φñZeferino GonzálezHistoria de la Filosofía (1886)

tomo tercero:6061626364656667686970Imprima esta página

§ 63. Bossuet

Nació este filósofo cristiano en Dijon, año de 1627, y durante su larga vida dio pruebas de poseer vastísima erudición, genio profundo y elocuencia extraordinaria. Canónigo de Metz en los principios de su carrera eclesiástica, Obispo dimisionario de Condom después, preceptor del Delfín en 1670, miembro de la Academia francesa al año siguiente, obispo de Meaux en 1679, muere en París a principios del siglo XVIII (1704), dejando en pos de sí obras muy notables, que ponen de manifiesto la profundidad y la universalidad de sus conocimientos. Bossuet fue a la vez teólogo, polemista, exegeta, filósofo, historiador, político, ascético y orador sagrado, elevándose a grande altura en todos estos ramos del saber. Sin embargo, el dictado de padre de la Iglesia y los elogios de que fue objeto por parte de la Bruyère en vida, y por parte de Masillon después de su muerte, habrían sido más justos y merecidos, si el obispo de Meaux no hubiera tomado parte tan principal en la Asamblea galicana de 1682 y en sus cuatro famosas proposiciones, cuya redacción se le atribuye, y si sus relaciones con la corte y los cortesanos de Luis XIV hubieran sido más independientes y apostólicas. [291]

Aunque algunos historiadores de Filosofía, y especialmente sus compatriotas, suelen presentar a Bossuet como representante y partidario de la Filosofía de Descartes, la verdad es que semejante apreciación es completamente infundada. Si se consultan sus obras y los hechos de su vida, se verá que, al lado de alguna que otra frase aislada en favor de algún punto concreto y particular de la Filosofía cartesiana, sólo tiene frases enérgicas para señalar y reprobar sus errores y sus peligrosas tendencias. Quien lea sus obras filosóficas; quien lea con atención su Tratado del conocimiento de Dios y de sí mismo, su Lógica y su Tratado del libre albedrío, encontrará en ellas, no las teorías cartesianas, sino las teorías de la Filosofía escolástico-cristiana, y determinadamente las teorías de Santo Tomás, teorías que Bossuet suele adoptar y seguir, aun en los puntos controvertidos entre los escolásticos.

Así, por ejemplo, y para indicar sólo algunos puntos importantes, con Santo Tomás y como Santo Tomás, Bossuet nos enseña, entre otras cosas, lo siguiente:

a) Hay en el hombre dos fuerzas o principios de conocimiento en relación con dos órdenes de verdad, que son la verdad natural, para la cual basta la fuerza innata de la razón, y la verdad sobrenatural o puesta fuera de la esfera natural de la razón humana, y para cuyo conocimiento se necesita que ésta sea elevada y vigorizada por un principio divino y sobrenatural, cual es la fe o revelación: sobre la razón del hombre, que es finita, está la razón de Dios, que es infinita.

b) La revelación divina, que es necesaria para el conocimiento de las verdades propiamente [292] sobrenaturales, es útil y hasta relativa o moralmente necesaria para el conocimiento completo, fácil y universal de las verdades morales y religiosas del orden natural, cuales son, por ejemplo, la existencia de Dios, la adoración que se le debe, la inmortalidad del alma, el premio y castigo en la vida futura, los preceptos y prohibiciones morales del decálogo, la providencia divina, con algunas otras verdades semejantes, las cuales, sin dejar de ser puramente naturales y cognoscibles por la razón humana, no pueden ser conocidas en conjunto y con certeza y facilidad por la mayor parte de los hombres, por falta de talento en algunos, por falta de reflexión y estudio en otros, por falta de tiempo en la mayor parte, sin contar otros muchos obstáculos procedentes de la sociedad, de las necesidades de la vida, de las pasiones, etc.

c) Además de la providencia general de todas las cosas, Dios tiene y ejerce providencia especial del hombre, cuyo destino final es la posesión de Dios por medio del entendimiento y la voluntad, posesión que constituye su perfección última y suprema.

