Homenaje a Félix Varela | Sociedad Cubana de Filosofía (exilio) | 1 2 3 4 5 6 |
Elio Alba Buffill
Un paralelo entre dos fundadores: Varela y Varona
El título de este trabajo pudiera producir a priori, una reacción un tanto escéptica. Quizás pueda pensarse que es difícil encontrar aproximaciones entre el devoto sacerdote y el filósofo positivista. Sin embargo, creemos que si nos despojamos de opiniones preconcebidas y nos dedicamos a estudiar a los dos hombres: Félix Varela y Morales y Enrique José Varona y Pera, llegaremos a encontrar, pese a diferencias de criterio que indudablemente los separaban, afinidades que los unían y que iban más allá de su esencia de genuinos patriotas, aunque ya eso de por sí constituye una importante analogía. A lograr ese propósito va encaminado este trabajo.
En el célebre discurso{1} que Enrique José Varona pronunció en la histórica ocasión en que los restos de Félix Varela Morales fueron depositados en el Aula Magna de la Universidad de La Habana el 19 de noviembre de 1911, Varona analizó la grandeza de Varela desde tres aspectos fundamentales de su vida: el filósofo, el educador y el patriota. Este discurso tiene gran significación no sólo porque nos prueba la altísima opinión que el filósofo camagüeyano tenía sobre el autor de Cartas a Elpidio, sino porque, además, todo paralelo que se intente entre esos dos grandes de la patria cubana ha de tener necesariamente que incidir en dichas tres facetas de sus vidas. [40]
Varela y Varona fueron dos grandes renovadores de los estudios filosóficos en Cuba, aportaron innovaciones sustanciales en el campo de la educación a pesar de que las circunstancias históricas fueron más propicias a Varona para poder plasmar de una manera más directa sus reformas pedagógicas y ambos son ejemplos de fecunda dedicación al mejoramiento de las condiciones de vida de su pueblo.
Tanto Varela como Varona produjeron una obra filosófica de amplitud y rigurosidad metódica. Baste mencionar las Instituciones de Filosofía Ecléctica, las Lecciones de Filosofía, la Miscelánea Filosófica, los famosos Elencos y sus Apuntes filosóficos para comprender la importancia de la obra de Varela. En cuanto a Varona, no sólo hay que referirse a sus conocidísimas Conferencias filosóficas en donde hace la más clara y amplia exposición de las ideas positivistas en la América Hispana sino también a los estudios filosóficos sueltos, muchos de los cuales publicó con anterioridad a dictar sus cursos de filosofía de los mil ochocientos ochenta y recogió posteriormente en su libro Estudios literarios y filosóficos. A su obra filosófica hay que añadir también, como apuntó Medardo Vitier, su libro Con el eslabón.{2}
Varela representó una aportación sustancial a la gran tradición filosófica cubana; tradición que tiene su punto de partida en la labor que llevó a cabo el Padre José Agustín Caballero a quien su sobrino, José de la Luz y Caballero, otra de nuestras grandes figuras, le reconoció el mérito de haber hecho resonar en las aulas cubanas las doctrinas de Locke, Condillac, Verulamio y Newton y cuyo aporte al movimiento que pretendió la superación de la desvitalizada escolástica en el campo de la filosofía cubana, ha sido subrayado contemporáneamente por Humberto Piñera Llera.{3} Desde la propia cátedra del Padre Caballero, en el prestigioso Seminario San Carlos, Varela, con mayor preparación filosófica que aquél, realizó un sustancial replanteamiento de las investigaciones y enseñanzas filosóficas en la Isla, [41] lo que ha llevado a la crítica a calificarlo de verdadero organizador de los estudios filosóficos en Cuba.{4}
Las fuentes de Varela son fundamentalmente, además de Descartes, el empirismo de Locke y más esencialmente el sensualismo de Condillac aunque en él hay matices que apuntan a Destutt de Tracy y Laromiguière. La mera relación de sus fuentes inspiradoras nos muestra claramente la filiación de Varela a ciertas corrientes renovadoras de la filosofía que parten del empirismo y sensualismo y que continúan con el movimiento filosófico que a principios del siglo XIX hubo de denominarse la Ideología. Estas corrientes son las que después van a nutrir al movimiento positivista al que Enrique José Varona se afilia. Recuérdese que si bien el positivismo es realmente fundado por Augusto Comte, es innegable que sus antecedentes están en el empirismo moderno de Locke. Claro que hay que agregar que en cuanto a las repercusiones del positivismo en el campo filosófico se debe hacer, como he sostenido en otra ocasión,{5} sustanciales salvedades.
