Filosofía en español 
Filosofía en español

Fernando Ceballos Mier OSH  1732-1802

Filósofo católico español y monje jerónimo, Fray Fernando de Zevallos es recordado sobre todo por una obra voluminosa y contundente, La Falsa Filosofía, o el Ateísmo, Deísmo, Materialismo, y demás nuevas Sectas convencidas de crimen de Estado…, o, como se resume en las anteportadas de los tomos 5 y 6: La Falsa Filosofía, crimen de Estado. Dedicada a Pedro Rodríguez Campomanes, desde el convento de San Gerónimo de Ávila, mediante una “Carta Dedicatoria” firmada el 8 de Octubre de 1773, se publicaron en 1774 los tres primeros tomos (que ofrecen una exposición del “Aparato de la obra” y el libro primero), en 1775 los tomos cuarto y quinto, y en 1776 el tomo sexto (que ofrece hasta la disertación XIII, y última, del libro segundo). La censura civil impidió continuar su edición, por lo que parte de esta obra quedó sin imprimir (es falso un tomo séptimo presuntamente impreso en Lisboa en 1801 y que dice concluir un libro tercero, tomo formado por una portada fraudulenta antepuesta a un ejemplar del tomo sexto de 1776). La mayor parte de los manuscritos inéditos de Ceballos se conservan en la biblioteca del monasterio de Santa María del Parral, en las afueras de Segovia, habitado hoy (septiembre de 2019) por seis monjes jerónimos, que son todos con los que cuenta la cristiandad.

1812 «La historia de un siglo los presenta a la faz de todo el mundo como reos de lesa majestad y nación. En Roma y Nápoles, en Francia y España fueron delatados a los gobiernos por autores de una rebelión general, que por necesidad debía anegar a toda la Europa en su misma sangre. Fleuri, Zeballos, Valsequio, Bergier, el clero de Francia, otros muchos sabios de la Europa, celosos de su patria y de su religión, descorrieron el velo de la novedad, ilustración, filosofía, reforma con que aparecieron disfrazados al principio, y los presentaron a toda la tierra como a unos Diágoras o unos Epicuros, unos Espinosas o Maquiavelos, enemigos de Dios, de los tronos, de la sociedad, de toda virtud, de toda religión.» (Fray Rafael de Vélez, “Prólogo” a Preservativo contra la irreligión o los planes de la Filosofía, Cádiz 1812.)

1828 «Observaciones hechas por los años de 1766 sobre la Reforma eclesiástica de Europa, para que sirviese de advertencia a la que anunciaba en España (un tomo) = En ellas, con un lleno de erudición escogida, y todo el peso del raciocinio, se hace ver que la Reforma intentada se trata y dispone por personas incompetentes = se hace y solicita por medios inconducentes = se versa sobre materias o inocentes, o impertinentes = y se ordena a fines interesados y terrenos. = Et hic funiculus cuadruplex difficile rumpitur. = Son del Padre Mtro. Fr. Fernando Cevallos, de la orden de san Gerónimo (❋).
 (❋) El mérito del Padre Cevallos es tan conocido, su erudición tan escogida, y su virtud tan notoria, que sería superfluo hablar de ello. Teólogo, canonista, jurisconsulto a los 22 años, y graduado en esta edad en estas tres facultades, dio pruebas de su profundo saber en la oposición a la Doctoral de la santa Iglesia de Sevilla, y de su desengaño y desprendimiento de las cosas del mundo en ir directamente desde la oposición a pedir el hábito de monje en el monasterio de Gerónimos de san Isidro del Campo. Llamado de Dios para combatir la impiedad, consagró su pluma desde luego al servicio de la Religión; y son muchas las obras que trabajó, aunque la mayor parte han quedado inéditas, y algunas de ellas han desaparecido. La falsa filosofía, rea de crimen de Estado, aunque asombró al mismo Campomanes, le atrajo la persecución de los prosélitos que tenía en España el Filosofismo, atizados desde París por Voltaire; y aunque a duras penas pudo lograr la impresión de los seis primeros tomos, y el séptimo estaba ya aprobado por la censura, no pudo dar a la estampa éste ni los siguientes, antes, según el consejo de Voltaire, se le mandó salir de Madrid y sitios Reales, con orden de no escribir contra los Filósofos, porque era turbar la paz y la conciencia de los españoles, donde se creía seguramente sin necesidad de excitar controversias: consejo que no han olvidado nunca los sectarios para enfrenar a los perros que no ladren contra los lobos, y oprimir la verdad dejando el campo libre al error. Quedaron, pues, sin imprimir cuatro tomos de la Falsa Filosofía: como también la Noche de la Incredulidad: una Impugnación del Emilio de Rousseau: otra sobre Voltaire y sus escritos: el Ascanio, sobre el fuego de la otra vida, con otras varias: en Portugal imprimió la Apología de la devoción al sagrado corazón de Jesús, y el Deísmo estático. Retirado a su monasterio, uniendo las ocupaciones literarias a las religiosas, sufriendo con constancia cristiana las persecuciones de los adeptos de la impiedad, que aun allí abrevaron su vida con amargas pesadumbres, murió la muerte de los justos el 1º de marzo de 1802.» (fragmento de Geografía del Jansenismo, por el abate Francisco Antonio Mondelli, y nota del editor, en las páginas 276-278 del tomo XIX de la Biblioteca de Religión, Madrid 1828.)

