← | Valencia 1908 • páginas 125-156 | → |
La extensión universitaria
I
Qué es
Mientras «desfallece de vieja» en Inglaterra, después de veinticinco años de lozana vida, la University extension{1}, o sufre por lo menos cambios que la ponen a distancia de su primitivo objeto, manifiéstase en España de un modo resuelto y claro ese movimiento social de enseñanza popular, que anduvo ya por todo el mundo.
Tradujeron aquí sus mantenedores la frase inglesa por Extensión universitaria, a semejanza de lo que hicieron Francia{2} y otros países; pero en [126] cuanto al contenido que idealmente representa, ni siempre lo entendieron como en Inglaterra, ni lo realizaron en la vida, que no podía ser, en el grado de perfección que en ella alcanzó y mantiene.
En general, es difícil decir cuál sea el objeto privativo de la University extension, y bien puede estimarse como una de las dificultades mayores la característica que le atribuye Sadler: su infinita diversidad de formas frente a la heterogeneidad del público y los problemas complejos de la educación a cuyo servicio vive. Así, en tanto que algunos autores (como Chabosseau{3}, y no siempre) parecen designar con aquel nombre todo movimiento popular de educación social superior, con carácter privado o público, piensan otros que se refiere sólo a la nueva extensión de la enseñanza científica, en cierto modo, llevada por la universidad, que sale de sus confines, al pueblo que trabaja y no puede acudir a ella (Max Leclerc, Buisson, H. Nunn, &c.), y aun otros todavía que, como Posada entre nosotros, la hacen trascender de la acción pura y exclusiva de la enseñanza, a «toda acción expansiva, de carácter educativo y social, que la Universidad efectúa fuera de su esfera oficial docente». Claro que, según se piense en uno u otro sentido, variarán las instituciones que en ella se comprendan. Para éstos, los Settlements ingleses [127] y de los Estados Unidos, la creación de bibliotecas y escuelas populares de adultos, la enseñanza de vulgarización, la organización de colonias escolares y tantas otras, encajarán en la Extensión, una vez verificadas por influencia de la Universidad, por sus estímulos; otros comprenderán, además, en ella, toda institución de este carácter, aunque la acción de la Universidad no se manifieste siquiera: los «Cursos de enseñanza popular superior del Ayuntamiento de Paris», o los grupos para «cooperación de las ideas de M. Deherme», por ejemplo; aquellos aun estimarán como auxiliares muchas de estas creaciones, y algunas de ellas como expresión superior de la educación social, pero nunca como constitutivas de la verdadera Extensión universitaria, que entienden con un carácter superior docente.
Al reseñar sus direcciones en España, y sin pretender resolver la cuestión –si la hay–, que no nos importa ahora, me referiré sólo a lo que cae dentro del sentido que originariamente, a mi ver, tuvo en Inglaterra, y que tiene todavía en los países adonde llegó su influjo –con excepción de los Estados Unidos, en los que alcanza el grado mayor de florecimiento–, es decir, a todo lo que revele ampliación de la enseñanza de las Universidades, por lo que afecta a las personas que la desempeñan y al público a que se dirige, a la extensión de los medios que emplean, como órganos sociales conscientes de una actividad racional humana. Es la Extensión cuantitativa, pudiéramos decir en una palabra, acción para la masa, para más personas y de más asuntos, dentro del orden de la ciencia, que los comprendidos en los programas oficiales; de otros maestros, que comparten con los de casa la magnitud de la obra; no cualitativa, en que la [128] Universidad, con vista a fines que puede servir indirectamente, perdiera como persona social lo constitutivo de su peculiar naturaleza. No me ocuparé, por eso, ni en las labores intelectuales (conferencias aisladas, creación de bibliotecas, de escuelas, &c.), en las que lo característico de la Universidad no se traduzca con sus procedimientos de investigación, en un cierto orden, de un modo sistemático –a menos que sean elementos o auxiliares de su obra–, ni de la tarea que, reuniendo estos requisitos, se guarde en la Universidad sin ir al «gran público» (la «Escuela práctica de estudios jurídicos y sociales» de la Universidad de Oviedo, v. gr.), ni menos de tantas otras, que aunque se realicen por influjo de la Universidad –ya que tiene también una misión educativa, social, moral, patriótica{4}, &c.–, no consuenen directamente con su finalidad ideal científica{5}.
Ahora bien; sucede que hay grados en esta obra complejísima, lo mismo en su organización que en sus efectos. Puede tener una primera manifestación en las conferencias{6}, cuando son seriadas y obedecen a cierta unidad, a un sistema, darse después en verdaderos cursos universitarios y hasta adquirir, sin abandonar su función primordial, las formas superiores que tiene en Inglaterra, los Estados Unidos y Bélgica, donde cuentan las Universidades de la Extensión con un público entusiasta, sediento de ideales y de saber, alentador de todas las nuevas empresas, de las obras grandes{7}. [130]
II
Cómo nace
Como una de tantas cristalizaciones de la educación, nació cuando la enseñanza aristocrática, privilegiaria, perdía sus prestigios ante las corrientes sociales, que las vindicaciones de cierta clase y el advenimiento a la vida pública del pueblo produjeron desde el comienzo del siglo. La educación empezaba a perder en las doctrinas los pujos individualistas, personales, de la Edad Media, y surgían las instituciones populares, las escuelas públicas, las conferencias para adultos, las bibliotecas de vulgarización, que realizaban sus aspiraciones ideales{8}. No viven fuera del mundo real las universidades, y prestaron su concurso, y [131] vertieron en la corriente cuanto estaba de su parte para la función social reflexiva de la ciencia.
Inglaterra, donde existe, como dice Taine, una especie de culto al esfuerzo por el esfuerzo mismo, tomó la iniciativa. Mientras los «Institutos mecánicos» de lord Brougham no daban tregua a las tareas intelectuales que Birbeck les había impreso en 1800, y ardía el ansia de saber en multitud de asociaciones de obreros, todavía en 1845 permanecían las Universidades inglesas estudiando para sí solas, dentro de sus muros, separadas del mundo. En 1853 contesta una comisión real a una petición de algunos nobles, aceptando los recursos ofrecidos por iniciativa privada, para llevar a los pobres la enseñanza de las universidades; crece el entusiasmo, multiplícanse las instituciones populares, sucédense conferencias, escritores como Arturo Hervey{9} piden el auxilio de las universidades, y nace, producida por el ambiente, en 1871, la University extension, con el profesor Stuart, de la Universidad de Cambridge, que hace un curso en una asociación de señoras. El ejemplo fue imitado. Siguieron Oxford y otras universidades después. Los ferrocarriles ponen esos frutos al alcance de los distritos más inaccesibles; surge una organización acabada, con comités especiales y un cuerpo de conferenciantes que acude a las necesidades del saber, sentidas en todas partes con conferencias, libros, programas, un periódico, el University Extension Journal, órgano de todo el movimiento; en fin, se crean clases, colegios técnicos, incorporación de estudios a las universidades, una especie [132] de «orgía intelectual» para una multitud anhelante, inspiradora de obras de más empeño.
