Filosofía en español 
Filosofía en español

Pedro Fedoséiev · Dialéctica de la época contemporánea · traducción de Augusto Vidal Roget

Parte primera. Bases filosóficas de la política y de la táctica

Base filosófica del comunismo científico


Filosofía y política

Indicaba Lenin que la política es un arte, pero que, al mismo tiempo, es una ciencia. Y ha sido, precisamente, el comunismo científico el que ha hecho científica a la política.

El estudio del comunismo científico permite llegar a la entraña de las cuestiones políticas. Y orientarse sabiendo qué terreno se pisa en estas cuestiones y la dirección que los acontecimientos toman constituye una necesidad ineludible del hombre moderno. Desde luego, es posible vivir también sin ideología y sin ocuparse de política. Mucha gente vivió así en el pasado, y no falta hoy quien así vive. Pero adoptar semejante actitud significa no ser, en el pleno sentido de la palabra, un hombre del siglo XX, un hombre de la época en que se edifica el comunismo. Desentenderse de la ideología y de la política es mezquindad, filisteísmo. Ya Aristóteles decía que el hombre es un animal social, cabe decir, incluso, político, y comprendió que el hombre al margen de la sociedad –por consiguiente, sin noción de la política– está lejos de ser un hombre en el sentido propio de la palabra.

Una política acertada exige que se apliquen de manera consecuente los principios del comunismo científico, que se apoyan en la filosofía marxista-leninista. Y en este punto nos encontramos con una cuestión que es objeto de debate entre nosotros y los ideólogos burgueses: la cuestión de la filosofía y de la ideología únicas. Los filósofos burgueses suelen jactarse de que entre ellos existan muchas tendencias filosóficas; suponen que en esto consiste la riqueza del pensamiento filosófico. Nosotros estimamos que esto no es una prueba de riqueza, sino un desastre social.

Planteemos la cuestión en su forma más sencilla, y no en [200] términos abstractos: ¿qué es mejor, que haya muchas filosofías o que haya una filosofía sola, única? Por supuesto, tanto la experiencia como la razón nos dicen que, idealmente, ha de haber una verdad única. Quien cree que la multiplicidad de corrientes filosóficas es un bien, no ha reflexionado en cómo puede actuar la sociedad y cómo pueden los hombres orientar y dirigir la vida social si parten de verdades completamente distintas.

Nosotros tomamos la filosofía en serio, vemos en ella una guía metodológica para las ciencias y, por ende, también una orientación en la vida. Mas, en la vida, ¿cómo es posible guiarse por una gran cantidad de verdades esenciales para resolver unas mismas cuestiones?

Evidentemente, nuestros conocimientos sobre muchas cuestiones son relativos tanto en filosofía como en las ciencias especiales. A menudo, también en las ciencias naturales nos encontramos con diversos puntos de vista en torno a un mismo problema. De ningún modo está excluido que esos diversos puntos de vista partan de un mismo fundamento ideológico, de una concepción científica y única del mundo. Eso constituye una natural diferencia de opiniones, una pugna de criterios. El conocimiento humano, en el proceso de su desarrollo, puede llegar –y llega– a hacerse cargo de la verdad absoluta. Mas, prácticamente, ésta se halla siempre más allá, pues el mundo es infinito, e infinito es el conocimiento. En muchos casos hemos de contentarnos con verdades relativas más o menos fidedignas. Y ello explica que ciertas cuestiones concretas de la ciencia den origen a interpretaciones diferentes.

Mas, si en cuestiones concretas puede y suele haber opiniones diferentes, la concepción científica del mundo. no puede ser más que una.

Y si la concepción científica es importante para las ciencias naturales y sociales, con mayor motivo ha de serlo para la política, para la estrategia y la táctica. Aquí, las divergencias en las cuestiones metodológicas iniciales se transfieren al terreno de la práctica. Los errores y desviaciones ideológicas repercuten negativamente en lo que se hace, causan graves perjuicios en la aplicación de la línea política, en la vida económica, cultural, &c.

Cualquier repliegue de la filosofía marxista, de los principios metodológicos básicos, provoca desviaciones en política, errores en el hacer práctico. ¿Cuáles suelen y pueden ser los repliegues y las desviaciones respecto a la filosofía marxista-leninista y sus principios?

