Filosofía en español 
Filosofía en español

Dos traducciones de una soviética Historia de la Filosofía

La aparición del materialismo dialéctico e histórico, una revolución en la filosofía

Compendio de Historia de la Filosofía, Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo 1969, tomo II
Iovchuk, Oizerman, Shchipanov
Compendio de Historia de la Filosofía
Traducción directa por José Laín Entralgo
Ediciones Pueblos Unidos
Montevideo 1969 · tomo II · páginas 425-447

Historia de la Filosofía, Editorial Progreso, Moscú 1978, tomo II
Iovchuk, Oizerman, Schipanov
Historia de la Filosofía
Traducido del ruso por Arnaldo Azzati
Editorial Progreso
Moscú 1978 · tomo II · páginas 5-33

1

Sección segunda
Historia de la filosofía marxista-leninista y de su lucha con la filosofía burguesa

Tomo II
Historia de la filosofía marxista-leninista y su lucha contra la filosofía burguesa

2

Capítulo XII
La aparición del materialismo dialéctico e histórico, una revolución en la filosofía

Capítulo I
La aparición del materialismo dialéctico y del materialismo histórico, viraje revolucionario en la filosofía

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1. Raíces históricas y fuentes
teóricas del marxismo

1. Condiciones históricas y premisas teóricas de la aparición del marxismo

4

La aparición del marxismo –ideología científica de la clase obrera– fue el más importante acontecimiento político-ideológico del siglo XIX.

En el dominio de las ideas y en el terreno político, el hecho sobresaliente del siglo XIX es la aparición del marxismo, la ideología científica de la clase obrera.

5

Lo principal en el marxismo es la doctrina de la misión histórico universal de la clase obrera, de la dictadura del proletariado, Esta misión, condicionada por su papel decisivo en el sistema de la gran producción industrial –fruto del desarrollo del capitalismo–, consiste en la destrucción del régimen burgués y en la creación de la sociedad comunista, sin clases. El movimiento de emancipación de la clase obrera conduce inevitablemente a la revolución socialista y a la implantación de la dictadura del proletariado como condición necesaria para la construcción del socialismo.

Lo esencial del marxismo es la doctrina relativa a la misión histórica mundial del proletariado, a la dictadura del proletariado. La misión histórica de éste, condicionada por el papel decisivo que desempeña en el sistema de la gran producción industrial engendrada por el desarrollo del capitalismo, consiste en derogar el régimen burgués e instaurar la sociedad comunista sin clases. El movimiento emancipador de la clase obrera conduce ineluctablemente a la revolución socialista y al establecimiento de la dictadura del proletariado, condición imprescindible para construir el socialismo.

6

Marx y Engels, fundadores de la ideología científica del proletariado, señalaron que la clase obrera se diferencia esencialmente de todas las clases explotadas, anteriores y contemporáneas a ella. Sólo esta clase podía cumplir la tarea de la emancipación social de los trabajadores. Mientras que los movimientos liberadores de otras clases habían conducido solamente a la supresión de una u otra forma histórica de la esclavización del hombre por el hombre, la lucha de clase del proletariado pone fin a la opresión y la explotación en todos sus aspectos. Justamente por ello, Marx y Engels definieron al proletariado como una clase socialista por su naturaleza. De este modo, lo destacaban de todo el conjunto de los oprimidos y carentes de bienes. Ahora bien, los fundadores del marxismo estaban muy lejos de enfrentar los obreros asalariados a las otras clases explotadas; lo que hicieron fue señalar al proletariado de todos los países su lugar y papel como jefe y dirigente de todos los trabajadores en su lucha por la emancipación social.

Marx y Engels, fundadores de la ideología científica del proletariado, mostraron que la clase obrera difiere esencialmente de todas las clases explotadas anteriores y contemporáneas a él. Es la única clase que puede resolver el problema de la emancipación social de los trabajadores. Si los movimientos emancipadores de las demás clases no lograron sino la abolición de una u otra forma histórica de sojuzgamiento del hombre por el hombre, la lucha de clase del proletariado pone fin a todo sojuzgamiento y toda explotación. Por ello caracterizaron Marx y Engels al proletariado como clase socialista por su naturaleza. De esta suerte, Marx y Engels destacaron al proletariado de la masa de oprimidos, indigentes [6] y desheredados, aunque en el bien entendido de que no le oponen a las demás clases explotadas; se limitan a asignarle el papel de guía de todos los trabajadores en su lucha por la emancipación social.

7

La doctrina de Marx y Engels en cuanto a la misión socialista del proletariado era una conclusión que se desprendía obligatoriamente de toda la experiencia histórica anterior y del análisis del [428] desarrollo del pensamiento social, cuyos avances fueron sometidos a elaboración crítica por los fundadores del marxismo. Su doctrina reflejaba en un plano científico la necesidad histórica de la transformación socialista de las relaciones sociales, cuyas premisas apenas si empezaban a cobrar forma en la época, de Marx y Engels.

La doctrina de Marx y Engels sobre la misión socialista del proletariado se desprende necesariamente de toda la experiencia histórica anterior y del análisis del desarrollo del pensamiento social, cuyas consecuciones fueron reelaboradas por los fundadores del marxismo desde una perspectiva crítica. La doctrina marxista expresa científicamente la necesidad histórica de la transformación socialista de las relaciones sociales, cuyas premisas no hacían más que empezar a configurarse en la época de Marx y Engels.

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Necesidad objetiva de la aparición de una ideología científica de la clase obrera

La necesidad objetiva del surgimiento de la ideología científica de la clase obrera

9

La creación de una ideología científica de la clase obrera había sido preparada por el desarrollo anterior de la vida material y espiritual de la sociedad. El marxismo surgió alrededor de 1845; su aparición fue precedida por un largo proceso de desarrollo de la formación capitalista, cuyo nacimiento se remonta a los siglos XV y XVI. En un principio, el capitalismo se desenvolvió dentro del régimen feudal, desplazando gradualmente las relaciones feudales de producción que ya decaían. Gran importancia a este respecto tuvieron las revoluciones burguesas de los Países Bajos (siglo XVI), Inglaterra (siglo XVII) y Francia (fines del XVIII).

El desarrollo precedente de la vida material y espiritual de la sociedad abona la creación de la ideología científica de la clase obrera. El marxismo surge mediados los años 40 del siglo XIX y su aparición se ve precedida por un prolongado desarrollo de la formación capitalista, cuyo nacimiento se remonta a los siglos XV y XVI. El capitalismo germina inicialmente en el seno del régimen feudal y va minando poco a poco sus caducas relaciones de producción; en su época expansiva el capitalismo se hace deudor indiscutible de las revoluciones burguesas de los Países Bajos (siglo XVI), Inglaterra (siglo XVII) y Francia (finales del siglo XVIII).

10

Consecuencia económica trascendental de la destrucción del feudalismo en Inglaterra y Francia fue la revolución industrial, que se desplegó sobre la base de las relaciones nuevas, burguesas, de producción. En un corto plazo histórico dio un gran impulso de la producción material y de la productividad del trabajo. Mientras que antes las relaciones de producción capitalistas se hallaban vinculadas a la técnica manual, ahora empezó el avance del capitalismo industrial, una de cuyas consecuencias más importantes fue el aumento numérico del proletariado.

El resultado económico más importante de la abolición del feudalismo en Inglaterra y Francia fue la revolución industrial, que se desplegó a partir de unas nuevas relaciones de producción, las burguesas, y que en un lapso históricamente breve proporcionó un formidable incremento de la misma y del rendimiento del trabajo. Si las relaciones de producción capitalista habían estado vinculadas hasta entonces a la técnica manual, ahora comenzaba la expansión del capitalismo industrial, una de cuyas consecuencias más importantes era el crecimiento del proletariado. [7]

11

El afianzamiento del capitalismo en los países más desarrollados de Europa Occidental puso claramente de relieve la naturaleza antagónica del progreso burgués. La acumulación de miseria en un polo de la sociedad y de riquezas en el otro, la anarquía de la producción, la proletarización de los pequeños productores, la explotación de los obreros, incluidos los menores de edad, desenfrenada y de hecho no contenida por ninguna medida legislativa, unas espantosas condiciones de vivienda para los proletarios, multas monstruosas y toda clase de persecuciones: tal era la poco atrayente realidad capitalista.

La consolidación del capitalismo en los países más avanzados de Europa Occidental reveló palmariamente la índole antagónica del progreso burgués. La acumulación de la miseria en un polo de la sociedad y de la riqueza en el otro, la anarquía de la producción, la proletarización de los pequeños productores, la explotación desenfrenada de los obreros, entre ellos los menores de edad, sin que de hecho existiera ninguna legislación que la estorbara, unas condiciones de vivienda detestables para los proletarios, multas monstruosas y vejaciones de todo género, constituían la abominable realidad capitalista.

12

A partir de 1825, Inglaterra, y tras ella otros países capitalistas de Europa Occidental, empezaron a sufrir de tiempo en tiempo crisis económicas de superproducción, consecuencia de lo cual fue el aumento de la desocupación, la miseria, y el hambre de los trabajadores. De este modo, aunque el capitalismo se desarrollaba en este período en línea ascendente, con todo, en virtud de la anarquía de la producción propia del sistema capitalista, ya entonces se dejó sentir periódicamente lo no correspondencia entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción.

Desde 1825, Inglaterra, y tras ella los demás países capitalistas de Europa Occidental, atravesaron periódicas crisis económicas de superproducción, consecuencia de las cuales fueron un incremento del desempleo, de la miseria y del hambre entre los trabajadores. Así pues, aunque el capitalismo se desarrollaba en línea ascensional, la anarquía de la producción propia de este sistema generaba ya entonces periódicas discordancias entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción.

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La burguesía de Inglaterra, Francia y otros países europeos, que como consecuencia del triunfo de las revoluciones burguesas había conquistado la dominación política, se fue convirtiendo gradualmente [429] en una clase contrarrevolucionaria. El proletariado, que en el siglo XVIII y a comienzos del XIX había ayudado a la burguesía a luchar contra el poder feudal y no tenía conciencia de la oposición irreductible entre sus intereses y los intereses de los capitalistas, ahora empezó, por primera vez, a salir a la palestra histórica como fuerza política independiente. En 1819, el gobierno inglés dio orden de disparar contra los obreros inermes que se habían reunido en un mitin cerca de Manchester. En 1839, las acciones de los obreros de Gales contra la explotación inhumana desembocaron en un levantamiento. Los obreros ingleses, que poco a poco se fueron uniendo en escala nacional, crearon el partido cartista, cuya tarea principal era la lucha por la Carta del pueblo, es decir, la concesión a los trabajadores de derechos civiles, con cuya ayuda los cartistas confiaban en poner bajo su control el poder del Estado. «…Inglaterra –escribía Lenin– dio al mundo el cartismo, el primer movimiento proletario revolucionario amplio, realmente de masas y políticamente estructurado…»{1}

La burguesía de Inglaterra, Francia y otros países de Europa Occidental, que a través de sus revoluciones había conquistado el dominio político, se fue convirtiendo gradualmente en una clase contrarrevolucionaria. El proletariado, que en el siglo XVIII y comienzos del XIX había ayudado a la burguesía a luchar contra el poder feudal sin percatarse de que sus intereses eran inconciliables con los de los capitalistas, entra ahora en la palestra histórica como fuerza política independiente. En 1819, el gobierno inglés ordena abrir fuego contra un mitin de obreros inermes reunidos cerca de Manchester. En 1839, en el País de Gales, una acción de los obreros contra la inhumana explotación desemboca en levantamiento. Agrupándose poco a poco en escala nacional, los obreros ingleses forman el partido cartista, cuyo objetivo primordial era combatir por la promulgación de una Carta del Pueblo que otorgara a los trabajadores los derechos civiles, mediante los cuales creían los cartistas poder someter a su control el poder público. «…Inglaterra –escribió Lenin– dio al mundo el cartismo, el primer movimiento proletario revolucionario [8] amplio, verdaderamente masivo y políticamente estructurado…»{1}

14

También en Francia la clase obrera empezó a pronunciarse contra la burguesía, dando a conocer sus reivindicaciones no sólo mediante numerosas huelgas, sino también con algunas acciones armadas. La revolución de 1830 fue, en lo fundamental, obra de los obreros, que por primera vez se lanzaron al asalto de la monarquía de Carlos X. Cierto que de los frutos de esta revolución no gozaron ellos, sino los burgueses liberales, que reemplazaron a Carlos X por Luis Felipe de Orleans, el rey de los tenderos y banqueros. Pero ya al año siguiente de la Revolución de Julio, en 1831, estalló en Lyon la insurrección de los tejedores, quienes, a pesar de que se guiaban solamente por consignas republicanas, en su idea de la república social infundieron, en buena parte, un contenido anticapitalista. Mientras que los ideólogos de la burguesía veían un signo de barbarie en las acciones de los obreros, Marx y Engels advirtieron en este movimiento de emancipación una gigantesca fuerza progresiva del desarrollo histórico-social.

También la clase obrera de Francia comienza a luchar contra la burguesía y proclama sus reivindicaciones, no sólo en numerosas huelgas, sino en acciones armadas. La revolución de 1830 es fundamentalmente obra de los proletarios, los primeros en arremeter contra la monarquía de Carlos X. Sin embargo, los beneficios de la revolución no son para los obreros sino para la burguesía liberal, que reemplaza a Carlos X por Luis Felipe de Orleans, el rey de los tenderos y banqueros. Pero al año siguiente, tras la revolución de julio, en 1831 estalla en Lyon un levantamiento de los tejedores, que si bien no proclaman más que lemas republicanos, en la noción de república social depositan una considerable dosis de contenido anticapitalista. Mientras los ideólogos de la burguesía calificaron de «barbarie» las acciones de los obreros, Marx y Engels vieron en su movimiento emancipador la gran fuerza progresista del desarrollo histórico y social.

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El período de aparición del marxismo coincide con la culminación de las transformaciones democrático-burguesas en Europa Occidental. La burguesía de la mayoría de los países europeos no era ya una clase revolucionaria, interesada en llevar hasta el fin las transformaciones democrático-burguesas. Fuerzas motrices de la revolución burguesa podían ser únicamente el proletariado, la pequeña burguesía de la ciudad y los campesinos. De ahí que la lucha por la democracia –por cuanto a su vanguardia marchaba el proletariado– adquiriese un carácter cualitativamente nuevo.

