Emeterio Valverde Téllez (1864-1948) · Crítica filosófica o Estudio bibliográfico y crítico de las obras de Filosofía escritas, traducidas o publicadas en México desde el siglo XVI hasta nuestros días (1904)
Capítulo XVII
Nuevos datos para la historia del Positivismo en México
I
El sistema positivista
OS jacobinos o liberales extremistas del borrascoso tiempo de la Constitución, de la guerra de tres años y del Imperio, eran, con pocas excepciones, hombres salidos de las escuelas católicas; pero por una de esas inconsecuencias tan frecuentes en la historia de la humanidad, se lanzaron a la revolución masónica sin conocer freno; pues renegaron de todo principio religioso. Los constituyentes y los reformistas proclamaron y sancionaron las modernas y exageradas libertades, con las cuales quedó definitivamente implantada la educación laica y hostil al catolicismo, y en ella ha ido amamantándose la nueva generación liberal.
Las escuelas oficiales han sido y son generalmente positivistas, sobre todo a partir de la organización de la Escuela Nacional Preparatoria, y ese sistema será en gran parte responsable del porvenir de México. Ya nos hemos ocupado de este punto trascendentalísimo, tanto en el orden filosófico, como en el orden social.
El positivismo tiene su parte verdaderamente científica y su parte falsa; no lo censuramos por lo primero, sino por lo [202] segundo. El positivismo debe considerarse bajo el respecto de la experimentación y bajo el de la deducción. En la primera es exagerado e incompleto y, en consecuencia, causa de errores; en la segunda, o adultera la naturaleza de ese procedimiento, o niega su legitimidad, o procede en la deducción negando. Cree pomposa y neciamente poseer la única clave del arte, de la ciencia, de la moral, de la política y de la futura grandeza de los pueblos: de hecho ahoga en la juventud todo noble ideal que traspase la esfera de la materia y de los sentidos; apaga la antorcha de la fe, niega el más allá, rechaza como rancio e importuno cuanto concierne a la metafísica; quiere que el individuo, la familia, la escuela, el estado, la humanidad, se desenvuelvan y marchen solo dentro de ese mezquino y enervante criterio. La Iglesia en su sentir, está de sobra, es falsa, es perniciosa, hay que eliminarla por completo y substituirla con la escuela, con la ciencia, pero escuela y ciencia necesariamente materialistas. En suma, todo el hombre debe evolucionar en el campo de la materia, con un solo medio, la observación sensible, o, si se quiere, con el discurso inductivo de un entendimiento que no es más que materia organizada.
II
Refutación del Positivismo
«Las doctrinas positivistas en Francia. – Por el Abate A. Guthlin, Profesor de Filosofía en el Gimnasio Católico de Colmar. – Traducida al castellano. – Edición de «La Voz de México». – México. – Imprenta de J. R. Barbedillo y Cia. – Montealegre núm. 15, 1881. Esta obra constituye una de las primeras y más sólidas refutaciones de los errores que entraña el Positivismo. [203]
III
Edición del Discurso del R. P. Félix
Sobre el escaso valor científico de ese sistema y sobre sus fatales consecuencias, han disertado magistralmente muchos filósofos católicos y todos los espiritualistas modernos, sin excluir los partidarios del credo liberal.
Es famoso entre otros escritos antipositivistas el inmortal discurso del R. P. Félix, discurso que debe ser leído y meditado por todo aquel que en serio se preocupe por los grandes problemas filosóficos. Hay una edición mexicana cuya portada dice: La negación positivista y su valor científico. – Discurso pronunciado en Nuestra Señora de París, por el P. Félix. – Publicado por «La Discusión». – México. – José M. Sandoval, Impresor. – Jesús María núm. 4. – 1882.
IV
Versión castellana de la obra de G. Tiberghien
La oposición a los avances del positivismo, ha sido constante de parte de la prensa católica que ha publicado incontables artículos de refutación; alguna vez el gobierno mismo ha querido ser justo, ha hecho paladinas y preciosas confesiones que hemos tenido el cuidado de recoger para la historia; estuvo algún tiempo oficialmente prohibido ese sistema; hombres en fin, de la talla del Señor Vigil y del Señor de la Peña, han alcanzado gloriosos triunfos parciales en favor de las ideas espiritualistas; pero en último resultado todo ha sido inútil, los más generosos esfuerzos se han estrellado ante las preocupaciones de escuela que han invadido ya el elemento oficial, y se han impuesto atentatoria y tiránicamente a las tiernas inteligencias de incautos niños. [204]
De seguro que a favorecer el movimiento antipositivista coadyuvó D. José María del Castillo Velasco, dando a luz pública en lengua castellana las obras del célebre krausista Tiberghien, autor adoptado como texto algún tiempo en la Escuela Preparatoria. Lógica. – La ciencia del conocimiento. – Versión castellana de la obra escrita por G. Tiberghien, Dr. en Filosofía y Profesor en la Universidad de Bruselas, – por José M. del Castillo Velasco. – Primera parte. – Teoría general del conocimiento, sus orígenes, sus leyes y su legitimidad. – México. – 1875. – Librería Madrileña, Portal del Aguila de Oro núm. 5. – Impreso por Castillo Velasco e hijos. – Calle de la Mariscala núm. 4.
