Filosofía en español 
Filosofía en español

Pedro Vicente Aja Jorge  1921-1962

Filósofo cubano, militante cristiano de la Iglesia Presbiteriana, doctor en Filosofía y Letras y en Leyes por la Universidad de La Habana, profesor de segunda enseñanza, cofundador en 1948 de la Sociedad Cubana de Filosofía, de la que fue vicesecretario en 1949 y secretario bajo presidencia de Humberto Piñera Llera; miembro del Consejo de Redacción de Revista Cubana de Filosofía desde su nº 10 (enero-junio 1952); secretario desde 1953 de la sección cubana del Congreso por la Libertad de la Cultura (institución anticomunista que anduvo despistada mucho tiempo respecto de lo que cabía esperar del Movimiento 26 de Julio). Casado con Olga Fernández Villares [de Aja, más adelante conocida como Olga Connor], el 4 de mayo de 1956 nace Mónica Aja Fernández [más adelante conocida como Monica Korn]. Hubieron de marchar al exilio en junio de 1960, tras consolidarse la revolución, ejerciendo unos meses como profesor en la Universidad de Puerto Rico. Se suicida en Río Piedras en enero de 1962, afectado por fatal depresión psicológica.

Siendo estudiante universitario acude Pedro Vicente Aja al congreso antifascista celebrado en México, representando a los jóvenes evangélicos de Cuba (Olga Connor, “Fidel Castro y sus tentáculos”, El Nuevo Herald, 3 diciembre 2016, sitúa tal hecho en 1943). El “Primer Congreso Antifascista” (30 de enero a 1 de febrero de 1942) en México fue organizado por “Acción Democrática Internacional” y por “Alemania Libre”, gestada el año anterior por comunistas tras haberse fracturado la “Liga Pro Cultura Alemana”, infestada de trotskistas. Acción Democrática Internacional organiza un segundo debate en 1943. La “Federación de la Juventud Evangélica de Cuba” (FEJECU) se había conformado en agosto de 1940, y en cuanto en mayo de 1941 se constituye el “Concilio Cubano de Iglesias Evangélicas” (CCIE, por las iglesias Bautista Oriental, Presbiteriana, Metodista, de Dios, Episcopal, Los Amigos, Ejército de Salvación y Metodista Africana), FEJECU se identifica con su Departamento de Juventud.

Cinco años después «el Grupo Filosófico de La Habana ha quedado transformado en Sociedad Cubana de Filosofía, por acuerdo de la sesión de 29 de octubre de 1948», informa la Revista Cubana de Filosofía (nº 4, enero-junio 1949, pág. 77), con esta Junta de Gobierno para el bienio 1949-1951: «Presidente: Dr. José María Velázquez; Vicepresidente: Dra. Mercedes García Tudurí; Secretario: Dr. Humberto Piñera Llera; Vicesecretario: Dr. Pedro Vicente Aja; Tesorero: Sr. Máximo Castro; Vicetesorero: Dra. María Begoña López y Bibliotecario: Dr. Gustavo Torroella.»

En 1950 Pedro Vicente Aja, joven “profesor de la Segunda Enseñanza cubana”, publica su primer artículo en Revista Cubana de Filosofía: “Cuatro visiones de la libertad moral” (nº 6, 62-65), y clausura como profesor la décima sesión de la Escuela de Verano de la Universidad de la Habana, con un Mensaje a la Juventud Universitaria que mereció edición propia, acompañada de comentarios firmados por profesores más veteranos: Jorge Mañach (1898-1961), Calixto Masó (1901-1974), Mercedes García Tudurí de Coya (1904-1997), Humberto Piñera (1911-1986) y el filocomunista José Antonio Portuondo (1911-1996), quien suscribe su elocuencia aunque no comparte su idealismo:

Pedro Vicente Aja

Mensaje a la Juventud Universitaria [1950]

Señor Rector de la Universidad de La Habana.
Señor Director de la Escuela de Verano.
Señor Decano de la Facultad de Filosofía y Letras.
Señores Profesores.
Señores Estudiantes:
Señoras y Señores:

Arribamos en esta mañana al acto último de un presuroso e intenso curso universitario; de un curso veraniego que dejará marca perdurable en nosotros. Cúmpleme ofrecer el ademán saludatorio con que los alumnos cubanos queremos reconocer la meritoria labor de los que han auspiciado, alentado y dirigido, esta hermosa faena académica. Y lo hago con íntima complacencia, en mi condición de postgraduado de esta casa, y de profesor de la Segunda Enseñanza cubana.

La Universidad de La Habana se crece con actividades como las que hoy clausuramos. Si la esencia de una cosa la hallamos en el esfuerzo con que la misma trata de perseverar en su ser; la esencia de nuestra Universidad –hay que proclamarlo sin reservas mentales–, está aquí, en este convivio veraniego. Efectivamente, nada hace más perdurable y vivido y trascendente el ser universitario que estas tareas. Ello queda evidenciado, si tenemos en cuenta que, a través de estos cursos, el Alma Máter se vincula por modo permanente con el que debe ser el objeto eminente de sus desvelos: el elemento estudiantil; el cual, una vez que ha terminado formalmente su “carrera”, puede, por la vía de estos quehaceres, reanudar perdurablemente un contacto, por razones obvias fecundísimo.

Por otra parte, mantener vivo el interés de los alumnos en los temas universales y centrales de la cultura, así como contribuir a su mejoramiento científico; complementar la preparación de los graduados ofreciéndoles, tanto cursos panorámicos, como monográficos de especialización; establecer una conexión con el profesorado de las Instituciones Secundarias del País sobre la base de cursos de reafirmación de conocimientos, remozar de ideas y logro de nuevas orientaciones pedagógicas; y, a la par y como clima feraz de estos menesteres –ya de por sí principalísimos– conseguir un canje de ideas e intercambio de experiencias, con la gente joven del Continente y profesores foráneos consagrados, importa un esfuerzo –señores– de aliento bastante, como para levantar y honrar sobremanera a la Universidad de La Habana.

Yo quiero decirlo, sin medias tintas, porque al cabo es reconocimiento de todos, alegría y gloria comunal: este curso representa, innegablemente, un ascenso en el camino emprendido. En verdad, este reconocimiento anda demasiado en el ánimo de todos, para que se me pida a mí esclarecimientos mayores. Bástenos subrayar el acierto en la selección de las asignaturas cursadas, entre las cuales recibieron tratamiento inusitado aquellos temas de carácter formativo y atañederos a la vida del espíritu; la presencia acorde de profesores extranjeros de acrisolado prestigio y capacidad probada; y la colaboración eficacísima de los profesores cubanos junto al entusiasmo del alumnado en pleno, y se nos justificará, sin abundamiento petulante, la calidad excepcional de este curso.

Pero este ascenso, que hoy nos enorgullece, señala el resultado –justo es afirmarlo– de una acción moral y material con que las altas autoridades han contribuido al mejoramiento de la Escuela. En esa obra sobresale el apoyo del doctor Clemente Inclán, nuestro ilustre Rector. Y, en proporción subidísima, se debe a Roberto Agramonte, cuya jerarquía intelectual ha quedado una vez más plenamente probada. De él son las palabras que siguen, pronunciadas en la apertura del curso de 1938 a 1939, y que estoy seguro le sirvieron de guía en su empeñosa dirección: “Proponerle lo trivial a la Universidad –aseveraba el doctor Agramonte– es traicionarla y querer su desgracia, porque su incumbencia esencial es la realización de lo egregio contenido en su espíritu y por ello está llamada a ese algo mejor que es la vida del espíritu.”

Eso, vida del espíritu y en abundancia, es lo que necesita urgentemente la Universidad nuestra, si de veras ha de conciliarse con su más alto destino. La actual generación universitaria cubana, está hondamente requerida de ello. Bien sabéis que por múltiples razones, imposibles de analizar ahora, nuestra juventud nació a la vida de la conciencia bajo el signo de la exterioridad. Sí, yerro enorme heredado por nosotros fue creer que las causas –y por tanto la solución– de todos nuestros grandes males, ya fueran colectivos o personales, residían en las cosas, en factores de índole externa. Filosofías y enfoques exageradamente materialistas, y un positivismo simplista y anacrónico cohonestaban estas actitudes. Nos incorporamos, como muchos otros jóvenes de distintas latitudes, a un sentimiento universal que traducía una voluntad de transformar el mundo. Pero hemos puesto todo el énfasis en la eficacia de los cambios externos, al paso que subestimamos y arrojamos al rincón de los instrumentos inservibles la obra lenta, pero firme y valedera, de la auténtica cultura: aquella que forma al hombre y lo perfecciona moralmente. Nos desentendimos del que fuera el primer y más genuino ideal de la cultura de Occidente: transformar el interior del hombre, mejorar su intimidad a través del cultivo del espíritu.