El período de surgimiento del marxismo es el período de culminación de las transformaciones democrático-burguesas en Europa Occidental. En la mayoría de los países de dicha área, la burguesía no era ya una clase revolucionaria a la que interesara llevar hasta su fin dichas transformaciones. Las fuerzas propulsoras de la revolución burguesa no podían ser más que el proletariado, la pequeña burguesía urbana y los campesinos. Por ello, puesto que era el proletariado quien combatía en la vanguardia, la lucha por la democracia adquirió un carácter cualitativamente nuevo.

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Alemania –la patria de Marx y Engels– era un país más atrasado que Inglaterra y Francia; se encontraba, en lo fundamental, en la fase manufacturera de desarrollo del capitalismo. La burguesía alemana no detentaba aún el poder político, si bien constituía ya una considerable fuerza económica. Las masas trabajadoras, el [430] proletariado, se encontraban bajo el doble yugo de los terratenientes y los capitalistas. Esto agudizaba las contradicciones de clase. Al orden del día pasó el problema de la revolución burguesa. Marx y Engels señalaron esta circunstancia y su particularidad histórica, consistente en que la revolución en Alemania debía ser llevada a cabo en unas nuevas condiciones internacionales e internas. La revolución burguesa de Alemania maduró en unas condiciones en que el capitalismo imperaba ya en los países occidentales europeos; al mismo tiempo, Alemania, en comparación con la Inglaterra del siglo XVII y la Francia del XVIII, poseía un proletariado más desarrollado, que había dado a conocer sus pretensiones de clase, en particular durante la insurrección de Silesia de 1844. De este modo, allí se habían creado las condiciones para el desenvolvimiento de la lucha de clases del proletariado y la burguesía en el curso mismo de la revolución burguesa, cosa que no existió en el período de las primeras revoluciones burguesas. Esta particularidad del desarrollo económico-social de Alemania explica que este país fuera la patria del marxismo, históricamente preparado por el desarrollo del capitalismo y de la lucha de clases del proletariado en toda Europa.

Alemania –la patria de Marx y Engels–, país atrasado en comparación con Inglaterra y Francia, se hallaba básicamente en la fase manufacturera del desarrollo capitalista. La burguesía alemana no poseía aún el poder político, pero su fuerza económica era ya considerable. Un doble yugo –el de los latifundistas y el de los capitalistas– oprimía a las masas trabajadoras, hecho que endurecía las contradicciones de clases. La revolución burguesa daba aldabonazos; Marx y [9] Engels anunciaron su aproximación a la vez que señalaban su peculiaridad histórica, a saber, que iba a realizarse en unas condiciones internacionales y nacionales nuevas. En Alemania, la revolución burguesa maduraba cuando el capitalismo señoreaba ya en los países eurooccidentales. Por otro lado, el proletariado alemán, que había patentizado sus aspiraciones clasistas en la insurrección de Silesia de 1844, estaba más desarrollado que el de la Inglaterra del siglo XVII o el de la Francia del siglo XVIII. Existían, pues, condiciones para que se patentizara la lucha de clases entre el proletariado y la burguesía en el marco de la propia revolución burguesa, condiciones que no se habían dado en las primeras revoluciones de este tipo. La singularidad de la trayectoria socioeconómica de Alemania aclara por qué es este país la patria del marxismo, teoría preparada históricamente por el desarrollo del capitalismo y de la lucha de clase del proletariado en todos los países de Europa.

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La fundación del marxismo era un profundo reflejo filosófico-científico, desde las posiciones del proletariado revolucionario, de los antagonismos económicos y políticos de la sociedad burguesa. La doctrina de Marx y Engels era expresión de las necesidades vitales del movimiento obrero, que hasta entonces había marchado en la oscuridad, sin una acertada teoría revolucionaria. El marxismo satisfacía por completo estas necesidades vitales de la lucha del proletariado por su emancipación, le proporcionaba una doctrina socialista científica, que indicaba las vías y los métodos para su emancipación social, y revelaba las leyes de desarrollo de la sociedad que con necesidad objetiva conducen al triunfo al comunismo.

El nacimiento del marxismo fue un hondo reflejo científico-filosófico, desde el ángulo del proletariado revolucionario, de los antagonismos económicos y políticos de la sociedad burguesa. La doctrina de Marx y Engels expresó las necesidades raigales del movimiento obrero, obligado hasta entonces a moverse en las tinieblas por falta de una teoría revolucionaria correcta. El marxismo satisfizo plenamente estas necesidades raigales de la lucha emancipadora del proletariado dándole una doctrina socialista científica que señala las vías y los medios de su liberación social y le hace ver las leyes de desarrollo de la sociedad que con inevitabilidad objetiva conducen a la victoria del comunismo.

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Fuentes teóricas del marxismo

Fuentes teóricas del marxismo

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La formación de la ideología científica de la clase obrera y de su fundamento filosófico –el materialismo dialéctico e histórico– se vio preparada por todo el desarrollo precedente del pensamiento científico. Los críticos burgueses del marxismo tratan de presentar, de ordinario, la doctrina de Marx y Engels como negación nihilista de todo el desenvolvimiento anterior del pensamiento social. En realidad, según indicaba Lenin, «el genio de Marx estriba, precisamente, en haber dado solución a los problemas planteados antes por el pensamiento avanzado de la humanidad. Su doctrina apareció como continuación directa e inmediata de las doctrinas de los más grandes representantes de la filosofía, la economía política y el socialismo.»{2}

La creación de la ideología científica de la clase obrera y de su base filosófica –el materialismo dialéctico y el materialismo histórico– fue abonada por todas las elaboraciones previas del pensamiento científico. De ordinario, los críticos burgueses del marxismo presentan la doctrina de Marx y Engels como negación absoluta de la evolución anterior del pensamiento [10] social. En realidad, como dice Lenin, «el genio de Marx estriba precisamente en haber dado soluciones a los problemas planteados antes de él por el pensamiento avanzado de la humanidad. Su doctrina surgió como continuación directa e inmediata de la doctrina de los representantes más eminentes de la filosofía, la economía política y el socialismo»{2}.

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Las fuentes teóricas del marxismo son: 1) la filosofía clásica alemana, en particular la dialéctica idealista de Hegel y el [431] materialismo antropológico de Feuerbach; 2) la economía política clásica inglesa, y ante todo las doctrinas de Adam Smith y David Ricardo, y 3) el socialismo crítico-utópico de comienzos del siglo XIX, en primer término las doctrinas de Saint-Simon y Fourier.

Las fuentes teóricas del marxismo son: 1) la filosofía clásica alemana, en particular la dialéctica idealista de Hegel y el materialismo antropológico de Feuerbach; 2) la economía política inglesa clásica, ante todo las doctrinas de Smith y Ricardo; 3) el socialismo crítico utópico de comienzos del siglo XIX, en primer término las doctrinas de Saint-Simon y Fourier.

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Las doctrinas filosóficas de Hegel y Feuerbach han sido examinadas en capítulos anteriores. Marx y Engels asimilaron críticamente, reelaboraron con un criterio materialista y siguieron desarrollando, apoyándose en los hechos y en materiales teóricos, el «núcleo racional» de la dialéctica hegeliana y los postulados fundamentales del materialismo de Feuerbach.

En el primer tomo de la presente Historia de la Filosofía hemos estudiado a Hegel y Feuerbach. Marx y Engels acogieron con visión crítica el «meollo racional» de la dialéctica hegeliana y las proposiciones fundamentales del materialismo feuerbachiano, reelaborándolos sobre cimientos materialistas y desarrollándolos mediante un nuevo instrumental fáctico y teórico.

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El gran mérito de las teorías de Adam Smith (1723-1790) y David Ricardo (1772-1823) reside en haber sentado las bases de la teoría del valor basada en el trabajo. Ambos sostuvieron que el valor de la mercancía no es determinado por sus cualidades físicas, la utilidad o la oferta y la demanda, sino por la cantidad de trabajo socialmente necesario invertido en la producción de la misma. La ley del valor la tomaban como ley natural eterna de la justicia económica; no concebían siquiera el carácter históricamente pasajero de esta ley económica. El sistema capitalista era para ellos el único posible, natural y eterno, que respondía a los intereses de todos los miembros de la sociedad.

La significación relevante de las teorías de Adam Smith (1723-1790) y David Ricardo (1772-1823) consiste en que estos pensadores alumbraron la idea del trabajo como creador del valor y sostuvieron que el valor de una mercancía no lo determinan sus cualidades físicas ni su utilidad, la demanda o la oferta, sino la cantidad de trabajo socialmente necesario invertido en su producción. Para Smith y Ricardo la ley del valor era la ley natural eterna de la justicia económica; ni siquiera admitían que esta ley económica tuviera un carácter históricamente transitorio. Concebían el sistema capitalista como el único sistema natural posible, eterno y acorde con los intereses de todos los miembros de la sociedad.

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Al fundamentar la ley del valor, Smith y Ricardo no investigaron el origen de la plusvalía, si bien reconocían que la ganancia del capitalista proviene de la producción, y no de la circulación de las mercancías. La falta de interés en cuanto al origen de la plusvalía era muy característico: en ello, según señaló Marx, se dejaba sentir el instinto de clase de los economistas burgueses, que no les permitía ahondar en problemas cuyo propio planteamiento encerraba una denuncia abierta de la explotación capitalista.

En su fundamentación de la ley del valor Smith y Ricardo no habían investigado acerca del origen de la plusvalía, si bien reconocían que el capitalista extraía la ganancia de la producción y no de la circulación de las mercancías. Esta falta [11] de interés por la fuente de la plusvalía es muy característica; Marx señala que expresa el instinto de clase de los economistas burgueses que les inclina a no ahondar en problemas cuyo mero planteamiento entraña la denuncia de la explotación capitalista.

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Marx y Engels tenían en gran estima las ideas de Smith y Ricardo acerca del valor como materialización del trabajo socialmente necesario. Aun aceptándolo así, empero, los fundadores del marxismo subrayaron que el valor es una relación social determinada e históricamente pasajera, que se manifiesta como relación de cosas, productos del trabajo humano. Esto significa que sólo en condiciones económicas históricamente determinadas adquieren las cosas creadas por el trabajo la forma de mercancías. La producción mercantil no es eterna, no es la única forma posible de intercambio de la actividad productiva entre los hombres. Con su estudio de las leyes de la aparición y desarrollo del modo capitalista de producción, Marx y Engels crearon la teoría de la plusvalía, partiendo de la cual demostraron el carácter forzoso del paso del capitalismo al socialismo. La creación de la economía política marxista tuvo significación excepcional para la elaboración de la filosofía marxista, en particular de la concepción materialista de la historia.

Marx y Engels encomiaron las ideas de Smith y Ricardo acerca del valor como materialización del trabajo socialmente necesario, tesis que hicieron suya, aunque subrayando que el valor es una relación social determinada, transitoria en el decurso de la historia, que se manifiesta como relación de cosas, de productos del trabajo humano. Significa esto que las cosas creadas por el trabajo adquieren forma de mercancía tan sólo en condiciones económicas históricamente determinadas. La producción mercantil no es eterna, no es la única forma de trueque de la actividad productiva entre los hombres. A través de su investigación de las leyes del surgimiento y el desarrollo del modo capitalista de producción, Marx y Engels crearon la doctrina de la plusvalía, y tomándola como base demostraron la ineluctable transición del capitalismo al socialismo. La creación de la economía política marxista tuvo una importancia inmensa en la elaboración de la filosofía marxista, en particular para la interpretación materialista de la historia.

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El mérito histórico de Claude-Henri de Saint-Simon (1760-1825) y Charles Fourier (1772-1837) reside en su intento de fundamentar –aunque desde falsas posiciones idealistas– la posibilidad y conveniencia de pasar del capitalismo a un régimen social cuya base fuesen [432] la propiedad social y el trabajo colectivo, con lo que se pondría fin a la miseria de las masas y todos podrían satisfacer sus necesidades razonables.

El mérito histórico de Henri Claude Saint-Simon de Rouvroy (1760-1825) y de Charles Fourier (1772-1837) consistió en que, si bien desde posiciones idealistas, trataron de fundamentar la posibilidad y la conveniencia de pasar del capitalismo a un régimen social asentado en una propiedad social y un trabajo colectivo, con lo que se pondría fin a la miseria de las masas y todo el mundo podría satisfacer sus necesidades racionales.

26

Los socialistas utópicos franceses se diferencian de los primeros utopistas, de los siglos XVI y XVII, por la circunstancia de haber sido contemporáneos de un régimen capitalista más o menos desarrollado, por lo que el lado fuerte de su doctrina es la crítica del capitalismo. Así, por ejemplo, Fourier, según señalaba Engels, «revela implacablemente toda la indigencia material y moral del mundo burgués y la compara con las seductoras promesas de los ilustradores de antaño sobre el establecimiento de una sociedad en la que sólo imperaría la razón, de una civilización que traería la felicidad a todos…».{3}

Los socialistas utópicos franceses se distinguen de los pensadores utópicos de los siglos XVI y XVII en que, como contemporáneos de un sistema capitalista ya más o menos desarrollado, su fuerza primordial reside en la crítica del capitalismo.

Así, por ejemplo, Fourier, como dice Engels, «pone al desnudo despiadadamente la miseria material y espiritual del mundo burgués, y la compara con las promesas fascinadoras de los viejos enciclopedistas, con su imagen de una sociedad en [12] la que sólo reinaría la razón, de una civilización que haría felices a todos los hombres…»{3}

27

Ahora bien, los socialistas utópicos no eran representantes del proletariado, que en aquel tiempo todavía no se había constituido como clase. Expresaban los intereses de aquella parte de la población pequeñoburguesa proletarizada que más bien deberíamos llamar preproletariado. No veían las vías reales de la transformación socialista de la sociedad, rechazaban la revolución (aludiendo a la revolución de 1789 y sin comprender que no había conducido al socialismo porque no fue una revolución socialista) y la lucha de clases, y veían el único camino del socialismo en la ilustración, la educación y la colaboración de las clases, en la incorporación al socialismo de los capitalistas y del poder de las clases acomodadas en general, en la organización de colonias socialistas modelo, &c. Los socialistas utópicos eran idealistas en la concepción del proceso histórico-social. Se imaginaban el socialismo como un ideal de la razón, y no de una determinada clase social: trataban de demostrar que la transformación socialista de la sociedad sería también beneficiosa para los capitalistas.