He ahí la primera aproximación de estos dos grandes filósofos cubanos; sin embargo, es pertinente señalar una distinción muy esencial, pues si bien en Varela su preocupación científica, su interés en los métodos reflexivos, su repudio al acatamiento excesivo a la autoridad, en fin, su simpatía por la experimentación, lo sitúan dentro de estas corrientes renovadoras, su afiliación no es absoluta. Varela aprovecha todos los postulados metodológicos para propender y difundir ese mayor conocimiento a que siempre aspiraba, pero esto no lo llevó a liberar su mente de un reconocimiento a la existencia de una autoridad sobrenatural. Varela se desvió de la escuela ideológica y de todas las corrientes filosóficas en que dicha escuela se integra, en todo lo que se refería a las bases espirituales de su concepción del universo y de la vida, es decir, en todo aquello que afectaba su fe religiosa, [42] cuya ortodoxia mantuvo no sólo en toda su obra escrita sino en un apostolado vital que subrayó para la historia con la reafirmación de sus creencias en el instante de su muerte. En resumen, que como se ha dicho, Varela distinguió claramente entre filosofía y teología.{6}
Esta ortodoxia del Padre Varela ha sido objeto de infundados ataques y ha tenido que ser defendida, como ha señalado Rosaura García Tudurí,{7} por Monseñor Eduardo Martínez Dalmau y el Padre Gustavo Amigó. Recientemente, Joseph y Hellen McCadden han publicado un bien documentado libro titulado Father Varela, Torch Bearer from Cuba{8} en el que se subraya la labor apostólica de éste en los Estados Unidos. En un breve pero sustancial prólogo de dicho libro, Monseñor Raúl del Valle ha precisado muy nítidamente la esencia de la posición religiosa de Varela cuando afirmó: «En sus ideas filosóficas y políticas, en su pensamiento teológico y social, y en sus métodos de apostolado, el Padre Varela fue un genuino precursor del movimiento de renovación católica del siglo XX, que ha culminado felizmente en el Concilio Vaticano II y en el movimiento ecuménico que anima la Iglesia en nuestros días.»{9}
Pero hecha esta salvedad necesaria entremos, para subrayar la afinidad antes apuntada, a determinar las fuentes de Varela analizando la evaluación que la crítica ha hecho de las mismas. Ya en el célebre discurso de José Manuel Mestre de 22 de septiembre de 1861 célebre titulado «De la filosofía en La Habana»,{10} el destacado profesor de la Universidad Nacional indicó la importancia de Varela como propagador de las ideas de Descartes y subrayó el empleo que nuestro filósofo hizo del método cartesiano. En 1955, Rosaura García Tudurí dedicó un medular estudio a esta materia en el que, [43] partiendo de las pesquisas de Descartes: la Ontológica, la Gnoseológica y la Metodológica, evaluó con rigor y método hasta qué punto participó Varela en los resultados de dichas pesquisas cartesianas, deteniéndose en las aproximaciones y diferencias de Varela con el gran autor de El Discurso del método. Véase como definió la doctora García Tudurí el resultado de su análisis:
«Sintetizando todo lo antes expuesto, podríamos situar a Varela dentro de la corriente moderna del pensamiento en el siglo XIX, asumiendo una actitud personal de cierta originalidad. En primer término es un cartesiano en cuanto al método, pero no en cuanto a la posición idealista de la doctrina.»{11}
En el discurso de Varona de 1911 a que aludí al principio, este destacó la influencia en Varela de Descartes y señaló como otras fuentes los filósofos ingleses Locke y Reid y al francés Condillac de quien subrayó la honda huella que dejó en la enseñanza francesa y la repercusión que esta enseñanza tuvo en los países de habla hispana. Varona alude al hecho de que, la obra de la primera etapa de Varela no revela familiaridad alguna con las escuelas alemanas y que hay que esperar a artículos de la emigración, especialmente el consagrado al sistema de Kant, para encontrar prueba de ese contacto. Lleno de admiración, Varona enfatizó que este trabajo sobre Kant demostraba que «su invariable anhelo de saber no se amortigua con los años».{12} Varona, buscando desde luego, lo que le atraía por su afinidad, se detuvo en la preocupación científica de Varela señalando que le acompañó durante toda su vida, pues aún en los años de destierro efectuó traducciones de obras puramente científicas. Coincidiendo con la opinión de Varona, señaló posteriormente Medardo Vitier que «el adelanto que alcanzan a fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX las ciencias físicas y naturales colora fuertemente la hechura mental de Varela».{13} Vitier recomendó a los que estudiaran la obra filosófica del Padre Varela, [44] que debían atender a la formación científica que tuvo pues eran muchos los factores que habían intervenido en ella, ya que Varela enseñó física, escribió textos sobre estas materias, estaba muy al tanto de lo que se conocía en su tiempo y recibía libros y revistas de Europa en varios idiomas –que leía en compañía de discípulos aventajados– pues la habitación de Varela era un verdadero taller de trabajo.