Por una parte, como muestra la historia, se observa una retirada hacia el materialismo vulgar o el económico; por otra parte, se tiende al subjetivismo, al voluntarismo, a la plataforma de la denominada teoría de la violencia. Quien en política se inclina hacia el materialismo vulgar, económico, se corrompe y cae inevitablemente en el oportunismo de derecha, en el franco revisionismo. Quien en teoría se inclina hacia el voluntarismo, hacia [201] la teoría de la violencia, se desliza, por regla general, hacia la mera fraseología izquierdista y hacia el aventurerismo revolucionario.

Al decir que los filósofos se dividen en materialistas e idealistas, no hacemos más que establecer una delimitación de tipo general. Con frecuencia ocurre,-sin embargo, que existen elementos intermedios y de transición entre esas directivas principales, se dan concepciones y posiciones mixtas, eclécticas.

Si todos nuestros adversarios fueran idealistas manifiestos y declararan que el espíritu es lo primario y que Dios lo ha creado todo, las tareas de la lucha ideológica y política serían muy sencillas. La complejidad de tal lucha estriba en que, bajo la bandera del "marxismo", se presenta con frecuencia el materialismo económico o el voluntarismo. De ahí que las cuestiones de la lucha ideológica no sean siempre tan transparentes y sencillas como podría parecer a primera vista.

Tomemos una corriente política como la socialdemócrata en Occidente o la de los "economistas" y mencheviques en Rusia, de los que tenemos noticia por la historia de nuestro Partido; unos y otros se inclinaban hacia el materialismo económico, hacia la teoría de la espontaneidad. A su juicio, dado que en la historia, los factores económicos son los decisivos, el propio des arrollo de la economía conducirá, tarde o temprano, a que el socialismo sustituya al capitalismo. De ahí arrancan las teorías de la transformación pacífica, de la conversión pacífica del capitalismo en socialismo.

Son muy significativos, en este sentido, los razonamientos del "promotor" del revisionismo en la socialdemocracia de la Europa occidental, Eduard Bernstein:

"Ser materialista –escribió– significa, ante todo, afirmar la necesidad de todo lo que sucede. El movimiento de la materia se realiza, según la teoría materialista, con la necesidad de determinadas leyes: no hay causa sin constante efecto, no hay fenómeno sin causa material. Y comoquiera que el movimiento de la materia determina la forma de las ideas y la dirección de los actos volitivos, también éstos, con todo lo que acontece en el mundo humano, son necesarios. El materialista es, por consiguiente, un calvinista sin Dios. Aunque no cree en la predestinación establecida por la divinidad, cree de todos modos, y debe creer, que, a partir de un momento cualquiera, todo lo que después sucede se halla determinado de antemano por el conjunto de la materia dada y por las relaciones de fuerzas entre las partes de la misma"{7}.

Pues bien: esta interpretación vulgar del materialismo sirvió de base filosófica al reformismo y al revisionismo. La ideología [202] reformista mina el espíritu revolucionario del movimiento obrero. La revolución exige sacrificios, arguyen los oportunistas, puede agravar la situación económica de los obreros, por lo menos durante cierto tiempo. ¿Para qué promoverla? ¿No es preferible esperar a que las fuerzas productivas nos lleven por sí mismas al socialismo? Entonces también se llevará a efecto la transformación del capitalismo en socialismo, pero sin dolor.

Por otra parte, tampoco han faltado políticos que han profesado la teoría de la violencia, subestimando la trascendencia del desarrollo económico y, en general, de las leyes objetivas. Si acudimos a la historia, podemos citar corrientes políticas como el blanquismo y el anarquismo, en particular el bakuninismo. Si tomamos la historia de nuestro Partido, hallamos a los otzovistas (también vperiadovtsi), a los comunistas "de izquierda" y a los trotskistas. Lo típico de ellos es suplantar el marxismo por el voluntarismo.

Como es notorio, Engels puso en berlina la "teoría de la violencia" de Dühring hace casi un siglo. Mas el "dühringuismo" aún colea.

¿En qué consistía la "teoría de la violencia", de Dühring? En afirmar que lo primero no es el régimen económico, sino la política. Y ahora, los partidarios del aventurerismo revolucionario desechan la tesis marxista de que la historia de la sociedad es la historia de la lucha de clases y sostienen que la historia de la sociedad ha sido la historia de las guerras. Mientras que los oportunistas de derecha, los revisionistas, consideran que se puede llegar al socialismo sin revolución, los partidarios de la ideología voluntarista suponen que la revolución se puede provocar en cualquier momento. Por ejemplo, los blanquistas y los bakuninistas pregonaban que podían desencadenar la revolución inmediatamente y que para ello lo único que hacía falta era lanzar las correspondientes consignas.