Pero los socialistas utópicos no eran exponentes del proletariado, que por entonces aún no se había configurado como clase, sino de la parte de la población pequeñoburguesa proletarizada que podríamos llamar con más exactitud preproletariado; no acertaban a ver el camino de la transformación socialista de la sociedad, rechazaban la revolución (para lo que invocaban la de 1789, sin comprender que no había conducido al socialismo porque no había sido una revolución socialista) y repudiaban la lucha de clases; para ellos la instrucción, la educación, la colaboración de clases, el atraer al lado del socialismo a los capitalistas y, en general, a los que estaban en el poder, la organización de colonias socialistas modelo, &c. constituían el único camino capaz de llevar al socialismo. Los socialistas utópicos eran idealistas en la interpretación del proceso sociohistórico. El socialismo lo entendían como un ideal de la razón y no como un ideal de determinada clase social; pretendían demostrar que la transformación socialista de la sociedad era también favorable para los capitalistas.

28

En las obras de Marx y Engels encontramos grandes elogios de las ideas racionales de Saint-Simon, Fourier y otros socialistas utópicos. Al mismo tiempo, los fundadores del marxismo revelaron profundamente la inconsistencia de las concepciones utópicas en cuanto a las vías de transición al socialismo, sometieron a crítica las bases idealistas de la doctrina de los socialistas utópicos, su negación del valor progresivo de la lucha de clases, su divorcio sectario del movimiento proletario y su tendencia al compromiso con las clases dominantes. Con su reelaboración crítica de las ideas racionales del socialismo utópico, los fundadores del marxismo proporcionaron al socialismo una base científica materialista, lo relacionaron con la doctrina de la plusvalía y elaboraron las bases del socialismo científico al generalizar teóricamente la experiencia histórica; en una palabra, transformaron el socialismo de utopía en ciencia, cosa que también tuvo excepcional significación para el desarrollo de la filosofía del marxismo.

En las obras de Marx y Engels encontramos muestras del elevado juicio que les merecieron las ideas racionales de Saint-Simon, Fourier y otros socialistas utópicos. Al propio tiempo, los fundadores del marxismo pusieron totalmente al descubierto la precariedad de las ideas utópicas sobre las vías de transición al socialismo, criticaron las bases idealistas de las doctrinas de los socialistas utópicos y la negación por éstos del significado progresista de la lucha de clases, así como su aislamiento sectario con respecto al movimiento proletario y su tendencia al compromiso con las clases dominantes. Con su reelaboración crítica de las ideas racionales del socialismo utópico, los fundadores del marxismo asentaron el socialismo sobre cimientos materialistas científicos, lo entroncaron con la doctrina de la plusvalía y construyeron las bases del socialismo científico generalizando teóricamente la experiencia histórica; en suma, convirtieron el socialismo de utopía en ciencia, lo que [13] también tuvo inmensa significación para el desenvolvimiento de la filosofía del marxismo.

29

Al crear la forma nueva y superior de la filosofía materialista, [433] Marx y Engels no se limitaron a la reelaboración crítico-revolucionaria de las doctrinas anteriores sobre la sociedad. También generalizaron teóricamente los grandes descubrimientos de las ciencias naturales del siglo XIX, que habíanse acercado a la necesidad de la interpretación materialista dialéctica de la naturaleza. De este modo, la aparición del marxismo fue preparada por todo el desarrollo anterior del conocimiento.

En su creación de una forma nueva, más elevada, de filosofía materialista, Marx y Engels no se limitaron a reelaborar con una visión crítica revolucionaria las doctrinas precedentes acerca de la sociedad, sino que también generalizaron teóricamente los grandes descubrimientos de las ciencias naturales del siglo XIX, que conducían necesariamente a una comprensión materialista dialéctica de la naturaleza. Vemos, pues, que toda la trayectoria precedente del conocimiento abonó la aparición del marxismo.

30

2. Formación de las concepciones filosóficas de Marx y Engels

2. La formación de las concepciones filosóficas de Marx y Engels

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La creación de la filosofía del marxismo es un proceso que tiene lugar, aproximadamente, a lo largo de un decenio, desde fines de los años 30 del siglo XIX a fines de los 40. Se trata del proceso de formación de las concepciones filosóficas de Marx y Engels, que no se convirtieron de la noche a la mañana en jefes e ideólogos de la clase obrera, en creadores del materialismo dialéctico e histórico.

La creación de la filosofía del marxismo constituye un proceso histórico que cubre aproximadamente diez años, desde finales de la década de los 30 hasta finales de los años 40 del siglo XIX. En este lapso se elaboran las concepciones filosóficas de Marx y Engels, que no se convirtieron de repente en los guías e ideólogos de la clase obrera, en los creadores del materialismo dialéctico y del materialismo histórico.

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Karl Marx nació el 5 de mayo de 1818 en Tréveris (provincia renana). Su padre fue un conocido abogado de ideas democrático-burguesas progresivas, pero sin tendencias revolucionarias. A la salida del gimnasio, Marx estudió derecho en las universidades de Bonn y Berlín. Su padre quería que fuese abogado, funcionario del Estado. Pero desde sus años de estudiante fue adversario irreductible del régimen social imperante en Alemania.

Carlos Marx nació el 5 de mayo de 1818 en Tréveris (provincia renana). Su padre, un conocido abogado, era hombre de opiniones democrático-burguesas progresistas, pero sin concomitancias revolucionarias. Terminados los estudios en el liceo, el joven Marx ingresó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Bonn y luego en la de Berlín. Su padre quería hacer de él un abogado, un funcionario del Estado, pero ya en aquellos años estudiantiles Marx es un adversario irreconciliable del régimen social imperante en Alemania.

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Friedrich Engels, lo mismo que Marx, procedía de la provincia de Renania, la región más desarrollada en el sentido capitalista de Alemania. Nació el 28 de noviembre de 1820 en Barmen, en el seno de la familia de un fabricante textil en la que imperaban ideas políticas reaccionarias y el pietismo religioso. Ni siquiera le permitieron terminar los estudios del gimnasio, ya que lo destinaban a comerciante. Sólo un tenaz estudio por su cuenta y el trabajo científico, así como la participación en la lucha política, le permitieron colocarse en el buen camino revolucionario.

Federico Engels, como Marx, es oriundo de la provincia renana, entonces la más avanzada de Alemania en el sentido capitalista. Engels nació el 28 de noviembre de 1820 en Barmen; su padre era un fabricante del textil. En el seno de su familia dominaban las opiniones políticas reaccionarias y el [14] pietismo. No se le dejó siquiera que terminase los estudios en el liceo, pues se quería hacer de él un comerciante. Su perseverante trabajo como autodidacta y su participación en las luchas políticas le llevaron a las actividades revolucionarias.

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Para crear la ideología científica de la clase obrera y su concepción filosófica del mundo, Marx y Engels debieron, ante todo, romper con las nociones imperantes en el medio que les rodeaba, superar las ideas que les habían sido inculcadas en la familia, la escuela, &c. Pero esto no era bastante, era necesario adquirir una visión teórica del desarrollo histórico-social y de la lucha de clase del proletariado, someter a reelaboración crítica revolucionaria el pensamiento social anterior. Esto sólo se podía hacer colocándose en las posiciones de la clase obrera, hostiles por principio a la ideología burguesa.

Para crear la ideología científica de la clase obrera y su cosmovisión filosófica, Marx y Engels tuvieron ante todo que romper con las ideas reinantes en su medio, superar las concepciones que les imbuían en la familia, en la escuela, &c. Pero esto era insuficiente. Era necesario comprender a nivel teórico el desarrollo socio-histórico, la lucha de clase del proletariado, reelaborar con sentido crítico revolucionario las conquistas del pensamiento social precedente. Todo esto no se podía hacer sino desde las posiciones de la clase obrera, que son radicalmente hostiles a la ideología burguesa.

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En el proceso histórico de formación del marxismo se distinguen dos grandes fases: 1) el paso de Marx y Engels desde las posiciones del idealismo y la democracia revolucionaria a las del materialismo dialéctico y el comunismo científico, que termina a comienzos de 1844, [434] y 2) la elaboración de las tesis fundamentales del materialismo dialéctico e histórico, fase que se ve coronada con la publicación de las primeras obras del marxismo maduro: Miseria de la filosofía (1847) y Manifiesto del Partido Comunista (1848). La principal fuerza motriz de este proceso complejo y multifacético fue la apasionada lucha de Marx y Engels en defensa de los intereses de los trabajadores y contra los partidarios declarados y encubiertos de la opresión y explotación del hombre por el hombre.

En el proceso histórico de la formación de la filosofía del marxismo hay que distinguir dos fases fundamentales: 1) el paso de Marx y Engels del idealismo y del democratismo revolucionario al materialismo dialéctico y al comunismo científico, que culmina a principios de 1844, y 2) la elaboración de las proposiciones fundamentales del materialismo histórico, que termina con la creación de las primeras obras del marxismo maduro: Miseria de la filosofía (1847) y el Manifiesto del Partido Comunista (1848). La fuerza motriz principal de este complejo y multifacético proceso fue la vehemente lucha de Marx y Engels por los intereses de los trabajadores, contra los partidarios declarados y ocultos de la opresión y la explotación del hombre por el hombre.

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Del idealismo y la democracia revolucionaria al materialismo dialéctico y el comunismo científico

Del idealismo y el democratismo revolucionario al materialismo dialéctico y al comunismo científico

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La primera producción científica del joven Marx fue su tesis doctoral Diferencia entre la filosofía de la naturaleza de Demócrito y la de Epicuro, que defendió en 1841. En este trabajo Marx mantenía aún un punto de vista idealista hegeliano. La fuerza motriz de la historia de la humanidad era el desarrollo de la autoconciencia humana. Pero la propia elección del tema, es decir, el interés de Marx hacia los materialistas de la Antigüedad, y en particular hacia el epicureísmo, indicaba sus discrepancias con Hegel.

La primera obra científica del joven Marx fue su tesis doctoral Diferencias entre la filosofía natural de Demócrito y la filosofía natural de Epicuro, que defendió en 1841. En este trabajo, Marx sustenta todavía el punto de vista idealista hegeliano: considera que la fuerza propulsora de la historia de la humanidad es el desarrollo de la autoconciencia del hombre. Pero la propia elección del tema, es decir, el interés de Marx [15] por los materialistas de la antigüedad, especialmente por el epicureísmo, revela sus discrepancias con Hegel.

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Marx hacía grandes elogios del papel de Epicuro en la historia de la filosofía, subrayando su lucha contra la religión, contra el miedo ante las fuerzas desconocidas y míticas del más allá. La religión, afirmaba, se opone a una visión racional del mundo. De ahí que la crítica epicureana de la conciencia religiosa constituyera la premisa primera y necesaria de la filosofía.

Marx destaca elogiosamente el papel de Epicuro en la historia de la filosofía y subraya su contienda contra la religión, contra el temor a las fuerzas desconocidas, míticas, ultramundanas. La religión afirma Marx, está en pugna con una visión racional del mundo y, por ello, la crítica epicúrea de la conciencia religiosa constituye la primera premisa necesaria de la filosofía.

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La investigación de Marx, a pesar de su carácter especializado, es una apasionada protesta política contra la realidad social que esclaviza al hombre. A esa realidad, que se manifestaba de manera particularmente monstruosa en la Alemania semifeudal, el joven Marx oponía la filosofía, que, en su opinión, debía luchar contra todos los dioses de la tierra y el cielo, y, lo mismo que el legendario Prometeo, no inclinar la cabeza ante ellos, sino llevar la luz del saber y la libertad a los hombres. «Prometeo –decía Marx– es el más noble santo y mártir del calendario filosófico.»{4}

A pesar de su carácter muy específico, la tesis de Marx transpira una ardorosa protesta política ante una realidad social que encadena al individuo. A esa realidad, que se manifiesta con particular teratología en la Alemania semifeudal, opone el joven Marx una filosofía que, a su juicio, debe combatir a todos los dioses del cielo y de la tierra, y, como Prometeo, no inclinar su cabeza ante ellos, sino llevar a los hombres la luz de los conocimientos y de la libertad. «Prometeo –dice Marx– es el más noble de los santos y mártires del calendario filosófico»{4}.

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Esta visión del sentido y de los objetivos de la filosofía era ajena a Hegel y demás filósofos idealistas, quienes partían del hecho de que el mundo es racional de por sí y exaltaban la filosofía porque ella se elevaba sobre el tormentoso mar de la vida. Contra esta tradición filosófica secular, mantenida por todas las clases dominantes, se manifestó el joven Marx, para quien sólo existía la «filosofía de la acción», llamada a dar satisfacción al deseo de saber de los hombres y también a alcanzar la reorganización racional del mundo. Desde este punto de vista, Marx llegaba a la conclusión de que el desarrollo de la filosofía conducía inevitablemente a la transformación de la idea en hecho, a la práctica.

Este modo de entender el sentido y el cometido de la filosofía era ajeno a Hegel y a los demás filósofos idealistas, quienes partían de la idea de un mundo racional en esencia y encumbraban la filosofía como ciencia que, por así decirlo, se eleva por encima de la procelosa realidad de las cosas de esta vida. Contra esa secular tradición filosófica, que había sido apoyada por todas las clases dominantes, arremetió el joven Marx, para quien la filosofía es «filosofía de la acción» y está llamada no sólo a satisfacer la curiosidad humana, sino también a realizar una transformación racional del mundo. Desde esta perspectiva llega Marx a la conclusión de que la trayectoria de la filosofía conduce ineluctablemente a la transformación del pensamiento en obra, en praxis.

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Mientras que Hegel consideraba el período contemporáneo de la historia alemana como la fase suprema de desarrollo del espíritu [435] absoluto, en que el espíritu llega, por fin, al conocimiento de sí, se apacigua y con esto culmina, en lo fundamental, el proceso histórico-universal, Marx rechaza decididamente la idea hegeliana de la conciliación con la realidad convertida supuestamente en racional. Para él estaba claro que la lucha contra la realidad no racional era, ante todo, la lucha contra las instituciones sociales existentes, y en particular las estatales.

Mientras que para Hegel el período de la historia alemana en que vive es el punto cimero del devenir del espíritu absoluto, cuando llega por fin a este autoconocimiento o autoconsciencia, se sosiega y da por culminado, en lo [16] fundamental, el proceso histórico mundial, Marx rechaza decididamente la idea hegeliana de la conciliación entre el individuo y una realidad que supuestamente se ha hecho racional. Para Marx está claro que la lucha contra la realidad irracional es ante todo lucha contra las instituciones sociales existentes y, especialmente, contra las estatales.

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Marx comprendía que sus convicciones revolucionarias eran incompatibles con el trabajo en una universidad alemana; por eso renunció a sus primeros propósitos de entregarse a la labor docente en Bonn y se incorporó directamente a la lucha política. En 1842 ocupó la dirección de La Gaceta del Rin, periódico que bajo su orientación se convirtió en un órgano democrático-revolucionario.