En relación a las fuentes de Varela, Vitier, en su Filosofía en Cuba, siguiendo a Hernández Travieso, subrayó la importancia que en el insigne sacerdote y patriota tuvo la influencia de su maestro Juan Bernardo O’Gaban, sobre todo en lo que se refería a su adhesión a Locke y Condillac.{14} En otra de sus obras fundamentales, Las ideas en Cuba, el propio Vitier enfatizó la otra influencia magisterial que recibió Varela y que también apuntaba esa tendencia renovadora, es decir, la del Padre José Agustín Caballero.{15} En el prólogo a la edición que de la Miscelánea Filosófica de Varela publicó en 1944 la Universidad de La Habana,{16} el mismo Vitier precisó más claramente la cercanía de Varela al movimiento de la Ideología destacando el hecho de que eran las ideas de Locke y Condillac las fuentes de esa corriente y deteniéndose en consecuencia en la importancia de la repercusión que en Varela había tenido Destutt de Tracy.
Adrián G. Montoro, aludiendo precisamente a las fuentes varelianas, ha señalado el hecho{17} de que el empirismo de Condillac era insuficientemente radical y no avanzaba hasta las últimas consecuencias y que esto permitió que sacerdotes católicos como O’Gaban y Varela se consideraran discípulos más o menos fieles de Condillac, sin dejar de ser cristianos ortodoxos. Montoro razonaba que el desarrollo de las ideas de Condillac por Hume llevó a este último a un empirismo radical en que las categorías de causa y de sustancia se destruían, [45] planteando una disyuntiva irreconciliable entre empirismo y teología católica. También Montoro alude al hecho histórico del escaso acceso que los pensadores cubanos tuvieron a la filosofía alemana;{18} es decir, Kant y el movimiento idealista alemán: Fitche, Schelling, Hegel, Schopenhauer, y subraya que el predominio absoluto del pensamiento francés en Cuba es la causa esencial del rumbo seguido por la filosofía cubana durante todo el siglo XIX. Afirma Montoro: «del sensualismo de Condillac (Varela) al positivismo de Littré y de Taine (Varona), pasando por la ideología (Luz y Caballero)».{19}
Humberto Piñera Llera{20} ha visto que lo que hay en Varela de sensualismo es una actitud de resguardo, de preventiva reacción frente al innatismo. Piñera destaca que esa preocupación de Varela por el conocimiento empírico lo une a toda la filosofía moderna y esto –en nuestra opinión– lo acerca indudablemente a Varona, que fue un devoto del conocimiento emanado de la experiencia. Por otra parte, Piñera, al aludir a que Varela no fue un sensualista ortodoxo, indica como razones, además de su condición y formación religiosa, el hecho de que Varela no era un hombre de un solo bando, es decir, Varela fue un filósofo que sometió todas las ideas que estudió a una cuidadosa evaluación y esto también lo aproxima innegablemente a Enrique José Varona. Recuérdese que Varela había proclamado que la mejor de todas las filosofías era la ecléctica. Su espíritu independiente no se afilió absolutamente a ninguna escuela filosófica y aunque, como ya se ha dicho, tiene su obra una gran influencia del Sensualismo y de la Ideología, no se consideró nunca un mero seguidor de esas ideas.
Igualmente Varona, pese a su vinculación con el positivismo, no puede clasificarse como un positivista ortodoxo. Fue, como típico representante del positivismo hispanoamericano, un positivista heterodoxo. Ya hemos estudiado en otros trabajos las razones que justifican esta afirmación. Lo que quiero destacar aquí, pues me interesa a los efectos de este estudio, [46] es el hecho de que Varona presentó objeciones a ciertos aspectos de las ideas de los pensadores que más influyeron en él, es decir, Augusto Comte, Emilio Littré, Hipólito Taine, John Stuart Mill y Herbert Spencer. Pese a su entusiasmo por el cientificismo, el positivismo y el evolucionismo, Varona hizo reparos a los voceros de las escuelas positivistas francesa e inglesa, es decir, analizó críticamente el positivismo francés y el evolucionismo inglés. Esto se debió a que Varona, al igual que Varela, sometió siempre las ideas ajenas a una evaluación rigurosa. Su seriedad metodológica y su serenidad reflexiva, que tanto le caracterizaron, forman también parte de la personalidad intelectual de Varela.
Recuérdese que Varela defendió la libertad filosófica de pensar y reservó a la fe las cosas divinas dejando en lo humano, la razón y la experiencia como los instrumentos necesarios para el logro de la verdad. En su Elenco de 1816, examen I, proposición 26, dice que: «La autoridad es el principio de una veneración irracional que atrasa la ciencia» y en la proposición 27 agrega que «Los Santos Padres no tienen autoridad alguna en materia filosófica». Es decir, que gracias a esa distinción clarísima entre las esferas filosóficas y teológicas, pudo Varela enfrentarse al campo de la filosofía con una actitud de evaluación crítica que lo hace acercarse a Varona pese a las diferencias que separan a ambos en lo que a creencia religiosa se refiere.
