φñZeferino GonzálezHistoria de la Filosofía (1886)

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§ 8. Ginés de Sepúlveda

El español Sepúlveda (Juan Ginés) merece también ser contado entre los representantes de la escuela aristotélico-alejandrina, no en verdad porque sea partidario de la mortalidad del alma, ni de las ideas y tendencias anticristianas de esta escuela, sino porque contribuyó eficazmente al brillo y propaganda de la misma, por medio de la esmerada versión latina que hizo de los libros metafísicos de Aristóteles, con los comentarios de Alejandro de Afrodisia.{1} Nació este filósofo [28] español en Pozoblanco (provincia de Córdoba), en el año de 1490, y murió en 1573. Teólogo e historiógrafo de Carlos V, viajó bastante y pasó muchos años de su vida en Italia.

La doctrina de Sepúlveda, según se desprende de sus epístolas y de sus tratados De Regno et Regis officio, y del que lleva por título De Fato et Libero Arbitrio contra Lutherum, coincide en el fondo con la aristotélico-escolástica, aunque expuesta en forma más elegante. Hace también alarde de seguir con fidelidad a Aristóteles, a quien ensalza siempre, y cuya doctrina considera como la más conforme con la Filosofía cristiana: Aristotelem maxime sequar, summum virum, et cujus doctrina, aut nihil, aut perparum differt a christiana philosophia.

Este amor excesivo de Aristóteles y su doctrina influyó acaso bastante en sus opiniones, no sólo acerca de la licitud en absoluto de la guerra contra los indios y acerca de los motivos diferentes que se alegaban para justificarla, sino también en su doctrina acerca de la esclavitud. El filósofo español, inspirándose sin duda en la teoría aristotélica, con mayor o menor fidelidad interpretada, admite la esclavitud, fundada en la condición desigual de la naturaleza misma: Est autem natura dominas, qui viribus animi intelligentiaque praestat.... servus natura, qui corpore validus est... sed hebes intelligentia, ingenioque tardus: nam ceteri homines.... nec natura domini sunt, nec natura servi.

Consecuencia de esta tesis, extraña en un filósofo católico del siglo XVI, es la doctrina en que reconoce como causa justa de guerra la necesidad o conveniencia de someter a esclavitud (herili imperio) a los que [29] supone destinados a este estado por sus defectos morales o físicos.{2}

Es justo, sin embargo, advertir que después de esforzarse en probar que semejante guerra para reducir a la esclavitud es justa por derecho divino y natural (jure divino et naturali conferri mihi videtur), concluye remitiendo la decisión definitiva al juicio de otros más doctos: sed haec viderint doctiores; ego nihil statuo pro certo et definito.

A juzgar por la correspondencia que medió entre Cardillo Villalpando y Sepúlveda, sería preciso admitir que éste atribuía a Aristóteles la opinión de que las almas humanas pasan o pueden pasar en la muerte, no a cuerpos de animales, como decían los pitagóricos, sino a otros cuerpos humanos.{3} Por lo demás, el filósofo cordobés, lejos de seguir ni adoptar la concepción materialista de algunos partidarios de la escuela aristotélico-alejandrina, no sólo la rechaza terminantemente, sino que la considera contraria a la [30] verdadera opinión de Aristóteles: animas enim humanas, immortales esse, Aristotelis etiam sententia, certum habeo.

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{1} Este notable trabajo de Sepúlveda vio la luz pública en Roma, residencia a la sazón del autor, en el año de 1529, con el siguiente título: Alexandri Aphrodisei commentaria in duodecim Aristotelis libros de prima Philosophia cum latina interpretatione, ad Clementem VII Pont. Max.

{2} «Tertiam justi belli causam addit Philosophus, ut herili imperio, qui ea conditione digni sunt, subjiciantur; cujus generis sunt nationes, ubi homines improbi natura proveniunt et ad maleficia proclives.... vel tales, ut herile imperium aequo animo ferant, ut quaedam gentes in Europa, sed multo plures in Asia, quarum populares non recusant, quominus honorum expertes a regibus et nobilibus loco servorum habeantur. Quae causa Lusitanis suffragari videri potest, ut ex Nigris Æthiopibusque.... multos bello, vel per aliam occasionem, non injuria in servitutem Christianorum abstrahant.» De Regno et Regis officio, lib. III, núm. 15.

{3} «Quod vero defuncti hominis animam in alterius nascentis hominis corpus migrare, ipsumque animare existimarit Aristoteles, id ab ejus philosophi sententia non abhorrere sibi videre,» escribe uno de sus biógrafos.