La Extensión universitaria inglesa vino a realizar la tradición de los antiguos colegios de Cambridge; por eso, en opinión de Th. Gresham, «cuenta tradición de siglos».
He aquí aproximadamente su obra en Inglaterra:
a) Concesión de certificados y grados universitarios.
Queriendo los organizadores hacer efectivamente obra de Universidad, y nunca obra de vulgarización de la ciencia, según dijimos, dieron a sus trabajos la continuidad, la seriedad y el sistema que en la Universidad se exigen. Necesitaban para ello trabajar con un núcleo fijo de alumnos, y para influir más reflexivamente en su constitución y para que ellos a su vez se aprovecharan de las ventajas de los colegios, instituyeron sucesivamente varios diplomas, a saber: Certificado de «semestre» para quien sigue las doce conferencias, trabaja especialmente con el profesor, que reparte entre los oyentes un Syllabus o programa de sus tareas, y triunfa en el examen (en 1873-98 lo obtuvieron 30.000 estudiantes); certificado de «sesión», iniciado en Londres, para los trabajos de un año; certificado del «vicecanciller», para quien reúne, en ciertas condiciones, cuatro certificados de sesión; título de «afiliados a la Universidad de Cambridge», creado en 1880, para los que habiendo estudiado cuatro años (tres sobre asuntos conexos y el otro sobre otra rama de conocimientos) en un centro local que goce del privilegio de «afiliación», haya realizado todos los trabajos y sufrido todos los exámenes, a más de uno de latín, matemáticas y de una lengua moderna. El agraciado puede seguir estudiando en la Universidad, [133] dispensado del examen de ingreso, y alcanzar grados en ella con reducción de las condiciones de residencia. Y mientras en Cambridge se piensa fundar cursos más elevados que merezcan la concesión de títulos de la Universidad, en Londres ya se llegó a la verdadera incorporación de los estudios de la Extensión a los estudios universitarios, asimilando a los estudiantes de fuera, sean quienes sean, a los internos de las universidades. En esta ciudad formóse en 1876 la Sociedad de la Extensión Universitaria, pues no había Universidad que enseñara, con las personas (hombres y mujeres) más interesadas en esparcir la instrucción superior y representantes de todos los principales centros de educación de Londres. Profesores de su Universidad (que sólo examinaba) y de las de Oxford y Cambridge, formaban una comisión consultiva en todo lo referente a la dirección de la enseñanza. Las leyes de 1889-91 acerca de la instrucción técnica, y la de 1890 sobre las constituciones locales, dieron un impulso inusitado a los cursos de adultos y a los institutos politécnicos, en todos los cuales ponía manos el creciente movimiento extensionista. El decreto de 1898, nacido también de su influencia, constituyendo completa la Universidad de Londres, es decir, facultándola también para la enseñanza, responde a las aspiraciones de los más exigentes en pro de la educación del pueblo. El Consejo de la Nueva Universidad examina de qué manera puede sancionar los trabajos llevados a cabo bajo la dirección de la Comisión de la Extensión, según estas condiciones: «El Senado no impondrá ningún límite de tiempo, ni exigirá ningún número de horas en un período limitado, ni establecerá ninguna regla que impida obtener a los estudiantes que trabajen por la noche [134] los mismos grados que a los demás.» Con lo cual se coronó la perseguida obra{10}.
b) Influencia de la Universidad en las otras enseñanzas.
Lo cual harto se ve en lo que antecede, pero importa notar con Mr. Hartof sus relaciones con las escuelas primarias y la instrucción técnica. Respecto a las primeras hay que decir que en ellas se forman los que han de ser sus maestros, permaneciendo cuando alumnos, si a ello se dedican (pupil-teachers), al lado de sus directores, una vez terminado el período de la escolaridad y durante cuatro años. Sufren entonces un examen que les lleva a la Normal, que según el Reglamento de 1893, puede ser sustituido por un certificado de la Extensión obtenido después de un año de trabajo. Esta nueva aplicación, iniciada por Victoria University en el Lancashire, dio los mejores resultados.
Su influencia en la enseñanza técnica comenzó cuando por Actas del Parlamento (1889-1890) se dispuso que los Country Councils gastasen en ella sumas enormes, sacadas del impuesto directo sobre alcoholes. Puestos bajo la égida de la Extensión en un principio, mientras la organizaban, se apartaron después de ella. Hoy la organiza la Universidad en sus colegios con su subvención, como en el Yorkshire, por ejemplo, en que la enseñanza agrícola dirigida por la Universidad está en gran predicamento{11}. [135]
c) Summer meetings.
Como a despecho de sus buenos propósitos no pueden llevar con ellos los profesores de las universidades el genius loci de los aristocráticos colegios su espíritu más elevado y superfino a la masa de la nación, se establecieron en Oxford, en 1888, estas reuniones de verano, que por sus resultados, cada vez mejores y más grandes, siguieron verificándose con alternativas, unos años allí, otros en Londres y Cambridge. Los alumnos de la Extensión fraternizan en ellas entré sí y con los pensadores más eminentes de la Gran Bretaña, encuentran las bibliotecas y laboratorios que no pueden tener en las pequeñas ciudades, y disfrutan, sobre todo, del ambiente encantador en que se formaron sus maestros. Al primer sumner meeting acudieron 1000 estudiantes de todo el país, hoy cada vez se ven más concurridos por los extranjeros{12}.
d) Fundación de universidades y colegios.
Fue la primitiva aspiración, según parece, de los promovedores de esta obra, la de formar en algunas ciudades centros universitarios con las atribuciones y la cultura de los dos clásicos de Oxford y Cambridge. Por lo dicho de la Universidad de Londres, ya puede tenerse idea de cómo lo consiguieron. Mas habrá que añadir que triunfaron también en Nottingham, Sheffield, Liverpool, Leeds, &c., donde se vio gradualmente transformarse los centros de la Extensión en University Collèges. Y por si fuera poco, como estas pretensiones no podían realizarse en poblaciones pequeñas, se han hecho experiencias en algunas como Colchester, Readinga, Exeter, &c., que aseguran en [136] colegios extensionistas una excelente enseñanza superior. En Exeter, por ejemplo, la Extensión aunó en un gran centro todas las instituciones existentes por cima del nivel primario, como las clases técnicas y científicas del municipio, los cursos ambulantes de la Universidad, la biblioteca pública, el museo local, &c., donde se adquiere la instrucción técnica y la cultura general{13}.
