Mario Méndez Bejarano (1857-1931)
Historia de la filosofía en España hasta el siglo XX
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Capítulo XIV
El siglo de Oro

§ III
Escolásticos moderados

El neoaristotelismo. –Los precursores. –Ledesma. –Oña. –Báñez. –Alfonso de Córdoba. –Alfonso de Castro. –Mercado. –Diego de León. –Hidalgo. –Bernardo y Benito Henríquez. –Montes de Oca. –Pedro de Fonseca.

Nacida en toda Europa la Escuela por la cópula de la Teología con el humanismo, acaso el predominio del elemento formal melló en España los filos de la rigidez escolástica. Algo de eso me parece notar ya en los pensadores del siglo XV, singularmente en la obra Questiones super duodecim libros methaphysice (Venecia, 1495), incunable custodiado en la B. N., que contiene en 52 folios, sin prólogo, de penosa lectura, otros doce libros de comentarios, debido al antes mencionado minorita de Tauste [167] Antonio Andrés, fervoroso escotista, fallecido en 1320 (1).

{(1) Además de la obra arriba citada, escribió Fray Andrés Tractatus formalitarum ad mentem Scoti (Padua, 1475; Vicencio, 1477), Expositio in alios ll. logicales (Venecia, 1480, 1509 y 17). Trat. de tribus principiis rerum naturalium (Ferrara, 1490). Compendiosum principium sobre las sentencias atribuidas a San Buenaventura (Strasburgo, 1495; Venecia, 1504 y 84), In quatuor ll. Sententiarum (Venecia, 1570 y 78). Las mencionadas en el cap. XII sólo las conozco por referencia de autores.

Podría o acaso debería citar al lado de Andrés otros escritores de análoga fecha y dirección, tales cual su cofrade Pedro Tomás, que dejó Tractatum Formalitarum ad mentem Scoti, manuscrito en el convento de Asís; Commentaria in quatuor libros sententiarum; Tractatum de esse intellectuali, y Commentaria in aliquot libros Aristotelis; al dominico de Villalonga Ferrarius Catalanus, «haereticorum terror», que dejó un Ms. acerca del Creador y las criaturas y, además, otro titulado Utrum primi motus vel cogitatio de re illicita sit peccatum; al otro dominico Bernardo Trilla, obituado en 1292, de quien quedaron comentos de las sentencias y Questiones de cognitione animae conjuntae corpori, y también al carmelita Fray Guido Terrena, perpiñanés y obispo de Mallorca; pero me retrajo la inseguridad de lo que se estudia por referencia, dada la dificultad de consultar los manuscritos, sin contar los desaparecidos.

En la Bibliotheca Carmelitana de Couret de Villeneuve y Rouzeau-Montaud se mencionan las siguientes obras de Terrena, que también cita Nicolás Antonio:

De virtutibus, quod apellavit, Ethica, seu commentaria in VIII libros Ethicorum Aristotelis, quod ms. in Regia Galliarum Bibliotheca Cod. 3914; Super VIII libros physicorum Aristotelis commentaria; In Aristotelis libros de Anima commentaria; In XII Aristotelis libros Metaphysica commentaria; Quod libetorum, liber unus; Quaestionum liber unus; In libros IV Sententiarum Commentaria; De perfectione vitae, tratado dividido en tres partes; Concordia evangeliorum; Expositio in tria cantica, es a saber: Magnificat, Benedictus, Nunc dimittis; Summa de haeresibus et earum confutafionibus.}

Los llamados neoperipatéticos, es decir, que no se ceñían a la tradición de la Escuela y hasta depuraron de exageraciones algunas de sus fórmulas, esgrimieron la crítica renacentista dentro de la ortodoxia aristotélica, dotando a ésta de mayor flexibilidad.

Por otra parte, los golpes que la Reforma religiosa descargaba sobre la rodela del escolasticismo, provocaron [168] una reacción tomista en las universidades ibéricas.

Diego de Ledesma (1520-75), jesuita, dejó entre sus manuscritos De Dialectica, Ethices, sive Philosophia ac Theologiae de moribus y entre sus obras impresas Tabella brevis totius Summae Theologiae Sancti Thomae.

Pedro de Oña, mercedario, fallecido en 1626, publicó en español Primera parte de las postrimerías del hombre (Madrid, 1603), en que expone la brevedad de la vida, exhortando a vivir bien para bien morir, y en latín Almae Florentissimae Complutensium Academiae Commentaria una cum quaestionibus super universam Aristotelis logicam magnam dicata (Alcalá de Henares, 1588), obra extensa donde también se comenta un libro de Porfirio; Introductionem ad Aristotelis Dialecticam, quam vulgo Summulae seu Parva logicalia nuncupant cum argumentis (ídem, 1593), cuyo título expresa con claridad el propósito; Super octo libros Aristot. De Physica abscultatione. Commentaria una cum quaestionibus suvi gillantissimo Pastore nostro Magistro Generali Fratre Francisco Salazar (ídem, id.) (Alcalá, 1593), con proemio sobre el procedimiento elegido por el autor, y en esta obra sostiene que las categorías no pertenecen a la Lógica ni a la Metafísica ni a ninguna ciencia.

