La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Inocencio María Riesco Le-Grand

Tratado de Embriología Sagrada
Parte Segunda
/ Capítulo cuarto

§. V
Del sujeto del bautismo


Sujeto del bautismo es todo hombre, porque así como por el pecado del primer padre quedó la naturaleza humana viciada y manchada con el pecado original, así del mismo modo por los méritos de Jesucristo, se nos borra la mancha del pecado por las aguas del bautismo. El sujeto del bautismo puede hallarse en las circunstancias siguientes:

Primero: Puede ser un feto abortado en cualquiera época de la gestación. Segundo: Puede ser una criatura en un parto dificultoso que presenta una parte de su cuerpo al orificio uterino. Tercero: Puede ser un monstruo.

Animándose el feto, según nuestra opinión, en el momento mismo de su concepción, se sigue naturalmente, [314] que debe administrársele el bautismo en cualquiera época de la gestación, en que tenga lugar el aborto.

La ausencia de movimientos, ya sean del corazón ya de los miembros, no debe impedir para que se administre el bautismo con condición, porque se observan frecuentemente fetos, casi de tiempo, que nacen con todos los signos de una muerte aparente, y no pueden ser vueltos a la vida sino después de muchos cuidados continuos, según hemos manifestado en el discurso de esta obra. Solamente las señales evidentes de putrefacción y descomposición, son las que deben decidir a renunciar a la administración de los Sacramentos. Sin embargo no deben confundirse estas señales con el aplanamiento, y blandura de los órganos del embrión, cuyos miembros aunque animados, no son más que bosquejos.

El abate Dinuar, temiendo que la acción del aire dé la muerte al embrión, aconseja que se le administre el bautismo a través de su envoltorio membranoso diciendo: si eres capaz de bautismo, yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Con esta condición se salva la duda de la existencia del embrión, y de la calidez del bautismo a través de las membranas fetales. Esta duda nos parece bastante fundada porque el envoltorio membranoso del feto, no pertenece al ombligo como parece. Por esta razón deben abrirse las membranas, y bautizar otra vez al embrión diciendo: si eres capaz de bautismo, y si no estas bautizado &c. Los abortos en este estado [313] se bautizan por inmersión en agua templada, en un plato o vaso.

Los fetos bien desarrollados, que ofrecen señales de vida, se bautizan absolutamente, los que no están bien desarrollados y se duda de su vida se bautizan diciendo: Si estas vivo, yo te bautizo, &c.

Cuando sucede un aborto de poco tiempo de embarazo, arroja la mujer cuajarones de sangre que es necesario examinar con cuidado para descubrir el producto de la concepción. Ordinariamente se encuentra en la circunferencia de uno de estos pedazos de sangre, una membrana blanca, más o menos extensa, esta es el envoltorio fetal, a través del cual debe darse el bautismo diciendo: Si eres capaz de bautismo yo te bautizo, &c. Después se abre esta membrana con una lanceta, o bisturí con precaución; se derrama un poco de serosidad, y se deja percibir un embrión que se bautiza con la doble condición que hemos dicho, Si vives, y no estás bautizado, yo te bautizo, &c.

Cuando la preñez está más avanzada, y las membranas del envoltorio fetal no se desgarran durante el aborto o antes de él, se observa después de verificado el aborto una masa más o menos voluminosa, rojiza, y carnosa en una parte de su circunferencia que es la placenta: blanca, membranosa, y semitransparente en el resto de su ostensión que son las membranas que contienen al feto, y el líquido en que nada. En este último caso, debe apresurarse el profesor a abrir esta masa, y sacar el feto para bautizarle. Tengan esto presente los facultativos, matronas y demás [314] personas que se hallen al lado de una mujer que ha abortado para no echar sin examen, los pedazos de sangre, porque en ellos va confundido un ser racional capaz de la gracia bautismal.