Tales son las funciones de la Extensión universitaria inglesa, y ese su alcance. Como se ve, ni nunca intentó salirse de las que constituyen la esencia de la Universidad, difusión del espíritu científico, ni persiguió vulgarizar su enseñanza superior más elevada. «Se la ha considerado con frecuencia –dice el profesor Roberts– como un sistema de conferencias Populares; nada menos que y eso: las conferencias de este género, por interesantes que sean, no tienen nada que ver con la Extensión universitaria.»
III
Extensión de la Extensión
De la substancia de las Universidades inglesas vivieron las de muchos países, pues bien puede decirse que el movimiento que reseñamos invadió bien pronto las de todo el mundo.
Las primeras en imitar a las inglesas fueron las de los Estados Unidos, iniciadas por Vincent en [137] 1886, donde apenas se cuenta ya población de importancia que no tenga una sala de cursos, ni centro obrero donde no hayan llegado conferenciantes. Monsieur Chaboseau refiere sus orígenes a los cursos gratuitos de noche de Channing, Horacio Man y Emerson, en Boston, Baltimore y Nueva York, tendencias prematuras que tuvieron buen avance en 1879 con los profesores de John Hopkins, Baltimore y Caxton, hasta que aclimataron al cabo definitivamente. En 1890 se fundó en Filadelfia la American Society for Extension of University con objeto «de extender el ideal universitario a los que no recibieron la educación de las universidades; de mantener despierto entre los «hombres de universidad» los gustos suscitados por la educación universitaria y de introducir sus métodos en el estudio de los asuntos que atraen la curiosidad del pueblo»{14}. La organización es semejante a la inglesa y los resultados siempre crecientes. Desde 1890 a 1900 organizó 954 cursos en 213 centros, con cerca de 200.000 alumnos regulares. Los «misioneros» más activos parece fueron los de Chicago, que por cierto trataban sus asuntos con un marcado sabor jingoísta.
Del Continente, la primera nación que imitó las tareas británicas fue Alemania, cuyas universidades de Léipzig, Berlín, Hamburgo, Munich, etcétera, con sus Hochschulvorträdge für Jederinann (cursos de enseñanza superior para todo el mundo), fueron un aliento constante de cultura en los centros industriales. En Munich siguieron los cursos (uno de ellos debido a Reinhardstoettner sobre las [138] literaturas de España y Portugal) en el primer trimestre de 1898, 964 oyentes; en Léipzig llegaron a 1.025 los asistentes a los cursos del mismo trimestre, y las conferencias llegaron a reunir hasta 6.300{15}.
También en Francia se encuentra, el movimiento si bien mezclado con poderosas corrientes de enseñanza, superior popular, lo cual y la manera de ser de sus universidades, tan distinta de las otras, hace difícil discernirle netamente. En general, puede decirse que la Extensión universitaria está allí representada en lo que tiene de propagadora de cierta clase de cultura, por instituciones privadas más o menos reconocidas por el Estado como de utilidad pública. He aquí lo que pasa. Como en Inglaterra tuvo instituciones populares desde principios del siglo; tuvo después, durante el segundo imperio, conferencias en la Sorbona, en las que intervenían sus profesores, los de los liceos, escritores, publicistas y consejeros de Estado{16}; el espíritu amplio y liberal de sus cátedras oficiales (ya queda dicho cómo en Paris son en cierto modo obra de Extensión) y la disposición de monsieur Combes en 1896, sobre que los profesores de los liceos y facultades tomaran parte en la organización de la enseñanza popular superior a que se entregaba una multitud de asociaciones particulares, fueron un poco los comienzos de la obra a que se dieron las universidades de Clermont, Caen, Burdeos, Grenoble, &c., mientras la Société pour étude des questions de l'enseignement supérieur [139] hacía gran propaganda desde las columnas de su revista. Su III Congreso, reunido en Paris en 1900, que discutió ampliamente el asunto, creo que puso de manifiesto que no hay en Francia nada que se parezca a la University extension, aunque sí un movimiento de extensión de la cultura, que sin tener nada de común con la Universidad en aquel sentido, va quizá más lejos que en Inglaterra. Pues ni las Escuelas de ciencias sociales de que hablamos, ni las «Universidades populares», pueden quizá calificarse como tales{17}.
Si indagamos qué movimientos pudieran en Bélgica significar las demandas de la opinión en pro de la Extensión universitaria, tendríamos que copiar las tareas que las Sociétés Franklin, por ejemplo, organizaban en Lieja, o las del Willems Fonds, debidas al partido liberal, que llenaron de bibliotecas populares el país flamenco, paralelas a las del David Fonds, católicas, con el mismo empeño; sobre todo, acaso, las de las Sociétés Laurent, fundadas por el sabio profesor que les dio nombre, educador directo de los militantes socialistas; habría que copiar las de la municipalidad de Bruselas, que ya en 1851 instituía cursos de enseñanza superior para adultos, y las de la Ligue belge de l'enseignement... Pero la Extensión universitaria propiamente dicha no fue discutida en Bélgica hasta que en 1884 el profesor Fredericq, de la Universidad de Gante, [140] llamó sobre ella la atención a la vuelta de su viaje a Inglaterra: se organizó por este profesor con sus alumnos en 1892; también la Universidad de Bruselas y el partido socialista ponían en su programa, por la misma época, la consigna de contribuir a organizarla y extenderla. La obra tiene mucha semejanza con la inglesa en cuanto a la organización, si bien no llegó al examen ni a la concesión de grados por creer que carecen de importancia estos extremos, donde hay un amplio desarrollo de la enseñanza libre, y están las otras (primaria y secundaria media y superior) muy generalizadas. En la «Universidad Nueva» vieron muchos el verdadero organismo o ideal de la Extensión universitaria, pero ésta, como la Universidad libre, no es más que un centro de enseñanza superior, que tiene su actividad particular extensionista. Con él y con el que empezó a funcionar en Lovaina (Universidad católica), reúne Bélgica tres organismos de Extensión, cuyos conferenciantes esparcen la ciencia por todos los ámbitos del país, ayudados por comités locales y con subvenciones de los municipios y del Estado. De otra parte están las «Universidades Populares» y la infinidad de obras privadas y oficiales de cultura popular{18}.
