Filosofía en español 
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La Alhambra

La Alhambra

La Alhambra, periódico de Ciencias, Literatura y Bellas Letras, publica su primer número en Granada, en la Imprenta de Benavides, el domingo 21 de abril de 1839, con periodicidad semanal y ofreciendo inicialmente números de 16 páginas en tamaño cuarto, a dos columnas, y paginación correlativa. En el recuadro de la cubierta de las entregas puede leerse: «Amenidad, Recreo, Instrucción.» Los números 1, 4 y 6 ofrecen los nombres de algunos de los socios del periódico: Jacinto de Salas Quiroga (el gran poeta romántico y fundador de No me olvides, que brinda una suerte de editorial en el primer número), Salvador Andreu Dampier, Hilario Pina, Francisco Montells Nadal, Francisco Borroeta, Luis Fernández-Guerra (hijo de José Fernández Guerra y hermano de Aureliano Fernández-Guerra y Orbe), Melchor Valdivia, Francisco Díaz Cantillo, Salvador Amador, Mariano Cabrera, José María Peón, José Llop, Juan Pugnaire, Agapito López San Román, José Ahumada, Baltasar Romero, Manuel González, Antonio Casay, José Paez, Pedro Villaralvo.

Entre abril de 1839 y marzo de 1840 aparecieron sus dos primeros tomos. El periódico La Alhambra pronto se vinculó al Liceo de Granada, institución que surgió entonces en su entorno. El tomo tercero (nº 1, domingo 5 abril 1840 a nº 38, domingo 30 diciembre 1840, 468 páginas) ya ofrece varios resúmenes de sesiones celebrados en el Liceo. En el tomo cuarto (que comienza con el nuevo año: nº 1, domingo 3 de enero de 1841) el Liceo figura en el título: La Alhambra, periódico de Ciencias, Literatura y Bellas Letras que publica el Liceo de Granada. Aunque el 31 de octubre de 1841 se inició el tomo 5, la última entrega de ese año (tomo 5, nº 9, domingo 26 diciembre 1841) avisa que los nueve números del tomo 5 deben añadirse a los del tomo 4, pues se pretende reformar el periódico. Y así, al comenzar 1842 el periódico semanal se ha transformado en una revista mensual: La Alhambra, revista mensual de Artes, Ciencias y Literatura, que publica el Liceo de Granada, en la imprenta y librería de Sanz, que se presenta como «Serie II, tomo I», pero que sólo completó en 1842 ese primer tomo (340 páginas), antes de extinguirse.

El Liceo de Granada convocaba sesiones, resumidas en La Alhambra, para discutir «teoremas» del siguiente tenor: ¿El género romántico, reconoce o no la necesidad de sujetarse a reglas que constituyan su carácter fijo y especial? (3 abril 1840), ¿Es conveniente la institución del jurado para la calificación de los delitos? (24 abril 1840), ¿Las propensiones instintivas del hombre, tienen una tendencia al bien, o al mal? (20 mayo 1840), ¿Las costumbres influyen en el teatro, o el teatro en las costumbres? (27 mayo 1840), ¿Hasta qué punto y bajo qué condiciones puede la política modificar el principio absoluto de la libertad de comercio? (el 12 mayo 1841, dentro de la sección de ciencias y literatura que presidía el Excmo. Sr. D. Javier de Burgos), ¿Hasta qué punto han contribuido las Academias y Establecimientos Literarios a la civilización de las Naciones? (29 diciembre 1841), ¿Qué será más útil a la Sociedad, una ley que permita el duelo a otra que castigue las injurias? (5 enero 1842), ¿Las teorías del dramático, del etimologista y las del lexicólogo tienen entre sí conexión? ¿Todas ellas pueden dar luz a las investigaciones geográficas, históricas, morales y filosóficas? (1842), &c.