1836 «[‡] A propósito de las innovaciones eclesiásticas atentadas por las potestades del siglo, es muy digna de leerse la preciosa obrita titulada: Observaciones hechas por los años de 1766 sobre la reforma eclesiástica de Europa para que sirviese de advertencia a la que se anunciaba en España, donde con un lleno de erudición escogida, y con todo el peso del raciocinio se demuestra, que la Reforma intentada se trata y dispone por personas incompetentes –se hace y solicita por medios inconducentes –se versa sobre materias o inocentes o impertinentes –y se ordena a fines interesados y terrenos. Su autor fue el sabio y virtuoso P. Fr. Fernando Cevallos de la orden de S. Gerónimo, a quien se le debe también la eruditísima obra de la Falsa filosofía, rea de crimen de estado, que asombró al mismo Campomanes; pero que le atrajo la persecución de los prosélitos del filosofismo en España, y apenas logró imprimir los 6 primeros tomos, impidiéndosele la edición de los 4 restantes, y prohibiéndosele escribir contra los filósofos, a pretexto de no turbar la paz y conciencia de los españoles, donde se creía seguramente sin necesidad de excitar controversias; pero el consejo era de Voltaire dado a sus amigos de la corte, y el verdadero designio, enfrenar a los perros para que no ladrasen contra los lobos, y oprimir la verdad dejando el campo libre al error. Voltaire consiguió también que lo desterrasen de Madrid. Véase la Biblioteca de la Religión, tom. 19, pág 277.» (José Ignacio Moreno, Ensayo sobre la supremacía del Papa, especialmente con respecto a la institución de los Obispos, Lima 1836, nota de la pág. 376 del tomo 2.)

1856 «La Divina Providencia acaba de favorecernos con el importantísimo hallazgo de las obras y escritos inéditos que se creían perdidos del célebre P. Ceballos, tan ventajosamente conocido desde que se publicó la Falsa filosofía es crimen de Estado. Un Eclesiástico de esta ciudad justamente apreciado por su ciencia, virtud y celo santo, con una generosidad y solicitud superiores a todo elogio, acogió nuestros deseos e investigaciones para enriquecer la historia científica y literaria de nuestro país con obras del mayor mérito y de suma importancia y utilidad en las circunstancias presentes.» (León Carbonero y Sol, “Hallazgo de las obras inéditas del padre Fray Fernando Ceballos, autor de La falsa filosofía es crimen de Estado”, La Cruz, Sevilla, febrero de 1856, págs. 190-193.)

«Entre las obras inéditas del célebre Padre Ceballos, autor de La falsa Filosofía es crimen de Estado, y de cuyo hallazgo dimos cuenta a nuestros lectores, se encuentra el siguiente luminoso Informe: “Sobre la costumbre general de sepultar los cadáveres en los templos y sobre si deben establecerse cementerios fuera de los pueblos para asegurar la salud pública” […]» (sigue el texto, La Cruz, Sevilla, junio de 1856, págs. 543-575.)

