Filosofía en español 
Filosofía en español

Salvador Mañero Mañero  1917-2000

Salvador Mañero Mañero Profesor español de filosofía, nacido en Castrillo de Villavega (Palencia) el 12 de enero de 1917 y fallecido en Madrid el 27 de octubre de 2000. Inició los estudios primarios en el colegio que los jesuitas regentaban en Carrión de los Condes y los continuó en Comillas. Cursó luego las humanidades y los dos años de filosofía en el colegio dominico de Santo Tomás de Avila. En los años de la guerra civil cursó el bachillerato en el Instituto de Enseñanza Media de Palencia, y en 1940 inició en la Universidad de Valladolid la carrera de Filosofía y Letras, licenciándose en Madrid en 1944, con Premio Extraordinario. Becario del Instituto «Luis Vives» de Filosofía, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, el 30 de octubre de 1945 se incorpora, como Catedrático de Filosofía, al Cuerpo de Catedráticos Numerarios de Institutos Nacionales de Enseñanza Media de España, con destino en el Instituto «Jovellanos» de Gijón, villa asturiana en la que permanecerá hasta 1959, desarrollando una gran actividad pública.

Doctor en Filosofía en 1950 por la Universidad de Madrid, con la tesis Dios en la concepción aristotélica del Universo, dirigida por Santiago Montero Díaz (en sustitución de Juan Francisco Yela Utrilla, fallecido), defendida el 13 de junio de 1950 ante un tribunal formado además por Víctor García Hoz, Leopoldo Eulogio Palacios Rodríguez, José María Sánchez de Muniaín Gil y Carlos París. Resumen: «Se pretende plantear o solucionar con novedad el magno problema de cuál sea el auténtico pensamiento de Aristóteles sobre lo divino; ya en el título se alude a la solución propuesta: no hay en Aristóteles una lucha íntima o un choque de varias concepciones del Universo reconocidamente incomponibles, que desembocarían en una teoría de las «dos verdades»; pero sí una lenta y difícil decantación de la teología teísta, integradora, en una concepción del universo armónica y única, de elementos míticos y órficos y poéticos con los logros alcanzados por la investigación racional. La función supletoria de la religión popular explica que en Metafísica XI, rebasando el alcance lógico de los argumentos con que se establece la existencia del Sumo Ser, se alcance una auténtica Trascendencia, significativamente apuntada por la denominación misma y por los atributos del Acto Puro, separado y sin materia. Ya el hecho de que se hable de creencias convenientes apunta a esta función supletoria, la cual aflora con más relieve a varios textos en que Aristóteles se congratula porque sus soluciones racionales se acordan con la tradición. La conveniencia pragmática de la religión, expresa en la Política, no se resuelve en pragmatismo escéptico; porque, de conformidad con lo indicado, está soportada por una conveniencia racional o eulogon. En cuanto a la supuesta incongruencia de Física VII-VIII y Metafísica XI, se sostiene que es sólo verbal y no de pensamiento: el sentido del «ser sin materia» no será el mismo si se lo encuadra en una concepción hilemórfica de los vivientes –caso de la Metafísica XI– que si se lo compone con una concepción platónica del alma como sustancia completa en sí, sólo extrínseca o aun innaturalmente unida al cuerpo. Mientras Física VII-VIII se mantienen en el plano de Alma del Mundo de Platón –ya en el sentido de no pretender en ellos el Estagirita elevarse hasta el plano del supremo analogado divino, ya en el sentido de que, aun siendo su Primer Motor Inmóvil Alma del Primer Cielo, no deja por ello de ser sustancia inmaterial completa y en consecuencia posiblemente trascendente–, en Metafísica XI la afirmación del «ser sin materia» no se concilia ya con la tesis de que sea un Alma del Primer Cielo. Todos los otros puntos discutidos de la Teología aristotélica son abordados desde dichos puntos de vista en la cuarta parte de la obra, como culminación del estudio hermenéutico de Metafísica XI y de Física VII-VIII, que se aborda en la segunda parte, y de una exhaustiva recogida de los demás textos aristotélicos sobre lo divino, que se estudian en la tercera parte insistiendo en el carácter alusivo y elusivo de muchos. En fin, la primera parte, metodológica e histórica, no es la menos cuidada; se consignan en ella las soluciones hasta hoy dadas al problema discutido, en forma que, superando la estricta exposición, pretende ser investigación que ponga al descubierto los defectos metodológicos en que incurren Jean Paulus, A. Bremond, Festugière, Brentano, Werner y Mugnier, Jaeger y Nuyens y otros autores. (Tomado de Sumarios y extractos de las Tesis Doctorales leídas desde 1940 a 1950 en las secciones de Filosofía y Pedagogía, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Madrid, páginas 223-227.)

Colaborador habitual de la Revista de Filosofía del Instituto «Luis Vives» de Filosofía, y luego de las Semanas Españolas de Filosofía, publicó también en los años cincuenta en la Revista de la Universidad de Oviedo y en Archivum (revista que lo fue de la Facultad de Filosofía y Letras de Oviedo), intervino en el XXII Congreso de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias, celebrado en Oviedo del 27 de septiembre al 4 de octubre de 1953, y publicó en varias revistas filosófico católicas, como La Ciudad de Dios, Crisis, Augustinus, &c. En 1959, por concurso de traslado, se incorporó al Instituto «San Isidro» de Madrid, del que fue Jefe de Estudios de 1963 a 1974, y en el que terminó su carrera docente. Mantuvo su colaboración con el Instituto «Luis Vives» de Filosofía, del CSIC, y publicó un libro de texto de Filosofía (en la editorial Mater et Magistra) que entre 1965 y 1973 mereció hasta seis ediciones. Desde su jubilación en 1985 hasta su fallecimiento en 2000 continuó escribiendo y publicando, conservando sus hijos numerosos textos inéditos.