Comprendido en el mismo volumen del ejemplar que poseemos, hállase el segundo tomo, con igual portada, menos lo que se refiere a la materia de que se trata y al año de la impresión: Segunda parte, – Organización del conocimiento, sus formas, su valor, su método. – Teoría de la ciencia –... 1878.
En Puebla, año 1879, se dio a la estampa la obra de Tiberghien: Los Mandamientos de la humanidad, o la vida moral en forma de catecismo según Krause, traducida por Alejo García Moreno. Tal libro fue puesto en el Índice con las demás producciones del discípulo de Krause.
V
D. Alejandro Sánchez de Tagle
Tenemos también noticia de un opúsculo antipositivista debido a la pluma de D. Alejandro Sánchez de Tagle; aunque no hemos llegado a verlo, conjeturamos, empero, que las opiniones del autor eran adversas al sistema en cuestión; porque en otro escrito suyo se expresa así: «En un opúsculo que escribimos recién muerto D. Gabino Barreda, dábamos [205] esta definición del sistema de Comte, perfeccionado por Littré: El positivismo es la catalepsia del alma.»{130} Allí mismo dice: «La filosofía positiva con todo lo enana y contrahecha que es, comienza a recibir halagos, y sus pestilentes voces se han dejado oír presagiando males por todas partes; la libertad mal comprendida se desparrama y difunde, ahogando en sus cenagosas aguas el germen de la moral.»{131}
Ya que tropezamos con este escritor marcadamente excéntrico,{132} aprovecharemos la oportunidad de dar a conocer un trabajo suyo sobre filosofía sociológica, y es: Ensayos de Sociología aplicada al País (México). | Por Alejandro Sánchez de Tagle. | México. | Tip. de Benito Nichols. | Calle de Vergara 1. | 1883.
Importa saber de antemano, que el Sr. Sánchez de Tagle pretendió hacer un libro tan original, como es fuerza que resulte cuando adrede «no se consulta con nadie, ni se abre libro alguno que sirva de saludable ayuda.» Además, supuesto que la intención del autor, es nada menos que la de «legar a nuestro pueblo siempre tan sufrido, tan dócil como humilde, un código que le sirva de norma para sus actos en lo porvenir, y pueda por este medio intervenir, apoyado en el derecho real que las instituciones democráticas le concedan, en todo lo que a sus intereses atañe», puede cualquiera, con justicia, esperar el sazonado fruto de prolijos afanes y desvelos, pero, ¡oh desencanto!, ya desde el prólogo asienta el escritor que, «en pocos días dio cima a su trabajo.» Sin embargo, el corto tiempo pudiera ser relativo sin dejar por eso de ser proporcionado, tampoco; porque en la página 125 confiesa que los Ensayos Sociológicos fueron escritos «con suma precipitación, pues que en menos de tres días fueron terminados.» (¡!) [206]
Vemos en este opúsculo una prueba irrefragable del desastroso influjo que ejercen las malas lecturas: se adivina a través de aquellas páginas una alma naturalmente buena, que por desgracia ha sido víctima al par que de la falta de Religión, de la falta de método. En ese fárrago indigesto abortado «en menos de tres días», figuran al lado del «gran Santo Tomás», el «gran jurisconsulto Bentham», Kant, Guizot, Cicerón, Mirabeau, Montaigne, Voltaire, Balmes, Licurgo y, como digno coronamiento de tan heterogénea erudición, oiréis resonar el nombre del «insigne demócrata y virtuoso ciudadano, el inolvidable autor de las confesiones, el raro y grandioso talento de Juan Jacobo Rousseaux» (?). ¡Vaya un código popular!
Digan lo que quieran los insulsos declamadores de infaustas libertades; la censura y prohibición que la Iglesia Católica hace de libros perniciosos es, no sólo esencialmente moral, sino lógica y científica. No todos los libros dicen la verdad, el sofisma es hábilmente manejado por los grandes talentos que se alucinan y se extravían, quienes seducen además por los encantos de la elocuencia. No todas las cabezas cuentan con el ingenio, discreción, solidez de principios y rectitud de raciocinio que se requieren, para discernir entre la verdad y el error en cuestiones profundas y complejas.
