Filosofía en español 
Filosofía en español

Pedro Fedoséiev · Dialéctica de la época contemporánea · traducción de Augusto Vidal Roget

Parte primera. Bases filosóficas de la política y de la táctica

Lenin y el desarrollo del materialismo histórico


El leninismo, fundamento científico de la política y de la táctica revolucionaria

El programa y la táctica del movimiento comunista se establecen en rigurosa concordancia con los fundamentos de la [72] concepción materialista del mundo, teniendo presentes las leyes objetivas del desarrollo de la sociedad y la creciente trascendencia del factor subjetivo en la historia, ante todo de la conciencia, de la organización y de la actividad de las masas. El Partido Comunista, al trazar su línea política, toma en consideración la dialéctica objetiva de la historia humana; para avivar la conciencia revolucionaria, para elevar la capacidad combativa de la clase obrera, para fortalecer la alianza de esta clase con todos los trabajadores, utiliza formas y medios diversos aplicables en las situaciones concretas con vistas a la consecución del objetivo final: la victoria del comunismo.

Al hacer patente el vínculo indisoluble de la táctica revolucionaria del Partido con los principios de la concepción materialista dialéctica del mundo, Lenin subrayaba que sólo una cosa puede servir de punto de apoyo a una política acertada, a saber: el examen completo del conjunto de relaciones entre todas las clases –sin excepción– de la sociedad dada, el examen del grado objetivo de desarrollo de dicha sociedad y de sus lazos con otras sociedades. Además, las clases y los países –de acuerdo con las exigencias de la dialéctica– no se examinan en un sentido estático, sino en su aspecto dinámico, o sea en movimiento y no en un estado de inmovilidad, movimiento cuyas leyes se derivan de las condiciones económicas de existencia de cada clase.

Los clásicos del marxismo-leninismo dieron una sólida argumentación filosófica y económica a los principios del comunismo científico. Para aducir firmes razones científicas del inevitable hundimiento del capitalismo y de la victoria del comunismo, para dotar al movimiento obrero con la teoría y el programa de la lucha de clases, Marx y Engels llevaron a cabo un detenido análisis de la base económica de la sociedad burguesa y de su estructura clasista. El Capital fue la magna creación de Marx, y es una fundamentación multilateral, en primer término económica, del comunismo científico, de la política y de la táctica de la lucha de clases del proletariado. El Capital, como recalca Lenin, está consagrado por entero a elucidar la verdad de que las fuerzas cardinales de la sociedad capitalista son –y sólo pueden ser– la burguesía y el proletariado: la burguesía, como constructora de dicha sociedad, como la parte dirigente y promotora de la misma; el proletariado, como su sepulturero, como la única fuerza capaz de destruir esa sociedad y asegurar la victoria del socialismo. Esto es lo que determina la misión histórica mundial del proletariado, fuerza dirigente de la transformación socialista.

Marx y Engels elaboraron la política y la táctica de los comunistas basándose en el análisis de las condiciones objetivas. Los fundadores del comunismo científico relacionaron los ascensos y descensos del movimiento obrero, los flujos y reflujos de la marea revolucionaria con el cambio de la distribución de [73] fuerzas entre las clases sociales, y, en última instancia, con el cambio de la situación económica. Este es el motivo, precisamente, de que enjuiciaran con acierto el curso de los acontecimientos políticos y las perspectivas de la lucha de clases del proletariado.

Pertenece a Lenin el mérito histórico de haber proseguido la elaboración de las bases científicas de la política y de la táctica marxistas. En sus obras y en toda su actividad hallamos una indisoluble unidad de filosofía y política, una concatenación orgánica entre el desarrollo y el enriquecimiento de la filosofía del materialismo dialéctico e histórico por una parte y, por otra, la elaboración de la estrategia y de la táctica de la lucha revolucionaria del proletariado, demoledor del régimen de explotación y edificador de una nueva sociedad.

La fuerza vital de la concepción materialista dialéctica de la historia apareció con toda su potencia en el examen que hizo Lenin de las cuestiones relativas a la estrategia y a la táctica de la lucha de clases del proletariado.

Lenin indicó repetidamente que las revoluciones no se hacen por encargo, sino que nacen de las crisis revolucionarias que se van gestando independientemente de la voluntad del Partido y de las clases. La revolución es imposible sin cambios objetivos cuyo conjunto forma la situación revolucionaria. Ahora bien, la revolución no se produce en cada situación revolucionaria; sino únicamente cuando a los cambios objetivos se añade la capacidad de la clase revolucionaria para realizar movimientos de masas con el fin de quebrar la resistencia de las fuerzas reaccionarias.

La historia del movimiento obrero evidencia que el olvido de la compleja dialéctica de los procesos históricos, el examen unilateral de la realidad histórica. el apartarse de la concepción materialista de la historia, llevan a desviaciones en política y en la actividad práctica.

En las condiciones actuales, cuando adquiere singular importancia el problema de los fundamentos científicos de la estrategia y de la táctica del comunismo, así como el de las raíces teóricas de las varias desviaciones de la línea general registradas en el movimiento comunista mundial, cada día tienen más trascendencia el estudio y el cultivo de la herencia filosófica de Lenin.

La historia conoce dos interpretaciones erróneas y unilaterales, del marxismo. Ha habido militantes y grupos políticos aue han explicado el marxismo como teoría de la espontaneidad o materialismo "económico", empequeñeciendo la significación de la lucha de clases, del papel activo de las masas. de los partidos y de sus líderes en el acaecer histórico. Otros han expuesto el marxismo inspirándose en la "teoría de la violencia", idealista, y han exagerado la importancia del factor volitivo y de las consignas políticas. haciendo caso omiso de las leyes objetivas del desarrollo social, desdeñando las condiciones. económicas de la vida de la sociedad y la lucha de las masas. [74]

Los reformistas, los revisionistas "de derecha" –de toda laya– han preconizado siempre la teoría de la espontaneidad, de la acción automática de las leyes. de la producción material. Han asegurado que en los países capitalistas avanzados, la clase obrera no ha de recurrir a la revolución, que implica sacrificios y dificultades; afirman que el incremento de las fuerzas productivas conducirá por sí solo a la caída del capitalismo y al establecimiento del socialismo. En cuanto a los países capitalistas menos desarrollados, esos revisionistas han procurado demostrar que en tales países las fuerzas productivas se hallan en un nivel demasiado bajo para que sea posible luchar con éxito por la revolución socialista, por la victoria del socialismo. Tal fue la posición de los mencheviques rusos, de los social-reformistas occidentales y demás conciliadores. Tal sigue siendo, fundamentalmente, la posición de los actuales oportunistas de derecha. Entre ellos, la teoría más en boga es la que considera posible la transformación automática del capitalismo en socialismo sin necesidad de revolución socialista. De esta suerte, los cimientos teóricos del reformismo se reducen, en final de cuentas, al fatalismo.

Los revisionistas "de izquierda", partidarios de una política aventurera, parten, por lo común, de representaciones idealistas subjetivistas, niegan el valor predominante de las condiciones materiales en la vida de la sociedad, desdeñan el análisis de los procesos económicos que yacen en la base de las correlaciones y de la lucha de las. clases enfrentadas entre si. El subjetivismo aplicado a la política es una expresión de la "teoría de la violencia". Los partidarios de semejante "teoría" confieren un valor absoluto a los métodos bélicos, exageran el papel de los individuos en el proceso revolucionario, los sitúan por encima de las masas y subestiman la función primordial de la clase obrera. Entienden la organización revolucionaria como subordinación militar, establecen las relaciones de los dirigentes con las masas según el tipo de las que existen entre un comandante en jefe y su ejército. Antes de la revolución, sobre todo cuando el movimiento revolucionario baja de punto o hay un brusco incremento de la crisis política, los subjetivistas confían en la táctica conspirativa y cuando está en auge la actividad de las masas, así como después del triunfo de la revolución, se muestran proclives al método de ordeno y mando.