Marx era consciente de que sus convicciones revolucionarias eran incompatibles con un trabajo en la Universidad, y por ello desechó su propósito inicial de ser docente de la Universidad de Bonn y se inclinó por la actividad política directa; en 1842 pasó a la dirección de la Gaceta Renana, de índole liberal, a la que convirtió en órgano de la democracia revolucionaria.

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El paso al periodismo, a la actividad política abierta, era para Marx algo lógico dentro del desarrollo de la filosofía, que no debía mantenerse fuera del mundo, sino que «pisando el suelo con pie firme», tenía que dejar de ser «lucubración pura». En sus artículos de La Gaceta del Rin, Marx se mostró como intrépido defensor de los intereses políticos y económicos de los trabajadores. Criticó el proyecto feudal de ley de robo de madera, dirigido contra los campesinos que recogían ramas en el bosque, e indicó la naturaleza clasista de dicha ley. Defendió a los viticultores del Mosela, arruinados por los terratenientes prusianos, y la libertad de prensa, exigiendo la supresión de la censura.

Este paso al periodismo, a la labor política directa, era considerado por el propio Marx como lógico en el desarrollo de una filosofía que no debía flotar sobre el mundo, sino que, «pisando un terreno firme», debía dejar de ser «pura especulación». En los artículos que publica en la Gaceta Renana es un intrépido defensor de los intereses políticos y económicos del pueblo trabajador.

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La lucha por los intereses económicos y políticos de los trabajadores ayudó al joven Marx a apartarse del idealismo; ya durante el período de La Gaceta del Rin puede advertirse el comienzo de su paso al materialismo y al comunismo. Marx denunció al Estado prusiano, en el que veía a un defensor de los intereses de los terratenientes, renunciando de este modo a la concepción hegeliana del Estado y el derecho en general como encarnación de la moral y la libertad. Desde el punto de vista de Marx, el Estado sólo se hace encarnación de la libertad y la moral cuando representa los intereses de las grandes masas del pueblo, y no intereses particulares. Cierto que en aquel entonces no veía que cualquier Estado, por su naturaleza, es la dominación política de una clase determinada. Se mantenía aún en las posiciones de la concepción idealista de la naturaleza del Estado. Pero lo importante aquí es que se manifiesta contra un Estado que defendía los intereses de la minoría poseedora frente a los de la mayoría desposeída.

Esta actividad contribuye a que el joven Marx se aleje del idealismo, y ya en el período de su trabajo en la Gaceta Renana se perfila su paso al materialismo y el comunismo. Marx denuncia al Estado prusiano, viendo en él el custodio de los intereses de los latifundistas, con lo que renuncia a la concepción hegeliana del Estado y del derecho en general como plasmaciones de la moralidad y la libertad. Desde el punto de vista de Marx, el Estado es encarnación de la moralidad y la libertad cuando representa, no los intereses particulares, sino los de las grandes masas populares. Todavía no se percata de que, por su naturaleza, todo Estado significa la dominación política de una clase determinada, lo que le mantiene aún en el terreno de una comprensión idealista de la naturaleza del Estado. Empero, es importante que se manifieste contra un Estado que ampara los intereses de una minoría posesora en contraposición a los intereses de la mayoría desposeída.

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Las ideas revolucionarias de La Gaceta del Rin provocaron las más vivas protestas de la prensa reaccionaria y liberal. La Gaceta General de Augsburgo acusó al periódico de Marx de hacer la propaganda del comunismo. En su respuesta, Marx manifestó que La Gaceta del Rin, lejos de hacer la propaganda del comunismo, era contraria a él. Tenía en cuenta, en este caso, el comunismo utópico, que consideraba la propiedad privada como consecuencia de un error humano. Marx no podía mostrarse conforme, ciertamente, con este punto de vista antihistórica. Pera, a la vez que rechazaba el [436] comunismo utópico, señaló que, como resultado del desarrollo de la gran industria, la cuestión del comunismo había adquirido magnitud europea y no se podía cerrar los ojos ante él.

Las ideas revolucionarias de la Gaceta Renana suscitaban las iras no sólo de la prensa reaccionaria, sino también de la [17] liberal. Allgemeine Zeitung («Gaceta Universal») de Augsburgo acuso a la Gaceta Renana de predicar el comunismo. Marx, en su respuesta, declara que la Gaceta Renana, lejos de difundir el comunismo, tiene de él un concepto negativo, refiriéndose en este caso al comunismo utópico, para el que la propiedad privada era resultado de un extravío humano, punto de vista ahistórico con el que Marx, naturalmente, no podía estar de acuerdo. Pero, tras rechazar el comunismo utópico, Marx señalaba que el desarrollo de la gran industria había conferido significación europea al problema del comunismo y que ahora era ya imposible desestimarlo.

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La Gaceta del Rin fue clausurada en la primavera de 1843 por el gobierno prusiano, poniendo así fin a su propaganda revolucionaria. A Marx le resultaba insufrible el trabajo en la enrarecida atmósfera reaccionaria del régimen policíaco prusiano, que sofocaba la más mínima manifestación de libertad de pensamiento. En el otoño de aquel año se trasladó a París para, en colaboración con Arnold Ruge, editar los Anales franco-alemanes, en los que, sin temor a la censura prusiana, sería posible exponer con cierta libertad sus opiniones. Marx se vio en el centro de una intensa vida política; pudo tomar parte activa en la lucha, estudiar el movimiento obrero, el socialismo utópico inglés y francés, la historia de la revolución francesa y la filosofía de los materialistas franceses del siglo XVIII y sus predecesores.

En la primavera de 1843 el gobierno prusiano clausuró la Gaceta Renana a causa de la propaganda que en ella se hacía de las ideas revolucionarias. Para Marx era de una dureza insufrible trabajar en el ambiente infecto y reaccionario del régimen policíaco prusiano que yugulaba la más mínima manifestación del libre pensamiento. En otoño de 1843 se traslada a París, para editar en colaboración con Arnold Ruge los Anales Franco-Alemanes, en los que, sin temor a la censura prusiana, podía exponer sus opiniones con relativa libertad. Ya en París, Marx se encuentra en medio de una impetuosa vida política, en la que participa activamente, a la par que estudia el movimiento obrero, el socialismo utópico francés e inglés, la historia de la revolución francesa y la filosofía de los materialistas franceses del siglo XVIII y de sus precursores.

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En este período experimentó la influencia del materialismo antropológico de Ludwig Feuerbach. Pero aunque tenía en gran estima la lucha de éste contra la religión y la filosofía especulativa, señaló algunos defectos de su concepción filosófica. Feuerbach consideraba la religión como un reflejo equivocado y alienado de la inmutable esencia antropológica del hombre. A diferencia de él, Marx veía la religión como reflejo de relaciones «falseadas» entre los hombres, acercándose así al planteamiento del problema de los vínculos de la conciencia religiosa con la opresión y la explotación del hombre por el hombre. Por eso afirmaba que «la religión carece de por sí de contenido, sus orígenes se encuentran en la tierra, y no en el cielo, y, con la destrucción de la realidad deformada, de la que es teoría, desaparecerá por sí misma».{5}

De este período le proviene la influencia del materialismo antropológico de Ludwig Feuerbach. No obstante, aunque tiene en gran estima la lucha de Feuerbach contra la religión y la filosofía especulativa, señala ciertos defectos de la filosofía de este pensador, para quien la religión es el reflejo falso, alienado, de una esencia antropológica inalterable del hombre. A diferencia de Feuerbach, Marx ve en la religión el reflejo de unas relaciones «deformadas» entre los hombres, y a partir de ahí plantea el problema de la conexión entre la conciencia religiosa y el sojuzgamiento y la explotación del hombre por el hombre. Marx señala qué, «por sí misma, la religión carece de contenido; su manantial no se halla en el cielo, sino en la tierra [18] y, una vez destruida la realidad falseada de la que es teoría, perecerá de consunción»{5}.

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En 1843 Marx dio un nuevo paso adelante en su actitud crítica hacia Feuerbach. Refiriéndose a este pensador como partidario entusiasta de la naturaleza, subrayó que el eslabón fundamental para la solución de los problemas filosóficos y sociales de aquel tiempo era la teoría y la práctica de la lucha político-social. «Los aforismos de Feuerbach no me satisfacen en el sentido de que insiste demasiado en la naturaleza y demasiado poco en la política. Entretanto, se trata de la única alianza mediante la que la filosofía actual puede convertirse en verdadera.»{6}

En 1843, Marx sigue adelante en su actitud crítica frente a Feuerbach y, tras caracterizarle como un apasionado de la naturaleza, subraya que el eslabón fundamental para la resolución de los problemas filosóficos y sociales es la teoría y la práctica de la lucha sociopolítica. «Los aforismos de Feuerbach –escribe– no me satisfacen simplemente porque hace demasiado hincapié en la naturaleza y presta muy poca atención a la política. Y, sin embargo, ésta es la única alianza en virtud de la cual la filosofía actual puede convertirse en verdad»{6}.

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En sus cartas a Ruge, escritas en 1843 con vistas a la preparación de los Anales franco-alemanes, al objeto de precisar el programa político-ideológico de la nueva publicación, Marx se manifiesta contra la concepción doctrinaria y dogmática de la teoría social y la filosofía. Los doctrinarios –decía–, en vez de aprender de las masas que luchan, de revelar las tendencias y leyes reales de esta lucha, imponen al movimiento histórico real imaginarias recetas y panaceas. En su crítica de la filosofía precedente, que pretendía dar solución  [437] a todos los problemas, sin tener presente la medida en que habían sido estudiados por las ciencias especiales, decía irónicamente: «Hasta ahora los filósofos han tenido en la mesa de su despacho la solución de todos los enigmas, y el estúpido mundo no iniciado no tenía más que abrir la boca para atrapar las perdices asadas de la ciencia absoluta.»{7}

En las cartas escritas a Ruge en 1843 para establecer el programa ideológico y político que tendrían los Anales Franco-Alemanes, Marx se opone a una comprensión doctrinaria, dogmática de la teoría social y la filosofía. Los doctrinarios, dice, en lugar de aprender de las masas combatientes, de exteriorizar las tendencias reales y las leyes de la lucha en curso, imponen al movimiento histórico real recetas y panaceas inventadas. En su crítica de la filosofía precedente, que había querido resolver todos los problemas sin que importara hasta qué punto los tenían investigados las ciencias especiales, Marx escribe irónicamente: «Hasta ahora los filósofos tenían en su escritorio la solución de todos los enigmas, y al mundo estúpido y no consagrado le bastaba abrir la boca para atrapar los pollos asados de la ciencia absoluta»{7}.

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Marx rechazaba la concepción de la filosofía como ciencia absoluta ajena a la vida práctica y a la lucha, subrayando que el objetivo de la filosofía y de la vida social no estribaba en la construcción del futuro, en la elaboración de esquemas aptos para todos los tiempos del porvenir, sino en «la crítica implacable de todo lo existente, implacable en dos sentidos: esta crítica no tiene miedo a sus propias conclusiones y no retrocede ante el choque con las autoridades.»{8}

La filosofía, dice Marx, no puede ser una ciencia absoluta, ajena a la vida práctica y a la lucha; la misión de la filosofía y la teoría social no consiste en especular sobre el futuro ni en elaborar unos esquemas que valgan para cualquier tiempo venidero, sino en una «crítica implacable de todo lo existente, implacable en dos sentidos: esta crítica no se arredra de sus propias conclusiones y no retrocede ante el choque con los poderes constituidos»{8}. [19]

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De este modo, ya en 1843 planteó Marx decididamente el problema de la negación de la filosofía en el viejo sentido de la palabra, es decir, la superación de su enfrentamiento, en calidad de «ciencia de las ciencias», a las denominadas ciencias positivas. Marx se mostró también contrario al divorcio de la filosofía y la actividad práctica, en particular el movimiento de emancipación de los trabajadores. «Nada nos impide, por consiguiente –escribía–, relacionar nuestra crítica con la crítica de la política, con una determinada posición de partido en política; y relacionar e identificar por lo tanto nuestra crítica con la lucha real{9} Así, pues, el estudio de la historia y del movimiento de emancipación de los trabajadores le hizo dar una nueva interpretación a la filosofía, y tomar conciencia de que era necesario transformarla radicalmente.

De esta suerte, ya en 1843 Marx plantea resueltamente la negación de la filosofía en el viejo sentido de la palabra, esto es, propone superar la contraposición de la filosofía, como supuesta «ciencia de las ciencias», a las llamadas ciencias positivas. Con este motivo combate también la separación de la filosofía respecto de la práctica, en particular del movimiento emancipador de los trabajadores. «En consecuencia –escribe Marx– nada nos impide ligar nuestra crítica con la crítica de la política, con una determinada posición de partido en política, y por consiguiente, ligar e identificar nuestra crítica con la lucha real»{9}. El estudio de la historia y del movimiento emancipador de los trabajadores le hace comprender la filosofía de un modo nuevo, le hace ver la necesidad de transformarla radicalmente.

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La aparición de los dos primeros números, en un volumen, de Anales franco-alemanes a comienzos de 1844 significó un gran acontecimiento en la vida ideológica de aquella época. Los artículos de Marx y Engels publicados en ellos ponían de relieve la coincidencia de puntos de vista de los fundadores de la ideología científica de la clase obrera. La significación histórica de estas investigaciones residía en que en ellas se realizaba definitivamente el paso de Marx y Engels del idealismo y la democracia revolucionaria al materialismo dialéctico y al comunismo científico. Precisamente en estos artículos los fundadores del marxismo formularon por primera vez la tesis de la misión histórico-universal del proletariado y expusieron las proposiciones iniciales del materialismo dialéctico e histórico.

La aparición del primer número (doble) de los Anales Franco-Alemanes a comienzos de 1844 significó un importante acontecimiento ideológico en aquellos tiempos. Insertaba artículos de Marx y Engels que evidenciaban la coincidencia esencial en las concepciones de los fundadores de la ideología científica de la clase obrera. El alcance histórico de estos trabajos consiste en que en ellos Marx y Engels dan de forma concluyente el paso que lleva del idealismo y el democratismo revolucionario al materialismo dialéctico y al comunismo científico. Precisamente en estos artículos los fundadores del marxismo formulan por primera vez la proposición relativa a la misión histórica mundial del proletariado y exponen las tesis de partida del materialismo dialéctico y del materialismo histórico.

