Fernando de Ceballos ❧ La Falsa Filosofía, o el Ateísmo, Deísmo, Materialismo… crimen de Estado ☙ 1 2 3 4 5 6 7
Tomo 1 ❧ Segunda parte del Aparato ❦ Sección primera ☙ Artículo I
No es el Filósofo, sino el Antifilósofo quien afecta desconocer a Dios, viniendo a ser Ateísta, o Materialista, o Espinosista.
XII. ¿Por qué se aumenta la impiedad en razón de lo que se ilustra la Filosofía?
Observando yo algunas veces el curso de las cosas, solía ocurrirme una duda, que no sabía despreciar. ¿Por qué, decía yo, floreciendo tanto en estos siglos la Filosofía, crece tan desmedidamente la impiedad? ¿Cómo puede ser, que ascendiendo las luces casi a su medio día, se extiendan las sombras, amenazando cubrir al mundo, y reducirlo a su abismo?
XIII. La ilustración es cierta.Que la ilustración haya crecido para la Filosofía, y otras artes, no se puede negar; aunque en realidad de verdad hay muchos lustrados con un barniz filosófico, y pocos que son ilustrados por conocimientos verdaderos y útiles; pero que el día humano, o estas ciencias en que confían demasiado los hombres, se hayan aumentado, es una ingenua confesión, que no me impide hacer algún temor, ni algún interés. Lejos vaya de nosotros esta satisfacción en el sistema que nos enseñaron cuando muchachos, y hace creer a diversos, que nada les resta que saber. Aun esté mas lejos un secreto interesillo, que dirige en muchos el negocio que hacen, con despreciar todo lo que ignoran. Ni merece mas lugar un celo ilegítimo, con que algunos juzgan que se ha de negar todo aquello de que los herejes puedan sacar alguna alabanza. Después veremos el poquísimo mérito que en efecto tienen los impíos en los dichos adelantamientos.
Lo primero podía pasar por una ignorancia, y pereza, que es tolerable: pues a la verdad, ni éste, ni aquel sistema de Filosofía son necesarios para nuestro interés principal, que es la salud eterna. Lo segundo sería una envidia más indigna de un Católico, que de todo otro Filósofo: pues el que sabe a Jesucristo, no debe envidiar, ni estimar en tanto una ventaja que ha solido Dios dar a los paganos, y a otros Filósofos que apenas le conocen. Lo tercero (es bien más que celo) una pequeñez de ánimo, que no tiene el desinterés, magnanimidad, y equidad que inspira la Justicia de Jesucristo.
Si este Señor alabó la prudencia en que los hijos{1} de este siglo vencen a los hijos de la luz; ¿por qué seremos nosotros injustos, negando la elocuencia, la sagacidad, y la sabiduría humana que se halla en muchos Filósofos paganos, o herejes, así antiguos como modernos? Si Dios es liberal en darles estos dones, y por ellos vencerá cuando los juzgue; ¿por qué no lo seremos nosotros en concedérselos también para convencerlos? Esto parecería ser unos hijos desemejantes al Padre Celestial.
Por otra parte sería darles una ventaja mayor que las que les negamos; pues nos dejaríamos exceder de muchos de ellos en sinceridad, en modestia, en desinterés,, y en una exactitud, que (sea afecta, o verdadera) es lo que da más decencia a sus mejores libros, y mas hechizo a sus razones, muchas veces débiles, y sin utilidad. Melchor Cano sintió{2} ver mejor escritas las vidas de los doce Césares, que lo están las de muchos de nuestros Santos. Yo sentiría mucho el ver más bien retratado a veces el error que la verdad, si luego no me acordara de que ha sido un alto designio de Dios hacer triunfar a la verdad hasta por la ignorancia; pero aun de aquí tampoco se concluye el que debamos estimar a la barbarie sobre las ciencias: esto sería consentir a un cargo pesado, que nos hacen los herejes, e impíos, y que después rebatiremos. La verdad merece ser tratada con toda decencia, aun exterior. ¿Qué importa que no lo necesite? ¿Porque ella sea rica, y no tenga necesidad de otros adornos, seremos nosotros inicuos, no rindiéndole el tributo que le debemos? Algunos afeitan despreciar con aquel pretexto una elocuencia casta, y purgada, y gustan al mismo tiempo de una locuacidad sin seso, ni peso, que manifiesta por el sonido su vanidad, y lo poco castigado, y sacado de rudeza que está nuestro corazón.
