Filosofía en español 
Filosofía en español


Teódulo Armando Ribot

Sabido es que Francia, en el transcurso del siglo XIX contribuyó poderosamente a la difusión de la cultura contemporánea. Pocas naciones han aportado al patrimonio espiritual un esfuerzo tan continuado y han ofrecido al mundo un cúmulo de energías de tanto valor. Recordemos, en el orden intelectual, a hombres representativos como Michelet, Juan José Luis Blanc, Pablo Janet, Renan, Taine, Littré, Fouillée, Guyau, Renouvier, Hannequin, Botroux, Bergson y Teódulo Armando Ribot. A esta pléyade gloriosa de investigadores y teorizantes, no se le puede negar el mérito sobresaliente de haber dado a conocer en Europa las concepciones de los filósofos ingleses, escandinavos, alemanes, rusos, italianos y yanquis, al propio tiempo que se ponía de relieve el sentido universalista que alentaba en la mentalidad filosófica de la nación vecina.

Puede decirse que, con la aparición del egregio polígrafo Teódulo Ribot, el genio francés, llegó a la cumbre en la esfera de las ciencias psicofísicas. La labor de este célebre escritor ha sido fecundísima. A sus grandes dotes para la investigación, unía Ribot cualidades prodigiosas para exponer con agilidad y sencillez los problemas más complejos que la indagación científica proyectó en el ámbito de las disciplinas del espíritu. Ribot era un prototipo de perspicacia y de clarividencia, y contados publicistas le igualaron y ninguno le superó en la tarea de divulgación. Llevado de su afán de inquiridor, exploró las distintas corrientes y modalidades que informan el pensamiento de nuestro tiempo y de las épocas pretéritas. Logró siempre substraerse a las nociones preestablecidas y, sin duda por ello, supo libertarse de los achaques de muchos historiadores de la filosofía: la [240] visión parcial de los problemas y los juicios y comentarios apasionados. Como Lange y Höffding, tenía Ribot la virtud de la impersonalidad, y al realizar sus dilatados trabajos de inducción, tan sólo tuvo como guía el anhelo de acercarse a la veracidad.

Teódulo Ribot, nació en Guingamp (Cotes du Nord) en 1839. Hizo sus primeros estudios en el Liceo de Saint Brieue, desde donde pasó, obligado por su familia, a la Administración de los Registros con un cargo que pugnaba con su vocación firmísima hacia la vida especulativa; bien pronto apartóse de las funciones burocráticas y se trasladó a París, donde impulsado por sus aficiones al estudio de la filosofía, se preparó para ingresar en la Escuela Normal Superior, en la que fue admitido en 1862 tras brillantes ejercicios que llamaron la atención de los jueces por la vastedad de los conocimientos del opositor y por la seguridad con que emitía sus juicios.

A los cuatro años de cursar en la mencionada escuela, se le concedió el título de profesor agregado, y en 1875 obtuvo el grado de doctor. Al salir de la Normal, fue nombrado profesor de filosofía en el Liceo de Versoul, del cual pasó, al cabo de tres años, al de Laval. Ribot, que demostró cualidades nada comunes para el ejercicio de la didáctica, hubo de luchar en ambos centros con la carencia de medios adecuados para desempeñar las tareas pedagógicas en la medida de su deseo vehemente. Ante las contrariedades que le ocasionara la enseñanza oficial, y llevado de su entusiasmo por la ciencia, consagróse casi exclusivamente a la investigación en los dominios de su especialidad predilecta: la psicología experimental.

Definitivamente establecido en París, dedicó por entero su pasmosa actividad a los ensayos y experiencias y fue alumno asiduo de los laboratorios de fisiología y de histología, asistiendo durante varios cursos a las clínicas de psiquiatría y a los asilos de alienados.

