Pedro María López Martínez

Los sistemas filosóficos

I
Razón del estudio de los sistemas filosóficos

El conocimiento filosófico, como todo conocimiento científico, debe hallarse formando sistema lógico para constituir las ciencias filosóficas, y como este conocimiento es racional, en contraposición al histórico, tendrá que ser desenvolvimiento de un conocimiento fundamental en otros conocimientos en él comprendidos, esto es, ir de la unidad a la variedad, y como el sistema es la forma principal que debe adoptar toda obra que entre dentro del género científico Filosofía, de aquí la razón o motivo para dedicar este artículo al examen reflexivo de los sistemas filosóficos.

II
Distinción entre doctrina y sistema y entre escuela y sistema filosófico

1. En el uso corriente es común confundir doctrina y sistema; así se ve emplear estas palabras como sinónimas, cuando en verdad la doctrina{1} no constituye un sistema filosófico, y en todo caso dice algo distinto, porque expresa más, pues dice, referencia a las creencias individuales, estén [207] o no ordenadas, de suerte que formen un organismo; mientras que el sistema supone siempre la colocación de los conocimientos en forma de organismo, con un desenvolvimiento armónico de la unidad a la variedad, si se trata del racional, o de la variedad a la unidad, si se trata del experimental. Por esto acontece que no todos los filósofos son fundadores de sistemas, pero sí todos tienen una doctrina o conjunto de reglas y preceptos conformes a un sistema filosófico o religioso. En una palabra: la doctrina expresa un conjunto de creencias, estén o no sistematizadas, y el sistema expresa la forma como se organiza el conocimiento o conjunto de conocimientos sobre un punto cualquiera de la ciencia, o sobre una ciencia entera. La palabra doctrina se refiere a la esencia del conocimiento y la palabra sistema a la forma.

2. También a los sistemas filosóficos suele dárseles el nombre de escuelas{2}, y no obstante ser estrecha la relación entre escuela filosófica y sistema, hay una diferencia muy marcada, porque el sistema filosófico se refiere especialmente al orden determinado que se da a los conocimientos filosóficos, mientras que el nombre de escuela se aplica al conjunto de los que siguen una doctrina, no obstante que varíen algo el sistema, y aun sigan distintos. Los sistemas hallan su unidad en el pensamiento más general o indeterminado de la escuela. Se puede decir que la escuela es la que da el principio y el método, mientras que el sistema da el desarrollo individual al principio; así, dentro de la escuela escolástica se encuentran tantos y tan distintos pensadores, y dentro de la escuela experimental baconiana caben los sistemas de Locke y Berkeley. [208]

III
Cosas que se deben tener en cuenta para juzgar de la verdad de un sistema

Al examinar un sistema y dar sobre él nuestra opinión, es muy fácil que seamos seducidos, o bien por el número de adeptos, o bien por la brillantez con que éste sea expuesto, o ya también por su duración o vitalidad en el tiempo; mas téngase en cuenta, que ninguno de estos medios es el más conveniente para juzgar de la verdad de un sistema. No lo es el número de adeptos, porque se trata de cuestiones racionales, y en éstas el número puede ser un indicio de verdad, pero nunca un criterio absoluto; no así tratándose de hechos, porque entonces cuanto mayor número de testigos, mayor prueba tendríamos. No es buen medio la brillantez en la exposición, porque muchas veces ésta suele ser la mejor manera de vestir la falacia, el error. Y por último, no justifica la verdad de un sistema el que dure más o menos, primero porque el número de años no viene a ser otra cosa que la multiplicación de los adeptos o discípulos; y segundo, porque esto puede depender en muchas ocasiones de que dure en los hombres más o menos tiempo una pasión o tendencia. El criterio más seguro para juzgar un sistema filosófico, es ver si reúne la verdad objetiva y subjetiva, empleando para ello los criterios más adecuados para comprobar las verdades racionales, libres de todo prejuicio de escuela, sistema y creencia, pues la verdad debe ser el único fin de la investigación de todo hombre científico que se estime como hombre honrado y de saber probado. [209]

IV
Bases de clasificación de los sistemas filosóficos.
Clasificación que con arreglo a las mismas puede hacerse

1. Lo mismo cuando se trata de clasificar los sistemas que cuando se trata de cualquiera otra clasificación, encontramos que los autores no andan muy en armonía, y es que generalmente no se adoptan unas mismas bases, sobre todo por no fijarse en si las hay o no fundamentales. Conociendo nosotros este escollo, para obviarlo no tenemos más que hacernos esta sencilla reflexión: el sistema no es, en suma, otra cosa que un conocimiento unitario que se desenvuelve en los particulares que contiene, o a la inversa, varios que se enlazan orgánicamente en uno; luego a los elementos del conocimiento debemos atender para clasificarle fundamentalmente. De modo, pues, que el motivo más general para dar nombre a los sistemas, es atender a los elementos del sistema; esto, sin embargo, no quita que pueda clasificárselo también, atendiendo: 1º, a las circunstancias ocasionales o accidentales de aparición de los sistemas, y 2º, al nombre del autor. Así, pues, para hacer una clasificación adecuada de los sistemas, atenderemos primero a los elementos constitutivos de todo sistema, y segundo, a los aspectos bajo los cuales puede ser considerado.