Los revolucionarios pequeñoburgueses como los blanquistas, los anarquistas y los. socialistas-revolucionarios dieron tristes ejemplos de la táctica conspirativa. El aventurerismo revolucionario, encubierto bajo la bandera del marxismo„ se manifestó en la táctica de los "otzovistas" (I), de los "vperiodovtsi" (II) y en particular de los comunistas "de izquierda" y trotskistas.

Siempre han servido –y sirven– de fundamentación teórica del oportunismo "de izquierda" formas diversas de voluntarismo, de sofistería y de eclecticismo. [75]

El oportunismo de derecha y la corriente revolucionaria "de izquierda", puramente verbal, son dos aspectos de una misma y limitada tesitura mental pequeñoburguesa. Según definición de Lenin, se trata de dos "fluxiones" que reflejan una misma "enfermedad": la falta de firmeza de la pequeña burguesía, su incapacidad para llevar a cabo un trabajo de masas sistemático, porfiado, consecuente y con unánime impulso. El franco oportunismo o revisionismo "de derecha" se puso en evidencia como política de conciliación con la burguesía.

En cuanto al oportunismo "de izquierda", siempre se ha encubierto con fraseología revolucionaria, y para desenmascararlo fue preciso delimitar con todo rigor la táctica verdaderamente revolucionaria y la simple fraseología.

El movimiento comunista internacional ha crecido y se ha curtido en largos años de lucha tanto contra el oportunismo abierto –que siempre se coloca, en final de cuentas, al lado de la burguesía– corno también contra el espíritu revolucionario pequeñoburgués, incapaz de mostrarse firme, organizado, disciplinado y tenaz, de asegurar el papel dirigente a la clase obrera en la transformación socialista de la sociedad, con lo que condena el movimiento a la derrota. El peor mal del aventurerismo revolucionario está en no querer –ni saber– comprender la necesidad de tomar objetivamente en consideración las fuerzas de clase y sus correlaciones al fijar la táctica y elegir los medios de lucha. Para establecer los fundamentos científicos de la política y de la táctica, Lenin se apoyó en la experiencia de la lucha que sostuvieron Marx y Engels contra diversas tergiversaciones del espíritu revolucionario del proletariado.

Ya en los últimos años de la primera mitad del siglo pasado, Marx y Engels desenmascararon enérgicamente la inconsistencia de La táctica aventurera de Weitling, Heinzen y otros, quienes suponían que la revolución puede provocarse en cualquier momento, según lo desee un puñado de conspiradores. Con motivo de las altisonantes proclamas de Heinzen, incitando a la sublevación inmediata, Marx y Engels manifestaron que la propaganda insensata y burda no hace más que dañar los intereses de la democracia. "Nosotros preguntamos: ¿no es ridículo armar gran ruido con llamamientos a la revolución a despecho de todo sentido común, sin conocer y sin tener en cuenta las relaciones verdaderas?"{55}.

Ya en aquel entonces los fundadores del comunismo científico pusieron de relieve toda la falta de consistencia de los intentos de "exportar la revolución" y del peligro que éstos suponen para el propio movimiento revolucionario. Condenando las tentativas de forzar la revolución en Alemania, en 1848, mandando [76] desde París una legión extranjera de revolucionarios, Engels escribió: "Nos manifestarnos enérgicamente contra este juego con la revolución. Invadir Alemania en el momento en que el país se hallaba en plena efervescencia y querer imponerle a la fuerza, desde el exterior, la revolución, significaba minar la causa revolucionaria en Alemania misma, fortalecer al Gobierno, y a los legionarios... entregarlos desarmados a las tropas alemanas"{56}.

Marx y Engels exhortaban a instruir y educar pacientemente a las masas, a explicarles que el pueblo no mejorará de condición mientras no se adueñe del poder político. Y para ello es necesario aclarar las causas del yugo político y social a que las clases poseedoras someten a los proletarios, a los pequeños campesinos y a la pequeña burguesía urbana; es indispensable determinar los medios con que tal yugo puede eliminarse, organizar la clase más capaz de iniciativa revolucionaria y agrupar a su alrededor, en cohesionada unidad, a todos los oprimidos.

Los fundadores del marxismo tuvieron que sostener una larga y tenaz lucha contra diversas tendencias ultrarrevolucionarias, anarquistas, corno el blanquismo y el bakuninismo entre otras, que intentaban empujar el movimiento obrero por la senda de la táctica aventurera. A despecho del curso objetivo del desarrollo social, los representantes de estas tendencias procuraban imponer a los obreros concepciones subjetivistas, voluntaristas.

Los blanquistas, por ejemplo, precisaban como sigue su condición de comunistas: "Nosotros somos comunistas porque querernos alcanzar nuestros objetivos sin detenernos en estaciones intermedias, sin aceptar compromisos que sólo alejan el día de la victoria y prolongan el período de esclavitud". Burlándose de esta declaración, Engels le opone el criterio del comunismo científico: "Los comunistas alemanes son comunistas porque, a través de todas las estaciones intermedias y de todos los compromisos creados por el curso del desarrollo histórico –y no por ellos– ven con claridad el fin último y lo persiguen permanentemente: el aniquilamiento de las clases y la instauración de un régimen social en el que no habrá lugar para la propiedad privada sobre la tierra ni sobre ningún medio de producción"{57}.

Según la concepción voluntarista de la historia, no existe ni siquiera el problema de que maduren las condiciones para el despliegue de la lucha revolucionaria, el problema de la situación revolucionaria. La base de la revolución no estaría, pues, en las condiciones objetivas, sino en la voluntad. Los bakuninistas, por ejemplo. afirmaban que el pueblo siempre está preparado para la revolución y que quien no lo cree así, tampoco cree en el pueblo. Los bakuninistas rusos declaraban machaconamente que se consideraban con derecho a llamar al pueblo a la revolución en [77] cualquier momento. Enjuiciando esta puerilidad revolucionaria desde el punto de vista de la teoría y de la táctica marxistas, Engels escribió: "Si su pueblo está preparado en todo momento para la revolución, si se considera usted con derecho a llamarlo a la revolución en cualquier instante, y si, además, no puede usted esperar en absoluto, ¿a santo de qué nos sigue hartando con su verborrea, y por qué, ¡demonio!, nos pone manos a la obra de una vez?"{58}.

La experiencia histórica nos enseña que los aficionados a las frases revolucionarias en seguida descubren su inconsistencia tan pronto como se ven obligados a pasar de las palabras a los hechos, de las consignas abstractas. a su realización práctica. En este sentido, resulta sumamente aleccionadora la conducta de los anarquistas durante la sublevación española de 1873. Al encontrarse ante una situación revolucionaria seria, no tuvieron más remedio que echar por la borda todos sus anteriores principios. Al sintetizar sus consideraciones sobre los desconcertados vaivenes de los bakuninistas en el transcurso de dicho movimiento revolucionario, dijo Engels con toda razón: "El griterío ultrarrevolucionario de los bakuninistas se concretó pues, en cuanto llegó la hora de la acción, en deserción o en sublevaciones sin perspectiva alguna desde el primer momento, o bien en la adhesión a un partido burgués que explotó políticamente a los obreros del modo más vergonzoso y los trató además a patadas"{59}.

