Mario Méndez Bejarano (1857-1931)
Historia de la filosofía en España hasta el siglo XX
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Capítulo XV
Aetas argentea

§ II
Los escolásticos

Diversas manifestaciones del aristotelismo cristiano: tomistas, escotistas y suaristas. –Mariner. –Hurtado de Mendoza. –Manrique. –González Mateos. –Molina. –Tomás Ortiz. –Moreno. –Diego Ortiz. –Vázquez de Padilla. –Sotomayor. –El P. Muniessa. –Bernaldo de Quirós. –Juan de Santo Tomás. –Martínez de Prado. Cabello. –Téllez. –Llamazares. –Flores. –Fuente de la Peña. –La magia: Castillo, Torreblanca.

Muchos filósofos y parva filosofía: tal podría formularse la síntesis de este artículo.

Señálase entre los aristotélicos de este siglo el valenciano Vicente Mariner de Alagón, erudito humanista; mas su labor filosófica se reduce a la versión de algunos libros del estagirita, otros menos importantes y el tratado De Mortis cogitatione et effectu, de no extraordinario interés. Todas las mencionadas traducciones de Aristóteles se publicaron desde 1626 a 1628 y, a pesar de ciertas extravagancias de estilo, tienen el valor de ser directas.

A Pedro Hurtado de Mendoza (1578-1651), natural de [306] Valmaseda y rígido escolástico, se debe Disputationes a Summulis ad Metaphysicam (Valladolid, 1615); Disputationes logicae ac metaphysicae; Disputationes de universa philosophia, y Commentarii in universam philosophiam, Scholasticae; et Morales disputationes de tribus virtutibus theologicis (Salamanca, 1631).

Por más que conste a la posteridad que el cisterciense Ángel Manrique (1577-649) tenía preparados para la impresión Commentaria et Disputationes in Universam Summam divi Thomae Aquinatis, como se perdió el manuscrito, sólo puede predicarse de él que leyó a Escoto y a Santo Tomás en las aulas salmantinas y fue maestro de Caramuel, si bien éste combatió algunas doctrinas de su maestro, tal como el origen del principio de individuación que Manrique ponía en la causa eficiente creada.

El 21 de Marzo de 1701 falleció en el Colegio de San Buenaventura Fray Francisco Antonio González Mateos, insigne por su virtud y letras. Fue natural de Utrera, tomó el hábito de San Francisco, en Sevilla hacia 1640, y escribió de su puño y letra cinco volúmenes sobre los Sentenciarios del sutil Escoto, los que, encuadernados en pasta, se conservaron en el Colegio de San Buenaventura, de Sevilla, con gran estimación. «De los diversos volúmenes que compuso, hoy se hallan tres en folio; el primero contiene los siguientes tratados: De Visione, cinco cuestiones en diez y ocho artículos; De Beatitudine, tres cuestiones en veinticuatro artículos, tiene 690 páginas. El segundo contiene dos: De actibus humanis, dos cuestiones en diez y ocho artículos, y De Bonitate et Malitia, una cuestión en dos artículos. El tercero, sobre la doctrina de Escoto, acerca de la distinción formal o no identidad de los predicados divinos; dos cuestiones y once artículos. Florecía en Roma por los años 1689-1692, según consta de las inscripciones de sus libros.» Desgraciadamente quedaron inéditos y han desaparecido, según afirma el P. Ortega.

Miguel de Molina (1659-93) nació en Sevilla, tomó la sotana de la Compañía de Jesús y escribió un Cursus [307] Philosophicus, fechado en 1689, o sea cuatro años antes de su fallecimiento.

Fray Tomás de Ortiz, nacido en Sevilla, profeso en la regla de Santo Domingo y fallecido en 1640, se distinguió por sus grandes conocimientos filosóficos y escribió:

Summularum explicatio cum gravioribus quaestionibus a summulistis disputari solitis (Sevilla, 1635). Reimprimióse en Amberes y Lovaina.

Quaestiones in Logicam (Sevilla, 1640).

Quaestiones in octo physicorum libros (Sevilla, 1640).

Cursus philosophicus Angélico-Thomisticus. De esta obra, en ocho volúmenes, se publicaron cuatro ediciones, la última en Alemania el año 1667.

Jerónimo Moreno (1561-631), de Sevilla, según Arana; de Utrera, según Beristain, profesó en la orden de Santo Domingo y murió en América, siendo Provincial de Oaxaca. Entre sus numerosos escritos dejó Commentaria aliquot in Summam Divi Thomae, no impreso y mencionado por el P. Burgos en su «Palestra histórica». Hizo su retrato el famoso Pacheco.

