Filosofía en español 
Filosofía en español

Fernando de CeballosLa Falsa Filosofía, o el Ateísmo, Deísmo, Materialismo… crimen de Estado 1  2  3  4  5  6 7

Tomo 1Parte primera del AparatoArtículo III

De los incrédulos, o espíritus fuertes.


CXXV. Retrato de estos Impíos, y sus caracteres.

La fe del incrédulo es su infidelidad; su ciencia es la ignorancia; su espíritu es la materia; y su fortaleza consiste en no arrimarse a verdad alguna, y temblar donde no hay que temer: sobre todo dudan, y se anhelan estos Quakers; siempre vacilan, y claudican de ambos pies: se creen mas perspicaces que todos, no viendo con todo eso alguna cosa cierta; y extendidas las manos, palpan tinieblas en lo mas claro, y manifiesto a todos.

Son unos genios neutros, incapaces de concebir alguna verdad, y de parir algún concepto formado: unos espíritus híbridos, abortos de la noche, y de la concupiscencia de sí mismos. Aborrecen a los sabios, como el mulo al caballo; porque han degenerado de aquella especie. Su regla de creer son los ojos, y éstos dicen que nada ven: así murmuran de toda verdad; se mofan de toda demostración; y parecen aquel género de bestias que andan solamente de noche, y no se alegran sino en la obscuridad.

¿Su origen quién lo dirá, siendo tan tenebroso? Es lo más verosímil, que el abuso del Escepticismo produjo a los Pirronianos en la Filosofía, y a los Incrédulos en la Religión. Estos impíos ponen dos puntos de apoyo, sobre que andan siempre en circuito: El primero, la flaqueza del espíritu humano, incapaz o casi, de conocer alguna verdad: el segundo, no admitir alguna verdad, sino por el examen de su propio espíritu.

CXXVI. Su origen, y razón de llamarse Espíritus-fuertes. Es por ironía.

Con que de la incapacidad que suponen en su juicio para discernir la verdad, nace su incredulidad; y de la flaqueza de su propio espíritu procede su fortaleza. Ya se sospechaba este misterio desde el siglo pasado; y un anónimo que escribió las costumbres, o caracteres de aquel tiempo, no da otro principio a este nombre de Espíritu-fuerte, que nació entonces. “Los Espíritus-fuertes (dice) saben muy bien que no se les ha dado este título sino por ironía. ¿Qué mayor flaqueza que estar inciertos del principio de su ser, de su vida, de sus sentidos, de sus conocimientos, y de cual será su fin? ¿Qué desmayo mas grande que dudar, si su alma no es sino una materia, como la piedra, o los reptiles; y si es corruptible como estas viles criaturas?”{1}

CXXVII. Es nombre repugnante a sus principios.

¿Los que admiten esta paradoja, cómo creerían un misterio de la Religión que se le parece en los términos? ¿Por qué no creerán, repito, que en la flaqueza de nuestra humanidad escondió Jesucristo la fortaleza de su Divinidad?{2} ¿Qué dificultad hallarán en aquello que dice San Pablo: Cuando enfermo, entonces soy más fuerte?{3} Pero estos son unos misterios muy claros, respecto de los del incrédulo, como notaremos en lugar especial: porque el Cristiano, cuanto conoce, y desconfía de la flaqueza de su espíritu, tanto más confía del espíritu de Dios, que nos enseña toda verdad; pero los Incrédulos anonadan nuestra propia virtud, y no confían, ni creen en algún auxilio soberano.

CXXVIII. Sus principios son repugnantes a la Filosofía, y a la Religión.

Sus principios arruinan no menos la Filosofía que la Religión. Para ambas cosas es menester suponer las luces naturales, sirviéndonos de ellas, sin confiar en ellas; este es el punto medio, y seguro del Escepticismo. En este sentido puede ser verdad lo que dice el tratado de la flaqueza del espíritu humano; que no hay mejor disposición sobre que recibir las luces de la fe, que la Filosofía Escéptica; pero ordinariamente se sale del camino, y se va a dar del Escepticismo en el Pirronismo. Esta es una insensatez brutal enemiga de la Filosofía, y no menos de la Religión revelada. La lumbre celeste de la fe viene sobre la lumbre natural, no para extinguirla, sino para elevarla.

