Mario Méndez Bejarano (1857-1931)
Historia de la filosofía en España hasta el siglo XX
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Capítulo XVI
El siglo XVIII

§ V
Extinción de la Mística

Sor Gregoria. –Jaime Font. –Francisco Avilés. –Antonio Guerrero. –Tomás Pérez. –Juan Díaz. –El P. Morat. –El P. Flórez. –El P. Risco.

La mística decadente produjo los admirables escritos de Sor Gregoria Parra, de cuyo análisis prescindo, porque [363] la autora, no presintiendo su publicación, realizada en homenaje póstumo por el Dr. Torres Villarroel, carece de esa nota de generalidad indispensable para salvar los límites del subjetivismo. Su admirable inspiración poética, limpia de afectaciones retóricas, del conceptismo y culteranismo propios del mal gusto literario de su tiempo, forma áurea soldadura entre dos siglos (1).

{(1) La precipitación y desfavorables condiciones en que se imprimió mi Diccionario de Escritores de la provincia de Sevilla, hasta sin poder corregir las pruebas por mí mismo, motivó el desliz de erratas hijas del descuido. Aprovecho la ocasión para enmendar un pequeño error cometido en la biografía de esta religiosa. Nació el 9 de Marzo de 1653, hija de D. Diego García de la Parra y Dª Antonia de Queynogue, de flamenca oriundez. Tomó el velo del Carmen en el convento llamado de las Teresas de Sevilla el 1 de Abril de 1668. Compuso un Coloquio en verso, muy celebrado, para la beatificación de San Juan de la Cruz. Fue sacristana, tornera, y Priora en los conventos de Puente Don Gonzalo y Sevilla. En el último falleció el 27 de Abril de 1736. Aunque cronológicamente corresponde a dos siglos, el XVII y el XVIII, su alma pertenece al XVI, así como su estilo, pues ni en Góngora ni en ninguno de los grandes romancistas áureos se encuentra nada superior al romance: Celos me da un pajarillo. La incomprensible resistencia que las comunidades femeninas oponen al conocimiento público de sus producciones literarias, ha originado la pérdida de casi todos los escritos de esta celeste religiosa, sin más excepción que las joyas salvadas por Torres. Lo mismo aconteció con Dª Constanza Ossorio, pues de sus versiones rimadas de los Salmos, sólo se conocían las dos publicadas por Serrano, hasta que logré dar con todas e insertarlas en el referido Diccionario (Tomo III).}

Las ideas expuestas, así en la severidad de la prosa como en la gala del ritmo, se encienden en el más puro y alto sentido de la filosofía del Carmelo.

La orden agustiniana se ilustró con los siguientes místicos, aunque de inferior categoría, de que dio amplia noticia su cofrade el P. Monasterio en su trabajo Místicos agustinos españoles:

El agustino mallorquín Jaime Font Amorós (1657-730) publicó en 1692 Las cuatro vías, obra sacada de un manuscrito del P. Truyols y prohibida por la Inquisición [364] en 1712. Expone la vía purgativa, consistente en la penitencia para purificar el alma; la iluminativa, referente al entendimiento; la unitiva, nacida del amor a Dios, y la transformativa (luz, calor y actividad), en que «la divina luz vence las tinieblas del entendimiento humano, y el amor divino (que es calor) las frialdades del corazón, y da al ánimo tal vehemencia en el obrar, que no parecen obras de hombres, sino de Dios Nuestro Señor». A tan superior estado no puede llegarse sino por la fragua de la tribulación, procurando deshacer las tormentas del alma con la humildad y la confianza en Dios. Dejó además opúsculos morales e imprimió hagiografías agustinianas.

En 1734 falleció el P. Mtro. Francisco Avilés, de la misma orden, que había publicado en 1713 el Contraste espiritual en que se dan reglas claras «para examinar y conocer el aprovechamiento del alma en la oración». No era hombre literario y así lo confiesa la «Biblioteca Ibero-Americana de la O. de San Agustín» con estas palabras: «No se distinguía este religioso por sus escritos». Tampoco ofrece novedad en la mística la obra Retiro espiritual y sus ejercicios (publicada póstuma el año 1772), por el vallisoletano P. Antonio Guerrero (†1766) en las postrimerías de su provincialato. Comprende este libro veinte meditaciones. Imprimió también Theologia moralis (1733). El Retiro se divide en parte teórica y parte práctica. Poco antes el P. Tomás Pérez (†1755), natural de Muchamiel (Alicante), había sacado a luz, después de un libro sobre las visiones de Sor Beatriz Ana Ruiz, su Disertación dogmático-mística (Valencia, 1753) en estilo culterano, la cual provocó impugnaciones del canónigo D. Vicente Calatayud, a quien se censuraba. La contestación de Calatayud se tituló Visura de la Verdad acrisolada.

El P. Juan Díaz en los cinco libros de Educación de la juventud religiosa (1780) señala las siete gradas de la escala de perfección a cuyo remate sólo llegan los que rinden sus pasiones «y como el carbón encendido, más parece fuego que carbón», transforman sus almas por el amor [365] divino; compendia con fortuna los escritos de otros autores al tratar de las tres vías, y expone la intensa felicidad de la unión con Dios.

La materia de los cinco tratados referidos se distribuye de esta suerte: 1º, de las excelencias del estado religioso y cómo han de ser probados aquellos que pretenden ser religiosos antes de ser admitidos; 2º, de la instrucción que se ha de dar a los que entran en la religión en el año de noviciado; 3º, de la perfección y de los medios comunes a todos los cristianos para conseguirla; 4º, de los medios propios del estado religioso para caminar al cielo y de la facilidad que tiene el religioso para llegar a ser perfecto; 5º, de la oración mental y vocal, y de los tres grados de perfección. Todos estos decadentes nadan entre la mística y la ortodoxia, como declara el mismo P. Díaz, escribiendo: «Mis documentos se ordenan, lector mío, a que sepas agradar a Dios y aprovechar a tus prójimos; lo que conseguirás sin duda si los recibes con amor y te aprovechas de ellos. Recíbelos, no como míos, sino como sacados de los escritos de los Santos.»

Obra de menor importancia la del P. Antonio Morat y Rufet (†1790), por limitarse a la esfera biográfica, puede citarse El Espíritu de la perfección evangélica (1788), aunque dejó manuscrito un Cursus Philosophicus en el Colegio de Valladolid. Los mismos padres Enrique Flórez (1702-73) y su continuador el P. Risco, o sea Juan Manuel Martínez Ugarte (1735-801), pueden incluirse entre los místicos, como lo hace el doctor D. José María Salvador y Barrera en su discurso de ingreso en la Academia de la Historia, el P. Flórez por su Libro de los libros y Ciencia de los Santos y su Modo práctico de tener oración mental (1754) y el P. Risco por su Profesión cristiana (1774). donde indirectamente impugna a los doctores que paliaban los principios de la moral.

Todos estos agustinos representan los últimos moribundos ecos de la gloriosa mística quinientista. [366]


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Historia de la filosofía en España
Madrid, páginas 362-365