En efecto, pese a todas estas aproximaciones, Varela y Varona disienten completamente en todo aquello que linde con el plano metafísico. «Dios –proclamó Varela– es un ente perfectísimo» y agregó: «su existencia la publica abiertamente la naturaleza, la comprueba el consentimiento de los pueblos, y la evidencian las razones metafísicas; la verdadera filosofía supo siempre cuál era su origen, le confesó y acató, mas los falsos filósofos han querido dirigir sus débiles saetas al trono del Eterno, cuya simplicidad, unidad, justicia y providencia sostendré siempre contra los embates de hombres tan alucinados».{21} Por el contrario, Varona dio muestras bien evidentes de no aceptar una explicación teológica a la formación del Universo; [47] recuérdese tan sólo su conferencia «La metafísica en la Universidad»{22} en la que con ocasión de impugnar al krausismo, proclamaba que no podía coincidir con el criterio krausista de una mente divina derramando su ciencia ilimitada e incondicional en la ciencia humana y agregaba que la teología, que supone la existencia de un plan perfectísimo conforme al cual se ha desarrollado y rige el universo, nada aclaraba. Claro que esta distinción fundamental en el plano teológico, tuvo necesarias repercusiones filosóficas y éticas.
Pero tanto Varela como Varona no fueron hombres que se dedicaron sólo al cultivo del conocimiento abstracto, sino que trataron, con todos los medios que tuvieron a su alcance, de lograr aplicar todo su caudal de conocimientos al mejoramiento del pueblo cubano. Esto hace que volvamos a encontrar otro aspecto de sus vidas en que la cercanía se intensifica: Varela y Varona han sido dos de nuestros más grandes educadores.
Fue el propio Enrique José Varona quien en su aludido discurso de la Universidad de La Habana calificó a Varela y Morales de «eminente educador del pueblo cubano, el insigne educador de nuestro pueblo, timbre tan honroso, que ninguno puede ser más alto»{23} señalando que la obra especial del Padre Varela fue el demostrarnos que la educación es y debe ser para el pueblo. Varela fue uno de nuestros grandes fundadores, uno de nuestros forjadores de la conciencia de la Patria y en eso fue maestro ejemplar. En ese aspecto también Varona fijó con palabras insuperables la gran importancia de la labor educadora de Varela. Dijo así Varona: «¡Cuánto hizo en ese sentido el Padre Varela! El fue iniciador del movimiento más glorioso que en este orden registra la sociedad cubana, gracias a él se difundieron, se esparcieron, penetraron por todos los ámbitos del país los rayos de la luz; porque él hizo surgir en torno suyo multitud de egregios continuadores de su obra; y todo el primer período de nuestra historia en el pasado siglo puede sintetizarse en Cuba en la labor de aquellos verdaderos titanes, [48] que se propusieron derrocar el carcomido pero resistente edificio de la sociedad colonial, para sustituirla con la obra gloriosa de un pueblo que siente, que piensa, que quiere labrarse a sí mismo mejores destinos. Ésa fue su obra y ésa la obra de sus sucesores.»{24}
Félix Varela y Morales realizó en su obra y en su cátedra del Seminario San Carlos una defensa de la educación experimental y un ataque a los sistemas verbalistas y memoristas que caracterizaban la enseñanza escolástica en Cuba. Dijo Varela en sus «Observaciones sobre el escolasticismo»: «No pudiendo el escolasticismo ser fecundo en doctrinas, pues no debía presentar otras que la de los maestros, procuró serlo en voces, en fórmulas, en reglas y en abstracciones deducidas como con pinzas del texto de los grandes hombres.»{25}
Estudiando esa actitud del ilustre sacerdote ante el escolasticismo, Humberto Piñera ha señalado tres razones fundamentales que encontró Varela para oponerse a él y que eran a saber: la vaciedad e inutilidad de las llamadas disputas, la práctica silogística que se había convertido en un espectáculo banal y el desastroso influjo del escolasticismo en la vida social cubana, que impedía el desarrollo de la mente del joven, acostumbrándolo al recurso fácil pero perjudicial de las frases y fórmulas estereotipadas.{26}
Un estudio del fundamental discurso de ingreso de Varela en la Sociedad Patriótica de La Habana, de 20 de febrero de 1817, demuestra bien a las claras su optimismo ante la educación y lo hondamente que sentía la necesidad de la reforma educacional, pues veía en todo el proceso educativo un fin moralizante. Así proclamaba: «El hombre será menos vicioso cuando sea menos ignorante. Se hará más rectamente apasionado cuando se haga más exacto pensador».{27} Más adelante, en este mismo discurso, volviendo sobre su crítica constante a la enseñanza memorística que predominaba en Cuba, argumentaba la necesidad de que en la enseñanza primaria se sustituyera el sistema imperante por una enseñanza totalmente analítica, [49] aunque adaptándola a la tierna edad de los educandos y recomendaba la formación de una obra elemental para la primera educación que debía ser lo más breve y clara que fuera posible.
