Filosofía en español 
Filosofía en español

Epistolario

Carta de Rufino Blanco Fombona a Miguel de Unamuno

Madrid, 9 de oct. 1914

Sr don Miguel de Unamuno

Salamanca

Querido Unamuno

Ayer recibí su estudio sobre Don Quijote Bolívar. Todo me gusta en él, hasta el título. Usted prescinde, con muy buen acuerdo, en el examen de Bolívar, de lo accesorio, retórico y de político ocasional que hubo en él -y que es lo único que han visto en él hasta ahora, sus historiadores; usted se va directamente al alma del hombre.

Ese viaje suyo de exploración al alma de Bolívar es interesantísimo, aunque lo haya hecho sólo en una dirección y olvidase otros aspectos de aquel espíritu.

Tiene Usted razón: Bolívar fue hombre de ideas y, sobre todo de ideales: Su quijotismo es evidente. Desde que usted, el primero, señaló la semejanza entre don Quijote y Bolívar, innúmeros escritores comentaron como un acierto su descubrimiento. Yo no lo comenté; pero me puse a solicitar ejemplos que reafirmasen la opinión de usted, sacando buena, a cada ejemplo, la observación psicológica que usted hizo.

Oiga: ¿no parecen palabras del Quijote y no revelan el alma del más puro quijotismo aquellas palabras de Bolívar al emprender una de sus salidas mientras preparaba una expedición que no realizó, creo que a Filipinas: "Mi deber es sacar siempre la espada de la justicia y correr adonde haya pueblos que defender."?

En su lecho de muerte, desterrado, calumniado, desiluso, comprendiendo la inanidad del esfuerzo se comparó con dos grandes redentores y no le extrañó seguir la suerte de los redentores, es decir, morir en cruz: "Los tres más grandes majaderos de la humanidad -dijo- hemos sido Jesucristo, don Quijote y yo,"

Ha pasado un siglo hasta que un español nos descubre el quijotismo de Bolívar, que es una de las esquinas de su carácter.

Y por ese quijotismo caballeresco e idealista, generoso, altruista -llama de un gran fuego de amor- es que los pueblos prácticos, limitados, comerciantes, groseros, canibalescos, como los Estados Unidos, y aun la Argentina, comprenden con dificultad a Bolívar. Por eso Bolívar es tan superior a Washington, que era el grande hombre mediocre y a San Martín, tan inferior a su época y a su papel histórico de libertador.

Tiene usted razón de sobra cuando habla, en su última carta, de la ingenuidad de Bolívar en medio de su teatralidad y de la pedancia de San Martín en medio de su modestia. Vea este ejemplo que apoya su opinión respecto a San Martín, cuyo carácter han desfigurado, hermoseándolo, Mitre y comparsas.

San Martín, como usted sabe, se creía un gran general, cuando tuvo que ausentarse del Perú, porque no podía dominar el país, ni siquiera su propio ejército -y porque no podía contrarrestar las tropas que los generales españoles habían levantado y acondicionado en los Andes de Bolivia y Perú, cuando tuvo que retirarse, obligado por las circunstancias, creyó que el Perú lo llamaría pronto, y que Bolívar fracasaría, en la empresa libertadora, como él acababa de fracasar. Así, al retirarse, escribió al gobierno del Perú, pidiéndole licencia para trasladarse a Europa por tres años con el objeto, decía, de perfeccionarse en la carrera militar. Qué prueba más palmaria de ese pedantismo de que usted, con razón, lo acusa.

El gobierno de Lima lo ejercía en aquella sazón el Marqués de Torre-Tagle, un mal sujeto, maleante e irónico como buen limeño y Torre-Tagle repuso a San Martín: "Puede usted ir a perfeccionarse en la carrera militar y permanezca por Europa no tres años sino todo el tiempo que desee." Así terminó don José. El alma espontánea del Quijote no tuvo nada que hacer con él. Todo esto lo recuerdo para que vea que sus opiniones psicológicas se corroboran con la historia. Le he escrito demasiado largo y le he hablado de su magnífico estudio demasiado poco. Otra vez será.

Su admirador y sincero amigo

R. Blanco-Fombona

[Tomada de Marcos Falcón Briceño,Cartas de Blanco-Fombona a Unamuno, Ed. Arte, Caracas 1968]