Retornar a estos temas, hundirse en tales acendramientos en este minuto del mundo, nos reprocharán maliciosamente los pretensamente avanzados, los que no practican la elegancia ni la eficacia moral de la independencia del espíritu, eso –endilgarán ellos– significa desistimiento; equivale a colocarse en las nubes, a instalarse cómodamente en la tan socorrida “torre de marfil”. Pero sucede que no hemos perdido la fe en la misión salvadora a que viene llamada una Universidad, cuando no claudica ni traiciona su verdadero destino. Y creemos agónicamente, para decirlo en lenguaje unamunesco, que el hombre redimido en el seno de la cultura deviene indefectiblemente en un transformador del mundo histórico social. Porque la cultura –bien lo sabéis vosotros hombres de sensibilidad, de pensamiento y de conciencia, que me escucháis–, es, en lo intransferible, una realidad operante, que no se la posee impunemente.

Por eso resulta tan digna de encomio la orientación que ha iluminado el desarrollo de los trabajos en el presente curso. Como que la misma comulga con las directrices que informan los esfuerzos de los más empinados educadores de la nueva democracia. Como que marcha parejamente con los ideales edificantes propugnados por la Unesco, expresión indeclinable de un ansia universal por instaurar la paz sin esclavitudes, a través de la educación y la cultura. Como que, en lo entrañable, comporta un mensaje dirigido a la juventud universitaria de mi Patria, para que retorne al cultivo de su intimidad. ¡Fuente única, de la cual nacería y fluirá alguna vez, la pasión de una política salvadora, limpia de fealdades y miserias, enaltecedora de la Patria!

En nombre de mis compañeros postgraduados y del profesorado secundario de Cuba, saludo estos nobles empeños. Una tarea como ésta es merecedora de todos los alientos y todos los fervores. Vale la pena ofrendarle las mayores energías y lo mejor de la existencia. Hoy, como nunca, recordemos, bajo el influjo amoroso del Alma Máter, desde esta tribuna universitaria que es siempre la más eximia tribuna de un pueblo, en una hora cuajada de amagos ensombrecedores para el porvenir de la cultura, la frase cervantina puesta en los labios heridos por la sublime locura quijotesca: “Bien vale Sancho aventurar la vida, cuando nos va en ello los fueros del espíritu y la libertad.”

Clausura de la décima sesión de la Escuela de Verano, Universidad de la Habana.


Juicios sobre el Mensaje a la Juventud Universitaria

En los últimos tiempos y en nuestras juventudes universitarias, la milicia por lo público ha sido una obsesión unilateral hasta cuando más noble. En el fervor de ese sólo empeño, se olvidaron a menudo los intereses esenciales de la cultura y, sobre todo, aquellos afinamientos de conciencia a que incluso la dignidad de lo externo está siempre sujeta. Este discurso del doctor Aja marca un saludable cambio de acento al recordar que el gran menester de nuestro tiempo y de nuestro suelo – tan sobregravados ambos de mera externidad– es “transformar el interior del hombre”, “mejorar su intimidad a través del cultivo del espíritu”. Lo nuevo no es el mensaje, sino que labios jóvenes lo digan. ¡Ojalá no estorben los vientos polémicos que esas palabras se posen fecundamente!

Jorge Mañach

Constituye un motivo de grata satisfacción poder constatar cómo de unos pocos años a esta parte se ha ido haciendo cada vez más consciente y por lo mismo más deliberado el noble empeño que consiste en superar la nociva creencia en la determinación material del destino histórico –en el orden individual como en el colectivo–, para dar cada vez más libre paso al deseo de regresar a la esencia de lo humano, si en alguna forma cabe hablar de esencia en el hombre, y que sólo puede radicar en el sentimiento de la más pura intimidad, que desalterando al hombre lo conduzca segura y plenamente a la convicción de que, como dijera San Agustín, el interior del hombre es el asiento de la verdad, la belleza y el bien. En nuestro país ya esta convicción ha prendido filosóficamente en un gran núcleo de gentes jóvenes, que, como el autor de estas notas, tiene la capacidad de sentirlo y el valor de expresarlo.

Humberto Piñera

Sin conocer al hombre es imposible comprender su actitud. Pedro Vicente Aja, de sólida base cristiana, mantiene ante la vida una postura idealista, y, sin desvíos contradictorios, no sólo enfrenta las realidades de la lucha cotidiana, sino que sostiene una conducta de marcada proyección socialista. Por eso se manifiesta acorde, señalando las necesarias transformaciones que tiene que sufrir el espíritu universitario, en este nuestro pequeño mundo, –dominado por los intereses.

Calixto Masó

Uno de los síntomas que indican la superación de la etapa inicial y negativa de una crisis histórica, es la vuelta del hombre a su intimidad. Así pasó siempre en Occidente, cuando, arruinadas las creencias, el ser humano buscó el contacto consigo mismo para hallar orientación necesaria. La voz de uno de los representantes más enterados y sensibles de la juventud cubana, pidiendo un regreso a la interioridad espiritual del hombre, es signo indicador de que la desorientación y la angustia que han caracterizado nuestra crisis, van a ser salvadas por estados de inseguridad y afirmación.

Mercedes García Tudurí de Coya

Todo intento de lograr una superación de la crisis universitaria por una vía más alta y más noble que las pistolas es digna de encomio. De aquí que no debamos vacilar en ofrecer nuestro aplauso a estas palabras de Pedro Vicente Aja que expresan elocuentemente el anhelo superador de una porción importante de los graduados universitarios que no se resignan a contemplar impávidos la decadencia académica y moral del Alma Máter. Sin aceptar el planteamiento idealista, suscribimos íntegramente el noble impulso creador y aplaudimos la elocuencia de su exposición.

José Antonio Portuondo

Solapas del folleto contentivo del mensaje. Universidad de la Habana.

[El cristianismo en la crisis de Occidente, La Habana 1953, págs. 127-135.]

A principios de 1951 Humberto Piñera incorpora a Pedro Vicente Aja como el más reciente en su relación de veintiséis «personas que actualmente hacen filosofía entre nosotros» (RCF 7:18): Roberto Agramonte, Luis A. Baralt, Juan J. Casasús, Máximo Castro, Mercedes García Tudurí, Rosaura García Tudurí, Rafael García Bárcena, Antonio Hernández Travieso, Dionisio de Lara, José I. Lasaga, Begoña López, Jorge Mañach, Miguel F. Márquez, Melquiades Méndez, Emilio Menéndez, Justo Nicola, José J. Nodarse, Humberto Piñera Llera, Marcelo Pogolotti, Rosario Rexach, Raúl Roa García, Antonio Sánchez de Bustamante Montoro, Medardo Vitier, Hilda Orosa, Victoria González y Pedro Vicente Aja. Meses después aparece su “Unamuno y la inmortalidad del hombre concreto” (Revista Cubana de Filosofía, nº 8, 25-29), y asume la secretaría de la Sociedad Cubana de Filosofía para el bienio 1951-1953:

«El día veinticinco de mayo [de 1951] a las nueve de la noche tuvo efecto en los salones del Ateneo de La Habana, lugar de reunión de la Sociedad Cubana de Filosofía, la sesión general convocada al único efecto de elegir la nueva Junta de Gobierno que ha de regir los destinos de la Sociedad durante el bienio de 1951-1953. Resultó electa la única candidatura propuesta a esos efectos, dispuesta del modo siguiente: Presidente: Humberto Piñera Llera; Vicepresidente: Rosaura García Tudurí; Secretario: Pedro V. Aja Jorge; Vicesecretario: Dionisio de Lara Mínguez; Tesorero: Máximo Castro Turbiano; Vicetesorero: Begoña López Aramberri; Bibliotecario: Gustavo Torroella González. Unos días después, el catorce de junio, tuvo lugar el acto de trasmisión de poderes en un banquete celebrado con ese propósito y al cual asistieron casi todos los miembros de la Sociedad.» (Revista Cubana de Filosofía, abril-junio 1951, 8:45.)

