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La educación social en Francia
Mis estudios en París no podían referirse sólo a la doctrina; necesité estudiar instituciones. Se hablaba en la clase de M. Buisson de la educación del sentido social, nota característica de la enseñanza en nuestra época en todos sus centros y grados: ¿cómo no penetrar en ellos y ver su organización? ¿Cómo, después del curso sobre las universidades populares en la Escuela de altos estudios sociales, no ir a sorprender sus métodos, su acción, sus fiestas, sus organizaciones obreras? ¿Cómo, después de tantas discusiones sobre la doctrina de la solidaridad, no buscar en la calle el movimiento solidarista y ver cómo cuaja, aquí en mutualidades, más allá en sindicatos, más allá en cooperativas... hasta engendrar en el Estado tantas y tantas leyes sociales?
Los programas que expuse refiriéndome a las universidades y a las escuelas, no sólo revelan cómo los estudios de mi particular objeto están organizados, sino, por estar muy en la médula de su destino, lo que son estos centros como instituciones.
Para visitar las demás de la enseñanza, oficial y la privada, me sirvieron de guía en la Revue de l'enseignement supérieur, a cuyo director, [31] M. Picavet, doy aquí testimonio de mi agradecimiento. Y ya obtenida la obligada autorización de M. Gréard, vicerrector de la Academia de París, pude visitar las escuelas maternales, primarias elementales y primarias superiores, los liceos y colegios, las escuelas normales del Sena y las superiores de Saint-Cloud y Fontenay; pude asistir a algunos cursos de letras y apreciar en su casi constante gratuidad, en sus enseñanzas, en sus juegos, en sus talleres para el trabajo manual, en sus cantinas, en sus colonias de vacaciones, en sus pequeñas mutualidades, en sus asociaciones de antiguos alumnos, en sus tareas con los adultos (extensión de la escuela)... cómo se educa la vida solidaria y se forman en Francia ciudadanos y maestros.
La llamada enseñanza secundaria está en un momento muy critico e interesante, tanto por lo que se refiere a su extensión como por lo que atañe a la definición de su verdadero contenido. Sabido es cómo se trabaja en que deje de ser sólo para la burguesía, según decía Manoeuvrier, y se extienda a todos los hombres y mujeres de la nación; y cómo va lográndose, con el aumento de las pensiones para escolares pobres y la extensión de la gratuidad, acentuada en Francia, después de muy variadas corrientes de opinión, principalmente de las últimas campañas socialistas{1}. [32]
Y respecto al contenido, quizá no sea inútil señalar cómo el problema, que sigue siéndolo, se ha resuelto por de pronto. Los liceos y colegios de señoritas, fundados en 1882 por la ley Camilo Sée, prosiguen, a despecho de las protestas suscitadas en un principio entre la opinión conservadora, cada vez con mayor ardimiento su tarea de prestar a las mujeres una instrucción general (Clásica y moderna), sin otro objetivo inmediato que la cultura del espíritu», y que tiende a equipararse absolutamente, a la prestada a los varones en los establecimientos antiguos: como en éstos, son indefinidos y borrosos sus distintivos de otra especie de enseñanzas.
De liceos para varones, he visto tres tipos. Uno, por ejemplo, el Licée Buffon, es un vasto edificio moderno, con grandes patios interiores, plantados de árboles y de sobria elegancia. Se puede recibir en él toda suerte de enseñanzas, desde la de párvulos hasta, las preparatorias especiales para las universidades, las carreras militares de infantería y de caballería... menos las llamadas politécnicas (ingeniería, artillería, &c.), que requieren una preparación más intensa. Los alumnos, que pasan de 700 entre externos y mediopensionistas, a cargo de 40 profesores, amén de los empleados en el régimen interior de la casa (provisor, censor, administrador, &c.), están separados por edades, incluso en los juegos, según es demasiado corriente; disponen de gimnasios obligatorios y de sala de esgrima, obligatoria para los que se destinan al ejército; de hermosos gabinetes y laboratorios cerrados y al aire libre; de talleres de bellas artes. Si lo desean, pueden recibir instrucción religiosa católica. Tal es el tipo de liceo moderno perteneciente al Estado. Pudiera ser otro el Collége [33] Municipal Rollin, y por cierto uno de los más famosos. Así como el anterior carece de historia, éste cuenta más de un siglo de existencia. Comenzó por la antigua «Asociación de alumnos de Santa Bárbara»; fue erigido en colegio en 1821; en 1826 lo adquirió el municipio de París, y de él depende actualmente, con las ingerencias obligadas del Estado. Cuenta con más de 80 profesores para más de 1.300 alumnos, distribuidos en cuatro colegios diferentes (grandes, medianos, pequeños y mínimos), pues comprende la enseñanza maternal y la primaria. Admite internos, pero ha suprimido hace mucho tiempo los dormitorios corridos: cada colegial tiene su habitación propia. Tenía para el culto ministros de las tres religiones entonces oficiales. Otro tipo de liceo es el Saint-Louis, cuyo núcleo de enseñanza lo constituye la preparación muy intensa para las carreras politécnica, naval, agronómica, escuelas central y de Saint-Cyr y el cielo de ciencias de la normal superior. A ella se supedita la segunda enseñanza moderna (y los pocos cursos de la clásica que en él se dan), que es también muy intensa. Es el antiguo colegio de Harcourt, del siglo XII, actualmente un caserón inmenso, pobre; conserva los dormitorios corridos, como los cuarteles, con lavabos en el centro para más de 400 alumnos internos, todos adultos y salidos en su mayoría de familias muy conservadoras; una capilla católica, patios enormes y destartalados y en un rincón un jardín obscuro y descuidado, inaccesible a los colegiales. El régimen interno era casi militar; los profesores y los medios de enseñanza son de primer orden.