En 1876 logró ver realizado uno de sus proyectos más importantes: aquel en que había puesto todas sus ilusiones como hombre de ciencia y como publicista, fundando con varios profesores y estadistas ilustres, La Revue Philosophique de la France et de l’Etranger, revista que, como es notorio, ha llegado a ser la más autorizada de Europa y que cuenta con un prestigio más sólido [241] y una mayor influencia en el mundo docto. Merced a la genial iniciativa de Ribot y a su perseverancia, La Revue Philosophique ha sido desde sus comienzos el órgano, no sólo de la alta intelectualidad francesa, sí que también de la de ambos Continentes. En esta notabilísima revista, tanto el venerable maestro de la psicología en Francia, como sus discípulos más esclarecidos, han dado a conocer a un sinnúmero de filósofos, psicólogos, moralistas, críticos, logicistas y sociólogos sin distinción de escuelas ni de nacionalidades. Hace algunos años nuestro compatriota Ramón Turró publicó en sendos magistrales estudios que fueron elogiados por cuantos cultivan la filosofía biológica. En La Revue Philosophique, que, al nacer, editaba Germer Bailliére y C.ª y en la actualidad Félix Alean, se recogen puntualmente todas las manifestaciones del pensamiento y se orienta al público ilustrado en cuanto concierne al movimiento bibliográfico en religión, historia y crítica de las doctrinas, psicología individual y social, metodología, filosofía, ciencia contemporánea, &c.

Desde 1885 gozaba Ribot de una gran afama y sus estudios, que en un principio fueron acogidos con alguna reserva, pronto granjeáronle una consideración no superada en su país ni entre la élite de las demás naciones del Continente y de los Estados Unidos. En dicho año se le confió la misión de explicar un curso de psicología experimental en la Sorbonne, alcanzando sus lecciones un éxito de público pocas veces registrado y sólo comparable al que ha obtenido Bergson en estos últimos tiempos. En 1888, el «Collége de France» le encomendó la cátedra de Psicología Experimental y Comparada, que fue creada exprofeso para el doctísimo maestro.

Si como profesor y director de La Revue Philosophique había adquirido Ribot justo renombre, no menor ni más legítimo fue el que obtuvo con sus libros, que han sido, sin duda, los más leídos de cuantos escribieron los tratadistas franceses en el último tercio de la pasada centuria. Únicamente hubo en Francia tres escritores que adquiriesen tanta popularidad como Ribot: Letouenneau, Tarde y Guyau. El primero de los libros de Ribot fue La Psychologie anglaise contemporaine, que apareció en 1870 y del que se han hecho tres ediciones. En este libro señaló la dirección de su pensamiento, de la que [242] no se apartó un ápice en los que le subsiguieron. Es un estudio notable por la diafanidad de la exposición, por lo profundo de las investigaciones y, sobre todo, por el método con que examina las distintas tendencias de psicología inglesa. La crítica lo ha reputado como uno de los mejores que se han escrito acerca de la mentalidad británica. Ribot hizo un examen amplísimo de las concepciones de Lames Mill, Stuart Mill, Bain, Lewes, Sully, Maudsley, Spencer y otros, y, tras un análisis sutil de cada una de estas personalidades, puso de relieve los puntos de contacto y las diferencias y oposiciones que entre ellas existen. Con este volumen se hizo acreedor Ribot al título de fundador de la nueva escuela filosófica francesa, basada en los datos de la experiencia y por completo ajena al sentido metafísico.

Débese en gran parte a Ribot el haber hecho triunfar la metodología objetiva, que se funda en la observación y comprobación de los fenómenos nerviosos; en el análisis comparativo de la mentalidad de las razas; en el examen de las cualidades del niño; en las acciones de los animales, &c. Merece también elogios su distinción entre el aspecto fisiológico y el consciente, en cuya relación apoyó su doctrina, toda ella informada en los hechos y no en apriorismos teóricos.

En la Psychologie allemande contemporaine, que apareció en 1879, que en 1909 se había reimpreso siete veces y que fue traducida al inglés, alemán, ruso, polaco y castellano, prosiguió Ribot la orientación iniciada en la obra anterior. Este libro fue también muy encomiado por la crítica, que lo consideró como uno de los más documentados que han visto la luz acerca de la psicología tudesca. Ribot escudriña en él con gran acierto las concepciones de Herbart, Beneke, Feohner, Weber, Lotze, Horwicz, Wundt, Brentano y otros, trazando magistralmente la filiación mental de cada uno de estos tratadistas germanos.