Tiene el mayor interés constatar como, sobre todo en los primeros números de La Alhambra, puede advertirse ya la cristalización de esa confusa ideología exaltadora y añorante del pretérito mahometano de Granada, «de las Andalucías» e incluso de la España sarracena toda, ideología que madurada a través de las generaciones nos lleva a esa islamomanía en creciente que se advierte en nuestro presente. José de Castro y Orozco abre el primer número de La Alhambra con una «Fisonomía histórica de Granada», donde las referencias a la antigua Iliberis, incluso al Concilio de Elvira (a principios del siglo IV, coetáneo del concilio niceno), quedan relegadas ante la ciudad construida por los reyes moros siglos después: «Una sucesión de Reyes poderosos la condujo en pocos años al más alto grado de esplendor. La Alhambra descuella entre las magníficas obras orientales que la ennoblecen, como una creación prodigiosa destinada para mansión real, sin que sea fácil averiguar el origen de su nombre ni la época precisa de su fundación», ciudad que tras 1492 y más tarde «la rebelión de los moriscos en favor de su nacionalidad» ha quedado relegada: «De entonces acá Granada ha sido una hermosa pero simple capital del antiguo reino a que daba su nombre, tercera de voto en cortes y distinguida además por los Reyes católicos con el título heráldico de muy grande y muy nombrada.» El número 4 se abre con un trabajo del joven Aureliano Fernández-Guerra y Orbe (ya anunciado por José de Castro en el primer artículo («La serie dinástica de estos mismos soberanos... será objeto de un artículo por separado que trabaja actualmente uno de nuestros apreciables colaboradores») sobre los «Reyes moros de Granada», donde se afirma que «los códices arábigos, depósito de una sabiduría exquisita, de los destellos de una ardiente y florida imaginación, de las tradiciones exactas, y de los más importantes descubrimientos, son a la vez presa de las llamas, o del inerte polvo» y se entiende que Granada es asunto árabe, pues «Granada es oriental. Granada aparece a los ojos del viajero como la Damasco de Syria; sus campos son los de la feliz Arabia, sus aromas y sus flores los de la India, sus hermosos frutos los de las llanuras de Hegiaz.» En número 5 se abre con otro artículo de José de Castro y Orozco, «Apuntes históricos sobre la inquisición de Granada», que se inicia recordando las capitulaciones hechas por los moros al ser vencidos por los Reyes Católicos y entregar la ciudad: «Los reyes Católicos cumplieron por su parte estos prudentes contratos; y su célebre edicto sobre la expulsión de los judíos, dado en Granada dos meses después de la conquista, bien que revelase el espíritu de intolerancia que iba cundiendo en la corte vencedora, no puede decirse que fuese un ataque directo a las capitulaciones firmadas pocos días antes»... pero después se publicaron «catecismos en árabe y en castellano para la instrucción de los infieles, y quemáronse más adelante multitud de libros y escrituras orientales con el objeto de que desapareciesen estos vivos testimonios de la existencia de la secta mahometana»... y llegó el Tribunal de la fe... del que se recuerda el auto de mayo de 1672 en el que fue quemado vivo Rafaelillo... El número 7 publica un comunicado de Manuel María de Cañizares, «sobre bibliotecas públicas», donde tras recordar que «códices venerandos que aun del hierro sarraceno habían podido preservarse, y que debían con razón formar nuestro orgullo, han perecido en nuestros días lastimosamente», se alaba la nueva situación que conoce la biblioteca de la Universidad de Granada, abierta a los alumnos y al público que ahora puede consultar sus renovados fondos, pues «desterrados y proscriptos» ya el estilo y las fórmulas escolásticas, se auguran grandes sorpresas una vez que se han roto las trabas que sofocaban el genio: «La abundancia de hombres excelentes en erudición y sabiduría, que la Europa produjo entre los árabes, ¿a qué fue debida si no a las setenta bibliotecas públicas abiertas en varias ciudades de España durante la dominación de los mismos?», &c.

Todas las páginas del número 6 de La Alhambra se ofrecen orladas de negro, de luto, pues ese día, el domingo 26 de mayo de 1839, conmemoró Granada el octavo aniversario del ajusticiamiento de Mariana Pineda con una solemne ceremonia en el Teatro, en la que se recitaron versos en su recuerdo, &c.: «Hoy hace ocho años que Granada presenció estremecida un espectáculo horrible: espectáculo de aquellos que sólo pueden tener semejantes en las espantosas matanzas de la revolución francesa, o en las ensangrentadas páginas de la historia del Japón o de la Escandinavia. Una mujer noble y hermosa, Doña Mariana Pineda, murió en el patíbulo a los 26 años de su edad; y murió por causas puramente políticas!!!...»

Como es fácil de entender el nombre de este periódico (1839-1841) y revista (1842), La Alhambra, ha sido y será reutilizado varias veces más en proyectos diferentes y distintos: como diario granadino entre 1857 y 1861; como revista decenal de letras, artes y bibliografía entre 1884 y 1885; como revista quincenal de artes y letras entre 1898 y 1924; &c.

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