Zeferino González (1831-1894)
Obras del Cardenal González

Historia de la Filosofía
Tercer periodo de la filosofía griega

§ 113

El gnosticismo y la Filosofía novísima

Es muy posible que el epígrafe con que encabezamos este párrafo haga asomar la sonrisa a los labios de los admiradores de la novísima Filosofía alemana. Pero, a riesgo de escandalizar a éstos y a otros que se hallan muy lejos de sospechar que existen relaciones de afinidad y parentesco entre el gnosticismo de los primeros siglos de la Iglesia y ciertas especulaciones de la Filosofía germánica, nos atrevemos a afirmar que esa afinidad existe, y, lo que es más, que sólo puede pasar desapercibida para los que desconozcan esos dos movimientos del espíritu humano.

Acabamos de ver que todas las cristologías gnósticas entrañan bajo una forma u otra la negación de Jesucristo como Dios y hombre verdadero. El Cristo del Evangelio cristiano es para los gnósticos, o una mera apariencia, un fantasma, o un hombre dotado de virtud y ciencias extraordinarias recibidas de Dios. Es evidente que, en uno y otro caso, el Cristo del Catolicismo se convierte en Cristo ideal o mítico, en un ser que representa la encarnación, la expresión de un principio de vida superior en la humanidad, sometida hasta entonces en una vida material e inferior. El Cristo no tiene importancia alguna como ser histórico y personal; toda su importancia y la redención que se le atribuye, consiste en haber revelado al mundo la idea moral en toda su pureza; en haber inspirado a la [477] conciencia humana la idea de la perfección ética, por medio de la cual el hombre puede elevarse sobre las condiciones de la materia y de los sentidos que antes le dominaban. ¿Será necesario llamar la atención del lector sobre las estrechas relaciones de semejanza y afinidad entre la cristología del gnosticismo y la cristología del padre y fundador del trascendentalismo germánico? Porque ello es cierto que en la teoría de Kant, el Cristo Salvador de que nos hablan los Evangelistas, no es el Verbo divino hecho carne en realidad, no es una persona divina, no es Dios-hombre verdadero: es un hombre a quien Dios ha comunicado la perfección moral, teórica y práctica, en su grado más elevado, y que, por lo mismo, puede y debe servir de ejemplar para la regeneración y redención de la humanidad. Jesús de Nazareth es el arquetipo del hombre perfecto, superior y libre de las condiciones de la materia y de los sentidos, que dominan en el hombre a proporción que se aparta de este modelo o ideal; porque apartarse de este modelo es apartarse de la idea de moral realizada en Cristo, el cual, bajo este punto de vista, o sea como representante de la idea moral en toda su pureza, eleva, redime y salva al hombre.

Avancemos un paso más en el terreno de la Filosofía germánica, que pronto tropezaremos con Schelling reproduciendo los rasgos principales de la teogonía de Valentín. El Abismo-Silencio del gnostico alejandrino, inactivo en su origen, y por espacio de siglos oculto y como envuelto (Deus implicitus de Schelling) en sí mismo, entra en acción y movimiento; manifiesta y desarrolla su ser por medio de emanaciones y evoluciones sucesivas y descendentes, parte de las cuales [478] constituyen el mundo visible o la naturaleza, mientras que la Sophia entra en el hombre como principio divino, en el cual se desarrolla, se manifiesta y crece hasta dominar y sobreponerse a la materia, para volver al Pleroma o plenitud del ser, por medio de la gnosis, de la ciencia perfecta y absoluta del ser, de la grandeza inefable, como decían los valentinianos. El autor de la Filosofía de la naturaleza nos habla a su vez de un ser primitivo, indeterminado y vago, que todavía no es Dios, pero que entraña todo el ser, toda la esencia de Dios, del mundo y del hombre. Esta especie de abismo caótico; este fondo que contiene todas las perfecciones y todas las esencias en su estado inicial, sin ser ningunas de ellas determinadamente, comienza a moverse, despierta de su sueño, se agita, se desenvuelve, y por medio de evoluciones determinadas adquiere el ser personal, la conciencia de su divinidad; se transforma luego en naturaleza (mundo visible de los valentinianos), y encarna en la humanidad (elemento pneumático) o espíritu. La época histórica que corresponde a esta tercera manifestación del ser primitivo, se halla representada por el Cristianimo, en el cual y con el cual el bien adquiere la preponderancia sobre el mal.

Añádase a esto que la ciencia absoluta de Schelling, el conocimiento y la conciencia de la identidad entre el objeto y el sujeto, entre el espíritu y la naturaleza con respecto al Absoluto, responde a la ciencia perfecta y superior de los antiguos gnósticos, coincide con la gnosis que caracteriza a los hombres pneumáticos, a los cristianos verdaderos del antiguo gnosticismo.

Si de Schelling pasamos a Hegel, la afinidad y [479] relaciones entre el trascendentalismo germánico y el gnosticismo antiguo, aparecen no menos patentes y reales. La Idea hegeliana, el Ser abstracto y puro del filósofo de Sttutgardt, su Dios-potencialidad, trae a la memoria espontáneamente al Abismo-Silencio, al Padre sin nombre ni atributos de los antiguos gnósticos, y al Ensoph o infinito inefable, innominado y sin formas del Zohar y de la Cábala.

Y pasando en silencio algunos otros puntos de contacto y afinidad, hasta fijar la atención en las tres formas religiosas que, según Hegel, representan el movimiento lógico de la Idea en la historia, a saber: a) la religión de la naturaleza, en que el espíritu se halla como absorbido en la materia; b) la religión de la individualidad, en que el espíritu se separa de la materia y la naturaleza se opone a Dios; c) la religión de la razón absoluta y de la armonía, en que el espíritu y la materia, Dios y el hombre, se unen en la conciencia de su identidad en el hombre y por el hombre. Las religiones paganas de la India, de la Persia, del Egipto, &c., representan la primera forma religiosa de la humanidad; la segunda se halla representada por el politeísmo greco-romano; el Cristianismo representa la tercera y última forma religiosa. Con ligeras variantes, esta teoría es la teoría histórico-religiosa de Valentín, al cual hemos visto señalar y distinguir en la historia de la humanidad el periodo o reinado del principio hylico, el periodo o reinado del principio psicológico, y el periodo o reinado del principio pneumático. El paganismo representa el reinado del primero; el reinado del principio psíquico se verificó en el judaísmo y por el judaísmo; la religión de Cristo es la [480] expresión, la manifestación correspondiente al reinado del principio pneumático, o sea del principio divino que entra en el alma humana y que vuelve a Dios reconocienco su identidad con él.

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Zeferino González
historias de la filosofía

Historia de la Filosofía (2ª ed.)
1886, tomo 1, páginas 476-480