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  El Basilisco (Oviedo), nº 21, 1996, páginas 86-89
  Actas de las II Jornadas de Hispanismo Filosófico (1995)

José Ferrater Mora en Chile:
filosofía y exilio


Julio Ortega Villalobos
San Fernando de Henares
 
«De aquella época, arrancaron muchas cosas que fructificaron luego. Mi residencia en Chile fue una etapa significada y significativa de mi obra, y una además, que recuerdo con particular cariño.» José Ferrater Mora {1}

La producción filosófica de José Ferrater Mora durante su estancia en Chile, entre los años 1941 y 1947, es casi desconocida en la historia de la filosofía española y americana. Su caso, sin embargo, no constituye una excepción dentro de la diáspora cultural que provocó la guerra civil. Medio siglo después todavía no existe un estudio sobre su paso por aquel país Iberoamericano y, en especial, de la filosofía que cultivó. Sólo el trabajo realizado por Carlos Bascuñán y Sol Serrano, La idea de América en los exiliados españoles en Chile{2}, se ocupa brevemente del tema. Por otro lado, además de la ignorancia existente sobre esta etapa de su vida, prevalece también la idea de que la calidad de su obra no es relevante. La aseveración, sin duda, es grave. Durante su estancia escribió un total de once libros y más de sesenta artículos y ensayos. Siendo los más conocidos El sentido de la muerte{3} y la segunda edición del Diccionario de Filosofía{4}. En suma, más de dos mil páginas.

1. Exilio en Chile

La guerra civil española, según José Ricardo Morales, dramaturgo y exiliado que llegó a Chile a bordo del Winnipeg, obligó dramáticamente al bando republicano a optar por una de estas tres alternativas: 1) estar enterrado; 2) permanecer aterrado o 3) vivir desterrado{5}. José Ferrater Mora optó por la tercera opción... nada más acabar la guerra, el año 1939, pasó a Francia, cruzando los Pirineos. Se va a vivir unos meses a París, con Renée, su mujer, a quien había conocido cuando estuvo de traductor y guía de los extranjeros que visitaban el frente republicano del Este. Luego se marchó a La Habana, Cuba, donde permaneció hasta 1941. Durante su permanencia impartió varios cursos y dictó conferencias en las principales instituciones culturales como la Universidad de La Habana, Club Liceo, Instituto Hispano-Cubano de Cultura, Colegio Libre de La Habana, El Ateneo, entre otros. Los problemas de salud (nunca logró adaptarse al clima insular), el escaso ambiente cultural y, en especial, los serios problemas económicos que padeció, afectaron seriamente su estancia y su vida.

Su viaje a Chile, en 1941, se gestó a través de Alfonso Rodríguez Aldave, marido de María Zambrano y ex secretario de la embajada de España en Chile, que le propuso en La Habana trasladarse a Chile. Le entregó unas cartas de recomendación para que se las diese a conocidos e influyentes directores de periódicos chilenos con el propósito de buscarle una ocupación profesional de acuerdo a su valía intelectual.

Ferrater optó por viajar a Chile porque, además de un motivo económico, el país andino le interesaba cultural, social y políticamente. Le atraía ante todo el sistema democrático:

Chile, se diferenciaba del resto de los países Iberoamericanos por su tradición democrática. El Frente Popular, la reacción del gobierno chileno oponiéndose al alzamiento militar de Franco, la postura ante la guerra civil española, la traída de exiliados en el barco Winnipeg por mediación de Pablo Neruda, &c., evidenciaban la madurez constitucional de que gozaba{6}.

Su imagen sobre la cultura chilena era positiva. A pesar de la distancia geográfica que existe con Europa, afirmará que «Chile era uno de los países más desarrollados, culturalmente, de América»{7}. Conoce a Juan Gómez Millas, rector de la Universidad de Chile, la más importante del país, que le invitó a colaborar en la restructuración de los planes de estudios. Se relacionó con Jorge Millas, uno de los pensadores más notables que ha tenido Chile y a quien le hizo una crítica de su libro La idea de la individualidad, a través de un artículo que tituló Sobre un libro de filosofía, publicado en la revista Atenea, el año 1943. También se relaciona con Enrique Molina, destacado filósofo y rector de la Universidad de Concepción. Gracias a él, pudo publicar en la revista Atenea, donde también escribieron otros pensadores e intelectuales españoles como María Zambrano, Augusto Pescador, Francisco Alvarez González y Eleazar Huerta.