En 1992, a petición de Gonzalo Díaz Díaz (quien para realizar su monumental proyecto se dirigió directamente a los autores vivos que tenía previsto incorporar a su obra), preparó un perfil autobiográfico que se corresponde básicamente con lo publicado en Hombres y documentos...:

«Salvador Mañero Mañero. Nació el 11 de enero de 1917 en Castrillo de Villavega (Palencia), y a los diez años iniciaba su enseñanza primaria en el colegio de Carrión de los Condes (Palencia) de la Compañía de Jesús, que continuó al año siguiente en Comillas, pasando después al colegio dominico de Santo Tomás de Avila, donde cursó las humanidades y dos años de filosofía, hasta 1936 en que se trasladó a Palencia para preparar el bachillerato en el Instituto de Enseñanza Media, que concluyó en 1939. Al año siguiente se incorporó a la Universidad de Valladolid, donde inició la carrera de filosofía y letras, cuya licenciatura obtuvo en Madrid en 1944, doctorándose también en esta Universidad en 1950, ambas titulaciones con Premio Extraordinario.
Fue después becario del Instituto «Luis Vives» de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y en 1945 conseguía por oposición la cátedra de filosofía del Instituto de Enseñanza Media «Jovellanos» de Gijón (Asturias), ciudad en la que desarrolló una gran labor cultural pronunciando numerosos ciclos de conferencias, a través de sus frecuentes colaboraciones en la prensa, y como miembro directivo del Ateneo, hasta 1959 en que pasó, por concurso de traslado, al Instituto «San Isidro» de Madrid, del que fue Jefe de Estudios de 1963 a 1974 y en el que permaneció hasta su jubilación en 1985. Desde su llegada a Madrid, se incorporó por sucesivos contratos a las actividades del Instituto «Luis Vives» del C.S.I.C., en el que llevó a cabo varias investigaciones sobre «El principio de lo mejor», «La interpretación de la Teología de Aristóteles en sus comentaristas», «La moral del testimonio del ser» de Marcel, «Filosofía y método en el misterio del ser», etcétera.
También paralelamente a su actividad docente, para la que escribió algunos textos que fueron objeto de varias reediciones, dictó diversos cursos sobre sociología moral y política, entre los que cabe recordar las doce lecciones pronunciadas en la Universidad Complutense sobre sociología, o los diez temas sobre historia de la filosofía y ética preparados para la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia), y que fueron transmitidos por radio.
Salvador Mañero, que actualmente tiene en avanzado estado de preparación un trabajo sobre el paralelismo advertido entre el pensamiento de José Enrique Rodó y el de Ortega y Gasset, y que llevará por título Un precedente hispanoamericano de Ortega y Gasset: de la 'razón integral' de J. E. Rodó a la 'razón vital', toma como punto de partida de su posición doctrinal frente al problema filosófico, la necesidad vital que la razón humana tiene de una concepción del Universo y que se manifiesta como exigencia de fundamentación racional; a partir de aquí, y ya desde su juventud, ha venido postulando la noción de filosofía como concepción del Universo racionalmente fundamentada, para lo que se proveyó de criterios que le permitieron un pensamiento personal al margen tanto de lugares comunes como de modas. La exigencia de precisión en los conceptos y de rigor en las demostraciones, dejaban fuera de lugar a pretendidas filosofías incapaces de superar el plano de lo puramente eulógico –aún cuando valgan como sugerencia o atisbo– y a mitos de nuestro tiempo que incluso las ciencias incuban al trocar las hipótesis en tesis.El peligro de racionalismo lo superó, empero, nuestro autor abriendo la razón a vías afectivas –a la poesía incluso– y elevándola a razón integral, a la vez que precisaba el diverso carácter de la fundamentación posible en cada ámbito de la realidad y tomaba conciencia del «diminutae sunt veritates a filiis hominum» (Ps. 11, 2). Sin embargo, para evitar caer en el extremo opuesto, el Caribdis del relativismo, reflexionó sobre el alcance de las variables situacionales en el conocimiento, llegando a la conclusión de que los diversos niveles del conocimiento y estratos de la realidad hacen plausible una relatividad que, sin embargo, no es relativismo. Desde tales presupuestos, viene a decir, el punto de partida de la reflexión filosófica no es la duda, sino la humilde y expectante apertura de quien, aún instalado en determinadas convicciones, revisa sus razones codicioso de más sólida fundamentación y más comprensiva verdad. Su aplicación a la historia de la filosofía le permite descubrir una línea de progreso, a través de sistemas dispares, y hablar de «filosofía perenne»; la historia de la filosofía y de las ciencias es historia de la razón. Y, consiguientemente, el procedimiento para seguir avanzando consistirá en revisar y renovar problemas muy precisos, más que en pretender crear sistemas o adscribirse a escuelas; el sistema se dará, si acaso, por añadidura.
En la revisión de la historia puede producirse el enriquecimiento del pensamiento propio con la asimilación de contenidos inspirados por ajenas escuelas sin caer en el eclecticismo; así, por ejemplo, ha hecho suya «la situación» existencialista, al tiempo que asume aportaciones estructuralistas y las trasciende en lo que llama «filosofía del estrambote». No obstante, ha preferido los temas teóricos a los históricos e incluso en éstos busca frutos de teoría. Salvador Mañero ha trabajado también con asiduidad la problemática ética, sobre la que tiene inéditos algunos trabajos.» (en Gonzalo Díaz Díaz, Hombres y documentos de la filosofía española, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid 1995, volumen V, páginas. 123-126.)

Bibliografía cronológica de Salvador Mañero Mañero

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