Mario Méndez Bejarano (1857-1931)
Historia de la filosofía en España hasta el siglo XX
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Capítulo IX
Influencia oriental

Superioridad de la cultura meridional. –Academias andaluzas. –Colegio toledano de traductores. –Juan Hispalense. –Gundisalvo. –Mauricio. –Conquista de Sevilla y su decisiva influencia en la Historia y en la cultura cristiana. –El Libro de los doce sabios. –Flores de Philosophia. –Poridad de Poridades. –Barlaam y Josafat. –Bocados d'oro. –Otros libros análogos. –Libros astronómicos. –Virgilio Cordobés. –Alfonso Martínez. Alfonso de la Torre.

La superioridad intelectual del Mediodía sobre la región septentrional, dio al Sur indiscutible predominio hasta fines del siglo XIV. No tenían los cristianos otra fuente de información que la enciclopedia isidoriana, ya insuficiente al cabo de varios siglos; pero, sobre la propia obra del genio oriental, se nutrían los hispano-semitas de la ciencia helénica, para los cristianos apenas traslucida en mejores o peores compendios, más completa y enriquecida con comentarios.

Mucho contribuyeron a difundir los conocimientos del Oriente los maestros de la Academia de Córdoba, Sevilla y Lucena, cuando Alfonso VII los acogió en Toledo, donde a mediados próximamente del siglo XII se instituyó el Colegio de Traductores. Las dos figuras del Colegio fueron Juan Hispalense y Domingo Gundisalvo. Era Juan hombre de clara inteligencia y versadísimo en las ciencias exactas. «La primera obra original de Álgebra (y que ha [84] permanecido inédita)... fue escrita por Juan de Sevilla o de Luna, el Hispalense (Algorismus sive practica Aritmetica), escribe Mr. Montucla en el tomo II de su Histoire des Mathématiques (1758) y repite D. Pedro A. Berenguer en su excelente artículo inserto en la Revista Contemporánea (Abril, 1900). Al sabio converso se debe además las traducciones de Avicena, de Al Gazal y de Abicebrón y extractos de libros de Astronomía, Artes Mágicas y Frenología (De Physiognomia), embajadores del pensamiento oriental. Nunca la entonces menguada ciencia de Occidente le agradecerá bastante el progreso debido a su provechosa colaboración.

Merced a él adquiere importancia el Colegio y, merced al Colegio, Toledo se convierte en uno de los focos de cultura de la cristiandad. «Los clérigos, se decía, van a París a estudiar artes liberales, a Bolonia los códigos, a Salerno los medicamentos, a Toledo los diablos y a ninguna parte las buenas costumbres.»

Gundisalvo, contagiado de la doctrina filosófica aprendida en las traducciones de Juan al sermo vulgaris y latinizadas por él, escribió algunos tratados de materia filosófica y teológica. Tales son De inmortalitate animae, donde al probar su tesis acoplando los argumentos inducidos por otros autores, desliza conceptos emanatistas; De Trinitate, atribuido antes a Boecio, y De processione mundi, inspirado en los escritos de Ibn Gabirol, aunque atenuando la crudeza panteística. Insiste Gundisalvo en la prueba física de la existencia de Dios, y al estudiar los principios (materia y forma), sigue fielmente al pensador hebreo. Todo el armazón de este sistema es francamente panteísta, se niega la creación del mundo in loco et in tempore; se sostiene la eternidad de la materia y de la forma, ambas idénticas en la unidad total, sin que la diferenciación aparezca hasta después. Otros tres opúsculos se atribuyen a Gundisalvo, De divisione philosophiae, De ortu scientiarum y De anima. Ninguno pasa de mera versión más o menos libre de al Farabi y de Avicena. No peca [85] Gundisalvo de original. En sus libros se hallan pasajes íntegros de S. Agustín, de Boecio, de Liciniano y Severo y de otros autores. El libro De Unitate y alguna vez el De Sancta Trinitate están copiados literalmente de La fuente de la vida, de Gabirol. Acerca de este punto merece leerse el estudio crítico publicado por D. Juan Díaz del Moral (Sevilla, 1894).

Como se ve, en esta especulación, poco hay, si existe algo, de original y nada en absoluto de español, si no se entiende así la imitación de los filósofos españoles. La obra de Gundisalvo se reduce a una inyección de semitismo y su valor se ha de medir por el que otorguemos al elemento oriental en la mentalidad hispánica.

La esfera metafísica en que el autor se mantiene y la escasa difusión de su libro no permitieron que el emanatismo gundisalvista se propagase por España. Por idénticas razones, fue también caso aislado el panteísmo de Mauricio, pensador español de quien no poseemos noticias biográficas, que fue discípulo de Amaury de Chartres. La inmensa ignorancia de Castilla salvó a la Iglesia de las perturbaciones que el semitismo pudo haber llevado a su seno.