Con su conducta sin principios, con sus brincos de un extremo a otro, con sus embates a la organización y a la firmeza proletarias, los "héroes de la frase revolucionaria" han causado siempre gran daño al movimiento revolucionario. Lenin calificaba de aventurerismo revolucionario esa postura revolucionaria verbal, externa, cuya naturaleza viciosa desenmascaraba, a la vez que descubría las causas de su propagación, En los tiempos borrascosos, cuando la historia avanza con pasos de siete leguas y el movimiento revolucionario crece con inusitada rapidez, los partidarios del espíritu revolucionario pequeñoburgués se esfuerzan más que nadie en hacerse famosos con rimbombantes frases y alborotadores discursos. Arrastrados por el torbellino de los acontecimientos, sin firmes bases teóricas y sociales, se dejan seducir por fáciles victorias y caen en la bravuconería. Los militantes de ese jaez no tienen en cuenta para nada las leyes del proceso social ni de la revolución. Se imaginan que ésta puede realizarse en virtud de un anhelo subjetivo, por la voluntad de los revolucionarios; para ellos, la revolución es como unos fuegos artificiales, e incitan constantemente a lanzar cohetes. No se trata [78] de revolucionarios, sino –según expresión de Lenin– de pirotécnicos.

Existe una tajante diferencia de principio entre la concepción marxista-leninista de la gran función progresiva de la violencia revolucionaria en la historia –violencia que arranca de las condiciones objetivas del devenir social– y la "teoría de la violencia" en su concepción idealista, que no reconoce el carácter determinante de las condiciones económicas en el desarrollo de la colectividad humana y ve en la violencia el factor primordial de todos los acontecimientos históricos.

La violencia revolucionaria es la aplicación enérgica que las. masas hacen de su fuerza en la lucha contra los opresores. La revolución es la violencia de la aplastante mayoría de la población contra un grupo de opresores y déspotas. Tal violencia responde a los intereses vitales de las masas y a las profundas necesidades del progreso histórico, cuyas cadenas rompe.

En cambio, la "teoría de la violencia" es un punto de vista no científico, idealista, acerca del cursa de los acontecimientos históricos. En el movimiento socialista, la "teoría de la violencia" se formuló y encontró su manifestación más clara, en la segunda mitad del siglo XIX, como parte del "socialismo reformador" alemán, fruto del cacumen de Eugen Dühring. Su tesis de partida reza: "La forma de las relaciones pobíticas es lo históricamente fundamentai, y las dependencias económicas no son más que un efecto o un caso especial, y por tanto, siempre hechos de segundo orden... Mas lo primario debe buscarse en la violencia política inmediata y no en un poder económico indirecto"{60}. Es característica el hecho de que Dühring consideraba que "seguirá albergando una buena dosis solapada de reacción" el socialista que no tome "las agrupaciones políticas como punto de partida, por sí mismas".

Marx y Engels estimaron indispensable someter a detenida crítica las concepciones de Dühring, ya que su difusión amenazaba apartar del socialismo científico al movimiento obrero. Engels cumplió esa labor –en estrecha colaboración con Marx– y escribió el famoso libro titulado Anti-Dühring. Analizando el curso del desarrollo histórico, Engels mostró con todo rigor la endeblez de la "teoría de la violencia", puso de manifiesto las auténticas fuerzas motrices de los acontecimientos históricos. La violencia no crea condiciones económicas; al contraria, depende de ellas. Como es notorio, la organización que aplica la violencia de las clases dominantes es el Estado. La clase económicamente dominante más tarde o más temprano establece también su dominio político. Y asimismo es del todo inevitable que quede derrotada [79] por una nueva clase ascendente y que pierda su poder político cuando los cambios históricos le socaven los cimientos económicos.

¿De qué modo derribó la burguesía el dominio político de los feudales y alcanzó el poder? En última instancia, ello se hizo corno resultado del desenvolvimiento económico, de la reagrupación de las. fuerzas económicas, a lo que siguió la transformación pacífica o armada –según los países– del régimen político. Lo que constituía el arma decisiva de la burguesía eran los recursos económicos que tenía a su disposición, en constante incremento gracias al progreso de la industria y del comercio. Al fin, la nobleza feudal, en cuyas manos se hallaban todos los medios de la violencia política, quedó derrotada.

Ahora bien, el régimen económico del capitalismo es una forma históricamente transitoria de las relaciones de producción, condenada por la historia a desaparecer. El poder político de la burguesía no puede abrogar las leyes de la historia. Cuando las crecientes fuerzas productivas de la sociedad capitalista entraron en contradicción con el régimen de propiedad burguesa, la burguesía cayó en las ilusiones tradicionales de poder perpetuar su dominio recurriendo a la violencia. "Y cuando los burgueses apelan ahora a la violencia –dijo Engels– para contener al borde del abismo La «situación económica» que camina hacia él, no demuestran más que una cosa: que incurren en la misma aberración del señor Dühring, en la aberración de creer que las «condiciones políticas son la causa decisiva de la situación económica»"{61}.

El materialismo en la interpretación de la historia implica necesariamente reconocer el papel decisivo del desarrollo económico en la vida social. Además el marxismo elucida profundamente la dialéctica de la conexión recíproca entre la economía y la superestructura política. En líneas generales, el movimiento económico se abre camino en el proceso histórico, pero a su vez experimenta la acción recíproca del movimiento político a que da origen y que posee una relativa independencia, una determinada fuerza real.

En ese contexto queda también determinado con precisión el papel de la violencia en el cambio de las formas de la vida social. La violencia no puede salvar del hundimiento a un régimen social ya caduco, mas sí puede dilatar el proceso de su descomposición. Por otra parte tampoco puede crear nuevas relaciones sociales, pero sirve de instrumento para aniquilar al régimen periclitado y para que la nueva sociedad alcance la victoria. "La violencia –dijo Marx– es la comadrona de toda vieja sociedad cuando ésta se halla grávida de una sociedad nueva”{62}. [80]

El socialismo aspira a aniquilar toda violencia sobre el hombre, pero únicamente los sofistas reformistas infieren de ello conclusiones contra la violencia revolucionaria. En fin de cuentas son las fuerzas sociales avanzadas las que resuelven las magnas cuestiones de la lucha de clases y de la revolución, y los comunistas han da preocuparse sin interrupción de preparar dichas fuerzas, de organizarlas y de utilizarlas de la manera más eficaz en aras de la victoria del socialismo. Esta es una exigencia ineludible del leninismo.

En la revolución socialista la correlación entre la fuerza política y el desarrollo económico es en esencia distinta de la que se da en la revolución burguesa. La burguesía como clase antes ya de su revolución adquiere una posición dominante en la economía, de modo que su movimiento revolucionario culn-iina con el paso del poder a sus manos. En cambio, la clase obrera antes de la revolución proletaria carece de medios de producción; antes de la victoria de la revolución socialista sólo se crean las premisas materiales del socialismo, pero es imposible que surja la economía socialista. De ahí que la conquista del poder por parte del proletariado y el establecimiento de su dictadura son condición obligatoria y premisa necesaria del tránsito del capitalismo al socialismo.