En la vida presente, la virtud es el mayor bien o perfección a que podemos y debemos aspirar.

d) Dios pudo hacer mundos más perfectos que el actual, puesto que su virtud infinita no se agotó con la producción de éste. Sin embargo, Dios no puede impedir que los seres de este o de otro mundo sean imperfectos, porque no puede impedir que sean finitos esencialmente y procedentes de la nada.

e) El origen del mundo fue y es la creación ex nihilo, y esta acción creadora fue libre por parte de Dios, el cual pudo decretar desde la eternidad la [293] creación o la no creación del mundo. En la hipótesis de la determinación a crear, la creación es necesaria, en atención a que la voluntad de Dios es absolutamente inmutable.

f) El mal no es ser, sino privación de ser. El origen primitivo del mal físico es la limitación, mutabilidad e imperfección de los seres; el origen del mal moral es la limitación e imperfección del entendimiento y de la voluntad. Una acción se dice mala moralmente, porque y en cuanto carece de la perfección u orden que debería tener, atendida su naturaleza. De aquí es que la causa del mal moral, en cuanto mal moral, es la voluntad como causa deficiente más bien que como causa eficiente: peccatum habet causam deficientem non efficientem.

g) La voluntad humana, aunque es libre en sus actos, es sólo causa segunda, y por consiguiente obra y se determina bajo la acción previa (praemotio physica) de Dios, el cual, como causa primera, obra e influye activamente en todas las causas segundas, o sea en sus acciones y movimientos, sin perjudicar ni destruir su propia naturaleza, es decir, obrando necesariamente en las causas necesarias, y sin perjuicio de su libertad en las causas libres.

Al lado de estas teorías y afirmaciones absolutamente conformes con la doctrina de Santo Tomás que vemos en Bossuet, encontramos las siguientes, que entrañan oposición y desconformidad explícita con la doctrina de Descartes:

1.ª Dios no puede hacer lo que implica contradicción, y, por consiguiente, hay verdades que son absolutamente necesarias e inmutables, como las que [294] llamamos verdades metafísicas y matemáticas necesarias, las cuales no están sujetas a la omnipotencia de Dios ni dependen de su voluntad.

2.ª El hombre no es el alma sola, ni de ésta sola proceden todas las funciones u operaciones vitales, habiendo algunas, como son las vegetativas y sensitivas, que proceden del compuesto humano, el cual es su principio y sujeto total.

3.ª El alma racional es la forma substancial del cuerpo, al cual se une con unión íntima, inmediata y substancial, constituyendo con él una esencia o naturaleza específica y una persona completa. El alma es también forma única del hombre, y, por consiguiente, es el principio vital único, no sólo de las funciones intelectuales y sensitivas, sino de las nutritivas y de todos los movimientos y afecciones del cuerpo. El alma no reside en la glándula pineal, como pretende Descartes, ni en parte alguna determinada del cuerpo, sino que est tota in toto et tota in qualibet parte corporis.

4.ª El conocimiento humano trae su origen general de los sentidos, los cuales suministran al entendimiento la materia y ocasiones para la elaboración y abstracción de las ideas, por medio de las cuales se verifica el conocimiento intelectual. í‰ste es esencialmente superior y distinto del conocimiento sensible, así como el entendimiento es una facultad de un orden superior y esencialmente distinto, no sólo de los sentidos, sino también de la imaginación.

5.ª Cualquiera que sea la naturaleza íntima del alma de los brutos, los cuales no son autómatas, sino verdaderas substancias vivientes, es inferior al alma [295] racional, y no posee la inmortalidad que caracteriza y ennoblece a ésta.

6.ª La voluntad es la inclinación intelectual al bien universal, y es facultad que sigue, acompaña y está en relación con el entendimiento o inteligencia, que le sirve de fundamento, de condición y de medida inmediata. La voluntad divina y la voluntad angélica son más perfectas que la voluntad del hombre, por lo mismo que su inteligencia es también más perfecta. Lo mismo puede aplicarse a la libertad, la cual es un aspecto o manifestación de la voluntad. Así es que la facultad o poder de obrar el mal moral que tiene el hombre, es una imperfección y un defecto de su libertad.

7.ª Como la voluntad sigue y acompaña al conocimiento intelectual, así el apetito sensitivo sigue y acompaña al conocimiento procedente de la sensibilidad externa e interna. Las manifestaciones o actos del apetito sensitivo son las pasiones. Las principales de éstas son el amor y el odio, el deseo y la aversión, el placer y la tristeza, las cuales pertenecen al apetito concupiscible. Las pertenecientes al irascible son la audacia y el temor, la esperanza, la desesperación y la ira. El principio general de todas las pasiones es el amor. Quitad el amor, decía Bossuet, y antes lo había dicho Santo Tomás, y desaparecen las pasiones; ponedlo, y aparecen en seguida. Sabido es que para Descartes el origen de las pasiones es la admiración.

Es inútil insistir más y prolongar estas indicaciones. Si alguien abriga alguna duda, que lea las obras arriba mencionadas, y allí verá que en teodicea, en moral, en metafísica, en psicología, la doctrina de [296] Bossuet es idéntica a la de Santo Tomás, no sólo en los puntos y cuestiones fundamentales, sino hasta en los detalles y en cuestiones secundarias.