Biblioteca Moderna de Ciencias Sociales
Volumen VII
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Santiago Valentí Camp
Vicisitudes y Anhelos
del Pueblo Español
Prólogo de
Pedro Dorado Montero
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Barcelona
Antonio Virgili, S. en C. - Editores
Rosellón, núm. 208
1911
Libro de 230×150 mm. xv+301 + cubiertas. [cubierta, carboncillo de Ricardo Canals Llambí:] “S. Valentí Camp / Vicisitudes y Anhelos del Pueblo Español / Prólogo de Pedro Dorado”. [lomo] “Biblioteca Moderna de Ciencias Sociales / Volumen VII / Vicisitudes y Anhelos del Pueblo Español / Precio: 3 pesetas / Barcelona 1911”. [i-ii] “Biblioteca Moderna de Ciencias Sociales…”. [iii] “Vicisitudes y Anhelos del Pueblo Español”. [v = portada] “Biblioteca Moderna de Ciencias Sociales / Volumen VII / S. Valentí Camp / Vicisitudes y Anhelos del Pueblo Español / Prólogo de / Pedro Dorado Montero / Barcelona / Antonio Virgili, S. en C. - Editores / Rosellón, núm. 208 / 1911”. [vi] “El autor se reserva los derechos / Sociedad Anónima La Neotipia, Padeo de Gracia, 77, int. - Barcelona”. [vii-xv] “Prólogo”. [1-292] texto. [293-301] “Índice”. [303] “Obras del Autor…”. [contracubierta] “Biblioteca Moderna de Ciencias Sociales…”.
Índice
Prólogo, v
Palabras previas:
Ojeada de conjunto: Comunión espiritual.– La transformación actual del hogar.– Las bibliotecas circulantes en el extranjero.– La mente hispana sin elementos nutricios.– Factores positivos del avance colectivo.– El obrerismo como última fase social.– El periódico vehículo de cultura.– Objeto de este libro, 3
Introducción
Sociografía analítica:
I. La indagación sociológica: El método en la Sociología.– Cualidades del sociólogo.– Finalidad del sociógrafo.– Las aptitudes según las edades y la cultura.– Crítica sociográfica.– La biología en la Sociografía.– Importancia de la Sociografía analítica.– Perjuicios que irrogan las falsas teorías.– Carácter de la fenomenología contemporánea.– Objetivo del sociólogo.– Lugar de la Sociografía en la ciencia.– La herencia especulativa, 11
II. La sociografía en la historia, su evolución: Los comienzos.– La Sociología yanqui.– Romanticismo y realismo.– El incremento de la Sociografía.– Sociología biológica.– La tradición contra los antropólogos.– La nosografía como base del concepto sociológico.– Aspectos de la literatura sociológica contemporánea.– La hostilidad contra el experimentalismo.– Los pseudoimitadores.– La introspección polimorfa, 20
III. La sociología contemporánea: Esfera de la Sociología.– La veracidad en la analítica.– La investigación integralizada.– Lo verdadero.– La certidumbre.– El experimentalismo activo en la escuela.– Universalidad de las leyes cósmicas.– La Demografía y la estadística.– El experimentalismo en los grandes pensadores.– La falsa asociación de las ideas.– El poder sugestivo de la morbosidad.– Unidad sociológica.– Tendencias fragmentarias.– Estado embriológico del estudio de la evolución mental.– La autarquía inseparable de la investigación.– Movilidad de los fenómenos.– Incoordinación entre los estados reales y la intencionalidad de los organismos sociales.– La improvisación.– La falta de preparación en los oradores y publicistas latinos.– La divulgación de las ciencias sociales.– La obra maravillosa del siglo XIX.– La tarea magna de la Sociología.– La exploración llevada a sus últimos límites, 27
IV. Las investigaciones sociológicas en España: El indagador español.– El recelo del público hacia los investigadores.– Cultivadores de la Psicología colectiva.– La inercia del pueblo.– Valor de la investigación.– El despertar.– La finalidad de las investigaciones, 43
Primera parte
Génesis de la nacionalidad española:
I. El medio geográfico: Formación del organismo nacional.– Teorías acerca del medio.– La lucha por la existencia.– La influencia climatológica.– El ideal según los países.– Deficiencia en la nutrición.– La Producción.– La miseria orgánica: la emigración.– El ideal y la anemia.– Desaprovechamiento de las fuerzas naturales, 49