La cuestión principal de la lucha de clases del proletariado y de la revolución socialista es la conquista del poder. Lenin tildó de "economismo" y de concepción liberal de la lucha de clases la posición de los socialistas que limitaban el movimiento obrero a la mera lucha por reivindicaciones económicas o por reformas parciales de la estructura política, sin llegar al derrocamiento del Estado burgués y a la instauración de la dictadura del proletariado. Al criticar al "economismo" como ideología del "seguidismo", Lenin también fustigaba a los revolucionarios que desdeñaban la lucha de la clase obrera por mejorar su situación económica. Del mismo modo flagelaba a los socialistas que negaban la necesidad de batallar por la conquista de los derechos y libertades. democráticos. El leninismo proporcionó ejemplos aleccionadores de cómo pueden combinarse hábilmente todas las formas de la lucha de clases del proletariado, todas las exigencias revolucionarias, para alcanzar la victoria de la revolución socialista.

La conquista del poder político no es un fin en sí, sino un instrumento del cambio económico, de la transformación socialista de los cimientos en que se asienta la vida colectiva.

Sin establecer la economía del socialismo y después la del comunismo, no hay manera de alcanzar la primera fase –y menos aun la segunda– de la sociedad comunista.

Teniendo en cuenta la experiencia de la primera guerra mundial y de la Revolución de Octubre, de la intervención extranjera y de la guerra civil, Lenin hizo un estudio a fondo y muy claro del problema que trata de la relación entre la violencia y los procesos económicos objetivos, de la táctica de los comunistas en esa [81] situación histórica, tan complicada. Lenin veía el contenido dé la nueva época de la historia mundial –época que se inició con el Gran Octubre– en el tránsito del capitalismo al socialismo, y ese tránsito estuvo preparado por el proceso objetivo del desarrollo, pues el capitalismo monopolista de Estado es la más completa preparación material del socialismo.

Ahora bien, el paso del capitalismo al socialismo no puede realizarse por medio de una evolución pacífica, gracias a la acción automática de los factores económicos. Lenin previno muchas veces contra las ilusiones utópicas de que el derrumbamiento del capitalismo y la instauración del socialismo a escala mundial pueden acaecer sin una lucha de clases larga y encarnizada, sin choques violentos, sin que se entreveren guerras de diferente carácter: imperialistas, civiles y de liberación nacional, sin guerras reaccionarias de los imperialistas contra los países socialistas y contra los jóvenes estados nacionales.

Poco después de la victoria de la Revolución de Octubre, Lenin. precisó como sigue el papel de la violencia en el nuevo período histórico: "Los marxistas nunca han olvidado que la violencia acompañará a la bancarrota del capitalismo en toda su dimensión y al nacimiento de la sociedad socialista"{63}. La explicación de este hecho no ha de verse en la táctica de los comunistas, sino en que la burguesía imperialista se aferra desesperadamente a su dominio económico y político, prosigue su política de lucha por el dominio mundial, se opone ferozmente a que los trabajadores se liberen de toda explotación –pese a que, históricamente, el proceso correspondiente ya ha madurado–, se resiste vesánicamente a que los pueblos de las colonias y de los países dependientes rompan su esclavización secular, intenta ahogar el movimiento socialista y de liberación nacional. Las clases reaccionarias son las primeras en recurrir a la violencia. Es imposible liberar al pueblo sin utilizar la violencia frente a los opresores, que detentan las armas y los recursos del poder.

Es natural que a la violencia de la burguesía imperialista, las masas respondan redoblando la intensidad de su lucha, aplicando su fuerza, cada vez mayor. Precisamente al enconarse de este modo la lucha, se propagó el "izquierdismo", enfermedad infantil del comunismo, y se dieron condiciones propicias al aventurerismo revolucionario. En tal situación, la "teoría de la violencia" emergió de nuevo y se convirtió en guía ideológica de los ultrarrevolucionarios: los comunistas "de izquierda", los trotskistas, y otros. Lenin llamaba a esas personas socialistas de la época premarxista. Daba en el clavo. Por sus raíces sociales, tales individuos eran representantes de la pequeña burguesía; sus veneros ideológicos se remontan a las viejas concepciones idealistas, voluntaristas, en particular a la "teoría de la violencia". Los comunistas [82] contagiados de "izquierdismo" pugnaban por imponer a nuestro partido y al movimiento comunista del mundo. una teoría y una táctica aventureras. Su plan estratégico se basaba en la idea de fomentar la revolución en otros países por medio de la guerra, aunque hubiesen tenido que llevar al desastre al primer Estado socialista. A esa guerra la declaraban guerra "santa", "revolución bélica internacional", &c. Consideraban imposible –y de ahí partían– la coexistencia pacífica, ni siquiera temporal, entre la República Soviética y los estados imperialistas, no creían en la posibilidad de edificar el socialismo en nuestro país si se retardaba la revolución en Occidente.

Rechazando con la mayor energía este plan aventurero y despojándolo de toda aureola, escribió Lenin en 1918: "Desde luego, hay quien piensa que la revolución puede nacer en un país extranjero por encargo, por im convenio. Tales individuos o están locos o son unos provocadores. Durante los últimos doce años, hemos pasado por dos revoluciones. Sabemos que no es posible hacerlas ni por encarga ni por convenio, que se producen cuando decenas de millones de personas llegan a la conclusión de que no hay manera de seguir viviendo así"{64}.

Después de un profundo análisis materialista de toda la situación mundial, Lenin proyectó la edificación del socialismo en la U.R.S.S. como base de la revolución mundial, elabore un plan para apoyar por todos los medios el movimiento obrero revolucionario en los países capitalistas y la lucha de liberación nacional de los pueblos coloniales, plan que consistía en influir sobre aquél y sobre éstos con la fuerza del ejemplo, de la mejor organización de la vida social. El significado internacional de este plan estratégico estribaba, precisamente, en que la República Socialista Soviética iba a servir de ejemplo vivo a los pueblos de todos los paises, y la acción propagandística, revolucionaria, de ese ejemplo sería gigantesca.

Lenin explicó tenaz y detenidamente que la teoría y la táctica de los bolcheviques nada tiene de común con la "teoría de la violencia", idealista, ni con la táctica aventurera que de ella se deriva. Semejante táctica causó un daño enorme a la causa de la revolución cuando los comunistas "de izquierda" y los trotskistas sabotearon la conclusión de la paz de Brest con Alemania. Mediante sus frases revolucionarias, que sembraban ilusiones, y su lucha contra el tratado de paz, ayudaron de hecho a los imperialistas alemanes, les entregaron enormes riquezas, cañones y obuses, obstaculizaron el avance de la revolución en Alemania.

A la vez que mostraba la falta de consistencia de la táctica aventurera, Lenin estigmatizaba los infundios de los social-reformistas, quienes aseguraban que los bolcheviques creían en el poder absoluto de la violencia. De la experiencia acumulada por la [83] historia de los movimientos revolucionarios y, sobre codo, de la experiencia de la Revolución de Octubre, sacó Lenin conclusiones de excepcional importancia sobre las condiciones en que puede aplicarse la violencia: "Hay circunstancias en que la violencia es necesaria y útil, y las hay en que no puede dar resultado alguno. Ha habido ejemplos, sin embargo, en que dicha diferencia no ha sido comprendida por todos, y es necesario hablar de ello. En Octubre, la violencia, el derrocamiento de la burguesía por el Poder Soviético, la expulsión del viejo Gobierno y la violencia revolucionaria han proporcionado un éxito brillantísimo.