«Voltair su enemigo capital, no atreviéndose a resistirle de frente, le hizo la guerra más cruda y vergonzosa por medio de sus afiliados, llegando a conseguir que especialmente en el último viaje que hizo en 1800, le produjese en España tales pesadumbres (cuyo motivo por prudencia se omite) que ciertamente fueron ocasión de su muerte. La vio venir sin duda y se preparó con la serenidad que inspira la buena conciencia. Quince días antes de morir se confesó con el prelado del monasterio, andando en pié, y en la misma forma continuaba disponiéndose. Señaló el monje que lo había de auxiliar, previniéndole que no le diese voces ni cansase con largos razonamientos, que le excitase al amor de Dios, a los actos de las virtudes teologales y que le repitiese con frecuencia los dulces nombres de Jesús, María y José: llegando este día finalmente, y un momento, en que apagándose poco a poco esta luminosa antorcha, sin inquietud, con el mayor sosiego, dando una prueba en sí mismo, si se compara su muerte con la de Voltair, de la diferencia que hay del impío al justo en este lance. Murió Voltair furioso, trastornado, desesperado, comiendo sus propios excrementos a las diez y media de la noche del día 30 de mayo, y veinte y dos años después, en 1.° de marzo, a las tres y media de la noche falleció el P. Ceballos, sosegado, lleno de fe y de esperanza, y con señales (al parecer) nada equívocas de su buena suerte futura. Murió de edad de setenta y dos años en 1802. Fue de estatura pequeña, frente espaciosa, ojos muy vivos y graciosos, nariz larga y algo curva, boca grande, pero bien formada, cerrado de barba y de un color bastantemente esclarecido, representando a la vez mucha modestia y majestad.» “Biografía del Padre Fray Fernando Ceballos, Monge Gerónimo y autor de La Falsa filosofía es crimen de Estado”, La Cruz, Sevilla, junio de 1856, págs. 575-580.)

1864 Juan José Bueno Leroux, “Apuntes biográficos del Reverendo Padre Maestro Fray Fernando de Cevallos”, Sevilla 1864.

1866 «Como representante de doctrinas en muchos puntos distintas a las del R. P. Feijóo, es digno de singularísima mención el jeronimiano Fr. Fernando de Ceballos, al cual llama uno de sus biógrafos: “infatigable defensor de los principios católicos, martillo de los incrédulos y azote de los propagadores de las falsas doctrinas”…» (Luis Vidart Schuch, La filosofía española, Madrid 1866, páginas 100-102: LIX. Fr. Fernando de Ceballos.)

1886 «A esta restauración de la Filosofía cristiana, bien así como al descrédito y refutación de los múltiples errores propalados y defendidos por los enciclopedistas, contribuyeron también eficazmente el monje Jerónimo P. Ceballos y el dominico P. Alvarado, españoles ambos, que merecen lugar distinguido en esta serie de filósofos escolásticos, si bien, cronológicamente hablando, el P. Alvarado pertenece ya al siglo siguiente. La falsa Filosofía crimen de Estado del primero,{2} lo mismo que las Cartas Criticas del segundo, apellidado y que se apellidaba a sí mismo el Filósofo rancio, contienen refutaciones sólidas y vigorosas de las teorías racionalistas, anticristianas, materialistas y ateas de los enciclopedistas franceses, y también de las doctrinas de Hobbes, de Locke, Voltaire y Rousseau, tanto en el orden moral y religioso, como en el orden político-social. La solidez de su doctrina y el vigor de su argumentación, se hallan realzados por el donaire y gracia del estilo en el P. Alvarado, y en el P. Ceballos por la erudición nada vulgar que ostenta.» (Zeferino González, Historia de la Filosofía, tomo tercero, Madrid 1886, págs. 429-430, “Estado de la Filosofía escolástica hasta fines del siglo XVIII”.)

1888 «Ceballos (Fray Fernando): Biog. Religioso y escritor español. Vivió en el siglo XVIII. No hay datos biográficos de este escritor. Sólo se sabe que fue monje Jerónimo y que habitó en el convento de San Isidro del Campo. Era partidario entusiasta de don Pedro Rodríguez de Campomanes y escribió las dos obras siguientes: La falsa Filosofía, o el Ateísmo, Deísmo, Materialismo y demás nuevas sectas convencidas de crimen de Estado contra los soberanos y sus regalías, contra los magistrados y potestades legítimas, &c. (Madrid, 1775-6, 6 vol.) La dedicatoria a Campomanes está fechada en San Jerónimo de Ávila a 8 de octubre de 1773. Juicio final de Voltaire.» (Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano, Montaner y Simón Editores, Barcelona 1888, tomo IV, pág. 1050.)

1911 «Ceballos (Fernando de). Biog. Religioso jerónimo y escritor español del siglo XVIII. Pasó buena parte de su vida en el convento de San Isidro del Campo, y escribió: Insanias o las demencias de los filósofos confundidos por la sabiduría de la Cruz; La falsa filosofía, o el ateísmo, deísmo, materialismo y demás nuevas sectas convencidas de crimen de Estado contra los soberanos y sus regalías, &c., obra dedicada a Campomanes (1775), y El juicio final de Voltaire.» (Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, José Espasa e Hijos Editores, Barcelona 1911, XII:786.)