II. El medio psíquico: Influjo psicoexógeno.– Nuestro ambiente saturado de odio.– Abatimiento del espíritu público.– La incapacidad de las clases directoras.– Complejidad de los sentimientos colectivos.– La mediocridad psíquica.– Interpretación de la ley.– La era del impresionismo.– Jaime Brossa.– Los pseudocríticos.– La reputación general de la Prensa.– El descrédito del periodismo en España.– El imperio de la moda.– El dilettantismo intelectual.–Factores psicosociales negativos.– La climatología moral.– La autointrospección y la observación del medio.– La forma literaria ahogando el espíritu autóctono.– El menosprecio de las cualidades virtuales.– La disolución de la personalidad por el medio.– Las ansias de la opinión sin encauzamiento.– Persistencia del psiquismo primitivo.– Nuevas corrientes.– La pusilanimidad.– El malestar que causa el medio, germen de infuturación, 56
III. La herencia y la selección: Formación de nuestra historia.– Alcance de los fenómenos intrahistóricos.– Nueva orientación histórica.– Influencia de las invasiones.– Descubrimiento de América. Advenimiento de la casa de Austria.– El ideal del pueblo en la Edad Moderna.– La fe de la colectividad.– Anomalías del carácter.– La superstición y el crimen, 72
Segunda parte
Estructura y dinamismo del pueblo español:
I. Manifestaciones regresivas: Ausencia de cordialidad en los místicos españoles.– Los intelectuales y la colectividad española desposeídos de jovialidad.– Notas privativas de la tristeza española: sus consecuencias.– Efectos enervadores del pesimismo.– El odio y el amor como fuerzas motrices.– Sistemas pedagógicos actuales. El caudillaje.– Pleitos dinásticos.– El poder del clero.– La mentira y el odio religiosos.– El catolicismo como fuerza retardatriz.– El absolutismo y la religión.– Otras influencias atávicas.– El reinado de la bagatela.– La indiferencia del cuerpo electoral.– El marasmo.– Vanos alardes.– La lógica del absurdo.– El simplismo.– Acción titánica.– El interés jurídico subalternando a los demás.– La fiebre infuturadora.– Las disidencias.– El parlamentarismo.– La indisciplina.– El fracaso de los grandes hombres.– Estragos de la disolución.– Psicopatías ideológicas.– Formas del crimen organizado.– La frivolidad y la galantería como fermentos disolventes del hogar, 83
II. Manifestaciones embrionarias: La cultura en los grandes núcleos de población.– España refractaria a la civilización.– A ras de tierra.– Languidez de la vida literaria.– Apostolado para difundir las ideas modernas.– Desorientación colectiva.– Autoengaño.–El estudio psicológico de los pueblos.– Causas de la anestesia española.– Manera de hacer estas investigaciones.– La superficialidad de los estudios sociológicos en España.– La defraudación del espíritu público.– El sopor general del país.– Fuerzas que alientan en el verbalismo.– Falta de tonicidad.– La atonía del pueblo español.– Carencia de propulsores.– La manía proyectista.– Inconsciencia de los políticos.– Abandono de las necesidades perentorias.– La obstinación en el error.– Ineficacia del partidismo.– El predominio de la indelicadeza en todos los órdenes.– Las derivaciones del letargo.– Sin ideal.– Dogmatismo e imitacionismo.– Aversión a los gobernantes.– La iniciativa individual sojuzgada por el misoneísmo.– La visión de los grandes pensadores.– La admiración de la ignorancia.– El esfuerzo de los innovadores.– El descontento de los espíritus superiores.– La inercia del pueblo.– La falta de matices en nuestra idiosincrasia.– El automatismo en la acción nacional.– Pobreza de ideal en las distintas esferas de la colectividad.– El trato antisocial.– El matrimonio por puro formulismo.– El encono en la familia.– El absolutismo en el hogar.– Hacia el progreso.– La misión de la mujer y los efectos de su desconsideración.– La oquedad y la frialdad ambientes.– Indagaciones de Unamuno.– El deber en los pensadores.– Los centros de enseñanza y el Profesorado: su desprestigio.– El sentido crítico del pueblo.– Selección del Profesorado.– Metodología inadecuada.– Tutela cultural del Estado.