Pedro María López, Programa de Metafísica, 1891
Pedro María López Martínez

Programa
de
Metafísica
 

Que presenta al Iltmo. Señor Director General de Administración y Fomento de Ultramar, el Doctor graduado en Filosofía y Letras Don Pedro María López y Martínez, con objeto de tomar parte en las oposiciones a la cátedra vacante de la misma asignatura, en la Universidad literaria de la Habana, anunciada en la Gaceta del 4 de Enero de 1891.

 
Iltmo. Señor

Los estudios, en la época actual, sufren la ley de la división del trabajo, lo mismo exactamente que la mano de obra manufacturera; pero justamente acontece que los cursos asignados a las carreras facultativas no han sufrido una modificación en consonancia, ofreciendo, por tanto, singular contraste que no puede menos de venir en perjuicio de las ramas de las ciencias acumuladas a una facultad y que, el que, como nosotros, confecciona un programa ha de tener en cuenta al distribuir en lecciones la materia objeto del mismo.

No menos digna de tener en consideración es la fase que presentan los estudios, fase analítico crítica más bien que cognoscitiva, por lo que puede ser opinión algo generalizada que las ramas del saber atraviesan un periodo de crisis, opinión que no es cierta, desde luego, por lo que toca a las ciencias experimentales y a las matemáticas, aunque parezca serlo respecto a las filosóficas, dado que en los momentos en que hablamos no se registran eminencias como Platón, Aristóteles y Agustín en la antigüedad; como Santo Tomás y Suárez cristianos, Averroes y Avempace islamitas, en los tiempos medios; ni como Descartes, Pascal y Kant en los modernos; pero esto no quiere decir en modo alguno que hoy falten lumbreras que se dediquen a esta clase de estudios, sino que como ya dijo Víctor Cousin, el filósofo no hace la verdad, su trabajo intelectual tiene que encaminarse a descubrirla allí donde se halla; y como hoy no hacen falta derroteros nuevos, ni más sistemas que embrollen, lejos de aclarar, el campo de la filosofía, de ahí la necesidad de estudiar lo que ya se ha escrito, más que de exponer nuevas doctrinas que en último extremo vendrían a estar contenidas en las ya expuestas por las diferentes escuelas que ocupan las páginas de la Historia Filosófica.

En el sentido indicado que hoy deben tener los estudios y, sobre todo los filosóficos, nótase en nuestro país, desde la elevación al solio pontificio de León XIII, como un renacimiento de la filosofía tomista que aun cuando no ha tenido en cuenta como debiera el progreso de las demás ciencias y los adelantos de las otras escuelas filosóficas, sin embargo ha servido y sirve para contrarrestar el positivismo materialista al que se han pasado, con armas y bagaje, los partidarios del krausismo en España.

La Historia, ese mapa universal de las manifestaciones del pensamiento del hombre, nos enseña que todas las corrientes de las ideas filosóficas caminan en el tiempo dentro de cuatro líneas paralelas entre sí representantes de las aristas de un paralepípedo [sic] que forma el cuerpo del pensamiento de la humanidad en punto a Filosofía: que cuatro son los sistemas extremos a que pueden reducirse las teorías más opuestas producidas por los filósofos y dentro de las cuales se desarrollan, aproximándose o distanciándose, las escuelas que registra la historia; estos sistemas no son otros que el materialismo, idealismo, escepticismo y misticismo que han aparecido en el tiempo, en el mismo orden con que los hemos enumerado.

