Filosofía en español 
Filosofía en español

En el primer centenario del 9 de mayo de 1808

Oviedo

 
9 de mayo de 1808
 
En este sitio
rechazó el pueblo ovetense
las órdenes del extranjero
e inició el alzamiento de Asturias
para defender la independencia española
Gloria y Gratitud
a Llano-Ponte · Busto · Peñalva
Reconco · Correa · Méndez-Vigo
Argüelles · Escosura · Jove
Joaquina G. Bobela
María G. Andallón
y más patriotas
 
En el I Centenario
el Ayuntamiento de Oviedo

 

Lápida colocada en un edificio de la calle Cimadevilla, esquina calle Altamirano, conmemorativa del centenario del alzamiento de los ovetenses contra los malvados invasores imperialistas franceses y contra los traidores españoles afrancesados, que se produjo en cuanto llegaron, la mañana del 9 de mayo, los correos de Madrid con las primeras noticias del heroico sacrificio del pueblo madrileño, levantado patrióticamente el 2 de mayo de 1808 frente a la odiosa opresión del cruel ocupante gabacho. Adviértase que el texto de esta placa, redactado en 1908, evita mencionar expresamente a la Francia o al francés, sustituido por un “extranjero” indefinido.

«Aquella misma mañana del día 9, el Regente de esta Audiencia, cumpliendo órdenes de Madrid, hizo imprimir, para su difusión por la provincia, una astuta R. O. a la que se acompañaba el Bando que el Consejo Real había publicado en Madrid el 2 de Mayo, y la Orden del mismo día, dada también en Madrid, por S. A. I. y R. el general francés Murat, Gran Duque de Berg. Dicha Orden constaba de siete artículos; el 1º no afectaba a los españoles; los otros decían así: "Art. 2º. Todos los que han sido presos en el alboroto y con las armas en la mano, serán arcabuceados. Art. 3º. La Junta de Estado va a hacer desarmar los vecinos de Madrid. Todos los habitantes y estantes, quienes después de la ejecución de esta orden se hallasen armados o conservasen armas sin una permisión especial, serán arcabuceados. Art. 4º. Toda reunión de más de ocho personas será considerada como una Junta sediciosa y desecha por la fusilería. Art. 5º. Todo lugar en donde sea asesinado un francés, será quemado. Art. 6º. Los amos quedarán responsables de sus criados; los jefes de talleres y obradores y demás de sus oficiales; los padres y madres de sus hijos y los Ministros de los conventos de sus religiosos. Art. 7º. Los autores, vendedores y distribuidores de libelos impresos o manuscritos provocando a la sedición, serán considerados como unos agentes de la Inglaterra y arcabuceados." Realmente bien podría esperarse mayor generosidad en quien había venido a traer a los españoles la Libertad. En vista de la efervescencia que se notaba en las calles de Oviedo, hubo de salir la Audiencia en corporación, con el Comandante provincial de Armas, para promulgar el sanguinario Bando; y cuando al llegar al final de Cimadevilla, calle en la que entonces radicaba la Audiencia, el tambor dio la señal de atención, una mujer llamada María Andallón dio el primer grito: "¡Abajo el imprimido!". Inmediatamente otra mujer, Joaquina Bobela, añadió: "¡Que no se publique!", y el grito fue repetido por el canónigo Llano Ponte. Mientras el conde de Peñalba y el médico D. Manuel Reconco clamaban "¡a las armas!", D. Froilán Méndez Vigo rompió el parche del tambor, e incrementándose el alboroto, tuvieron los magistrados que refugiarse en la Audiencia sin haber publicado el Bando. Una lápida colocada en la casa de Cimadevilla que hace esquina a Altamirano, recuerda en breves palabras los hechos. Intervinieron el anciano obispo y otras autoridades para tratar de calmar los ánimos, pero el pueblo, los estudiantes, los vizcaínos de la fabricación de armas y algunos nobles, invadieron la Audiencia, que estaba en Cimadevilla frente a la calleja de los Huevos, y no cesaron de reclamar los Bandos. Por fin el Procurador general D. Gregorio Jove tuvo ocasión de sustraerlos de la casaca del Secretario de la Cámara, y mostrándolos a los amotinados, les invitó a que le siguieran hasta el Campo de San Francisco, donde fueron rotos y quemados. De esta forma se evitaron más graves incidentes dentro de la Audiencia, cuyas autoridades daban sospechosas muestras de afrancesamiento.» (José Ramón Tolivar Faes, Nombres y cosas de las calles de Oviedo, Imprenta Gofer, Oviedo 1992, páginas 457-458.)

r