2. El elemento constitutivo de todo sistema es el conocimiento, y en éste hay que distinguir el sujeto, el objeto y la relación; de modo que, según esto, la primera base se subdivide en otras tres. Por consiguiente, podremos clasificar el sistema con arreglo al sujeto, objeto y relación del conocimiento, y formar géneros de los mismos.

Los sistemas filosóficos, en razón del sujeto, pueden ser unitarios, si se emplea para su formación la inteligencia en su unidad; racionalistas, si dan la preferencia a la razón, y sensualistas, cuando toman como norma la sensibilidad. Estos, a su vez, pueden componerse y dar lugar a nuevas especies de sistemas.

Los sistemas filosóficos, en razón del objeto, resultan de tener en cuenta uno de los tres aspectos bajo que puede considerarse la cognoscibilidad en el mismo; así, el que afirma la posibilidad de conocer las cosas en sí, se llama realista y por algunos nouménico; el que dice que sólo pueden conocerse los hechos, fenoménico, y el que admite que las cosas se conocen en sí, mediante la interna relación del fenómeno con el ser que le produce, nomológico. Lo mismo éstos que los anteriores pueden combinarse entre sí y dar lugar a nuevos nombres de sistemas.

Desde el punto de vista de la relación del sujeto y objeto, cabe dar nombre a los sistemas por el conocimiento resultante; así, al conocimiento de la esencia de las cosas por la razón, se llama ideal, y el sistema de tales conocimientos, idealista; el de los fenómenos por la experiencia, representacionista o positivista, y el que afirma el conocimiento de la ley entre el fenómeno y el ser, intelectualista.

Pero los sistemas filosóficos no se han de fundar sólo en el elemento lógico; es necesario que conformen con la realidad. Por eso a todo sistema debe apreciársele también en sus resultados, y como tenemos que unos llegan a concebir la realidad como una, se les llamará monistas, los cuales, a su vez, pueden recibir distintas denominaciones, pues si esta realidad es la substancia absoluta, se llamarán panteístas, que según sea substancia espiritual o material, así será panteísta espiritualista o panteísta materialista. Otros, en el desenvolvimiento de un sistema, admiten la existencia de la dualidad de substancias, bien afirmando la [211] previa existencia eterna de una de ellas con el carácter de infinita causa creadora de cuanto es, ha sido y será, bien siendo ambas eternas. Estos sistemas reciben, en general, el nombre de dualistas, porque reconocen la existencia del espíritu y de la materia, y según reconozcan o no la substancia infinita, se les llama dualistas teístas o dualistas ateos. Pero también hay sistemas que admiten la substancia infinita, y dentro de ella el espíritu y la materia, y se llaman armónicos.

Las clasificaciones que se han hecho de los sistemas, atendiendo a las circunstancias ocasionales de su aparición y al nombre de sus autores, no nos dicen nada acerca de la doctrina que contienen, y por tanto no tienen importancia alguna para nuestro objeto; así, tenemos que por la circunstancia de explicar Aristóteles paseando en sus jardines, se le llamó a su doctrina Filosofía peripatética; a la de Platón académica, por haberla enseñado este ingenio en el Gimnasio, y estoica a la de Zenón, por haberla dado a conocer tan notable moralista en el Pórtico. ¿Dice esto algo? No, expresa circunstancias extrañas al sistema. Lo mismo sucede cuando se tiene en cuenta el nombre del autor, como Filosofía aristotélica, tomista, kantiana, &c., &c.; en suma, el nombre de los que más brillaron. Pero estas denominaciones no nos dan un rayo de luz para clasificar los sistemas, de modo que los grupos formados sean admitidos por todos los autores, por lo cual no son base segura de clasificación.

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{1} Doctrina, en sentir del Diccionario de la Academia, significa le enseñanza que se da para instrucción de alguno, la ciencia o sabiduría, la opinión de uno o varios autores sobre una materia, la opinión común de dos autores o maestros sobre una materia.

{2} Escuela, del latín schola y del griego σχολή, que se daba a las vacaciones y a las horas de recreo, porque en ellas se consagraban a los trabajos del espíritu.

 
Artículo tercero del capítulo III (La Filosofía) de la sección quinta (Consideración de la ciencia)
Apuntes para unos prolegómenos a la metafísica (La Habana 1892),
Segunda edición, Valencia 1895, págs. 206-211.

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