Filosofía en español 
Filosofía en español

Adolfo Bonilla y San Martín · Historia de la Filosofía española · Madrid 1908

IV. Época goda

9. Representación de San Isidoro en la historia de la cultura y de la filosofía españolas


¿Cuál es, por tanto, la representación de San Isidoro en la historia de la cultura y de la filosofía españolas?

San Isidoro, en la España del siglo VII, tiene representación análoga a la que ostentan Cassiodoro en la Italia del siglo V, Marciano Capella en el África de la misma época, Beda el Venerable en la Gran Bretaña del VII, Rhabano Mauro en la Alemania del IX, y Alcuino en la corte de Carlomagno (siglo VIII). Es un escritor enciclopédico, y de originalidad más bien formal que substancial. Procura conservar y sistematizar la cultura antigua, y prácticamente es un educador, en el más amplio sentido de la palabra{1}. El continúa las tradiciones de su hermano y maestro San Leandro en la llamada Escuela de Sevilla, y de cuantos pensadores figuran en la primera época de la Edad Media española, ninguno puede gloriarse de influir más poderosamente que él en la cultura europea. San Braulio y San Ildefonso fueron discípulos suyos, y Tajón, discípulo, a su vez, de San Braulio, continuó por su parte la tradición de la Escuela de Sevilla. Después de la invasión musulmana, la Escuela de Córdoba (Esperaindeo, San Eulogio, Alvaro y Sansón) prosigue, como veremos, el espíritu de la sevillana, y hasta se afirma que las obras de San Isidoro fueron traducidas al árabe en el siglo XI{2}. En el XIII, Alfonso el Sabio mandó trasladar al castellano las Etimologías, y probablemente de esta versión procede el precioso códice del siglo XIV que se custodia en la Biblioteca del Escorial (signatura i-6-13), y que merece publicación.

En las bibliotecas de la Edad Media{3}, San Isidoro comparte con Séneca el predominio filosófico. Don Enrique de Villena cita las Etimologías, los libros Differentiarum, el Chronicon y hasta una Historia de Alejandro (en la Consolatoria) y una Eneida en prosa (en las Glosas de la Eneida). También el Rey Martín de Aragón poseía en su riquísima biblioteca obras de nuestro doctor{4}.

El espíritu crítico del Renacimiento no miró con buenos ojos la literatura isidoriana. Desde entonces, la afición a la lectura de estos escritos decayó considerablemente, y, salvo algunos esfuerzos aislados, como el del P. Faustino Arévalo, a fines del siglo XVIII, puede decirse que hoy las producciones de San Isidoro sólo sirven para saciar la curiosidad de los eruditos.

Fuera de España, la influencia isidoriana fue asimismo notable durante la Edad Media. Beda el Venerable, en su tratado De natura rerum, se inspira en el de San Isidoro; uno de los más antiguos monumentos de la prosa alemana es la versión de las Sentencias del doctor hispalense, cuyo primer ensayo de sistematización teológica, continuado por su nieto espiritual Tajón, sirve de modelo a las Sentencias de Pedro Lombardo (siglo XII), que aun siguen estudiándose en las escuelas eclesiásticas; y, tanto Santo Tomás de Aquino, como los demás doctores de la Escolástica, citan siempre con singular veneración las obras de San Isidoro.

En las Galias, durante la época de Carlomagno, el español Teodulfo, obispo de Orleans, sigue la tradición isidoriana, organizando las escuelas claustrales de Saint-Aignan, de Fleury, de Saint-Lifard y de Meung. «Teodulfo se distingue entre todos los isidorianos, aun comprendido el maestro, por su amor a la antigüedad clásica. Virgilio y Ovidio, con el comentador y gramático Donato, hacían sus delicias, y hasta procuraba salvar los pasajes escabrosos con la teoría alegórica y del sentido esotérico, considerando la poesía como una fermosa cobertura que encubre útiles verdades: idea tantas veces reproducida en la Edad Media, y que puede considerarse como una de las bases de la poética de entonces»{5}.

Teodulfo disfrutó de gran consideración en las cortes de Carlomagno y de Luis le Débonnaire. En 798 fue honrado con el cargo de Missus dominicus. En 800, por designación imperial, juzgó con otros, en Roma, el pleito entre el Papa León y sus enemigos. Después de la muerte de Alcuino, fue uno de los primeros consejeros del Emperador en materias teológicas. Luis le Débonnaire le nombró, en 816, para recibir al Papa Esteban V, que iba a consagrar al primero. Pero, más adelante, Teodulfo fue acusado de haber tomado parte en la conjuración de Bernardo de Italia, y, en 818, relegado a un convento, en Angers, y depuesto de todos sus cargos y dignidades. Él protestó siempre de su inocencia, pero murió en aquella prisión el año 821.