¿Por qué? En primer lugar, porque las masas han estado organizadas en soviets, y en segundo lugar porque el enemigo –la burguesía– se hallaba socavado, minado, erosionado por el largo período político de febrero a octubre, cual témpano de hielo por el agua de primavera, e interiormente se hallaba ya del todo consumido"{65}.

Sín tales condiciones, la violencia revolucionaria no habría podido conducir a la victoria. Vemos, pues, que Lenin puso sobre aviso contra la aplicación general de la violencia en todo tiempo y en cualquier circunstancia. Quien no haya comprendido sus advertencias, no ha asimilado los fundamentos de la estrategia y de la táctica leninistas.

De lo que acabamos de exponer resulta bien notoria la gran diferencia de principio que existe entre la concepción marxista-leninista de la violencia revolucionaria y la célebre "teoría de la violencia". Ésta, con todo cuanto encierra, lleva inexorablemente al aventurerismo. Hace que se enfoquen a través de un prisma subjetivo la estimación y la comprensión de la realidad objetiva. Los que preconizan la "teoría de la violencia" oponen inevitablemente consignas y llamamientos abstractos a los procesos sociales objetivos.

Criticando la teoría y la táctica. del aventurerismo, formuló Lenin una tesis de principio que tiene el valor de una importante ley histórica: "La violencia puede aplicarse sin que tenga raíces económicas, pero en este caso está condenada por la historia al desastre. Ahora bien, cabe aplicar la violencia apoyándose en la clase avanzada, en principios más elevados de régimen social, de orden y de organización. Entonces puede sufrir un fracaso temporal, mas es invencible”{66}.

La dictadura del proletariado es la continuación de la lucha de clases en nuevas formas. Aplica la violencia en interés de los trabajadores contra los explotadores, cuya resistencia aplasta, y, en alianza con todos los trabajadores, se esfuerza por asegurar la victoria total del socialismo contra el capitalismo. [84]

Tal es el papel de la violencia desde el punto de vista de la concepción materialista de la historia. Y ello es lo que determina el lugar de la violencia revolucionaria en la estrategia y en la táctica de la lucha de clases del proletariado. La "teoría de la violencia" se encuentra en oposición directa a la doctrina marxista-leninista sobre la importancia decisiva de las masas en la historia. Sin embargo, los admiradores de dicha "teoría" están dispuestos a considerar coma mérito suyo el despliegue vigoroso de los actuales movimientos revolucionarios de masas. Comprenden –no puede ser de otro modo– que las actuaciones revolucionarias de obreros y campesinos contra capitalistas y terratenientes, la lucha de los pueblos subyugados de las colonias y de los países dependientes contra la opresión de los colonizadores no brotan de las exhortaciones ultrarrevolucionarias, sino de hondas necesidades vitales de las masas, de sus intereses económicos y políticos.

Las revoluciones, según expresión de Lenin, constituyen la manifestación suprema de la lucha del pueblo por la libertad. No son obra de unos grupos de conspiradores; se plasman en las acciones de grandes masas, no de individuos aislados.

Desde el punto de vista de la concepción materialista del mundo, las revoluciones son locomotoras de la historia, cuyo movimiento aceleran insólitamente. La revolución socialista, victoriosa en nuestro país y luego en varios países de Europa y Asia, representa un cambio brusco .y radical en el devenir de toda la humanidad en su ascensión de la prehistoria a la historia auténtica. En el mundo entero la revolución socialista va nutriendo las fuerzas que sostienen una lucha infatigable contra el dominio del capital. Las revoluciones de liberación nacional también son locomotoras de la historia, rompen las ligaduras del colonialismo y aceleran el movimiento histórico general de la humanidad por el camino del progreso.

En las épocas revolucionarias, la historia de la humanidad avanza con la velocidad de una locomotora precisamente porque las mismas masas empiezan a trocar en realidades su ideal y sus fines, comienzan a crear directamente la nueva sociedad. Lo que caracteriza las épocas de vorágine revolucionaria es, precisamente, que millones de personas oprimidas, amedrentadas se alzan en nombre de una palpitante causa humana, en nombre de la creación histórica.

Desde el punto de vista de la "teoría de la violencia", la revolución no depende de que exista una situación revolucionaria, ni de la conciencia, de la voluntad y de la preparación de las masas, sino del deseo y de la decisión de los jefes, de su propio "espíritu revolucionario".

La historia de la lucha ideológica muestra que la "teoría de la violencia" se halla estrechamente ligada a la ideología del militarismo. La "teoría" indicada, se difundió sobre todo en el siglo XX cuando el imperialismo echó sobre la humanidad la carga de [85] una carrera de armamentos jamás vista, los desastres de guerras devastadoras y montó un aparato estatal de violencia –de descomunal frondosidad– para aplastar la lucha revolucionaria del proletariado y el movimiento liberador de los pueblos subyugados de las colonias. En esas condiciones arraigó un culto especial al Estado y a la fuerza militar. Después de la primera guerra mundial, el filósofo reaccionario alemán O. Spengler proclamó que la guerra es la forma superior de la existencia humana. "La historia universal –escribió-- es la historia del Estado, y la historia dé los estados es la historia de las guerras". En nuestro tiempo, destacamentos enteros de filósofos y sociólogos burgueses "fundamentan" teóricainente la política imperialista "desde posiciones. de fuerza", ensalzan el papel de la violencia en la historia, intentan rebatir, una y otra vez, la concepción materialista de la historia.

En más de una circunstancia se ha tropezado el leninismo con concepciones seudorrevolucionarias en las cuales la "teoría de la violencia" se combinaba con la fraseología revolucionaria. Semejantes ideas reflejaron de manera muy peculiar la influencia del siglo cuando la violencia empezó a pesar más que nunca en el desenvolvimiento, de los acontecimientos históricos. Además, la teoría de la lucha de clases, bajo 1a presión de la ideología del militarismo, Se suplantaba por la teoría del papel, decisivo de las guerras. Así como. el marxismo-leninismo enseña que toda la historia que .nos ha precedido, excepción hecha de los tiempos primitivos, ha sido historia de la lucha de clases, los partidarios de la "teoría de la violencia" entienden que toda la historia lo ha sido de las guerras. De ahí su conclusión de que la guerra es el medio fundamental para resolver todas las contradicciones sociales.

La experiencia histórica nos enseña que la "teoría de la violencia" y el chovinismo son inseparables. Quien, está contagiado de chovinismo tiende invariablemente a la "teoría de la violencia", funda sus esperanzas en los medios violentos de lucha, aminora la trascendencia de los problemas económicos y la desdeña.

Los abanderados de la "teoría de la violencia" entienden por métodos revolucionarios los recursos. bélicos, y por .revolución, el choque militar. A su juicio, el principal frente de lucha y la contradicción básica de la época se encuentran donde hay guerra, aunque sea de pequeños vuelos. Por consiguiente, desde su punto de vista, la determinación de la principal fuerza motriz de la historia no depende de la estructura de clases de la sociedad ni de la relación entre las clases en pugna, sino del lugar en que se producen las operaciones militares. Con semejante criterio, es inevitable apartarse de las posiciones científicas, pues se pierde dé vista, qué en el centro de la época moderna se halla la clase obrera del mundo y su principal creación: el sistema socialista mundial. Adoptar dicho criterio significa abandonar las tesis cardinales [86] de la teoría marxista-leninista sobre la lucha de clases y la revolución socialista.