Ea, pues, mis amigos, no temáis cosa en conceder, que muchos Filósofos, así extraños, como domésticos de la Iglesia (pues de todo hay) nos aventajan, y hacen graneles progresos en la Filosofía; de aquí torno a mi duda primera: ¿Por qué, pues, crece tanto, o más en ellos la impiedad, y la ignorancia de Dios? ¿Luego es la Filosofía aquella ciencia funesta, aquel buen gusto, aquella abertura de ojos que nos roba de la vista a Dios, a la inocencia, y a la felicidad? ¡Qué indicios tan vehementes! pero yo todavía no la condenaré por ellos.
XIV. No son compatibles el Ateísmo, y la Filosofía.La que yo llamo verdadera Filosofía, es la que también nos llama a conocer, y reverenciar a Dios: por todas partes nos da voces. Desde lo alto del Cielo, en cada una de las estrellas nos predica con una lengua de luz la gloria de aquel que las hizo: desde las nubes nos truena, desde los montes, y de entre las piedras nos habla, o nos inclina a contemplarle en silencio. También las aguas dieron su voz: por fin, en las plazas, y en los campos; en la Ciudad, y en la soledad; en el mar, y en la tierra; en el orbe universo vemos abierto un libro, que por todas sus hojas nos da a leer la idea de Dios.
El fin sumo de la Filosofía, escribía Enrique Moro a un amigo de Descartes, que era la Religión{3}: y este es también el fin donde va a parar el estudio del Filósofo: porque si advirtiere el orden que dicen unas cosas a otras, la estabilidad de este orden, la complicidad de movimientos particulares, contrarios entre sí mismos, y combinados perfectamente para la composición del universo; dejará de ser Filósofo, y será un loco, si creyere que en esta casa tan bien gobernada no hay algún Regente; o que en esta innumerable flota de tan grandes naves, no va algún Jefe, ni algún Piloto; finalmente, que en este grande y organizado cuerpo, que habla siempre himnos admirables, no hay alguna razón o mente que dicte estas cosas.
XV. Se prueba por los mismos Filósofos paganos. Platón.Platón pone en boca de uno de sus interlocutores un discurso semejante: Vosotros me hacéis el honor de concederme un alma inteligente, desde que notáis el orden que junta mis palabras, discursos, y acciones; y porque todo lo hago por algún fin. ¿Y pensaréis en viendo el orden del mundo, que no hay una mente soberana que lo haya dispuesto?
XVI. Discurso de Séneca.Séneca pensaba que había nacido sin causa, si no se aplicaba a reconocer la naturaleza, y por ella venir a contemplar las perfecciones de su Autor. ¿Porque, a qué otro fin (dice escribiendo a un amigo suyo) debía yo alegrarme de estar en el número de los vivientes? ¿Por ventura, para comer, y beber, y mantener un cuerpo, que incesantemente se nutre, y se corrompe? Quita lejos de mí este desestimable bien. No me es tan preciosa la vida, que deba por ella trabajar, y anhelarme. ¡O cuán miserable es el hombre, si no se levanta sobre todas estas cosas! ¿Cuando luchamos con nuestras pasiones, qué mucho hacemos? Después de haber triunfado, solo sacaremos el haber domado unos monstruos. ¿Estás ya libre de los vicios? pues aun no has adelantado mucho. No está la felicidad del hombre en carecer de vicios; esto solo da una buena disposición para contemplar las cosas eternas, y hacerse digno de la conversación de Dios. Entonces será acabado, y perfecto nuestro bien, cuando puestos todos los vicios debajo de los pies, subiéremos hasta penetrar los secretos de la naturaleza: entonces gusta el hombre, andando entre las estrellas, de reírse de estos edificios magníficos, y de toda la Arquitectura Griega, y Romana, con todo el oro que se ha desenterrado, y el que se reserva para la avaricia de los venideros.
No puede el ánimo menospreciar estos soberbios frontispicios, palacios, y jardines, donde el arrayán, y box forman mesas cortadas a tijera, y los caños de agua son llevados de lejos para formar las fuentes, y cascadas; si no hubiere rodeado primero todo el mundo, y mirado, desde lo alto, el globo de la tierra tan pequeño, y en gran parte cubierto de agua. Allí se preguntará a sí mismo: ¿Es aquel puño de tierra lo que se parte a fuego, y a sangre entre las Naciones? ¡O! ¡cuán dignos de risa son los términos de los mortales! Un punto es todo aquello en que navegáis, y batalláis, y establecéis Imperios, y Provincias.