Colaboró activamente en la editorial Cruz del Sur, fundada en 1942, junto a intelectuales españoles en el exilio: Arturo Soria, José Ricardo Morales, Mauricio Amster y algunos escritores chilenos como José Santos Vera, Manuel Rojas, Mariano Latorre, Pedro Prado, Ricardo Latchman y Juvencio Valle. Desde una misma perspectiva histórica y cultural marcada por el desgarro de la guerra civil y del exilio, estudian y potencian los temas que afectan a España, América y a sus propios intereses culturales. Frente a otras empresas editoriales llevadas a cabo por los exiliados españoles en tierras americanas, se diferenciará por la visión humanista que irradiaba. Su director era Arturo Soria, y estaba estructurada en doce colecciones. Ferrater dirigió dos colecciones: Razón de Vida y Tierra Firme, que según sus objetivos.

Se propone destacar del pensamiento universal de todas las épocas, aquellas obras en las que se defienden esas cosas frágiles que están constantemente zozobrando y que en nuestros días bracean desesperadamente para no hundirse: el respeto a la verdad, la tolerancia humana, la libertad de la persona...{8}.

En calidad de profesor, impartió clases en la Universidad de Chile, Universidad Técnica Santa María, Universidad de Concepción y Universidad Católica, de Santiago. En la primera se hizo cargo de las asignaturas de filosofía moderna y lógica. También dictó cursos y conferencias en la Sociedad de Amigos del Arte, Sociedad de Escritores de Chile, Sociedad Pro-Arte de Viña del Mar, Centro Catalán, y otras instituciones destacadas. Por otro lado, algunos profesores chilenos, especialistas en lógica, como Manuel Atria Ramírez, sostienen que Ferrater fue uno de los pioneros a la hora de introducir la lógica simbólica en Chile. Con anterioridad a él, sólo se conocía y estudiaba la lógica aristotélica. Su contribución fue decisiva en el desarrollo y conocimiento de la lógica formal.

A pesar de estar a gusto en Chile, el exilio, el sentirse desterrado, determinará su vida y sus preocupaciones intelectuales. La nostalgia y el destierro prevalecen durante su estancia, sobre todo en su primera etapa. Por eso su obra, la filosofía que cultiva, tiene la complejidad propia de un exiliado. La nostalgia surge como consecuencia de lo que había perdido, lo que había dejado, tornándose en vacío. Su libro España y Europa{9}, publicado en 1942, será el mejor testimonio donde se refleja la añoranza y el desgarro por la pérdida de la tierra abandonada. Las formas de la vida catalana (1944), Unamuno: bosquejo de una filosofía (1944), Cuestiones españolas (1945), La ironía, la muerte y la admiración (1946), y algunos artículos y ensayos, revelan igualmente, su conciencia de extrañamiento, de extrañeza.

A raíz de lo anterior, sus intereses filosóficos sufrirán un cambio significativo. Su preocupación por la filosofía de la historia, que conservará de sus años en Barcelona, dará paso a una filosofía más antropológica y existencial. Su filosofía se convierte en la propia encarnación de su vida.

Ferrater, formado en la llamada Escuela de Barcelona, en sus comienzos su pensamiento y su filosofía estarán determinados por los temas que afectan a la cultura y a la sociedad de su tiempo, es la época de esplendor de la filosofía de la historia. En esta etapa, 1932-1936, recordemos que su preocupación principal girará en torno a la filosofía española, la reinterpretación del ser y del destino de Cataluña, de España y de Europa, y asimismo de las diversas naturalezas de la experiencia vital. La influencia de Joaquín Xirau, Jaume Serra Hunter, del ambiente cultural que se respiraba por aquellos años, así como la herencia de Unamuno, Ortega y Gasset y D'Ors, en su pensamiento era evidente. Así, por ejemplo, en el prefacio de su libro Unamuno: bosquejo de una filosofía, señala:

No se trata, simplemente, de la elección de «tres maestros»: Unamuno, Ortega y Ors son para mí, además de esto, ejemplos vivos de tres actitudes fundamentales del espíritu de Occidente. De estas actitudes, Unamuno representa, casi hasta la exasperación, el momento que podríamos llamar provisionalmente del «alma»; Ors representa el momento de la «forma»; Ortega el de la «conciencia»{10}.