El P. Valeriano Magni, Capuchino{4}, siente, que si alguno le propusiera este argumento: “Es necesario cautivar nuestro entendimiento, en obsequio de la fe, hasta no usar de la regla de juzgar, que la naturaleza nos ha dado; respondería, que esto es trastornar la fe; siendo absolutamente imposible creer, sin usar de la razón que concluye, que aquel a quien creemos no se engaña, ni nos engaña.” De aquí es, que los Incrédulos, y Espíritus-fuertes suponen más flaqueza en sí mismos de lo que es justo: porque en vez de conocerse, y confesar que somos naturalmente poca cosa, caen en decir, que somos absolutamente nada. Su fortaleza, pues, es ilusoria, ridícula, contradictoria, y, como la llama la Escritura, desemejante.{5}

CXXIX. Son perniciosos también a la sociedad.

Si son tan perniciosos para la fe, no lo son menos para la sociedad, y para todos los oficios de la vida civil. Un célebre Orador los describe bien por este lado: Los Espíritus-fuertes,{6} dice, toman por unos terrores vanos los remordimientos de su conciencia. Éstos suponen que son reliquias que una mala educación dejó en ellos, y no pudieron borrar bien después las reflexiones. “Su impiedad los hace como inútiles a sus hermanos, pues que han roto el lazo de la Religión que los unía con ellos: inútiles a la sociedad, que miran como un agregado de criaturas juntas por el acaso, y donde cada uno no tiene otra ley que él mismo: inútiles a la patria, pues que arrostran la autoridad pública como una usurpación sobre la libertad de los hombres: inútiles a sus próximos, pues creen que los títulos de padre, de hijo, de hermano, de esposo son títulos que a nada obligan, si alguna inclinación ciega no ratifica estos respetos: en fin inútiles a sí mismos, pues que su razón es la misma luz de que abusan. Hombres inútiles, e inhábiles para todo bien: hombres contagiosos, el oprobio de la Religión, y de la sociedad; que no deberían hallar algún asilo sobre la tierra, y hallan frecuentemente Apologistas y admiradores. Desgraciadas las familias, y casas (dice antes), que hacen lugar a tales Espíritus-fuertes. Las turbaciones, las calamidades, y las disensiones domésticas entran luego con ellos; bien presto se hacen estas familias unas escuelas donde se enseña todo libertinaje. La esposa fiel mira a la fidelidad del sagrado vínculo como un vano escrúpulo, que la tiranía de los hombres, sobre su sexo, ha establecido sobre la tierra. El hijo se cree autorizado para sacudir la autoridad paterna: el padre cree, que dejar obrar las inclinaciones de la naturaleza, es toda la educación que debe dar a sus hijos. ¿Qué paz, y unión puede haber en un lugar donde el libertinaje solo, y el menosprecio de todo yugo junta a sus habitantes? . . . . . . ¡Qué infeliz República, si pudiera haber alguna en el universo toda compuesta de impíos, y donde solamente por este título se mereciera el de Ciudadano!”

CXXX. Los Incrédulos, y Espíritus-fuertes son un mal viejo.

No hallo quien haya sido en estos siglos el renovador de este espíritu: digo renovador,porque la época de los Incrédulos, y Espíritus-fuertes es ya mas antigua. Unos, y otros parecen la sombra que siguió a la luz del Evangelio desde su nacimiento. El Salvador sufrió entre sus Discípulos a muchos espíritus fuertes, o duros para creer. Admiro también en esto a la providencia soberana: porque en los siglos venideros no fuesen sorprendidos los fieles de estos inmoderados críticos, los confundió muchas veces en algunos de sus Apóstoles, que eran naturalmente de este carácter. En aquellos veo el modo de pensar, y aun el estilo que hoy se usa entre nuestros Espíritus-fuertes.

CXXXI. Santo Tomás Apóstol lo fue rígido. Pecó por la regla, que ahora enseña Baile.

¿Quién más confiado en su propio examen, y más duramente incrédulo que Santo Tomás?{7} Éste sólo basta para dar a los Espíritus-fuertes su retrato acabado, y para que ellos se den por rendidos en él. Éstos se hacen primero ciegos, y con todo eso no quieren creer a lo revelado, si no lo ven; esta misma era la temeridad de aquel Discípulo. Hay quien le supone obcecado; y con todo eso no quería creer la resurrección del Señor, si no la veía. ¡ Cosa admirable, que uno privado de ojos, o de vista, solo ha de juzgar por su vista de ojos! Algunas veces repite Bayle, que es uno de los Pirronianos más peligrosos, esta temeraria máxima: dice, que los argumentos morales son buenos para persuadir al vulgo, mas{8} no a ellos, que solo se rinden a las pruebas metafísicas, a la demostración, a la evidencia. Esto mismo decía Santo Tomás a los otros Apóstoles. Todos ellos juntos habían visto al Señor resucitado, y hablado con él: sólo Tomás no estaba con ellos al tiempo de esta manifestación. Se la anunciaba un número de testigos tan grande, todos de vista; y algunos poco menos duros de creer que él: pero aquel Espíritu-fuerte no resuelve por una prueba tan concluyente, porque desprecia los argumentos morales, y sólo confía en su evidencia propia. Si yo no viere, y tocare en sus manos, y en su lado todas sus señales, no creeré. Nuestros más destemplados críticos admirarían un modo de juzgar tan contrario a todas las reglas de la razón; pero fue providencia altísima de Dios permitir aquella fortaleza de espíritu en el Discípulo, para prevenir, y sanar en él a los Incrédulos de nuestro tiempo. Este fue el pensamiento de cada uno de los Padres de la Iglesia de su siglo.{9}

A todos los Espíritus-fuertes, a todos los Incrédulos se ordena aquella palabra del Salvador: No queráis ser incrédulos, sino fieles: Bienaventurados los que no vieron, y creyeron.

