Filosofía en español 
Filosofía en español

Internacional de los Trabajadores de la Enseñanza

Pedagogía Proletaria. Jornadas Pedagógicas de Leipzig 1928

V. Disciplina escolar

B) La disciplina en la escuela
por F. C. Moore (Inglaterra)


INFORME

La disciplina puede ser considerada bajo dos puntos de vista: primero, como un medio que permite ejecutar el trabajo de la escuela; segundo, como un medio de formación.

Toda escuela, aunque esté dirigida por individualistas de los más apasionados por el anarquismo, tendrá necesidad de disponer de un plan o sistema cualquiera para cumplir su trabajo. Las disposiciones adoptadas para ejecutar ese plan –en lo que esas disposiciones se relacionen con la actividad de los alumnos– constituyen la disciplina. Seguramente que todo pedagogo y todo educador están conformes con las declaraciones elementales precedentes, de las que se desprende que hay una gran diferencia entre los sistemas de disciplina adoptados en las diversas escuelas.

Para hallar la razón de esta diferencia, es preciso ahondar en el problema: en realidad, cualquiera que sea la concepción de la disciplina que tengan los educadores, es disciplina en tanto se la considere como medio de formación por quienes dirigen la educación; pero inmediatamente se plantea esta cuestión: Educación, ¿en qué sentido?

Tres concepciones diferentes sobre el fin de la educación

La respuesta sobre el sentido en que se oriente la educación depende del medio social en que se desenvuelva el alumno, es decir de la organización social. La enseñanza está dirigida por la clase dominante, que actúa, de ordinario, por medio del sistema gubernamental que ella ha establecido. Esta clase actuará, claro es, de un modo variable, de conformidad con la situación que quiera hacer ocupar al alumno. Así, en un estado burgués, interesado en conservar el obrerismo, el fin de la educación será producir una masa dispuesta, en todo lo posible, a vivir supeditada al capitalismo. Nada de iniciativas que pudieran resultar dañosas. El hombre, producto de una educación completa, podría capacitarse en la organización económica y política y constituiría un peligro para el poder de la burguesía. En compensación, se desenvolverá más la iniciativa en aquellas enseñanzas destinadas a formar intelectuales de la clase media –doctores, juristas, periodistas, personal docente, &c. Así, éstos no deben ser sometidos a la educación dada a la masa, que tiende a producir una obediencia puramente mecánica, ni se les debe permitir exceso de iniciativas, que les pondrían en posesión del poder. La dificultad de asegurar esta educación intermedia puede medirse por el número de revoluciones provocadas constantemente por esta clase. Tenemos, por último, la educación de la clase dirigente, en la que el fin es el desenvolvimiento de la iniciativa, de la capacidad para ejercer el mando y de un fuerte espíritu, de clase, mientras que este sentimiento de clase es cuidadosamente eliminado de las escuelas para los obreros.

En Inglaterra, estos tres tipos de escuelas están muy netamente caracterizados. La escuela elemental, escuela de masas, es esencialmente la escuela de los obreros. La escuela secundaria está adaptada a la formación de profesiones liberales, si bien en la actualidad hay en esto cierta confusión, debido a que las capas inferiores de la clase media y algunos miembros de la clase obrera son instruidos en la escuela secundaria y preparados para una carrera a que, ulteriormente, esas clases no tenían acceso. En consecuencia, vemos a la vez industriales y un cierto número de obreros reivindicarse en ciertos aspectos que producirán cambios inminentes. Y hay, en fin, la escuela llamada “escuela pública”, es decir, la escuela reservada a los hijos de los ricos. En ella, los niños aprenden a despreciar, como extraño, a quien no pertenezca a su clase. Al mismo tiempo, se aprovecha toda ocasión de favorecer y desenvolver todas las aptitudes de mando. Es claro que el sistema de disciplina debe variar en estos tres tipos de escuelas.