No sería fuera de propósito, para destruir varios errores crasos en esta materia, que los párrocos destinasen algunos días para dirigirse a sus feligreses sobre este punto, por medio de enérgicas homilías en las que no se permitiese la entrada más que a las personas casadas, y aquellos que por su oficio tengan obligación de instruirse en estas materias. Con un lenguaje sencillo y evangélico, destruirían los dos grandes errores que hay sobre este punto. Primero que el feto no está animado sino después de una época más o menos distante de la concepción; segundo que el embrión no puede sobrevivir al aborto. El primero está refutado suficientemente en esta Embriología Sagrada, y el segundo está desmentido por muchos prácticos.

Los hechos que Cangiamila, Dinouart, y otros varios nos presentan, confirman la opinión de que el embrión vive varias horas, y aun días después de la madre, no dudando asegurar algunos, que cuanto más imperfecto es el embrión, más dificultad tiene en perder la vida.

No han faltado teólogos que impugnasen esta doctrina, fundados en que el bautismo estaba instituido por Jesucristo para los hombres nacidos según el orden natural, y tiempo debido. Al presente nadie impugna nuestras doctrinas, convencidos como están de que los Sacramentos han sido instituidos para el hombre, [317] y no formado el hombre para los Sacramentos. Además nosotros admitimos con Alberto Magno dos nacimientos uno in útero y otro ex útero. Y tanto más no dudamos admitir esta distinción de nacimientos, cuanto vemos conformarse con el lenguaje de la Sagrada Escritura donde leemos, en boca del Ángel que dice a José, no temas de recibir a María tu mujer; porque lo que en ella ha nacido, de Espíritu Santo es. Sin embargo el divino Salvador tardó algunos meses en nacer. De consiguiente es más piadosa, y la que debe en la práctica seguirse la opinión del bautismo de los abortos en cualquiera época de la gestación.

Esta opinión en España fue sostenida por el erudito Padre Rodríguez, honor del orden cisterciense, quien adoptó la opinión de Jerónimo Florentini aprobada por las facultades de Teología de París, Viena, y Praga, y que seis años después adoptó Cangiamila en su Embriología Sagrada. Así es que todos aquellos Teólogos convinieron, que se debe so pena de pecado mortal, bautizar cualquiera masa que se crea prudentemente ser embrión, aunque no abulte más que un grano de cebada, y por más corto que sea el espacio de tiempo que haya pasado desde la concepción, y aunque no haya movimiento alguno, que indique que está vivo, con tal que no esté corrompido, o manifiestamente muerto. Esta doctrina se calificó de indubitata y admitida por las Universidades de Salamanca, Renis, y por varios Obispos.

El Ritual Romano, dice así.

«Nadie debe ser bautizado dentro del útero, pero [318] si el niño asomase la cabeza, y estuviese en peligro de morir, se le bautizará en la cabeza, y no se volverá a bautizar, si después sale a luz.

Si asomase otro miembro, que manifieste movimiento vital, se le bautizará en él, si hay peligro de muerte, y en este caso si después nace vivo debe volverse a bautizar con la condición Si no estas bautizado &c. Mas si el que fue bautizado en el seno materno muriese, debe sepultarse en lugar sagrado.» Hasta aquí el Ritual Romano parece que no favorece nuestra opinión, mas ténganse en cuenta las palabras que siguen. Si mater praegnans mortua fuerit, faetus quamprimun caute extrhatur, ac, si vivus fuerit, baptizetur. Es así que las observaciones de muchísimos facultativos, y prácticos confirman que el feto tiene vida desde el momento de su concepción; luego no señalando término, como no le señala el Ritual Romano, debe administrarse el bautismo a todo feto que tenga vida, sea la que se quiera la época en que suceda. Y esta opinión es del P. Deza, y de muchísimos Teólogos. Otra razón litúrgica tenemos en nuestro apoyo, que es de bastante peso. Se tiene entre los Teólogos por cierta teológicamente y próxima definible de fe, la sentencia de que la Sma. Virgen fue libre del pecado original desde el primer momento de su Concepción, y en este día que es el 8 de Diciembre se celebra este misterio en toda la iglesia católica; cuya festividad no debía celebrarse sino cuarenta días después si fuese cierta la opinión contraria. Este argumento que con mucha oportunidad hacen varios teólogos, es suficiente para convencer a los de la [319] opinión contraria. Florentini, dice lo siguiente. «La intención de la iglesia es favorable, a nuestra opinión, por cuanto en el caso de morir la madre en su embarazo, y abriéndola después, manda sin determinar tiempo, que se bautice el feto, si está vivo. Supongamos que una mujer embarazada lleva un feto, que no tiene sino siete días; según la intención de la iglesia se debe al punto sacar de su seno este feto de siete días, y bautizarle. Pero suponiendo probable la opinión que quiere que se bautice, pide la prudencia, que se crea estar vivo dicho feto, a menos que por algún accidente que sobrevenga; no aparezca evidentemente muerto: luego según el rito de la iglesia se debe bautizar el feto que no tiene más de siete días.»