Paisano del anterior, Diego Ortiz, dominico, dio a la estampa:

Summularum brevis explicatio, et conferentiae communes, quae ad maiorem explicationem doctrinae traditae in summulis, habentur in nostro praedicatorum ordine (Hispali, Anno 1635).

Summularum brevis explicatio. VIII Lib. Physicorum (Hispali, Anno 1640). Es segunda edición de la anterior. Se hizo una tercera en 1678.

Philosophiae brevis explicatio (Hispali, Anno 1678).

Logicae brevis explicatio (Hispali, Anno 1678).

Summularum Logicae (Hispali, Anno 1744). Impresa sin terminar en 1744.

Proponíase desenvolver con extensión todas las demás partes de la filosofía, pero la muerte, que le sorprendió el año 1640, frustró su noble proyecto.

Miguel Vázquez de Padilla (1559-624), según la [308] Biografía Eclesiástica, nació en Sevilla, como había establecido el P. Valderrama. Entró en la Compañía de Jesús y leyó teología en Córdoba y después en Roma, con general aplauso. Desempeñó a su regreso las cátedras de Teología de Salamanca y Granada, donde también acreditó su vasto saber y dio a la estampa De Augustissimo Trinitatis Mysterio (Lyón, 1617), dejando dispuesto para imprimirse Commentaria in Primam Partem D. Thomae.

Alonso de Sotomayor, carmonense, que vistió el escapulario de la Merced y disfrutó opinión de erudito en las Sagradas Letras, mereciendo ser preconizado para la Sede arzobispal de Cerdeña y en 1663 promovido al Obispado de Barcelona, dejó escrito Commentaria in 3. P. Divi Thomae M. Fr. Joannis Prudencio et opera Conceptione M. Saavedra, vita que S. P. Ar. Petri Nolasci a M. Colombo y Synodales Episcopatus Barcinonensis.

El P. Tomas Muniessa (1627-96), jesuita, nacido en Alacón, residente muchos años en Barcelona y muerto en Parma, ayudado pecuniariamente por la duquesa de Villahermosa, dio a la estampa Disputationes scholasticae de essentia et atributis Dei in communi et in particulari, et de Ente supernaturali in genere (Barcinone, 1687); De Myst. inc. et ench. Prostat in limine conspectus operis, in tres tractatus annuos, pro scholis dilucide, ac concinne digesti, et finem facit index alphabeticus (Barcinone, 1689); Disputationes scholasticae de gratia actuali, habituali, justificatione et merito (Cesaraugustae, 1694) y Disputationes scholasticae, de providentia Dei, de fide divina et de baptismo (Cesaraugustae, 1700), sin contar las obras de asuntos teológicos, ascéticos y biográficos.

Antonio Bernaldo de Quirós (1613-68), jesuita y predicador de Felipe IV, dio a luz Opus Pbilosophicum (1656) y Selectas disputationes theologicae de Deo (Lyón, 1654).

El dominico Juan de Santo Tomás, fallecido en 1644, publicó, a más de las obras teológicas, Ars Logica (Alcalá, 1631-2, 2 tomos), Philosophia Naturalis (1633-5, 4 tomos) y Cursus philosophicus thomisticus (sin pie de imprenta). [309]

De Juan Martínez de Prado, fallecido en 1668, quedan Controversiae metaphisicales sacra theologiae ministrae (Alcalá, 1649).

Dialecticae institutiones, quas summulas vocant (Alcalá, 1651).

Quaestiones Philosophiae Naturalis supera octo libros physicorum (Alcalá, 1651).

Quaestiones supra duos libros Aristotelis de generatione e corruptione (Alcalá, 1651).

Quaestiones super tres libros de anima (Alcalá, 1652).

Pedro Cabello, jesuita sevillano, nació el 20 de Junio de 1683 y dejó de existir el 14 de Mayo de 1728. En la Compañía ejerció el profesorado e imprimió Disputationes in universam Logicam Aristotelis.

Al jesuita Baltasar Téllez, fallecido en 1675, se debe Summa universae philosophiae, donde expone fielmente el suarismo.

