φñZeferino GonzálezHistoria de la Filosofía (1886)

tomo tercero:4041424344454647484950Imprima esta página

§ 48. Base y espíritu general de la Filosofía de Descartes

Descartes se propone modestamente regalar al género humano una Filosofía tan nueva como completa (integrum Philosophiae corpus humano generi darem), en atención a que todas las Filosofías y todos los libros de Filosofía que hasta entonces habían aparecido en el mundo, sólo representaban una colección desordenada de opiniones, o erróneas, o insubstanciales, y si algo [219] útil se encuentra en los últimos, se necesitaría mayor trabajo para entresacarlo de los libros que para descubrirlo por nosotros mismos. Por lo que hace a la Filosofía peripatética o escolástico-cristiana, sin excluir la de San Anselmo, San Buenaventura y Santo Tomás, Descartes se compromete a probar que todas sus soluciones son falsas e inadmisibles.

Después de echar por tierra toda la Filosofía tradicional y cristiana, Descartes levanta el pedestal de su Filosofía sobre la doble base de la duda universal y del libre pensamiento. «Suponemos fácilmente, nos dice, que no hay Dios, ni cielo, ni tierra, y que no tenemos cuerpo. También dudaremos de todas las otras cosas que nos han parecido muy ciertas, hasta de las demostraciones matemáticas y de sus principios»; en una palabra: dudaremos de todo menos de nuestro propio pensamiento.

La segunda base del edificio cartesiano es la primera máxima o regla que propone en su discurso sobre el método, máxima cuya letra y cuyo espíritu pueden condensarse en los siguientes términos: «No admitir cosa alguna como verdadera, sino a condición de ser conocida su verdad con evidencia por nuestro pensamiento: con respecto a la verdad, el pensamiento humano debe ser libre de toda autoridad, y sólo debe someterse a la evidencia{1} como regla única de verdad y certeza». [220]

Excusado parece advertir que esta máxima, fecundada, o, mejor dicho, esterilizada por la duda universal y combinada con el menosprecio y la hostilidad hacia la Filosofía cristiana tradicional, encierra, no ya sólo el germen, sino la substancia y la esencia completa del racionalismo. Es, pues, incontestable que el principio racionalista es el carácter dominante, es la nota característica de la Filosofía cartesiana, y no sin razón lo han reconocido así generalmente católicos y no católicos, amigos y enemigos del cartesianismo.

Haciendo alusión al método y al espíritu cartesiano, Víctor Cousin escribió: «La Filosofía que había precedido a Descartes, era la Teología; la Filosofía de Descartes es la separación de la Filosofía y de la Teología». Aunque la primera parte de este pasaje es inexacta y falsa, porque la Filosofía anterior a Descartes, si bien marchaba de acuerdo con la Teología, era distinta de ésta, y nunca con ésta se confundió, no sucede lo mismo con la segunda, que es muy exacta y verdadera; porque es muy cierto que el método y espíritu de la Filosofía de Descartes entrañan la separación completa [221] entre la Filosofía y la Teología, separación que por etapas sucesivas, pero lógicas, debía transformarse en hostilidad y negación, no ya sólo contra la teología, sino contra la metafísica, según proclaman hoy en voz alta las escuelas positivistas en sus diferentes matices.

Cuando el citado jefe del eclectismo escribía: «La Filosofía del siglo XVIII es el desenvolvimiento o expansión del movimiento cartesiano en dos sistemas opuestos (el idealismo y el sensualismo), que el cartesianismo contenía en su seno, sin haber desenvuelto todas sus potencias»; y cuando el Globo añadía que, «gracias a Descartes somos protestantes en Filosofía, así como gracias a Lutero somos protestantes en religión», revelaban paladinamente y ponían de manifiesto cuál sea el verdadero espíritu, el espíritu real y substancial de la Filosofía enseñada por el autor del Discurso sobre el método.

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{1} Que este es el espíritu y el verdadero sentido de esta máxima fundamental y primera de la investigación filosófica, según Descartes, reconócelo bien claramente Víctor Cousin, cuando, comentando dicha máxima, escribe: «De esta suerte y por esta máxima, caen de un solo golpe todas las autoridades, cualesquiera que sean, ya sean dominaciones temporales ante las cuales se inclina el mundo, ya sean dominaciones religiosas y científicas, consagradas por la veneración o la admiración de los siglos, a no ser que estas diversas autoridades se tomen el trabajo y encuentren el secreto de hacernos evidente, y evidente con una evidencia irresistible, la verdad que nos anuncian... nuestro derecho y nuestro deber es no someternos más que a la verdad reconocida y sentida, y no a la verdad obscura todavía y como extranjera, que no nos toca y no brilla en nosotros.

»El precepto de rendirse solamente a la evidencia es, pues, un precepto de libertad: hace libre al espíritu humano en todos los órdenes de conocimiento, y el primero que lo proclamó pudo ser apellidado con justicia el libertador de la razón humana.» Histoire de la Philos., lecc. 11.