En todos estos establecimientos se acentúa la decadencia del internado, atribuida a la introducción de las costumbres inglesas, y por cierto, [34] generalmente, muy bien acogida, incluso por los profesores, que pudieran parecer interesados en mantenerlo. Escuelas privadas o instituciones diversas responden a las nuevas preferencias en muy variado número La Ecole Alsacienne, que inició hace muchos años el régimen tutorial inglés, es decir, que sus alumnos, por grupos muy poco numerosos, vivan con las familias de sus profesores; la Ecole Pascal, de número muy reducido de alumnos, «elegidos con gran cuidado en el mismo medio social», haciendo vida de familia en la misma escuela, entre las de sus profesores; la Institution Internationale (sólo para ocho pensionistas y diez externos), instalada en un verdadero parque; los Cours Jouffroy, e infinitos más, incluso profesores particulares, que, individualmente, reciben en sus casas a tres o cuatro estudiantes, van respondiendo, a veces con extraordinario lujo y refinamiento, a las necesidades nuevas.
En todos los liceos y colegios, pues, hay enseñanzas comunes a las de otros centros: unas veces son las maternales, las primarias; otras, las preparatorias para carreras especiales. Los programas suelen distinguirlas. Pero aunque el programa del Liceo Buffón, por ejemplo, diga que su enseñanza, elemental se diferencia «sobre todo de la enseñanza de la escuela en que, al dar a los niños el Liceo, la instrucción primaria indispensable, se propone cultivar su espíritu, mirando a estudios más elevados», he podido apreciar que no difieren esencialmente; y respecto a otras, puede el Liceo compararse, sin notar grandes diferencias, con algunas escuelas primarias superiores y como el Collège Chaptal, v. gr. Mas aunque todas las enseñanzas anteriores a las de la Universidad y escuelas superiores tiendan a constituir una preparación [35] unitaria de cultura general, conservan los liceos y colegios un núcleo común de estudios, que es su verdadera nota típica: la enseñanza del bachillerato.
Esta se encuentra así organizada: a) Enseñanza secundaria clásica, en siete años: durante los seis primeros, casi la mitad del tiempo consagrado al estudio de las lenguas y literaturas latina y griega, el resto a la lengua y literatura francesa, al inglés o alemán, Historia, Geografía, Filosofía, Ciencias matemáticas, físicas y naturales y Dibujo; con la clase de Retórica termina; la primera parte del bachillerato, pudiendo elegir en la segunda entre la Filosofía y las Matemáticas elementales, según se aspire a bachiller en Letras-Filosofía o en Letras Matemáticas (Ciencias). b) Enseñanza secundaria moderna, caracterizada por la supresión total del latín y del griego; versa sobre lenguas y literaturas francesa, inglesa y alemana, Geografía, Historia, Economía política y legislación, Filosofía, Matemáticas, Ciencias físicas y naturales y Dibujo, y dura seis años, divididos en dos periodos, pudiendo optar en el segundo los alumnos por las Letras, las Ciencias o las Matemáticas, según prefieran ser bachilleres en Letras-Filosofía, en Letras-Ciencias o en Letras-Matemáticas.
Los profesores de los liceos (así como también algunos de las Facultades de Letras o de Ciencias) se forman, generalmente, en la Escuela Normal superior, que es una de las instituciones más interesantes. Perteneciente al Estado, es una de las obras de la Revolución, y si bien padeció crisis muy hondas en tiempos reaccionarios, vivía entonces como en sus mejores tiempos. Eran sus enseñanzas [36] las corrientes en estas materias, pero sumamente intensas, desempeñadas por profesores y «maestros de conferencias» de lo más eminente; sus procedimientos análogos a los de los seminarios alemanes (conférences), principalmente. Los alumnos, que eran cerca de cien, se elegían después de un severo concurso entre bachilleres (generalmente, preparados en los liceos de San Luis, Luis el Grande y Enrique IV); la escuela les suministraba gratuitamente, además de la enseñanza, la mesa, la habitación, el vestido y cuanto necesitaban durante los tres años (cuatro para los que preparaban las agregaciones de lenguas vivas y ciencias naturales) que duraba su carrera, pues eran todos rigurosamente internos, sumamente exigentes en el estudio, y en general de opiniones muy radicales. La escuela sólo concedía títulos que acreditaban los estudios superiores de Historia y Geografía; la licenciatura en Letras o en Ciencias la obtenían sus alumnos en la Universidad de París; la agregación, en concurrencia con los candidatos preparados en las Facultades y ante el tribunal académico común. Una vez agregés, quedaban a disposición del ministro de Instrucción, que solía enviarles al extranjero, muchas veces a las escuelas que tiene Francia en Atenas y Roma, y con ellos iba cubriendo después las vacantes que ocurrían en el profesorado{2}. Un instituto famoso, la Fondation Thiers, [37] dirigida por M. Boutroux, auxiliaba al Estado en esta formación de maestros con sus pensionados en condiciones verdaderamente excepcionales.