Teodulfo es un poeta y un artista de refinado gusto y selecta dicción. Su modelo es Prudencio, a quien constantemente imita. Entre otros poemas, distribuidos en seis libros por Sirmond, conservamos uno de 114 versos (libro IV, capítulo II), donde hace la descripción de un cuadro que representaba las siete artes liberales, y que, según Ebert, es «el más antiguo que conocemos de la Edad Media». Un árbol representa las siete disciplinas; en la raíz está sentada la Gramática, que engendra y conserva a las demás; del tronco salen varias ramas; las de la derecha son la Retórica y la Dialéctica. Del otro lado, y más altas, están la Aritmética, la Música, la Geometría y la Astrología, que domina a todas las demás, y que ostenta sobre su cabeza una esfera sembrada de estrellas.

En otro poema didáctico, del cual conservamos dos fragmentos (libro V, capítulos II y III), trató Teodulfo de la revelación y de los hechos de Cristo, de los castigos y recompensas de ultratumba, de los medios de combatir a los gentiles y demás enemigos de la fe cristiana{6} y de amonestaciones al clero. Hablaba en él también de los siete pecados capitales (gula, moechia, fraus, avaritia, invidia, tristitia, ira) y de las virtudes opuestas.

Escribió, además, Teodulfo otros poemas morales (entre ellos, uno sobre el contenido y valor de la Biblia) de escaso interés filosófico, aunque de singular importancia literaria, e histórica. Compuso asimismo un tratado teológico De ordine baptismi, a ruegos de Carlomagno, y otro De Spiritu sancto, donde principalmente recoge las opiniones de los Padres de la Iglesia acerca de la procesión de la tercera persona de la Trinidad{7}.

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{1} Cf. Roger: L'enseignement des lettres classiques d'Ausone à Alcuin. Introduction à l'histoire des écoles carolingiennes; París. 1905. –«¿Qué importa –escribe el Sr. Menéndez y Pelayo– que San Isidoro carezca de originalidad, y lo deba casi todo a su inmensa lectura? Ni él quiso inventar, ni podía hacerlo. Colocado entre una sociedad agonizante y moribunda, y otra todavía infantil y semisalvaje, pobre de artes y de toda ciencia, y afeada además con toda suerte de escorias y herrumbres bárbaras, su grande empresa debía ser transmitir a la segunda de estas sociedades la herencia de la primera. Esto hizo, y por ello merece cuantos elogios caben en lengua humana, más que si hubiera excogitado peregrinos sistemas filosóficos, más que si hubiera asombrado con la audacia y el brío de sus inspiraciones. Recoger, conservar, exponer, fue su propósito. De tales hombres bien puede decirse que se igualan en importancia histórica con los primeros civilizadores y legisladores de los pueblos; con aquellos Orfeos y Anfiones que fantaseó la imaginación helénica, y que con el prestigio de su voz y de su canto movían las piedras, fundaban las ciudades, traían a los hombres errantes y feroces a cultura y vida social, domeñaban las bestias de la selva, y escribían en tablas las leyes sagradas e imperecederas.» (San Isidoro, en la primera serie de los Estudios de crítica literaria, páginas 139-140; Madrid, 1884.)

{2} «Por la muerte de San Isidoro, sucedió en aquella silla Theodiselo, griego de nación: deste refieren algunos corrompió las obras de San Isidoro, y las entregó a Avicena, árabe, para que traducidas en lengua arábiga, las publicase en su nombre y por suyas.» Mariana: Historia de España, libro VI, capítulo VII. Todo son patrañas, de las muchas que cuenta el buen jesuita.

{3} Cf. Eguren: Memoria descriptiva de los códices notables conservados en los archivos eclesiásticos de España; Madrid, 1859. –J. Amador de los Ríos: Historia crítica de la literatura española, tomo I, páginas 365 y 366; Madrid, 1861.

Al siglo XI (año 1047) pertenece un códice de las Etimologías, procedente de Zaragoza, que se conserva en la Biblioteca del Escorial (signatura j-&-3). Fue escrito por un sacerdote llamado Dominico.

