φñZeferino GonzálezHistoria de la Filosofía (1886)

tomo tercero:8081828384858687888990Imprima esta página

§ 81. Crítica

Es incontestable que la escuela escocesa, como reacción doctrinal y científica contra el escepticismo de Hume y el sensualismo de Locke, prestó un verdadero servicio a la Filosofía, y es digna de encomio. Su llamamiento al sentido común, por más que ciertos doctores acostumbren burlarse de la Filosofía del sentido común, y su doctrina acerca de la legitimidad primitiva y del valor criterológico de nuestras facultades de conocimiento, merecen también encomio, y algo significan en la historia de la Filosofía moderna. Porque la verdad es que, si ponemos en duda el valor y legitimidad de estas facultades, que son los instrumentos únicos que nos dio naturaleza, o, mejor dicho, su Autor, para descubrir la verdad, sería preciso echarse en brazos del escepticismo más absoluto y universal. Los que pretenden demostrarnos que nuestras facultades de conocimiento son falaces, o que no poseen la fuerza y aptitud innata para conocer la verdad, deberían comenzar por convencernos de que han recibido de Dios facultades nuevas, superiores y distintas de las humanas para poder juzgar a éstas.

Conviene, sin embargo, no perder de vista que aun en estas dos cuestiones que constituyen el mérito principal de la escuela escocesa, la doctrina de ésta adolece de defectos. Justo es y razonable conceder al sentido común cierta importancia como testimonio y [395] contraprueba de verdad, pero no lo es en manera alguna colocar en el mismo el único criterio de verdad.

No es menos justo y razonable reconocer la legitimidad nativa de las facultades de conocimiento en orden a sus respectivos objetos, pero esto no debe impedir ni cerrar la puerta a la discusión del problema crítico. En toda buena Filosofía, no debe rehusarse al hombre de la ciencia el derecho de someter a examen los medios y facultades de conocer.

Mérito es también importante y honor especial de la escuela escocesa, haber estudiado, enumerado y clasificado de una manera más completa, y generalmente más exacta que las escuelas anteriores, las facultades, funciones y fenómenos del espíritu humano.

Adolece, sin embargo, de graves defectos este estudio analítico llevado a cabo por la escuela escocesa, no siendo el menos reprensible la vaguedad e indecisión con que se señalan los límites y diferencias entre las varias facultades del hombre. A pesar de su empeño y propósito de oponerse a las doctrinas sensualistas, la escuela escocesa, lejos de establecer y precisar la línea que separa las facultades y funciones pertenecientes al orden intelectual de las que pertenecen al orden sensible, tiende, por el contrario, a confundirlas. La misma confusión o tendencia sensualista se observa en la clasificación de las facultades pertenecientes al orden afectivo, identificando y confundiendo la voluntad con el apetito sensitivo y las pasiones: Sous le mot volonté nous comprenons nos facultés actives et toutes les príncipes qui nous portent à agir, comme les appetits, les passions, les affections.

Empero el defecto más grave, el más capital de la [396] escuela escocesa, consiste en representar y ser una concepción filosófica esencialmente incompleta y mutilada. Es una concepción incompleta como Filosofía, porque faltan allí las partes más nobles e importantes de ésta, como son la ontología, la teodicea, la cosmología. La Filosofía de la escuela escocesa se reduce a la psicología, pero psicología puramente empírica, y por lo mismo incompleta. El espíritu humano, nos dice esta escuela, considerado en sí mismo, considerado como substancia y como causa, considerado en su esencia, en sus atributos y en sus relaciones con la materia, nos es desconocido e incognoscible, porque lo único que nosotros podemos observar, investigar y saber, es que posee ciertas facultades, que de él emanan ciertas funciones, y que en él se realizan ciertos fenómenos. Determinar esas facultades, describir y clasificar esas funciones y descubrir las leyes a que están sujetos esos fenómenos, he aquí el objeto, y todo el objeto posible de la psicología.

Tal es el pensamiento fundamental de la escuela escocesa, y en armonía con estas ideas, sus representantes, o afirman explícitamente, como Dugald-Stewart, que la razón no puede conocer y demostrar con certeza la distinción substancial entre el alma racional y la materia, la unión substancial de la misma con el cuerpo humano, la espiritualidad del alma, su inmortalidad y su origen, con otras cuestiones análogas; o guardan profundo silencio acerca de estos problemas, como se observa en el mismo Reid, a pesar de ser el representante más completo y más metafísico, si es lícito hablar así, de la escuela escocesa.