La cuestión del aprendizaje de los oficios manuales, dentro de la escuela primaria y fuera de ella, me llevó a visitar algunas escuelas técnicas. El «Conservatorio de Artes y Oficios», de que ya he hecho mención, y las escuelas profesionales, son las instituciones que más me interesaron en este orden. De éstas visité dos muy características: fueron la «Diderot» y la «Boulle». La primera, fundada en 1873, prepara a más de 200 jóvenes, de trece a diez y siete años, y durante tres, para la forja, el ajuste, la carpintería, calderería, plomería, etcétera; pretende formar una élite de obreros que mantenga ante el mundo la perfección de la industria francesa. La enseñanza es teórica y práctica o profesional, y absolutamente gratuita; cuesta cada alumno cerca de 700 francos todos los años. En 1886 nació la «Boulle», edificada con todo lujo en el barrio que ocupa en París la industria del mueble, en el faubourg Saint-Antoine. Presta a los alumnos, admitidos al dejar las clases primarias, la enseñanza profesional de las artes e industrias del mobiliario, al mismo tiempo que una enseñanza primaria superior, apropiada al ejercicio del [38] oficio que eligen. Comprende dos secciones, la del mueble y la del metal, y sus enseñanzas son combinadas: una técnica y otra teórica y artística. Todos los años recibe 96 alumnos, los cuales retiene durante cuatro en una vida completamente gratuita; no pagan ni la enseñanza, ni los instrumentos, ni los materiales de trabajo, ni las comidas diarias de su rigurosa vida de medio pensionistas; al salir se les suele regalar los instrumentos con que trabajaron. Los muebles y los objetos fabricados, cuando no se conservan en su museo, se envían a la Beneficencia, a las escuelas, a ventas de caridad. Muchos de sus alumnos hicieron el bachillerato en los principales liceos de París, y las estadísticas que lleva la escuela acusan que todos los años aumentan. ¡Considérese lo que eso significa en pro del trabajo manual y de la evolución de clases! Añadiré que el obrero joven, que gana ordinariamente en París al empezar su oficio de mueblista 3'75 francos, gana 5'50 y 6 a la salida de la escuela Boulle{3}.
Del estudio de las escuelas pasé al de los grupos de estudiantes, que son los transmisores de sus luces al núcleo de la nación. Creo que ya he dicho que no hay escuela, por insignificante que sea, que no tenga su asociación, y de tal importancia algunas, que de la de antiguos alumnos de Santa Bárbara surgió, en el siglo pasado, corno vimos, el colegio Rollin. Ahora interésame consignar las que tienen [39] un cierto carácter general, ora confesional, ora neutro, y que ordinariamente sirven de guía al estudiante extranjero en París. Las hay particulares de una Facultad, por ejemplo, la «Asociación de alumnos y antiguos alumnos de la Facultad de Ciencias o de Letras»; de una nación, como el grupo de escolares de los Estados Unidos (compuesto de artistas principalmente), &c., abarcándolas a todas la «Asociación general de estudiantes de París», declarada de utilidad pública en 1891. Todas son, además de guías excelentes, una fuente de mutualidad e inapreciables auxilios{4}. Al lado de éstas, están las políticas, que son numerosas (por ejemplo, la de los radicales socialistas; las de los socialistas revolucionarios, &c., &c.), y las confesionales. De estas últimas, son las más importantes el Círculo católico de los estudiantes de París y la Asociación de los estudiantes protestantes.
En las dos se hace mucha obra social. La primera, al lado de las conferencias acerca de los asuntos de actualidad –por tanto, de los más salientes de educación, economía y legislación sociales–, de sus exposiciones de arte, de sus fiestas, mantiene la acción mutualista entre sus miembros, como las otras asociaciones, los auxilios, préstamos y hasta una forma de cooperación, en el convenio establecido con comercios, teatros, profesores particulares, &c., de que disfrutan con excepcional ventaja los inscritos en sus listas. El círculo ha sido fundado en 1847, y no hay qué añadir que es uno de los grupos de más significación de la Association catholique de la jeunesse française, organizada en 1886, gracias a los trabajos del conde de Mun, y que no es más que la federación de las [40] agrupaciones católicas de jóvenes, de suyo absolutamente autónomas. Sus estudiantes hacen obra social con los obreros y los pobres. Pueden servir de ejemplo de sus tareas las conferencias de San Vicente de Paúl, organizadas en el Círculo; sus patronatos de aprendices y escolares; sus secretariados del pueblo; sus escuelas populares nocturnas; su obra de la Mie de Pain; su organización de visitas a los hospitales; sus servicios de beneficencia para con los provincianos, &c., &c. Su característica, no hay que decirlo, es la de la economía caritativa, patronal, de que fue apóstol Le Play. Le Sillon, el grupo demócrata de la juventud católica, es hoy otra poderosa fuerza, a mi ver, la mejor orientada de las católicas{5}.