Muy otra cosa ocurre con lo que se llaman Universidades populares en Austria, donde la de Viena está dirigida por la Universidad: fue creada por ella, y pagada con dinero del ministerio de Instrucción pública. Es un caso de Extensión universitaria, donde se practica la enseñanza de la [141] Universidad con cierto tono de vulgarización y se prohíben los cursos que digan relación a las luchas políticas, religiosas y sociales de nuestro tiempo{19}. Lo mismo sucede en Italia, según ya he manifestado a propósito de la de Turín. En Hungría gana terreno, alentada por Magyar Paedagogia. El Szabad Lyceum, fundado en 1893, reunió para sus conferencias cerca de 8.000 oyentes. En Rusia, según noticias de Candiani, en la Revue Universitaire (Abril 1898), buscan las universidades a los obreros de los barrios pobres. Tuvo gran impulso en Moscou y aun en la capital con los profesores Milioukov, Kisewetter, Nijorodtsev, y el público toma parte en las clases presentando Memorias. En la Universidad de Helsingfors se trabaja con gran vitalidad en los cursos de noche... En fin, ya en todas partes acompaña un interés creciente a las manifestaciones de la Universidad, que busca al pueblo hasta en las últimas capas sociales.
IV
En España
España, que en opinión de Chaboseau no comulga en estos ideales, «obscurecida su intelectualidad, desde hace mucho, por el clericalismo más formidable», entra, sin embargo, a su modo, en el concierto de las Universidades populares{20}. [142]
Como en los otros países no sajones, nació aquí la institución por estímulos de fuera: creció el movimiento y llegó a España, donde existen en tan alto grado (aunque no se sientan con gran intensidad) las necesidades que remedia.
No tiene antecedentes la Extensión en la organización antigua de nuestras universidades. Si siempre, al nacer, como cuando significaron algo en el mundo cultivaban el saber para todos y difundían la enseñanza quizá con el mismo espíritu que las universidades de Inglaterra o Francia, era característico de los tiempos el privilegio; la ciencia quedaba en unos pocos; y si «brillaron entonces –como dice un autor– muchas y muy célebres universidades, de donde salían doctores famosos que atronaban las aulas con voces y conmovían las escuelas con sus eternas disputas... eran escasas las primeras letras, y las segundas no se conocían, del supremo saber se pasaba repentinamente a la supina ignorancia, y sólo en algunas regiones de la sociedad se estudiaba y pensaba, no existiendo en las demás sino para el ejercicio de las armas, los trabajos de una grosera industria o la servidumbre»{21}. [143]
Pero si ni en las antiguas escuelas eclesiásticas, ni en aquellas universidades, que cabalmente, por lo privilegiario de su régimen y su autonomía de verdaderas «repúblicas democráticas», reunían en su seno a tanta gente, ni en sus colegios, con becas para los virtuosos y los pobres, se encuentra nada que semeje a las instituciones de la Extensión{22}, sí se produjo a fines del siglo pasado el movimiento social que engendró al cabo, entre otras cosas, las manifestaciones populares de la enseñanza. En tiempos de Carlos III, propalaban en discursos sus beneficios los más famosos ministros de entonces, principalmente Campomanes{23}; y las asociaciones de iniciativa privada que sancionaba después el poder público, las «Sociedades Económicas de Amigos del País», las «Juntas de Damas» y algunas otras{24}, fundaban escuelas para los obreros y los pobres, que se multiplicaron con Carlos IV, y en muchas de las cuales se remediaban malos de la enseñanza primaria con cursos de noche u otros complementarios, o se facilitaba a los obreros una cierta instrucción profesional técnica, en armonía con sus aficiones y aptitudes, y hasta con las necesidades apremiantes del país en que se establecían. Los desastres de las guerras que siguieron a estos chispazos de prosperidad y bienandanza, y la acentuación creciente de nuestra decadencia nacional, hicieron casi estéril una obra que empezaba con buenos auspicios, al parecer. [144]
Cerca ya de nosotros, a partir sobre todo de la revolución de 1868, consolidóse la corriente, sea en Escuelas de Artes y Oficios numerosas, y de cierta importancia en Bilbao, Madrid y Barcelona, sea en algunas sociedades, como el «Instituto del Fomento Nacional», de la última ciudad; el «Centro Industrial de Cataluña», la «Asociación para la Enseñanza de la Mujer», en Madrid, y otras de menos significación, dirigieron un movimiento que, aunque muy de lejos, acaso recuerda el de los Institutos mecánicos ingleses o el de las Artes y Oficios de Francia, Alemania, &c.{25}. Y frente a esos centros de la enseñanza popular artística, profesional industrial, mantuvieron el saber en otros órdenes de la ciencia (principalmente en el de las llamadas morales y políticas) academias, ateneos, sociedades políticas, museos, casinos, etcétera, contaminados hoy de anemia, como todo, de esa especie de ataxia y aplanamiento que se ofrece en el resto de las manifestaciones nacionales.
A M. Paul Melon{26}, historiador muy discreto de nuestra enseñanza superior, que no encuentra al parecer (al menos, no lo dice) manifestaciones de la Extensión universitaria en la tarea de nuestros primeros centros oficiales docentes, le recuerdan algo de lo que con ese fin se hace en Inglaterra las «Cátedras de estudios superiores» que hombres de ciencia, pensadores, literatos y publicistas, de más o menos predicamento, dan en el Ateneo de Madrid{27}. Pienso que con los [145] mismos títulos pudiera hablarse de cursos, de conferencias y de trabajos parecidos, de vulgarización unos, otros de cierto rigor científico, llevados a cabo en otras asociaciones e institutos, como el «Círculo de la Unión mercantil e industrial», la «Sociedad española de excursiones», la asociación «Germinal», el «Museo Pedagógico», la «Asociación de la Prensa» y en muchos más de provincias, donde se cultiva, y sobre todo se propaga, el saber, sin intervención directa de las universidades.
El primer intento –de que tengo al menos noticia– para hacer intervenir a las universidades más directamente, es el de don Fernando de Castro, que, en su rectorado (1868-70), acometió en la de Madrid muchas otras reformas de importancia, casi todas las cuales han caído, desatendidas por sus sucesores: verbigracia, el Boletín-Revista, las academias de profesores, las continuas reuniones del Claustro, &c. Una de las que se han salvado ha sido la «Asociación para la enseñanza de la mujer», fundada por él en 1869 y que dura, y hasta se ha desenvuelto, aunque fuera ya de la Universidad y llevando la vida miserable que es natural lleven en nuestro país obras de esta clase. La fundación comprendía, además de la «Escuela de Institutrices», unas «Conferencias dominicales», dirigidas especialmente a las señoras, y que se verificaban en el paraninfo de la Universidad, con extraordinaria concurrencia. Echegaray, Valera, Moret, García Blanco, Labra, don Francisco de P. Canalejas, don Miguel Merino, don Tomás [146] Tapia, don Antonio María Segovia, Sanromá, don Gabriel Rodríguez, no sé si Castelar y Moreno Gabriel Rodríguez, Nieto, entre otras personas, ya del profesorado, ya de fuera, juntas con el propio don Fernando, fueron los principales obreros de aquella empresa, que durante los dos años que subsistió, comprendía conferencias aisladas, lecturas y cursos sistemáticos. Igualmente mencionaré las enseñanzas nocturnas de adultos que el venerable rector creó también en diversos establecimientos universitarios, confiándolas a profesores y a estudiantes, cuyo celo recordaba en algún modo y en reducido límite la acción social y educadora de la juventud británica. Estos concursos desaparecieron con él.