Diversas en verdad son las escuelas en las épocas de la Historia de la filosofía. Se registran apareciendo o sucesiva o simultáneamente, y todas, o han exagerado, en cuyo caso se han ido a uno de los sistemas indicados, o no habiendo exagerado, han seguido una serie de puntos medios que las ha mantenido a mayor o menor distancia de los cuatro sistemas subjetivo-objetivos posibles; de suerte que de todos modos, más allá de las cuatro aristas del paralepípedo filosófico, no ha salido el pensamiento humano, ni por otra parte es posible que salga, dada la naturaleza de la facultad cognoscitiva, intelectual y la esencia del ser racional; más no siendo nuestro ánimo hacer aquí una Historia de la Filosofía, nos contentamos con apuntar las ideas que son necesarias a nuestro objeto, cual es, desarrollar a grandes rasgos el método y plan seguidos al confeccionar el adjunto programa, dejando la demostración de su exactitud para el momento de la oposición, si así fuera necesario.

La metafísica es ciencia abstracta, la primera en el orden lógico, no sólo por el carácter de los conocimientos que la forman, sé que también por la excelencia de su objeto, y como tal necesita que el agente o sujeto cognoscente que la ha de estudiar, reúna, además de inteligencia refleja, ciertas ideas previas, para que desde algo conocido pueda ir al campo desconocido con una luz que le guíe y no que, encastillado en ignorancia crasa, se lance, atrevido, por el camino de ciencia tan abstrusa, en donde, por más que de cuando en cuando le ilumine el camino algún que otro chispazo fugaz, acabará por extraviarse y producir una de tantas monstruosidades o inocentadas como frecuentemente suelen aparecer en el campo de la filosofía.

Esto dicho, ocúrresenos preguntar ¿a quién se ha de enseñar la metafísica en las universidades? ¿qué conocimientos poseen los que han de ser iniciados en estudio de tal trascendencia? Y, al contestar, nos encontramos con que los alumnos a quienes se ha de dar esta enseñanza son niños que apenas deberían estar aprendiendo gramática castellana y que, por consiguiente, resulta nula la preparación que la ley supone debían llevar de cuando estudiaron Psicología, Lógica y Ética en la segunda enseñanza.

No hay que extrañar pues, Iltmo. Sr. que nosotros teniendo en cuenta la necesidad de ciertos conocimientos previos para entrar en el estudio de la Metafísica; el estado actual de los estudios filosóficos; las condiciones del tiempo en que se tiene que dar esta enseñanza, y por último, la edad de los alumnos, sigamos el método y plan que en breve discurso nos proponemos desenvolver a fin de cumplir así con lo preceptuado por el reglamento vigente de oposiciones a cátedra.

Método: prescindiendo aquí de su naturaleza, quiere decir con aplicación a la Metafísica, la dirección o camino que nuestra inteligencia va a seguir en la enseñanza de la misma, y en este sentido subjetivo, como estos caminos pueden ser dos extremos y uno intermedio, o sea, el analítico, sintético y compositivo didáctico; desde luego afirmamos que, como se verá en el programa, seguimos el compositivo, habida razón, a que no es dable la ciencia puramente analítica, ni puramente sintética, sino que en todas sus ramas se da en mayor o menor cuantía el análisis y la síntesis. Ahora bien, dentro del método didáctico, constructivo o compositivo, que con los tres nombres se le conoce, cabe dar mayor preferencia al análisis o a la síntesis, en cuanto a nosotros, ni daremos preferencia a la inducción ni a la deducción, trátese de la cuestión que se trate, lo que sí haremos es empezar o por el análisis o por la síntesis, según la cuestión que en cada lección toque dilucidar pero empleando enseguida el procedimiento no aplicado para completar así el proceso racional y comprobar la verdad en todas las partes del conocer.

El plan también quiere decir orden y es aquella disposición ordenada, que tienen o se da a las partes dentro de un todo; el plan pues de la Metafísica será aquél orden o disposición que se de a las partes que la razón distingue dentro de la misma.