Varela también comprendió la necesidad de reforma que tenía la enseñanza superior. Su labor cubrió en estos aspectos no sólo los cambios que introdujo en sus cátedras del Seminario de San Carlos y la siembra de ideas innovadoras en la mente de los que fueran sus discípulos, sino que en ocasión de encontrarse en Madrid como Diputado de la Isla a las Cortes Españolas, presentó una solicitud a la Dirección General de Estudios de dicha ciudad el 14 de mayo de 1822{28} en la cual hizo un informe del estado general de los estudios superiores en La Habana y al amparo del entonces recientemente publicado decreto de reforma de la enseñanza universitaria de fecha 29 de julio de 1821 solicitó que fueran refundidos el Real Colegio Seminario de San Carlos de La Habana y la Real y Pontificia Universidad de San Jerónimo debiendo, según su opinión, permanecer en existencia solamente el primero. En el informe, el Padre Varela aprovechó la ocasión para comparar el estado de los estudios en ambos centros docentes criticando la ausencia de espíritu de reforma que existía en la Universidad de La Habana y los textos anticuados que se usaban en la misma. En la propia solicitud, subrayó la labor que venía realizando la Sociedad Patriótica y sostuvo que siempre se podría contar con el apoyo de la misma en estas labores de reforma. Una lectura cuidadosa de esta solicitud nos hace evidente el interés del Padre Varela en que los estudios universitarios adquirieran mayor seriedad y rigurosidad, acogieran las corrientes intelectuales más modernas y se intensificara la enseñanza de materias científicas, que ya se habían iniciado en el Seminario aunque sin lograr todo el apoyo material que para su adecuada implantación se requería. La iniciativa del Padre Varela quedó, como otros intentos de reforma de cubanos ilustres, sepultada por la intransigencia y el marasmo de la burocracia de la corona española.
Varona, por el contrario, como se sabe, [50] tuvo la oportunidad histórica de llevar a cabo la reforma no sólo de la segunda enseñanza sino de la universitaria, cuando se le dio esa misión por el gobierno interventor norteamericano que precedió a la instauración de nuestra República. Llevado por sus ideas filosóficas, Varona enfatizó el estudio de las ciencias experimentales en el bachillerato y estableció nuevas carreras universitarias fundando las escuelas de Pedagogía, de Ingeniería Civil y Eléctrica, Cirugía Dental y Derecho Público; reorganizó las escuelas de Filosofía y Letras y de Ciencias, preparando la futura creación de las escuelas de Agronomía y Medicina Veterinaria. Ya en otros trabajos he tratado de analizar la naturaleza de esta reforma, que vino a resolver grandes problemas de la enseñanza cubana, problemas que ya habían sido señalados por Varela y por José de la Luz y Caballero en relación al exceso de enseñanza teórica y a la carencia de oportunidad de selección en carreras profesionales que tenía el estudiante cubano. Sin embargo, creemos que Varona, condicionado por sus ideas positivistas, se excedió en el carácter pragmático de la reforma y olvidó un tanto el cultivo de las Humanidades, él que fue un genuino humanista. Sobre esto se ha discutido mucho. Es verdad que Jorge Mañach tuvo razón cuando llamó a la reforma de Varona «terapéutica de urgencia»,{29} añadiendo que la culpa de los efectos innecesarios de dicha reforma, especialmente en el bachillerato, lo habíamos tenido nosotros los cubanos que no supimos construir sobre las bases que él había creado, que dejamos pasar décadas para reformar lo que necesariamente había sido una labor iniciadora que requería por su naturaleza subsiguientes rectificaciones. Sí, Mañach tenía razón, pero no por ello, y eso no le quita un gramo a la grandeza de Varona, ni le rebaja su sincero afán de mejorar las condiciones de su patria, no por ello, repito, se puede desconocer que el humanista Varona, llevado por su positivismo, se excedió en el ataque a las Humanidades.