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En Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel, de Marx, junto a la crítica de la interpretación idealista de la historia se da la formulación genial de uno de los principios fundamentales de su interpretación materialista. Las transformaciones sociales –decía Marx– no pueden ser realizadas por el simple cambio de la conciencia de los hombres, por la sola crítica teórica de las relaciones sociales caducas. La fuerza determinante de la transformación [438] radical de la vida social no es la crítica, no es la teoría, sino la revolución. No por ello rebajaba el papel de la teoría, sino al contrario, señalaba que en determinadas condiciones se transforma en fuerza material de las masas que han tomado conciencia de la necesidad de la lucha revolucionaria. «El arma de la crítica –escribía– no puede reemplazar, naturalmente, a la crítica de las armas, la fuerza material debe ser derribada por una fuerza igualmente material; pero la teoría se convierte en fuerza material en cuanto prende en las masas.»{10}

En el estudio de Marx En torno a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel encontramos, junto al análisis de la interpretación hegeliana idealista de la historia, una formulación genial de uno de los principios básicos de la concepción materialista de la historia. Las transformaciones sociales, dice Marx, no pueden llevarse a cabo sólo modificando la conciencia de la gente, sólo criticando teóricamente las relaciones sociales caducas. La fuerza que determina una transformación radical de la vida social no es la crítica, no es la teoría: es la revolución. Bien entendido que Marx no minimiza el alcance de la teoría, [20] sino que, por el contrario, muestra que en determinadas circunstancias se torna fuerza material para las masas conscientes de la necesidad de la lucha revolucionaria. «Es cierto –escribe Marx– que el arma de la crítica no puede sustituir a la crítica de las armas, que el poder material tiene que derrocarse por medio del poder material, pero también la teoría se convierte en poder material tan pronto como se apodera de las masas»{10}.

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Marx explica que la fuerza social capaz de destruir las relaciones sociales caducas y de llevar a cabo la emancipación total del hombre únicamente puede ser el proletariado, que por su situación dentro de la sociedad burguesa es, simultáneamente, producto y negación de la misma. Mas para que el proletariado pueda cumplir su gran tarea histórica necesita una filosofía nueva, consecuentemente revolucionaria, que descubra profundamente la esencia de la realidad circundante. «Así como la filosofía –dice Marx– encuentra en el proletariado su instrumento material, el proletariado encuentra en la filosofía su instrumento espiritual…»{11}

Marx aclara que la única fuerza social capaz de derogar las relaciones sociales caducas y liberar al hombre en todos los aspectos es el proletariado, que por su situación en la sociedad burguesa es a la par producto y negación de ella. Mas para que el proletariado pueda cumplir su gran misión histórica necesita una filosofía nueva en sus principios, una filosofía coherentemente revolucionaria que revele en profundidad la esencia de la realidad circundante. «Así como la filosofía encuentra en el proletariado sus armas materiales –dice Marx–, el proletariado encuentra en la filosofía sus armas espirituales…»{11}.

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En otro artículo de Anales franco-alemanesLa cuestión judía–, en lucha contra los neohegelianos, en particular con Bruno Bauer, Marx desenmascaró las ilusiones liberales burguesas de que la «emancipación política» (las transformaciones democrático-burguesas) significaba la emancipación definitiva del hombre. Aun reconociendo la significación históricamente progresiva de la emancipación política, le oponía la «emancipación humana», la revolución socialista, que destruye la propiedad privada y toda opresión y explotación del hombre en general.

En el artículo Sobre la cuestión judía, publicado también en los Anales Franco-Alemanes, Marx combate a los jóvenes hegelianos, en particular a Bruno Bauer, y denuncia la ilusión liberal de que la «emancipación política», es decir, las transformaciones democrático-burguesas, es la liberación definitiva del hombre. Marx reconoce que la emancipación política tiene una significación históricamente progresista, pero le opone la «emancipación humana», la revolución socialista que pone fin a la propiedad privada y a toda esclavización y explotación del hombre.

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Desarrollo ulterior de estas ideas son los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844. En ellos Marx aplica las proposiciones del materialismo dialéctico e histórico en su crítica de la economía política burguesa clásica, fundamentando así su concepción del mundo, que, de hecho, era ya comunista. Cierto que en estos manuscritos no se llama aún a sí mismo comunista; su doctrina la definía como «humanismo real», a diferencia del abstracto humanismo burgués. La terminología empleada, así como algunas tesis sueltas, demuestran la influencia del materialismo antropológico de Feuerbach, pero las ideas más importantes nos dicen que, en lo fundamental, Marx había superado ya la limitación de esta filosofía.

Estas ideas de Marx tienen un desarrollo posterior en sus Manuscritos económico-filosóficos de 1844, en los que va elaborando las proposiciones de partida del materialismo dialéctico y del materialismo histórico, las aplica en su crítica de la economía política clásica burguesa y las toma como fundamento implícito de su concepción del mundo, en esencia ya comunista. Cierto, en los Manuscritos Marx aún no se declara comunista y define allí su doctrina de «humanismo real» a [21] diferencia del humanismo burgués, abstracto. La terminología que emplea en los mismos y algunas de las proposiciones que contienen delatan la influencia del materialismo antropológico de Feuerbach, pero los postulados más importantes evidencian la superación de las limitaciones de esta última filosofía en lo fundamental.

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Lo principal de los manuscritos de 1844 es la idea del papel determinante del trabajo, de la producción material, en la formación antropológica y evolución subsiguiente de la humanidad. A la vez que crea y desarrolla al hombre, el trabajo absorbe todas sus energías, todo su tiempo, lo esclaviza, conduce a la aparición de la propiedad privada, de la explotación y de las clases. Se trata, según la terminología de Marx, del «trabajo alienado», es decir, de una actividad [439] del hombre que, siendo la expresión más importante de la esencia humana, significa, a la vez, una fuerza ajena que lo esclaviza y se manifiesta en la dominación del fruto del trabajo sobre el productor. Dentro del capitalismo, el desarrollo de la producción crea necesariamente, en opinión de Marx, las premisas materiales para la destrucción del «trabajo alienado», es decir, para la superación de las contradicciones que se excluyen recíprocamente, entre el trabajo y el placer, entre el trabajo y el desarrollo de la personalidad humana en todos los órdenes. La condición principal para que la alienación sea superada es la supresión de la propiedad privada sobre los medios de producción. Al destruir la alienación de los productos del trabajo y de la propia actividad laboral de los hombres, se crea la base para acabar con la alienación en la vida política y espiritual de la sociedad. Y esto es, en esencia, la transformación comunista de las relaciones sociales.

La idea principal de los manuscritos de 1844 es la idea del papel determinante del trabajo, de la producción material, en el devenir antropológico y en la trayectoria posterior de la humanidad. El trabajo crea y desarrolla al hombre, pero a la vez consume todas sus fuerzas, todo su tiempo, lo esclaviza, conduce al surgimiento de la propiedad privada, de la explotación, de las clases. Según la terminología de Marx, esto es el «trabajo enajenado», o sea una actividad del hombre que, aun siendo la expresión más importante de su esencia humana, es también una fuerza exterior que le esclaviza y que se manifiesta en la dominación del producto del trabajo sobre el productor. A juicio de Marx, el desarrollo de la producción en las condiciones del capitalismo crea necesariamente las premisas materiales para la supresión del «trabajo enajenado», esto es, para superar la contrariedad recíprocamente excluyente entre el trabajo y el disfrute, entre el trabajo y el despliegue multilateral de la personalidad humana. El supuesto básico para superar la enajenación es la abolición de la propiedad privada sobre los medios de producción. Al ser eliminada la enajenación de los productos del trabajo y de la propia actividad laboral del hombre se instalan las bases para suprimir la enajenación en la vida política y espiritual de la sociedad. Es decir, y en rigor, la transformación comunista de las relaciones sociales.

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Los críticos burgueses del marxismo recurren a los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 en sus intentos de demostrar que Marx llega a sus conclusiones comunistas apoyándose en el análisis especulativo de los conceptos de «alienación» y «autoalienación», que él había tomado de Hegel y Feuerbach. Pero lo cierto es que Marx no parte de estos conceptos abstractos, sino de hechos económicos concretos. El concepto de alienación adquiere en él un contenido nuevo, ante todo económico, que no tenía en Hegel ni en Feuerbach.

Los críticos burgueses del marxismo invocan los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 cuando intentan demostrar que Marx infiere sus deducciones comunistas de un análisis especulativo de los conceptos especulativos de «enajenación» y «autoenajenación» tomados de Hegel y Feuerbach. En realidad, Marx no parte de esas nociones abstractas, sino de hechos económicos concretos. El concepto de enajenación adquiere en Marx un contenido nuevo, ante todo económico, que no tiene en Hegel ni en Feuerbach. [22]

59

La formación de las concepciones de Engels siguió también el camino de la superación del idealismo y el democratismo revolucionario, a la vez que elaboraba la teoría del materialismo dialéctico y del comunismo científico. Ya en 1839-1840, en sus cartas a los hermanos Graeber, compañeros suyos de estudios, Engels se mostraba como demócrata revolucionario convencido y enemigo de la monarquía prusiana. «Odio al rey de Prusia como acaso no odio más que a dos o tres personas; lo odio a muerte; y si no despreciase tanto a ese miserable, aún lo odiaría más… Del soberano sólo espero algo bueno cuando le zumba la cabeza del bofetón que le dio el pueblo y cuando los cristales de su palacio han sido hechos añicos por la revolución.»{12}

La formación de las concepciones filosóficas de Federico Engels atraviesa también la superación del idealismo y del democratismo revolucionario y la elaboración de la teoría del materialismo dialéctico y del comunismo científico. Ya en 1839-1840, en cartas a sus condiscípulos los hermanos Graeber, Engels aparece como un convencido demócrata revolucionario hostil a la monarquía prusiana. «Lo odio (al rey prusiano.– Autores) como quizá sólo odie a dos o tres personas más; lo odio a muerte; y aún odiaría más a ese miserable si no lo despreciase tanto… De un monarca sólo espero algo bueno cuando le zumba la cabeza por las bofetadas que le dio el pueblo y cuando los cristales de su palacio han sido rotos por la revolución»{12}.

60

En 1841, Engels se trasladó a Berlín para prestar el servicio militar. Allí se relacionó con los neohegelianos y compartió sus ideas filosóficas, aunque se hallaba separado de estos radicales burgueses por sus concepciones democrático-revolucionarias. Por aquel tiempo el gobierno prusiano había invitado al anciano Schelling a dar en la Universidad de Berlín un curso contra la filosofía de Hegel y sus seguidores. Engels asistió a las clases de Schelling, y resultado de ello fueron sus trabajos Schelling sobre Hegel, Schelling y la revelación y Schelling, filósofo en Cristo. En estos escritos, de orientación idealista todavía, criticó a Schelling y expuso sus propias concepciones. Le acusaba de haber renunciado a los principios de la razón y la ciencia, de antiintelectualismo, de predicar el misticismo, la revelación [440] y la fe en Dios, y de haberse puesto servilmente al servicio del Estado monárquico. Engels veía en Schelling a un traidor a la idea de la libertad, a un hombre que quería ver la filosofía y la razón subordinadas a la religión. En estos trabajos contra Schelling Engels puso de relieve las contradicciones existentes en la filosofía hegeliana entre el método dialéctico y el sistema conservador y dogmático. En Hegel, escribía, «los principios ostentan siempre un sello de independencia y libertad de pensamiento, mientras que las conclusiones –esto nadie lo niega– son a menudo cautas y hasta no liberales».{13}

En 1841 llega Engels a Berlín para prestar el servicio militar. Allí conoce a los jóvenes hegelianos, y aunque unido a ellos en las cuestiones filosóficas, sus concepciones democrático-revolucionarias le distinguen de estos radicales burgueses. Por entonces, el gobierno prusiano había invitado a Schelling, ya en plena senectud, a la Universidad de Berlín, para que desde allí combatiera la filosofía de Hegel y de sus seguidores. Engels asistió a las conferencias de Schelling y fue publicando artículos orientados contra su filosofía mística (Schelling sobre Hegel, Schelling y la revelación, Schelling, filósofo en Cristo). En ellos, todavía desde un ángulo idealista, critica a Schelling a la par que expone sus propias concepciones. Engels acusa a Schelling de abjurar de los principios de la razón y la ciencia, de antiintelectualismo, de predicar el misticismo, la revelación y la fe, de prosternarse servilmente ante el Estado monárquico. En Schelling ve a un hombre que ha traicionado la idea de la libertad, a un hombre que quiere que la filosofía y la razón se sometan a la religión. Sus trabajos contra Schelling ponen al descubierto las contradicciones existentes en la filosofía hegeliana, entre su método dialéctico y el sistema conservador dogmático. En Hegel, escribe Engels, «los principios siempre ostentan el sello de la independencia y del libre pensamiento; las conclusiones, en cambio –esto nadie lo niega–, son a menudo cautelosas y hasta no liberales»{13}. [23]

61

A fines de 1842, Engels se trasladó a Manchester (Inglaterra) como empleado en una hilandería de algodón de la que su padre era copropietario. En este período se esboza su paso del idealismo y el democratismo revolucionario al materialismo y el comunismo. Un papel excepcional en este viraje tuvieron la participación de Engels en la lucha de clase de los obreros ingleses y el estudio de su situación no en los libros, sino mediante el trato directo con los proletarios.

A fines de 1842, Engels se traslada a Manchester (Inglaterra), donde trabaja como empleado de una hilandería de la cual su padre era copropietario. En este período comienza a pasar del idealismo y el democratismo revolucionario al materialismo y el comunismo. En dicha transformación desempeña un inmenso papel su participación en la lucha de clase de los obreros ingleses, el conocimiento de su situación, no sólo por lecturas, sino por comunicación directa con los proletarios ingleses.

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En Inglaterra empezó Engels a interesarse por los problemas de la economía política, y antes de encontrarse con Marx escribió una notable investigación sobre este tema –Esbozo de una crítica de la economía política–, que fue publicada en 1844, en Anales franco-alemanes. Engels sometía en este trabajo a crítica a los economistas burgueses por su aceptación absoluta y perpetuación del principio de la propiedad privada. La convicción de estos economistas del carácter eterno y la necesidad absoluta de la propiedad privada eran, según Engels, un dogma sin fundamento. En oposición a los postulados de la economía política burguesa, él veía en la propiedad privada la causa principal de todas las contradicciones que desgarraban a la sociedad burguesa. La obra de Engels, de la que más tarde Marx había de hacer grandes elogios, revelaba claramente el carácter burgués de la doctrina económica de Adam Smith y David Ricardo, y formulaba los principios iniciales de la economía política del proletariado.