Los tres tipos tienen de común que sirven el interés de la burguesía, llevan su marchamo. Para la, burguesía, lo más importante del mundo es la obediencia pasiva, sin discutir las órdenes de los superiores. En las escuelas de los obreros debe reinar una obediencia ciega. En las escuelas de la burguesía impera por sí misma una obediencia dictada por ideas de clase: hay que ser fiel a su escuela, fidelidad que, como consecuencia, se convertirá en una fidelidad de clase. Por otra parte, es necesario obedecer, porque se podrá llegar a ser jefe, y entonces gustará ser obedecido. Tal es, en realidad, el sistema aplicado, bajo la forma de los instructores, a la disciplina, y el de los alumnos modelos en las escuelas “públicas” inglesas. En la escuela secundaria comprobamos una posición intermedia entre esos dos extremos, que, como todas las posiciones intermedias, resulta confusa.

La actitud general de la burguesía, que exige una obediencia y una disciplina estrictas, es la consecuencia natural de su posición: que se obedezca sin indagar y sin pensar, que es lo esencial para mantenerse en el poder, bien entendido que tal actitud es sobre todo importante en las escuelas proletarias. De esa manera, la organización social es más despótica, es decir, los obreros están más avasallados por la burguesía, y más estricta es también la disciplina en la escuela del proletariado.

Hemos visto ya que los intelectuales de la clase media tienden constantemente a producir individuos rebeldes contra los convencionalismos reinantes en su clase y contra el reducido estado de desenvolvimiento social que esta clase ha producido. Lo más frecuente es que su rebeldía sea individualista, sin aliarse a la rebeldía de la clase obrera. El motivo de esto es puramente individualista, y, en consecuencia, el espíritu de esa rebeldía es un espíritu de individualismo y de anarquismo, de donde se deriva la concepción que de la disciplina se hace el intelectual burgués: no le concede ningún valor como medio de formación y quisiera destruir toda disciplina, o al menos reducirla a la más mínima expresión.

La moderna concepción de la disciplina, como medio de formación, es la concepción socialista. El Socialismo sostiene que la disciplina debe consistir en el desenvolvimiento de un sistema de conciencia social, que los alumnos deben por sí mismos organizar la disciplina y así adquirir la formación social necesaria a un estado socialista.

La autodisciplina voluntaria, desenvuelta en autodisciplina de grupo, es la forma proletaria de la disciplina, en oposición al absolutismo o al individualismo sin freno de la burguesía.

Consecuencias prácticas de estas concepciones

¿Cuáles son las consecuencias prácticas de estas tres concepciones de la disciplina? –De la concepción burguesa resultan consecuencias bien conocidas, como los castigos corporales, la militarización, los castigos monótonos y estúpidos tales como la copia de ciertas frases un centenar de veces, o la obligación de permanecer de pie en posición incómoda; se estimula la emulación por todos los medios de la actividad intelectual, con lo que los alumnos aspiran a merecer notas superiores a las de sus camaradas y a concursar a los premios. Todos estos métodos están en uso en las escuelas para obreros en Inglaterra, en esa Inglaterra que es el más viejo Estado burgués.

El progreso de los sentimientos humanos, que es, en gran parte, la consecuencia de la lucha consciente de los obreros contra la opresión capitalista, dulcifica, en ciertos casos, la severidad de la disciplina. Si embargo, en las escuelas abiertas para el proletariado, en las que reina la economía y cuyas clases están cargadas de alumnos, el medio social resiste a la adopción de los métodos socialistas y, por consiguiente, la severidad de los castigos y un entrenamiento casi militar prevalecen casi siempre.

En un estado burgués, los educadores socialistas que han adquirido una visión clara de la situación, pueden rebelarse interiormente contra tal método disciplinario, quizás lleguen a modificarlo en este o en el otro sentido; pero no podrán nuca librarse completamente de las influencias de la sociedad burguesa, dentro de la cual viven. Están obligados a amoldarse a este sistema, exactamente como el obrero a la fábrica. La salida está solamente en unirse a los obreros para organizar y preparar el cambio del poder establecido.

El punto de vista de los intelectuales burgueses es, a más de una mira partidista, un desenvolvimiento de las ideas de Rousseau. Se le debe la creación de un gran número de escuelas experimentales muy interesantes, donde el dinero no se gasta para favorecer, bajo todos los puntos de vista, la libertad y el confort de los alumnos. Estas escuelas experimentales son raramente sostenidas por el Estado burgués, e invariablemente de ellas se excluyen los hijos de los obreros, que no pueden pagar una retribución grande.