Del siglo X parece ser otro códice de las Etimologías que se conserva en la misma Biblioteca (Q-H-24). Procede de Salamanca.

El códice i-6-13 (ant. b-96-1-13) de la Biblioteca del Escorial, contiene el texto castellano de las Etimologías a que hemos hecho referencia. Es un manuscrito del siglo XIV, de 224 hojas, que mide 174x123 milímetros. He aquí como muestra del estilo, la versión del capítulo primero del libro IV (folio 77 recto):

«Dyaletica es disciplina para departir las causas o rrazones falladas de las cosas; e ella es manera de ffilosofia que es dicha lógica, esto es rrazonable o rrazonador. poderosa de difinir e de demandar e de departir, ca enseña en muchas naturas de questiones en que manera disputando se judguen las verdaderas cosas e las falsas, ca en ella se disputa de los dichos, ca lecton en griego en latín es dicçión o dezimjento. E los primeros ffilosofos esta ouieron en sus dicçiones, enpero non la tomaron a la sabiduría del arte. En pos estos Aristotil troxo los argumentos desta arte, a vnas rreglas, e llamola dyaletica, porque en ella disputen por dichos. E por ende la dialetica sigue a la rretorica, ca en muchas cosas la vna e la otra son comunales, e ayuntan las cosas que primeramente non eran so vnos mandamientos.»

El Sr. Menéndez y Pelayo, en su biblioteca de Santander, posee una copia de este precioso códice, mandada hacer por D. Francisco Asenjo Barbieri.

Contienen obras de San Isidoro los códices a-I-13 (año 912); b-I-10 (siglo XIII); b-I-11 (siglo XIV); b-I-12 (siglo XIV); b-I-13 (siglo XIV); b-III-4 (siglo XV); b-IV-17 (siglo X); c-III-17 (siglos XII-XIII); c-IV-23 (siglo XV); d-I-1 (año 992); d-I-2 (año 976); e-IV-14 (siglo XIII); e-IV-18 (siglo XIV); e-IV-19 (siglos XII-XIII); e-IV-23 (siglo XV); f-II-13 (siglo XVI); f-IV-8 (año 1467); f-IV-9 (siglo XII); &-I-2 (siglo XIV); &-I-3 (año 1047); &-I-14 (siglos VIII-IX); &-IV-23 (siglo XVI); H-III-3 (siglo XII); L-II-8 (siglo XV); L-III-15 (siglo XIII); L-III-33 (siglo X); M-II-23 (siglo XIV); M-III-3 (siglos X-XI); P-I-6 (siglos X, XI y XII); P-I-7 (siglo IX); P-I-8 (siglos IX-X); P-III-7 (siglo XII); P-III-10 (siglo XV); P-III-17 (siglo XII); Q-II-24 (siglo VIII o IX); Q-II-25 (siglo IX); Q-III-8 (siglo XIII); Q-III-16 (siglo XIII); Q-III-20 (siglo XIII); Q-III-21 (siglo XII); R-II-7 (siglo XII); R-II-9 (siglo XII); R-II-11 (siglo XIV); R-II-14 (siglo XIII); R-II-18 (siglos VII-VIII); R-III-8 (siglo XIV); R-III-9 (siglo XII); R-III-21 (siglo XII); R-III-26 (siglo XIII); y Z-II-2 (siglo XI), de. la Real Biblioteca de San Lorenzo del Escorial.

También contienen obras de San Isidoro los códices 2-D-5 (siglo XIV) y 2-I-5 (siglo XV) de la Biblioteca del Real Palacio; como igualmente, los 8 (año 946); 16 (siglos XII-XIII); 28 (siglo XI), y 50 (siglo XI), de la Real Academia de la Historia, procedentes de San Millán de la Cogolla; y el LXIV (año 1412) del Archivo Histórico Nacional.

Cf. la Bibliotheca patrum latinorum hispaniensis. I Band. Nach den Aufzeichnungen Dr. Gustav Loewe's, herausgegeben und bearbeitet, von Wilhelm von Hartel; Wien, 1887. In commission bei Carl Gerold's Sohn. (Un tomo de 542 páginas en 4.º) a la página 306 cita un códice del siglo XV, procedente de Toledo, que se conserva hoy en la Biblioteca Nacional de Madrid, y que contiene varias obras de San Isidoro y San Ildefonso:

En la Biblioteca del Noviciado se conservan los siguientes códices con obras de San Isidoro:

A) El 116-Z.º-17 (siglos XIII-XIV; vitela). Contiene el Liber generis officiorum.