Que Varona fue reconocido como maestro, no sólo lo proclamó ante la historia la juventud cubana [51] que fue en busca de su orientación siendo ya éste un octogenario, en momentos trágicos de nuestra vida republicana, sino también toda una serie de grandes figuras de la cultura cubana que se llamaron con orgullo sus discípulos. Pero el magisterio de Varona rebasó las fronteras de su Patria para alcanzar dimensión americana. Germán Arciniegas subrayó su genuino carácter de maestro de América en un breve pero emotivo ensayo «Cien mil estudiantes en busca de un maestro».{30} Ya se sabe que la elación de los hombres de pensamiento de la América Hispana que han expresado públicamente su admiración por Varona incluye lo más granado de nuestra historia cultural. Baste citar a ese efecto la carta que le dirigiera José Enrique Rodó en ocasión de enviarle un ejemplar de Ariel. Dijo así Rodó al comenzar su carta:
«La respetuosa admiración que su alta personalidad intelectual me ha impuesto siempre, y a la que concurren no sólo los indiscutidos merecimientos de usted, sino también mi entusiasmo de americano por cuanto glorifica y enaltece nuestra América, me mueve hoy a enviarle un ejemplar de mi último libro, que sea como el homenaje en que se haga sensible esa admiración muy sincera.»{31}
Y al final de la misiva agrega, hablando realmente para la historia: «Usted puede ser, en realidad, el Próspero de mi libro. Los discípulos nos agrupamos alrededor de usted para escucharle como los discípulos de Próspero.»{32}
La defensa que ambos hicieron de los derechos de la mujer a una educación integral es otro punto que traigo a colación por la importancia que el mismo tiene en la problemática social contemporánea y porque demuestra cómo el afán de justicia y el profundo espíritu democrático que animó a estos dos cubanos excepcionales los acercaron extraordinariamente. Dijo Varela en uno de sus Elencos: «Uno de los atrasos de la sociedad proviene de [52] la preocupación de excluir a las mujeres del estudio de las ciencias o a lo menos no poner mucho empeño en ello, contentándose con lo que privadamente por curiosidad, pueden aprender, siendo así que el primer maestro del hombre es su madre, y que esto influye considerablemente en el resto de su educación»,{33} palabras que tendrían después una repercusión trascendental en la obra de Enrique José Varona que fue un defensor inquebrantable del derecho de la mujer a una completa educación. Véase lo que desde las páginas de su Revista Cubana, esa revista que tan fecunda labor realizó en plena colonia en la formación de una nueva conciencia de patria, señaló Varona: «Todo lo que hay, pues, de común en ambos sexos debe cultivarse del mismo modo; y nadie abogará hoy por ninguna limitación en lo que se refiere al desarrollo de la inteligencia de una niña ni al cultivo atinado de su sensibilidad.»{34}
La importancia de la labor educadora de estas dos grandes figuras fue destacada por un pedagogo eminente de Cuba, Alfredo M. Aguayo, quien dedicó dos ensayos sustanciales a estudiarlos. Me refiero desde luego, a sus trabajos «Las ideas pedagógicas del Padre Varela» y «Enrique José Varona, educador de un pueblo».{35} En el primero Aguayo establece la relación directa entre las ideas filosóficas de Varela y su función educadora y subraya que a pesar de que Caballero y O’Gaban importaron las nuevas ideas no se desprendieron del formalismo escolástico y que fue Varela el que dio ese decisivo paso en la historia de la educación cubana. Negando Varela la noción de las ideas innatas, separándose en eso de Destutt de Tracy y afiliándose a Condillac, el eminente sacerdote sostuvo que los conceptos del entendimiento [53] no eran más que signos verbales de los que se valía el ser humano para expresar el resultado de sus calificaciones. Aguayo consideró que la lógica para Varela consistía en la descomposición de las ideas, es decir, en simples operaciones analíticas que son las bases de todos nuestros conocimientos. Aguayo, asimismo, destacó la verdadera vocación de maestro que tenía Varela y subrayó que sus Máximas morales para el uso de las escuelas, sus Cartas a Elpidio, su Miscelánea filosófica y muchos de sus artículos periodísticos estaban penetrados de un amor entrañable a la juventud. El técnico pedagogo que fue Aguayo no dejó de admirar el hecho de que el digno presbítero llegara inclusive a estudiar el carácter del método que debía emplearse en la educación y aunque reconoció que Varela cayó en un error, el que llamó jacobinismo pedagógico, o sea, el tener una absoluta fe en la transformación del hombre por la educación, a la que ya nos hemos referido al hablar del optimismo de Varela, Aguayo justificó ese error porque en definitiva se trataba, según su opinión, de una equivocación común a la intelectualidad de la época. Concluyó su estudio calificando a Varela de padre de la pedagogía cubana y de inspirador y primer exponente del sistema de educación de su país.