Al caracterizar la táctica de los conspiradores, Marx y Engels escribieron: "Cae de su peso que estos conspiradores no se contentan con organizar en general al proletariado revolucionario. Su objetivo estriba, precisamente, en anticiparse al proceso del desarrollo revolucionario, en conducirlo artificialmente a una crisis, en hacer la revolución de improviso, sin que existan las condiciones necesarias. Para ellos, lo único que condiciona la revolución es que exista la debida organización de su conjura. Son los alquimistas de la revolución y comparten por completo la falsedad y la limitación de las representaciones y de las obsesiones de los antiguos alquimistas. Se apasionan por inventos que han de crear milagros revolucionarios: bombas incendiarias, máquinas infernales de mágico efecto, motines que han de obrar de manera tanto más milagrosa y sorprendentemente cuanto menores son sus fundamentos razonables. Ocupados en la elaboración de semejantes proyectos, sólo persiguen un objetivo próximo: [203] derrocar el gobierno existente, y desprecian olímpicamente la instrucción dé los obreros acerca de sus intereses de clase, instrucción que posee un carácter más teórico"{8}.

La táctica aventurera de los conspiradores es extraña al movimiento obrero organizado y a los principios del comunismo científico.

Lenin, al rechazar el seguidismo de los reformistas y la táctica conspirativa de los aventureros "de izquierda", fundamentó la idea de unir el trabajo legal y el ilegal y los dos correspondientes tipos de organización. Sin utilizar las posibilidades legales, el Partido no podrá influir sobre los movimientos espontáneas de masas, como tampoco podrá ilustrarlas y organizarlas, hacer que confíen en el papel rector del proletariado revolucionario. Y si no sabe realizar un trabajo ilegal, el Partido se encontrará impotente e indefenso ante los golpes del terror burgués, al que recurren sistemáticamente las clases reaccionarias en los países "más democráticos" del capital a despecho de las declaraciones, falsas e hipócritas, acerca de la libertad. Los, gobiernos burgueses violan constantemente sus propias constituciones para perseguir a los comunistas, para preparar en secreto detenciones y asesinatos de estos últimos, para aplastar la actividad de los partidos comunistas e incluso para prohibirlos. Los partidos comunistas han de estar siempre preparados para llevar a cabo una labor sistemática ilegal cuando se vayan a producir las persecuciones y represiones burguesas. Lenin estimaba de singular importancia efectuar trabajo ilegal en el ejército, en la flota y en la policía a fin de utilizar los instrumentos de poder de la burguesía contra la propia burguesía, atrayéndose a los obreros y campesinos movilizados.

De este modo, también en lo que atañe a la táctica, aplica el leninismo consecuentemente los principios de la dialéctica materialista.

Marx, Engels y Lenin dieron a la estrategia y a la táctica de la lucha revolucionaria un sólido fundamento- basándose en un profundo análisis económico y filosófico de la época correspondiente. Recordemos unos hechos bien conocidos. Can el fin de aclarar cuáles eran las fuerzas principales de los movimientos sociales del siglo XIX y establecer la política del movimiento comunista, Marx analizó la complicadísima red de relaciones económicas, descubrió las contradicciones internas y las leyes del desarrollo del capitalismo, en una palabra, creó EL Capital. Junto con Engels, investigó en todos sentidos la estructura de clase de la sociedad burguesa, su base económica, su superestructura política e ideológica, las manifestaciones y formas principales de la lucha de clases. Semejante explicación materialista de la esencia [204] de la época dada proporcionó un firme soporte a la política revolucionaria de la clase obrera.

Lenin formó la táctica del Partido en la primera revolución rusa después de un profundo análisis socioeconómico de la sociedad de su país. Bastará recordar ¿Quiénes son los "amigos del pueblo" y cómo luchan contra los socialdemócratas? y El desarrollo del capitalismo en Rusia. En estas obras se encuentra la médula económica y filosófica de la línea política que luego formuló Lenin en Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución rusa. Es característico que en el prefacio a la segunda edición del libro El desarrollo del capitalismo en Rusia, el mismo Lenin recalcara: todo cuanto se había señalado en este libro –la relación de las clases y la disposición de sus fuerzas– se ha visto confirmado por la abierta actuación de las clases en la primera revolución rusa. En los combates revolucionarios se ha hecho bien patente, sobre todo, da verdad de que el papel del proletariado en el movimiento social es inconmensurablemente mayor que su composición numérica respecto a la masa general de la población del país.