En Inglaterra empieza a estudiar economía política y, ya antes de conocer a Marx, escribe una notable investigación, Esbozo de una crítica de la economía política, que vio la luz en 1844 en los Anales Franco-Alemanes. En esta obra critica a los economistas burgueses el reconocimiento incondicional y la perpetuación del principio de la propiedad privada. El convencimiento de esos economistas en la eternidad y la necesidad absolutas de la propiedad privada es para Engels un dogma infundado. Frente a la economía política burguesa afirma que la propiedad privada es el principal origen de todas las contradicciones que desgarran a la sociedad burguesa. La obra de Engels, que más tarde elogiaría Marx, pone al descubierto el carácter burgués de las doctrinas económicas de Adam Smith y David Ricardo y formula los principios de una economía política del proletariado.

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Esta crítica de la economía política burguesa iba unida inseparablemente a la crítica del régimen capitalista y de sus apologistas, en primer término de los malthusianos. Todo esto llevó a Engels a la conclusión de que era necesaria una negación revolucionaria del capitalismo y su ideología.

En esta obra de Engels la crítica de la economía política burguesa está íntimamente unida a la crítica del régimen capitalista y de sus panegiristas, los maltusianos en primer termino. De la mano de esta crítica llega Engels a la conclusión de que se impone la negación revolucionaria del capitalismo y su ideología.

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El segundo artículo de Engels en los Anales franco-alemanes era un análisis de la doctrina del sociólogo inglés Thomas Carlyle, quien, tras someter a dura crítica a la sociedad burguesa, sostenía la necesidad de volver del capitalismo –generador de numerosas calamidades sociales– al feudalismo, cuyas relaciones idealizaba. Engels rechazó estas nociones reaccionarias e idealistas del «socialismo feudal» y les enfrentó la tesis científica del desarrollo progresivo de la sociedad, del papel de las masas trabajadoras en este desarrollo. [441]

Un segundo artículo de Engels en los Anales Franco-Alemanes está dedicado a analizar la doctrina del sociólogo inglés Thomas Carlyle, a quien su áspera crítica de la sociedad burguesa le llevaba a proponer el rechazo del capitalismo, como origen de las múltiples calamidades sociales, y el retorno a un feudalismo que él idealizaba. Frente a estos presupuestos reaccionarios e idealistas del «socialismo feudal» Engels expone las proposiciones científicas del desarrollo progresivo de la sociedad y del papel desempeñado por las masas trabajadoras en ese desarrollo. [24]

65

En 1844-1845, Engels escribió La situación de la clase obrera en Inglaterra, obra en la que estudia el origen del proletariado industrial y su empobrecimiento progresivo, mostrando el papel histórico de esta clase en la destrucción del capitalismo. También se señalaba la necesidad de que el proletariado se uniera en una clase independiente con sus propios intereses y principios opuestos a la ideología burguesa. «Engels –escribía Lenin– fue el primero en afirmar que el proletariado no sólo construye una clase que sufre, sino que precisamente la miserable situación económica en que se encuentra le impulsa inconteniblemente hacia adelante y le obliga a luchar por su emancipación definitiva. Y el proletariado en lucha se ayudará a sí mismo. El movimiento político de la clase obrera llevará ineludiblemente a los trabajadores a la conciencia de que no les queda otra salida que el socialismo. Por otra parte, el socialismo tan sólo se transformará en una fuerza cuando se convierta en el objetivo de la lucha política de la clase obrera.»{14}

En 1844-1845, Engels escribe La situación de la clase obrera en Inglaterra, obra en la que investiga el origen del proletariado industrial y su progresivo empobrecimiento, a la vez que pone de manifiesto el papel histórico del proletariado en la abolición del capitalismo. En esta investigación establece la necesidad de que el proletariado se agrupe en una clase independiente, con sus propios intereses y principios, que son opuestos a la ideología burguesa. «Engels –escribió Lenin– fue el primero en decir que el proletariado no sólo constituye una clase que sufre, sino que precisamente la miserable situación económica en que se encuentra le impulsa inconteniblemente hacia delante y le obliga a luchar por su emancipación definitiva. Y el proletariado en lucha se ayudará a sí mismo. El movimiento político de la clase obrera llevará inevitablemente a los trabajadores a la conciencia de que no les queda otra salida que el socialismo. Por otra parte, el socialismo tan sólo se transformará en una fuerza cuando se convierta en el objetivo de la lucha política de la clase obrera»{14}.

66

Así, pues, Marx y Engels, independientemente y estudiando una situación económico-social y una literatura bastante diversas, en 1844 habían llegado a concepciones iguales en lo fundamental respecto de la vida social y las tareas del proletariado. En ese año empieza la gran amistad de los fundadores del marxismo, su lucha conjunta contra la ideología burguesa y la elaboración de la ideología científica del proletariado.

De esta suerte, trabajando cada cual por su lado, estudiando una situación socioeconómica notablemente distinta y profundizando en fuentes teóricas diversas, Marx y Engels llegaron en 1844 a conclusiones semejantes en lo esencial respecto de la vida social y las tareas del proletariado. Este mismo año comienza la gran amistad de los fundadores del marxismo, su lucha común contra la ideología burguesa y la elaboración de la ideología científica del proletariado.

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Elaboración de las tesis fundamentales del materialismo dialéctico e histórico

La elaboración de las proposiciones fundamentales del materialismo dialéctico y del materialismo histórico

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Entre 1844 y 1846, Marx y Engels dieron a la luz dos importantes obras: La Sagrada Familia y La ideología alemana, en las que se manifestaban contra la filosofía idealista imperante en Alemania, y en particular contra la filosofía de Hegel y sus seguidores, los neohegelianos. Al idealismo enfrentaban su nueva concepción del mundo, materialista dialéctica. En sus apuntes de La Sagrada Familia, Lenin destaca aquellos lugares en que Marx y Engels formulan las tesis fundamentales de su visión del mundo. Subraya, en particular, «la concepción de Marx, ya casi formada, en cuanto al papel revolucionario del proletariado», su enfoque de la teoría del valor fundado en el trabajo, y también «de la idea fundamental de su 'sistema'… a saber, la idea de las relaciones sociales de producción».{15}

Entre 1844 y 1846 Marx y Engels publican dos notables obras, La Sagrada Familia y La ideología alemana, en las que combaten la filosofía idealista preponderante en Alemania, especialmente la filosofía de Hegel y de sus seguidores, los [25] jóvenes hegelianos. A ella oponen su nueva concepción del mundo, la materialista dialéctica. En su resumen de La Sagrada familia, Lenin destaca los lugares donde Marx y Engels formulan las proposiciones fundamentales de su cosmovisión. En particular subraya «la concepción de Marx, casi formulada por completo, sobre el papel revolucionario del proletariado», el enfoque marxiano de la teoría del trabajo como creador del valor y «la idea fundamental de todo su 'sistema'…, a saber, el concepto de las relaciones sociales de producción»{15}.

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Con su aplicación de la dialéctica al análisis de las relaciones capitalistas y de las clases fundamentales de la sociedad burguesa, Marx y Engels, por una parte, señalaban la ley objetiva de la lucha de clases y, por otra, ponían de relieve la ley fundamental de la dialéctica materialista, la unidad y lucha de los contrarios. En su excelente estudio de las contradicciones entre el capital y el trabajo, [442] entre la burguesía y el proletariado, los fundadores del marxismo investigaron los aspectos conservador y revolucionario de esta contradicción principal de la sociedad burguesa y llegaron a la conclusión de que el desarrollo de la misma conducía con necesidad objetiva a la revolución capitalista.

Con su aplicación de la dialéctica al análisis de las relaciones capitalistas y de las clases fundamentales de la sociedad burguesa, Marx y Engels muestran, por un lado, que la lucha de clases dimana de leyes objetivas, mientras que por otro explicitan la ley fundamental de la dialéctica materialista, la ley de la unidad y de la lucha de los contrarios. En su notable caracterización de las contradicciones entre el capital y el trabajo, la burguesía y el proletariado, los fundadores del marxismo estudian el aspecto conservador y el revolucionario de esta contradicción principal de la sociedad burguesa y concluyen que el desarrollo de la misma conduce con necesidad objetiva a la revolución socialista.

70

Frente a los economistas burgueses, que en las contradicciones de la sociedad burguesa veían únicamente alteraciones temporales del estado normal de equilibrio, Marx y Engels señalaron que la existencia misma de esta sociedad descansa en la intervinculación de contrarios que se excluyen y condicionan recíprocamente. Así, por ejemplo, la anarquía de la producción y el orden legal burgués son inseparables. «La anarquía de la sociedad civil –escribían– es la base del estado de la cosa pública moderna, como el estado de la cosa pública es, a su vez, lo que garantiza esta anarquía. En la misma medida en que ambos se contraponen, se condicionan al mismo tiempo mutuamente.»{16}

Frente a los economistas burgueses que no veían en las contradicciones de la sociedad burguesa más que infracciones transitorias del estado normal de equilibrio, Marx y Engels ponen de manifiesto que la propia existencia de la sociedad burguesa se asienta en la interconexión de contrariedades que se excluyen y condicionan mutuamente. Por ejemplo, la anarquía en la producción y el ordenamiento jurídico burgués son inseparables. «…La anarquía de la sociedad civil es la base del estado de cosas público moderno, como el estado de cosas público es, a su vez, lo que garantiza esta anarquía. En la misma medida en que ambos se contraponen, se condicionan al mismo tiempo mutuamente»{16}.

71

En la lucha contra los neohegelianos, Marx y Engels se manifestaron, ante todo, contra su concepción sociológica, según la cual la autoconciencia, como fuerza motriz del proceso histórico-social, ejerce su función destructora y creadora pese a la resistencia del pueblo, que sería hostil a la autoconciencia. Marx y Engels denunciaron la esencia antirrevolucionaria de la concepción neohegeliana de los héroes y la masa, sosteniendo: 1) que las ideas son impotentes de por sí, sin vínculos con las necesidades sociales, materiales; 2) que la fuerza decisiva del desarrollo social reside en las masas populares, cuyo papel en el desenvolvimiento de la sociedad crece con arreglo a leyes; 3) que las grandes figuras históricas expresan necesidades sociales concretas, los intereses de clases determinadas, y que precisamente por ello son realmente grandes personalidades.

Ante todo Marx y Engels combaten a los jóvenes hegelianos en su concepción sociológica, de acuerdo con la cual la [26] autoconciencia, como fuerza propulsora del proceso histórico social, realiza su función destructiva y creadora a pesar de la resistencia del pueblo, calificado como hostil a dicha autoconciencia. A la par que denuncian la esencia antirrevolucionaria de la concepción joven-hegeliana de los héroes y la multitud, Marx y Engels establecen: 1) por sí mismas, desvinculadas de las necesidades sociales, materiales, las ideas son impotentes; 2) la fuerza decisiva del progreso social son las masas populares, cuyo papel en la dinámica de la sociedad se incrementa por fuerza de ley; 3) las grandes figuras históricas expresan necesidades, intereses sociales concretos de clases determinadas y por ello son realmente grandes personalidades.

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La Sagrada Familia se encontraba aún bajo la fuerte influencia del materialismo antropológico de Feuerbach. A ello obedece, en particular, el hecho de que Marx y Engels caracterizaran las relaciones sociales capitalistas como deformación de la naturaleza humana, si bien señalaban que la sociedad burguesa era un escalón históricamente necesario de evolución de la humanidad. Exponiendo, en esencia, concepciones comunistas, las calificaron con el término feuerbachiano de «humanismo real». Esta contradicción entre el contenido totalmente nuevo y la vieja forma de exposición fue superada en las obras siguientes.

La Sagrada Familia es una obra que todavía se encuentra bajo una fuerte influencia del materialismo antropológico de Feuerbach, y ello explica, en particular, que sus autores caractericen las relaciones sociales capitalistas como deformación de la naturaleza humana, si bien señalan que la sociedad burguesa es una fase históricamente necesaria de la evolución de la humanidad. Los conceptos virtualmente comunistas que aparecen en este texto vienen definidos con el término feuerbachiano de «humanismo real». Marx y Engels superarán esta contradicción entre un contenido radicalmente nuevo y la vieja forma de exposición en sus obras posteriores.

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En las Tesis sobre Feuerbach, escritas poco después de la aparición de La Sagrada Familia, Marx sometió a crítica el carácter contemplativo del materialismo de aquél (particularmente su incomprensión del papel de la práctica en el conocimiento) y los defectos de su crítica de la religión (incomprensión de las raíces sociales y clasistas de la misma), enfrentando a este punto de vista las tesis de partida de la teoría materialista dialéctica del conocimiento. Refiriéndose al materialismo de Feuerbach y sus predecesores, Marx [443] relacionaba estas doctrinas con el desarrollo de la sociedad burguesa; en cuanto a su  teoría materialista, la consideraba como fundamentación filosófica de la inevitable reconstrucción radical de la sociedad.

En las Tesis sobre Feuerbach, que aparecen poco después de publicarse La Sagrada Familia, Marx critica el carácter contemplativo del materialismo de Feuerbach (ante todo su incomprensión del papel de la práctica en el conocimiento) y sus deficiencias críticas frente a la religión (incomprensión de las raíces sociales clasistas de ésta), y opone al punto de vista de Feuerbach las proposiciones de partida de la gnoseología materialista dialéctica. Marx relaciona el materialismo de Feuerbach y sus precursores con el desarrollo de la sociedad burguesa, y considera a su propia teoría materialista como fundamentación filosófica de la ineluctabilidad de una recomposición cardinal de la sociedad.

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Una nueva fase en la elaboración de las tesis básicas del materialismo dialéctico e histórico, en la fundamentación materialista del comunismo científico, es La ideología alemana (1845-1846). En esta obra Marx y Engels culminan la crítica de los neohegelianos y analizan en todos las órdenes sus raíces de clase, burguesas, que presidían su ideología. Por primera vez ofrecen un análisis especial de la limitación de la filosofía de Kant y Hegel. En La ideología alemana, al criticar la concepción idealista de la historia, se somete también a crítica la filosofía de Feuerbach. En este trabajo se señaló por primera vez que Feuerbach era materialista únicamente en su visión de la naturaleza, pero no de la sociedad. Marx y Engels rechazaron aquí la pretensión de Feuerbach de considerar su teoría ética humanista (burguesa en el fondo) como una doctrina comunista. Los fundadores del marxismo se calificaron abiertamente de materialistas comunistas, renunciando al vago termino de «humanismo real».

