Albano Butler & José Alonso Ortiz · Vidas de los padres, mártires, y otros principales santos · 1790
Día 4 de Abril
San Isidoro, Obispo de Sevilla
De sus mismas obras, y de las de los Santos Braulio, e Ildefonso, sus discípulos. Su vida compuesta por Lucas, Obispo de Tuy en Galicia, en el año de 1236, que se halla, en Mabillon, Saec. Ben. 2. no manifiesta aquella exactitud, y juicio que admiramos en los libros de este Autor contra los Albigenses: ni hemos hecho aquí uso de ella.
A. D. 636.
San Isidoro es honrado en nuestra España como el Doctor más ilustre de su Iglesia, en que Dios le elevo dice S. Braulio{1} para detener el torrente del barbarismo, y ferocidad, que seguían por todas partes a las Armas de los Godos, que se habían establecido en este Reino por los años de 412 poco más o menos. El octavo Concilio Toledano, celebrado cuarenta años después de su muerte, le llama el Doctor excelente, el difunto ornamento de la Iglesia Católica, el hombre más sabio, dado para ilustrar los últimos siglos, que debe siempre mentarse con reverencia. La Ciudad de Cartagena fue el lugar de su nacimiento, que sus Padres Severiano, y Teodora, personas de la primera jerarquía en el Reino, edificaron con el ejemplo de su extraordinaria piedad. También son honrados entre los Santos sus dos hermanos Leandro, y Fulgencio, Obispos,{a} y su hermana Florentina. Habiéndose calificado San Isidoro desde niño para el servicio de la Iglesia con un grado nada común de virtud y de doctrina, ayudó a su hermano Leandro, Arzobispo de Sevilla, en la conversión de los Visigodos de la herejía Arriana. Tuvo el Santo la dicha de ver acabada esta grande obra por su infatigable celo, y por el trabajo con que continuó en los sucesivos Reinados de Recaredo, Liwba, Witerico, Gundemaro, Sisebuto, y Sisemondo. Muerto S. Leandro en el año de 600, o 601, le sucedió en la Silla de Sevilla.{b} Restituyó y estableció la disciplina en las Iglesias de España en varios Concilios, de todos los que era el oráculo y el alma. La pureza de la doctrina de estos, y la severidad de los Canones en ellos establecidos, dispuestos por lo común por él mismo, son unos monumentos incontestables de su celo, y de su doctrina.{c} En el Concilio de Sevilla del año de 619, en que presidió él mismo, convenció en una disputa pública a Gregorio (Obispo de los Acéfalos) del error que éste enseñaba; el cual había venido de intento des de Siria: y confutó Isidoro con tanta evidencia la herejía Eutychiana que en aquel mismo lance abrazó Gregorio la fe católica. En el año de 610, convinieron todos los Obispos de España juntos en el Concilio celebrado en Toledo, en nombrar al Obispo de esta Ciudad, Primado de todas las Iglesias de esta Nación, según que, como aquellos dicen, había sido siempre reconocido; cuyo Decreto confirmó el Rey Gundemaro por una expresa Ley en aquel mismo año; y San Isidoro subscribió a la misma constitución. No obstante hallamos a San Isidoro presidiendo en el cuarto Concilio Toledano, celebrado el año de 633, el más famoso de todos los Sínodos de España, sin embargo de estar presente a él el Arzobispo de aquella Capital, Justo; bien que no fue concedido esto a Isidoro por privilegio de su Silla, sino en consideración a su mérito extraordinario; por que siempre fue mirado como el Doctor eminente de todas las Iglesias de nuestra España: en que la Ciudad de Toledo fue honrada con la residencia de los Reyes Visigodos.
Para extender a la posteridad las ventajas que sus desvelos habían procurado a la Iglesia, compuso San Isidoro muchas obras buenas: en las cuales corre el espacioso círculo de todas las ciencias, y descubre una lectura la más extensiva, y una instrucción general en los Escritores sagrados y profanos. En la parte moral su estilo es patético y expresivo, por que es el lenguaje de un corazón que rebosa sentimientos de piedad, y de religión: y aunque la elegancia y la pulidez de estilo no eran prendas consideradas en aquel siglo, el decir de este padre es claro, y agradable.{d} Era también muy versado el Santo en las lenguas Latina, Griega, y Hebrea.
San Ildefonso dice, que este Santo gobernó su Iglesia cerca de cuarenta años, pero no puede entenderse sino de treinta y seis, o treinta y siete. Siendo de casi ochenta años de edad, aunque edad llena de fatigas que tenían quebrantada su salud, jamás interrumpió sus ejercicios, y trabajos ordinarios. Durante los últimos seis meses de su vida aumentó sus limosnas con tanta profusión, que los pobres de todo aquel país llenaban en tropas su casa día y noche. Conociendo que ya se acercaba su fin, suplicó a dos Obispos, que fuesen a verle. Fuese con ellos a la Iglesia, donde el uno le cubrió de un sayo de silicio, y otro le puso en la cabeza la ceniza. Vestido del habito de penitencia levantó sus manos al Cielo, oró con gran fervor, y pidió a voces el perdón de sus pecados. Después recibió el Cuerpo y Sangre de nuestro Señor de mano de los Obispos, se encomendó a las oraciones de todos los que presentes estaban, perdonó las deudas de todos sus deudores, exhortó al Pueblo a caridad, y mandó que todo el dinero que tenía, y de que no podía ya disponer, fuese distribuido entre los pobres. Hecho esto volvió a su propia casa, y partió pacíficamente de esta vida al cuarto día, que fue el cuatro de Abril en el año de 636, como testifica expresamente Edempto, su discípulo, que se halló presente a su muerte. Su cuerpo fue enterrado en su Catedral entre los de su hermano Leandro, y su hermana Florentina. Fernando, Rey de Castilla y León, recobro de los Moros sus reliquias, y las colocó en la Iglesia de S. Juan Bautista en León, donde aún permanecen.