IV Congreso Interamericano de Filosofía

El “Congreso Interamericano de Filosofía”, institución concebida y auspiciada por los Estados Unidos del Norte de América para intentar atraerse a la hispanidad filosofante en los albores de la Segunda Guerra Mundial, en su primera reunión en nación de lengua española, la celebrada en México del 11 al 20 de enero de 1950, ya desatada la Guerra Fría entre el imperio norteamericano y el imperio soviético, había acordado que la siguiente convocatoria tuviese lugar en 1953 en La Habana. Y así, en diciembre de 1951 la Revista Cubana de Filosofía ya convoca el “IV Congreso Interamericano de Filosofía”, a celebrarse en La Habana entre el 20 y el 31 de enero de 1953, denominado “José Martí” como homenaje al “Apóstol de la Independencia cubana, con motivo de cumplirse en esa fecha el centenario de su natalicio” (a propuesta, por supuesto, del coronel yanqui Cornelius Krusé, 1893-1978). El Comité Organizador del IV Congreso Interamericano de Filosofía quedó así anunciado (obsérvese la correspondencia de cargos respecto de la Sociedad Cubana de Filosofía):

«Presidente, Humberto Piñera Llera; Secretario, Pedro V. Aja Jorge; Tesorero, Máximo Castro Turbiano; Consejeros: Roberto Agramonte Pichardo, Jorge Mañach Robato, Luis A. Baralt Zacharie. Vocales: Mercedes García Tudurí, Dionisio de Lara Mínguez, Begoña López Aramberría, Gustavo Torroella González, Rafael García Bárcena, Rosario Rexach de León, Pedro Cañas Abril (Universidad de Oriente).» (RCF 9:50)

«The organizing committee of the Fourth Inter-American Congress of Philosophy has announced that this Congress will take place in Havana, Cuba, on the 20-31 January, 1953. It is hoped that many members of the Association will wish to participate. Papers are to be submitted by July 31, 1952 at the latest. The president of the Congress is Dr. Humberto Piñera Llera. Communications should be addressed to Pedro V. Aja Jorge, secretary, Santa Catalina 105 (Altos), Víbora, Habana, Cuba.» (American Philosophical Association, Proceedings and Addresses of the American Philosophical Association, vol. 25, 1951-1952, pág. 66.)

«El Comité organizador del IV Congreso Interamericano de Filosofía anuncia que dicho Congreso tendrá lugar en La Habana en los días del 20 al 31 de enero de 1953. El Congreso se denominará “José Martí”. Las comunicaciones al Congreso tendrán una extensión máxima de 10 cuartillas escritas a máquina por una sola cara y a doble espacio; deberán ser enviadas antes del 31 de julio de 1952. En las sesiones plenarias se discutirán estos temas: 1) El problema de la historicidad de la filosofía. 2) Esencia y destino del hombre. Es presidente del Congreso el doctor Humberto Piñera Llera; secretario, el doctor Pedro V. Aja Jorge. Secretariado: Santa Catalina, 105 (altos). Víbora, Habana (Cuba).» (Pensamiento, revista trimestral de investigación e información filosófica, Madrid 1952, volumen 8, pág. 284.)

Desde el primer número de 1952 aparece Pedro V. Aja formando parte del Consejo de Redacción de Revista Cubana de Filosofía, editada entonces por la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación (Director: Rafael García Bárcena; Consejo de Redacción: Máximo Castro Turbiano, Mercedes García Tudurí, Humberto Piñera Llera, Pedro V. Aja), y esa misma entrega ofrece su artículo “Montoro en la tradición filosófica cubana” (Revista Cubana de Filosofía, nº 10, 23-26), con ocasión de su centenario: «El jueves 31 [de abril de 1952] fue dedicado [por el Instituto de Filosofía] a conmemorar el centenario del natalicio de don Rafael Montoro, el insigne hombre de letras cubano. Tras la presentación del acto por el doctor Pedro V. Aja, Secretario de la Sociedad y del Instituto, tuvo lugar la conferencia sobre La filosofía de Montoro, a cargo del doctor Piñera Llera.» (RCF 10:64).

«Para concluir su curso académico de 1951-52 el Instituto de Filosofía celebró un symposium sobre esta cuestión: ¿Hay o no progreso en la filosofía? Y si lo hay, ¿en qué consiste? Tomaron parte en él los señores profesores: Guillermo Francovich, Rosaura García Tudurí, Máximo Castro, Rosario Rexach, Mercedes García Tudurí, Humberto Piñera Llera, Dionisio de Lara, Begoña López y Pedro V. Aja. Ya se está distribuyendo el folleto contentivo del material que formó el tema discutido. Finalmente, para clausurar el curso 1951-52, el Instituto de Filosofía celebró un banquete el día 5 de junio, en el cual tomaron parte más de cuarenta personas, entre socios, alumnos e invitados. Entre éstos figuraban el doctor Carlos González Palacios (actual Director de Cultura), el Dr. Jacobo Canter (Agregado Cultural de la Embajada de Estados Unidos), el doctor Guillermo Francovich y los doctores Luis A. Baralt, Alfonso Bernal y Calixto Masó (de la Universidad de La Habana).» (RCF 10:64)

Pero aunque el curso 1951-52 aparentemente terminaba de forma feliz para el incipiente gremio filosófico cubano, mes y medio antes del homenaje a Rafael Montoro ya se había producido el cuartelazo de 10 de marzo de 1952, capitaneado por Fulgencio Batista, quien asumió de nuevo la presidencia de Cuba (que ya había desempeñado entre 1940 y 1944). Como el socio norteamericano debía guardar las formas, decidieron que La Habana no reunía condiciones para celebrar el convocado “Congreso Interamericano de Filosofía” consagrado a José Martí y previsto para enero de 1953, que por tanto no se celebró. Y Revista Cubana de Filosofía interrumpe su aparición durante dos años y medio.

La Sociedad Cubana de Filosofía y el Instituto de Filosofía mantienen su actividad, incluso editorial, durante el «Año del Centenario de Martí», y publican en 1953 el opúsculo Filosofía y Sociedad (en colaboración con la Comisión Nacional Cubana de la Unesco) y el libro recopilatorio de textos ya editados por su secretario, Pedro Vicente Aja: El cristianismo en la crisis de Occidente y otros temas (135 páginas).

No deja de ser curioso que el libro del joven Pedro Vicente Aja apareciese apadrinado por un prólogo del influyente profesor español Luis Recaséns Siches, diputado a las Cortes republicanas de España en 1931 y 1933 (por Lugo, republicano conservador), subsecretario del Ministerio de Industria y Comercio en febrero de 1936, exiliado en México desde 1937 y radicado entonces en Nueva York (nacido en Guatemala en 1903, pero formado en España desde los dos años, estudió Filosofía y Letras y Derecho en Barcelona entre 1918 a 1924; becado por el Ministerio de Instrucción Pública estuvo en Roma durante el verano de 1925, y merced a otra beca española en la Universidad de Berlín de noviembre de 1925 a noviembre de 1926, y después en la Universidad de Viena: defendió su tesis doctoral en Madrid en marzo de 1927, Contribución a la historia de la filosofía jurídica del pensamiento católico, publicada como La filosofía del derecho de Francisco Suárez, y en diciembre de 1927 ya era Catedrático de Elementos de Derecho Natural de la Universidad de Santiago de Compostela, trasladado en 1930 a Salamanca e inmediatamente a Valladolid, desde 1932 Catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Central madrileña, hasta su separación formal del servicio en febrero de 1939, pues al comenzar la guerra civil ya se había marchado a Francia y desde 1937 establecido en México). Recaséns frecuentaba Cuba (en 1938 y 1945 colabora con la Universidad de La Habana y con la Institución Hispano-Cubana de Cultura) y ya había colaborado en la Revista Cubana de Filosofía (en 1951, por ejemplo, su artículo “El pensamiento filosófico, social, político y jurídico en Hispano-América”). Entre 1948 y 1954 vivió Recaséns en Nueva York, contratado inicialmente por las Naciones Unidas para la revisión del borrador de la Declaración Universidad de Derechos del Hombre y luego como Alto Funcionario del Secretariado de las Naciones Unidas en las divisiones de Derechos Humanos y Bienestar Social (febrero de 1949 a diciembre de 1954), aunque también impartía cursos en la Graduate Faculty de la New School for Social Research y otras instituciones…

Pedro Vicente Aja

El cristianismo en la crisis de Occidente y otros temas

portada libro Pedro Vicente Aja

Publicaciones de la Sociedad Cubana de Filosofía, La Habana 1953, 135 páginas. Prólogo de Luis Recaséns Siches.

