24 Congreso de filósofos jóvenes Sitges 1987

Teresa Oñate
La frente de fuego y de cristal
(fresco de unos días)

Diálogo Filosófico, Madrid, nº 10, 1988
 

Sitges blanca y azul recibió, esta vez, la primavera del XXIV Congreso de filósofos jóvenes. Es verdad que la asamblea del último día convino en explicitar la inconveniencia, extrañeza, y anacronía del rótulo que nos convocaba; que la juventud es ingenuo y discriminatorio signo de efímera identidad. Sin embargo, también es cierto que nuestras reuniones estuvieron envueltas en esa atmósfera fresca que se aleja de la Academia –sin menoscabo del rigor– haciendo posible la rápida transmisión de ideas y exploraciones en pensamiento entrelazado; sólo desde ahí eran jóvenes nuestras conversaciones; desde el amable recinto del Teatro Prado (que dormitaba como un casino de postguerra), hasta la ensoñación gotizante del Palau Maricel; brincando por entre callejas o abriéndonos al mar ensimismado, los amigos de la sabiduría, perseguíamos por Sitges el sentido de las cosas, poblando de palabra las texturas, tal como acostumbramos. Se trataba de reflexionar sobre el Tiempo-Lenguaje, llevando allí los resultados del trabajo que nos encomendamos el curso anterior en la añeja Universidad de Alcalá de Henares. La elección no era, como casi nunca, casual: se proponía hurgar en la imprecisa conciencia de lo que se detecta como un rasgo de nuestro ahora: que vivimos un Tiempo hermeneútico. En esta expresión me parecen concentrarse las direcciones, referencias, problemas y elaboraciones que se resistían a terminar cuando acababan las ponencias y seminarios programados.

Se dirá que este relato comienza por donde debiera acabar: que trazo primero la sinopsis global; pero también es hermeneútica esta crónica, atenta a que el ámbito lingüístico de juego elegido dispone el sentido de lo que en él aparezca; tampoco es fortuito que aquí el antes y el después converjan: la experiencia que confluía desde muchas zonas era la de un Acontecimiento: la insuficiencia del tiempo lineal; del contínuonuo progresar de la Historia; de la proyección de este paradigma explicativo determinante en otros campos noético-práxicos.

El clima de sintonía que estoy subrayando se manifestó también en la referecia sistemática a dos pensamientos y tradiciones: los de Ludwig Wittgenstein y Martin Heidegger. Además la sombra de un viajero llamado Nietzsche planeaba sobre los discursos y recorridos. Las voces Silencio, Juegos de lenguaje, Ereignis, Andenken... se convirtieron en esquemas trascendentales de nuestro meditar.

En la misma línea repensamos el Cratilo (Miguel Cereceda), la solemne Sentencia de Anaximandro (Miguel Morey) y la Tercera enéada de Plotino (Mariano Rodríguez); la poesía de Baudelaire (Rafael Argullol); la verosímil pesadilla orweliana (José Carlos Fajardo); los delirios de Kafka (Javier Castro); los simulacros de Baudrillard (Joan Pipo) y las cromáticas planas de Marcel Duchamp (Fernando Castro).

Desde mis propias resonancias he de destacar la conferencia de Isidoro Reguera, titulada significativamente La expresivivdad del silencio: Wittgenstein y Heidegger. Desde la conexión quc efectuaba entre el último Wittgenstein, el Heidegger de Unterwegs zur Sprache y la mística del Deus absconditus en el Aurora de Böhme, bordeada la linde de un precipicio: el lenguaje de la ausencia. Gran interés suscitó la comunicación de Quintín Racionero: Logos, lenguaje y símbolo, que partiendo de La Retórica aristotélica contrastaba las epistemologías metafísicas con la perspectiva hermeneútica, señalando o anunciando el final de una concepción de la ontología que en sus fundamentos últimos no es sino metapolítica.

Eric Gómez, Javier Sádaba y José Luis Velázquez abordaron la problemática del Tiempo-Lenguaje, centrándose, de nuevo, respectivamente en: el primer Heidegger; el Tractatus y la Filosofía de la psicología de Wittgenstein; y la relación de ambos filósofos entre sí, a este respecto.

Por lo que se refiere a mi propia intervención, dediqué el seminario a lo que llamo el tiempo convergente –contaba Tony Puimedón, el presidente que según se decía ha sabido organizar uno de los mejores congresos habidos, cómo su equipo usó este título para recabar subvenciones de Convergencia i unió, no obstante la muy probable certeza de que Jordi Pujol no hubiera leído nunca el Zeit und Sein (1962) del segundo Heidegger, en que se basaba mi ponencia–. El eje de este discurso estaba en el salto (Sprung) hacia adentro que nos traslada a la razón hermeneútica, si escupimos la cabeza de la serpiente que atenaza al pastor del Zaratustra. Desde cierta lectura del Eterno retorno nietzscheano y desde la tetradimensionalidad del tiempo –que es pergeñada en la referida conferencia de Heidegger– me proponía que notáramos cómo se abre la posibilidad de escuchar lo otro inagotable: lo ungedachte y ungesachte, albergados y tapados en-por el lenguaje y/o la Historia de la Metafísica: de nuestra tradición. Trataba, así, por último, de diferenciar la comprensión de la verdad-temporalidad que alberga el logos de la poíesis (del pensar poético hermeneútico) y la interpretación efectiva de las mismas que se realiza en posiciones místico-escépticas tales como la que Wittgenstein podría representar.

De esta breve reseña parece desprenderse que la pregunta por el lenguaje denotara una generalizada experiencia de los asistentes: la relativa al carácter intralingüístico de la realidad; y que la pregunta por el tiempo, íntimamente ligada a la anterior, expresara la preocupación por ahondar en las transformaciones que la temporalidad-espacialidad sufre y permite, cuando se vincula a una conciecia hermeneútica (de la que es por igual causa y efecto). La primera de estas transformaciones afecta, inmediatamente, a la Filosofía de la Historia: a la consideración de su estatuto ontológico y epistémico, imponiendo la exigencia de um crítica ético-politica de la historia, orientada a determinar los criterios práxicos internos a esta otra condición, y su problemática capacidad de posibilitar una historia diferente.

Por eso tampoco fue casual que el tema de trabajo para el próximo Congreso resultara ser, en la votación asamblearia de clausura, el de filosofía y política. El año próximo nos reuniremos en Cáceres, donde el Congreso cumplirá su veinticinco aniversario; con este motivo algunas de las intervenciones se dedicarán a considerar cuál haya sido la influencia real de la filosofía en la política de nuestro país durante este período.

Echaremos de menos la suave envoltura del Mediterráneo, pero nos recrearemos en el espléndido casco viejo de esa ciudad olvidada. Quizá como en Sitges sintamos que nos arden las sienes al contacto de cristalinas volumetrías e imprescindibles preguntas. Quizá volvamos a sentir que la Academia, el Liceo y el Jardín se perpetúan en el linaje inextinguido de los que siguen aún, entre la perplejidad y la tristeza, maravillándose.

Teresa Oñate

{Diálogo Filosófico, Madrid, año 4, nº 10, enero-abril 1988, páginas 89-91.}

 
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