La ideología alemana (1845-1846) marca una nueva fase en la elaboración de las proposiciones básicas del materialismo dialéctico y del materialismo histórico, así como en la fundamentación del comunismo científico, por parte de Marx [27] y Engels. En dicha obra culminan la crítica del joven-hegelianismo y analizan profundamente sus raíces clasistas, burguesas, al tiempo que llevan a cabo por primera vez un análisis específico de la limitación burguesa de Kant y Hegel. Al afrontar críticamente las interpretaciones idealistas de la historia, Marx y Engels incluyen también en este campo la filosofía de Feuerbach, de quien dicen por vez primera que es materialista sólo en la comprensión de la naturaleza, pero no en la de la sociedad. Los autores de La ideología alemana rechazan la pretensión por parte de Feuerbach de considerar como doctrina comunista su teoría ética humanista (burguesa en su basamento). Los fundadores del marxismo se denominan materialistas comunistas y renuncian al difuso término de «humanismo real" que habían venido usando anteriormente.

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En La ideología alemana se dio también un nuevo paso adelante en la interpretación del principio materialista del reflejo. Mientras que los materialistas premarxistas identificaban de hecho este concepto con el de verdad –considerando que los errores no podían reflejar la realidad objetiva–, Marx y Engels interpretaron dialécticamente el principio gnoseológico del reflejo, elaborando así las bases de la teoría del conocimiento del materialismo dialéctico. Esta concepción científica del reflejo como proceso dialécticamente contradictorio en el que siempre hay un contenido objetivo –si bien este último está muy lejos de ser siempre comprendido acertadamente–, permitió a los fundadores del marxismo dar solución materialista al problema de las relaciones entre la conciencia social y la existencia social. A este respecto, formularon la tesis fundamental del materialismo histórico: la conciencia social, en todas sus formas, refleja siempre y en todas partes el ser social y, por consiguiente, se halla objetivamente condicionada por este último.

En La ideología alemana se da un nuevo paso hacia la comprensión del principio materialista del reflejo. Si los materialistas premarxistas identificaban de hecho el reflejo y la verdad, pues sostenían que un error no puede ser reflejo de la realidad objetiva, Marx y Engels interpretan de modo dialéctico el principio gnoseológico del reflejo, con lo que sientan las bases de la teoría materialista dialéctica del conocimiento. Esta intelección científica del reflejo como proceso dialécticamente contradictorio, que tiene siempre un contenido objetivo, aunque no siempre se adquiera conciencia de él y se le comprenda acertadamente, permitió a los fundadores del marxismo resolver en el plano materialista el problema de la relación entre la conciencia social y el ser social. Es en este contexto donde formulan la proposición fundamentales del materialismo histórico: en todas sus formas, la conciencia social refleja siempre y por doquier el ser social y, en consecuencia, es éste el que la condiciona objetivamente.

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En La ideología alemana Marx y Engels investigaron el problema del papel de la producción en el desarrollo de la sociedad, formularon los conceptos de fuerzas productivas y relaciones de producción («formas de intercambio», según su terminología de aquel entonces), examinaron la lucha de clases como fenómeno sujeto a leyes, condicionado por las relaciones de producción basadas en la propiedad privada, e indicaron la legitimidad de las revoluciones sociales y la inevitable transición a la sociedad sin clases a través de la revolución comunista.

Marx y Engels estudian en La ideología alemana el papel de la producción en el desarrollo de la sociedad, formulan los conceptos de fuerzas productivas y relaciones de producción («formas de comunicación», según decían entonces los autores), consideran la lucha de clases como un fenómeno sujeto a leyes y condicionado por las relaciones de producción dimanantes de la propiedad privada, y señalan que las revoluciones sociales obedecen a leyes objetivas y que nada puede evitar la [28] transición hacia una sociedad sin clases a través de la revolución comunista.

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Marx y Engels señalaron que las ideas imperantes en la sociedad eran las ideas de la clase dominante, que el Estado, al margen de las formas de gobierno (monarquía, república democrática, &c.), siempre es la dictadura política de la clase a la que pertenecen los medios de producción. Este planteamiento del problema condujo a Marx y Engels a la idea de la dictadura del proletariado. [444]

Las ideas preponderantes en una sociedad, dicen los fundadores del marxismo, son las ideas de la clase dominante; el Estado, cualquiera que sea su forma, monarquía, república democrática, &c., es siempre la dictadura política de la clase poseedora de los medios de producción. Es este planteamiento el que conduce a Marx y Engels a la idea de la dictadura del proletariado.

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Crítica del socialismo pequeñoburgués

Crítica del socialismo pequeñoburgués

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Partiendo de la concepción materialista de la historia, Marx y Engels se manifestaron contra el socialismo pequeñoburgués alemán, cuyos representantes se denominaban «socialistas verdaderos». Los «socialistas verdaderos» (Moses Hess, Karl Grün y Otto Lüning) oponían su doctrina al socialismo utópico francés e inglés. No obstante, lejos de seguir desarrollando las ideas de Saint-Simon, Fourier y Owen, las deterioraron, privándolas de sus gérmenes de concepción científica materialista de la vida social y del ideal socialista, y tratando de deducir teóricamente los principios socialistas de la doctrina de Hegel y Feuerbach sobre el hombre. Estos ideólogos pequeñoburgueses, a quienes aterrorizaba la perspectiva de la proletarización del pequeño productor, soñaban con poner coto al desarrollo del capitalismo e identificaban el socialismo con el reino de los pequeños productores, de los campesinos y artesanos.

Partiendo de una comprensión materialista de la historia, Marx y Engels combaten el socialismo pequeñoburgués alemán, cuyos exponentes se autodenominaban «verdaderos socialistas» (Moisés Hess, Carlos Grün, Otto Lüning). Los «verdaderos socialistas» oponían sus concepciones al socialismo utópico francés e inglés pero, lejos de ultrapasar las doctrinas de Saint-Simon, Fourier y Owen, las empeoraban despojándolas de sus gérmenes de comprensión científica, materialista, de la vida social y del ideal socialista, e intentaban inferir teóricamente los principios socialistas de la proposición hegeliana y feuerbachiana acerca del hombre. Estos ideólogos pequeñoburgueses se sentían horrorizados ante la perspectiva de la proletarización del pequeño productor y soñaban con impedir el desarrollo del capitalismo; para ellos, el socialismo era el reino de los pequeños propietarios, los campesinos y los artesanos.

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Marx y Engels sometieron a dura crítica las construcciones abstractas y especulativas del «socialismo verdadero» señalando que esta corriente no era un avance de la teoría socialista, ya que significaba una crítica del capitalismo desde la derecha. Marx y Engels señalaron que el ideal socialista no era algo al margen de las clases, sino que en su forma científica y revolucionaria se hallaba indisolublemente ligado a los proletarios como reflejo de su situación y sus intereses.

Marx y Engels sometieron a una rigurosa crítica las lucubraciones abstractas, especulativas, del «verdadero socialismo» y mostraron que, como crítica del capitalismo desde la derecha, esta corriente no era un desarrollo de teoría socialista. El ideal socialista, dicen Marx y Engels, no tiene un carácter al margen de la lucha de clases: en su forma científica y revolucionaria está indisolublemente vinculado con el proletariado como reflejo de su situación y sus intereses.

81

De este modo, al crear el materialismo dialéctico e histórico, Marx y Engels no se manifestaban sólo contra la ideología burguesa, sino también contra la pequeñoburguesa, y en particular contra el socialismo utópico pequeñoburgués. En ese sentido se hace evidente la particular significación de Miseria de la filosofía, obra en la que Marx sometió a crítica exhaustiva el Sistema de las contradicciones económicas o Filosofía de la miseria, del socialista pequeñoburgués Proudhon, a quien pertenecía la famosa frase de «la propiedad es un robo». Ahora bien, a lo único que se refería es a la gran propiedad capitalista, enfrentándole la propiedad del pequeño productor –a la que Proudhon denominaba posesión– y que consideraba justa y en plena correspondencia con la naturaleza humana. Marx se opuso decididamente a esta idealización reaccionaria de la propiedad pequeñoburguesa, haciendo ver que las relaciones capitalistas no surgen en el vacío, sino que son resultado del desarrollo de la pequeña producción mercantil.

De esta suerte, al crear el materialismo dialéctico y el materialismo histórico, Marx y Engels combaten no sólo la ideología burguesa, sino también la pequeñoburguesa, [29] especialmente el socialismo utópico pequeñoburgués. En este plano es evidente la gran importancia de la Miseria de la filosofía, obra en la que Marx critica en todos sus aspectos el libro Sistema de las contradicciones económicas o Filosofía de la miseria, del socialista pequeñoburgués francés Pedro Proudhon. Autor de la célebre frase «La propiedad es un robo», Proudhon entiende por tal sólo la gran propiedad capitalista, a la que opone, considerándola justa y en plena consonancia con la naturaleza del hombre, la del pequeño productor, a la que llama posesión. Marx ataca resueltamente esa idealización reaccionaria de la propiedad pequeñoburguesa y muestra que las relaciones capitalistas no nacen en el vacío, sino que son consecuencia del desarrollo de la pequeña producción mercantil.

82

Proudhon afirmaba que la propiedad capitalista es consecuencia del incumplimiento, de la aplicación indebida y la deformación de la ley del valor, que él consideraba la única base posible y racional para el intercambio de los frutos de la producción entre los productores, cuyos intereses naturales (es decir, independientes del desarrollo histórico) condicionaban la división del trabajo. Marx explicó que la existencia del capitalismo no se opone a la ley del valor, y, por tanto, al intercambio equivalente. El capitalismo no puede ser [445] destruido por el perfeccionamiento y «corrección» de las leyes que le son propias, sino mediante el paso revolucionario a un nuevo sistema de relaciones de producción con leyes objetivas nuevas, que le son inherentes.

Proudhon afirmaba que la propiedad capitalista era resultado de una infracción, de una aplicación desatinada y falseada de la ley del valor. Para este utópico la ley del valor era la única base posible y racional del trueque de mercancías entre los productores, cuyos intereses naturales (esto es, independientes del desarrollo histórico) condicionaban la existencia de la división del trabajo. Marx explica que la existencia del capitalismo no contradice la ley del valor y, en consecuencia, un intercambio equivalente. No es perfeccionando y «corrigiendo» las leyes que le son propias como se puede abolir el capitalismo, sino mediante la transición revolucionaria a un nuevo sistema de relaciones de producción con las nuevas leyes internas objetivas que le son inherentes.

83

Proudhon se decía dialéctico y pretendía proseguir la elaboración científica del método de Hegel. Marx demostró que, de hecho, Proudhon se mantenía en las posiciones de la metafísica, por cuanto las categorías económicas del capitalismo eran para él principios eternos de la razón humana, que se podían aplicar de manera diversa, pero que no podían ser reemplazados por nuevos principios económicos. En su crítica de la metafísica proudhoniana, Marx elaboró la concepción dialéctica de las categorías económicas; señaló que ellas reflejan relaciones de producción históricamente pasajeras y son tan pasajeras como estas últimas.

Proudhon hablaba mucho de las contradicciones dialécticas del capitalismo, pero les daba una interpretación extremadamente simplista. Así, por ejemplo, afirmaba que la contradicción fundamental del capitalismo reside en la presencia de dos aspectos opuestos: uno bueno (la riqueza) y otro malo (la pobreza). Es necesario, afirmaba, suprimir el lado malo del capitalismo y conservar el bueno. No comprendía que dentro del capitalismo lo bueno y lo malo son inseparables, ya que la riqueza en su forma capitalista (propiedad privada sobre los medios de producción) engendra inevitablemente la miseria, y esta última (carencia de medios de producción entre la generalidad de los trabajadores) crea la riqueza de los capitalistas. Era necesario, pues, suprimir no uno u otro lado del sistema, sino el modo capitalista de producción en su conjunto. Es la concepción dialéctica de las contradicciones internas del régimen capitalista la que llevó a Marx a esta conclusión revolucionaria.

Marx muestra que Proudhon, que se llamaba dialéctico y pretendía haber elaborado científicamente el método de Hegel, permanecía en el terreno de la metafísica, ya que para él las categorías económicas del capitalismo eran principios de la razón humana que existían desde siempre y, si bien podían ser aplicadas de modo diverso, no podían verse reemplazadas por nuevos principios económicos. En su crítica de la metafísica del proudhonismo, Marx elabora la comprensión dialéctica de las categorías económicas y establece que reflejan relaciones de producción históricamente transitorias y, por tanto, son tan transitorias como éstas. Aunque hablaba prolijamente de las contradicciones dialécticas del capitalismo, Proudhon las entendía de un modo sumamente simplificado, afirmando, por [30] ejemplo, que la contradicción básica del capitalismo estribaba en la existencia de dos aspectos opuestos: el bueno (la riqueza) y el malo (la pobreza). Había que podar al capitalismo el lado malo y conservar el bueno. Proudhon no comprendía que bajo el capitalismo lo malo y lo bueno son inseparables, pues la riqueza, en su forma capitalista (la propiedad privada sobre los medios de producción), engendra inexorablemente la miseria, y ésta (la carencia de medios de producción entre el grueso de trabajadores) engendra la riqueza de los capitalistas. Lo que se debe destruir, pues, no es un aspecto u otro del sistema capitalista, sino el modo capitalista de producción globalmente, conclusión revolucionaria ésta a la que Marx llega merced a su comprensión científica, dialéctica, de las contradicciones internas del régimen capitalista.