[cubierta] “Pedro Vicente Aja, El cristianismo en la crisis de Occidente y otros temas, Publicaciones de la Sociedad Cubana de Filosofía, La Habana 1953.” [5] “El cristianismo en la crisis de Occidente y otros temas.” [7 = portada] “Pedro V. Aja Jorge, El cristianismo en la crisis de Occidente y otros temas. Prólogo de Luis Recaséns Siches. Publicaciones de la Sociedad Cubana de Filosofía, La Habana 1953.” [8] “Copyright, 1953. Es propiedad del autor. Impresores: Úcar, García, S. A. · Teniente Rey, 15 · La Habana.” [9] “Índice.” [11-17] “Prólogo” (firmado por Luis Recaséns Siches en Nueva York, febrero de 1953). [19-72] El Cristianismo en la crisis de Occidente. I. Concepción del hombre (“Unesco, la Habana, 1952”), 19. II. La crisis del hombre occidental (“Unesco, la Habana, 1952”), 43. [73-81] III. Unamuno y la inmortalidad del hombre concreto (“Revista Cubana de Filosofía, vol. II, núm. 8.”). [83-98] IV. Cuatro visiones de la libertad moral (“Revista Cubana de Filosofía, vol. I, núm. 6.”). [99-104] V. La esencia del hombre y de lo humano (“Diario de la Marina, La Habana, febrero de 1953.”). [105-113] VI. Sobre el progreso de la filosofía (“Symposium en el Instituto Cubano de Filosofía, La Habana, 1952.”). [115-123] VII. Montoro en la tradición filosófica cubana (“Revista Cubana de Filosofía, vol. II, núm. 10.”). [125] “A las nuevas juventudes.” [127-132] VIII. “Mensaje a la juventud universitaria” (“Clausura de la décima sesión de la Escuela de Verano, Universidad de la Habana.” [1950]). [133-135] “Juicios sobre el mensaje a la juventud universitaria” (Jorge Mañach, Humberto Piñera, Calixto Masó, Mercedes García Tudurí de Coya, José Antonio Portuondo). [solapa contracubierta] «Sociedad Cubana de Filosofía · Instituto de Filosofía. Director: Humberto Piñera Llera. Secretario: Pedro V. Aja Jorge. Profesores: Mercedes García Tudurí, Rosaura García Tudurí, Humberto Piñera Llera, Pedro V. Aja Jorge, Rosario Rexach, Begoña López, Dionisio de Lara, Máximo Castro, Rafael García Bárcena. Invitados: José Ferrater Mora, María Zambrano, Juan Roura Parella, Risieri Frondizi, Aníbal Sánchez Reulet, Guillermo Francovich, Jacobo Canter, Laureano Suárez Diez, Raimundo Suárez. Publicaciones: “Posibilidades epistemológicas de la filosofía existencial” (Humberto Piñera Llera), 1948. “La Monadología” (G. F. Leibniz. Trad. de H. P. Ll.), 1949. “El Tercer Congreso Interamericano de Filosofía” (Memoria), 1950. “Sobre el progreso de la filosofía” 1950. “Filosofía de la Vida y Filosofía Existencial” (Humberto Riñera Llera), 1952. “Filosofía y Sociedad” (En colaboración con la Comisión Nacional Cubana de la Unesco), 1953. “El cristianismo en la crisis de Occidente y otros temas” (Pedro V. Aja Jorge), 1953. En preparación: “Recopilación de los cursos académicos del Instituto de Filosofía desde 1949 a 1953”. “Memoria de las Conversaciones Filosóficas Interamericanas”. “La intuición y su historia” (Justo Nicola).» [contracubierta] (grabado de Martí) “Año del Centenario de Martí. Impresores Úcar García, S. A. Teniente Rey, 15. La Habana.”


Prólogo

En su ensayo El Cristianismo en la crisis de Occidente, Pedro Vicente Aja aborda un tema de Antropología Filosófica, con dotes de fino análisis y honda visión; muestra con pulcritud y en lograda síntesis cómo la idea cristiana fue un estímulo decisivo para el pensamiento humanista de Occidente; y plantea el problema de cómo salvar al hombre en la crisis total de nuestro tiempo. No sólo el propósito sino también la realización de éste, abocetada en el presente ensayo, merecen un sincero pláceme.

Hacer Antropología Filosófica es el modo más auténtico de cumplir la vocación de la filosofía. El tema del hombre es, explícita o implícitamente, el meollo perenne de toda filosofía. Defínese la filosofía como la búsqueda de un conocimiento intelectivo del Universo como totalidad, partiendo de una base que sea radicalmente primaria (primera, sin supuestos previos, o lo que es lo mismo autónoma, es decir, que no se deriva de otra y se fundamenta a sí misma) y que a la vez funcione como criterio o piedra de toque para determinar la admisibilidad o no admisibilidad de cualquiera otra proposición (esto es, que funcione como universal o pantónoma). Cierto, la filosofía es el problema del Universo como tal Universo, enfocado de la manera que queda dicha. Sucede empero que entre las muchas cosas que en el Universo hay estoy yo; y, así, el interrogante sobre el Universo no se plantea simplemente inquiriendo sobre el mundo, sino que se centra alrededor de la relación entre el hombre y el mundo: qué es el mundo para mí, y qué soy yo en el mundo.

Lo primero que se advierte es que yo soy una conciencia: me doy cuenta del mundo en derredor, me doy cuenta de mí mismo, y me doy cuenta de que me estoy dando cuenta del mundo y de mí mismo. De esta suerte yo aparezco como la condición del mundo, o mejor dicho, de mi mundo: soy el testigo de él. Y nótese que sin testigo no hay testimonio. Eso que llamamos mundo, o hablando con más rigor y de modo estricto, mi mundo, es ante todo un testimonio, lo que yo atestiguo. De aquí, el papel excepcional del yo. El reconocimiento de ese papel excepcionalísimo del yo es lo que constituye la conquista y el residuo perennes del idealismo filosófico. Puede considerarse, como yo lo considero, que, gracias a la metafísica de la vida, desenvuelta en el presente, el idealismo ha naufragado; pero de ese naufragio se salva el reconocimiento de que en algún modo yo soy la condición del mundo. Sólo que a esto se le añade, como verdad de igual rango, la cual había sido ignorada por el idealismo, que para que haya testimonio no basta con la existencia del testigo, sino que es preciso además que haya cosas que atestiguar. Es verdad que sin sujeto no hay objetos; pero es también verdad que no habría sujeto, que no habría testigo que se diera cuenta, si no hubiese objetos de los cuales darse cuenta u ocuparse.

Pero yo soy algo más, y más importante, y más dramático, que una conciencia: soy también un agente de decisiones. Soy quien situado siempre ante un repertorio plural de posibilidades concretas tiene en cada momento que decidirse por una de ellas. Soy, por consiguiente, hasta cierto punto, desde luego dentro de un ámbito limitado, el artífice de mi propia vida; por lo tanto, también, claro que sólo en cierta medida parcial, el responsable de lo que mi vida es en cada uno de sus momentos. Esto constituye un dato directo de la conciencia, un sentimiento patente e irrefragable, una experiencia radical, inmediata. En ningún caso sería válido, pues, argüir en contra de esa experiencia, sobre la base de una doctrina científica o filosófica. La ciencia es una de las cosas que el hombre hace en su vida; es una interpretación de ciertos datos mediante razones, pero no tienen el grado de autoevidencia, de patencia inmediata, que caracteriza aquella experiencia radical de sentirse agente de selecciones y de decisiones. Ninguna doctrina o teoría científica puede invalidar el testimonio directo de la experiencia inmediata de mí mismo como sujeto que elige y decide entre los varios caminos que el contorno de su mundo le depara en cada uno de los momentos de su vida. He aquí la realidad radical, mi vida, que genialmente ha sido puesta de manifiesto por José Ortega y Gasset, el verdadero iniciador y el más destacado arquitecto de la filosofía de la existencia humana, con varios lustros de anticipación respecto de otros, como Jaspers, Heidegger y Sartre, y sin haber lastrado esa filosofía, como lo hicieron los dos últimos, con un injustificado pesimismo.