– Estadísticas comparativas de los Presupuestos de Instrucción.– Cualidades de la literatura española.– El sentimentalismo.– El éxito.– La irreceptividad colectiva.– La curva fatal.– Los eternos teorizantes: Azcárate y su obra.– Prescindiendo de la psicología colectiva.– Influencias metafísicas.– Lo que hubiese podido hacer Azcárate.– Los prohombres del republicanismo.– Labor infructuosa.– Los monopolios.– Las camarillas.– Trabajo positivo.– Intentos de renovación. La Unión Nacional.– El Regionalismo.– La Solidaridad Catalana.– La ficción del bloque de las izquierdas.– Indicios del despertar del país.– La selección literaria.– El movimiento literario en Europa.– Los literatos modernos y sus obras.– Los equívocos en la dramática.– Nuestros críticos.– El desaliento de los neoescritores.– La Escuela de Nietzsche.– Síntesis de un movimiento.– La conciencia en la multitud.– Los deseos de redención.– Labor de los directores, 102
Tercera parte
Las concepciones sociológicas contemporáneas y los problemas de la regeneración española:
I. Reconstitución psicológica de la colectividad: El ideal en las razas y en los pueblos: Su proceso.– El despertar del interés colectivo y su fase actual.– Realismo contemporáneo.– La fuerza impulsora.– La renovación de la Prensa.– La sinceridad como norma.– La firmeza en el propósito.– La educación cívica.– El régimen de la democracia.– El laborantismo intelectual.– Dificultad de formular una síntesis del pueblo español.– Acción unificada.– Problemas urgentes.– Los cargos según las aptitudes.– La persistencia en la tarea.– La subversión de los valores.– Característica de nuestro pueblo.– La hipocresía.– Tendencias unilaterales.– El pensamiento y la acción.– La unidad ideomotora, 161
II. Los problemas de la educación: La agitación cultural en el extranjero.– La labor de la Restauración.– Preocupación de la vanidad.– La labor de las izquierdas.– Los intelectuales extranjeros en la política.– Pro cultura.– Determinantes de la ignorancia.– La dignidad y la necesidad de las clases humildes.– Insuficiencia manifiesta de nuestras atenciones culturales.– La campaña cultural.– Cooperación de las clases sociales.– Los medios económicos en España.– Los gastos de la instrucción remuneradores.– Significado de la victoria contra el analfabetismo.– España ante Europa.– Nuestros esfuerzos por la cultura.– El despertar del interés colectivo en Europa.– Sin agitación psicológica.– Nuestro atraso.– El resurgimiento por la cultura.– Misión de la escuela.– Los ideales frustrados.– El remordimiento.– El sexto sentido.– Los tres factores de la escuela. La riqueza en función de cultura.–Educación estética.– La culturación intensiva.– La educación cívica condicionando la democracia, 172
III. Crisis de la crítica en España: La crítica y los críticos.– La estética y las artes dependiendo de la cultura.– Los intelectuales españoles desconocidos por la carencia de crítica.– La misión de los espíritus elevados.– La crítica extendiendo el ideal entre las multitudes.– La labor privada y la colectiva.– La tenacidad en el anhelo, 199
IV. Los intelectuales españoles y su función social: La evolución de las fuerzas sociales.– Las disciplinas sociológicas en España.– Escaso poder creador de los sociólogos españoles.– Causas de la falta de interés del pueblo por los problemas sociales.– La elevación de un pueblo.– Los movimientos redentores en nuestro país.– Dualidad entre la concepción y la práctica.– Convulsiones nacionales.– Errores de los prohombres.– Sin enmienda.– El enquistamiento de los intelectuales.– Deuda a cumplir.– La resignación y el sacrificio.– Sensación abrumadora.– La inadecuación, 208
V. La renovación del espíritu por la cultura: Característica de los fenómenos colectivos.– Necesidad de una grande acometividad.– Incapacidad de los políticos y errores de la prensa.– Terapéutica moral.– La tolerancia y el humanismo.– La transformación del espíritu religioso, 222
Cuarta parte
Hacia el resurgimiento:
I. La extinción de la farsa y el encauzamiento de las energías difusas: La intrahistoria.– El histrionismo.– Graves consecuencias del falseamiento estadístico.– La propaganda de las ideas emancipadoras.– Unidad del tipo psicológico.– La corriente sociológica contemporánea.– El temor erigido en sistema.– Ultima característica de la educación.– La intuición de las clases humildes, 233
II. Acción social de la previsión: A) Los anormales: Los tipos de transición en psiquiatría y criminología.– Absurdo del sistema penal español y de la administración de justicia.– La criminología moderna contra lo estatuido.– Profiloterapia de las anomalías, 244
B) La infancia desdichada: Preocupación social por los niños abandonados y anormales.– Las instituciones benéficas.– La redención de la infancia sin tutela y de la anómala.– La atención femenina por la infancia abandonada, 249
C) La mocedad delincuente: El estudio de la delincuencia en Italia.– Condiciones genéticas de la delincuencia de los menores.– El incremento de la delincuencia en la mocedad. Característica de su atraso psíquico.– La industria y la inmigración como gérmenes morbosos.– Sucedáneo de la tutela familiar.– Hacia el tratamiento psicológico.– La intervención judicial.– Los Reformatorios, 256
III. El feminismo: Sus avances.– Movimiento universal.– La simultaneidad de los fenómenos sociales.– El psiquismo de la mujer.– Correlación de lo físico y lo psíquico.– Influencia de la educación en el modo de ser actual de la mujer.– Reformas indispensables para el triunfo del feminismo.– El ideal en la muchedumbre femenina.– Dos problemas del siglo XX, 264
IV. Virtualidad del sindicalismo: Falta de preparación para abordar las cuestiones sindicales.– La lucha de clases.– Interés hacia el obrero.– El neo nomadismo.– La función de la clase obrera.– La atención por el proletariado.– Sindicación: su virtualidad, 274
V. La iniciativa privada y la acción popular: El abandono en que dentro de España yacen.– El sistema de la imposición en España.– La pasividad y los anhelos de rebeldía.– Radicales a ultranza.– Conclusión, 282
[ Santiago Valentí Camp, Vicisitudes y anhelos del pueblo español, Barcelona 1911, págs. 293-301. ]
[ Pedro Dorado Montero ]
Prólogo
Llegó para España el año 1898, en el cual dio, una muy aparatosa caída, con sus buenos chichones y sus correspondientes piteras. Atolondrada, impetuosa e imprudente de suyo como zagal salvaje, y presumida a la vez como muchacho ignorante y mal educado, venía desde siglos antes, que no ya sólo de años, dando tumbos repetidos y perdiendo sangre y fuerza por efecto de las consiguientes descalabraduras. Ella, sin embargo, no daba su brazo a torcer. Lo mismo que sucede a todos los orgullosos, por muy caquécticos que se hallen, seguía echando siempre bravatas, y cada nuevo desgraciado golpe no servía sino para más irritarla y encastillarla en sus arrogantes fachendas. El examen de conciencia para reconocer los propios yerros y procurar enmendarlos, no venía nunca. «¡Eso no cabe en corazones bravos, y los españoles lo tienen todos más fiero que el de un león!»
El llamado «desastre nacional» de 1898, pareció a algunos que iba a obrar el milagro de cambiar de naturaleza a España, y consiguientemente hacerla variar de conducta. El golpe de entonces fue demasiado brusco y ruidoso para que todo el mundo no lo advirtiese y para que el mismo interesado no se percatara de su efectiva debilidad interna y de que, aun tragando saliva, no había otro remedio sino confesar que ni el león es tan poderoso como le pintan, ni ése es el camino. La ducha aquella produjo un semblante de despertar. Recuérdense las quejas, aun exageradas alguna vez, de entonces, lanzadas por una multitud de personas de toda condición y cultura, de palabra y por escrito; hágase memoria de aquella copiosísima literatura del desengaño que a la sazón apareció (¡cuántos, persiguiendo unas pesetas, en vez de otra cosa! ¿no?) y en la cual se hacía el balance de nuestro pasado y nuestro presente y se lanzaban los consabidos proyectos de renovación y mejora («regeneración» fue la palabra más usada) para lo futuro.
