La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Inocencio María Riesco Le-Grand

Tratado de Embriología Sagrada
Parte Primera
/ Capítulo tercero

§. I
Enfermedades de la preñez


Toda enfermedad grave que sobreviene en el curso del embarazo, amenazando los días de la madre, y por esta razón los del hijo, debe ser combatida, por medios racionales, que raras veces perjudican al infante. En cuanto a las enfermedades que dependen de la acción simpática que ejerce el útero sobre los otros [153] órganos, si se resisten a los medios curativos administrados con reserva y precaución, se les abandona a la naturaleza, porque no son susceptibles, de curación hasta después del parto, aunque muchas, veces desaparecen por sí mismas, o ceden a un tratamiento racional.

La plétora sanguínea, que resulta de la supresión del flujo menstrual, y la influencia irritante que como hemos dicho en otra parte ejerce el útero sobre los órganos, son las causas de las enfermedades, que acompañan ordinariamente a la preñez.

Estas enfermedades son dolores en los hijares; en las ingles, al largo de los muslos, y de las piernas en el hipogastrio, las regiones ilíacas, y epigástricas, en los dientes, y en los pechos, el desorden del gusto, la pérdida del apetito, los antojos, las náuseas, los vómitos, la salivación, la constipación o diarrea, la retención la incontinencia o la emisión dolorosa del orín; la tos los esputos de sangre, la dificultad de respirar; las palpitaciones, los síncopes, las hemorroides, las varices o dilatación de las venas, el edema de los miembros inferiores, los deslumbramientos o alucinaciones, la ceguera, el zumbido de los oídos, la sordera, la cefalagia, la turbación de las facultades intelectuales, las convulsiones, la epilepsia, y la apoplejía.

Los dolores que se sienten en la región del bajo vientre, cualquiera que sea su situación, no deben combatirse sino con semicupios, o lavatorios emolientes, que puede narcotizárseles ligeramente añadiendo una u dos cabezas de adormideras. Si son fuertes, y [154] permanentes, y hacen temer una inflamación o el aborto, es necesario recurrir a las sangrías generales y locales, a las aplicaciones emolientes y narcóticas sobre el vientre, y a las lociones emolientes.

Los dolores de estómago, la pérdida del apetito, el vómito, el desorden del apetito, y los antojos son signos evidentes de irritación gástrica; mas esta irritación no es siempre inflamatoria, y no reclama siempre el tratamiento antiflogístico: muchas veces es nerviosa, entonces unos ligeros amargos, y algunos antiespasmódicos pueden ser útiles.

Cuando la tos es nerviosa suele calmarse con el moderado uso de narcóticos. Cuando viene acompañada de esputos de sangre, y de catarro de los bronquios, deben, usarse las bebidas emolientes, y también es útil una aplicación de sanguijuelas al pecho. Cuando finalmente a todos los accidentes mencionados sobreviene una plétora debe hacerse una sangría general.

La disnea o dificultad de respirar, unida a un calor extraordinario en el pecho, pide una sangría general. El mismo medio aprovecha en las palpitaciones, y síncopes repetidos, cuando existen signos de plétora.

La constipación, o estreñimiento causa frecuentemente cólicos, se combate por lociones oleosas, o ligeros purgantes.

La diarrea debe tratarse según las causas que la hayan producido. Un buen régimen y los baños emolientes la hacen desaparecer ordinariamente. Cuando va acompañada de tenesmo o pujos, de evacuaciones sanguinolentas, y de fiebre, entonces es una disentería [155] que puede causar un aborto o el parto prematuro; es necesario prescribir la dieta las bebidas mucilaginosas, los semicupios emolientes, las sanguijuelas, en el bajo vientre o en el ano.

La retención y la incontinencia de la orina están unidas a la compresión, y desviación de la vejiga por el útero.

Las hemorroides, y las varices o la dilatación de las venas se atribuyen generalmente a la compresión de los vasos venosos; lo mismo se dice del edema en los vasos linfáticos, o hidropesía del tejido celular, mas este último accidente parece ir acompañado de la irritación de estos mismos casos.

La cefalalgia, o dolores de cabeza es frecuente en la preñez, y exige la sangría, o sanguijuelas en las sienes. La apoplejía, y las convulsiones reclaman el uso de las sangrías generales, y locales, y los revulsivos.

La locura y la manía, tienen también lugar en la preñez; mas entonces son ordinariamente, pasajeras; los paseos, la distracción, y en algunos casos las sangrías generales, y locales suelen producir buen efecto, particularmente si hay plétora.


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Inocencio María Riesco Le-Grand, Tratado de Embriología Sagrada (1848)
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