Las premisas apuntadas, conducen inevitablemente, a mi entender, a la afirmación que apunté hace más de quince años, y que he venido desarrollando sucesivamente, de que el hombre es albedrío. No puede decirse, como lo hicieron los deterministas, que el hombre no tiene albedrío. Pero tampoco puede afirmarse, como lo decían los indeterministas, que el hombre tiene libre albedrío. Ni lo uno ni lo otro, porque el albedrío no es una cosa, una energía, o una facultad, que se pueda no tener o tener en mayor o menor cantidad. Que el hombre es albedrío expresa sencillamente el tipo de inserción laxa del ser humano en el Universo: estoy en un mundo limitado, concreto y determinado, pero no encajado en él como un clavo en la tabla de madera, o como un tornillo en su tuerca, sino con un cierto margen de holgura, que me depara la urgencia de tener que escoger entre los varios caminos concretos que hay en mi contorno. No puedo hacerlo todo, o cualquier cosa, como ingenuamente suponían los indeterministas tradicionales; pero tampoco estoy necesariamente predeterminado a hacer una sola cosa, como supone el determinismo; tengo que elegir por mi cuenta entre una serie de varias posibilidades concretas. Esas posibilidades varían mucho respecto de cada sujeto, en virtud de múltiples factores y condiciones, como por ejemplo: las características concretas individuales de cada cuerpo y de cada psique, el habitáculo geográfico, las condiciones sociales, tales como la educación, la posición económica, las varias oportunidades para diversas actividades, la presión del ambiente, &c. El número y la calidad de las cosas que un sujeto puede hacer depende de su vigor físico y de su salud, de su fuerza de voluntad, de su inteligencia, de las facilidades o dificultades sociales que encuentre, de la coyuntura histórica en que esté, &c. Vero cada ser humano tiene que elegir entre varias posibilidades concretas.

El análisis que acabo de abocetar se ha producido en el área de la filosofía contemporánea; pero la primera toma seria de contacto con el carácter dramático de la existencia humana se debe al Cristianismo; y la primera formulación filosófica de las consecuencias de ese dramatismo se halla en San Agustín. Me parece, pues, un acierto de Pedro Vicente Aja, en la primera parte de su ensayo, el señalar y desenvolver este punto.

Al escoger entre las varias posibilidades a su alcance, el hombre puede resolver dejarse llevar predominantemente por la corriente, o, por el contrario afirmar su capacidad de creación limitada. En todo caso se es albedrío, porque se elige. Pero sin duda se es más libre en el segundo caso que en el primero. La afirmación de una propia personalidad individual implica un grado mayor de libertad efectiva.

Adviértase, por otra parte, que el elegir, verdadera trama dinámica de nuestra existencia, acarrea esencial y necesariamente una perspectiva estimativa. El escoger implica un preferir; y todo preferir es expresión de un juicio de valor. Por eso la actividad estimativa, constituye el proceso esencial de nuestra existencia. Así, resulta que los valores no representan una categoría de igual primariedad a la del ser, sino que constituyen algo previo al ser mismo, y condición de él. Porque todo cuanto es, lo es en el río de nuestra vida, lo hallamos como un componente de nuestra existencia. Y la vida es estructuralmente una sucesión de estimaciones.

Sin entrar aquí en discusión sobre la Axiología, querría apuntar que el problema capital es el de la jerarquía entre los diversos valores y el modo de armonizar su cumplimiento. Sobre estos temas hallará el lector incitantes y luminosas sugestiones en este ensayo.

Plantea además Pedro Vicente Aja su tema dentro del cuadro de la crisis total de nuestro tiempo. Su fina sensibilidad para percibir todo el dramatismo de esta situación presente le lleva a diagnósticos y caracterizaciones de sorprendente precisión. Y su conciencia del problema humano fundamental le incita a buscar la salida de esa agobiante situación en un noble propósito de revivificar la autenticidad del sentimiento cristiano.

Pedro Vicente Aja es un caso ejemplar de vocación filosófica, que viene a continuar y enriquecer la egregia tradición cubana en esta clase de meditaciones. Cuba fue a fines del siglo XVIII y en la primera mitad del XIX el país de América donde la filosofía se desenvolvió a un más alto nivel. Hoy en día presenta un vigoroso renacimiento en la preocupación filosófica.

Luis Recaséns Siches

New York, febrero de 1953.

[El cristianismo en la crisis de Occidente, La Habana 1953, págs. 11-17.]

Pero poco después, el 26 de julio de 1953, el fracasado asalto paramilitar al Cuartel Moncada en Santiago de Cuba, capitaneado por tres “¡Jóvenes del Centenario del Apóstol!”, Fidel Castro, Abel Santamaría y Raúl Castro (entre cinco y diez años más jóvenes que Pedro Vicente Aja), había de señalar sin embargo el inicio de un proceso (el Movimiento 26 de Julio, M-26-7, como se bautizó el 12 de junio de 1955, una vez que Fidel Castro fue amnistiado y puesto en libertad) que había de resultar decisivo para la historia cubana y global.

Por esos días realiza precisamente el Congreso por la Libertad de la Cultura su expansión hispanoamericana, con una primera visita de Julián Gorkin a La Habana («El Congreso por la Libertad de la Cultura en Iberoamérica”, Cuadernos…, nº 3, septiembre-diciembre 1953), y una reunión que ha recreado Carlos Alberto Montaner (1943) en su novela histórica Tiempo de canallas (2014), a la que asiste “Pedro Vicente Aja, quien era escoltado por su jovencísima novia, la bella Olga, una exuberante muchacha rubia, intelectualmente precoz, que no debía exceder los diecisiete años”. Olga Connor, en su interesante testimonio “El congreso por la libertad de la cultura” (El Nuevo Herald, Miami, 26 de marzo de 2013), glosa, ante una fotografía, aquellos días de Julián Gorkin y Salvador de Madariaga por La Habana.

«Luego, en el mes de agosto de ese mismo año [1953], la Sociedad Cubana de Filosofía concurrió al XI Congreso Internacional de Filosofía celebrado en Bruselas. La misión estuvo integrada por los señores Humberto Piñera Llera, Mercedes García Tudurí, Rosaura García Tudurí, Máximo Castro, Dionisio de Lara y Pedro V. Aja. Se presentaron sendas ponencias, que fueron leídas y discutidas en cada caso, y la delegación tomó parte en las diversas actividades del mencionado Congreso. Luego, el doctor Pedro V. Aja redactó una especie de reseña de la labor desarrollada por los delegados cubanos en el Congreso, que ha sido editada por la Sociedad Cubana de Filosofía con el título de El Congreso de Bruselas.” (RCF 11:47)

El curso 1953-54 la Sociedad Cubana de Filosofía y el Instituto de Filosofía habían organizado un ciclo sobre la Idea de la Historia de la Filosofía, cuyos textos fueron publicados, con la colaboración de la Comisión Nacional Cubana de la Unesco, en un libro recopilatorio así titulado (Idea de la Historia de la Filosofía, Editorial Hercules O'Reilly, La Habana 1954, 154 págs.), con trabajos de Jorge Mañach, Guillermo Francovich, Mercedes García Tudurí, Manuel de la Mata, Rosario Rexach, Justo Nicola, Luis A. Baralt, Rosaura García Tudurí, Maximo Castro Turbiano, Dionisio de Lara, Pedro Vicente Aja Jorge, Humberto Piñera Llera, Medardo Vitier y Emilio Fernández Camus.

«Idea de la Historia de la Filosofía. La Habana, Sociedad Cubana de Filosofía en colaboración de la Comisión Nacional Cubana de la Unesco, 1954, 151 págs. Se trata de una recopilación de estudios sobre el problema de la historia de la filosofia leídos en la Sociedad Cubana de Filosofia (1953-1954) por Jorge Mañach, Guillermo Francovich, Mercedes García Tudurí, Manuel de la Mata, Rosario Rexach, Justo Nicola, Luis A. Baralt, Rosaura García Tudurí, Máximo Castro, Dionisio de Lara, Pedro Vicente Aja, Humberto Piñera Llera, Medardo Vitier y Emilio Fernández Camus. El espacio no nos permite hacer un análisis de cada uno de estos catorce ensayos. Conviene señalar desde ahora, eso sí, que Idea de la Historia de la Filosofía es un volumen de decisivo valor y de notable profundidad, imprescindible como obra de consulta en la investigación de este importante capítulo de la filosofía hispanoamericana. Waldo Ross.» (Revista Hispánica Moderna, Pensilvania, abril 1956, año 22, nº 2, pág. 160.)