El P. Domingo Báñez (1523-604), confesor de Santa Teresa y competidor de Fray Luis de León en las oposiciones a la cátedra de Santo Tomás en Salamanca, sostuvo empeñada polémica, a la que más de una vez haré referencia, con Luis de Molina, oponiendo a la teoría jesuítica que concertaba la gracia con el albedrío, la doctrina llamada de la «predeterminación física», porque la causa primera predetermina el acto de la segunda. Dios determina la voluntad creada al acto en el ejercicio de su omnipotencia. Molina sostenía que tal idea conducía al fatalismo y avisaba que ese era el camino recorrido por los teólogos protestantes. Báñez respondía que la voluntad creada permanecía libre, porque Dios no la obligaba a pronunciarse, dejándola en libertad de actuar o no [169] actuar, sin negar con tal afirmación la conexión necesaria e indestructible entre el movimiento impreso por el Creador y el acto ejecutado por la criatura. Esta discusión nos saldrá más adelante al paso.

Dejó escritas el dominico P. Báñez las siguientes obras filosóficas, además de las jurídicas y religiosas: Scholastica commentaria in 1am partem angelici doctoris D. Thomae usque ad 64 quaest. (In folio, Salamanca, Venecia, Douai); Scholastica commentaria super caeteras 1ae partis quaestiones (in folio, Salamanca, 1588); Scholastica commentaría in 2am 2ae usque ad quaest. XLVI (in folio, Salamanca, Venecia); Scholastica comment. in 2am 2ae a quaest. LVII ad LV-LXXIII (in folio, Salamanca, Venecia, Colonia y Douai); Commentaria in quaestiones Aristotelis de generatione et corruptione (in folio, Salamanca, 1585, Colonia y Venecia); Institutiones minoris dialecticae e In Aristotelis dialecticam (Colonia, 1618) y Responsio ad quinque quaestiones de efficacia divinae gratiae (Roma).

El ilustre agustino cordobés Fray Alfonso de Córdoba (†1544?), merece citarse por haber introducido en Salamanca la escuela nominalista, allí desconocida o poco apreciada, por más que el P. Monforte, en calidad de profesor interino, había desempeñado la cátedra de Nominales: pero hasta el P. Córdoba, sucesor de aquél, no puede decirse que se explicó seriamente el nominalismo. La más interesante de sus obras de re philosophica son: In libros Aristotelis Ethicorum, Oeconomicorum et Politicorum Commentaria (1519) y Principia Dialectices in terminos suppositiones (Salamanca, id.).

El franciscano Alfonso de Castro (1495-558), director espiritual de Felipe II, lanzó a la publicidad Adversus hereses (París, 1534), y De insta haereticorum punitione (1550), pidiendo con bárbara acometividad para los herejes contumaces la muerte, la confiscación y la infamia transmisible a la posteridad. Preconiza que el hijo de hereje está obligado a denunciar a su padre o madre y declara que él mismo había utilizado el confesonario para persuadir a un [170] hijo de confesión de que delatara a su padre. ¡Qué horror! Escribió también De potestate legis poenalis (1556), donde sustenta el derecho del príncipe a interponer el veto a la voluntad de la nación. Para este fraile, como más tarde para el prelado Jacobo Simancas, natural de Córdoba y autor del libro De catholicis institutionibus, y del más importante Enchiridium iudicum violate religionis, no tiene el príncipe deber más apremiante que perseguir los delitos de herejía; así la adulación al funesto Felipe II se mezcla con los sofismas del fanatismo ortodoxo.

Tomás Mercado, de Sevilla, su patria, pasó a México, donde tomó el hábito de Santo Domingo. Estudió en la Universidad mexicana y regresó a España con rico tesoro de manuscritos de los cuales dio algunos a la imprenta. Al volver a su provincia de México le acometió en alta mar una fiebre, de la cual murió a la vista de San Juan de Ulúa el año 1575. Dio a la estampa Commentarii lucidissimi in textum Petri Hispani (Sevilla, 1571), rápidamente traducida al italiano en Brescia; In logicam magnam Aristotelis commentarii (ídem, id.) y De los tratos de Indias y tratantes en ellas (ídem. id.), donde siguiendo las gloriosas huellas del insigne Bartolomé de las Casas, impugna la esclavitud de los negros. También este libro se tradujo al italiano en Brescia. «Esta obra es doctísima, preciosísima y digna de imprimirse hoy» (Beristain).