1927 «A la opuesta margen de los adalides de la innovación, se yergue la interesante figura del sabio monje, natural de Espera (Cádiz), Fray Fernando de Ceballos (1732-802), poniendo el pecho contra el torrente de los tiempos y erigiendo con sus solas fuerzas una enciclopedia frente a la enciclopedia de los pensadores franceses. La Falsa Filosofía es un monumento notabilísimo, y, sin juzgar su pensamiento filosófico, hay que admirar el natural talento del autor y su copiosa ciencia, que, como dice D. Federico de Castro, “es difícil calcular dónde pudo adquirirla en el estado miserable de las escuelas españolas”…» (Mario Méndez Bejarano, Historia de la filosofía en España, Madrid 1927, El siglo XVIII. Los escolásticos.)

1953 «No es un caso aislado el de Donoso. Casi todos los intelectuales tradicionales y ortodoxos de España aparecen insertos en este mismo caso de preterición y silencio. Son transeúntes poco cómodos en la carretera intelectual, porque, al cruzarse con ellos, no apagan sus faros cegadores de larga distancia –la fe– para hacernos guiños con los faros de población del normal intelecto. Están fuera de las ordenanzas del tráfico intelectual de hace un siglo. Los reaccionarios del dieciocho –Zeballos, Castro, Vélez, Alvarado– apenas son ni citados. Balmes aparece en algún libro francés. Donoso empieza a ser conocido por los alemanes. A don Marcelino se le considera como un monstruo, un poco al margen de la ciencia, moderna.» (José María Pemán, “Introducción al centenario de Donoso CortésABC, Madrid, domingo 10 de mayo de 1953, pág. 3.)

Dos entradas biográficas sobre Fray Fernando por Fray Ignacio de Madrid, su hermano de orden

Fray Ignacio de Madrid OSH (1924-2017), historiador de la Orden de San Jerónimo, publicó con cuarenta años de distancia dos entradas biográficas dedicadas a Fray Fernando de Ceballos, su ilustre hermano de orden, muy similares en su relato (la segunda reproduce párrafos exactos de la primera). Se da la circunstancia de que la Orden de San Jerónimo, de contemplativa y cenobítica clausura monástica, que desde el siglo XIV ha florecido solo en España y Portugal, se acerca a su postconciliar extinción, al menos en su rama masculina: según el Anuario Pontificio de 2017, antes de la muerte de Fray Ignacio de Madrid en el monasterio de Santa María del Parral de Segovia, quedaban en el mundo sólo 10 monjes jerónimos (de ellos sólo 5 sacerdotes).

1972

CEBALLOS, Fernando de, OSH (Espeja [Cádiz] 9-IX-1732 † Santiponce [Sevilla] 1-III-1802) apologista. El mismo día que nació, fue bautizado en la parroquia de Santa María de Gracia. Fueron sus padres Manuel González de Ceballos e Ignacia Pérez de Mier, de humilde condición pero honrados y virtuosos. Inició los estudios en su pueblo, y conociendo su buena disposición para las letras, lo enviaron a Sevilla, al cuidado de su hermano mayor, beneficiado de la parroquia de Santa Ana, de Triana, para que cursara en el colegio de Santo Tomás. En estos años fue curado milagrosamente de un grave accidente que lo puso a las puertas de la muerte. Continuó sus estudios de Artes y Teología, siendo al poco tiempo, de los más notables teólogos. Después estudió derecho canónico y civil, de tal forma, que, a los veintidós años era doctor en teología, jurisprudencia y cánones. Inclinado al estado eclesiástico, con unas capellanías que le dio el cardenal Solís, se ordenó de menores. Quedando vacante la plaza de magistral en la catedral, se presentó a concurso en 1755 y a pesar de haber merecido los aplausos del cabildo, conociendo que la prebenda estaba ya concedida antes del certamen, desengañado de estos manejos, en cuanto salió de las oposiciones se dirigió al monasterio de San Isidoro del Campo (Santiponce, Sevilla), solicitando el ingreso. Fue recibido el 27-III-1758. Lo enviaron al colegio de Salamanca, pero viendo sus superiores que no necesitaba de nuevos cursos y lecciones, quedó allí de catedrático sin necesidad de oposiciones. Volvió a su monasterio y era continuo el afán con que se dio al estudio, a la frecuente predicación; eran innumerables las consultas de todo género que contestaba, y diaria la correspondencia que mantenía con quienes solicitaban su dictamen en materias arduas y le pedían su consejo en casos difíciles. Contra la norma ordinaria en la Orden Jerónima, a los diez años de hábito le eligieron prior. Durante dos trienios hizo grandes obras “que –según escribe un testigo ocular– si no las viéramos no las creeríamos”. Sus deseos y realizaciones en lo espiritual y temporal, fueron siempre grandes, como lo demostró en estos años de priorato, en el de Ávila y como visitador general, mereciendo de la Orden las exenciones y los honores de los que habían sido generales. Tuvo siempre fama de austero y riguroso en mantener la observancia. Fue además infatigable debelador de la doctrina acatólica, mereciendo ya en su tiempo el nombre de “martillo de los impíos”. Bien lo demostró en sus numerosos escritos, cuyos originales manuscritos, en su mayor parte se conservan actualmente en la biblioteca del Parral (Segovia). En vida del padre Ceballos sólo se publicó La falsa filosofía, crimen de Estado, y esto a pesar de las grandes dificultades que encontró, pues se levantó contra él una gran borrasca promovida por Voltaire y los filósofos de su escuela, que instigaban a los ministros de la Corte para que lo impidieran. Todo esto prodújole grandes amarguras y sinsabores, que afectaron notablemente su salud. Leer, escribir, orar, fue el continuo empleo de su vida. Se le oía decir con frecuencia: “Dios ante todo: después de Dios, mis libros.” Enterrado en su monasterio, fue trasladado el 6-XI-1863 a la capilla de la Universidad de Sevilla.