Lo mismo pudiera decirse, en su orden, de la «Asociación de los Estudiantes protestantes»; y habría que añadir un mayor espíritu de franca tolerancia, una mayor riqueza de puntos de mira en el estudio y obras sociales, que ya no se concretan en el patronato y la nota religiosa de gran finura espiritual que su movimiento quiere inspirar a las modernas conquistas de la más moderna Francia{6}. Las «Uniones cristianas de jóvenes, nacidas de la misma corriente, son, a la vez que asociaciones religiosas, obras de mutualidad y sociales, en el más amplio sentido: tienden a la aproximación de clases, revistiendo las formas más variadas, [41] según las necesidades nacionales y locales en que se engendran, pues se extienden por todo el mundo. La Unión de París trabaja principalmente con los comerciantes y la petite bourgeoisie, y ocupa un magnífico palacio en uno de los quartiers del Centro{7}.
Por último, he estudiado la cuestión de la casa para estudiantes, a que tanta importancia concedió el III Congreso de enseñanza superior, celebrado en París en 1900, y que resolverán de consuno la Universidad y las asociaciones de estudiantes{8}. Entre éstas, las últimas que cité tienen hoteles en relación con su círculo en bastante buenas condiciones, o en él mismo, como la «Unión cristiana de jóvenes», donde sus miembros pueden encontrar sin salir de casa, reuniones religiosas libres, bibliotecas, sala de lectura, gimnasio, baños, juegos de deporte, conferencias, conciertos, clases, grupos de estudio y compañeros de todos los países y religiones (hasta israelitas). Fuera de estos centros no sé si hay más que la Franco English guilde, el Restaurant coopératif des étudiants y la Cité coopérative; y así como la primera progresa siempre y es un club femenino, compuesto de estudiantes de todas las naciones, los otros dos, que estudié con el profesor Gide, luchan todavía por un sólido arraigo, [42] como en general casi todas las instituciones cooperativas de los países latinos. Sin embargo, se ha triunfado en los primeros ensayos, y la Cité, que ya tiene en funciones un Université Hall, aspira a tener pronto un palacio donde puedan vivir y confraternizar estudiantes y obreros jóvenes con verdadero confort.
Proseguí mis tareas, camino de aprender lo que es y significa la educación social en Francia. Después de los centros de enseñanza y de los grupos de escolares, tenían que venir las sociedades de instrucción popular, las Universidades populares y las corrientes de opinión (asociaciones, ligas, etcétera), que por dondequiera hacen pesar su influencia en la ruda tarea de la reforma. Después todavía necesité ir a estudiar en vivo los lugares en que se practica, a más de la solidaridad de la enseñanza, la solidaridad económica y aun de toda la vida.
Las sociedades de instrucción popular son numerosas en París. Mas diré sólo que pueden agruparse en dos direcciones. Formadas unas alrededor de la escuela laica, no se dan tregua en todo lo referente a la «Extensión de la escuela», circum-escolaridad, post-escolaridad, &c.: lo mismo organizando cursos y conferencias, lecciones de noche y fiestas populares, que propagando las obras sociales de todo género, sobre todo la mutualidad y cooperación escolares, en la escuela, las asociaciones de alumnos (petites A), cuarteles, &c. Citaré, como ejemplo, las Asociaciones Politécnica y Filotécnica, la Liga francesa de la enseñanza y la Sociedad de educación social, las cuales, además de tener boletines y revistas, en que consignan sus [43] trabajos, tienen un historiador excelente en monsieur E. Petit, quien hace todos los años una relación oficial para el gobierno sobre «La educación popular en Francia»{9}. Las otras practican las mismas obras, pero en forma de patronatos confesionales, católicos generalmente, y por lo tanto, sobre la escuela congregacionista. De estas escuelas, tal vez las más importantes son las de los hermanos de las Escuelas cristianas, que, fundadas ya en 1680 en Reims por J. J. de la Salle, adquirieron una vasta organización en Francia y fuera de ella. En España se hallan bastante difundidas. Hay otras muchas más; pero ni en influjo ni en grado de adelanto pueden rivalizar con la escuela de la República{10}. Hacen todas mucha obra social muy bien organizada, y aun pregonan ser ellas las iniciadoras, reforzadas en este caso por la autoridad de M. Bourgeois. Parece que la Academie Chrétienne, de la Salle, en 1699, fue el primer curso dominical. Hoy, su patronato más importante es el de Nuestra Señora del Rosario, fundado en uno de los barrios de París por el sacerdote Soulange Bodin; en él, como en casi todos, se lee, se juega, se predica y [44] se hacen prácticas religiosas para niños y jóvenes, sometidos a una complicada disciplina y a una más complicada jerarquía, que va de los pequeños a los grandes, a los aspirantes, a los perseverantes, a los dignatarios, hasta uno o varios sacerdotes directores. Hay una «Comisión central de patronatos y obras de la juventud de Francia» (Instituto Católico), y varias revistas, entre ellas Le Patronnage y Le Patronnage des Jeunes filles, que propagan y extienden estas obras, organizan congresos, etcétera. Tienen también un buen historiador: monsieur Max Turmann{11}.
