“Filosofía vulgar” “filósofos vulgares”
1568 «La philosophia vulgar. De Ioan de Mal Lara, vezino de Sevilla. A la C. R. M. del Rey Don Philippe, Nuestro Señor, Dirigida. Primera parte que contiene mil refranes glosados. En la calle de la Sierpe. En casa de Hernando Díaz. Año 1568.» «Parte primera de la philosophia vulgar en que se declaran mil refranes, de los que comunmente se usan en Hespaña. Dirigida al muy Alto, y muy Poderoso, y muy Catholico Principe don Philippe, Rey de las Hespañas, &c. nuestro Señor. Por Ioan de Mal Lara, vezino de Sevilla.» (Juan de Mal Lara, La filosofía vulgar, Sevilla 1568.)
«Origen de la filosofía vulgar. [...] Así que la Filosofía fue tratada en dos maneras, o según sus secretos misterios, que Aristóteles guardaba para declarar a su Alejandro, y a los que le oían solamente, o según los que el vulgo solía recibir, y entender en cosas palpables. Y aunque las proposiciones, que el vulgo tiene sean de lo más íntimo de la filosofía, llamaronse Vulgares, por dadas ya al vulgo, y puestas en vocablos, recibidos, y entendidos comúnmente de tal manera, que no es menester oír aquello de la boca del mismo maestro, según era Aristóteles, ni era otra cosa más, que sabiendo para cada cosa sus remedios comunes, dabanse de unos en otros sus aplicaciones, con título de Refranes hechos en el común lenguaje para todos, de lo cual se aprovechaba mucho el vulgo, por que era admitido a ser discípulo de la filosofía de tal manera, y decía él también cosas altas, aunque disfrazadas en el lenguaje de sus proverbios, y digamos los rústicos Refranes.» (Juan de Mal Lara, Preambulos de la vulgar filosofía. Parte 1. Origen de la Filosofía vulgar, La filosofía vulgar, Sevilla 1568).
1905 «Así la sabiduría popular, desgranada en sentencias y proloquios, en cuentos y refranes, derrama en el Quijote pródigamente sus tesoros y hace del libro inmortal uno de los mayores monumentos folklóricos, algo así como el resumen de aquella filosofía vulgar que enaltecieron Erasmo y Juan de Mal-Lara.» (Marcelino Menéndez Pelayo, «Cultura literaria de Miguel de Cervantes y elaboración del Quijote», Discurso leído en el Paraninfo de la Universidad Central en la solemne fiesta de 8 de mayo de 1905, en Edicional Nacional de las Obras completas..., tomo VI –Estudios y discursos de crítica histórica y literaria, I–, Santander 1941, pág. 327.)
2001 «La filosofía cortesana de Gracián no es filosofía rústica o vulgar sino refinada y cultivada, y su román paladino es propiamente un román palatino, el que se habla en la corte y se opone al que se habla en la iglesia. Y, por supuesto, en la aldea. Es un román palatino solo que tiene su vista puesta en los fenómenos del mundo entorno, aún sin olvidarse de Dios, pero un Dios que ha experimentado ya la “inversión teológica”. Si esta filosofía es mundana lo será, no por su origen popular en el sentido kantiano de la ilustración (¿cómo podría Gracián, que desprecia a la plebe, tomarla como legisladora de la razón?) sino por su objeto, el mundo de los fenómenos. La filosofía cortesana de Gracián se opone por tanto a la filosofía escolástica, pero no desconociéndola, sino como de vuelta de ella y aún desde ella, en la medida en que esa filosofía se ocupe, aun reconociendo que todo lo que está en el entendimiento estuvo antes en los sentidos, de las esencias transmundanas, metafísicas, de las propiedades trascendentales del ser, de las segundas intenciones, o de las inteligencias separadas. La filosofía cortesana, una vez formada en la tradición escolástica quiere volver a los fenómenos. Por ello es crítica, y no lo sería si fuese filosofía vulgar o mundana. Es crítica de la filosofía vulgar y también de la escolástica, crítica “de los sabios en latín y de los necios en romance” (II, IV). También Feijoo habló del “vulgo que sabe latín”. ¿Qué significa propiamente “crítica al método escolástico”? Sin duda una crítica vinculada a los contenidos dados a través de este método, y no sólo una crítica a la forma escolástico-silogística de la exposición. Pero con todo esto no quiere decirse que la perspectiva filosófica cortesana pueda tomarse como una perspectiva que garantiza la exactitud de los juicios. Muchos filosofan, como el Malvezi de III, IX, para que esto asegure la verdad de sus sentencias. El correr de los tiempos nos ha dejado modelos perdurables de filosofar: el “divino Platón”, ante todo. Pero ni siquiera estos modelos ofrecen una misma filosofía: Heráclito, que llora ante todas las cosas, nos orienta en sentido contrario a Demócrito, que de todo se ríe. Parece como si Gracián, al reivindicar la naturaleza filosófica de su proyecto crítico, no pretendiera referirse a alguna ciencia unívoca, cristalizada, a la que fuera posible acudir como a un Tribunal Supremo, sino más bien a una disciplina que, tras haberse orientado en las grandes filosofías del pretérito ha de ser ejercitada por cada uno hasta la medida de exigencia crítica que le haya sido dada.» (Gustavo Bueno, “La filosofía crítica de Gracián”, 2001.)