La naturaleza de las cosas es ordenada. La metafísica es una ciencia y como tal ciencia tiene un objeto que nosotros afirmamos ser real, pero para que una ciencia sea tal ciencia, es necesario que los conocimientos que la compongan estén conformes con la naturaleza de su objeto, de ahí que procuremos para la metafísica que vamos a desarrollar en el adjunto programa, un método y plan en consonancia con el orden natural del objeto real de la misma, y para conseguir este fin hemos desechado los cuatro sistemas extremos que dejamos apuntados; las dos direcciones opuestas de la inteligencia y los planes descabellados que pululan en las ciencias filosóficas, proponiéndonos ser idealistas, hasta donde llegue la realidad de las ideas; materialistas, hasta donde encontremos la existencia de la materia; escépticos para todo lo que sea erróneo y falaz, e intuitivos, en aquéllas poquísimas verdades que vemos directamente y aplicaremos la inducción y deducción en consonancia con las cuestiones, con la mira de darles mayor claridad a fin de que sean entendidas, pronta y fácilmente, por los alumnos.

Pasando a explicar el adjunto programa en su desarrollo, encontramos que empieza con una Introducción a la Metafísica de veinte y seis lecciones en las que hemos procurado aprovechar el saludo que dio el alumno a la Psicología y Lógica cuando estudiaba la segunda enseñanza para que por un procedimiento reflejo, seguido invariablemente en cada una de las lecciones dichas, las concluya sabiendo las verdades que más tarde, enlazadas y sistematizadas, han de servirle para entender la definición, objeto y desarrollo que demos a las cuestiones metafísicas; de suerte que la Introducción no tiene, ni le damos, otro valor que el de un estudio reflejo analítico- sintético, colocando estos preliminares aquí y dándoles tanta amplitud, además de las razones dichas, con el fin de que el alumno vea como, no estando todos los filósofos conformes al definir la Metafísica, ni en que sea siquiera una ciencia, nosotros no sólo les probamos que es ciencia, sino que, además, la definición que damos es la verdadera por comprender el elemento lógico y objetivo de la Metafísica.

Luego que el alumno de modo fácil y reflejo ha ido pasando, durante las veinte y seis lecciones, de lo conocido a lo desconocido, hasta saber cuáles son sus facultades cognoscitivas y leyes a que deben obedecer para evitar todo error, así como la naturaleza de los conocimientos que envuelve la Metafísica; puede entrar como en campo iluminado en lo general, aunque oculto en el detalle, a dividir la ciencia que va a estudiar, pues ya tiene conocido el objeto de la misma en sus caracteres generales.

Definida y dividida la Metafísica, continuaremos el programa exigiendo la Ontología, materia a la que están destinadas cuarenta y seis lecciones, indispensables si el alumno ha de terminar el estudio de la Metafísica general sabiendo el objeto de la misma hasta en sus detalles, a cuyo fin, dentro de ella y siguiendo el orden sintético en lo general de las lecciones y el analítico al comienzo de cada una, seguidos; primero, la idea de ser o ente, segundo, los principios de ser, de composición y de conocimiento; tercero, las propiedades trascendentales del ente, unidad, identidad, verdad, bondad, belleza, sublimidad y sus contrarias; cuarto; las clases de seres y quinto, los modos de obrar o actividad de los seres, no incluyendo en la Ontología, como se hace por algún autor, los medios generales en los que subsisten los seres, por creer que estos medios deben estudiarse en la Cosmología, dado que no se refieren a todos los seres sino a los concretos actuales corpóreos.

Seguidamente hemos incluido diez y ocho lecciones de Cosmología, ciencia considerada por muchos como extraña a la Metafísica, porque, según ellos, cuando mas, se le puede conceder que sea una física general; más, si bien se mira, la Cosmología es una rama de la Metafísica, no sólo en el sentido de que su objeto forma parte del objeto metafísico, porque esto en cierto modo acontece en la mayoría de las ciencias, sino teniendo en cuenta las relaciones que median entre una y otra y la razón bajo la cual estudia a su objeto, puesto que no hace otra cosa la Cosmología que estudiar los seres del mundo por modo general y con abstracción precisa de toda individuación.

