situación de la sociedad. En Grecia el maestro, el pedagogo, era un esclavo. Y las Escuelas Normales no han sido hasta ahora más que escuelas de esclavos.

Allá en Chile, a nosotros no sólo se nos permitió hablar de la nueva Normal. En la que yo estaba hicimos hasta una nueva legalidad. Y el choque surgió rudo, al pretender establecerla, entre nosotros y el dictador. Véase, pues, por qué soy enemigo de esa literatura legalista.

El maestro ha de formarse en igual sitio, sin diferencias de educación, sin clases, para que no haya categorías profesionales. Pero ése es el ideal de nuestra sociedad futura. Ahora, como todo organismo, tenemos nuestras reivindicaciones inmediatas, entre ellas el ir apoderándonos de la Normal, atrayendo aquí a todos los estudiantes para que hagan en esta Casa su verdadera escuela, su Universidad.

El camarada Seguer es muy aplaudido.

Intervención de Molina

Interviene nuestro camarada Francisco Molina. Si los maestros –dice– quieren transformar la Normal tendrán que adoptar los mismos métodos de lucha sindical que nosotros. Y a los que no se unan tienen ustedes que hacerles la guerra, porque son los esquiroles de una causa y los asesinos de unas conciencias.

Nosotros –añade– estamos más interesados casi que ustedes en su organización, porque de ella depende el porvenir de nuestros hijos. Es preciso crear el espíritu de lucha de clases en el Magisterio.

Las breves palabras de Molina son acogidas con aplausos sinceros.

Resumen del ponente.– Clausura del Congreso

El camarada Cobos, ponente, hace un brillante resumen de la discusión, siendo muy aplaudido.

El camarada Sanmartín cierra el Congreso con breves frases, ratificando el espíritu de lucha de la Asociación de Maestros, que luchará siempre enrolada bajo la bandera de la Unión General de Trabajadores.

En medio de un gran entusiasmo se clausura el Congreso, que hemos de comentar en días sucesivos.

Excursión a Toledo

Los congresistas harán hoy una visita a la imperial Toledo, en donde estarán todo el día. Para ello saldrán de Madrid a las nueve de la mañana, volviendo por la noche.

 

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Los camaradas Alonso Zapata, Llopis y Fernando de los Ríos en la sesión inaugural del Congreso de la Asociación de Maestros (Foto Ruiz y Ambite.)

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Los camaradas Alonso Zapata, Pareja, Sidonio Pintado, Marín y Llopis en una de las sesiones del Congreso de la Asociación General de Maestros (Foto Ruiz y Ambite.)