Jouffroi, testigo de excepción en la materia, en su [397] calidad de traductor, partidario y comentarista de las obras de Reid, pone en boca de los representantes de esta escuela las siguientes palabras y afirmaciones: «Nosotros no conocemos de la realidad más que los fenómenos que de ella emanan y los atributos de que está dotada; las causas y las substancias nos son desconocidas, y todo cuanto podamos decir acerca de ellas es y será siempre puramente hipotético. La ciencia de toda realidad se detiene en el fenómeno y en el atributo, sin extenderse jamás ni a las causas ni a las substancias, acerca de las cuales nada podemos saber sino que existen, y cuya ciencia, por consiguiente, es imposible... Y lo que es verdadero en orden a la materia, lo es igualmente con respecto al espíritu. Todo lo que sabemos acerca de este último se reduce a saber que posee ciertos atributos y que es el teatro de ciertos fenómenos. Señalar estos atributos y descubrir las leyes de estos fenómenos, he aquí lo único que es posible en el estudio del espíritu, y he aquí también el solo objeto que debe proponerse la ciencia del espíritu». Jouffroi añade, a nombre de la escuela escocesa, que si en la Filosofía no se han verificado los progresos que fueran de esperar, y si se vio plagada de errores, fue precisamente por no haber tenido en cuenta estas ideas y afirmaciones; fue por haberse empeñado en mezclar las cuestiones referentes a las causas y substancias con las investigaciones relativas a los atributos y fenómenos, olvidando que a las primeras sólo es posible responder por medio de hipótesis (on ne peut repondré aux premières que par des hypothèses), e incurriendo en el grave defecto de amalgamar y reunir hipótesis ficticias e imaginarias a las observaciones [398] recogidas acerca de los atributos y fenómenos:Toujours aux observations qu'elle (la Philosophie) a recueillies sur les phénomènes et les attributs, elle a melé les hypothèses qu'elle imaginait sur le reste.

Precisamente el defecto capital de la Filosofía escocesa consiste en esto: consiste en haber querido encerrar la metafísica toda dentro de los límites de la psicología empírica, sin tener en cuenta que si la psicología constituye una de las bases y es una preparación para la metafísica, ésta entraña y exige algo más que esto. Bueno es conocer los fenómenos del espíritu, las leyes que regulan o dirigen sus funciones, las formas y facultades que intervienen en sus diferentes conocimientos; pero si no podemos ni sabemos servirnos de esto para elevarnos a las esferas superiores de la ciencia, para conocer con racional certeza la existencia y atributos de Dios y del alma humana, así como las nociones absolutas que fundan y explican la moral, la justicia, el derecho y la verdad, siempre resultará una Filosofía incompleta, una metafísica manca y precaria, por más que se apellide Filosofía del sentido común. La cual, si bien no es ni exclusivamente sensualista, ni tampoco racionalista, o, digamos, intelectualista, puesto que participa de los dos sistemas, es y será siempre una Filosofía que carece de verdadero organismo científico, y que se reduce a un conjunto de verdades desligadas y como dispersas, sin más lazo que su conformidad con el sentido común. Generalizando estas observaciones, podría decirse que el vicio radical de la Filosofía escocesa consiste en la carencia de valor verdaderamente racional o científico, y en la carencia no menos visible de miras sintéticas. [399]

Si los representantes y partidarios de esta escuela se hubieran limitado a recomendar la conveniente separación entre las cuestiones psicológicas que se refieren a las facultades y a los fenómenos del espíritu, y las que se refieren al origen, naturaleza y atributos esenciales del mismo; si se hubieran limitado a recomendar la sobriedad de juicio al discutir y resolver esta clase de problemas, y la necesidad de apoyarse en la observación exacta y en el estudio analítico de las funciones, fenómenos y facultades del alma como bases, premisas y condiciones lógicas para resolver las cuestiones relativas a la naturaleza misma del espíritu, serían muy aceptables y sensatas sus ideas y conclusiones. Pero cuando se les ve suprimir la psicología racional, reduciendo sus investigaciones a la empírica, y esto después de haber suprimido con una sola plumada la ontología, la cosmología y la teodicea, preciso es confesar que la Filosofía de la escuela escocesa es una Filosofía esencialmente incompleta, y que el dogmatismo espiritualista que entraña como reacción contra el escepticismo sensualista de Hume, dista mucho de otros grandes dogmatismos espiritualistas que nos ofrece la historia de la Filosofía.

Por lo que hace al origen cronológico y a los antecedentes históricos de la escuela escocesa, ya hemos dicho que deben buscarse en Herbert de Cherbury, cosa demostrada, además, en la obra que con el título de Lord Herbert Cherbury, sa vie et ses OEuvres, ou Origine de la Philosophie du sens commun el de la théologie naturelle en Angleterre, publicó recientemente Carlos Remusat.

Aunque en menor escala, y no de una manera tan [400] directa, contribuyó también al origen de la escuela escocesa Shaftesbury, en cuyos Ensayos se encuentran no pocas ideas adoptadas después y desenvueltas por los representantes de dicha escuela, sobre todo en la parte que se refiere a la moral.