Las «Universidades populares» nacieron de movimientos muy diversos, en los que el político no tuvo ciertamente importancia escasa, y quisieron representar, sobre todo, con La Cooperation des Idées, un espíritu neutral de educación superior, de comunión de clases, en un centro obrero. Muy pronto se vio que habían surgido de un movimiento socialista, y que socialistas se hacían casi todas. Sólo la citada, que fundó Deherme, y alguna que otra anarquista, conservan todavía aquel carácter, más nominal que de hecho. Hasta tal punto, que los partidarios del patronato confesional, muy contentos al principio de poder aprovechar un nuevo lugar de propaganda, tuvieron que renunciar a realizar en ellas su perseguido contacto con el pueblo. Hoy es Marc Sangnier, el animoso director del Sillon, quien más se empeña todavía en estas luchas; sin embargo, por iniciativa de su grupo, quizá por él mismo, nació el movimiento de los [45] Institutos populares, que vienen a ser la traducción del patronato en este orden. En Paris sólo había uno, y no es confesional, pero tampoco neutro: abierto a todas las opiniones, los fundadores son católicos y buscan a sus adversarios en él. En cambio, las universidades populares, aun cuando ya se habló mucho de su crisis, por si ganaban o no al mundo proletario, avanzan en la opinión todos los días, y van haciéndose más grandes, potentes y numerosas. Una de ellas, por iniciativa de Deherme, ayudado por los intelectuales más encumbrados de la nación, pretende levantar un «Palacio del Pueblo». El proyecto hace su camino, mientras «La cooperación de las ideas, posee ya un château y un maravilloso parque, cerrado por elevada verja, en lo más frondoso y admirable del bosque de Bolonia. Este es un edificio blanco, en el género de Trianón, rodeado de jardines, vivienda antaño de una princesa, y últimamente del Automovile Club: fue donde los conjurados de Auteuil prepararon una emboscada hace años al presidente de la República; hoy es la casa cooperativa del pueblo. «Se vive en él una vida gozosa y bella, en cooperación cordial, para vivir más todavía –decía Deherme antes de las disensiones que le hicieron retirarse de este movimiento en 1904–. Cuarenta familias pueden albergarse en él y pasar sus vacaciones. Todos los domingos acuden allí trescientas familias a recrearse y a descansar»{12}. Las universidades populares, que son numerosísimas en París y en toda Francia, y que distan mucho de ser [46] homogéneas, ya están federadas y discuten reunidas, todos los meses, en el Hôtel des Sociétés Savantes, programas, métodos y auxilios, así como sus medios de progreso, siempre crecientes.
Difícil es ahora penetrar en el dédalo de las corrientes que en todos esos sitios forman la opinión y trazan los rieles de la educación en Francia. De un lado, he seguido con gran interés los trabajos de la sociedad de Economía social, que persigue la tan estudiada solidaridad por medio del patronato: muy respetuosa con las tradiciones y la ley de Dios, muy antirrevolucionaria y muy contraria, por lo tanto, a la obra del Estado moderno, propagadora infatigable de la autoridad del padre y de la estabilidad de la familia, de la protección a las mujeres y de la propiedad del hogar. En sus reuniones se estudiaron aquel año cuestiones sumamente interesantes: el retiro de obreros, tratando de asegurarles mediante el patrono, cuando inútiles, la mitad del salario máximo que ganaron; las obras sociales filantrópicas de MorlanweIz (Bélgica), sus escuelas, casas de obreros, organización de seguros, socorros, asistencia, arte popular, hosterías obreras, cooperativas, &c. Su congreso versa sobre la acción social de la juventud. Toda su preocupación concrétase hoy a luchar contra el socialismo, para lo cual sigue organizando las «Uniones de la paz social», ya fundadas, como la escuela, por Le Play, y el Comité de defensa y progreso sociales». La «Sociedad de la ciencia social», de la cual era alma M. Ed. Demolins, persigue ideales muy semejantes, con alguna diferencia, en su método monográfico. Da muchos cursos públicos. Por fin, el «Museo social», que nació también del [47] movimiento leplayano, que produjo a su fundador Chambrun, hoy podría clasificarse, a despecho de su absoluta neutralidad de oficina absolutamente técnica, como simpatizando un poco con el socialismo de Estado más o menos liberal, y por lo tanto, dentro de la tendencia solidarista que representa M. Bourgeois, uno de sus presidentes. Es, si bien se mira, en su nueva, casi insensible, orientación, un representante de la decadencia patronal en beneficio de la asociación libre y de los avances crecientes del Estado{13}. De otro lado, que por aquí empieza, podrían ponerse todos los grupos que hacen ciencia y política a la vez, desde los revolucionarios clásicos hasta los socialistas y libertarios de tantas especies: son los que más maestros llevan a las universidades populares. Cabría citar también la «Liga francesa para la defensa de los derechos del hombre y del ciudadano» y la «Asociación de la juventud laica» (cuya acción se acentuó desde que comenzó a publicar sus Anales), que tienen una importancia, extraordinaria en la educación republicana y laicista, propagando con verdadero ahínco la enseñanza cívica. De su espíritu puede juzgarse por la siguiente página:
«Ser laico –decía M. Lavisse, y con él esta juventud en su revista– no es limitar en los confines del horizonte visible el pensamiento humano ni prohibir al hombre el ensueño y la perpetua prosecución de Dios: es reivindicar para la vida presente el esfuerzo del deber.