Aquí en esta soberana Región hay vastos espacios, donde se dilata el ánimo; pero no suben a ellos sino los que descuidaron del cuerpo, y arrojaron de sí toda inmundicia. Cuando este espíritu gusta las cosas soberanas, entonces se recrea, y crece: y libre de todos los lazos de la carne, resurte a su origen, y principio. De aquí toma documentos de su divinidad, al ver que las cosas divinas le deleitan, y que se ocupa en ellas como en cosas propias; entonces aprende el hombre lo que antes le traía muy solícito, que es conocer a Dios. ¿Qué cosa es Dios? Mente, y razón del universo. ¿Qué cosa es Dios? Todo{4} lo que vemos: porque cuanto vemos es su sabiduría, y presencia; y así confesamos su inmensidad, que es tan grande, que no se puede pensar cosa mayor. ¿Pues qué diferencia hay entre la naturaleza divina, y la nuestra? Una es, que la mejor parte de la nuestra es el alma; pero en él todo es alma, todo razón, y todo inteligencia.
En esto se echa de ver cuán grande sea el error de aquellos que vinieron a decir, que una obra como este mundo, tan hermosa, tan bien ordenada, tan constante, y regulada, se había hecho acaso. No quieren ver que ellos se conceden un alma, y un grande entendimiento, porque saben dirigir sus negocios, y aun (presumen) los de un Reino: y viendo el sumo concierto con que en el universo se hacen todas las cosas, niegan haber en él un entendimiento soberano. Así como piensan estos Filósofos, dice Aristóteles{5}, es como enseña la Filosofía a pensar a todos: luego no es ella, ni los Filósofos quienes fomentan la impiedad, sino los Antifilósofos; y también los que llenos de orgullo por algunos conocimientos que lograron en ella, se han prometido decidirlo todo sin necesidad de Dios.
XVII. A Descartes se excusa de impiedad; pero no de orgullo.A Descartes le culpan de haberse atrevido a decir: Dadme la disposición de las leyes del movimiento, y de la materia, y os daré hecho el mundo. El mérito de este gran Filósofo, y el haber sido Católico, no permite atribuirle mas culpa, que la de un orgullo semejante al del otro que dijo: Dadme fuera del mundo un punto de apoyo, y mi mano sera bastante para moverlo con una palanca; pero no hay duda que el dicho de Descartes, con otros que sembró en su Filosofía, y el desprecio de las causas finales que estimaba en otro tanto Newton, han sido unas armas, de que después se abusó demasiado.
XVIII. Se prueba el intento por la razón, y autoridad del Apóstol.El estudiar la naturaleza era el camino legítimo para aprender la Filosofía, y uno de los medios para conocer a Dios. El mismo Apóstol nos puso en este camino. En observando atentamente las cosas hechas, podemos ascender al que las hizo; y de los visibles de Dios remontarnos a penetrar por sus invisibles{6}.
En este sentido el sabio P. Granada con Santo Tomás{7}, llaman a la Filosofía un preámbulo para la fe. Y Wolfio escribió su Teología natural, y su Metafísica en el designio de dar una manuduccion para la Teología revelada. De tal modo está demostrada esta verdad de la existencia de Dios para los Filósofos, que no la tienen por artículo de fe; al menos mientras que gozan de la claridad de la demostración: pues entre tanto parece que se quita el velo, y se ve sin obscuridad; aunque esto no dura mucho. Solamente dura la ciencia, o hábito que dejó la demostración; pero esto solo es una facilidad para conocerle reproduciendo la demostración; mas no permanece siempre el acto de ciencia{8}.
De aquí es que aun los sabios tienen esta verdad lo más de la vida por fe, porque no siempre hacen como Filósofos reflexiones, y demostraciones: entonces, como a párvulos o menores, les concede el Padre celestial la restitución de aquel don, que dura mejor, y les es mal útil.