En L’Hérédité psychologique, publicado en 1873 y del que se han hecho siete ediciones, desenvuelve el principio de lo que significa la herencia en la esfera psicológica. La Philosophie de Schopenhauer, que apareció en 1874, alcanzando doce ediciones, es un maravilloso perfil del paradójico filósofo alemán. Les maladies de la memoire, que vio la luz en 1871 y del que llegaron a [243] hacerse veintitrés ediciones, constituye un acabado estudio de los trastornos de la facultad mnemónica. Les maladies de la volonté que apareció en 1883, llevaba en 1914 nada menos que veintiocho ediciones, y es un examen inmejorable de las perturbaciones de la volición. Les maladies de la personnalité, publicado dos años más tarde fue asimismo un gran triunfo para Ribot, ya que en 1911 había alcanzado este libro quince ediciones. No existe en la bibliografía contemporánea ningún volumen en que se analicen con tanta clarividencia los desórdenes psicofisiológicos de la individualidad.

En 1888 dio Ribot al público Le Psychologie de l’attentión, del que en 1913 se habían hecho doce ediciones. Revela el autor en este libro más que en otro alguno, su gran potencialidad analítica y un profundo conocimiento del temperamento y del carácter. La Psychologie des sentiments, que apareció en 1896 y fue reimpreso nueve veces, es un libro documentado con un considerable caudal de datos interesantísimos, recogidos, unos, de primera mano por el autor, y espigados, otros, en las obras de los más famosos cultivadores de la psicología experimental, de la psiquiatría y de la neuropatología. Pone de manifiesto Ribot en este volumen, hasta la evidencia, la importancia que revisten los estados afectivos y el predominio que éstos ejercen, tanto en la esfera individual como en la colectiva, así como la transcendencia que alcanzan los sentimientos y las emociones que casi siempre prevalecen sobre las representaciones mentales en la vida.

En L’evolution des idées générales (1897), Essai sur l’imagination créatrice (1900), La Logique des sentiments (1905), Essai sur les passions (1907), Problémes de Psychologie affective (1909) y La vie inconsciente et les mouvements (1914); prosiguió el experto e infatigable investigador francés sus admirables estudios analíticos y descriptivos acerca de los problemas biopsíquicos y antroposociales con la sagacidad y la hondura de siempre y quizás con más dominio todavía del método y de la técnica que en las obras anteriores.

En estos últimos libros amplió Ribot y profundizó el significado y alcance de la asociación de las ideas, de los estados ideoafectivos, de la correlación de los sentimientos, del razonamiento pasional, de lo inconsciente, de las [244] imágenes, de los impulsos, &c. Es digna de especial mención, y fue muy elogiada, su fórmula de que la lógica racional pierde en determinadas ocasiones el carácter práctico, mientras la emocional lo conserva siempre.

Además de los libros apuntados, publicó Ribot gran número de artículos y ensayos críticos y algunas Memorias acerca de varios Congresos internacionales de psicología y tradujo al francés las obras de insignes tratadistas, entre ellos Spencer.

La personalidad del eximio psicólogo es una de las preeminentes de la nación hermana, pues Ribot contribuyó como nadie a incorporar los descubrimientos de las ciencias biológicas y antropológicas a los dominios de la psicología experimental, coadyuvando con su extraordinaria laboriosidad, su cultura inmensa y su estiIo elegante al triunfo de la doctrina evolucionista. Con Fouillée, Le Bon, H. Marión, Durkheim, Paulhan, y Levy Brühl, ha sido uno de los filósofos que más han contribuido a restaurar el prestigio intelectual de Francia.

En España era Ribot sumamente conocido por haber el distinguido pedagogo madrileño Ricardo Rubio, discípulo de don Francisco Giner, vertido al castellano casi todas sus obras.

Ribot falleció en París el día 9 de Diciembre de 1916, a los 77 años, legando a su patria una obra imperecedera por su carácter de universalidad.