Ahora, viniendo al movimiento actual, nació, a mi ver, la Extensión entre nosotros, con un objeto más humilde que el de las conferencias del Ateneo y demás centros análogos, pero a semejanza de los precedentes que acabamos de citar, y a distinción de dichas conferencias, en virtud de la ingerencia de la Universidad en esas direcciones de la enseñanza popular, y siguiendo el ejemplo de lo que se hizo en el extranjero. Y nótese bien, «siguiendo el ejemplo». Pero no se crea que la imitación supone que lo obtenido por ella sea meramente advenedizo, artificioso o extraño, pues cuando se adopta lo de fuera se hace por necesidad de la propia substancia, que tiene capacidad para ello, y hacia ello tiende; ni menos debe mirarse con desdoro, como suele ser corriente, semejante función. «Sólo el loco deja de comer naranjas –dice Jhering, hablando del derecho– porque no hayan nacido en su jardín.» Además, no debemos olvidar los españoles (que vivimos tanto de lo extranjero, y sin pensarlo muchas veces) que nuestras universidades se inspiraron siempre en las de [147] fuera, aun en el grado mayor de su florecimiento; leían sus libros, y a los estatutos de ellas acomodaban los suyos. Para redactar los de Huesca, por ejemplo, se enviaron a Paris comisionados; el gran Cisneros organizó sus estudios en Alcalá more parisiensi, y porque en París no se estudiaba derecho civil, no consintió aquí su estudio. Gil de Zárate dice: «Nada hubo de creación nacional en nuestras universidades», y sólo fuimos originales cuando nos estacionamos con lo ajeno, mientras el saber progresaba fuera y exigía nuevas imitaciones{28}.
Las universidades que aquí mantienen la Extensión, o han hecho algo con ese propósito, son las de Zaragoza, Barcelona, Sevilla y Oviedo.
Comenzó la de Zaragoza su tarea, que denomina «Cursos de conferencias universitarias», para solemnizar en 1893 la inauguración de uno de los edificios de sus facultades, coincidiendo con el centenario tercero de las obras principales del que fundó y costeó para la Universidad el famoso prior de la Seo. El claustro fue quien las creó, a propuesta del rector, y alimentadas por él vivieron, pues sólo accidentalmente desempeñaron estas enseñanzas otros maestros de fuera. El señor Moret y Prendergast, ministro de Fomento entonces, inauguró los cursos con una conferencia acerca de la «Naturaleza de la vida, según los descubrimientos de la ciencia experimental», a que siguieron otras (al principio dos, después hasta cuatro mensuales), casi todas independientes entre sí, aunque con cierta unidad en la tendencia, alguna vez seriadas, y por excepción destinadas en sesiones [148] extraordinarias (como la celebrada para honrar la memoria de Pasteur), para enaltecer o conmemorar los merecimientos de buenas obras{29}.
Los asuntos de estos trabajos, ya de investigación, ya de vulgarización no pueden ser más variados ni más universales. Al lado de las conferencias de los profesores Ibarra («La política colonial de los Reyes Católicos»), J. Rivera («Orígenes del Justiciazgo aragonés») y Solano («El aluminio; Las materias explosivas»), que formaron verdaderos cursos cortos, figuran en los cuadros de enseñanza de todos los años muchas otras sobre los temas más diversos, por ejemplo: Hernández Fajarnés, «La Metafísica ante los problemas filosóficos planteados por las ciencias experimentales»; «La Universidad ante la ciencia»; Mendizábal, «Concepto jurídico de la guerra con los pueblos bárbaros»; «El sujeto del Derecho»; «La defensa del honor»; «La eliminación del criminal, como pena»; «La reincidencia»; Borobio, «Causas de la mortalidad en la infancia»; «El problema de la educación física»; Iranzo, «La Clínica y el Laboratorio); Gila, «Geología de Zaragoza»; «El suelo y la industria en Aragón»; Royo, «La curación de la tisis en 1898» &c.
La Universidad de Barcelona asoció a la obra de sus «Conferencias dominicales» profesores de varios centros de enseñanza, alternando con los de las facultades, profesores de las escuelas de Arquitectura y de Ingenieros industriales; fueron principalmente de vulgarización. Después de algunos años ha organizado una sólida [149] Extensión universitaria, propiamente tal, gracias a los esfuerzos beneméritos de su rector, el señor Rodríguez Méndez.
De la Universidad de Sevilla sólo sé que su rector, el señor Moris y Fernández Vallin, tuvo un plan amplio de «Estudios de extensión universitaria», que abarcaba conferencias y excursiones científicas, contaba con el auxilio de otras personas de fuera de la enseñanza y de la Universidad, y se dirigía a la juventud que sale de las aulas, dando gran importancia a las excursiones a monumentos de arte, archivos, museos, fábricas, minas, &c. Sabida es la importancia que estas excursiones han adquirido en Sevilla, a impulsos de los profesores señores Sales y Ferré y Calderón, hoy en la Universidad de Madrid.
V
Oviedo
Pero donde la obra de la Extensión se reveló con más vitalidad y carácter, acaso por haber nacido después de otros ensayos, fue en la Universidad de Oviedo. Imbuida, como dice M. Melon, del espíritu moderno; alentada por los progresos de Alemania, Inglaterra y Francia, con cuyos principales centros de enseñanza se relacionan sus profesores, tiene está Universidad participación ideal en la obra de la educación novísima. A ella, en el límite de sus recursos, procura atemperar [150] sus procedimientos didácticos, acrecentando sus medios de enseñanza de día en día y ofreciendo a la juventud un hogar de estudio y de trabajo, donde cultivar esperanzas, en medio del desaliento general y del amortiguamiento del espíritu público. En 1896 crearon algunos de sus profesores, con el decano de Derecho y el rector, una «Escuela práctica de Estudios jurídicos y sociales», especie de «seminario» en que se procura fomentar la investigación personal y la iniciativa de los alumnos que estudian, y a principios del curso de 1898-99 iniciaron con brío sus tareas de Extensión universitaria.