No queremos insistir más sobre este punto, porque al presente nadie se opone en la práctica a nuestra opinión, debiendo advertir, que cuando el facultativo en vez del feto, encontrase una mola debe abrirla, porque quizá esté allí el feto.

Un niño puede considerarse en tres estados; o enteramente en el seno de la madre; o parte nacido y parte en el seno de la madre, o enteramente fuera del seno materno. En los dos primeros casos somos de opinión que el bautismo lo haga el comadrón, o matrona, aun cuando el párroco, se halle en la misma casa, así lo exige el decoro: en el tercero debe bautizarle el párroco, si se halla presente, y su vida peligra. Téngase cuidado, porque hemos observado en algunos pueblos, una mala costumbre de administrar el bautismo de socorro, sin necesidad alguna. [320]

Cuando la criatura presenta los pies, las rodillas, las nalgas, no deja por eso el parto de ser natural, y es generalmente más fácil, y menos doloroso para la madre, que cuando el infante presenta primero la cabeza, pero esto es más peligroso para la criatura, especialmente si la cabeza experimenta algunas dificultades, para franquear la excavación de la pelvis. Muchas veces la criatura pierde entonces la vida, o nace en un estado de muerte aparente, según hemos dejado demostrado en el capítulo tercero.

Si la criatura corre peligro en esta especie de parto natural; está por otra parte comprometida en el parto artificial, o contra naturaleza, al que se le ha obligado, cuando se le han buscado los pies: mas esto es indispensable cuando presenta al orificio uterino, un brazo u otra parte, que hace imposible el parto, a menos que no haya recurso, a la versión del infante. Lo mismo sucede en caso de hemorragia uterina, de convulsiones, desmayos, o síncope, de salida del cordón, o defecto de longitud, &c.

El peligro es tanto más grande, cuanto más tiempo haya que se han vertido las aguas. En fin en el caso de enclavamiento de la cabeza, y todas las veces que los diámetros de la pelvis se hallan estrechados, y debe aplicarse el fórceps, sea al uno de estos sitios, sea en la excavación de la pelvis, el infante se expone a perder la vida, por la compresión del cerebro. En todo caso es necesario antes determinar el parto, bautizar al niño en la parte que se presenta fuera del orificio uterino, después de la rotura de la bolsa de las aguas. [321]

En el caso de que el niño no presente ningún órgano, o parte fuera, se introduce un dedo en la vagina, para separar todo lo que pueda impedir que el agua bautismal llegue hasta la criatura, y este dedo debe ser el conductor, o guía del instrumento, que debe llevarla sobre los órganos del infante. Sobre todo debe asegurarse, de que las membranas fetales están enteramente destruidas, o separadas.

Para bautizar la criatura puede servirse de una pequeña jeringa, cargada de agua natural. Si no la hubiese a mano, puede servirse también de una esponja, o un pequeño lienzo empapado en agua, que se llevará hasta el infante por medio de los dedos, o de unas pinzas de curar, con las cuales puede fácilmente llevar de una a otra parte la esponja o lienzo, sobre la parte que se presenta mientras se dice la forma del bautismo, teniendo entendido que es necesario que se verifique ablución, como dejamos dicho hablando de la materia.