XIX. La Filosofía alivia la obscuridad de la fe, y hace fácil el acto de creer.Ved aquí, Filósofos, como se puede usar bien de la fe, y de la Filosofía. Esta segunda viene algunas veces para aflojar la venda de la primera: y la primera viene a llevarnos de la mano, cuando la demostración traspone, y nos deja ciegos. Dios no se pudo ocultar siempre a nuestra razón; pero quiso sernos siempre presente por la revelación. Por la demostración gozamos de la vista humana, y transitoria; por la fe viva merecemos la visión divina, y eterna. Aquella tiene más gusto; ésta deja más provecho: porque nos trae un día, junto al cual el día, o conocimiento humano, parece una noche. Así pasa el sabio en esta vida de una noche en otra; de su ciencia a la fe; y una noche con la otra le entretienen la ciencia continua de Dios{9}. Lo que una noche tiene de mas clara, tiene también de menos durable, y quieta: y lo que la fe tiene de mas obscura, tiene de más tranquila, de más cierta, demás deliciosa, según aquel versito: Et nox illuminatio mea in deliciis meis{10}.
XX. El Incrédulo discurre siempre al contrario de la razón, y del Filósofo. Lo que demuestra, que no es Filósofo.De aquí se deja ver una notable diferencia entre el Filósofo, y el Ateísta, o Incrédulo, que es su extremo opuesto. El Filósofo a veces ve aquella verdad, a veces la cree: el Ateísta, o Incrédulo, es Filósofo, o Espinosista, ni sabe verla, ni quiere creerla. Algunos sabios rehusaron el ver, por no dejar el mérito de creer. El Incrédulo, ni tiene razón que renunciar, ni fe por donde merecer. Para el Filósofo no hay dificultad en creer este artículo; y el Ateísta, o Pseudo-filósofo finge un trabajo insuperable en creerlo. Su discurso es contradictorio al del Filósofo, porque éste dice: Si veo, no creo. El Pseudo-filósofo dice: Si no veo, no creo; quiero ver, para creer lo que habla Dios. El sabio repite: Oiré lo que en mí habla Dios, para creer lo que vieron mis ojos. Este hace un obsequio racional a Dios, y goza la ilustración de su ciencia con la infalibilidad de la fe: aquel necio viene a quedarse sin ver, ni creer; sin evidencia, ni fe. Y para acabar de perderlo todo, concluye en creer la mismo que no ve, ni cree: porque cree, y sigue su incredulidad, que no se funda en demostración, ni en revelación. “La autoridad (dice un Filósofo){11} es el argumento de la multitud; y la incredulidad es una especie de fe para la mayor parte de los impíos.”
XXI. Muestra también, que los Ateístas, y Epicúreos no son Filósofos, porque estudian la Filosofía para saber negar a Dios.La misma diferencia se deja notar entre éstos sobre el estudio de la Filosofía. El sabio la estudia para conocer a Dios, y el Ateísta la estudia para desconocerlo. Oíd hablar al mismo Epicuro, y haced cuenta de que estáis oyendo a muchos Pseudo-filósofos de nuestro tiempo. “Si nuestro corazón (dice en una de sus máximas, que él llamaba reveladas χνρίας δόξας) no estuviera inquieto acerca de las cosas que están sobre nuestras cabezas, ni acerca de la muerte, y sus continuaciones; y pudiéramos conocer la raya donde deben llegar nuestros placeres, para no mudarse en dolores, no tuviéramos necesidad de estudiar la Filosofía.{12}”
XXII. Lo confiesa Epicuro en su carta a Pitocles.Ve aquí tres objetos a que este mal Filósofo dedicaba su estudio. 1. Para desvanecer la idea de Dios, y de las cosas soberanas, que sentía en su corazón, y le turbaba sus deleites. 2. Para desconocer el alma inmortal, y no temer a Aqueronte, ni las otras continuaciones de la muerte. 3. Para rectificar el equilibrio de sus placeres, evitando todo extremo por donde pudiesen declinar en dolor. “No con otro fin (dice otra vez) debe estudiarse la naturaleza. Asentad en vuestro pecho, o mi caro Pitocles, esta verdad: para la contemplación de los fenómenos celestiales, sea en general, o en particular, no debes proponerte otros fines que la paz del alma, y la tranquilidad del corazón. Este es el único objeto de todas las partes de la Filosofía.”