Igual apreciación positiva tiene el estudio de Aguayo sobre Varona. También del insigne filósofo cubano puede decir Aguayo que creó un sistema pedagógico dotado de unidad interna, congruencia y trabazón. Le admira además la independencia de criterio. Dice al efecto: «A pesar de su naturalismo crítico, Varona se aparta con frecuencia de la pedagogía positivista y a veces adopta actitudes y sostiene principios en abierta oposición con las enseñanzas de la escuela.»{36} Del mismo modo vio en Varona una capacidad de captación de las corrientes pedagógicas más avanzadas de su época y un genuino intento de importar a su patria las ideas que en el campo de la educación parecían indicarle el más eficaz camino a seguir en el mejoramiento del hombre. El énfasis de Varona en los estudios científicos, tan del gusto de Varela, diríamos nosotros, es también motivo de estudio por Aguayo. [54]
Por último, cabe anotar un tercer aspecto de unión de estos dos hombres extraordinarios. Ambos representan dignos ejemplos de verdadero patriotismo. Ambos levantaron su voz en plena colonia para hablar de los derechos del hombre. Ambos se enfrentaron a los miopes gobernantes españoles de sus respectivas épocas y reclamaron lo que la dignidad del pueblo cubano exigía. Ambos escogieron el exilio digno, transidos de nostalgia y tristeza pero saturados de grandeza noble, en estas tierras de Norteamérica, que siempre han sido refugio de los cubanos que han preferido la libertad de la conciencia al silencio aniquilante que impone el rigor del opresor de ocasión y aquí realizaron una extraordinaria tarea de divulgación de los empeños de independencia de su pueblo. Desde las páginas de El Habanero, Varela definió las razones morales y políticas que avalaban la independencia de la tierra querida; desde las páginas de Patria, en cuya dirección sucedió al Apóstol de la independencia cubana, José Martí, Varona reiteró décadas más tarde, el mismo mensaje de libertad. El que haya leído las páginas políticas de Varela y Varona sabe cómo en ellas la emoción de la patria quedaba dominada para dejar correr el razonamiento convincente, cómo el énfasis polémico se refrenaba para dejar cabida al estudio sociológico y al ensayo político. Ambos fueron hombres de pensamiento que pusieron lo mejor de su intelecto en la defensa de su pueblo, hoy, como en los momentos en que ambos vivieron, luchando sólo por el reconocimiento de sus legítimos derechos. Desde su cátedra de Derecho Constitucional del Seminario San Carlos el Presbítero Varela, al comentar todo el engranaje jurídico en que se sustentaba la liberal Constitución española de 1812, heredera de los principios nobles que inspiraron la Revolución francesa y no de sus intransigencias radicales que la llevarían a negar sus máximas inspiradoras, Varela sentó ya las bases de su pensamiento político. Su defensa de los derechos fundamentales del ser humano tenía que llevarlo necesariamente a su convicción de la justicia de la independencia de la Patria. Habló Varela con lengua valiente y honesta que le nacía de la rectitud de su conciencia como hablaría años después Varona. [55] Los dos fueron enamorados de la libertad y la dignidad humana y denunciaron lo que de horrible tuvo la esclavitud del hombre por el hombre.
El siglo XIX cubano no sólo contempló la formación de nuestra identidad cultural sino también el sacrificio de los hijos de la naciente nación para lograr su independencia. Fundadores fueron Varela y Varona porque en su magisterio derramaron generosamente la luz de su sabiduría, formando conciencia de pueblo, no sólo con su ejemplo sino con el fruto que hicieron germinar en sus discípulos. Varela prefirió morir en San Agustín antes que claudicar de sus ideas, Varona se fue saturado de pesar por las frustraciones de la República por la que tanto luchó, pero nos legó con la honestidad de su ejemplo una crítica acerba a muchas de nuestras claudicaciones.
Dijo nuestro Apóstol José Martí sobre Enrique José Varona: «Fundar, más que agitar, quiere Varona, como cumple aún en las épocas más turbulentas, a aquellos a quienes el desinterés aconseja el único modo útil de amar a la Patria, en Cuba –como en todas partes– menesterosa de espíritus creadores» y agregó sobre el gran camagüeyano «Más que estremecer sin sentido ¡fortificar, sembrar, herir como una red de almas la tierra!».{37} «Patriota entero» llamó en otra ocasión nuestro Martí a Félix Varela Morales y añadió «que cuando vio incompatible el gobierno de España con el carácter y las necesidades criollas, dijo sin miedo lo que vio y vino a morir cerca de Cuba, tan cerca de Cuba como pudo»,{38} calificándolo, con esa genial captación de esencias que tenía el Apóstol de nuestra libertad, de «santo cubano».{39}
Varela y Varona son pues dos cubanos ilustres que tienen afinidades sustanciales que los hacen dignos del reconocimiento agradecido de sus coterráneos. [56] La Patria, dijo Martí, es fusión dulcísima y consoladora de amores y esperanzas y es una noble manera de hacer patria esta labor que realiza la Sociedad Cubana de Filosofía en el Exilio al cultivar nuestros amores. De su cultivo, saldrá el ejemplo que engrandecerá nuestro futuro con el renacimiento de la genuina Patria cubana.
Elio Alba Buffill
Kingsborough College, CUNY
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{1} Enrique José Varona. «Elogio de Félix Varela». Estudios y conferencias. Edición oficial. La Habana, 1936.
{2} Medardo Vitier. «La lección de Varona». Jornadas, México, Colegio de México, Año XXXI, 1945.
{3} Humberto Piñera Llera. Panorama de la filosofía cubana. Unión Panamericana. Washington, 1960. Pág. 31.
{4} Véase por ejemplo: Juan J. Remos. Historia de la literatura cubana, Miami, Mnemosyne Publishing Co. Inc. 1945. Vol. I. Pág. 171.
{5} Ver mi libro Enrique José Varona. Crítica y creación literaria. Madrid. Hispanova de Ediciones, 1976.