Combatiendo la suplantación de los fundamentos científicos de la politica revolucionaria por la "teoría de la violencia", Lenin escribió: "¿Se podría esperar, con la mera aplicación de la violencia, el derrocamiento del imperialismo mundial sin el correspondiente desarrollo del proletariado en esos países imperialistas?

Planteada así la cuestión –y como marxistas siempre hemos enseñado que es necesario plantearla así y únicamente así–, aplicar la política de la violencia sería un despropósito fenomenal, absurdo, y un craso desconocimiento de las condiciones en que la política de la violencia tiene éxito"{67}. Esto era lo que tenían en cuenta los bolcheviques al fijar la política de la clase obrera del primer país de la revolución socialista triunfante, al determinar las obligaciones y los objetivos de esta clase obrera en la arena internacional.

El leninismo considera fundado y necesario que las masas apliquen la violencia contra los opresores del propio país, cuando imperialistas de otras tierras atenten contra la libertad y la independencia de los pueblos. La cuestión es otra cuando se trata de aplicar la violencia –es decir, los medios bélicos de lucha– para forzar la revolución en otros países, para "exportar la revolución" mediante la intervención armada. Esto ya se inserta en la "teoría de la violencia". Lenin declaró, tajante y claramente: "No es siguiendo el camino de la violencia cómo se introduce el comunismo".

Ahora bien, no se ha de confundir el problema de la difusión del comunismo por la violencia con el de la lucha contra el peligro de la agresión bélica de los imperialistas. Mientras exista el imperialismo, persistirá el peligro de las guerras, el peligro de que se exporte la contrarrevolución. Éste es el motivo de que el Estado socialista no pueda prescindir de una fuerza armada.

Mas el poderío militar, como explica la concepción materialista de la historia y como ha confirmado reiteradamente el curso de las guerras, también se halla determinado, en última instancia, por el nivel del desarrollo económico. Precisamente nada depende en tanta medida de las condiciones económicas como la composición de los ejércitos, sus recursos técnicos, su estrategia y su táctica. Como es notorio, la potencia básica de un ejército radica en su armamento, el cual depende de manera directa del nivel de producción alcanzado. Si eso es verdad respecto a las guerras pasadas, cuando aún cabía en parte compensar las insuficiencias de armamento con la cantidad de tropas, resulta de palmaria evidencia en nuestro tiempo, cuando la fabricación de los tipos más recientes de armamento requiere forzosamente un alto nivel industrial. Por tanto, para que la potencia militar del Estado [87] socialista se encuentre a la debida altura y pueda reforzarse en cualquier momento, el país ha de contar con una poderosa base material y técnica. Y en esta cuestión, el papel primero y decisivo corresponde a la economía. Olvidarlo significa no comprender la esencia de la política militar de la revolución socialista.

Los comunistas nunca han jurado que en caso de ataque imperialista y ante la tentativa de exportar la contrarrevolución, sostendrán sólo una guerra defensiva, se limitarán a proteger su país y no trasladarán las operaciones militares al territorio del enemigo. En la Gran Guerra Patria, las tropas soviéticas no sólo arrojaron de su tierra al enemigo, sino que, además, aplastaron a los fascistas alemanes y a sus cómplices en territorio de ellos, liberaron de la esclavización. fascista a los pueblos de los países de Europa. Nuestro Partido ha declarado reiteradamente que el imperialismo perecerá si se lanza a una llueva guerra mundial, que las fuerzas del socialismo aplastarán a los instigadores de la guerra en sus territorios. Pero éste es el camino más duro y sangriento hacia la victoria sobre el imperialismo, requiere un número incontable de víctimas y la pérdida de muchas conquistas de la civilización.

A escala histórico-mundial, el comunismo puede asegurar también su victoria sobre el capitalismo en el terreno de la coexistencia pacífica.

Lenin explicó que el rendimiento del trabajo es, en última instancia, lo más importante y lo fundamental para la victoria del nuevo régimen. El capitalismo obtuvo la victoria sobre el feudalismo por haber alcanzado mayores rendimientos en la producción. A su vez será vencido definitivamente porque el socialismo creará una productividad de trabajo nueva, mucho más elevada. Y ésta es una conclusión incontrovertible de la concepción materialista de la historia.

Explicó Lenin que tanto en la competición pacífica como en la lucha armada en el caso de una agresión de los imperialistas, la República Socialista puede resistir y aplastar a los enemigos apoyándose en el crecimiento de su potencia económica. "Sólo aumentando la producción, elevando el rendimiento del trabajo, la Rusia Soviética estará en condiciones de vencer"{68}.

Rechazando el "envite" de la revolución por medio de la guerra, Lenin expuso la idea de que el principal influjo que el País Soviético ejerce sobre la revolución internacional es el que se deriva de su política económica, de la fuerza del ejemplo, del hecho de crear una economía superior en comparación con la capitalista. "En este campo, la lucha se ha trasladado al plano mundial. Resolvamos esta tarea y entonces habremos ganado en la esfera internacional con seguridad y definitivamente"{69}. El robustecimiento [88] del sistema socialista mundial aviva la lucha de clases en los países capitalistas, hace más fácil la victoria del proletariado. También recibe mayor respaldo y un apoyo más poderoso la lucha de liberación nacional de los pueblos contra el imperialismo. No es justo, por tanto contraponer la lucha de clases a la competición pacífica de los dos sistemas. Si la competición económica no es una lucha de clases de los países socialistas contra el capitalismo, ¿en qué ha de consistir ahora, para ellos, la forma principal de esa lucha? No hay que confundir las formas de la lucha de clases, de los países socialistas con las formas de lucha de la clase obrera de los países capitalistas o de los pueblos de las colonias contra el colonialismo. Y también sería erróneo ver a través de un determinado patrón la lucha de los países socialistas contra el capitalismo.

La lucha de clases de la. sociedad socialista contra el capitalismo se conduce, según sean las circunstancias, con medios pacíficos o –en caso de agresión de los imperialistas– con recursos militares. El enfrentamiento a la intervención armada de los estados imperialistas y la guerra civil constituyeron la forma militar de la lucha de clases de la joven República Soviética contra el capital mundial. Derrotados los intervencionistas y los guardias blancos, la lucha de clases del socialismo contra el capitalismo tomó sobre todo la forma de emulación y competición entre dos modos de producción: el socialista y el capitalista.

En los años de la segunda guerra mundial, se lanzó contra nuestro país socialista el destacamento más belicoso y reaccionario del imperialismo: el fascismo alemán, con sus cómplices. El enemigo invadió nuestra tierra y, con toda su furia, procuró hollar las conquistas del socialismo, implantar el régimen burgués y esclavizar a los soviéticos. La Gran Guerra Patria del pueblo soviético por la salvación de su país fue, a la vez, una agudísima lucha de clases en defensa del socialismo contra la presión de las exacerbadas hordas del imperialismo. La victoria de la Unión Soviética sobre el fascismo alemán y sus compinches en Europa y la derrota de las fuerzas militaristas del Japón en Asia, constituyen una victoria histórica del socialismo en la colisión bélica con las fuerzas de choque del capital mundial.