Todos los que viven empleados en las funciones de Martha, o de una vida exterior activa, deben tener siempre presente, que la negociación y la contemplación deben acompañarse tan constantemente, que la primera vaya siempre animada, y dirigida por la última, y que entre los negocios y trabajos exteriores de la vida activa, gocemos constantemente del reposo interior de la contemplativa, y que ningún empleo ni ocupación interrumpa enteramente la unión de nuestras almas con Dios: antes bien aquellos que son más distractivos sirvan para sumergir en él más estrecha, más alegre, y más amorosamente nuestros devotos corazones, abrazándole en sí mismo por medio de la contemplación, y uniéndonos con nuestros próximos por medio de nuestras acciones exteriores.
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{1} Praenot. lib. Isidor.
{a} Florez prueba que este S. Fulgencio, Obispo de Ecija, sufragáneo de Sevilla, no fue jamás trasladado a la Silla de Cartagena, como han asegurado sobre autoridades modernas de ningún crédito el Cardenal Belluga, y algunos otros. España Sagrada, t. 5. p. 97. Disertación crítica sobre si S. Fulgencio fue Obispo de Cartagena.
{b} No en el año de 595, como dice Cave: porque S. Gregorio escribió a S. Leandro en el año de 599, l. 9. ep. 60 y 61.
{c} Véase al Cardenal de Aguirre.
{d} Las lenguas Latina y Griega son una introducción necesaria a la erudición y doctrina, se requieren para que nos faciliten, y demuestren las fuentes de los Estudios Sagrados, y están adoptadas por la Iglesia para sus Liturgias, por precaver muchos inconvenientes, y peligrosas consecuencias de alteraciones, y variaciones continuas: son también la llave que nos franquea los originales, y los maestros más perfectos de la bella literatura, y de casi todas las Ciencias. Estas, y otras razones movieron a San Isidoro a cultivar el estudio de estos Idiomas. La lengua latina, aunque fue degenerando por grados de su pureza desde el Reinado de Domiciano, aún continuaba siendo lengua viva entre los antiguos habitantes Romanos de España; pero principió a adulterarse con la mixtura de los Godos: cuya alteración se aumentó considerablemente en adelante con la irrupción de los Moros, y con el comercio de otras Naciones bárbaras. Para conservar el conocimiento del Latín, escribió San Isidoro varios tratados de Gramática. Compuso otros sobre la Filosofía, sobre las Santas Escrituras, y sobre varios asuntos de piedad, como sobre la oración, la penitencia y el menosprecio del mundo. También nos dejó una lista de 92 Escritores Eclesiásticos desde el Papa Sixto III, con quien concluyó San Gerónimo su Tratado, o Catálogo, una Crónica desde el principio del mundo hasta su tiempo, y una Historia de los Godos. Flórez nos ha favorecido con una nueva Edición completa del libro de San Isidoro De Viris illustribus, con una disertación preliminar, en un Apéndice al tomo 5 de su España Sagrada, p. 440. La Historia también de este Padre, de Regibus Gothorum, Wandalorum, & Suevorum, ibid. t. 6. Apend. 12. p. 474. Las obras más famosas de San Isidoro son sus veinte libros de las Etimologías, u Orígenes, en que establece los principios de diferentes Ciencias, principiando por la Gramática. Sus tres libros de las Sentencias, o sobre el Summum Bonum, son un compendio Teológico sobre los Divinos atributos, sobre las virtudes, y vicios, que constan de sentencias sacadas de los escritos de San Agustín, San Gregorio, &c. En sus dos libros Sobre los Oficios Divinos, o Eclesiásticos, explica las horas Canónicas, las ceremonias, las fiestas, y los ayunos de la Iglesia. Dice que nuestros Padres establecieron las festividades de los Apóstoles, y Mártires, para excitarnos a imitar sus virtudes, a asociar los nuestros a sus méritos, y para que seamos favorecidos de sus oraciones; no obstante que a ninguno de ellos ofrecemos el Sacrificio sino al Dios de los Mártires. (l. 1. c. 34.) Entre los días de ayuno cuenta dos que no se observan en nuestro tiempo; es a saber, el primer día de Enero, y el primero de Noviembre. La Regla Monástica que dirigió Isidoro a los Monjes de Honori, se parece a la de San Benito. En ella manda, que se digan Misas por cada uno de los hermanos difuntos, y en el lunes de Pentecostés por todos los fieles. Les manda a los Monjes que se postren al final de cada uno de los Psalmos en el Oficio Divino. San Isidoro puso la última mano al Misal Mozárabe, y al mismo Breviario, que había principiado a revisar San Leandro. Le-Brun piensa haber sido compuesto por el último. Flórez imagina haber sido el Misal antiguo Romano, y Africano, introducido entre los Godos en España por San Leandro con algunas cosas sacadas de la Liturgia antigua Hispánica. Véase a Flórez, España Sagrada, t. 3. De la Misa antigua de España, p. 187, 198. Lesley, Jesuita, que ha hecho una nueva edición de la Liturgia Mozárabe en Roma en el año de 1755, con notas muy curiosas, trae varios argumentos para probar, que aquel Misal era la antigua Liturgia de España, usada probablemente desde el principio de aquella Iglesia, con algunas adiciones que San Leandro adoptó para el uso de los Godos. Véase a Lesley, Praef. ib.
{Vidas de los padres, mártires, y otros principales santos…, escribialas en el idioma inglés el célebre Rev. Albano Butler, y las traducía al castellano el Lic. D. José Alonso Ortiz, Valladolid 1790, tomo IV, páginas 47-52.}