En estas lecciones se piden las propiedades generales del mundo, el origen del mismo, los principios intrínsecos de los seres corpóreos, la explicación filosófica del magnetismo, el espiritismo, el hipnotismo, fuente en la actualidad de no pocas peregrinas teorías, que cada vez complican más y más el no muy claro rumbo por el que hoy dirige cierta escuela sus estudios filosóficos. Es cierto que con esto no habrán conseguido los alumnos la panacea de la ciencia, pero también lo es que si a ciertos estudios se les ha de dar alguna aplicación inmediata, ninguna mejor, que preparar a los que aprenden en todos los problemas latentes en la sociedad para que mañana, cuando se encuentren investigando por sí la ciencia y sin la guía del profesor, puedan profundizar en la misma hasta donde les lleve su afición y actitudinalidad, sin temor a producir error en vez de la verdad por estas faltas de base y luz, base y luz que debe darles el profesor con toda la largueza que sus facultades le permitan, no olvidando nunca advertirles cuán funestos son, en toda cuestión que se dilucida, los prejuicios y las pasiones.

A continuación de la Cosmología pide el programa veinte lecciones de Psicología de las cuales una destinamos a preliminares con objeto de averiguar en ella las relaciones de la Psicología con otras ciencias, cuál sea su objeto y en una palabra ver si corresponde ser aquí estudiada. Luego la dividimos en tres tratados, ocupándonos en el primero del compuesto hombre metafísicamente considerado y prescindiendo de su singularidad; en el segundo, de las facultades anímicas como problema metafísico y prescindiendo del estudio experimental de las mismas; y en el tercer tratado se exige cuanto sobre el problema metafísico de las ideas se ha dicho, así como de la teoría que parece estar más conforme con la realidad de las mismas.

Las ocho lecciones restantes, hasta las ciento diez y ocho de que consta el programa, desarrollan la parte especial de la Metafísica llamada Teodicea, pues de ella tan sólo exigimos aquello que al hombre le es dado conocer del Ser puro por la fuerza de la razón, dejando, como es natural, el estudio amplio y detallado de Dios para la Sagrada Teología que valiéndose de la razón y revelación puede hacerlo con más datos que nosotros; así pues, nos concretamos a pedir la definición nominal de Dios, la demostración de su existencia, sus atributos esenciales y, por último, los atributos relativos.

No nos limitamos, en el adjunto programa, como pudiera creerse, a exponer las doctrinas que sustentamos acerca de los puntos indicados en él; sino que previamente o después de cada cuestión, según conviene a la fácil comprensión, exigimos las opiniones de los filósofos más importantes, a fin de con ello conseguir la mayor claridad para que los alumnos comprendan la verdad de la doctrina que como tal les presentamos, a fin de que no puedan quedarle dudas de que juzgamos las cuestiones sin pasión y sin el prejuicio de determinadas creencias. La verdad es necesario que resplandezca en toda ocasión, por lo que es ella y no por las convicciones que podamos tener con arreglo a las enseñanzas de nuestros mayores.

El alumno es conveniente, pues, que vea con su inteligencia, cómo sale la verdad de la contradicción en que suelen incurrir filósofos y escuelas, con lo cual se conseguiría que mañana el aprendiz transformado en maestro, no sea ofuscado al verse ante una teoría deslumbrante por los destellos de verdadero derroche de talento y de ingenio con que muchos filósofos exponen los mayores absurdos.

No tenemos la pretensión Iltmo. Sr. de haber realizado, con el adjunto programa, el ideal que debe seguirse en la enseñanza de la Metafísica, pero sí creemos firmemente que es el fiel reflejo de cuanto pensamos ser oportuno para alcanzar hoy el mayor aprovechamiento de los escolares en la enseñanza de la Metafísica. He dicho.

Madrid, 3 Julio de 1891
Pedro María López y Martínez

 
Transcripción del original manuscrito conservado en el Archivo Histórico Nacional de España, «Provisión de cátedra de Metafísica de la Universidad de La Habana» (Ultramar, 260, exp. 24)

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