Es, pues, la guerra civil, que él prefería llamar «la sinrazón de las contiendas inciviles»{11}, junto con el exilio, lo que provocará un paulatino alejamiento de los temas que cultivaba en Barcelona. Sus inquietudes y reflexiones filosóficas ya no serán las mismas.

2. Producción filosófica

La producción filosófica de Ferrater Mora durante su estancia en Chile va a estar marcada por la filosofía de principios de siglo, los temas universales y, en mayor medida, por su propia circunstancia y biografía. Los libros España y Europa, Cuestiones españolas{12}, y el ensayo Introducción al tema iberoamericano{13}, que reflejan sus años de formación en la Escuela de Barcelona y el sentimiento de desgarro que padece por su condición de exiliado, son una buena muestra. Por otro lado, resulta curioso comprobar el lenguaje y el estilo que utiliza, así como los temas que le interesan. Por ello no es de extrañar que en la Confesión preliminar de sus Obras Selectas{14}, refiriéndose a los contenidos y al estilo que cultiva durante estos años, se sienta intimidado al volver a leerlos.

Mientras Chile redefinía su devenir histórico y social, como consecuencia de los avatares de la segunda guerra mundial, del surgimiento de un sindicalismo y una clase obrera cada vez más influyente, de la experiencia política del Frente Popular que llevó a la presidencia del país a Pedro Aguirre Cerda, José Ferrater Mora no será ajeno a estos acontecimientos y se esforzará en encontrar las claves de la identidad y del destino de Iberoamérica.

En su Introducción al tema iberoamericano, publicado en 1947, queda patente su interés por aclarar que la identidad y el destino de Iberoamérica es una magna cuestión, una labor que, en primer lugar implica redefinir unos términos geográficos y lingüísticos. ¿Cómo podemos establecer una similitud con lo europeo si en el mejor de los casos su vinculación es con España que representa sólo un fragmento de la realidad europea? Incluso llega a decir que ni siquiera podemos sostener, «en el rigor de los términos, que España sea estrictamente europea»{15}. La influencia de Miguel de Unamuno es patente.

La publicación de los libros España y Europa (1942) y Cuestiones españolas (1945), constituyen su esfuerzo más significativo por reencontrar el papel y el destino que debe asumir España frente a Europa e Iberoamérica, como a su propia naturaleza histórica.

Cualquier referencia a España e Iberoamérica refleja la dimensión humana más auténtica, los sentimientos y el verdadero sentido de la vida. Lo europeo, en cambio, representa la esencia, la razón y el mecanicismo. Por eso no es de extrañar que lo hispánico se interese por el hombre como persona y lo europeo por el realismo más objetivista. Son dos modos de vida diferentes, marcados por un interés distinto.

España e Iberoamérica, en cambio, están unidos no sólo por la historia y la lengua, sino también por el mutuo interés que manifiestan por el hombre como persona. Esto queda patente en Ferrater Mora cuando señala en la Introducción al tema iberoamericano que,

Si miramos a vuelo de pájaro el ancho continente iberoamericano y prescindimos de sus múltiples diferencias internas, repararemos, a poco que ahondemos en su constitución, que esta misma orientación hacia la persona (que sería la característica distintiva más radical de España), es lo que forma la parte tal vez más substancial de su entraña{16}.

América, por tanto, necesariamente debe enmarcarse dentro del contexto ibérico, ya que no es indígena ni europea, sino hispánica. En este sentido, un claro ejemplo de sus ideas podemos advertir en Cuestiones Españolas, cuando afirma que el desafío más importante que deben asumir los españoles para superar su

... provinciano vivir, es colaborar, sin menoscabo de su pertenencia a Europa, al fortalecimiento y pulimiento de ese mundo hispánico que se extiende por todas las tierras de Iberoamérica. Este es el sentido de su misión y la más alta gesta posible de su historia{17}.