La aplicación completa de la concepción individualista, que tiende a hacer desaparecer la disciplina, no es posible más que con la desaparición efectiva de las clases escolares o con el empleo de preceptores particulares. Esto último es lo corriente entre la burguesía, pero constituye una costumbre profundamente antisocial cuya extensión debe evitarse.

El sistema adoptado por la burguesía en la educación de sus hijos está principalmente representado en las llamadas escuelas “públicas”, que han atraído la admiración de las clases dominantes del extranjero, por quienes han sido copiadas. En ellas existe una estrecha disciplina, se exige obediencia a las autoridades; pero al mismo tiempo, para desenvolver las aptitudes de gobierno, la disciplina se pone en manos de los mismos alumnos. Es necesario evitar la confusión en este punto con la disciplina socialista: el poder en aquélla es ejercido exclusivamente por los alumnos más antiguos, que no son nunca responsables ante sus compañeros, ni nombrados por ellos. Los métodos empleados son, en gran parte, métodos de represión física. Como cada alumno, desde luego colocado en el rango de sujeto, puede convertirse en seguida en oligarca, adquiere hábitos de obediencia estricta y de respeto hacia los superiores, al mismo tiempo que se ejercita en el desempeño de los cargos de autoridad. Como se le dice constantemente que está obligado a sostener el honor de la escuela y de conformarse con sus costumbres, que son esencialmente las de las otras escuelas públicas, y que es pernicioso apartarse de la conducta, de las ideas, del tono, &c., que constituyen el carácter propio de las escuelas públicas, llega a formarse en esas escuelas un tipo distinto, con una conciencia de clase grandemente desarrollada. El conjunto de toda esta disciplina, consciente o inconscientemente, da lugar a todas las cualidades que deben adornar a una burguesía gobernante.

La última concepción de la disciplina, la concepción socialista, no se puede hallar más que en el solo estado obrero de la época actual, en la Unión Soviética, en donde los obreros están actualmente en plan de edificar sobre bases socialistas. Allí, el espíritu individualista y el de emulación han sido reemplazados por el sistema de los proyectos y por la actividad de grupo; el gobierno de sí mismo, la disciplina voluntariamente impuesta por el grupo directivo reemplazan los viejos métodos de disciplina pasiva impuesta por los superiores. Los castigos corporales y todos los corolarios que del antiguo método disciplinario se derivaban son suprimidos, por considerarlos supervivencias de la barbarie y del capitalismo.

Los educadores comprenden, no obstante, que bastantes de los problemas de la disciplina, tomada ésta como medio de dirigir bien la vida de la escuela, se simplifican cuando el deseo de actividad de los niños recibe satisfacción. De ahí la tendencia a reemplazar las lecciones, tal como en la actualidad se dan, por métodos tales como el plan Dalton, que son, a pesar de todo, adulterados en los Estados burgueses por el medio antisocial creado por la concepción de la disciplina tal como la hemos descrito, con lo que resulta que no se obtiene más que un desenvolvimiento individual, sin fomentar en el espíritu social una actividad colectiva permanente.

Disciplina y lucha de clases

Estas consideraciones muestran que el problema de la disciplina en la escuela está estrechamente relacionado con la lucha de clases y no puede recibir solución completamente satisfactoria en los estados burgueses. Quienes comprendemos estas cosas, debemos procurar reforzar la conciencia social y la actividad colectiva, que ayudan a desarrollar el espíritu necesario en la lucha obrera y en la sociedad de mañana. De todos modos, no debemos olvidar nunca que nuestra tarea no termina ahí, sino que hemos de fortalecer nuestras propias organizaciones y esforzarnos constantemente en unirlas a la gran masa de obreros que pretenden derribar el estado burgués y crear el estado obrero, que es el solo medio de resolver el problema de la disciplina.

[Pedagogía Proletaria, París 1930, páginas 179-183]