En el período postbélico, el centro de la lucha entre el Estado socialista y el capitalismo se desplazó nuevamente al terreno de la pacífica competición económica, y el país que edifica el comunismo ha ocupado el lugar principal en esta pugna histórica que se sostiene en la esfera decisiva de la actividad humana: en la esfera de la producción.

Crear fuerzas productivas más poderosas que las de los países capitalistas más avanzados, asegurar en la U.R.S.S. una productividad de trabajo sensiblemente más elevada, no sólo significa hacer patente y demostrar el enorme sentido progresivo del comunismo y su superioridad frente al capitalismo. Significa, también, [89] poner en marcha una fuerza económica tan grande que constituirá una plataforma material poderosa para la edificación del socialismo y su transformación en comunismo en todos los países del sistema socialista mundial. Y asimismo significa garantizar cada vez en mayor medida, desde el punto de vista económico, la potencia militar del sistema socialista mundial, es decir, garantizar la paz, mantener de la rienda al imperialismo, no dejarle que hunda a la humanidad en la catástrofe atómica.

Todo ello quiere decir: apoyar y robustecer de hecho, y no de palabra, el movimiento obrera y el de liberación nacional en el mundo, ayudar al proletariado mundial y a los pueblos oprimidos en su lucha contra el imperialismo. Quiere decir: trabajar de hecho y no de palabra para que se cumpla cuanto antes la misión histórica del proletariado: aniquilar y sepultar al imperialismo.

La República Soviética no se habría convertido en una ingente fuerza de atracción para los pueblos de todo el mundo si se hubiese limitado a lanzar llamamientos revolucionarios y no hubiese liquidado el atrasa económico secular de nuestro país, si no se hubiese situado en las filas de las grandes potencias industriales y no hubiera entrado en competición económica con ellas, segura de vencer. La creación de una poderosa economía socialista y de relaciones sociales socialistas, la lucha por forjar la base material y técnica del comunismo y formar relaciones sociales comunistas, el apoyo a los movimientos, de liberación, todo ello significa cumplir las grandes obligaciones internacionales de la clase obrera que ha vencido a la burguesía y ha conquistado el poder político.

Los marxistas-leninistas no han prometido nunca que la victoria de los obreros y de la revolución socialista se obtendrá sin que la situación de estos últimos temporalmente empeore. Sólo los traidores a la causa del socialismo pueden dirigirse a los obreros intentando disuadirles de que se lancen a la revolución por miedo a pasar dificultades durante la lucha revolucionaria. A juicio de semejantes individuos, la revolución ha de hacerse sólo si no exige grandes sacrificios y no empeora la situación económica de los obreros. Esto equivale a renunciar a la lucha por la victoria de la revolución socialista y de la dictadura del proletariado. En ello estriba, precisamente, la esencia del reformismo "socialista". Pero sería una ligereza suponer que es posible mover a la clase obrera por la revolución y conducirla a la lucha por el comunismo sin abrir ante ella la perspectiva de un mejoramiento radical del bienestar para toda la masa de trabajadores. Con el mero entusiasmo, el, comunismo no puede vencer, la ineluctabilidad de su victoria se halla condicionada por las necesidades del desenvolvimiento económico de la sociedad.

No es difícil ver que la exageración del papel de la violencia y el menosprecio por las condiciones económicas de vida se dan [90] la mano con la ideología del culto a la personalidad. Huelga decir que los entusiastas del culto a la personalidad se consideran marxistas, materialistas. Mas esta ideología no está relacionada con la concepción materialista de la historia, sino con representaciones idealistas y, en último término, con la "teoría de la violencia".

El materialista ha de tomar forzosamente en consideración las condiciones materiales de la vida y del desarrollo de la sociedad, los intereses vitales de las masas y sus necesidades. El Partido Comunista no sólo ha de garantizar a las masas el poder político, sino, además, el mejoramiento incesante del bienestar material y de la cultura.

Así, pues, la relación entre la política y la economía es mucho más compleja de lo que parece según las exposiciones teóricas de los partidarios de la "teoría de la violencia", cualesquiera que sean. Cuando queremos comprender las tareas de la revolución socialista y los problemas de la edificación comunista es imposible hacer caso omiso de las leyes económicas, como es también imposible prescindir del examen político de las cuestiones que atañen al desarrollo de la economía socialista del país. Es indispensable ver la honda correlación dialéctica que existe entre política y economía. Decía Lenin que la política forzosamente ha de tener prioridad ante la economía. ¿En qué sentido lo decía? En el de que sin una visión política acertada, una clase no mantendrá su dominio ni, por consiguiente, podrá resolver su tarea de producción. En cambio, los que defienden la "teoría de la violencia" entienden la "prioridad" de la política en el sentido de que ésa es la fuerza decisiva de la historia, En realidad, la política misma es la expresión concentrada de la economía y, en último término, se halla determinada por las relaciones económicas.

La experiencia histórica de la edificación socialista en la Unión Soviética y en otros países socialistas pone de manifiesto los graves errores a que conduce el voluntarismo en las cuestiones económicas, el daño que causa al quehacer práctico la aplicación de la "teoría de la violencia", es decir, el desdeñar las leyes del devenir social. No hay que olvidar las lecciones de la lucha de Lenin contra las tentativas trotskistas de "dar órdenes" a las leves de la economía, de "apretar las tuercas" de la vida político-social después de la conquista del poder por la clase obrera, los intentos de aplicar los métodos de la guerra en el terreno administrativo, de actuar respecto a las masas con procedimientos coercitivos. En torno a las cuestiones de la edificación socialista, así como en torno a los problemas de la teoría y de la táctica de la revolución socialista, se produjo un choque entre dos concepciones del mundo: la marxista-leninista, materialista, por una parte, y la voluntarista, idealista, por otra.

Los trotskistas se desentendían de la política económica de principios, basada en el conocimiento de las leyes del desarrollo [91] social. Lo que les caracterizaba eran las sacudidas subjetivistas que los lanzaban de la falta de fe en la posibilidad de un ascenso económico del país a los planes aventureros de la "super-industrialización", y de los planes del asalto fulminante en el frente económico a la teoría capituladora de la "curva de extinción" en el desarrollo de la industria. Así se precipitaban de un extremismo a otro y el resultado era que salían del fuego para caer en las brasas

La línea voluntarista e idealista de los trotskistas en lo tocante a la política económica significaba negar el interés material en la edificación del socialismo, poner las esperanzas en la nivelación en la esfera del consumo, desligar del principio socialista de la distribución según el trabajo las cuestiones concernientes al desarrollo de la producción. Las ideas principales de Trotski en la concepción de los principios del socialismo estaban contenidas en su folleto "Papel y tareas de los sindicatos", y se cifraban en la siguiente tesis: "En la esfera del consumo, es decir, de las condiciones de la existencia personal de los trabajadores, es indispensable seguir la línea de la nivelación de salarios. En la esfera de la producción, el principio del trabajo de choque seguirá siendo decisivo para nosotros durante mucho tiempo".

Mostrando la inconsistencia científica y política de semejante postura, Lenin dijo.: "Esto es un verdadero embrollo desde el punto de vista teórico. Esto es completamente falso. El trabajo de choque es algo preferente, y preferencia sin consumo no es nada. Si por la consideración preferente que me dispensa recibo unas onzas de pan, diré que muchas gracias. La preferencia por el trabajo de choque también es preferencia en el consumo. Sin esto, el trabajo de choque es una quimera, una nubecita, y nosotros al fin y al cabo somos materialistas. Y los obreros también lo son; si hablas de trabajo de choque, de pan, ropa y carne. Sólo así lo entendíamos y lo entendemos al examinar centenares de veces estas cuestiones..."{70}.