Pero yo fui un escéptico siempre y lo sigo siendo. Recordé el cuento del gitano sobre la venida de Cristo a juzgar a los vivos y a los muertos y diserté (en el periódico Vida Nueva, que por entonces se publicó en Madrid) acerca de algunos elementos, a los cuales era preciso encomendar la obra reconstructiva y regeneradora, como la juventud, la Universidad, la política y la Prensa (la muerte del periódico impidió tratar de otros), demostrando que su valor no era solamente escaso para labor fructífera, sino hasta negativo y contraproducente.
Ya han pasado años suficientes para el ensayo. Yo he visto confirmados mis pesimismos y creo que en la misma convicción me acompañarán muchos hoy. Continuamos igual que estábamos antes; y continuar igual en estas cosas, como en otras mil, es quedar rezagados, porque los compañeros de viaje siguen su marcha sin cuidarse de nosotros, o llevándonos a remolque, hasta que se cansen y nos den un porrazo, que bien pudiera equivaler al «golpe de gracia» de los ajusticiados o al «cachete» de la torería. Desaparecido el desequilibrio que el hundimiento y el chapuzón de 1898 produjeron, todo ha vuelto a quedar, según predije entonces, en el mismo marasmo y el mismo empantanamiento en que las cosas estaban antes de la denominada «catástrofe».
No puede ser de otro modo. Las cosas caen del lado a que se inclinan, porque llevan dentro su propio peso, que las arrastra a donde deben ir, y España no cuenta sino con debilidad y pus. Eso de que España ha sido grande alguna vez y puede volver a serlo, es una presuntuosa leyenda, una leyenda de consolación o un menguado y pernicioso equívoco. En asuntos de grandeza espiritual, que es al cabo lo que se sobrepone a toda otra, jamás se ha distinguido. En materias de ciencia y de virtus, de trabajo perseverante y callado, que es el que produce mejores frutos y da la verdadera robustez social, España anda muy a la cola. La historia de la ciencia propiamente dicha (excluyendo el arte), la historia del saber, apenas si le concede atención ni puesto alguno. Y la historia de la sabiduría, de la prudencia eficaz y recatada, de la exactitud, la moderación, la fortaleza espiritual, la sindéresis, la ecuanimidad y demás virtudes, menos aún, acaso.
La grandeza española no ha sido nunca sino de caballeros y pícaros –que son una misma cosa, según los maestros de la erudición–, es decir, de hidalgos de arriba e hidalgos de abajo, hambrientos, holgazanes, y tan despreocupados e inmorales unos como otros. España ha sido la sede por excelencia del hampa, la cual ha revestido en ella las más proteicas formas. Pero la cantera de todos bloques ha sido la misma siempre. El soldado, el aventurero, el fraile (sin excluir al místico), el estudiante, el pícaro jacarandoso o astroso... todos fueron golfos de las más diversas especies y cataduras. Y esto es lo realmente hondo y característico de la interna estructura y del alma española, lo que, por tanto, ésta no puede desechar de sí tan aínas, aun cuando a veces lo pretenda, o digan algunos españoles (como en 1898) que lo pretenden.
Sobre esas cosas de psicología colectiva tendría yo que decir bastante. Son, sin duda, no poco difíciles, como todo problema de causalidad. En general, sin embargo, puede asegurarse que encierran un innegable fondo verdadero. Si la holgazanería y la incurable inmoralidad hampona no son constitutivas del alma española por influjos étnicos (africanos siempre), han de andarle cerca. Y si no es por influjos étnicos, será por otras presiones internas análogas, las cuales, por su larga persistencia entre nosotros, han hecho presa hondísima, al través del tiempo, en el espíritu de los españoles, apoderándose de él de tal manera, que se hallan siempre presentes al sentir, al pensar y al hacer de los mismos. Lo cierto es, de todos modos, que esos influjos existen, y que el dejarlos a un lado para conducirse como si no nos estuvieran siempre acompañando es, no difícil, realmente imposible. Por eso no me hacen mella alguna y me dejan casi del todo indiferente las continuas lamentaciones relativas a nuestro analfabetismo y falta de cultura. Pues, aun sabiendo. leer y escribir, y hasta siendo bachilleres y licenciados todos los españoles de cierta edad, seguirán siendo lo que son, holgazanes y hampones, y conduciéndose como lo que son; no sirviéndoles su cultura sino como un arma más para sus propósitos y tendencias españolistas. La «europeización» no es, para mí, cuestión exclusivamente, ni aun principalmente, de cultura, según oímos decir o leemos a menudo; es cuestión más larga, caso de ser posible; cuestión de poner un alma (una naturaleza) en lugar de otra, aun cuando sea por la erradicación de antiguos hábitos y la formación de otros nuevos que los substituyan.