En la Oración que para inaugurar el curso ordinario leyó en la Universidad el profesor señor Altamira{30}, ponía la extensión de la enseñanza como uno de los medios de la Universidad, para los fines del patriotismo, cuando se pensaba ya en la creación de cursos nocturnos populares de vulgarización, científica. El claustro de profesores, convocado por el rector señor Aramburu, acordó entonces comenzar la obra. Componíase ésta de tres partes: 1ª, Estudios superiores; 2ª, Conferencias de vulgarización; 3ª, Excursiones. Después organizó cursos para los obreros, contando, inclusive, con su trabajo personal, cursos que funcionan todavía, y cada vez en más auge, con el título de Universidad popular. La enseñanza de los dos primeros grupos se da de noche en la Universidad o fuera de ella, en la Escuela de Artes y Oficios de la ciudad, en otros centros y sociedades, o en los pueblos de la provincia que lo solicitan; los maestros son los de las facultades o cualesquiera, otras personas, [151] científicos, literatos, ingenieros, publicistas, profesores del Instituto provincial, del Seminario conciliar, &c.; las lecciones no exceden de tres por semana, combinadas las enseñanzas; son públicas y se exige matrícula (gratuita) sólo en las excursiones por lo que atañe a la formación de los grupos y en la Universidad popular.
Dentro de la Universidad han dado cursos, en la sección de Estudios superiores, el profesor don Leopoldo Alas (de Derecho) sobre «Filosofía contemporánea», y acerca de «La Geometría de dimensiones» el profesor señor Mur (de Ciencias). En la sección de Conferencias de vulgarización, que han formado cursos también, se desarrolló el programa siguiente: «Leyendas de Historia de España», por el profesor señor Altamira (de Derecho); «Industrias asturianas», por el profesor señor Martín Ayuso (del Instituto); «Cuestiones cosmológicas», por el profesor señor Bayón (del Seminario conciliar); «Astronomía popular» (con proyecciones), por el profesor señor Fernández Echevarria (de Ciencias); «Viaje por España» (con proyecciones), por el profesor señor Sela (de Derecho); «Proto historia asturiana», por el profesor señor Fernández. El profesor señor Redondo, del Instituto provincial, como director de las Excursiones de Arqueología asturiana, hizo una lección general preparatoria en la Universidad y emprendió después su obra, visitando con las personas inscritas los monumentos notables de Oviedo y sus alrededores.
Los pueblos que han solicitado primeramente la enseñanza, de la Extensión, fueron Avilés y La Felguera. Y en los dos se inauguró una serie de cursos abreviados de tres o cuatro conferencias o lecciones. En Avilés, villa industriosa, rica, de las [152] más prósperas de Asturias, situada cerca del mar, rodeada de vías de comunicación, que la hacen excelente para el mercado y el tráfico, inició los cursos de la Universidad popular el profesor señor Buylla, en un salón de la Sociedad obrera, tratando de «Las grandes instituciones económicas del siglo actual». El profesor, como un «diputado de la Universidad», que es lo que en opinión de Sadler significan los maestros de la Extensión, expuso la naturaleza de los cursos que inauguraba; lo que significaba la Universidad ante los problemas contemporáneos; cómo cunde ese espíritu de expansión de la enseñanza frente a la fiebre de saber de las sociedades actuales. Después, entrando en el tema, expuso el concepto de la Economía, antecedente necesario de las lecciones ulteriores, mientras un público numeroso escuchaba con religioso silencio y entusiasmo. Siguieron al señor Buylla, otros: el señor Jove («Los derechos políticos»); el señor Altamira («Orígenes de la España moderna»)... y mantiénese vivo el interés que congrega a ricos y pobres en derredor del conferenciante.
La Felguera es otro de los centros industriales de más florecimiento en Asturias. Pueblo trabajador si los hay, inteligente, situado en un valle riquísimo, de altas montañas minadas por el trabajo, holladas por ferrocarriles en todas direcciones, animadas por el ruido de las máquinas y sembradas de fábricas numerosas, es uno de los lugares de la región en donde se cultiva mejor el esfuerzo por el esfuerzo, y crece pujante el ansia de saber ante las maravillas de la industria. Una comisión de su Ateneo-Casino solicitó el servicio de la Universidad de Oviedo: el profesor señor Posada inauguró los cursos, ante un público numeroso, que reunía a todas las clases sociales, exponiendo «El sufragio [153] político en los diferentes Estados». Definió el sufragio: si es una función del Estado, un deber o un derecho, y puso de manifiesto el carácter ético y racional del voto. Como en Avilés, cuajaron tan bien estas enseñanzas, que en el resto de las conferencias de este curso, como en los iniciados por los profesores señores Sela y Mur sobre «Geografía descriptiva» y «Productos industriales de la hulla», y por el doctor Clavería, acerca de la «Higiene del obrero», no decayó el entusiasmo de las gentes, y acuden con avidez a los beneficios de la Universidad que les llega a casa.
Después fue Gijón donde se organizó todo un organismo de extensión universitaria con el mejor éxito, Mieres, Trubia, hasta Bilbao y Santander, los que se aprovecharon de estos saludables influjos de cultura, que sobrepujaron y sobrepujan toda suerte de esperanzas{31}.
VI
Crítica
En cuanto al aprecio de la obra, en general, de la Extensión, hay opiniones para todos los gustos: tan difícil es, al decir de Espinas, examinar los [154] fines que persigue. Lo cierto es que en Inglaterra, que dio la norma de su vida y que la cultivó con tanto esmero, empeñáronse en ella, por eso mismo, los más opuestos intereses: ajena al espíritu estrecho de secta, hizo entrar en su corriente ministros de todas las religiones, que creían, al servirla, servir a su peculiar creencia; a distancia de los compromisos de la política, mezcló en su obra a conservadores y liberales, que no renunciaron a sus diversos objetivos por eso; arrastró a las gentes de buena voluntad, ofreciendo sólo difusión de la verdad, educación cívica, a amigos de la Universidad como a enemigos de ella; y al ir de las clases medias hasta los estratos más profundos del desde los centros de superior cultura hasta los lugares de la ignorancia, a través de barrios miserables, de villas y ciudades mineras o agrícolas apartadas, confunde en un sólo aliento a sabios entusiastas, a la gente buena, a los creyentes de todas las iglesias{32}. Para que no falte nada, al lado de los autores (Sadler, Max Leclèrc y casi todos los citados arriba), que, al encarecer los merecimientos de la institución, la ofrecen como educadora de la democracia (porque anula la hostilidad y la oposición de la «masa», destruye el diletantismo de las Universidades y genera con el cambio de sentimientos la paz social), y trabajan por depurarla de sus deficiencias y acrecentar su acción, figuran otros (Espinas, v. gr.), que, si bien afirman que «se ha hecho lo posible», con generosidad, con habilidad incontestable, son escasos los resultados de la obra, costosísimos e influidos por un vicio pedagógico: el de creer que son buenas todas las edades y todas las materias para la [155] educación (¡qué diría Goethe!) capaces de desvirtuar la misión de los antiguos colegios, y aun de destruirse a sí misma por su impulso propio, que la hará hostil algún día a las universidades...