Pedro Vicente Aja ha asumido desde el principio la secretaría de la Asociación Cubana por la Libertad de la Cultura, y tanto Ignacio Iglesias como Julián Gorkin procuran corresponder a su representante ejecutivo en Cuba: el número de Cuadernos que se distribuye a finales de 1954 (con fecha enero-febrero 1955), incorpora su artículo “La historicidad de la Filosofía” (10:15-20) y una reseña de su libro de 1953:

«Con un título de veras sugestivo –El Cristianismo en la crisis de Occidente y otros temas– el joven pensador cubano Pedro Vicente Aja ha ofrecido recientemente a cuantos siguen con atención e interés su persistente actividad en el orden filosófico, un librito de poca extensión y de mucha hondura, resultado de las inquietudes del autor sobre el hecho antropológico.» (Ignacio Iglesias, “La crisis de Occidente y el destino del hombre”, Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura, París, enero-febrero 1955, nº 10, 107.)

Desde ese número 10 de Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura, el nombre de “Pedro Vicente Aja” aparece ya en todos los números en la relación de Colaboradores (que ocupa la contraportada de la revista hasta el número 47, en 1961). En 1955 puede reaparecer la Revista Cubana de Filosofía, donde publica “Sobre el programa de Sócrates” (12:18-20), manteniendo su actividad vigorosa el Instituto de Filosofía (anexo a la Sociedad Cubana de Filosofía), en el que ofrece una disertación el jueves 28 de abril de 1955: «Problemas que surgen de las relaciones entre la ciencia y la libertad moral» (RCF 12:31).

Sus relaciones con el CLC son inmejorables y Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura va publicando artículos suyos como “Problemas entre ciencia y libertad moral” (enero-febrero 1956, 16:55-59), “La tiranía del determinismo científico” (septiembre-octubre 1956, 20:82-86) y “La revolución científica y la libertad del hombre” (mayo-junio 1957, 24:26-30), no totalmente inéditos: párrafos literales, por ejemplo, ya habían visto la luz en los artículos titulados «Más sobre la tiranía del determinismo científico” (Diario de la Marina, La Habana, 17 agosto 1955, pág. A4, “Notas filosóficas”), «Más sobre el tiempo» (Diario de la Marina, La Habana, 23 septiembre 1955, pág. A4, “Notas filosóficas”), «La nueva ciencia y el hombre» (Diario de la Marina, La Habana, 12 octubre 1955, pág. A4, “Notas filosóficas”), &c.

El Congreso por la Libertad de la Cultura le cuenta, por supuesto, entre los “treinta latinoamericanos, bien seleccionados por su alto prestigio, su independencia de espíritu y su indudable competencia” que son invitados a participar en “La Conferencia de México (18-26 de septiembre de 1956)”. Olga Connor, en “Fidel Castro y sus tentáculos” (El Nuevo Herald, Miami, 3 de diciembre de 2016), relata cómo Raúl Roa, que viajó desde La Habana con Pedro Aja a la reunión del CLC en México, se comprometió allí con Fidel Castro, en plenos preparativos de la expedición del Granma, que dos meses después, el 25 de noviembre de 1956, partía desde México para llevar la revolución a Cuba…

«In September 1956 I unexpectedly received and opportunity to go to Mexico. The World Committee for Cultural Freedom organizaed a conference of Western Hemisphere delegates to be held at Mexico City that month. The Cuban committee appointed three delegates: Pedro Vicente Aja, author and professor of philosophy at a secondary school in Havana; Raúl Roa, dean of the School of Social Sciences at the University of Havana; and me. Aja and I had been friends for many years. We shared the same religious faith and political philosophy, althrough Aja was never active in the revolutionary movement. I had become acquainted with Roa only after I returned to Cuba un 1952, but we had developed a cordial relationship. » (Mario Llerena [1913-2006], The Unsuspected Revolution. The Birth and Rise of Castroism, Cornell University Press, Ithaca 1978, pág. 81.)

Un día antes de la firma del Manifiesto de Sierra Maestra (por Raul Chibás, Felipe Pazos y Fidel Castro, el 12 de julio de 1957), interviene Pedro Vicente Aja en el V Congreso Interamericano de Filosofía (Washington, 8-12 julio), ante el que presenta, en la mañana del jueves 11 de julio, la comunicación titulada “La Historicidad de la Vida Humana”. Participaron también en ese Congreso, entre otros: Héctor Neri Castañeda (Guatemala), monseñor Octavio Nicolás Derisi (Argentina), Leopoldo Zea (México), José Vasconcelos (México), Rosaura García Tudurí (Cuba), Samuel Ramos (México), Manuel Granell (Venezuela), Eduardo García Maynez (México), Miguel Reale (Brasil), Fritz Joachim von Rintelen (Alemania), Eduardo Nicol (México), Francisco Miró Quesada (Perú), Mario Bunge (Argentina), Félix Schwartzmann (Chile), Risieri Frondizi (Argentina), Luis Recaséns Siches (México), Mercedes García Tudurí (Cuba), José R. Echeverría (Puerto Rico), Agustín Basave Fernández del Valle (México), Arturo Ardao (Uruguay), Humberto Piñera Llera (Cuba), &c. Tuvo este V Congreso un presupuesto de 31.500 dólares, aportados por la Fundación Ford, la Nelson Rockefeller y la Fundación Creole (25.000, 3.500 y 3.000$ respectivamente).

Representantes del Movimiento 26 de Julio firman el manifiesto “A la conciencia de América” (por ejemplo Raúl Chibás, que había suscrito el año anterior el Manifiesto de Sierra Maestra), impulsado por el Congreso por la Libertad de la Cultura y aireado en un suplemento de 4 páginas al número 30 de Cuadernos (mayo-junio 1958), el mismo número que publica el famoso análisis de Jorge Mañach, “El drama de Cuba”, escrito desde su auto-exilio en España, que confirma la distancia del CCL respecto del régimen de Batista y su simpatía por el movimiento capitaneado por Fidel Castro («En su pensamiento doctrinal, Castro dista mucho de ser “comunista”, como afirma sistemáticamente el Gobierno», &c.). El anticomunismo burocratizado de la institución parisina, nutrida por Langley y gestionada en su sección hispana por trotsquistas, no anduvo muy fino en sus previsiones, ni siquiera cuando Fidel entró en La Habana el 8 de enero de 1959, tras desmoronarse el régimen de Batista una semana antes:

«On 13 January 1959 philosophy teacher and CCF member Pedro Vicente Aja wrote to Julián Gorkin from Havana to assure him that the language of the revolution was “democratic and nationalist,” without Communist infiltration. Castro declared the revolution “humanist” and neutral with respect to the Cold War. In the first months of revolutionary victory there was a range of views regarding the future course of the revolution, and many people projected their own hopes, aspirations, and views onto Castro. Pedro Vicente Aja wanted the reorganized and reactivated Cuban Association for Cultural Freedom –which had declared itself unable to operate in late 1957 in the face of repression from Batista– to provide a kind of technical counterweight to Communist influence in Cuba, supporting democratization and helping solve the country's economic problems. He was convinced that Castro would look favorably on this activity.» (Patrick Iber, Neither peace nor freedom. The cultural Cold War in Latin America, Harvard 2015.)

«Retratos. Mea culpa. Por Miguel F. Márquez y de la Cerra. La Asociación por la Libertad de la Cultura. Más de una vez esta columna ha sido el eco de la labor egregia que realiza en Cuba un grupo de hombres, impulsados por el entusiasmo de Pedro Vicente Aja, el joven y distinguido filósofo. Tengo noticias de que dentro de breves días se ofrecerá al señor Ministro de Educación la nómina de los que en el futuro representarán en Cuba un movimiento universal, responsable en gran medida –aunque no lo parezca– de la solución de muchos dramáticos problemas, relacionados con la libertad de hacer vida humana objetivada. Aja sabe –se lo dije muchas veces– que podrá contar conmigo, en la medida de mi capacidad, para lo divino y para lo humano. La Sociedad Cubana de Filosofía. Ya se está repartiendo el último número de la Revista de la Sociedad Cubana de Filosofía. La ya decenaria corporación reinició sus actividades, después de dos años de digno silencio, con una brillante conferencia de su presidente, el doctor Humberto Piñera Llera, de la que di cuenta en esta columna. El joven y brillante pensador Adrián García-Hernández, en nombre de la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación, me ha hecho el honor de ofrecerme el segundo turno. Por motivos obvios –sobrecarga de trabajo, &c.–, le ruego aplazar por algún tiempo mi intervención. Y ahora, después de entonar el mea culpa, sólo me resta pedir perdón y suplicar a todos la absolución de mi falta.» (Diario de la Marina, La Habana, martes, 17 de febrero de 1959, pág. A4.)