El carmelita hispalense, no utrerano, Diego de León, tan elogiado por Rodrigo Caro y fallecido en 1599, sabía a la perfección el griego y el hebreo, y compuso algunos trabajos acerca de la Sagrada Escritura. Llamado después por el rey Felipe II para servir de maestro a los príncipes de Bohemia, no aceptó el cargo por tener empeñada su palabra con el papa Pío IV, que le había elegido como su Legado particular en el Concilio de Trento, condecorándolo entonces con el título de obispo columbiense. Escribió De Arte Grammatica Hebraea, Super IV libros sententiarum Commentaria, Triodem orationum in Concilio tridentino habitarum y Disputationum in eodem. [171]

La patria de Juan Hidalgo, que debió de nacer a fines del siglo XV, se declara en la portada de una de sus obras tituladas así: Super eum tractatum quem de consequentiis Strodus edidit expositio (Bolonia, 1515), y Joannis Hidalgo, Hispalensis, super compendio quod in logica Paulus Venetttus edidit Expositio (ídem, 1516).

Benito Enríquez, nacido en Sevilla en 1516, profesó en la Casa grande del Carmen de su patria. «Fue excelente teólogo, predicador y Catedrático de Sagrada Escritura en la Universidad de Granada» (Arana), y falleció en 1590. Escribió Comentarios sobre Santo Tomás, un libro de Metafísica y varios libros de Sermones.

Bernardo Henríquez, también sevillano, vistió el hábito carmelita. Ortiz de Zúñiga nos dice que escribió obras de Teología y Filosofía, sin especificar los títulos ni declarar si se imprimieron o permanecieron manuscritas. No conociendo sus obras, pero sí el carácter de su Orden, he creído deber incluirlo en este grupo.

Juan Montes de Oca, sevillano, colegial de San Clemente, catedrático de Lógica en la Universidad boloñesa, en la romana y en la paduana que con vivo interés le llamó a su claustro, en las de Pisa y Florencia y de nuevo en Bolonia, hasta su óbito, acaecido en Perusa, que unos fijan en 1524 y otros 1532, se contagió de las aficiones averroístas de la escuela de Padua.

No en balde le apellidaron Theologus et Philosophus acutus y Menéndez y Pelayo dice lo que sigue, refiriéndose a sus lecciones sobre el libro III De Anima: «He visto dos códices de ellas; el mejor y más antiguo pertenece a la Biblioteca de San Marcos, de Venecia; el otro, a la Nacional de París. Yo tengo un extenso extracto formado con presencia de ambos. En la Marciana vi además las lecciones de Montes de Oca sobre los libros I y IV De coelo y sobre el I y II de la Física de Aristóteles, dada respectivamente en los años 1522 y 1523» (Vide Facciolati, Fasti Gymnasii Patavini, 1757, t. II, p. 274).

En ellas, después de refutar con crítica aguda y sutil [172] el famoso argumento Omne recipiens debet esse denutatum a substantia recepti, y las demás pruebas averroístas, tomistas, &c., hasta entonces presentadas, acaba diciendo: quod nulla est ratio naturalis quae cogat intellectum ad assentiendum quod anima sit immortalis... Assentiendum est quod anima sit immortalis solo verbo Christi. Verdad es que añade que tampoco las pruebas de la mortalidad concluyen y procura escudarse, en cuanto a lo primero, con la autoridad de Escoto; pero, al decir a sus discípulos «Si tuvieseis razones naturales, creeríais en la inmortalidad más de lo que creéis», harto induce a sospechar que también a él le habían tocado los vientos de la duda que corrían en la escuela paduana.

Brillaba por entonces en Portugal, explicando en Coimbra, el ignaciano Pedro de Fonseca (1528-99), muy estimado de Gregorio XIII y de Felipe II y apellidado el Aristóteles portugués. Numerosas ediciones consiguieron sus Commentariorum in libros Metaphysicorum Aristotelis, obra voluminosa en dos tomos, precedida de extenso proemio que comprende nada menos que ocho capítulos, a juicio del autor, propedéuticos o preparatorios (Roma, 1577-89), su Isagoge Philosophica (Lisboa, 1591), opúsculo de 66 páginas in 8°, con cuatro de proemio y distribuido en doce capítulos, precedido todo de las tres páginas encabezadas Author philosophiae studiosis, y sus Institutionum Dialecticarum, de que conozco las ediciones veneciana y conimbricense, ambas de 1575, distribuida en ocho libros y precedida de un resumen o argumento. Debió Fonseca su mayor popularidad a la propaganda de la doctrina de la ciencia condicionada o media en Dios, o sea la teoría, también propugnada por su cofrade Luis de Molina, acerca del conocimiento que Dios posee de ciertos hechos en potencia que nunca pasarán al acto, pero que podrían pasar al amparo de determinadas condiciones, las cuales no han de darse. [173]


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Historia de la filosofía en España
Madrid, páginas 166-172