Obras: La Falsa Filosofía… Madrid 1774-1776, Lisboa 1800, 6 tomos y varios inéditos; Discurso apologético por la devoción del Corazón de Jesús, Lisboa 1800; Observaciones sobre la reforma eclesiástica de Europa, Madrid 1812, Sevilla 1858; Juicio final de Voltaire…, Sevilla 1856 y 1868; La Sidonia Bética…, Sevilla 1864; Insania o las demencias de los filósofos…, Madrid 1878; La Itálica, Sevilla 1886.

Bibliografía: F. de Ceballos, Insania o las demencias de los filósofos…, Madrid 1878, IX-XLVI; M. Menéndez Pelayo, Historia de los Heterodoxos españoles, VI, Madrid 1930, 366, 373-387; Id. Historia de las ideas estéticas en España, III, Madrid 1940, 133-134.

I. de Madrid

(Diccionario de Historia Eclesiástica de España [dirigido por Quintín Aldea Vaquero, Tomás Marín Martínez y José Vives Gatell], Instituto Enrique Flórez, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid 1972, tomo I, págs. 395-396.)

2011

Ceballos y Mier, Fernando de. Espeja (Cádiz), 9.IX.1732 - Santiponce (Sevilla), 1.III.1802. Jerónimo (OSH), teólogo, apologista, jurista, prior.

Fueron sus padres Manuel González de Ceballos, natural de Alseza (Burgos), e Ignacia Pérez de Mier, del mismo Espeja, de humilde condición pero honrados y virtuosos. Fue el penúltimo de once hermanos, y el mismo día que nació fue bautizado en la parroquia de Santa María de Gracia. Inició sus estudios en su pueblo y, conociendo su buena disposición para las letras, lo enviaron a Sevilla, al cuidado de su hermano mayor, beneficiado de la parroquia de Santa Ana, de Triana, para que cursara en el Colegio de Santo Tomás. En estos años fue curado milagrosamente de un grave accidente que lo puso a las puertas de la muerte. Continuó sus estudios de Artes y Teología además de Derecho Canónico y Civil, de tal forma que, a los veintidós años (1754), era doctor en Teología, Jurisprudencia y Cánones. Inclinado al estado eclesiástico, con unas capellanías que le dio el cardenal Solís, se ordenó de menores. Quedando vacante la plaza de magistral de la metropolitana y primada Iglesia de Sevilla se presentó a concurso en 1755 y, a pesar de haber merecido los aplausos del cabildo, conociendo que la prebenda estaba ya concedida antes del certamen y desengañado de estos manejos, en cuanto salió de la oposición se dirigió al monasterio jerónimo de San Isidoro del Campo (Santiponce, Sevilla) para solicitar el ingreso. Fue recibido el 27 de marzo de 1758. Al poco tiempo (1759) lo enviaron al Colegio de Nuestra Señora de Guadalupe que dicha Orden tenía en Salamanca, pero, viendo sus superiores que no necesitaba de nuevos cursos y lecciones, quedó allí de maestro sin necesidad de oposiciones.