»No es violentar ni despreciar las conciencias [48] todavía poseídas del encanto de las viejas creencias; es negar a las religiones que pasan el derecho de gobernar a la humanidad que dura.
»No es odiar tal o cual Iglesia o todas las Iglesias juntas; es combatir el espíritu de odio que esparcen las religiones, causa de tantas violencias, matanzas y ruinas.
»Ser laico es no consentir jamás la sumisión de la razón al dogma inmutable ni la abdicación del espíritu humano ante lo incomprensible; es querer emanciparse de toda suerte de ignorancias.
»Es creer que la vida vale la pena de ser vivida, amarla, negar la definición de la tierra como «valle de lágrimas» y no admitir que las lágrimas sean necesarias y bienhechoras ni que el sufrimiento sea providencial; es querer emanciparse de toda suerte de miserias.
»Es no guardar para un juicio que está más allá de la vida sus deberes de dar de comer al hambriento y de beber al sediento, de reparar las injurias y de consolar a los que lloran; es batallar contra el mal en nombre de la justicia.
»Ser laico es tener tres virtudes: la caridad, es decir, el amor a los hombres; la esperanza, es decir, el sentimiento bienhechor de que un día llegue en la posteridad lejana en que se realicen los ensueños de justicia, de paz y de dicha que hacían mirando al cielo los remotos antepasados; la fe, es decir, la voluntad de creer en la victoriosa utilidad del esfuerzo perpetuo»{14}.
Desde el punto de vista religioso, con que éstas ya se enlazan, hay infinitas agrupaciones, que [49] tampoco se dan tregua en la lucha por la educación nacional. Está, de un lado, entre ellas, el movimiento de la Razón, dirigido principalmente por Víctor Charbonel, y que recuerda mucho las luchas religiosas de la Revolución. Tiene mucha importancia, por su extensión y arraigo, y predica un libre pensamiento dogmático, que acaba en ateísmo. Sus miembros trabajan mucho con los obreros, organizando fiestas cívicas a la memoria de los grandes revolucionarios, a la primavera, al nacimiento del sol, contra la Iglesia, &c.{15}. Después podría citarse la «Sociedad positivista de enseñanza, superior», con su «Círculo de proletarios positivistas», que dista de tener gran influencia, por mantener la filosofía de Comte en su sentido más riguroso: es una capilla de la religión de la humanidad, reunida en la Casa que con su muerte consagró el maestro. No logra en su patria la extensión y el influjo con que cuenta en América, sobre todo en el Brasil y Méjico. Podría venir después el grupo de comunistas y anarquistas cristianos, que reúne obreros de todas las naciones y de las más varias ideas: está en relación con todo el movimiento cristiano más avanzado; tiene un periódico, L'Ere Nouvelle, que se dice redactado por «discípulos de Cristo», y algunos círculos de templanza{16}; «El ejército de la salvación» formado por los militantes de Booth, que de los barrios miserables de Londres van extendiéndose ya, por todo el mundo, forma en París un grupo muy importante de educación social; son cristianos apostólicos, sin iglesia de ningún género, que pretenden implantar la [50] sencillez y prácticas del primitivo cristianismo: tienen salas de reunión para predicar y orar; casas de refugio y de corrección, orfelinatos, hostelerías populares, &c. Los grupos de la «Solidaridad» protestante, que tienen más importancia que en Paris en Rouen, Lila, y en general en el Norte, vendrían enseguida. Representan la izquierda del protestantismo y trabajan con verdadero espíritu evangélico por la educación popular, con tendencia al colectivismo idealista internacional. Parece el principal de sus directores el pastor Wilfredo Monod, y es su órgano L'Avantgarde. La tendencia que representa el grupo, protestante también, de la revista Le Chiristianisme Social, es mucho más conservadora, y su acción social próximamente, desde su punto de vista, la del patronato de que hablé. Después vendrían los grupos católicos desde Le Sillon{17}, que es el más radical «en dar forma a las aspiraciones providenciales de esa sociedad futura, que se elabora lentamente y que no podría pasar sin Cristo y su Iglesia», hasta los innumerables patronatos que tienen por lema: «Corazón de Jesús, salvad a Francia». Todavía debo nombrar dos sociedades: «La unión para la acción moral» y la «Liga de la sinceridad en la educación moral y religiosa», que, reuniendo la gente más heterogénea y las creencias religiosas más opuestas, no descansan en publicar boletines, libros, dar conferencias, editar obras de arte, &c., en su empeño de reunir a los hombres de recta voluntad, sinceros en sus opiniones y éticamente buenos, para una acción espiritual de las más elevadas.
