φñZeferino GonzálezHistoria de la Filosofía (1886)

tomo tercero:6061626364656667686970Imprima esta página

§ 62. Crítica

Geulincx, Malebranche y Spinoza representan la evolución de los principios erróneos y antitradicionales de la Filosofía cartesiana, y especialmente la evolución de su principio racionalista, el cual, contenido dentro de ciertos límites en los dos primeros, a causa de su Cristianismo personal, recibe forma y todo su desarrollo lógico en Spinoza; Bossuet, Fénelon y Leibnitz, representan, como veremos después, la continuación y evolución de la Filosofía cristiana, con mayor o menor pureza. Pascal representa una evolución o situación intermedia bajo este punto de vista. [286]

Por un lado, representa las tradiciones y enseñanzas de la Filosofía cristiana, especialmente en cuanto a la tesis que se refiere a las relaciones entre la razón y la fe, entre la ciencia y la religión católica. Por otro lado, o sea por parte de su dirección escéptica, que puede apellidarse el punctum saliens de su doctrina filosófica, el autor de las Provinciales representa parcialmente, y en cierto sentido, la tradición de la Filosofía de Descartes, en la cual hemos observado más de un germen de escepticismo. Aparte de esto, no cabe poner en duda que Pascal coincide con Descartes y adopta sus opiniones sobre varios puntos de metafísica y de física, si bien se aparta de su compatriota en otras cuestiones capitales de estas mismas ciencias, y principalmente en las que se refieren a la física.

El juicio de Nourrison sobre este punto coincide o está de acuerdo con el de Ritter y con el de otros historiadores de la Filosofía. «Pascal, escribe el crítico francés, no obstante dos o tres frases un poco vivas, en las que se burla de la pretensión que tuvo Descartes de explicarlo todo; Pascal, como todos sus contemporáneos admira el cartesianismo y recibe su influencia. Porque, en realidad, aun cuando no supiéramos por boca de Meré que Pascal tenía en grande estima a Descartes, la simple comparación de los Pensamientos con el Discurso sobre el Método y con las Meditaciones, bastaría para establecer el parentesco de estos dos grandes espíritus. Sin perjuicio de algunas diferencias profundas que los separan, es indudable que existe estrecha analogía entre el pirronismo que se presenta en Pascal, y la duda metafísica por donde comenzó Descartes. Pascal juzga a la antigüedad como [287] Descartes, y habla de la autoridad de la misma manera que él.»

Este juicio de Nourrison, aunque verdadero y exacto en el fondo, no lo es en todas sus partes. Cierto que existe afinidad o analogía entre el pirronismo incompleto de Pascal y las ideas contenidas en el Discurso sobre el Método y en las Meditaciones; pero el pirronismo de Pascal no es el pirronismo sistemático e inicial de Descartes, no es el pirronismo a priori que establece la duda universal como único punto de partida para llegar a la ciencia; es más bien un pirronismo accidental y a posteriori; es el pirronismo que resulta de la observación exagerada y como enfermiza de la impotencia relativa y de los desfallecimientos frecuentes de la razón humana.

Tampoco hay completa identidad entre el pensamiento de Descartes y el de Pascal; pues mientras el primero rechaza toda tradición filosófica, menospreciando y hasta recomendando el olvido de las obras antiguas, sin excluir las de San Agustín y Santo Tomás, el segundo se limita a enseñar que en la resolución de los problemas puramente racionales y de cuestiones científicas, no debemos atenernos a la antigüedad en perjuicio de la razón y de la evidencia.

Epitecto entre los antiguos, y Montaigne entre los modernos, son los únicos escritores que atraen de un modo especial las miradas y la predilección de Pascal. Epitecto es para el autor de las Provinciales un grande espíritu, y es también «uno de los filósofos del mundo que conocieron mejor los deberes del hombre»; expresiones y calificativos muy naturales, si se tiene en cuenta la afinidad entre el rigorismo ético del filósofo estoico con el rigorismo ético de la escuela [288] jansenista. Dadas las ideas y aficiones pirrónicas del autor de los Pensamientos, tampoco debemos extrañar que, después de exponer a grandes rasgos la doctrina de Montaigne, haga constar con cierta complacencia, que obliga a la razón a descender de la excelencia que se atribuye a sí misma, haciéndola dudar en cierto modo de su misma racionalidad: Il gourmande si fortement et si cruellement la raison dénuée de la foi, que, lui faisant douter si elle est raisonnable... il la fait descendre de l'excellence qu'elle s'est attribuée.

Casi parece excusado advertir que la doctrina de Pascal, y especialmente las ideas diseminadas en sus Pensamientos, representan y contienen los antecedentes legítimos y el germen, ya del fideísmo sentimentalista de Jacobi y sus afines, ya de las ideas proclamadas en tiempos posteriores por la escuela tradicionalista.

No terminaremos esta crítica de la obra filosófica de Pascal, sin advertir que, a nuestro juicio, las contradicciones evidentes y chocantes a primera vista que hemos señalado en el filósofo francés, en orden al alcance y poder de la razón humana, traen su origen y tienen su razón suficiente en el virus jansenista que de él se había apoderado. Hay en Pascal dos hombres: el hombre del jansenismo que, exagerando los efectos y consecuencias del pecado original, rebaja y destruye y niega la nobleza, la elevación y las fuerzas inherentes a la naturaleza humana, y el hombre de la Filosofía cristiana, que marcha espontáneamente por el camino de la verdad y del bien. El autor de los Pensamientos, cuando piensa y escribe bajo las inspiraciones de la idea jansenista, piensa y escribe como pudieran hacerlo [289] los Gorgias, Pirrón o Sexto Empírico; cuando piensa y escribe bajo la influencia de la Filosofía cristiana, piensa y escribe como pudiera hacerlo un Padre de la Iglesia, y como lo hicieron en todo tiempo los grandes apologistas del Cristianismo.

A juzgar por la belleza, y sobre todo por la profundidad de algunos de sus pensamientos, es de sentir que no haya tenido tiempo para realizar el plan de su Apología del Cristianismo, y decimos a juzgar por algunos de sus pensamientos, porque es muy posible que le hubiera sucedido algo análogo a lo que sucedió a La Mennais, si se tiene en cuenta su idiosincrasia escéptico-sentimentalista, así como también la fuerza casi calenturienta de su imaginación, su sensibilidad excesiva, y sobre todo sus ideas jansenistas, junto con el pertinaz apego al propio juicio de que dio repetidas muestras.

Ya dejamos apuntado que Pascal conoció la existencia y la importancia del movimiento progresivo de la humanidad. Sus ideas sobre esta materia son bastante exactas,{1} y tienen, además, el mérito de representar la primera concepción explícita y consciente del progreso en la época moderna, el planteamiento formal de este gran problema, tan discutido después por [290] los filósofos que sucedieron a Pascal, y de que tanto se ha abusado y se abusa en nuestros días en contra de la Iglesia, de sus dogmas y derechos.

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{1} Después de consignar que el hombre, como ser producido para lo infinito, es capaz de progreso y de perfeccionarse más y más, añade: «De là vient que par une prerogative particulière, non seulement chacun des hommes s'avance de jour en jour dans les sciences, mais que tous les hommes ensemble y font un continuel progrès à mesure que l'univers vieillit... De sorte que toute la suite des hommes, pendant le cours de tant de siècles, doí¬t être considérée comme un même homme qui subsiste toujours et qui apprend continuellement.» Pensées, pág. 469.