El propósito de Ferrater a diferencia del discurso franquista de aquellos años, es sensiblemente distinto. A él no le interesa recuperar un pasado imperial, ni concebir una dominación cultural española sobre América, como tampoco hablar de cruzadas religiosas y de empresas de conquista. España e Iberoamérica no son antagonistas, pues comparten una misma condición, la de iberoamericanos o hispánicos, que les diferencia a su vez de otras idiosincrasias existentes en Occidente.

Su pensamiento sobre la conveniencia de aceptar lo hispánico como un modo de vida compartido por peninsulares y americanos, con independencia de su nacionalidad, se fundamenta en su interpretación de España, en lo hispánico, que nada tiene que ver con barreras espacio-temporales, sino más bien con carencia de límites culturales. En su libro España y Europa, su pensamiento no deja lugar a dudas cuando manifiesta:

La ausencia de límites, no sólo geográficos, más también culturales, hace, pues, de España, si queremos llevar las cosas a un extremo, algo que se parece muchísimo a esa entidad celestial y eterna de que Miguel de Unamuno nos ha hablado, que a realidad histórica. Tal vez sería aquí donde podríamos encontrar la razón de que, pese a las mismas realidades históricas violentamente impuestas en el curso de su vida, España haya podido dar origen en América no a un conjunto de colonias, sino a un enjambre de naciones. En realidad, el que sea auténticamente español no puede sentir la pérdida de América como la desintegración de un imperio, como un desastre, sino como un parto. Y el parto no se mide por su dolor, sino por su fecundidad, aunque esta fecundidad represente dar origen a seres independientes y separados, como lo es inevitablemente todo hijo{18}.

España, por tanto, no tiene porqué sentirse la guardiana de Iberoamérica, ni siquiera la «madre patria», como reiteradamente se repite. Su verdadera misión no es ésa, sino hacer a los demás partícipe de sus principios y de su ser, esto es, la defensa y el florecimiento del humanismo.

Cataluña tampoco va a estar ausente en la producción filosófica de Ferrater durante su estancia en Chile. Fue uno de los primeros exiliados que reflexionó sobre «el ser de los catalanes». La huella del destierro se refleja fielmente en las meditaciones acerca de su tierra de origen que no están exentas de melancolía y a veces de un costumbrismo romántico de lo que fue y podría haber sido su porvenir histórico. Es probable que su vinculación con los exiliados españoles en Chile, como Arturo Soria, José Ricardo Morales, Antonio Rodríguez Romera, Vicente Salas Viu, Leopoldo Castedo, y en especial los exiliados catalanes Joan Oliver (Pere Quart), Javier Benguerel, Domènec Guansè, Francesc Trabal, José Salamo, Antoni Pi, José M. Casasses, Celestí Morlaus, C.A. Jordana, entre otros, repercuta en el cultivo de su filosofía. En la capital del país andino todos ellos frecuentaban el Centre Català, la Agrupación Patriótica, el Centro Republicano, donde a través de las tertulias y el recuerdo de España, compartían un destino común.

La revista Germanor, que se publicó desde el 1º de septiembre de 1912 hasta el 30 de diciembre de 1951, se constituye en la manifestación más significativa de la literatura catalana del exilio en Chile. En los años anteriores a la II República y al estallido de la guerra civil de 1936, tendrá un marcado acento revindicativo del acervo cultural catalán y del importante papel que podían cumplir los emigrantes catalanes en tierras americanas. A partir del año 1939, con la llegada de los exiliados, los contenidos y el tono serán diferentes. El control gradual que los exiliados irán ejerciendo sobre la revista se manifestará en su preocupación política, la defensa y el destino de Cataluña, y la situación de los propios exiliados. La mayoría son ensayos históricos, literarios, cuentos y poemas, que con frecuencia se mezclan con artículos políticos que expresan el desgarro del destierro. En ella colaboraron todos los exiliados importantes. Otra publicaciones, revistas y boletines que merecen destacarse son Senyera, L`Emigrant, Catalunya, Clar i Català, Butlletí Informatiu del Centre Català de Santiago de Xile, Front, Retorn, Vencerem, Montaña, &c. De igual modo fundaron una editorial que llamaron El Pi de les Tres Branques. Emitieron programas radiofónicos, como l'Hora Catalana y Per Catalunya. Cabe agregar por último, como muestra inequívoca de la presencia catalana en la cultura chilena que, desde el año 1942, los escritores catalanes son acogidos por los intelectuales chilenos en su P.E.N. Club, lo que permitirá la creación de una sección catalana autónoma y, posteriormente, una institución conjunta como lo fue el Instituto Chileno-Catalán de Cultura, constituido el 20 de agosto de 1945. Su presidenta de honor fue Margarita Xirgú.