XXIII. Le alaban por esta locura sus panegiristas.Así lo hace en esta carta, dando a un amigo la explicación de estos meteoros mas terribles, como el trueno, el relámpago, el rayo, los cometas, y otros; pero aunque en ellos muestre la mas grosera ignorancia de Física, muestra mas principalmente su intento de arrojar a la divinidad del Cielo, y de toda la naturaleza. Esta Filosofía sonaba muy bien en sus huertos, y en las orejas de sus torpes discípulos. Lucrecio da gracias por todos a este hombre Griego, que voló el primero sobre las miras de los mortales, y saliendo de los términos inflamados del mundo, penetró hasta el origen de las cosas, y conoció el ningún poder de la divinidad, para darnos que temer, ni que esperar{13}.
XXIV. Lo practicaban así en tiempo de Cicerón.El cáncer de esta Filosofía sacrílega cundió tanto, que Cicerón hace la imagen mas obscura de los Filósofos de su siglo. En ellos, dice, que llegó a ser tan de gusto la impiedad, y el desprecio de Dios, que era un achaque conocido de todos. Por esto, cuando explica en un lugar las consecuencias probables que un Orador puede sacar del asunto que trata, dice: “Si hablare de una madre, inferirá que ama a sus hijos: si de un avaro, argüirá que es poco religioso en la guarda de sus juramentos; pero si es un Filósofo, concluirá que siente mal de los Dioses.”
XXV. San Pablo notó esta extravagancia a los Filósofos Atenienses.San Pablo les halló en este estado deplorable, cuando les habló en Atenas, y en Roma. En Atenas los convenció de que adoraban lo que ignoraban{14}. Esta es la misma contradicción de nuestros Espíritus-fuertes, Estoicos, y Epicúreos, que prometen no creer, sino lo que saben, o se les demuestra. Ellos habían dedicado un ara al mismo Dios que habían hecho desconocido: extravagancia que reprehendió Jesucristo en unos malvados que levantaban magníficos sepulcros a los mismos Profetas, que ellos o sus padres habían perseguido, o muerto{15}.
XXVI. Por la misma ignorancia estudiada, culpa a los Filósofos Romanos.En Roma{16} vuelve a convencerlos de necios. Para esto no les niega sus talentos; antes por esta pequeña ventaja que les da, los alcanza mas presto de ingratos, y locos: porque como conociesen precisamente a Dios, no lo glorificaron como a Dios; sino se desvanecieron en sus imaginaciones, y obscurecieron su corazón. Luego sigue el Apóstol notándoles todos los vicios que hoy son conocidos en los falsos Filósofos de nuestra edad. Primeramente la superstición, que es tan grande en los Incrédulos, que como hago ver exprofeso en una disertación del libro 4, son los mas viles supersticiosos de todos los hombres, los que se jactan de irreligionarios. Por esto añade el Apóstol{17}, que los condenó Dios a sus pasiones mas ignominiosas, corrompiendo todos los caminos de la carne por estipendio digno de su error: y así como se empeñaron en probar no tener noticia de Dios; Dios los reprobó a un sentido depravado. Dejólos que se colmasen de toda iniquidad, malicia, fornicación, avaricia, torpeza; llenos de envidia, de homicidios, de tumulto, de dolo, de malignidad, susurrones, calumniadores, odiosos, contumeliosos, soberbios, hinchados, inventores de males, rebeldes a los padres (donde se comprenden también los Príncipes), ignorantes, descompuestos, sin humanidad, sin sociedad, sin misericordia: y por fin los halla dignos de muerte, no solo a ellos, sino a quien los consiente{18}.
XXVII. Lo mismo se ve en los Filósofos de hoy día.No he querido omitir esta prolija enumeración que hace San Pablo de los delitos de estos Pseudo-filósofos; porque todo ello es un plan completo de los males de que yo les convenzo en toda mi obra. Allí les doy a ver combinados para derribar a los Príncipes, Magistrados, leyes, padres de la patria y de las familias, contratos, obligaciones, toda fe, humana y divina, y cuanto basta para arruinar la sociedad, y aun la humanidad. Se ve claramente en estos Filósofos lo que veía San Pablo en los antiguos Epicúreos, y demás: conviene a saber, que la ira de Dios se revela en el Cielo sobre estos que se abandonaron{19} a toda impiedad, y detienen la verdad de Dios, que conocen, en la injusticia; porque les es manifiesto aquello que es notorio de la divinidad, y el Señor se lo ha dejado conocer.