«El proceso democrático que está conociendo Hispanoamérica empezó con la caída de Perón, continuó con las de Odría, Rojas Pinilla y Pérez Jiménez y alcanza ahora, con la de Batista, una espléndida culminación. […] El ejemplo más acabado nos lo ofrece Cuba: el intelectual y guerrillero de treinta y dos años, triunfante hoy, resulta a la vez el hijo espiritual y la culminación de José Martí.» (“Un nuevo jalón para la democracia”, Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura, nº 35, marzo-abril 1959, editorial.)

«Felicitaciones a Betancourt y a Fidel Castro. La Secretaría Internacional del Congreso por la Libertad de la Cultura y Cuadernos expidiéronle un cable de felicitación a su eminente colaborador y amigo Rómulo Betancourt, con motivo de su popular y arrolladora elección a la Presidencia de la República de Venezuela. En representación de la Asociación Cubana por la Libertad de la Cultura, que debido a la situación que atravesó el país ha permanecido en receso durante año y medio, los profesores y publicistas cubanos Raúl Roa y Pedro Vicente Aja han hecho público un escrito de adhesión a Fidel Castro y al Dr. Manuel Urrutia, jefes de la Nueva Cuba, por su triunfo y el de las libertades culturales y los derechos humanos. La Secretaría Internacional y Cuadernos han enviado un cable en el mismo sentido, haciéndola extensiva al Dr. Roberto Agramonte, nuevo ministro de Estado. Otro tanto han hecho los Comités de Argentina, Chile, Perú, Brasil, México y varios más.» (Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura, nº 35, marzo-abril 1959, pág. 123.)

«Retratos. La libertad de la cultura. Por Miguel F. Márquez y de la Cerra. La remozada Asociación Cubana por la Libertad de la Cultura me ha hecho el señaladísimo honor de elegirme Segundo Vicepresidente de su comité ejecutivo. Si añado a esta noticia la circunstancia de que los otros dos vices son nada menos que Raúl Roa y Rafael García Bárcena, y que el presidente es Jorge Mañach, comprenderá el lector que tenga motivos para sentirme hondamente satisfecho, legitimamente orgulloso y… un poco como una gallina fuera de su patio. No quiero dejar de consignar que las labores de Secretario –que suelen llevar el peso de estas organizaciones– corren a cargo de uno de nuestros grandes animadores de la cultura, el doctor Pedro Vicente Aja, profesor de filosofía, abogado, y secretario, también, de la Sociedad Cubana de Filosofía, cuya Revista, no sé porqué, no recibo desde hace mucho tiempo, a pesar de las promesas de Humberto Piñera y de hallarme al corriente en el pago de la cuota. No se me oculta que el muy ilustre y, sobre todo, muy bueno don José María Chacón y Calvo –nunca le he dado el título que todos sabemos que posee: ahora ¡Dios me libre! me costaría un dineral–; no se me oculta, digo, que José María ejerce en esta página el monopolio de dolencias en las que los demás ¡Gracias a Dios! no creemos tanto como él quisiera, pero, siquiera por una vez, quiero hacer constar que una molesta indisposición me impidió asistir al acto del día 22 en el Lyceum. Pido a Dios y a Pedro Vicente que me perdonen. Ese día –esa noche, mejor dicho– se aprobó por la Asociación un pronunciamiento público que viene a ser el acta, si no de bautismo, de la confirmación de la ilustre organización. “Hace algunos años –dice el manifiesto– se constituyó la Asociación Cubana por la Libertad de la Cultura como un vástago más en Ibero-América, de la institución que bajo el nombre de Congreso por la libertad de la cultura se fundó en Europa en 1950, respondiendo a la memorable Declaración de Berlín, en la que algunos de los espíritus europeos más representativos se dirigieron a todos aquellos que estén dispuestos a restaurar, y salvar y desarrollar las libertades que le dan valor a la vida. Como parte que somos del pueblo cubano, declaramos fervorosamente nuestra comunión en el júbilo y anhelo de esta hora de renovada esperanza que está viviendo bajo el signo de sus libertades reconquistadas. Al mismo tiempo nos declaramos hermanados en el propósito de todos los hombres que en el mundo luchan porque la libertad de opinión y el respeto a la vida y a la dignidad plena del hombre normen todas las relaciones políticas y sociales. Fuera de estos principios –concluye el documento– nuestra Asociación reitera su total respeto a la opinión de cada uno de sus miembros y su propósito de mantenerse al margen de todo parcialismo ideológico. Concretamente, sólo aspiramos a estimular las manifestaciones culturales en nuestro país, y a fomentar, a través de ellas, el culto a la verdad, de la belleza, de la dignidad moral y de la libertad como condición indispensable para que tales interesen prosperen”. La Asociación prepara un Ciclo de Conferencias sobre la libertad. El tema será enfocado desde los ángulos metafísicos, político social y filosófico-jurídico.» (Diario de la Marina, La Habana, 28 de mayo de 1959, pág. A4.)

«El nuevo comité de La Habana. Ha quedado definitivamente constituido el nuevo Comité de la Asociación Cubana por la Libertad de la Cultura, que se ha reinstalado en el antiguo local: International House, Prado 251. Dicho Comité reune a lo más prestigioso de la intelectualidad cubana. Su composición es la siguiente: Consejo de Gobierno: presidente, Jorge Mañach; primer vice-presidente, Raúl Roa; segundo vice-presidente, Miguel F. Márquez de la Cerra; tercer vice-presidente, Rafael García Bárcenas; Secretario general, Pedro Vicente Aja; vice-secretario, Luis Aguilar León; vocales: Calixto Masó, Leví Marrero, Leopoldo Horrego, Andrés Valdespino, César García Pons, Anita Arroyo, Mario Llerena, Rosario Rexach, Luis A. Baralt, Luis Amado Blanco, Jorge Quintana, Angel del Cerro, José Ignacio Rasco, Néstor Suárez Feliú, Humberto Piñera, José Angel Bustamante, Luis de la Cuesta, José Z. Tallet, Ernesto Ardura, Jorge L. Martí, Salvador Bueno, Edenia Guillermo, Andrés Trujillo, Lisandro Otero González.» (Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura, nº 37, julio-agosto 1959, pág. 126.)

«Actividades del comité de La Habana. La Asociación Cubana por la Libertad de la Cultura, reorganizada hace breves meses bajo la presidencia del Dr. Jorge Mañach y cuyo secretario es el Dr. Pedro Vicente Aja, ha emprendido un importante plan de actividades. La principal de ellas consiste en una serie de conferencias, bajo el enunciado general de “Concepto y extensión de la Libertad”. Estas conferencias se desarrollarán en el Lyceum Lawn Tennis y correrán a cargo de las personalidades siguientes: Dra. Rosario Rexach, “La idea de la Libertad en el Mundo de Occidente”; Dr. Miguel F. Márquez y de la Cerra, “Libertad, Estado y Derecho”; Dr. Andrés Valdespino, “La Libertad en la Doctrina Social Católica”; Dr. Jorge L. Martí, “Libertad y dogmatismo”; Sr. Néstor Suárez Feliú, “Libertades humanas y países coloniales”; Dr. Andrés Trujillo, “La Libertad como fundamento del orden social”.» (Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura, nº 38, septiembre-octubre 1959, pág. 126.)

[ VI Congreso Interamericano de Filosofía · Buenos Aires, 31 agosto-5 de septiembre de 1959 ]

Cuba en el congreso filosófico de Buenos Aires

Fotografía del Diario de la Marina

“En la recepción ofrecida por la Universidad de Buenos Aires a los participantes del VI Congreso Interamericano de Filosofía que se acaba de celebrar en la capital argentina, aparecen, de izquierda a derecha, los profesores Leopoldo Zea, de México; Francisco Soler, de Chile; Risieri Frondizi, Rector de la Universidad de Buenos Aires; Emilio Oribe, de Uruguay; Pedro Vicente Aja, de la Sociedad Cubana de Filosofía, y Francisco Miró Quesada, del Perú.” (Diario de la Marina, La Habana, sábado, 19 de septiembre de 1959, suplemento 1.)

[Se han sustituido así los nombres erróneos del original: Leopoldo Isa - Leopoldo Zea, Eduardo Suciser - Francisco Soler, Resieri Frondici - Risieri Frondizi y F. Orive - Emilio Oribe.]