CXXXII. El estilo de los Espíritus-fuertes fue también usado por los discípulos Incrédulos, y corregido por Cristo.

En cuanto al estilo yo no hallo diferencia entre el que ahora es de moda, y el que Jesucristo corrigió, e hizo olvidar a sus Apóstoles. Con ser un Maestro tan benigno, no se detuvo en llamarlos necios, y tardos para creer a los que hablaban así en el camino de Emaus. Allí les oyó tratar como a visiones de mujeres, y terrores vanos, las primeras alboradas que dieron los Angeles de su resurrección.” De Jesús Nazareno, que fue un hombre Profeta (ve aquí un bocado del estilo de los incrédulos, e indiferentes) poderoso en la obra, y en la palabra delante de Dios, y de todo el pueblo{10}: de éste vamos diciendo, como los sumos Sacerdotes, y nuestros Príncipes le entregaron a una condenación de muerte, y le crucificaron; pero nosotros esperábamos, que él había de redimir a Israel: mas al cabo de todo, ya hoy es el tercer día en que aquellas cosas sucedieron. Ciertas mujeres de nuestra compañía quisieron aterrarnos de vuelta del sepulcro, a donde fueron muy de mañana; mas como no hallaron el cuerpo, vinieron diciendo, haber tenido visiones de Ángeles, que afirman que él vive.”

No hace ventaja a este coloquio el estilo con que nuestros Espíritus-fuertes tratan nuestros misterios. Sin llegar a negarlos expresamente, asoman cuantos modos, y motivos puede sugerir la malignidad para desconfiar, o no aceptar las verdades. “Huid de aquellos (dice uno de los mas peligrosos){11} que bajo el pretexto de explicar a la naturaleza, siembran en los corazones de los hombres desolantes doctrinas, y cuyo Escepticismo aparente es aun mas afirmativo, y mas dogmático, que el tono decisivo de sus adversarios.” Esta clase de estilo indiferente, informe, extremadamente imparcial, frío, y que mostraba bien la helada fe de aquellos Discípulos; este espíritu, pues, que es propiamente el de la incredulidad, reprehendió el Señor: tronó contra él, y combatió la insensibilidad de los Discípulos, llamándolos necios, y tardos de corazón. De este hecho principalmente tomaremos después la regla, y fórmula de tratamiento que debe darse a los Incrédulos, Espíritus-fuertes, Libertinos, Deístas, y Pseudo-filósofos: ahora toca decir lo que se sabe de la historia de estos últimos.

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{1} Les caracteres de Theophraste avec les mœurs de ce siecle, pág. mihi 430.

{2} Habac. cap. 4. v. 4.

{3} Corinth. 12. 10. Et 1. ad Corinth. cap. 1. v. 25. Quod stultum est Dei Sapientius est hominibus; & quod infirmum est Dei, fortius est hominibus.

{4} De Catholic. credendi regula.

{5} Jerem. cap. 23. Fortitudo eorum dissimilis.

{6} Massill. Pensées art. Esprits forts, pág. 287. 285.

{7} Joann. Cap. 20, v. 24. &c.

{8} Bayl. Contin. des pensees, &c. §. 23.

{9} D. Gregor. Homil. 26. Egit enim miro modo superna clementia, ut discipulos ille dubitans, dum in Magistro suo vulnera palparet carnis, in nobis vulnera sanaret infidelitatis… dum ille ad fidem palpando reducitur, nostra mens omni dubitatione postposita in fide solidatur. Et D. August. Serm. 147. de tempore: Voluit (Dominus) quibusdam dubitantibus exhibere in illa carne cicatrices vulneris, ut sanaret vulnus incredulitatis.

{10} Lucæ cap. 24.

{11} Fuiez ceux qui sous prétexte d’expliquer la nature sèment dans les cœurs des hommes de désolantes doctrines, et dont l’Scepticisme apparent est une fois plus affirmatif, et plus dogmatique que le ton décidé de leurs adversaires. Sous le hautain prétexte qu’eux seuls sont écclairés, vrais, de bonne foi, ils nous soumetent imperieusement… &c. J. Jac. Rousseau Emile, tom. 1. pág. 182.

{Transcripción íntegra, renumerando las notas, del texto de este artículo, tomo 1, Madrid 1774, páginas 86 a 93.}