XXVIII. Ridícula hipocresía, con que cubren su impiedad.Esta es una confesión de ellos mismos. Volt, de cuyos males se dice tanto en todas partes, que dudo si hubo en el mundo un delincuente mas famoso; éste, pues, habla algunas veces tan persuadido a esta verdad de la existencia de Dios, que le parece hay de ello una demostración en la naturaleza; y aun se queja de algunos Filósofos que la menosprecian, por ser tan clara{20}. Poco antes nos cuenta, que en su viaje a Inglaterra tuvo muchas conferencias con el Doctor Clarke en el año de 1726. Aquí halló ocasión de notar que jamás pronunciaba aquel Filósofo el nombre de Dios, sino con un aire de recogimiento, y de respeto muy extraordinario. “Yo le manifesté (añade) la impresión que esto había hecho en mí; y me respondió, que Newton le había enseñado aquella costumbre, que debía de ser la de todos los hombres.” Añade también, que en aquella escuela no se sabía decir, sino mi Dios, para significar al Señor, y conservador de nuestra vida, y al objeto de nuestros pensamientos{21}.
Después notaré estos gestos, y píos afectos, que aplaude Voltaire, e imitaba tal vez. La ocasión se vendrá cuando veamos a éste, y a los suyos burlarse de los verdaderos devotos, llamándolos Quakers, Pietistas, &c. Ahora solo noto cuán persuadido estaba a la existencia de Dios, que después en mil partes se empeña en desconocer. “¿Hay un Dios Criador? pregunta. Y responde: Lo que sabemos de cierto es, que todos los antiguos Filósofos han enseñado la eternidad del mundo. El argumento de la sucesión de las especies nada prueba para el artículo de la creación; porque los Ateístas defienden que no hay alguna generación{22}, &c. Tan presto se olvidó este hombre de sí mismo, y de este orden admirable que reina en el mundo, y habla tan fuertemente a los otros hombres. Tan presto perdió de vista aquel versillo: Coeli enarrant gloriam Dei, &c. que le parecía el más bello argumento que jamás hubo{23}.
XXIX. Acaban de mostrar su intención en sus escritos: y no pudiendo probar que no hay Dios, prueban bien, que ellos son Ateístas, y necios.Así confiesan, y reniegan de Dios estos bellos Filósofos con una misma boca, y en una corta diferencia de tiempos, y de climas: efectos de una filosofía que les enseña a desconocer lo que todos ven. La mayor parte de los Pseudo-filósofos, que hoy escriben, toman este empeño, y hacen revivir los tres designios que seguía Epicuro. El autor del Ensayo sobre las preocupaciones{24}, el del Sistema de la naturaleza{25}, el del Contagio sagrado{26}, y otro largo catálogo, han sacrificado a esta temeridad su Filosofía. Desmintiendo la existencia de Dios, que conocen en toda la naturaleza, han querido probar que esta idea solamente es hija de la ignorancia de los pueblos salvajes, o de la miseria de los desgraciados, que fingieron en su impotencia una omnipotencia a quien invocar. Otros vuelven a abrir los pozos donde bebía Epicuro, para hacer nacer los Dioses de la tierra con los terremotos, y revoluciones. Así corrompe todos los estudios el impío que{27} dijo en su corazón: No hay Dios. Pero aun aquí debe notarse, que esto no lo dijo un sabio, sino un necio; no un Filósofo, sino un Pseudo-filósofo. Siempre se demuestra que el Ateísta peca no menos contra la Filosofía que contra la Religión. Lo que se sigue aclarará mejor esta verdad.
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{1} Luc. 16. v. 8. Quia filii hujus saeculi prudentiores filiis lucis in generatione sua sunt.
{2} Can. de Loc. lib. 11. cap. 6. pag. 266. edit. Venet. an. 1759. Miror ab uno Suetonio servata esse omnia, a plerisque nostris omnia esse deserta. Qui autem res humanas a Divis, quorum historias scribendas sumunt, alienas fore censent, hi Divos ipsos ne homines quidem fuisse, videntur credere.
{3} A Monsieur Clerselier. Letres de Descartes, tom. 1. pag. 313. edit. de 1757. Summus Philosophiae finis Religio.
{4} Esto se puede entender bien, sin culpar a Séneca de Espinosista.