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A la vez que elaboraban el materialismo dialéctico e histórico como concepción proletaria, totalmente nueva del mundo, Marx y Engels lucharon infatigablemente para la creación del partido comunista proletario, que debía ser el destacamento de vanguardia del proletariado revolucionario. En 1847 esta lucha se vio coronada con la constitución de la Liga de los comunistas, cuyo programa fue el famoso Manifiesto del Partido Comunista, que Marx y Engels escribieron en diciembre de 1847 y enero de 1848. La divisa revolucionaria de la Liga de los comunistas –«Â¡Proletarios de todos los países, uníos!»– adquirió en él una amplia fundamentación científica. La idea central de esta genial obra es la de la dictadura del proletariado, a cuya necesidad se llega mediante el análisis de la ciencia y desarrollo del régimen capitalista, mediante el análisis de la lucha de clases entre el proletariado y la burguesía. Refiriéndose a la significación filosófica del Manifiesto del Partido Comunista, Lenin decía: «En esta obra se dibuja con genial claridad y brillantez la nueva concepción del mundo, el materialismo consecuente, que abarca el campo de la vida social, la dialéctica, como la doctrina más completa y profunda del desarrollo, y la teoría de la lucha de clases y  [446] del papel revolucionario histórico universal del proletariado, creador de la nueva sociedad comunista.»{17}

A la par que iban elaborando el materialismo dialéctico y el materialismo histórico como cosmovisión proletaria radicalmente nueva, Marx y Engels desplegaban una labor incesante para formar un partido comunista que fuera el destacamento de vanguardia del proletariado revolucionario, cosa que lograron en 1847 al constituirse la Liga de los Comunistas, cuyo programa es el famoso Manifiesto del Partido Comunista, escrito por sus fundadores entre diciembre de 1847 y enero de 1848. La consigna revolucionaria de la Liga «Â¡Proletarios de todos los países, uníos!» queda plenamente fundamentada en sus varias facetas. El eje de esta obra genial es la idea de la dictadura del proletariado, cuya necesidad ponen al descubierto mediante el análisis de la esencia y el desarrollo del sistema capitalista, la lucha de clases entre el proletariado y la burguesía. En cuanto al alcance filosófico del Manifiesto del Partido Comunista, Lenin dice: «Esta obra expone, con una claridad y una brillantez geniales, la nueva concepción del mundo, el materialismo consecuente, aplicado también al campo de la vida social, la dialéctica como la más completa y profunda doctrina del desarrollo, la teoría de la lucha de clases y del papel revolucionario histórico mundial del proletariado como creador de una sociedad nueva, de la sociedad comunista»{17}. [31]

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Con el Manifiesto del Partido Comunista culmina el proceso de formación del marxismo y su base filosófica, el materialismo dialéctico e histórico.

Con el Manifiesto del Partido Comunista culmina la formación del marxismo y de su base filosófica, el materialismo dialéctico y el materialismo histórico.

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Rasgos fundamentales de la revolución realizada por Marx y Engels en el campo de la filosofía

Rasgos fundamentales de la revolución en filosofía realizada por Marx y Engels

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El estudio de las condiciones históricas, de las fuentes teóricas y las premisas científico-naturales de la aparición del marxismo y el examen de los aspectos fundamentales del proceso de formación de la filosofía marxista, nos permiten determinar brevemente los rasgos de la revolución que en filosofía llevaron a cabo los fundadores del marxismo.

El estudio de las circunstancias históricas, de las fuentes teóricas y de las premisas científico-naturales del surgimiento del marxismo, el examen de los elementos básicos del proceso de formación de la filosofía del marxismo permiten definir someramente en qué consiste la revolución en filosofía realizada por los fundadores del marxismo.

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Marx y Engels elaboraron la concepción científica del mundo, la filosofía de la clase obrera y de su partido comunista, que cualitativamente se diferencia de todas las doctrinas filosóficas precedentes, incluidas las progresivas. Los fundadores del marxismo unieron en un todo indisoluble la dialéctica y el materialismo, expusieron la dialéctica materialista (opuesta a la dialéctica idealista hegeliana) y crearon la teoría materialista del proceso histórico-social. Esto era expresión directa e inmediata de la revolución que Marx y Engels produjeron en el campo de la filosofía. Los fundadores del marxismo indicaron reiteradamente que negaban la filosofía en el viejo sentido de la palabra. Se trataba de la negación de la oposición, característica en la filosofía premarxista, de la teoría filosófica y la práctica (en particular, el movimiento de emancipación de los trabajadores), de la negación del enfrentamiento de la teoría filosófica a las ciencias positivas sobre la naturaleza y la sociedad, que eran consideradas como conocimiento de categoría inferior, del que la filosofía podía prescindir. Cierto que algunos de los más eminentes representantes de la filosofía anterior a Marx trataron de poner fin a la noción de que la filosofía no tenía nada que ver con los intereses prácticos y se limitaba al estudio imparcial de la verdad. Pero ninguno de ellos pudo proporcionar fundamentos materialistas a la unidad de la filosofía y la práctica social.

Marx y Engels elaboraron una concepción científica del mundo, la filosofía de la clase obrera y de su partido comunista, que difiere cualitativamente de todas las precedentes, incluidas las doctrinas filosóficas progresistas. Los fundadores del marxismo unieron en un todo inescindible la dialéctica y el materialismo, elaboraron la dialéctica materialista (opuesta a la dialéctica idealista hegeliana), crearon la teoría materialista del proceso histórico social. Fue ésta precisamente la expresión directa e inmediata de la revolución en filosofía llevada a cabo por Marx y Engels. Los fundadores del marxismo reiteraron que negaban la filosofía en la acepción que hasta entonces tuviera esta palabra, es decir, negaban la contraposición –característica en el período anterior– entre la teoría filosófica y la actividad práctica (especialmente el movimiento emancipador de los trabajadores), la contraposición entre la teoría filosófica y las ciencias positivas de la naturaleza y las de la sociedad, comúnmente juzgadas como conocimientos de rango inferior que la filosofía tenía derecho a desdeñar. Qué duda cabe, algunos de los representantes más destacados de la filosofía premarxista ya habían tratado de acabar con la idea de que la filosofía no tenía nada que ver con los intereses prácticos y se limitaba a estudiar de modo imparcial la realidad, pero ninguno de ellos supo fundamentar en el terreno materialista la unidad de la filosofía y la práctica social. [32]

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La antigua filosofía era contrapuesta a las ciencias positivas de la naturaleza y la sociedad como «ciencia de las ciencias», no apoyada en los datos de las investigaciones científicas concretas, sino en los principios de la razón. Los filósofos premarxistas, que consideraban injusta esta oposición y trataron de superarla, no consiguieron sus propósitos; sólo la interpretación materialista de la naturaleza y la sociedad y la concepción dialéctica del decoro lo permitían comprender la situación real de la filosofía en el sistema de conocimientos científicos de la naturaleza y la sociedad, determinar científicamente el objeto de la filosofía y, de este modo, poner fin a la [447] oposición entre el conocimiento filosófico y las otras ciencias. Marx y Engels resolvieron este gran problema y convirtieron así la filosofía en auténtica concepción científica del mundo.

La vieja filosofía se oponía a las ciencias positivas de la naturaleza y de la sociedad como una «ciencia de las ciencias» que no extraía sus proposiciones de los datos de las investigaciones científicas concretas, sino de los principios de la razón. Los filósofos premarxistas que consideraban injustificada tal contraposición e intentaron superarla no pudieron resolver este problema; solamente la interpretación materialista de la naturaleza y la sociedad y la concepción dialéctica del desarrollo permiten comprender cuál es la verdadera situación de la filosofía en el sistema de conocimientos científicos de la naturaleza y la sociedad, definir científicamente el objeto de la filosofía y poner coto, con ello, a la oposición entre el saber filosófico y el de las demás ciencias. Marx y Engels resolvieron este magno problema y gracias a ello convirtieron la filosofía en una verdadera concepción científica del mundo.

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La creación del materialismo histórico fue una importantísima expresión de la revolución que el marxismo llevó a cabo en la filosofía. «El materialismo histórico de Marx es una conquista formidable del pensamiento científico. Al caos y a la arbitrariedad, que hasta entonces imperaban en las concepciones relativas a la historia y a la política, sucedió una teoría científica asombrosamente completa y armónica, que muestra cómo de un tipo de vida social se desarrolla, en virtud del crecimiento de las fuerzas productivas, otro más elevado, cómo del feudalismo, por ejemplo, nace el capitalismo.»{18}

La creación del materialismo histórico es la más alta expresión de la revolución llevada a cabo por el marxismo en el terreno de la filosofía. «El materialismo histórico de Marx –escribió Lenin– es una conquista formidable del pensamiento científico. Al caos y a la arbitrariedad, que hasta entonces imperaban en las concepciones relativas a la historia y a la política, sucedió una teoría científica asombrosamente completa y armónica, que muestra cómo de un tipo de vida social se desarrolla, en virtud del crecimiento de las fuerzas productivas, otro más alto, cómo del feudalismo, por ejemplo, nace el capitalismo»{18}.

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Marx y Engels descubrieron la base real de la diversidad de las relaciones sociales: la producción de bienes materiales, cuyo desarrollo determina todos los aspectos restantes de la vida social. El estudio de la producción material y de su principal fuerza productiva –las masas trabajadoras– condujo a Marx y Engels a la trascendental conclusión del papel decisivo de las masas populares en la historia.

Marx y Engels destacaron la auténtica base generadora de toda diversidad en las relaciones sociales, la producción de los bienes materiales, cuya dinámica determina los demás aspectos de la vida social. El estudio de la producción material y de su fuerza productiva principal –las masas trabajadoras– les llevó a una deducción de suma importancia: el papel decisivo de las masas trabajadoras en la historia.

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Eminentes pensadores habían hablado de la necesidad de crear una filosofía científica, que ellos comprendían, no obstante, como un sistema de verdades absolutas establecidas de una vez para siempre. Sólo Marx y Engels demostraron que el conocimiento filosófico –lo mismo que cualquier otro conocimiento de la realidad– se desarrolla constantemente y nunca será culminado definitivamente. La filosofía no puede ni debe ser una «ciencia absoluta» que pretenda «solucionar todos los enigmas». N. hay por ello razón alguna para enfrentar la «filosofía de lo naturaleza» a las ciencias naturales, la «filosofía de la historia» a la historia como ciencia, la «filosofía del derecho» a la ciencia jurídica, &c.

Los más destacados precursores de Marx y Engels plantearon la necesidad de crear una filosofía científica, entendiéndola, [33] empero, como un sistema de verdades absolutas instauradas de una vez para siempre. Solamente Marx y Engels demostraron que el saber filosófico, como cualquier otro conocimiento de la realidad, evoluciona sin cesar y nunca llega a una culminación definitiva. La filosofía no puede ni debe ser una «ciencia absoluta» que pretenda «resolver todos los enigmas». Por ello no hay razón alguna para contraponer la «filosofía de la naturaleza» a las ciencias naturales; la «filosofía de la historia» a la historia como ciencia; la «filosofía del derecho» a la jurisprudencia, &c.

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El materialismo dialéctico e histórico de Marx y Engels no es una «ciencia de las ciencias» al margen de los postulados teóricos de estas últimas. Si las distintas ciencias investigan formas determinadas del movimiento de la materia y sus leyes específicas, la filosofía marxista –el materialismo dialéctico e histórico– es la concepción científica del mundo que estudia las leyes inmunes a las formas física, biológica y social del movimiento de la materia. La revolución que Marx y Engels llevaron a cabo en filosofía significó la transformación de ésta en una concepción científica del mundo vinculada indestructiblemente al movimiento de emancipación de la clase obrera y a la transformación comunista de las relaciones sociales. Gracias al marxismo, la filosofía, que había agotado sus posibilidades de desarrollo progresivo en el terreno burgués, se convirtió en una poderosa fuerza ideológica del avance social.

El materialismo dialéctico y el materialismo histórico creados por Marx y Engels no son una «ciencia de las ciencias» que desdeñe las proposiciones teóricas de las demás ciencias. Si las ciencias concretas estudian formas determinadas del movimiento de la materia y las leyes específicas que les son inherentes, la filosofía marxista –el materialismo dialéctico y el materialismo histórico– es una concepción científica del mundo que estudia las leyes comunes a todas las formas –física, biológica, social– del movimiento de la materia. La revolución llevada a cabo por Marx y Engels en filosofía significó la transformación de ésta en una concepción científica del mundo indisolublemente entroncada con el movimiento emancipador de la clase obrera y la transformación comunista de las relaciones sociales. Gracias al marxismo, la filosofía, que había agotado las posibilidades de progreso en el ámbito burgués, se tornó una gran fuerza ideológica del desarrollo social.


{1} V. I. Lenin, «Obras Completas», t. XXXVIII, pág. 305

{2} V. I. Lenin, «Obras escogidas en tres tomos». Ed. Progreso, Moscú, 1966, t. I, pág. 61.

{3} K. Marx y F. Engels, «Obras», t. XIX, pág. 196.

{4} K. Marx y F. Engels, «Primeras obras», Moscú, 1956, pág. 25.

{5} K. Marx y F. Engels, «Primeras obras», pág. 252.

{6} Ibid., pág. 257.

{7} K. Marx y F. Engels, «Obras», t. I, pág. 379.

{8} Ibíd.

{9} Ibíd., pág 381.

{10} Ibid., pág. 422.

{11} K. Marx y F. Engels, «Obras», t. I, pág 428.

{12} K. Marx y F. Engels, «Primeras obras», págs. 337-338.

{13} Ibid., pág 397.

{14} V. I. Lenin, «Obras escogidas en tres tomos», ed. cit., t. I, pág. 56.

{15} V. I. Lenin, «Obras Completas», t. XXIX, pág. 16.

{16} C. Marx y F. Engels, «La Sagrada Familia», Ed. Grijalbo, México, D.F., 1960, pág. 184.

{17} V. I. Lenin, «Obras Completas», t. XXVI, pág. 48.

{18} V. I. Lenin, «Obras escogidas», en tres tomos, ed. cit., t. I, pág. 62.

{1} V. I. Lenin. La Tercera Internacional y su lugar en la historia. Obras Completas, 5ª ed. en ruso, t. 38, pág. 305. (En lo sucesivo, O. C., t., pág.)

{2} V. I. Lenin. Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo. O. C., t. 23, pág. 40.

{3} C. Marx y F. Engels. Obras, ed. en ruso, t. 19, pág. 196. (En lo sucesivo, Obras, t., pág.)

{4} C. Marx y F. Engels. Primeros escritos. Moscú, 1956, pág. 25.

{5} Ibídem, pág. 252.

{6} Ibídem, pág. 257.

{7} C. Marx y F. Engels. Obras, t. 1, pág. 379.

{8} Ibídem.

{9} Ibídem. pág. 381.

{10} Ibídem, pág. 422.

{11} Ibídem, pág. 428.

{12} C. Marx y F. Engels. Primeros escritos, págs. 337 y 338.

{13} Ibídem, pág. 397.

{14} V. I. Lenin. Federico Engels. O. C., t. 2, pág. 9.

{15} V. I. Lenin. Resumen del libro de Marx y Engels «La Sagrada Familia». O. C., t. 19, pág. 16.

{16} Marx y F. Engels. Obras, t. 2, pág. 130.

{17} V. I. Lenin. Carlos Marx. O. C., t. 26, pág. 48.

{18} V. I. Lenin. Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo. O. C., t. 23, pág. 44.

 

Dos traducciones de una soviética Historia de la Filosofía
XII. La aparición del materialismo dialéctico e histórico, una revolución en la filosofía
Conclusión. Trayectoria histórica de la filosofía

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