Las conquistas de Fernando III señalan el punto culminante de la Reconquista. Sometido el poderoso reino de Sevilla, el de Granada, único superviviente, debía caer un día u otro. Por esta razón, la restauración de la monarquía cristiana dejó de ser ya un problema de apremiante actualidad. La tranquilidad del espíritu pone fin a la fiebre heroica, la Reconquista se estaciona y comienza la era política de una sociedad que aspira a constituirse.

Al tiempo de Fernando III corresponden varios libros de máximas de origen oriental. El libro de los doce sabios de la Nobleza y lealtad, nos presenta a los doce sabios presididos por Séneca, exponiendo cada uno su opinión acerca de las virtudes que deben adornar a los reyes. Las Flores de Philosophia, que San Fernando mandó aplicar a la educación de sus hijos, «fue escogido et tomado de [86] los dichos de los sabios para que quien bien quisiere faser a si et a su fasenda, estudie en esta poca et noble escriptura». En este libro se compenetran las enseñanzas cristianas con las orientales.

A la misma índole corresponde el Poridat de Poridades. atribuido «al philósopho leal Aristotil, fijo de Nicomaco»: la novela mística indostánica, Barlaam y Josafat; Bocados d'oro, colección de sentencias morales engarzadas en el relato del viaje del Bonium, rey de Persia, «por buscar la sapiencia», libro que representa la fusión de las máximas orientales con las enseñanzas helénicas, y además, cuentos y fábulas egipcias e indias, que por intermedio de los persas y los árabes vinieron a España y fueron traducidas, a veces por regio mandato, como el Calila e Dimna, colección de fábulas sacadas del Lalista Vara, por disposición de D. Alfonso el Sabio, antes de coronarse, y el Sendebar, novela india, compuesta por el ingenio así llamado, o libro de los engannos e assayamientos de las mujeres, por orden de D. Fadrique, hijo también de Fernando III.

Don Alfonso, en su Grant et general Historia, hace referencia a otro libro de cuentos, «fecho por un sabio a quien llamaban Çeael», para enseñanza del rey Mimo, «et semejaua aquel libro al de Calila et Dinna, ca asy fablaba de sessos, et de enxemplos», acerca del cual emite el docto Gayangos razonables conjeturas.

Compuso D. Alfonso, en unión con sabios colaboradores, las tablas astronómicas, generalmente llamadas Tablas Alfonsinas, juzgando más práctico redactar unas nuevas que corregir las de Ptolomeo. Los nombres de los pocos astrónomos que coadyuvaron a la redacción de las Tablas y a la traducción de los Libros del Saber de Astronomía, van consignados en los trabajos mismos, siendo incierto lo que suele contarse en los tratados de Historia respecto a la intervención de más de cincuenta astrónomos nacionales y extranjeros.

Otra manifestación del influjo oriental nos suministra [87] el Virgilio cordobés (Virgiliis Cordubensis Philosophia). Consultado Virgilio en Córdoba por varios sabios, afirma la realidad de una causa primera, discurre sobre el macro y el microcosmos, los planetas, los elementos, la eternidad del mundo, la naturaleza y fin del alma, los espíritus buenos y malignos, los íncubos, los súcubos y los graves inconvenientes de la castidad. El códice conservado en la catedral toledana, corresponde al siglo XIV y se supone traducido de su lengua original, el árabe, al latín.

El Corbacho o Reprobación del amor mundano, título que no le puso su autor el arcipreste de Talavera, Alfonso Martínez, natural de Toledo, alcanzó rápida boga, quizás por la viveza y desenfado de algunos cuadros. Es el Corbacho una de las últimas obras en que se nota el influjo oriental, mas no hay originalidad ni en la doctrina, ni en el propósito, ni en los medios. Eximeniç en la moral y Juan Ruiz en el humor, son los modelos que por todas partes saltan a la vista, y los asuntos de los relatos se toman ya del Sendebar, ya de Calila e Dimna, ora en Disciplina clericalis, ora en sus propios recuerdos.

La Visión deleitable de Alfonso de la Torre, escrita a mediados del siglo XV, cuando ya el clasicismo desterraba el espíritu oriental, pretende ofrecernos una enciclopedia en forma novelesca con un pie en los Orígenes de San Isidoro, en las Consolaciones de Boecio y en las Bodas de Mercurio de Mariano Capella, y otro en los maestros orientales, ora arábigos como al Gazal, ora israelitas como Maimónides. Tampoco merece encomios la dificultad del lenguaje, afeado por numerosos latinismos y por lo que llama un critico «insufrible presunción de su autor». (F. Kelly.)

Nutrida de migajas orientales, toda esta cultura exótica se eclipsa desde el siglo XIV, cediendo el puesto a las añoranzas clásicas, preludios del Renacimiento. [88]


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Historia de la filosofía en España
Madrid, páginas 83-87