{5} Aristot. lib. de Somno & mort. Philosophia docet omnes homines suum cognoscere creatorem.
{6} Ad Roman. cap. I.
{7} D. Thom. 1. p. q. 2. art. 2. ad I. Deum esse & alia huiusmodi non sunt articuli fidei, sed praeambula ad artículos.
{8} D. Thom. q. 10. de Veritat. art. 12. Sed contra est, quod dicitur in Ps. 13. Dixit insipiens in corde suo: non est Deus. Sed dicendum, quod Deum esse, in habitu mentís, est per se notum; sed actu potest cogitari non esse.
{9} Psalm. 18. v. 2. Et nox nocti indicat scientiam.
{10} Psalm. 138. v. 11.
{11} Mr d’Alembert, de l’abus de la critique en matière de Religion: L’autorité est le grand argument de la multitude; et l'incrédulité… est une espèce de foi pour la plupart des impies.
{12} Maxim. 11. apud Laërt. lib. 10.
{13} Primum Grajus homo mortales tolere contra
Est oculos ausus. . .
. . . Et extra
Processit longè flammantia mœnia mundi.
Atque omne immensum peragravit mente animoque.
Unde refert nobis victor quid possit oriri,
Quid nequeat, finita potestas denique cuique.
Quanam sit ratione, atque alte terminus haerens. Lucret. lib. I, v. 66.
{14} Acta Apost. Cap. 17.
{15} Matth. 23. v. 29.
{16} Ad Roman, cap. 1. v. 20. 2t. Invisibilia enim ipsius a creatura mundi per ea quae facta sunt, intellecta conspiciuntur. Sempiterna quoque ejus virtus & divinitas; ita ut sint inexcusabiles: quia cum cognovissent Deum, non sicut Deum glorificaverunt, aut gratias egerunt, &c.
{17} Ad Rom. cap. I. v. 26. 27. Propterea tradidit illos Deus in passiones ignominix, nam foeminae eorum immutaverunt naturalem usum… similiter autem & masculi… mercedem quam oportuit erroris sui in semetipsis recipientes.
{18} Ad Roman. cap. I. v. 32. Qui cum iustitiam Dei cognovissent non intellexerunt quoniam qui talia agunt digni sunt morte non solum ea faciunt sed et consentiunt facientibus.
{19} Id. ibid, v. 18. 19. Revelatur enim ira Dei de caelo super omnem impietatem et iniustitiam hominum eorum qui veritatem in iniustitiam detinent; quia quod notum est Dei manifestum est in illis Deus enim illis manifestavit.
{20} Element. de Newt. pág. 8. Le dessein, ou plutôt les desseins variés à l’infini qui éclatent dans les plus vastes et les plus petites parties de l’univers, font une démonstration qui, à force d’être sensible, en est presque méprisée par quelques philosophes.
{21} Idem ibid. Pág. 6. Je me souviens que dans plusieurs conférences que j’eus, en 1726, avec le docteur Clarke, jamais ce philosophe ne prononçait le nom de Dieu qu’avec un air de recueillement et de respect très-remarquable. Je lui avouai l’impression que cela faisait sur moi, et il me dit que c’était de Newton qu’il avait pris insensiblement cette coutume, laquelle doit être en effet celle de tous les hommes.
{22} Melang. Y en el Poema sobre la Ley natural: I a-t-il un Dieu créateur? Ce qui est certain, c’est que tous les anciens philosophes ont enseigné l’éternité du monde, c’est que toute l'antiquité a cru la matière éternelle. L’argument de la succession des êtres ne prouve rien pour la création, car les athées soutiennent qu’il n’y a point d’êtres produits, qu’il n’y a pas plusieurs substances.
{23} Id. ibid. pág. 10. Je ne sais s’il y a aucune preuve métaphysique plus frappante, et qui parle plus fortement à l’homme que cet ordre admirable qui règne dans le monde; et si jamais il y a eu un plus bel argument que ce verset: Cœli enarrant gloriam Dei, &c.
{24} Essai sur les prejuges cap. 7.
{25} Systhem de la Natur. part. 2. cap. I.
{26} Contagion sacrée. cap. I.
{27} Psalm. 13. v. 1. Dixit insipiens: non est Deus.
{Transcripción íntegra, renumerando las notas, del texto de este artículo, tomo 1, Madrid 1774, páginas 148 a 164.}