En el plano político, fundaron y tuvieron representación los principales partidos que existían en Cataluña, como por ejemplo, Esquerra Republicana de Cataluña, Partido Socialista Catalán, Frente Nacional, P.S.U. de Cataluña y el Frente Nacional Catalán.

La unidad de intereses llevada a cabo por los exiliados catalanes en Chile no significa, sin embargo, mantener ideas y criterios comunes. Cada uno de ellos tenía una interpretación propia de las circunstancias vividas que afectarán decisivamente a sus reflexiones relativas al pasado, presente y futuro de Cataluña y España. El caso de Ferrater Mora es ilustrativo en este sentido. Su desmarcamiento es evidente cuando intenta redefinir lo que él llama «condicionales contrafácticos», esto es, interrogarse por el destino de Cataluña, sobre sus posibilidades y frustraciones históricas, al señalar que, a pesar de todo lo que se dice y se siente, no son preguntas tan relevantes como parecen, pues sólo revelan una cierta insatisfacción referida a la propia realidad.

En la vida -advierte- no se trata de si las cosas `debían` o `no debían` haber sucedido como sucedieron; se trata de saber lo que se puede hacer o no hacer en vista de lo que efectivamente sucedió. En la vida y en la historia, los hechos cuentan. La historia no es simplemente la realización de ciertas posibilidades, o el truncamiento de otras, sino que es la realidad misma, algo así como la pura actualidad que se va desarrollando -sin `posibles` que amortigüen el choque- de acto en acto{19}.

Ferrater apuesta por la historia porque para él no es sólo una ventana al mundo, o la apertura a ciertas posibilidades, sino porque constituye la única y legítima realidad capaz de configurar y dar sentido a los pueblos. Que en el caso español nos permite establecer relaciones y diferencias entre Cataluña y el resto de España a través de su grado de desarrollo y continuidad, que no están exentas de polémica y complejidad. Más que hablar de separación o identificación, es conveniente utilizar el vocablo «diferencias». De igual modo, la historia sirve para superar la «enfermedad del pasado», es decir, el estéril esfuerzo de redefinir el destino histórico de los pueblos españoles por medio de hipotéticos cambios que por una u otra razón no sucedieron.

En su ensayo Las formas de la vida catalana, señala que tres estilos de vida humana colectiva han influido sobre la existencia de Cataluña: la hispánica, la europea y la mediterránea. Las tres han sentido en alguna ocasión a los Países catalanes como parte integrantes de su propia existencia. No es de extrañar entonces que Cataluña haya sido considerada hispánica por los hispanos, europea por los europeos y mediterránea por las zonas cercanas al noreste de la península ibérica. Esto permite, indica Ferrater, que los catalanes vivan en una situación de prolongación y de confluencia, ya que

... el vivir catalán es simple combinación más o menos afortunada de diversas formas de vida, y que una vez averiguado en qué consisten éstas podría descansadamente deducirse aquélla{20}.

Otro aspecto meritorio de su ensayo radica en el esfuerzo por configurar la idea de Cataluña a través de cuatro constantes que se darían en la idiosincrasia del pueblo catalán: la continuidad, el seny, la mesura y la ironía.

El libro más importante que escribió José Ferrater Mora en Chile fue El sentido de la muerte, publicado el año 1947. En esta obra podemos ya advertir una demarcación de la filosofía de la historia, el tema de España, lo hispánico e Iberoamérica. Es, sin duda, el punto de arranque de un tipo de filosofía distinta, que yo llamo antropológico-existencial.Su interés por la naturaleza biológica y finita del hombre, su estar en el mundo como realidad natural y sujeto humano, así lo evidencian.