En España tiene apenas importancia, el movimiento. Ni cuenta con la organización prodigiosa que alcanza en Inglaterra y en los Estados Unidos, ni con los estímulos de saber y riqueza con que vive en la floreciente Bélgica, ni con medios de otra clase, los oficiales, por ejemplo, con que ya cuenta en otras partes, con ese entusiasmo en el público{33} de algunos países, que llega en su afán de instruirse al vértigo, y que compensa, a mi ver, esos esfuerzos infructuosos, perdidos, de que Espinas se lamenta. No llegamos ahí; pero participa nuestra obra, a pesar de lo modesta, de las tendencias finales del movimiento.
Para algunos{34}, tiende a hacer vivir el espíritu de la Universidad, que ansiando medios fáciles para su obra, rompe los artificios oficiales de la reglamentación postiza, recaba para sí toda suerte de enseñanzas y se afirma en la intimidad de su obra con todos los atributos de organismo vivo; saludáronla, otros como mantenedora del espíritu de regeneración, tan traído y llevado en estos días amargos; algunos, como alentadora de un deber nuevo, condición de las exigencias sociales de la [156] época: el de la difusión de la enseñanza entre los obreros y los pobres...{35}.
La Extensión universitaria tal vez es todo eso entre nosotros; la expresión ideal de una nueva tendencia en la evolución social de las universidades, un órgano al servicio de justas reclamaciones populares, uno de los pocos medios serios, de los verdaderamente eficaces a mi ver, para sacudir esta atonía que impera, descubrir horizontes, iniciativas de juventud, despertar un alma donde remuerdan los males padecidos, y mortifiquen, con propósitos redentores... Pero además, sirve a la ciencia. El saber privilegiario, para los menos, a cubierto de los entusiasmos populares, sin comunión con el mundo, da a las ideas naturaleza de entidades consagradas, hieráticas; a la verdad, fórmulas inconmovibles y secas; y lo que se necesita es flexibilidad, espacios dilatados y abiertos, donde aparezcan pequeños esos fetiches de la ignorancia y se revele la miseria del dogmatismo por la pequeñez y la limitación humanas y se cobren alientos nuevos para investigaciones superiores desinteresadas. [156]
Notas
{1} Es Kuhn quien cita esa frase de un articulista de la Quarterly Review (Julio de 1898) al estudiar cómo se desnaturaliza el movimiento, revistiendo nuevas formas. Ving cinq ans d'extension universitaire en Angleterre (Revue internationale de l'enseignement t. XXXVII). En la conferencia celebrada en Cambridge en 1898 para tratar de asuntos de la Extensión, se sostuvo, principalmente por el duque de Devonshire y A. Howson, que debiera tener más alcance, en armonía con las nuevas corrientes, que el que originariamente tuvo.
{2} Notas de Mlle. Brés y A. Posada a las traducciones de la monografía de Sadler, University extension (La España Moderna, Marzo 1899).
{3} No siempre, porque A. Chabosseau mantiene acaso un criterio vacilante; hablando de Rusia, por ejemplo, dice que sólo se hicieron allí cursos nocturnos, aunque eso se haya llamado Extensión universitaria; en ocasiones, parece poner su característica en los Settlentents o colonias universitarias, sin perjuicio de incluir en ella instituciones que practican la enseñanza o la educación en general, sin conexión alguna en su obra con las Universidades. L'extension universitaire (Revue Socialiste, Junio y Septiembre 1898).
{4} Sela, La misión moral de la Universidad, discurso inaugural del curso de 1892-93 en la Universidad de Oviedo; R. Altamira, El patriotismo y la Universidad, íd. íd. del de 1898-99; Durkheim, Rôle des Universités dans l'éducation sociale du pays, en Congrés international de l'éducation sociale, París, 1901. –Sobre todo, consúltese para todos estos problemas del concepto de la Universidad y su crisis presente, Giner, Filosofía y sociología, Barcelona, 1904, y Pedagogía universitaria, Barcelona.
{5} Y casi es el sentido corriente. No domina otro en los trabajos de Mackinder y Sadler, Roberts, Moulton, acerca de la University extension; en las monografías de Chevalley, Hancock Nunn, Barnett y el espíritu de Buisson, en su libro L'education des adultes en Angleterre (París, 1896); Claparède, Toynbee-Hall (Revue d'économie politique, t. XI); Max Leclerc, Le rôle social des Universités (París, 1892); Espinas, L'extension des Universités en Angleterre, en Ecosse et aux Etats Unis (Revue internationale d'enseignement, Marzo y Abril 1892); el programa de discusión del asunto en la Société pour l'étude des questions d'enseignement supérieur (Revue int. de l'enseig., t. XXXIV); Bonnerot, Rapport sur [129] l'extension universitaire presenté au nom de la socité (ídem, t. XXXV); Hauser, L'extension universitaire et l'Université de Clermont (íd. íd.); las noticias publicadas en los tomos XXXV, XXXVI, XXXVII y siguientes de la misma revista acerca de los trabajos de la Extensión en Caen, Lille, Burdeos, Rusia, Hungría, &c.; el artículo 1º de los Estatutos de la Extensión de la Universidad libre de Bruselas, &c.
En este sentido, se conserva la Extensión universitaria dentro de otros florecimientos superiores de la educación social, con propia finalidad, combinada con el resto de la obra, en los Settlements, los colegios agrícolas, &c. Véase Espinas, Sadler, Kuhn, lugares citados; en Francia la noticia de Louys: París, rue des Forneaux, 74 (Revue internationale de l'enseignement, t. XXXVII.)
{6} Hasta tal punto, creo yo, se quiere ver obra de Universidad, con cierta disciplina y rigor científicos, que hay una tendencia difusa, en los autores y en las universidades, a hacer privativos de la Extensión los cursos enfrente de las conferencias (Chevalley, Claparéde, Chabosseau, &c., las Universidades de Oxford, Cambridge y alguna francesa ). Max Leclerc, sobre todo, dice que existe diferencia entre los cursos para adultos, las conferencias populares, &c., y la Extensión. En ésta, va la Universidad al pueblo con sus mismos procedimientos de investigación personal, sistemática, en la función científica. Cours ou conférences? (Revue de l'enseignement, t. XXXVI).