Son admirables la profundidad y la amplitud con que fundamentó Lenin la teoría y la táctica de la revolución socialista. Analizó en detalle la época imperialista. Al escribir El imperialismo, fase superior del capitalismo, Lenin estudió muy atenta-. mente decenas de trabajos especiales sobre economía. En sus investigaciones se apoyaba en la dialéctica materialista, cuya teoría amplió. A ese período corresponden, precisamente, sus famosos Cuadernos filosóficos. Para fundar la teoría de la revolución socialista, la política y la táctica del partido proletario en las nuevas condiciones históricas, Lenin estudió, con sumo detalle, una ingente cantidad de hechos económicos, investigó la esencia económica del imperialismo, los cambios habidos en la correlación de las fuerzas de clase y en la superestructura política, los avances del movimiento obrero. La teoría –creada sobre este fundamento– de la revolución social y de la lucha de liberación nacional en las colonias ha resistido brillantemente la prueba del tiempo y sigue siendo una fiel guía para la acción.

Al trazar el plan de la reestructuración socialista de la sociedad después de la victoria de la Revolución de Octubre y al elaborar el segundo Programa del Partido –aprobado en el VIII Congreso, en 1919–, Lenin volvió a realizar un gran análisis de los hechos: todos los regímenes económicos del país y sus correlaciones, la estructura de clases de la sociedad y las tendencias de dichas clases. Sólo después de hecha esta labor, fijó las tareas capitales del Partido, formuló las principales tesis programáticas y luego el plan de electrificación del país.

Del mismo modo se elaboró y se creó el tercer Programa del Partido, aprobado en el XXII Congreso. Hacía falta analizar los fenómenos de la economía mundial, la distribución de las fuerzas [205] sociales en el mundo, las relaciones económicas y la estructura de clase de la sociedad soviética, las vías de su movimiento hacia la homogeneidad social, sus cambios en la organización política. El Partido estuvo trabajando durante varios años para establecer las tesis programáticas basándose en la teoría del marxismo-leninismo.

¿Qué nos dice todo esto? Nos dice que es necesario observar con todo rigor los principios del comunismo científico y, correspondientemente, las exigencias del materialismo dialéctico e histórico, no tolerar las desviaciones, mantener una enérgica lucha contra el subjetivismo y la teoría de la espontaneidad, del curso natural de las cosas. La edificación del comunismo se apoya en la ciencia y no admite soluciones arbitrarias y personales, ni reorganizaciones poco meditadas y apresuradas, ni apego a la administración burocrática.

El comunismo científico es la conclusión a que conduce todo el análisis marxista-leninista de los procesos del desarrollo social. Esa ciencia sirve como continuación directa de la filosofía marxista y de la economía -política, se basa en ellas. Además, el fundamento filosófico y el económico del comunismo científico se hallan íntimamente –cabe decir: indisolublemente– enlazados entre sí.

A veces hay quien pregunta si el comunismo científico es una ciencia filosófica. El comunismo científico no es una sección de la filosofía. Es una parte componente del marxismo-leninismo, como la filosofía y la economía política.

Tomemos un documento íntegro del comunismo científico de nuestra época: el Programa del P.C.U.S. ¿Es una obra filosófica? En él hay un fundamento filosófico y uno económico, pero en su totalidad es un documento del comunismo científico.

Tiene, éste, su determinado círculo de problemas de investigación, sus categorías y sus leyes. Se trata, ante todo, de problemas –y, correspondientemente, de categorías– como: la estrategia y la táctica de la lucha de clases del proletariado, la revolución socialista y la dictadura del proletariado, la transformación de las revoluciones democrático-burguesas y de liberación nacional en revoluciones socialistas, los aliados de la clase obrera, el problema campesino, el nacional, la estructura de clases en las diversas etapas del movimiento de la sociedad hacia el comunismo, las relaciones entre la ciudad y el campo, los caminos para eliminar sus diferencias, la abolición de. las diferencias entre el trabajo; intelectual y el físico, la organización política de la sociedad, problemas como el de la familia, género de vida, vivienda, educación comunista, moral, &c.

Los problemas del comunismo científico abarcan todos. los de la lucha de clases contra el capitalismo, por la victoria de la revolución socialista, así como las cuestiones de la edificación socialista y del tránsito al comunismo. [206]

El comunismo científico es una ciencia en constante desarrollo. Se enriquece sin cesar en el decurso de la lucha práctica por el aniquilamiento del capitalismo y por el triunfo de los principios comunistas de organización social.

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{7} E. Bernstein, “Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia”, San Petersburgo, 1906, p. 7.

{8} C. Marx y F. Engels, “Obras”, t. VII, pp. 287-288.