Y se podrían citar infinitas más, a querer que [51] esta lista fuese completa{18}. Bastará para completarla con lo que se hace en otros órdenes, mentar al vuelo las enseñanzas de la paz, que cuentan a su servicio muy variadas asociaciones, y a M. F. Passy como principal maestro: hacen rápidos progresos en la opinión, y ya lograron una sección en la escuela de los altos estudios sociales; las agrupaciones feministas muy diversas, una de las cuales, titulada «Ciencia moral», trabajaba mucho cuando salí de París en la educación sexual, no con el repugnante malthusianismo de la «Liga de la regeneración», que propagan en Francia Robin y otros, sino con idealidad bien inspirada; en fin, las asociaciones de cultura «El arte para todos», «El libro para todos», «La Naturaleza para todos...» –socialistas– emprenden obras sociales con los obreros, cada vez más interesantes y audaces.
La misma dualidad hasta aquí apuntada encontró al estudiar las organizaciones de la solidaridad en el trabajo. A la escuela del patronato, de la paz social, de Le Play, corresponden los sindicatos amarillos (por oposición a los otros llamados rojos), las cooperativas católicas, &c.; a la escuela llamada por antonomasia de la solidaridad, las Bolsas del trabajo, las cooperativas usuales y las cooperativas socialistas, sindicatos obreros, falansterios...
En la Sociedad de economía social, he estudiado un sindicato tipo: el sindicato católico de los empleados de comercio. Conocidas son en Francia las discusiones acerca de si legalmente puede constituirse un sindicato confesional, y hasta parece que hay decisiones en contra de los tribunales: [52] M. Hubert-Valleroux sostiene insistentemente el pro. De todas suertes, el que vi es un hecho flagrante. Vive en un convento, cuenta con muchos miembros y tiene todas las funciones de los otros sindicatos: acción profesional (agencia, de colocación, cursos, consulta judicial, grupos profesionales), acción económica (cooperación, mutualidad, restaurant, &c.), acción social (comisión de estudios, conferencias, revista, biblioteca, &c., &c.) En el otro movimiento, además de asistir con el profesor Gide y sus alumnos al estudio en vivo de las instituciones sociales de su curso (sociedades cooperativas), entre ellas La Revendication, de Puteaux, fundada por Malon y verdaderamente próspera, y La Famille, dedicada a hacer casas baratas y confortables para obreros... acudí mucho a las tareas de la Bolsa del trabajo, a la formación de sindicatos y mutualidades, a reuniones cooperativas, a la formación del último proyecto de los libertarios franceses, la constitución de un «medio libre», especie de nueva Icaria.
Más tarde fui a Guisa, a visitar al célebre Familisterio. Es una admirable asociación cooperativa del capital y del trabajo, que resume en unos cuantos palacios y una fábrica, cada vez en mayor auge, todas las instituciones prósperas de la economía social: reparto integral de los beneficios, retiros obreros, seguros contra la enfermedad, seguro de lo necesario a la subsistencia, habitaciones obreras, almacenes de consumo con reparto, escuelas, teatro, biblioteca y demás análogas. Menos capilla. Godin, el obrero cuantiosamente enriquecido, que no quiso morir sin haberse desposeído de su fortuna en beneficio, según él{19}, de los que se la [53] habían hecho ganar, de sus obreros, a pesar de ser un devoto fourierista, no participaba sin duda de los proyectos de aquel místico del socialismo, para quien era menester apresurarse a ordenar sacerdotes y hasta mantenerlos en condiciones de riqueza cuasi episcopales, con el fin de que no faltaran en una sola de sus falanges...{20}. Sólo en un sendero solitario del hermoso y silencioso parque, en una terraza desde donde se domina toda la obra falansteriana, vese un túmulo, y en él, al lado de una figura que representa la Inmortalidad, se destacan estas palabras, que son como la voz perdurable del fundador desde el sepulcro: «Venid a esta tumba cuando necesitéis recordar que he fundado el Falansterio para la asociación fraternal. Seguid unidos por amor a la humanidad. Perdonad recíprocamente vuestras faltas. El odio es fruto de malos corazones; no le dejéis penetrar entre vosotros. Que mi recuerdo sea motivo para vosotros de fraternal unión. Sin el amor a la humanidad, nada es bueno y meritorio. Tendréis prosperidad mientras reine entre vosotros la armonía. Sed justos con todos, serviréis de ejemplo»{21}.
Notas
{1} Una de las fuerzas que más trabajaron recientemente, representando la izquierda republicana universitaria, ha sido la Societé Condorcet. Conviene recordar que gran parte del movimiento revolucionario obrero, perteneciente generalmente a la Confederación General del Trabajo, no es partidaria de esta extensión, que implicaría –piensa– la de la mentalidad burguesa. (Véanse, a este propósito, los artículos de M. Lagardelle contra M. Briand, ministro, en Le Mouvement SociaIiste (1906). La enseñanza que dicen necesitar debe organizarse en las «Bolsas del Trabajo».