{6} Mercedes García Tudurí. «En torno a la filosofía en Cuba». Cuba Diáspora, Anuario de la Iglesia Católica. 1975. Pág. 47.
{7} Rosaura García Tudurí. «Influencia de Descartes en Varela». Revista Cubana de Filosofía. Vol. III. Enero-abril 1951. Núm. 11, pág. 28.
{8} Joseph and Helen McCadden. Father Varela, Torch Bearer from Cuba. New York, The United States Catholic Historical Society. 1969.
{9} Rev. Raúl del Valle. Prólogo. Pág. X, en Joseph and Helen McCadden, Father Varela, Torch Bearer from Cuba.
{10} José Manuel Mestre. «De la filosofía en La Habana». Enciclopedia de Cuba. Tomo VI. Pág. 501.
{11} Rosaura García Tudurí. Ibíd. Pág 35.
{12} Enrique José Varona. Ibíd. Pag. 412.
{13} Medardo Vitier. Prólogo a Miscelánea filosófica de Félix Varela Morales. Habana. Universidad de la Habana. 1944. Pág. XX.
{14} Medardo Vitier. La filosofía en Cuba. Instituto Cubano del Libro. La Habana. 1970. Pág. 345.
{15} Medardo Vitier. Las ideas en Cuba. Instituto Cubano del Libro. La Habana. 1970. Pág. 193.
{16} Félix Varela y Morales. Miscelánea filosófica. Prólogo de Medardo Vitier. La Habana, Universidad de la Habana, 1944. Pág. 18.
{17} Adrián G. Montoro. «La filosofía en Cuba.» Enciclopedia de Cuba. Vol. V. Pág. 486 y sigs.
{18} – Ibíd. Pág. 487.
{19} – Ibíd. Pág. 487.
{20} Humberto Piñera L1era. Op. cit. Pág. 41.
{21} Citado por José Manuel Mestre. Op. cit. Pág. 504.
{22} Enrique José Varona. «La metafísica en la Universidad». Estudios literarios y filosóficos. Pág. 305 y sigs.
{23} – Op. cit. Pág. 413.
{24} – Op. cit. Págs. 414-415.
{25} Félix Varela Morales. Op. cit. Pág. 97.
{26} Humberto Piñera Llera. Op. cit. Págs. 44-45.
{27} Félix Varela Morales. «Educación y Patriotismo». Cuadernos de Cultura. La Habana. Publicaciones de la Secretaría de Educación. Dirección de Cultura. 1935. Pág. 15.
{28} Véase Francisco González del Valle. «Varela y la reforma de la enseñanza universitaria en Cuba». Revista Bimestre Cubana. Vol. XLIX. 1942. Marzo-abril. Núm. 2. Págs. 199-202.
{29} Jorge Mañach. «El filosofar de Varona». Homenaje a Enrique José Varona. La Habana. Ministerio de Educación. 1951. Pág. 393.
{30} Germán Arciniegas. «Cien mil estudiantes en busca de un maestro». Homenaje a Enrique José Varona en el centenario de su nacimiento. La Habana. Ministerio de Educación. 1951. Pág. 200-203.
{31} José Enrique Rodó. «Carta a Enrique José Varona». Homenaje a Enrique José Varona en el centenario de su nacimiento. La Habana. Ministerio de Educación. 1951. Pág. 297.
{32} Ibíd. Pág. 297.
{33} Félix Varela y Morales. «Doctrinas de Lógica, Metafísica y Moral, enseñadas en el Real Seminario San Carlos de la Habana, por el Pbro. D. Félix Varela en el primer año del curso filosófico». Transcrito en Antonio Bachiller y Morales, Apuntes para la historia de las letras, &c. en Cuba. Tomo II. Pág. 174.
{34} Enrique José Varona. «Las niñas en la segunda enseñanza». Revista Cubana. Mayo de 1887.
{35} El primero aparece recogido en la revista La Instrucción Primaria, 1911. Pág. 149-155; el segundo está incluido en el libro del Dr. Aguayo Tres grandes educadores cubanos: Varona, Echemendía, María Luisa Dolz, Habana, Cultural S.A., diciembre de 1937, págs. 13-34. Una reelaboración bastante amplia de este trabajo fue publicada con el título de «La pedagogía del Dr. Varona» en el Homenaje a Enrique José Varona en el centenario de su nacimiento. Pág. 342-353.
{36} Alfredo M. Aguayo. Op. cit. Pág. 15.
{37} José Martí. «Seis conferencias de Enrique José Varona». El economista americano. New York. Enero de 1887.
{38} – Obras completas. Habana. Editorial Nacional de Cuba. 1963. Tomo 2. Pág. 96.
{39} – Ibíd. Pág. 97. Sobre la labor fundamental de Varela en el proceso de fijación de nuevas concepciones sobre las que se asentarían la naciente Cuba véase Rosario Rexach. El pensamiento de Félix Varela y la formación de la conciencia cubana. La Habana. Sociedad Lyceum. 1950.