Volvió a su monasterio y fue continuo el afán con que se dio al estudio y a la frecuente meditación; eran innumerables las consultas de todo género que contestaba, y diaria la correspondencia que mantenía con quienes solicitaban su dictamen en materias arduas o le pedían su consejo en casos difíciles. Contra la norma ordinaria de la Orden Jerónima, a los diez años de hábito lo eligieron prior (1768-1771). En este trienio, y en otro para el que fue elegido algunos años después (1789-1792), hizo grandes obras en el monasterio, que –según escribe un testigo ocular– “si no las viéramos no las creeríamos”. Sus deseos y realizaciones en lo espiritual y temporal fueron siempre grandes, como lo demostró en estos años de priorato, así como en el Colegio de San Jerónimo Jesús, de Ávila (1771-1774), y como visitador general de Castilla (1792), de tal modo que mereció de su Orden las exenciones y los honores de los ex generales. Tuvo siempre fama de austero y riguroso en mantener la observancia.

Fue además infatigable debelador de la doctrina católica, mereciendo ya en su tiempo el nombre de “martillo de los impíos”. Al decir de Menéndez y Pelayo, “su vida fue una continua y laboriosa […] contra el enciclopedismo en todas sus fases, bajo todas sus máscaras, así en sus principios como en sus más remotas derivaciones y consecuencias sociales, que él vio con claridad semiprofética, y denunció con generoso brío, sin que le arredrasen prohibiciones y censuras laicas, ni destierros y atropellos cesaristas”. Lafarga le considera “el más distinguido de los apologistas españoles”. Bien lo demostró en sus numerosos escritos, cuyos originales manuscritos en su mayor parte se conservan actualmente en la biblioteca del monasterio de Santa María del Parral (Segovia). En vida del padre Ceballos sólo se publicó La falsa filosofía, crimen de Estado, y esto a pesar de las grandes dificultades que encontró, pues se levantó contra él una gran borrasca promovida por Voltaire y los filósofos de su escuela, que instigaban a los ministros de la Corte para que lo impidieran. Todo esto le produjo grandes amarguras y sinsabores, que afectaron notablemente a su salud.

Leer, escribir y orar fue el continuo empleo de su vida. Se le oía decir con frecuencia: “Dios ante todo: después de Dios, mis libros”. Enterrado en su monasterio, fue trasladado el 6 de noviembre de 1863 a la capilla de la Universidad de Sevilla.

Obras de -: Pureza de la Concepción espiritual de España y exaltación de la Inmaculada Concepción de Maria Señora nuestra. Dos reflexiones que acerca del especial patronato declarando a esta Nación […] en el devotissimo Mysterio de la Concepción, en gracia de Nuestra Señora […], Sevilla, Gerónymo de Castilla, 1762; Desagravios de las sagradas Imágenes de Jesu-Christo Crucificado. Sermón predicado […] a la muy Venerable, y Real Esclavitud del Santísimo Crucifixo de tu Injurias […] en la Iglesia de San Millán de Madrid […], Sevilla, Imprenta Mayor de la Ciudad, 1770; La Falsa Filosofía, o el ateísmo, deísmo, materialismo y demás nuevas sectas convencidas de crimenn de Estado contra los soberanos y sus regalías […] Se combaten sus máximas sediciosas y subversivas de toda sociedad y aún de la humanidad, Madrid, 1774-1775, 6 ts. (Lisboa, 1800-1881, 7 ts.); Discurso apologético por la devoción del Corazón de Jesús, Lisboa, 1800; Observaciones sobre la Reformación eclesiástica de Europa, Madrid, Viuda de Barco, 1812 (La Coruña, 1812; Sevilla, D. A. Izquierdo, 1858); Juicio final de Voltaire, con su historia civil y literaria y el resultado de su filosofía […], Sevilla, 1856; La Sidonia Bética o Disertaciones acerca del Sitio de la colonia Asido […], Sevilla, La Andalucía, 1864; Insania o las demencias de los filósofos, confundidas por la sabiduría de la Cruz, Madrid, Antonio Pérez Dubrull, 1878; La Itálica, Sevilla, Sociedad de Bibliófilos Andaluces, Imprenta de José M.ª Ariza, 1886 (ed. facs., [Córdoba], Almuzara, 2005).