Mas, aun siendo la operación factible –lo que me permito dudar–, acaso no sea oportuna, llegando tarde, si al cabo llegara. La civilización europea ha alcanzado un punto en que no puede consentir a su lado a ciertos pueblos, tales como Turquía, Marruecos, China y demás Estados o tribus asiáticos o africanos, que están a inferior nivel que ella, haciendo la misma un alto hasta que éstos, subiendo por su propia virtud y su propio esfuerzo, se pongan a tono con la primera. El procedimiento parece ser el contrario: los países de civilización superior se engullen, para digerirlos a su modo e incorporarlos a su propio organismo, a los otros países más atrasados, ya lo quieran éstos –lo que no es frecuente– o ya se opongan a ello y lo rechacen por las armas.
¿En cuál de estos dos grupos debe ser colocada España? ¿No estaremos en el caso de pensar que, así como los europeos «penetran» poco a poco en África y en Asia, para llevar allí la civilización, de grado o a malincuore, así también ha de acontecer lo mismo el día de mañana, quizá en un mañana próximo, con relación a esta España, tan africana aun, es decir, tan perezosa, tan impetuosa, tan arrogante y tan inmoral en mil sentidos? Por mí, ojalá fuera la semana que viene. Y, diciendo esto, soy más patriota que todos esos chilladores –¡mentecatos generalmente, cuando no vividores y comerciantes!– de patriotismo.
*
La aludida literatura del desengaño no se ha concluido todavía, y este libro es una prueba viva de ello. Es natural. Las causas de la sacudida (¡bien cortical por cierto, como estremecimiento de potro!) de hace trece años siguen subsistentes, como queda dicho, y produciendo iguales efectos, si no agravados. Los espíritus que entonces confiaran en un cambio de vida y que ven ahora que tal cambio no se nota en nada, vuelven al desaliento. Y he aquí al Sr. Valentí Camp, hombre desengañado y ansioso del suspirado y no obtenido surgir de una nueva España, contándonos sus cuitas y dándonos cuenta de sus anhelos. He aquí al Sr. Valentí Camp mostrándonos su visión de la España pasada y presente, sus juicios e impresiones sobre ella, sobre los varios problemas de que se ha hecho indicación y las orientaciones que le parece se deben seguir para llegar a una mejor España futura. He aquí al Sr. Valentí hablándonos de la anemia y la miseria orgánica nacional, causas de emigración, de tristeza y otros efectos parecidos; de la «aversión al trabajo, que era, y todavía es, una inclinación invencible en casi todas las regiones de la Península»; de la «inclinación a lo tétrico, hondamente arraigada en las costumbres españolas», porque «llevamos dentro, muy adentro, la creencia funesta de que la vida es un lugar de expiación donde hemos de encontrar el castigo de haber nacido», por lo que «el tipo del asceta escuálido, amojamado, espantable, nos hiere constantemente la retina» y «la mística, que fue una de las modalidades del espíritu nacional que alcanzaron mayor florecimiento, sólo excepcionalmente está impregnada del ideal intenso de expansión cordial que se echa de ver en el italiano Francisco de Asís», con lo que se explica en buena parte el «descontento actual de los espíritus superiores y nuestro desaliento extraordinario, inmenso, que en algunos instantes nos lleva a los lindes de la desesperación»; desaliento que se advierte sobre todo «en la juventud española, desazonada, triste, agobiada y llena de anhelos de resurgimiento», en esa juventud «que siente una intensísima vibración nerviosa cuando llegan a sus oídos los ecos que agitan el alma contemporánea de Europa y ve que se encuentra desplazada», y que siente también que «si la generación actual no se halla más bien preparada (que otras anteriores) para acometer la obra ímproba de ejercer el apostolado de las almas, infundiendo a las gentes mayor confianza en los destinos de este pueblo, será llegado el momento de pensar en la expatriación». En suma, para el Sr. Valentí Camp, en España «perdura la miseria odiosa y nuestras desventuras se han acentuado. Continuamos en el plácido sesteo secular. El tedio enervante nos aniquila, y nada nos brinda la amabilidad y el esprit que lleva en sí la corriente de modernidad que se ha infiltrado en todos los países de Europa»; de modo que o hacemos uso de un radicalismo a ultranza, según dicho autor, o nuestra ruina es segura.