Su libro es interesante e innovador. Recrea las distintas naturalezas de la muerte a través de una gran variedad de imágenes, que son irreductibles las unas a las otras, así como sus interpretaciones filosóficas. Después de la notable introducción y el final del capítulo inicial, en la que propone una ontología general de la realidad, Ferrater estudia sucesivamente la muerte en la naturaleza inorgánica, en la naturaleza orgánica y en la humanidad. Sus conocimientos biológicos son abundante y sugerentes. Las experiencias de la muerte ajena, que describe a partir de tres vivencias personales (la muerte de su abuela materna, la de un soldado anónimo en la guerra civil española, y la de las víctimas civiles de un bombardeo), le llevan a expresar que

Al aparecer la muerte queda elevado a testigo, a mártir, no sólo aquel que testimonia, sinceramente o no, ante una causa, sino todo el que fallece{21}.

La muerte personal, por su parte, aporta a nuestra vida el único sello definitivo de autenticidad, su carácter intransferible, que permite desarrollar la creatividad y la inteligencia . Desde este punto de vista, es legítimo, por tanto, tener en cuenta el presentimiento de los artistas y poetas. Sólo adoptando expresamente una filosofía de la persona, negando una filosofía del ser, el hombre deja de ser, no es, sino que deviene, es decir, se convierte en un proyecto. La filosofía de la historia se hace presente una vez más en la obra de Ferrater, pero en esta ocasión cargada de simbolismo ontológico. Su partida de Chile, coincidirá con la renovación de sus intereses filosóficos.


{1} Carta de José Ferrater Mora dirigida al autor del presente trabajo, fechada el 4 de diciembre de 1986.

{2} Carlos Bascuñán y Sol Serrano, La idea de América en los exiliados españoles en Chile, Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea, Academia de Humanismo Cristiano, Santiago de Chile 1986.

{3} José Ferrater Mora, El sentido de la muerte, Editorial Sudamericana, Buenos Aires 1947.

{4} Id. Diccionario de Filosofía, 2.ª ed., Atlante, México 1944.

{5} José Ricardo Morales: «José Ferrater Mora y su obra literaria». Conferencia ofrecida en el Encuentro Homenaje a la memoria de José Ferrater Mora, en los Cursos de Verano 1991 de la Universidad Complutense de Madrid. San Lorenzo del Escorial, julio de 1991.

{6} Julio Ortega Villalobos, «Entrevista con José Ferrater Mora sobre su estancia en Chile», Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, Madrid, diciembre de 1992, pág. 89.

{7} Ibid., pág. 88.

{8} Editorial Cruz del Sur, Colección Tierra Firme, prólogo. Santiago de Chile 1942.

{9} José Ferrater Mora, España y Europa, Cruz del Sur, Santiago de Chile 1942.

{10} Id. Unamuno: bosquejo de una filosofía, Losada, Buenos Aires 1944, prefacio.

{11} Id. Obras Selectas, Ediciones de la Revista de Occidente, Madrid 1967, vol. 1, pág. 234.

{12} Id. Cuestiones españolas, El Colegio de México, México 1945.

{13} Id. «Introducción al tema iberoamericano», en Eduardo Hamuy, Dos ensayos americanos: América ibera, continente en penumbras, Misión de la Universidad Americana, Santiago de Chile 1947.

{14} Id. Obras Selectas, op.cit., pág. 11.

{15} Id. «Introducción al tema iberoamericano», op.cit., pág. 11.

{16} Ibid., pág. 12.

{17} Id. Cuestiones españolas, op. cit., págs. 59-60.

{18} Id. España y Europa, op. cit., págs. 49-50.

{19} Id. Obras Selectas, Reflexiones sobre Cataluña, op. cit., págs. 276-277.

{20} Id. Las formas de la vida catalana, Ediciones de la Agrupació Patriòtica Catalana, Santiago de Chile, 1944, pág. 16.

{21} Id. El sentido de la muerte, Editorial Sudamericana, Buenos Aires 1947, pág. 247.

 

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