No se necesita recorrer todo el libro, basta abrirle al acaso, seguros de encontrar en cualquier página errores peligrosísimos para el pueblo. En moral, parece ser utilitarista; así en la página 6, después de definir la ley, añade: «El gran jurisconsulto inglés Bentham reasúmela en la utilidad, que para Santo Tomás es el bien común.» ¡Protestamos una y mil veces! esa condición de una ley digna de ese nombre, proclamada por el Ángel de las Escuelas, es esencialmente altruista, y muy lejos está de ser la mezquina utilidad de Bentham, el cual pretende que esa sea la única regla de moralidad de los actos humanos. [207]
Afirma categóricamente en la página 6, que, «donde hay derecho, de mandar se entiende, hay o debe haber obediencia racional», y sin embargo, a renglón seguido abandona la obediencia al veleidoso capricho del súbdito: «Esta obediencia, dice, debe ser el resultado de un pacto entre el que manda y el que obedece, y este pacto no debe contrariar en nada lo que sanciona la ley, siendo nulo o anárquico si entra en oposición con ella. Satisfechas que hayan sido esas condiciones, cuando el que se había sometido a ciega obediencia se rebela contra ella, no hay motivo de usar violencia con él, pues que desde ese momento quedó deshecho el pacto.» En este punto avanza hasta declararse socialista, o poco menos, proclamando «la insurrección como uno de los más sagrados y salvadores derechos; que una nación que no se pone en pie cuando se la oprime, es infame o idiota», y que, «los pueblos que no se sublevan para derrocar del poder a sus abusadores, y echar por tierra los resultados de su bandolerismo y desenfreno, no pueden conocer la libertad».{133}
Cuando pretende discurrir sobre la esclavitud, entra en nuevo embrollo, nacido de que el escritor no acierta a definir y dividir filosóficamente la libertad humana.
Sería interminable esta crítica, si quisiésemos recorrer capítulo por capítulo de obras semejantes, para señalar y refutar los errores que contienen; por eso nos vamos limitando a indicar las tendencias dominantes de los autores, el mérito principal, si le tienen, y los errores más trascendentales en que quizá hayan incurrido, según nuestro criterio.
Sánchez de Tagle escribió: 1º el mencionado opúsculo contra el positivismo; pero que no conocemos: 2º un juicio crítico de La teoría del conocimiento del Sr. Tiberghien; que tampoco hemos visto: 3º los Ensayos de Sociología, opúsculo de 130 páginas: además en el año 1883 prometía dar a luz su Dinamismo social: «No está lejano el tiempo en que [208] lancemos a la prensa nuestro Dinamismo social, obra que nos presentará ante el mundo de la sociología, o como utopistas, o como justos apreciadores de los fenómenos sociales.»{134} Finalmente, pedía «a Dios prolongase su existencia, empleándola en composiciones al abrigo de la censura y de trascendencia, como la que tratamos de hacer con el título de los Presidentes de México ante el tribunal de la historia.» Parece que no plugo al Señor dispensar tal favor.
Si alguna doctrina aspira a ser genuinamente filosófica, fundamental y fecunda, los adelantos científicos y sociales serán la prueba más elocuente que acalle las vociferaciones de sus adversarios; más, es un hecho palpable que el positivismo ha esparcido la incredulidad en punto a Religión, y ha ingerido el materialismo en las costumbres, como oficialmente llegó a reconocerse. En cuanto a producción científica, por más que año por año a contar desde 1881 hasta la fecha, ante la tumba del Doctor Barreda se haya hecho alarde de un progreso que a tal doctrina se atribuye; lo cierto es que las ciencias avanzan y se aprenden en las escuelas, no en virtud, sino a pesar del positivismo. En Filosofía particularmente, ese limitado sistema no ha inspirado entre nosotros ni una sola obra original, y sólo ha contado con adeptos entusiastas hasta el delirio, copiantes, compendiadores y traductores, por cierto nada castizos. Con noble orgullo de mexicanos decimos, que en todos los ramos del saber humano hemos tenido y tenemos eruditos, sabios si se quiere; pero no sólo positivistas, no, también católicos fervientes. Por otra parte, lamentamos el escaso fruto que dan las escuelas oficiales, en contraste con el crecido número de alumnos que no estudian, que se fastidian, que se rinden bajo la balumba de una enciclopedia sin organización lógica y que, a poco andar, abandonan las aulas, para lanzarse quizá, destituidos de fe, a la ominosa carrera del vicio. Importante sobre [209] manera sería una estadística escolar bien detallada, horrorizaría a nuestros sociólogos, y desvanecería algunas ilusiones de los positivistas.
Pasemos ahora a mencionar las obras positivistas que conocemos hechas, extractadas, traducidas o simplemente reimpresas en México: así ampliamos hasta donde nos ha sido posible las noticias que dimos en nuestras Apuntaciones sobre la Filosofía en México.
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{130} Ensayos de Sociología, &c.
{131} Ibidem.
{132} Le conocimos por los años de 1879 cuando hizo excavaciones en el exconvento de la Concepción, para buscar ¡tres millones de pesos! que nunca parecieron.
{133} Ensayos de Sociología, págs. 79 y 126.
{134} Prólogo de los Ensayos de Sociología.