Vean ahora los lectores directamente las páginas en que se desarrollan y toman cuerpo estas afirmaciones. Al hacerlo así comprenderán el interés del libro, que tanto remueve con frecuencia el ánimo, obligándole a rumiar y tener en jaque constante ciertas cuestiones que convendría no estuviesen nunca abandonadas, ni aun siquiera dormidas.
Salamanca, Junio 1911
[ Santiago Valentí Camp, Vicisitudes y anhelos del pueblo español, Barcelona 1911, págs. vii-xv. ]
Biblioteca Moderna de Ciencias Sociales
Publicada bajo la dirección de
Santiago Valentí Camp
Hállase aún la Sociología en vías de formación. Naciones, clases, individuos experimentan la necesidad urgente de esa guía cierta de la existencia colectiva, destinada a enseñar a las sociedades los fines que han de cumplir y los medios con que para realizarlos cuentan. Fue la revolución para los pueblos una como declaración de mayor edad. A la vida de espontaneidad, de instinto y en cierto modo vegetativa, que habían venido haciendo hasta allí, sucedió para ellos la vida consciente, reflexiva, intencional, la vida propia del ser humano, libre y responsable. Pero, bajo el imperio de las abstracciones, a punto ha estado de malograrse la gran obra revolucionaria. Se pretendió regir la sociedad con lugares comunes, con fórmulas huecas, fruto de un vano dogmatismo. Más de un siglo de agitaciones, en buena parte estériles, han demostrado a los pueblos, bien a sus expensas, la inanidad de las recetas del viejo idealismo. ¡Cuántas faltas, cuántos errores, cuántas catástrofes se habría evitado con sólo atender a los hechos!
Este sentido positivo constituye la característica de la Sociología novísima. Sobre la base firme de estadísticas serias, que ofrecen a la inducción el material indispensable, comienzan a esbozarse las ciencias de la Sociedad; su Organografía y su Fisiología, su Higiene y su Medicina. La concepción monista, substituyendo a los antiguos dualismos, enfoca de diverso modo todos los problemas sociales. El complejísimo organismo social va revelando al investigador no pocos de sus misterios. Apunta la aurora del día en que la sociedad humana podrá ser regida por principios y no por dogmas, substituyendo la verdad científica a prejuicios funestos y supersticiones nefandas.
De la actividad hoy desplegada en este género de estudios da clara muestra la creación de centros activísimos de investigación sociológica, tales como la Nueva Universidad de Bruselas, el Colegio Libre de Ciencias Sociales en Francia, el Colegio de Ciencias Sociales y Políticas en Inglaterra, y en Italia el de Milán. La Institución Libre de Enseñanza, fundada en Madrid el año 1876 por la élite de nuestro profesorado liberal, inició estos estudios entre nosotros. No ha sido, ciertamente, estéril tal iniciativa, por más que la hostilidad del medio, tan poco propicio a toda labor reflexiva, no haya permitido realizar cumplidamente aquellos trabajos experimentales y críticos que la constitución de la ciencia sociológica demanda.
Acaban de fundarse en Madrid y Barcelona la Sociedad y el Instituto de Sociología, cuya influencia habrá de ser muy fecunda en resultados.
