φñZeferino GonzálezHistoria de la Filosofía (1886)

tomo tercero:8081828384858687888990Imprima esta página

§ 83. Discípulos de Condillac

El escaso valor científico de la filosofía de Condillac no impidió que ejerciera bastante influencia, más o menos directa, no ya sólo en los enciclopedistas, que merecen párrafo aparte, y en algunos otros materialistas contemporáneos, sino también en ciertos filósofos posteriores que realizaron el natural tránsito del sensualismo condillaciano al materialismo. Los más notables entre éstos fueron Cabanis y Destutt de Tracy, sin contar al médico Broussais, en cuya obra rotulada De l'Irritation et de la Folie, abundan las tendencias e ideas seusualisto-materialistas, afines con la teoría de Condillac.

Cabanis (1757-1808) es uno de los discípulos más [404] genuinos de Condillac. El Tratado de las sensaciones de éste representa el punto de partida del libro del primero rotulado Rapports du physique et du moral de l'homme, que es la obra capital de Cabanis. En ella enseña que el hombre, en tanto es un ente moral, en cuanto y porque posee sensibilidad, la cual reside en los nervios, y con la cual se identifican en realidad la inteligencia, la voluntad y las demás facultades que existen en el hombre. Y como quiera que la sensibilidad depende de los nervios, síguese de aquí que los nervios son el origen, la norma y la medida de las facultades cognoscitivas y de los sentimientos morales. Todos los fenómenos sensibles, intelectuales y morales que se verifican en el hombre, no son, en último término, más que modificaciones o afecciones diferentes de los nervios, y lo que se llama alma racional no es más que el resultado y como una manifestación del sistema nervioso.

Aquí es justo advertir que en una Carta póstuma e inédita, atribuida a Cabanis por M. Bérard, quien la publicó en 1824, aquél habría modificado radicalmente sus opiniones sobre el alma, a la cual considera allí, no como «una propiedad particular ligada a la combinación animal, sino como una substancia, un ser real, que, en virtud de su presencia, imprime a los órganos todos los movimientos de que se componen sus funciones», y que deja el cuerpo y los órganos entregados a la descomposición «desde el momento en que se separa de ellos definitivamente».

Si la carta citada pertenece a Cabanis, es preciso reconocer que en los últimos años de su vida modificó realmente las opiniones expuestas en la obra que con el [405] título de Rapports du physique et du moral de l'homme, había publicado en 1802.

Destutt de Tracy (1754-1836) es otro de los representantes más genuinos de la concepción sensualista de Condillac. «Cabanis, escribe Damiron,{1} se ocupó poco en la sensación, y si es sensualista, es más bien por el estudio que hace de esta facultad, que por la hipótesis fisiológica que propone para explicarla. Pertenece al condillacismo, más como naturalista que como filósofo. Hay poco de ideología en su libro Rapports. Lo contrario sucede en M. de Tracy: adopta implícitamente el principio fisiológico de Cabanis, pero no lo expone ni analiza: en cambio, presenta una teoría de la sensación, que puede servir de complemento a la otra parte del sistema: es el metafísico de la escuela de que Cabanis es el fisiologista».

Haciendo caso omiso de la doctrina contenida en su Tratado de la voluntad y sus efectos, lo mismo que de su Comentario sobre el Espíritu de las leyes de Montesquieu, y limitándonos a sus Elementos de Ideología, resulta de éstos que su teoría filosófica, o digamos psicológica, se reduce a lo siguiente:

En el hombre no hay más que sensibilidad o sensación. í‰sta es el ejercicio de aquélla, y recibe diferentes denominaciones, en relación con los diferentes géneros de impresiones que la sensibilidad puede recibir. Cuando ésta percibe las impresiones producidas en los órganos por los objetos presentes, se llama simplemente sensación. Guando percibe las impresiones de la acción anterior de los objetos, a causa de [406] la disposición particular que aquellas impresiones pasadas dejaron en los órganos, resulta el recuerdo o memoria. Guando percibe las impresiones de cosas u objetos que tienen relación entre sí, resulta el juicio, que no es más que la percepción sensible, la sensación de aquellas impresiones. Cuando percibe las impresiones que nacen de nuestras necesidades y que nos inclinan a satisfacerlas, resulta o se constituye lo que llamamos voluntad. Así, pues, voluntad, pensamiento o juicio, memoria y sensación, no son más que manifestaciones diferentes, transformaciones variadas de la sensibilidad.

No hay necesidad de llamar la atención acerca de las conclusiones materialistas e inmorales a que conduce lógicamente semejante teoría psicológico-ideológica, que entraña la negación de la espiritualidad e inmortalidad del alma, como entraña también la negación de la libertad y del orden moral.

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{1} Essai sur l'histoire de la philosophie en France au XIX? siècle, t. I, pág. 93.