{7} También se habló de una Extensión universitaria interna, en Francia principalmente, por el profesor M. Larnaude, [130] sin salir de la Universidad, ni de sus profesores, ni de su público, sino organizando conferencias y cursos cortos de vulgarización en las distintas Facultades, para los estudiantes no pertenecientes a ellas, a fin de combatir la especialización exclusiva y hacer cultos a los de derecho, por ejemplo, en las cuestiones filosóficas y científicas, y a los de letras en las higiénicas y jurídicas, &c. El doctor Simonena habló mucho en la Universidad de Valladolid de Intensión Universitaria, y hasta ha hecho, creo, sobre ese tema un discurso inaugural.
{8} Acerca de cómo se hace hoy una pedagogía en este sentido, véase Cossío, La acción social de la educación (El Socialista, 1º de Mayo de 1898); Petit y Rambaud, Discursos, en la Sorbona, Julio 1897.
{9} De la idea de proveer de conferenciantes universitarios a los institutos literarios, científicos y mecánicos de la Gran Bretaña e Irlanda. Citado por Espinas. Loc. cit.
{10} Véase Roberts, Les études systematiques dans L'extension universitaire, y Kimmins, Incorporation de L'extension universitaire aux Universités, en el volumen del III Congreso internacional de enseñanza superior citado.
{11} Véase Hartof. L'extension universitaire, dans ses rapports avec les Ecoles primaires et l'Intruction thecnique, tomo del congreso citado.
{12} Véase R. Marriott, La position du «Summer Meeting» dans le systeme de Extensión universitaire, también loc. cit.
{13} Véase Prof. Roberts, loc, cit.
{14} Véase Nolen, Exposé de l'Euvre de la Societé Americaine d'Extension Universitaire, vol. del cong. citado, pág. 70, y los testimonios de Hanford, Henderson y Adams, citados por Chaboseau.
{15} Véase suplemento a las Hochschule Nachrichten, Abril 1898.
{16} Les sociétés literáires et scientifiques de la Sorbonne, de 1865 a 1869, en la Revue int. de l'enseig., tomo XXXVII.
{17} No es ese el sentido de Chaboseau. Véase su artículo citado y el tomo del III Congreso citado también (discurso sobre la Extensión universitaria). Véase Dick May: L'Enseignement social à París (R. Int. de l'enseignement, tomo XXXI.) Hay una opinión muy extendida que influye en que las universidades, a semejanza de las inglesas, tomen a su cargo la dirección de la Universidad popular; por ejemplo, monsieur Durkheim.
{18} Véanse el informe de M. Vandervelde al I Congreso de la enseñanza de las ciencias sociales, tomo citado, pág. 28, y L. Leclerc, Les universités populaires en Angleterre y L'extension universitaire en Belgique, en el vol. del III Congreso de referencia.
{19} Véanse las noticias de Hauser y Wolf en los tomos de los Congresos citados, págs. 235 y 93 respectivamente.
{20} Apenas se puede citar textos que lo comprueben. [142] Véanse Discurso inaugural del curso de conferencias en el año de 1898-99, por el doctor Hernández Fajarnés, de la Universidad de Zaragoza; Buylla, Nota acerca de la Extensión universitaria (Rev. Popular, 3 de Diciembre de 1898); Posada, nota a la traducción de Sadler (lugar citado,); y artículos insertos en periódicos de ese tiempo (La Notaría y La Vanguardia, de Barcelona; El Noroeste, de Gijón; El Carbayón y La Unión Republicana, de Oviedo; La Época, El Liberal, Heraldo, de Madrid, &c.), que bien describen las tareas de nuestra Extensión universitaria, bien aprueban su obra, con vista a proyectos regeneradores.
{21} Gil de Zárate, La instrucción pública en España, t. II, Madrid, 1855.
{22} Véase también La Fuente, Historia de las universidades, colegios y demás establecimientos de enseñanza en España, Madrid, 1884 a 1889; 4 vols.
{23} «Discurso sobre la Educación Popular de los artesanos y su fomento», Madrid, 1775.
{24} Cossío, La enseñanza primaria en España, Madrid, 1897.
{25} Pablo de Alzola, El arte industrial en España, Bilbao, 1892.
{26} Paul Melon, L'enseignement supérieur en Espagne, París, 1897.
{27} Después, y al mismo tiempo que estas cátedras, ha [145] organizado el Ateneo conferencias de vulgarización, principalmente para obreros, que ha llamado de Extensión universitaria.
{28} Sobre lo que puedan tener de exagerados estos juicios, véanse los de Compayré y de Rashdall en el Boletín de la Institución libre de enseñanza (1895 y 1896).
{29} Véanse los cuadros de los cursos de 1893 a 1899, publicados al final de la conferencia citada del doctor Hernández Fajarnés.
{30} El patriotismo y la Universidad. Véase el número 462 del Boletín de la Institución libre de enseñanza.
{31} Para enterarse del desarrollo de esta obra después de sus comienzos, deben verse: Anales de la Universidad de Oviedo (a partir de 1902); Albornoz, la Extensión universitaria en Asturias en La Lectura, 1903; Giner, Pedagogía universitaria (en los Manuales Soler, de Barcelona). Últimamente han hecho lecciones de Extensión en la Universidad de Oviedo dos profesores de Burdeos.
{32} Espinas, loc. cit.
{33} En la clase del público no hay gran diferencia entre el que acude aquí a la Extensión y el que aprovecha sus enseñanzas en el extranjero. Las nuestras recaen generalmente en los mismos estudiantes de las Universidades, en otras gentes de cierta ilustración, ya de la clase media casi siempre, aunque de ella participen obreros. Lo mismo pasa en Inglaterra, Francia, Bélgica y los países donde la institución llegó a la mayor importancia. Véase lo que dicen L. Leclèrc Chavelly, Espinas, &c., locs. cits.
{34} Doctor H. Fajarnés, loc. cit.
{35} Conviene insistir, quizá, en que la Extensión inglesa, no aprovechó tanto a las clases pobres como a las clases medias. Véase lo que decimos en el estudio sobre las Universidades populares. En eso estriban los elogios dedicados a la Extensión universitaria de Oviedo por E. Kahn, en La question des Universités populaires (París, 1902). Sin embargo, recientemente, creo que en Agosto de 1903, se reunieron en Oxford representantes de las Trades-Unions, de las cooperativas y de la Extensión universitaria para hacer que ésta fuera aprovechable por los obreros principalmente. En la reunión se dijo: «Si la Extensión universitaria ha decaído, es que empezó por el extremo malo, porque en todo movimiento realmente democrático, la iniciativa debe venir del pueblo mismo.» (Noticia de Friedel en La revue internationale de l'enseignement.)
← | Leopoldo Palacios • Las universidades populares | → |
Proyecto filosofía en español © 2002 filosofia.org |
Leopoldo Palacios Morini (1876-1952) |