Concluiremos este párrafo examinando los casos que pueden ocurrir en el bautismo de los monstruos. Hemos dicho en la primera parte que los monstruos pueden reducirse a tres clases. Primera: monstruos que tienen su origen en la mezcla de la naturaleza humana, con la de las bestias; los cuales según nuestra opinión no pueden existir. Segunda: monstruos por exceso, como cuando tienen dos cabezas cuatro brazos, &c. Tercera: monstruos por defecto como cuando nacen sin cabeza, brazos, &c.

El Ritual Romano, cuya doctrina seguimos en esta parte, encarga que se tenga una extremada cautela en [322] el bautismo de los monstruos, y que se consulte en casos extraordinarios, al ordinario del lugar, y a personas inteligentes. Cuando el monstruo no tiene figura humana ordena que no se bautice, y en caso de hacerlo sea con esta condición, Si eres hombre, yo te bautizo. &c. Cuando se duda si hay muchas, o una sola persona en un monstruo, no deben bautizarse hasta examinarlo perfectamente; en ambos casos si hay peligro de muerte deben bautizarse condicionalmente.

Cuando el monstruo, por confesión de la misma madre es resultado de un acto de bestialidad, y presentase todas las formas del animal generador, sin que se distinga el más leve vestigio humano, no debe bautizarse, pero de ninguna manera debe quitársele la vida, sino criarte con sumo cuidado, puesto que si el omnipotente ha permitido aquella generación híbrida, lo que nosotros dudamos que llegue a suceder; podrá tal vez encerrarse un alma inteligente, que pasado el tiempo se manifieste exteriormente por sus actos. Repetimos, que no creemos en estas generaciones.

Si el monstruo que la mujer confiesa ha concebido del comercio con un irracional, presentase algunas formas humanas, debe bautizarse bajo condición, si eres hombre, &c. Se dirá que el monstruo que procede del comercio de la mujer con el bruto, no es descendiente de Adán, y de consiguiente, que no ha contraído el pecado original porque el principio generador constituye la especie; esto es muy cierto, pero nosotros ponemos en duda que a una mujer que lleva su desenfreno hasta prostituirse a un irracional; deba creérsela [323] que sea muy recatada con los hombres; por esta razón nos parece que debe bautizarse bajo la condición de si eres hombre.

Cuando los monstruos son por exceso, esto es cuando tienen dos cabezas, o dos cuerpos se deben bautizar sucesivamente al uno y al otro en la cabeza, y en caso de no poder hacer llegar el agua bautismal hasta las dos cabezas, se bautizarán en dos partes distintas, como si fuesen de niños separados. En el caso en que el monstruo por exceso tuviese dos cabezas, y un solo cuerpo, o dos cuellos y una sola cabeza, deben darse también dos bautismos diciendo en el primero: Si eres hombre y si vives yo te bautizo, &c. y al segundo: Si eres otro hombre y si vives yo te bautizo &c.

Cuando el monstruo es defectuoso, en tal disposición que nazca sin cabeza, pecho, principales miembros, debe bautizársele diciendo: Si vives y eres hombre yo te bautizo, &c. De todos modos encargamos repetidamente que no se permita quitar la vida a ningún monstruo, porque ante la divina presencia, es un asesinato, y las leyes humanas deben ser una continuación de la voluntad eterna.

No queremos pasar en silencio la necesidad urgente que hay en España de generalizar las casas de maternidad, o sea establecimientos públicos de parto donde con todo decoro, sigilo, y esmero se cuide de las mujeres que siendo recatadas, y de costumbres morigeradas, tuvieron la debilidad de dar oídos a un seductor, o fueron violentadas por un malvado. Estas casas repetimos son muy necesarias, porque las [324] inclusas o casas de niños expósitos no favorecen más que la vida de la criatura, pero de ninguna manera ocultan la deshonra de la madre que tuvo que confiar su desgracia, y tal vez hacerla pública por no haber encontrado una casa reservada, donde pasar los últimos meses del embarazo.


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Inocencio María Riesco Le-Grand, Tratado de Embriología Sagrada (1848)
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