Tomás de Llamazares, acérrimo escotista, propugnó su escuela en el Cursus philosophicus, philosophia scholastica ad mentem Scot, nova et congruentiori addinentibus methodo disposita (Lyón. 1670); compiló Apotegmas en romance, notables dichos y sentencias de Santos Padres de la Iglesia, de filósofos y otros varones ilustres (Lyón, 1670) y publicó otros libros teológicos.

Juan de Flores, hijo de Sevilla y de linajudos padres, profesó en la orden Seráfica en 1653, a los diez y siete años de su edad. Desempeñó cátedra «dejando pruebas de su sabiduría en escritos sobre materias filosóficas y teológicas». Así se expresa D. Justino Matute, según el cual, se distinguió también en la predicación. Falleció y recibió sepultura en Belalcázar, a la edad de cincuenta años. No conozco sus escritos y me limito a mencionar su nombre.

Pedro de la Serna (1583-642) en el siglo y de Jesús María en el claustro, nació en Sevilla y profesó en la orden de la Merced, alcanzando las categorías de Provincial y Definidor. Su obra filosófica se titula Commentaria in Logicam Aristotelis (Sevilla, 1624). Compuso otros libros [310] teológicos y de varia índole. Fue hombre de gran inteligencia y eminente teólogo.

Otro andaluz, el franciscano Juan Pérez, que pasó a Guatemala en 1630, dejó Disputationes in quatuor Libros Magistri Sententiarum, no publicada que yo sepa.

Ejemplo del abismo hasta donde podía precipitarse la escolástica, salvando los linderos del error e invadiendo los terrenos de la ridiculez, nos ofrece el Provincial de los capuchinos Antonio de Fuente la Peña con su obra El ente dilucidado, discurso único novísimo, en que se muestra hay en naturaleza animales irracionales invisibles, y cuales sean (Madrid, 1676). Propúsose su reverencia demostrar «hasta por altos términos filosóficos» la existencia de los duendes, su naturaleza no angélica (ni ángeles ni demonios) y hasta la posibilidad de hombres del tamaño de avispas o fabricados en crisoles, no sin discutir si estos últimos deberían o no recibir el bautismo. En vano aguza D. Adolfo de Castro su ingenio patriótico para disculpar tamañas extravagancias.

Tendamos el velo de piadoso silencio y pongamos a su lado el libro de Hernando Castillo, jesuita gaditano, que publicó su Historia y Magia natural o ciencia oculta con nuevas noticias de los más profundos misterios y secretos del Universo visible (1692). El Sr. Castro cita una edición de 1649 que no conozco. En cuanto precedente hispánico de las modernas teorías ocultistas, se lee con curiosidad esta obra dividida en seis libros. Trata el primero de la magia, que es «un compuesto de las naturalezas visibles e invisibles, corporales y espirituales». La magia es ciencia y la superior entre todas. Dios la comunicó a Adán y éste a sus hijos. Los primitivos españoles la poseyeron y los hebreos la perfeccionaron al venir a la Península. Trata el segundo de la «materia y objeto de la magia», o sea la tierra. En este libro nos informa de que los reyes de España tienen gracia de ahuyentar los demonios. (El autor sí que tiene gracia.) Consagra el tercero al Paraíso, su descripción, el tema de si en él residen [311] Matusalén, Elías, Enoc y S. Juan. y el más grave de si estos inquilinos comen. Respecto al estado de aquel prado de bienandanza, opina que hoy existe aún, más invisible para castigar así las culpas de los hombres. Estudia en el cuarto los montes y en el quinto los campos, valles y bosques, tocando al final el problema de la sensibilidad vegetal. Dedica el sexto a los metales y piedras, deslizando consideraciones de esta importancia: «La piedra de la ijada suele ser verde, como lo es la cólera, que suele ser la que avisa aquel dolor».

Al mismo asunto consagró su pluma Francisco de Torreblanca y Villalpando, publicando su Epitome Delictorum in quibus aporta vel oculta invocatio daemonis intervenit, libri IV (1618). Trata en el primer libro De Magia divinatrice, en el segundo De Magia operatrice, en el tercero De criminis punitione in foro exteriore y en el cuarto de igual materia in foro interiore. Como se levantasen advertencias contra esta obra, publicó luego Defensa en favor de los libros católicos de la Magia por... escrita por mandado del presidente de Castilla. Al principio copia el autor íntegras las advertencias y las va impugnando una por una.

Reconociendo el talento y la erudición de todos los citados Maestros, podría prescindirse de sus nombres, sin menoscabo de la Historia. [312]


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Historia de la filosofía en España
Madrid, páginas 305-311