Estas palabras ya se dijeron en 1920. Durante los decenios transcurridos desde entonces, la historia ha demostrado que, en cualquier país situado en la vía de la edificación socialista, el hecho de apartarse de los principios leninistas indicados y orientarse hacia el voluntarisrno se ha vengado a sí mismo, ha conducido a serios errores y fracasos en la obra económica, en la acción rectora para crear la nueva sociedad.

Asimismo en la organización política de la sociedad socialista, la aplicación de la "teoría de la violencia" causó un perjuicio enorme al desarrollo de la iniciativa y de la propia gestión de las masas, de las formas democráticas de vida, condujo a ilegalidades y a un abuso de poder. [92]

Todo el proceso del movimiento revolucionario y la práctica de la edificación socialista han puesto de relieve las fisuras y la inconsistencia de la "teoría de la violencia", así como la gran fuerza científica y la enorme potencia movilizadora de la concepción materialista de la historia, concepción que el leninismo toma como base para establecer científicamente la política y la táctica revolucionarias en la época presente.

En los trabajos de Lenin se da una solución científica a los problemas más importantes que la época moderna ha planteado a la humanidad. Dicha solución se basa en el profundo análisis materialista de la nueva situación histórica, análisis que ha dotado al materialismo histórico con nuevas tesis sobre las leyes del desarrollo social. Las geniales obras de Lenin demuestran cuán extraordinaria es la fuerza creadora del marxismo-leninismo, única ciencia verdadera, auténticamente avanzada, que arma a la humanidad progresista con el conocimiento de los caminos de la reorganización comunista.

El marxismo-leninismo no es un dogma, sino la teoría del desarrollo, y por esto, precisamente, sirve de guía para la acción, de pauta para la vida y la lucha de millones de personas.

Orientándose por la teoría marxista-leninista, el P.C.U.S. organiza a las masas trabajadoras de la U.R.S.S. para que alcancen los objetivos señalados con vistas a la erección de la sociedad comunista. El Partido y el Estado Soviético dirigen los esfuerzos del pueblo hacia la creación de la base material y técnica del comunismo, velan infatigablemente para que sigan elevándose la economía soviética y el bienestar de los trabajadores, resuelven con tenacidad el problema de la vivienda y todas las cuestiones relativas a la vida cultural y a los servicios sociales de la poblacilón. Sólo avanzando por este camino es posible lograr la abundancia de artículos de consumo y convertir en realidad el principio comunista: “De cada uno según su capacidad, a cada cual según sus necesidades".

En la emulación económica con el capitalismo y en la tensa y aguda lucha con la ideología burguesa, el País Soviético va cosechando nuevas victorias. El ejemplo del progreso económico, el florecimiento de la cultura y de la ciencia soviéticas, los éxitos y conquistas en el cosmos, todo ello ejerce una influencia inmensa sobre el curso de la historia, sobre el espíritu de millones y millones de trabajadores.

El Partido Comunista de la Unión Soviética, fiel al internacionalismo proletario, sigue siempre el llamamiento combativo de "¡Proletarios de todos los países, uníos!" El Partido ve la edificación comunista en la U.R.S.S. como gran misión internacional del pueblo soviético, misión que responde a los intereses de todo el sistema socialista mundial, a los del proletariado internacional y a los de toda la humanidad. El Programa del P.C.U.S. traza, desde el punto de vista de los principios, la línea general de desarrollo, [93] señala las direcciones fundamentales que se han de seguir para construir la sociedad comunista. El Partido, inspirándose en el legado de Lenin, lleva a la práctica este programa, en cuyos principios funda la planificación de la economía nacional. El análisis científico de las perspectivas de desarrollo ha de proseguirse también al elaborar los planes de la vida económica del país. "Nuestro programa de Partido –dijo Lenin– no puede seguir siendo tan sólo programa de partido. Ha de convertirse en programa de nuestra edificación económica; de otro modo, no sirve ni como programa de Partido. Ha de completarse con un segundo programa, con un plan de trabajos para la reconstrucción de toda la economía nacional, para dotarla de maquinaria moderna... Este programa del Partido no será tan invariable como nuestro programa actual, sujeto a cambio únicamente en los congresos"{71}.

Al elaborar el nuevo plan quinquenal para el fomento de la economía del país, nuestro Partido, apoyándose en los principios programáticos de nuestra progreso hacia el comunismo, introduce sistemas de dirección de la industria científicamente establecidos, asegura la consecución de los hitos fijados para imprimir un vigoroso empuje a nuestra agricultura en todos sus aspectos. Cuando fija los planes concretos de la economía nacional, nuestro Partido se guía por los principios que expuso Lenin sobre la gestión administrativa, por sus indicaciones sobre la necesidad de aplicar métodos de tipo económico para estímulo de la producción socialista, sobre la unidad de la dirección centralizada de la economía nacional y sobre la autonomía administrativa de las empresas, sobre la combinación orgánica de los estímulos materiales y morales.

Desde la sesión plenaria de octubre (1964) del Comité Central del P.C.U.S. nuestro Partido ha llevado a cabo una labor ingente para perfeccionarlos métodos y el estilo de la dirección de la vida política, social y económica del país, superando las consecuencias del subjetivismo, del voluntarismo y de la administración burocrática. Partiendo del profundo análisis, de las condiciones objetivas del desarrollo, el Partido, mediante las resoluciones tomadas en la sesiones plenarias del Comité Central (de marzo y septiembre), estableció formas y métodos, nuevos por sus principios, para asegurar el ulterior auge de la industria y de la agricultura.

Cumplido el plan septenal, el pueblo soviético emprende la realización de nuevas tareas con vistas a la creación de la base material y técnica del comunismo y al desarrollo de todas las facetas de la vida social. El período en que se prepara el XXIII Congreso del P.C.U.S. constituye una nueva y brillante confirmación de la unidad total del Partido y del pueblo en la gran empresa de llevar a la práctica el legado de Lenin.

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{55} C. Marx y F. Engels, “Obras”, t. IV, p. 271.

{56} C. Marx y F. Engels, “Obras”, t. XXI, p. 226.

{57} C. Marx y F. Engels, “Obras”, t. XVIII, p. 515.

{58} Ibíd., p. 524.

{59} Ibíd., p. 473. (Karl Marx, Friedrich Engels, “Revolución en España”, Ediciones Ariel, Caracas-Barcelona, 1960, p. 247).

{60} C. Marx y F. Engels, “Obras”, t. XX, p. 162. (Federico Engels, “Anti-Dühring”, Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo, 1961, p. 193).

{61} Ibíd., p. 169. (“Anti-Dühring”, edic. cit., p. 201).

{62} C. Marx y F. Engels, “Obras”, t. XXIII, p. 761.

{63} V. I. Lenin, “Obras”, t. XXXVI, p. 48.

{64} Ibíd., p. 457.

{65} V. I. Lenin, “Obras”, t. XXXVIII, p. 43.

{66} Ibíd., pp. 369-370.

{67} Ibíd., p. 44.

{68} V. I. Lenin, “Obras”, t. XLII, p. 143.

{69} V. I. Lenin, “Obras”, t. XLIII, p. 341.

{70} V. I. Lenin, “Obras”, t. XLII, p. 212.

{71} Ibíd., pp. 157-158.