B) El 117-Z.º-19 (siglo XV; papel). Contiene algunas sentencias (Collectarium) de San Isidoro.

C) El 116-Z.º-46 (siglos XIV-XV; vitela). Contiene el Chronicon. Fue utilizado por Mommsen.

Entre los donativos que la Reina Doña Urraca hace al Monasterio de Eslonza en 14 de Mayo de 1099, figuran: libros XI quorum nomina hec sunt: «Moralia, Job, Vitas patrum, Passionum, Dialogorum, Sententiarum, Genera officiorum, Librum ethimologiarum, Libellum de uirginitate sancte Marie, Apochalipsin, Librum Hieremie.» (Cartulario del Monasterio de Eslonza, publicado por V. V., pág. 16; Madrid, 1885.) El Liber de viginitate Sanctae Mariae, que sin duda es el de San Ildefonso, aparece citado en dos documentos (uno de 25 de Julio de 930 y otro de 13 de Agosto de 949) del Monasterio de Sahagún. (Véase Índice de los documentos del Monasterio de Sahagún, de la Orden de San Benito; Madrid, 1874.)

{4} «Item vn altre libre appellat Isidorus, scrit en pergamins ab post de fust cubert de cuyro vert ab un tancador de cuyro vermell, lo qual comença «Aqui comença», e faneix «anno domini CCº XCº tercio». (Número 52 del Inventari dels bens mobles del Rey Martí D'Aragó, publicado por el Sr. Massó Torrents en la Revue Hispanique de 1905, tomo XII.)

Por los años de 1270, la Abadía de Albelda prestó a D. Alfonso el Sabio unas Etimologías. (Eguren: Op. cit., pág. LXIX.)

Las Etimologías figuraban también en la biblioteca de la Reina Católica. (Véase el número 29 y los 30, 34 y 35 del Inventario, en el Elogio de la Reina Católica, por D. Diego Clemencín, al tomo VI de las Memorias de la Real Academia de la Historia.)

El conde de Haro, en su preciosa biblioteca, fundada en 1455, poseía los libros Contra iudeorum perfidiam (Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, año 1900, pág. 540) y De summo bono (ídem id, año 1897, pág. 459), de San Isidoro.

En el exiguo inventario de la Catedral de Salamanca, formado en 1275, figuran dos libros de San Isidoro, uno de ellos de letra gallega. (Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, año 1902, tomo II, pág. 180.)

{5} M. Menéndez y Pelayo: Historia de las ideas estéticas en España, tomo I, volumen II, segunda edición, pág. 54. Acerca de Teodulfo, véase la disertación de Liersch: Die Gedichte Theodulfs, Bischofs von Orleans (Halle, 1880). A Teodulfo se debe la construcción de la iglesia de Saint-Germiny-des-Prés (806), de estilo bizantino, cuyos arcos de herradura marcan una corriente visigoda en Francia. (Cf. Vicente Lampérez y Romea: Historia de la arquitectura cristiana, pág. 62; Barcelona, 1904.) No hay que olvidar que Teodulfo afirma su origen godo. Las obras de Teodulfo han sido publicadas por J. Sirmond en París, el año de 1646; pero es preferible consultar la edición de 1696 (París), en el tomo II de las Sirmondi opera.

Discútese si la patria de Teodulfo fue la Septimania o España. Hauréau (Singularités historiques et littéraires; París, 1861) y Ebert (Histoire genérale de la littérature du Moyen-Age en Occident, traducción Aymeric et Condamin; París, 1884) se deciden por España.

{6} «Tertius (líber) horrenda bellum cum gente gerendum edocet, et socios qua valet armat ope.»

Me aparto en algo de la interpretación de Ebert, en cuanto al supuesto contenido de este tercer libro de los cuatro que formaron parte del poema referido. Ebert cree que se trataba aquí de la lucha entre las virtudes y los vicios. El vocablo «gente» parece indicar que se trata más bien de los enemigos de la religión cristiana.

{7} Cf. A. Ebert: Histoire genérale de la littérature du Moyen-Age en Occident, traducción Aymeric et Condamin, tomo II, páginas 81-97; París, 1884.

(Adolfo Bonilla y San Martín, Historia de la Filosofía española, Madrid 1908, páginas 249-255.)