Filosofía en español 
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Punto tercero · Del pecado original, y sus efectos

P. ¿Qué es pecado original? R. Que es: privatio voluntaria [142] iustitia originalis. Dícese voluntaria, no formaliter y physice, sino terminative, y per modum effectus con respeto a la voluntad de Adán, en la que se contenían las de todos los hombres. Se añade: iustitiae originalis; para cuya inteligencia han de notarse tres cosas incluidas en la justicia original.

La primera, la sujeción de la mente o razón a Dios. La segunda, la de las fuerzas inferiores a la misma razón. La tercera, la subordinación del cuerpo al alma. Causado el primero de estos efectos por la gracia habitual, él era causa de los otros dos; porque aunque dicha gracia fuese de la misma especie que la santificante que ahora se comunica a los justos, estaba, no obstante, adornada de un modo especial, con el que rectificaba todas las fuerzas y potencias del hombre.

Por lo dicho se entiende, que el pecado original consiste formalmente en la privación de la gracia que santifica al alma. Este era el primero y principalísimo efecto de la justicia original, así como ahora lo es del Bautismo la gracia santificante, la cual quita verdaderamente el pecado original, como enseña la fe contra Calvino, y otros herejes, que pensaban que el Bautismo sólo servía a cubrirlo o raerlo, mas no para perdonarlo. Véase el Trident. Ses. 5.

P. ¿Cuál fue el primer pecado de Adán? R. Que la sentencia más común entre los Teólogos contra Escoto y otros defiende haber sido pecado de soberbia, con la cual apeteció su propio bien sobre la medida que Dios le había prefinido, pretendiendo una cierta semejanza con Dios. Dedúcese esta verdad del Eclesiástico cap.10, donde se dice: Quoniam initium omnis peccati est superbia. De este pecado nació su desobediencia al mandato divino, y otros muchos que se unieron en su transgresión, como advierte S. Tom. 2. 2. q. 163. art. 2. Otras muchas cuestiones suelen los Teólogos controvertir sobre esta materia, las que omitimos por no tocar a nuestro intento, contentándonos con decir algo de las fatales consecuencias de la primera culpa, para que entendiendo los Confesores las enfermedades de sus penitentes, puedan más acertadamente aplicarles los remedios oportunos. [143]

P. ¿Qué efectos causa el pecado original? R. Que son tantos y tan funestos, que apenas pueden decirse, no obstante de experimentarlos todos los días. El primer efecto de este pecado es la privación de la justicia original, como ya dijimos. De este primer efecto se siguió quedar el hombre enfermo en cuanto a todas las facultades de alma y cuerpo; y en primer lugar en cuanto al entendimiento y voluntad. Una y otra potencia quedó tan enferma con peligrosísimas dolencias, que apenas puede la mayor lástima sentir bastantemente su infelicidad. La ignorancia aun de las cosas necesarias a la conservación de la vida: la fatuidad y rudeza de entendimiento: la dificultad en adquirir las ciencias: la debilidad y levedad del ánimo: la continua vagueación de la mente: el atender a las cosas vanas y livianas con antelación a las más útiles, importantes, y aun necesarias, son otras tantas enfermedades de nuestros entendimientos infectos del pecado original.

No son menos sensibles las dolencias que por él padece nuestra voluntad. El amor desordenado de nosotros mismos, y del que nacen los cuidados vanos; los temores, las envidias, los pleitos, riñas, contiendas, desavenencias, asechanzas, guerras, y vanos temores: la dificultad en abrazar lo bueno, y apartarnos de lo malo: la inconstancia con que nos hacemos a nosotros mismos una guerra intestina, ya queriendo uno, ya otro: la debilidad del libre albedrío para seguir lo bueno; son todos efectos del pecado original, y enfermedades que con él contrajo nuestra voluntad.

También la parte sensitiva, dividida en concupiscible e irascible, recibió heridas las más sensibles, siendo la principal aquel fomes del pecado, que nos quedó para la pugna, y ad agonem, como dice el Santo Concilio de Trento, y por el cual la parte inferior se rebela de continuo contra la superior, la carne contra el espíritu, haciéndonos sentir en cada momento aquella ley que decía S. Pablo era repugnante a la de su mente, y que quería reducirlo al cautiverio de la ley del pecado.

En cuanto al cuerpo son igualmente innumerables las [144] desdichas y miserias en que incurrimos por el pecado original. Por él nos vemos sujetos al hambre, a la desnudez, a las enfermedades, dolores, tristezas, y dejando otras muchas miserias a la más terrible entre las cosas terribles, que es la muerte, estipendio del pecado.

[ Compendio moral salmaticense · Pamplona 1805, tomo 1, páginas 141-144 ]