Fuentes y bibliografía: Libro de capellanías, anniversarios, memorias y hermandades de este Monasterio de San Isidro del Campo, 1751, fols. 210r.-214r. (ms. en el monasterio de Yuste).
 F. de Ceballos, Insania o las demencias de los filósofos, confundidas por la sabiduría de la Cruz, Madrid, Antonio Pérez Dubrul, 1878, págs. 9-46; M. Menéndez y Pelayo, Historia de los Heterodoxos españoles, vol. VI, Madrid, Librería General de Victoriano Suárez, 1930, págs. 366 y 373-387; Historia de las ideas estéticas en España, vol. III, Madrid, Librería y Casa Editorial Hernando, 1940, págs. 133-134; F. Avellá Chafer, “Fray Fernando de Ceballos y la reforma eclesiástica”, en Studia Hieronymiana, vol. I, Madrid, 1973, págs. 739-764; F. Lafarga Maduell, Voltaire en España. Difusión y traducción de sus obras hasta 1835, Barcelona, Universidad, 1975; F. Avellá Chafer, “El P. Ceballos y su censura de l'Ane 2440”, en Archivo Hispalense, 61 (1978), págs. 51-75; L. Sánchez Agesta, El pensamiento político del Despotismo Ilustrado, Sevilla, Secretariado de Publicaciones de la Universidad, 1979, págs. 262-265; J. Herrero, Los orígenes del pensamiento reaccionario español, Madrid, Alianza, 1988.

Ignacio de Madrid, OSH

(Real Academia de la Historia, Diccionario Biográfico Español, Madrid 2011, tomo XIII, págs. 52-53.)

 

1992 «Cevallos y Mier, Fernando de (Espera, Cádiz, 9-IX-1732 - Santiponce, Sevilla, 1-III-1802). También Zevallos o Ceballos. Monje jerónimo. A los 22 años se graduó como doctor en Teología, Derecho y Cánones por la universidad de Sevilla. El resto de su vida transcurrió en los conventos de San Isidro del Campo y Santiponce, del que llegó a ser prior. La tarea a la que se dedicó fue la vindicación del catolicismo contrarreformista frente a las corrientes intelectuales basadas en la tolerancia, la experimentación y la libertad de pensamiento. Su obra más importante se titula La falsa filosofía, o el ateísmo, deísmo, materialismo y demás nuevas sectas convencidas de crimen de Estado contra los Soberanos y sus regalías, contra los magistrados y potestades legítimas (Madrid, 1774-1776, 6 vols.). En ella criticaba a los “nuevos filósofos” dieciochescos, a los deístas, a los incrédulos, a los francmasones y a cuantos, desde finales del siglo XV, habían apreciado el valor de la ciencia moderna o habían contribuido a liberar las disciplinas humanísticas de la tutela teológica. Apoyándose en el francés Nonnotte, Cevallos acusaba a los autores objeto de sus ataques de pretender la destrucción del Antiguo Régimen. Sus diatribas no se fundamentaban en el análisis racional de los argumentos del adversario, sino en la denuncia de su heterodoxia. En favor de sus propias ideas, Cevallos recurría al criterio de autoridad consistente en afirmar que las doctrinas que aparecían en su libro eran la doctrina de Jesucristo. Creía que todo lo que convenía saber estaba contenido en la Biblia, razón por la cual debía impedirse el estudio de aspectos de la realidad que no tenían cabida en ella, así como el examen filosófico e histórico de los Evangelios. Sostenía que “la libertad de opinar y juzgar de todo es incomprensible” y pedía al gobierno que adoptase las medidas pertinentes a fin de evitarlo. Se mostraba preocupado por el “contagio” de esa “falsa filosofía” que, nacida allende los Pirineos, se extendía por España a través de lecturas y conversaciones. “La frecuente comunicación con personas extranjeras –escribía– pega la fatal licencia de hablar y leer”. Irritado por la favorable acogida que en los círculos jurídicos hispanos se empezaba a dispensar a la obra de Cesare Beccaria Dei delicti e delle pene, declaraba que la aplicación del tormento y de la pena de muerte había sido instituida por Dios y que dudar de su legitimidad constituía un acto anti-religioso y subversivo. Pese a sus campañas a favor de la alianza del Trono y el Altar, y a su labor de vigilancia de todas aquellas “sectas” que, supuestamente, aspiraban al derrocamiento de las monarquías, Cevallos tuvo problemas con las autoridades españolas. Aunque en La falsa filosofía condenaba las ideas de Juan de Mariana sobre el tiranicidio, se detenía en su exposición y llegaba a autorizar la resistencia a las disposiciones injustas, lo que se interpretó como una descalificación de la política regalista en materia eclesiástica. Por tal motivo, en 1776, se le denegó el permiso para publicar el vol. 7 de La falsa filosofía. Cevallos protestó y se aproximó a la camarilla del príncipe de Asturias (el futuro Carlos IV) en busca de apoyos, pero fue en vano. En 1794, durante la Guerra contra la Convención, aprovechó la oleada antirreformista que sacudía España y propuso a Godoy que efectuase una “limpieza” general de “filósofos” en las universidades. Éste sin embargo, desoyó los presagios catastrofistas de Cevallos y continuó oponiéndose a permitir la impresión del nuevo tomo de La falsa filosofía, que finalmente vio la luz en Lisboa (Portugal) en 1801. La tolerancia intelectual de Cevallos, anterior al estadillo de la Revolución Francesa, provenía, en parte, de la convicción de que el nuevo paradigma científico que se iba imponiendo en Europa disminuía la importancia de la Teología, en cuanto cosmovisión católica y sistema ordenador de los restantes saberes; y, en parte, del temor a las prácticas regalistas que desde la década de 1760 estaba desarrollando Campomanes y que debían conducir a una cierta reducción del poder material y espiritual de la Iglesia. El doble origen de su intolerancia generó contradicciones insuperables. Y así, el más cualificado delator de los escritos subversivos tuvo que pasar por el trance de verse él mismo acusado de atentar contra la soberanía del Monarca. En la segunda mitad del siglo XIX se intentó recuperar desde el tradicionalismo la figura del padre Cevallos: en Historia de los heterodoxos españoles (1880-1882) Menéndez y Pelayo elogió su obra como exponente de “la verdad católica”. Otras obras: Juicio de Voltaire y de sus obras (1778, ed. 1856 con el título de Juicio final de Voltaire), Denuncias de este siglo ilustrado (1776, ed. 1878 como Insania, o las demencias de los filósofos), y una censura de L'an 2440 de Sébastien de Mercier redactada por encargo del inquisidor general.» (Gran Enciclopedia de España, Zaragoza 1992, tomo 6, pág. 2613.)

