Emilio Castelar
Discurso de gratitud y enaltecimiento a la asamblea, por haber votado la ley sobre la abolición de la esclavitud
Asamblea nacional ❦ Sesión del día 22 de marzo de 1873
El Sr. Ministro de Estado (Castelar): Señores Representantes, profundamente conmovido por lo solemne de este instante, profundamente afectado por la gratitud que debo a los patrióticos Diputados que han convenido en votar esta ley, apenas podré decir algunas palabras.
Recuerdo que uno de los oradores más elocuentes y más ilustres de España, que ocupaba este mismo sitio y que desempeñaba el mismo cargo que hoy desempeño yo indignamente, dijo en una noche célebre: «Los esclavos de Puerto-Rico son ya libres.» Pues bien, señores; ahora podemos decir, poniendo la mano en el corazón, los ojos en la conciencia, evocando a Dios para que bendiga nuestra obra, que los esclavos de Puerto-Rico son completamente libres, y que esta noche, al concluirse esta Asamblea, rompe sus cadenas y arroja a la vida a 35.000 hombres más, dueños de su libertad, de su derecho, con la plenitud de la vida y de la conciencia. (Aplausos.)
Señores, yo ayer, en el momento del debate, lo declaro sin ningún género de presión, lo declaro por un movimiento honrado de mi corazón y de mi conciencia; yo ayer fui injusto, muy injusto con el partido conservador al atribuirle resistencia ciega a las reformas en Ultramar. Yo no quise decir, y en realidad no dije, que el partido conservador se hubiera negado por completo a todo linaje de progresos. Lo que yo dije, o al menos lo que quise decir, fue que sin la imprevisión, la repugnancia a todo progreso, el no estudiar los problemas cuando los problemas se van presentando, y retardarlos por algo de esa indolencia nacional que nos caracteriza, hacía que los problemas no pudiesen estudiarse con calma y no pudieran resolverse con madurez sino bajo la presión de circunstancias supremas y en medio de las deliberaciones muchas veces agitadas de las Asambleas Constituyentes.
Eso dije y lo confirmé, añadiendo que si el día en que se abrió la mano por un ilustre Ministro conservador a las reformas de Ultramar, y los Diputados o Representantes de aquellas islas se convocaron, se reunieron y expusieron sus quejas, hubieran sido oídos en sus quejas, y en sus aspiraciones justas satisfechos, y el problema de la esclavitud hubiera comenzado a discutirse y a tratarse, no nos veríamos hoy bajo la presión de ese hecho, obligados a resolverle de pronto. ¡Enseñanza que debe decir a todos los elementos conservadores que no se evitan las soluciones sino aceptando las reformas!
Del mismo modo, señores Diputados, que en la noche del 4 de Agosto de 1789 las sombras que se iban señalaban la conclusión de una edad en la historia, y el nuevo día anunciaba el principio de otra grande época, esta noche señala verdaderamente el cambio y la sucesión de los tiempos en la historia española; esta noche anuncia que si hemos tenido a Cuba, que si hemos tenido a Puerto-Rico por la autoridad y la tradición, los conservamos perfectamente bajo los pliegues de la bandera española, por la libertad y por el derecho. (Bien, bien.)
¡Ah! Esta Asamblea, se lo dije desde aquel sitio (Señalando a los escaños de la izquierda), desde los bancos de la oposición; esta Asamblea, tratada en su nacimiento por oscura; esta Asamblea, que ha confirmado los derechos individuales, que ha establecido y arraigado la democracia, que ha fundado la república y ha roto las cadenas del esclavo, puede presentarse delante de Dios y delante de la historia para decir: quien tenga más títulos, que los presente en el mundo. Señores Diputados, lo que aquí hemos demostrado es que cuando se trata de la integridad del territorio y cuando se trata de la salud de España, no hay partidos; todos sabemos ceder, todos sabemos transigir.
Pues bien; ¿qué quiere decir esto? Pues esto quiere decir que somos un pueblo maduro para gobernarse a sí mismo; y si somos un pueblo capaz ya de gobernarse a sí mismo, es necesario que tengamos la plena conciencia de nuestra fuerza, de nuestro poder y de nuestra autoridad; y que ya que hemos establecido la república con calma, sepamos sostenerla con energía, quebrantando la cabeza de todo exceso, y fundando el porvenir de la Patria en el orden, en la legalidad y en la representación del pueblo por Cortes soberanas, que aliando la estabilidad al progreso, den largos días de paz y de ventura a la Patria. (Prolongados aplausos.)
FIN.
[ Discursos políticos de Emilio Castelar, Madrid 1873, páginas 539-541. ]