φñZeferino GonzálezHistoria de la Filosofía (1886)

tomo segundo:3940414243444546474849Imprima esta página

§ 40. Escuela mística: Hugo de San Víctor

Hemos dicho arriba que Guillermo de Champeaux, antes de su elevación al episcopado, se retiró a la abadía de San Víctor, o, mejor dicho, a un pequeño monasterio situado extramuros de París y dependiente de la abadía de San Víctor en Marsella. A ruego de sus compañeros, el futuro obispo de Chalons se vio obligado a explicar Filosofía y Teología, dando de esta suerte, si no origen, al menos impulso y renombre a la escuela de San Víctor, una de las más celebradas –y no sin razón– en aquella época y siglos posteriores.

Los principales representantes de esta fueron Hugo, nacido probablemente en las cercanías de Ipres, y su discípulo Ricardo, oriundo de Escocia, y que falleció en 1173. Uno y otro escribieron numerosas obras dogmáticas, místico-exegéticas y filosóficas, en las cuales se nota un sello indudable de misticismo, que, si bien pudiera apellidarse psicológico en atención a la importancia que conceden al conocimiento del alma y de sus facultades, merece con mayor razón la denominación de misticismo ontológico, porque entraña [162] la intuición directa de Dios y de la verdad divina, aun prescindiendo del orden sobrenatural y místico.

El misticismo en Hugo de San Víctor se encuentra unido además con lo que pudiéramos llamar misticismo neoplatónico e idealista. Para convencerse de ello, basta recorrer sus comentarios sobre el libro De Coelesti Hierarchia, atribuido a Dionisio Areopagita, en los que abundan los pensamientos y pasajes relacionados con la concepción mística y neoplatónica, aunque sin salir de la esfera ortodoxa o católica. La suma y complemento de la Filosofía para Hugo,es contemplar las naturalezas invisibles de invisibles substancias, y las causas invisibles de las cosas visibles, lo cual, aunque pertenece a la física (physica scrutatur invisibiles rerum visibilium causas), ni ésta, ni las matemáticas, ni la teología humana, pudieron alcanzar la verdad, porque sus sabios carecieron del auxilio de la gracia y menospreciaron la humildad:Sapientes hujus mundi propterea stulti facti sunt, quia solo naturali documento incedentes, exemplaria gratiae non habuerunt... Veritatem agnoscere non potuit (sapientia mundi), quoniam in sua eruditione formam humilitatis tenere contempsit.

La razón, añade, no puede penetrar o conocer por sí sola ciertas verdades superiores, siquiera pertenezcan al orden natural (ratio per se non sufficit, nisi a Deo adjuta fuerit), si no es auxiliada por Dios.

Hugo habla con frecuencia de la manifestación de la verdad divina, que el hombre consigue por medio de la elevación y depuración de la mente (per mentis ascensum), que contempla la verdad en la luz superior o divina: habla de diferentes modos de revelación [163] intelectual, de iluminaciones mediatas e inmediatas, de ascensiones y grados por medio de los cuales el hombre entra en posesión de la verdad divina: quibus gradibus divinae illuminationis processio fiat usque ad nos; et rursum quibus progressionibus mens nostra reducatur ad summae claritatis contemplationem.

Son muchos los pasajes de este género, y muchos también aquellos en que parece indicar que la luz intelectual, con la cual y en la cual vemos la verdad, es la misma luz divina, y al leer algunos de éstos, se creería fácilmente que son pasajes de Plotino,{1} o de alguno de sus discípulos.

A pesar de esta tendencia místico-idealista, y hasta ontológica, si se quiere, el principio católico impidió al moje de San Víctor extraviarse en los senderos tortuosos del panteísmo, o en las teorías peligrosas y erróneas de Orígenes y de los traducionistas: Credimus animas non esse ab initio cum angelis simul creatas, sicut Origenes fingit, nec cum corporibus per coitum seminantur.

Afirma igualmente la unidad o unicidad del alma en el hombre, la cual, aunque espiritual, es el origen [164] y razón suficiente de la vida, como lo es de la sensibilidad, del pensamiento y de la voluntad libre.{2}

Sin embargo, en otros lugares de sus obras aparece de nuevo el elemento neoplatónico, representado en la teoría de la reminiscencia y de las representaciones o formas sensibles{3} como impedimentos del conocimiento. En consecuencia de esto, y combinando esta doctrina con su tendencia mística, aconseja buscar la verdad sin salir de nosotros mismos: discamus extra non quaerere, quod in nobis possumus invenire.

Su clasificación de las facultades del alma ofrece también reminiscencias neoplatónicas, y más todavía ontológicas, puesto que además de los sentidos y de la imaginación, señala y distingue tres facultades superiores, que son la razón, el entendimiento y la inteligencia. La razón percibe las naturalezas, atributos, modificaciones y diferencias de los cuerpos bajo un punto de vista universal y por medio de abstracciones. El entendimiento(intellectus) percibe las cosas invisibles y las substancias espirituales creadas. La inteligencia, que está inmediata a Dios, percibe, o, mejor dicho, ve intuitivamente (cernit) la verdad suprema e[165] inconmutable: Cernit siquidem ipsum Summum Verum et vere incommutabilem.{4}

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{1} En prueba de esto y como specimen del lenguaje místico-idealista de Hugo de San Victor, transcribiremos algunos de sus pasajes: «Mens vero humana eisdem rursus gradibus ad superna conscendens, sacra divini eloquii inspectione coelestia secreta, et eam, quae in angelis est, divinae claritatis illuminationem perpendit, ex qua paulatim in invisibilium agnitionem succresceus ad ipsum tandem Summi Luminis splendorem contemplandum convalescit.

»Respicientes enim claritatem Patris, restituimur, id est, reformamur iterum; hoc est, reductive conversi ad illud unde venimus in simplum ejus radium, ut in uno lumine unum simus, qui lucemus ex lumine uno.» Comment. in Lib. de Coeles. Hierarch., cap. I.

{2} «Nec duas animas esse credimus in uno nomine, sicut multi scribunt... sed dicimus unam eandemque esse animam in homine, quae et corpus sua societate vivificet, et semetipsam sua ratione disponat, habens in se libertatem arbitrii.» De Anima., lib. II, capitulo XXXII.

{3} «Animus enim corporis passionibus consopitus, oblitus est quid fuerit, et quia nihil aliud fuisse se meminit, nihil, praeter id quod videtur, esse credit

{4} «Ratio ea vis animae est, quae rerum corporearum naturas, formas, differentias, propria et accidentia percipit. Abstrahit enim a corporibus, quae fundantur in corporibus non actione, sed consideratione. Intellectus ea vis animae est, quae invisibilia percipit, sicuti angelos, daemones, animas et omnem spiritum creatum. Intelligentia ea vis animae est, quae immediate supponitur Deo; cernit siquidem ipsum summum Verum, ac vere incommutabilem. Sic anima sensu percipit corpora, imaginatione corporum similitudines, ratione corporum naturas, intellectu spiritum creatum, intelligentia Spiritum íncreatum.» De Anim., lib. II, cap. VI.