Ningún país se halla tan necesitado como España del cultivo de la nueva disciplina, porque en ninguno la ignorancia audaz y presuntuosa, el ciego empirismo, la gárrula e insubstancial palabrería han causado estragos tamaños. Dígalo la luctuosa historia de nuestros desastres. Urge que, orientándonos en las direcciones del pensamiento contemporáneo, empecemos a hacer los españoles, a modo de niños, el aprendizaje de la vida. Nuestro atraso e incultura nos imponen una voluntaria sumisión a la tutela intelectual de pueblos más adelantados. Si la cooperación internacional en la obra científica, sobre cualquier distinción de razas y fronteras, es para todos obligada, mucho más ha de serlo para quienes, como nosotros, tienen hoy por hoy tanto que aprender y tan poco que enseñar. Necesitamos ante todo recoger y asimilarnos los frutos del pensamiento ajeno, no para convertirlos en axiomas indiscutibles, sino para servirnos de ellos como de puntos de partida, y también como estímulos y acicates con que despertar el amodorrado pensamiento nacional.
A este propósito obedece la Biblioteca Moderna de Ciencias Sociales. En ella, y a reserva de acometer más tarde la publicación de trabajos originales producidos en España, comenzaremos dando a conocer desde luego a nuestro público las obras más celebradas en Europa y América, debidas a aquellos escritores que han obtenido mayor éxito, así por lo original y atinado de sus juicios, como por sus acentuadas tendencias radicales y renovadoras. Si, según lo esperamos, el público secunda nuestros esfuerzos, habremos prestado a la cultura patria un modesto pero útil servicio.
[ Santiago Valentí Camp, Vicisitudes y anhelos del pueblo español, Barcelona 1911, págs. i-ii. ]
Obras del autor
Bosquejos Sociológicos, prólogo de Alfredo Calderón, Fernando Fe, Madrid, 1889.– Ptas. 2.
Premoniciones y Reminiscencias, prólogo de Adolfo Bonilla (Biblioteca Sociológica Internacional), Barcelona, 1907.– Ptas. 0'75.
Atisbos y Disquisiciones (Biblioteca Sociológica Internacional), Barcelona, 1908.– Ptas. 0'75.
La Antropología Criminal y las disciplinas afines (Memoria del VI Congreso celebrado en Turín en 1906), Barcelona, 1908. Un folleto.– Ptas. 1.
La Democracia socialista alemana y su organización, Barcelona, 1910. Un folleto.– Ptas. 0'10.
En prensa
Las Sectas y las Sociedades secretas a través de la Historia, 3 vols. A. Virgili, S. en C., editores, Barcelona.
Indagaciones y Sinopsis (Estudios críticos y sociológicos).
[ Santiago Valentí Camp, Vicisitudes y anhelos del pueblo español, Barcelona 1911, pág. 303. ]
Biblioteca Moderna de Ciencias Sociales
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Esta Biblioteca publicará sucesivamente obras de sociólogos españoles y extranjeros, editadas con el mismo esmero que ésta. A cada volumen se le fijará el precio que exija su extensión.
Obras publicadas
G. Sergi. Catedrático de la Universidad de Roma.– La decadencia de las naciones latinas. (Versión española de S. Valentí Camp y Vicente Gay.) Un vol. en 4.°, con el retrato del autor, 3 pesetas.
Rafael Altamira. Catedrático de la Universidad de Oviedo.– Psicología del pueblo español. Un vol. en 4.°, 2 pesetas. (Agotada.)
Adolfo Posada. Catedrático de la Universidad de Oviedo.– Literatura y problemas de la sociología. Un volumen en 4.°, 3 pesetas.
Miguel de Unamuno. Rector y catedrático de la Universidad de Salamanca.– En torno al casticismo. Un vol. en 4.°, 2 pesetas.
A. Vaccaro. Catedrático de la Universidad de Roma.– La lucha por la existencia y sus efectos en la humanidad. (Versión española de S. Valentí Camp y Pedro Umbert.) Un vol. en 4.°, 3 pesetas.
León Bazzalgette.– El problema del porvenir latino. (Versión española de S. Valentí Camp). Un volumen en 4.°, 3 pesetas.
S. Valentí Camp.– Vicisitudes y anhelos del pueblo español. (Prólogo de Pedro Dorado.) Un vol. en 4.°, 3 pesetas.
En preparación
S. Valentí Camp.– Indagaciones y sinopsis. (Estudios críticos y sociológicos.)
Los pedidos al autor o a la casa A. VIRGILI, S. en C., editores, Rosellón, 208, Barcelona.
[ Santiago Valentí Camp, Vicisitudes y anhelos del pueblo español, Barcelona 1911, contracubierta. ]