2001 «También es verdad, como es sabido, que la nueva Idea de España que realmente iba a existir a lo largo del siglo XIX fue, en gran medida, el resultado del enfrentamiento de las guerrillas contra Napoleón (de la «acción sin ideas», junto a las «ideas sin acción» de las Cortes de Cádiz, según la célebre fórmula de Marx); y no cabe olvidar que los guerrilleros, muchas veces, al luchar contra Napoleón, querían antes la guerra que la revolución, porque creían estar luchando contra el Anticristo (es decir, estaban más cerca del padre Zeballos que de los constitucionalistas).» (Gustavo Bueno, En torno al concepto de “izquierda política”, El Basilisco, nº 29, 2001.)

Sobre Fernando de Ceballos en el proyecto Filosofía en español

1856 León Carbonero y Sol, “Hallazgo de las obras inéditas del padre Fray Fernando Ceballos”, La Cruz.

Biografía del Padre Fray Fernando Ceballos, Monge Gerónimo y autor de La Falsa filosofía es crimen de Estado”, La Cruz.

1864 Juan José Bueno, “Apuntes biográficos del Reverendo Padre Maestro Fray Fernando de Cevallos”, Sevilla 1864.

Tabla del contenido de cada tomo de La falsa filosofía en su página:

Textos de Fernando de Ceballos en el proyecto Filosofía en español

1773 Carta Dedicatoria de La falsa filosofía a Pedro Rodríguez Campomanes (tomo 1, 26 páginas sin numerar).

1774 La falsa filosofía. Tomo primero: Parte primera del aparato: Disertación histórico-crítica, donde se exponen y examinan el origen, Jefes, carácter, y progresos de los Deístas, Libertinos, Espíritus-fuertes, Incrédulos o Ateístas, y los comprendidos bajo el nombre de Filósofos. I: Breve Historia, de los Deístas, o Teístas. II: Noticia de los libertinos. III: De los incrédulos, o espíritus fuertes. IV: Noticia de los siniestramente llamados Filósofos. V: Necesidad, y dificultad de escribir, y hablar contra todas estas sectas. Segunda parte del Aparato: Prevención a los verdaderos filósofos contra los falsos. Sección primera: Los malos filósofos tienen, en cuanto a la Religión, un carácter opuesto al de la Filosofía. I: No es el Filósofo, sino el Antifilósofo quien afecta desconocer a Dios, viniendo a ser Ateísta, o Materialista, o Espinosista. II: Nadie es tan culpable, y tan inexcusable en no confesar, y agradecer la providencia de Dios, como un Filósofo. Sección segunda: V: La pseudo-filosofía inspira el menosprecio y el odio más furioso contra la humanidad.

La falsa filosofía. Tomo segundo: Prefacio al libro primero. Parte 2, disertación tercera: II: La Religión cristiana por su único sacrificio ha redimido de la matanza, no solo a la naturaleza racional sino a la de todas las bestias.

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