{2} No se insistirá bastante en esta famosa Ecole de la rue d'Ulm, de la cual salen los primeros profesores de Francia. Tenía más de 40, y el director siempre era una persona prestigiosa, generalmente un miembro del Instituto. Costaba al Estado la escuela más de medio millón de francos al año, de los cuales 15.000 se empleaban en la biblioteca, que pasaba ya cuando la visitó de 100.000 volúmenes. Después de mí visita, esta institución se ha modificado radicalmente. Sus profesores [37] y alumnos pasaron a serlo de la Universidad de París. La escuela conserva algunas clases, los laboratorios, la biblioteca y los pensionados del Estado a que nos hemos referido. Y por cierto, y es dato que debieran tener presente aquellos de nuestros estadistas que se preocupen seriamente de la formación de un sólido profesorado, que admite extranjeros al mismo régimen que los nacionales, siempre que lo solicite su gobierno y pague 1.200 francos de pensión y el trousseau.
{3} Véase Le Mouvement Socialiste, París, 1908, y Leblanc, L'Enseignement professionnel en France au debut du XXe siècle, Paris, 1905, y La Réforme des Ecoles primaires superieures, París, 1908.
{4} Livret de l'étudiant de París, págs. 188 y siguientes.
{5} Véase J. Bergeron, Lettre d'un membre du Cercle du Luxembourg, F. Levé, París, y La Reforme sociale, Julio de 1902, pág. 83.
{6} Véase E. Gounelle, Socialisme et Christianisme, en VII Conférence d'Etudiants, Sainte-Croix 1901, Ginebra, 1902. Deben verse también la colección de L'Avant–garde (Orthez) y los tomos de los congresos de la Asociación protestante para el estudio de las cuestiones sociales.
{7} Véase L'Esperance, su revista mensual; Th. Geisendorf: Une Ruche de Jeunesse y su Calendrier programme para el curso 1902-03, así como La Reforme sociale, números de Julio de 1896 y 16 de Noviembre de 1896 y 1º de Julio de 1902. Además de la Unión de París había en Francia 101, y en el mundo entero 6.355, con más de 551.000 unionistas. La lista de sus domicilios, publicada en Ginebra en 1902 dice que en España tiene representantes en Madrid, Barcelona y Sevilla.
{8} Picavet, Brouardel, Larnaude, Introducction, Rapports préparatoires, Communicalions et discussions, París, 1902.
{9} Véanse sus Rapports sur l'éducation populaire, a partir de 1894-95, en el Journal Officiel de la Republique Française.
{10} El diputado conservador que defendiendo un día en el Congreso en contra del señor Azcárate las ventajas de la escuela congregacionista, citaba el premio obtenido por los Hermanos de las escuelas cristianas en la última Exposición de París, debió haber leído antes los Rapports oficiales del Jurado internacional, sobre todo el tomo de René Leblanc, Education et enseigment (pág. 443, especialmente), París, 1902; y si prefería la autoridad de sus propios partidarios, el libro de Mad. Maríe du Sacré-Coeur, Les religieuses enseignantes et les necessités de l'apostolat (París, 1908), o el Discurso de M. Le Comte de Mun en un Congreso de Patronato de obreros jóvenes, inserto en Le Patronage, París, Agosto de 1900 (páginas 102-103 principalmente).
{11} Véanse sus obras L'éducation populaire, Paris, 1904; Le dévéloppement du Catholicisme social, depuis l'encyclique «De rerum novarum», París, 1900; Initiatives femenines, París, 1905, y Activités sociales, París, 1906.
{12} Véase Les châteaux coopératifs, por G. Deherme en, Almanach de la Coopération Française, 1904 y Le château des U. P., por Ch. Gide, en L'Emancipation, de Nimes, 15 de Junio de 1903.
{13} La Reforme Sociale, La Science Sociale y Le Musée Social, revistas, son los órganos principales de estos movimientos. En ellas se encontrarán indicaciones de sus bibliografías respectivas.
{14} Les Annales de la jeunesse laique, núm. 1, París, 1902. Véase también el Bulletin officiel de la Ligue des Droits de l'Homme, París, a partir de 1901.
{15} Discours civiques, de Laurent Tailhade, París, 1902.
{16} Véase E. Armand y María Kugel, La fin du Christ legendaire, Paris, 1902.
{17} Véase su revista mensual, que se titula lo mismo, y recientemente el Catechisme d'Economie Sociale du Sillon, 1903.
{18} Merlin, Guide Sociale de Paris, París, 1906.
{19} Godin, Mutualite Sociale, pág. 235, Guisa, 1891.
{20} Fourier, Le nouveau monde industriel et sociétaire, en Euvres completes, tomo VI; véanse las págs. 122-123. París, 1848.
{21} Le familistère illustré. Resultats de vingt ants d'association 1880-1900. París, Guillaumin.
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