Olga Connor (“La Ley de Ajuste Cubano y el desafuero por emigrar de la isla”, El Nuevo Herald, 10 septiembre 2016) describe las circunstancias en las que, junto con su esposo Pedro Vicente Aja y la hija de ambos, marcharon de Cuba y entraron a Estados Unidos por el aeropuerto de Miami, el 3 de junio de 1960, “con visas de estudiantes invitados por el Seminario Presbiteriano de Princeton, el más grande de la Iglesia Presbiteriana, a la que ambos, mi esposo Pedro Vicente Aja y yo pertenecíamos”. Pedro Vicente Aja continuó viaje a Berlín, para participar en la reunión conmemorativa de los diez años del Congreso por la Libertad de la Cultura, “Progreso y Libertad” (16-20 junio 1960), e intentar explicar allí qué sucedía en Cuba (ver Olga Connor, “Aeropuerto Tempelhof al rescate de los refugiados”, El Nuevo Herald, 7 noviembre 2015). [El primer número de El Avance Criollo, publicado en Miami por Jorge Zayas, aparece el viernes 24 de junio de 1960.]

Ese mismo verano de 1960 se establece Pedro Vicente Aja con su familia en Puerto Rico, gracias a las buenas gestiones de Jaime Benítez Rexach (1908-2001), rector de la Universidad de Puerto Rico en su campus de Río Piedras (de 1942 a 1966) y miembro del CLC, con el que había viajado al congreso de Berlín del mes de junio, quien le contrata como profesor. En Puerto Rico intenta Pedro Vicente Aja reorganizar la Asociación Cubana por la Libertad de la Cultura en el exilio, representa allí a Cuadernos, para quien prepara el suplemento Cuba 1961, e incluso parece que «Gorkin envió dinero para alquilar un local». Al parecer también se convirtió Pedro Vicente Aja en responsable en Puerto Rico del FRD, Frente Revolucionario Democrático, organización impulsada por la CIA en mayo de 1960 (su nombre aparece “A cargo de la Delegación de Puerto Rico” del FRD ya en un documento de agosto de 1960), tan implicada en la frustrada invasión por Playa Girón.

«Denuncia caso de Cuba el Congreso por la Libertad de la Cultura. El Congreso por la Libertad de la Cultura es una organización que recibe en su seno a cientos de profesores, escritores y artistas de diferentes países del mundo. Se constituyó en el Berlín Occidental en Junio de 1950. En esa ocasión se proclamó –después de una redacción meditada– el Manifiesto a los Hombres Libres, documento en que se denuncia el totalitarismo como el principal enemigo en nuestros días del espíritu libre, creador y crítico. Integran su Consejo de Honor Karl Jaspers, Salvador de Madariaga, Jacques Maritain, Reinhold Niebuhr, S. J. Narayan. Entre las diversas publicaciones que bajo su patrocinio se editan sobresalen Preuves, en francés; Tempo Presente, en italiano; Encounter, en inglés; y la revista Cuadernos para el mundo de habla castellana, bajo la dirección de Julián Gorkin. Con objeto de conmemorar el décimo aniversario de su fundación, el Congreso reunió recientemente en Berlín (oeste) una asamblea general a la que concurrieron más de doscientas personalidades del mundo intelectual y político, pertenecientes a una cincuentena de países. En nombre y representación de los intelectuales cubanos, fieles a la causa democrática de su país, concurrieron los profesores Aureliano Sánchez Arango y Pedro Vicente Aja, los dos hoy en el exilio. Como consecuencia de los informes rendidos en dicho evento y de los estudios subsiguientes, la Secretaría Internacional del Congreso por la Libertad de la Cultura acaba de adoptar la siguiente resolución:
“Un año antes de la caída del dictador Batista hubo que disolver el Comité cubano del Congreso por la Libertad de la Cultura y su secretario general, ante las amenazas policiacas, se vio obligado a asilarse en una Embajada y a huir del país. Reorganizado inmediatamente después de la caída de la dictadura y compuesto por las más prestigiosas figuras intelectuales cubanas, reconocidas asimismo por su pasado democrático –entre ellas, y en calidad de vicepresidente, el Dr. Raúl Roa, ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno de Fidel Castro–, ha habido que disolverlo de nuevo en vista de la supresión de las libertades culturales –autonomía universitaria, libertad de Prensa…– y de los derechos humanos. La mayoría de sus componentes, no obstante haberle dado su adhesión entusiasta y su decidido apoyo a la Revolución, se ven obligados a guardar un temeroso silencio o han tenido que exilarse –algunos por segunda vez– entre ellos el nuevo secretario general del Comité. El Congreso por la Libertad de la Cultura, que ha protestado y protesta contra todos los atropellos y todas las injusticias, cometanse donde se cometieren, y que saludó la caída de la dictadura de Batista y el advenimiento del nuevo régimen, creyendo que él restablecería el respeto de la persona humana y las libertades culturales, se ve ahora en la triste necesidad de condenar la nueva realidad cubana ante la conciencia lationamericana y mundial.”» (El Avance Criollo, Miami, viernes 4 de noviembre de 1960, nº 20, pág. 1 y 24.)

«En nuestra actividad filosófica actual es posible reconocer la presencia de tres generaciones. Unos como Medardo Vitier, Luis A. Baralt, Roberto Agramonte y Jorge Mañach, pertenecen a la llamada “generación del año veinte” (porque es aproximadamente en 1920 que comienza a hacerse sentir como tal generación intelectual). Otros –en realidad la mayoría– son los de la generación que comienza allá por 1940, mientras todavía hay algunos otros de promoción intelectual mucho más reciente, como es el caso de Pedro Vicente Aja, Luis Aguilar León y José Ignacio Rasco. […] De donde resulta que libros coma Filosofía de la Vida y Filosofía Existencial –del cual soy autor– o Redescubrimiento de Dios (de Rafael García Bárcena), o la Introducción a la Estética (de Rosaura García Tudurí), lo mismo que ensayos como El cristianismo en la crisis de Occidente (de Pedro Vicente Aja), o Pasado y ambiente en el proceso cubano (de Luis Aguilar León), contienen solamente un pensamiento que aspira a ser la “expresión” de la filosofía cubana actual. Es posible, sin embargo, en un plano de mayores precisiones, decir que en la dirección sociológica operan Roberto Agramonte (1904), José J. Nodarse (1909) y Pedro V. Aja (1921) y es interesante anotar que pertenecen a distintas generaciones. Agramonte, formado en la etapa aún positivista de nuestra cultura, muestra un pensamiento sociológico muy influido por el tardío retoño positivista del “behaviorismo” mientras que si bien encontramos en Nodarse una posición positivista, ella está muy atenuada por la tendencia “culturalista” de Spranger y Simmel. Y Aja, el más joven de los tres, propugna una interpretación antropológica del fenómeno sociológico en general sin olvidar que su preocupación ético-religiosa influye notoriamente en su concepción de la sociología. […] Y en cuanto a Pedro Vicente Aja, según aparece expuesto en El cristianismo en la crisis de Occidente, en Filosofía cristiana de la vida y en un reciente ensayo titulado Hacia un teo-humanismo, entiende que es posible conciliar el legado histórico de Occidente, en su aspecto espiritual, con las más puras esencias de un cristianismo, que para él tiene que ser el “histórico”, vale decir, el primitivo. Aja, que gusta de calificarse a si mismo de pensador religioso independiente (sin ortodoxia determinada), afirma que el destino del hombre occidental, en lo que se refiere a su “salvación”, debe asentarse en un teo-humanismo, o sea en una trascendencia (lo divino) que se da en la inmanencia (el hombre y el mundo).» (Humberto Piñera Llera, Panorama de la Filosofía cubana: “La filosofía actual”, Unión Panamericana, Washington DC 1960, págs. 103-106.)

«Repudia Congreso de la Cultura al Régimen de Fidel. Intelectuales contra régimen de Fidel. Congreso por la Libertad de la Cultura hace declaración. Los representantes de las Asociaciones Iberoamericanas miembros del Congreso por la Libertad de la Cultura se han reunido en París los días 14, 15 y 16 de diciembre de 1960. Esta asamblea fue dedicada esencialmente al examen de las diversas situaciones nacionales y al estudio de la evolución general del Continente, en lo que se refiere a los derechos cívicos y al ejercicio de las libertades fundamentales. En representación de la intelectualidad cubana acudió el profesor Pedro Vicente Aja, quien, actualmente en el exilio, desempeña cátedra en la Universidad de Puerto Rico.» (El Avance Criollo, Miami, viernes 13 de enero de 1961, nº 30, págs. 1 y 4.)

Su artículo “La crisis de la Universidad de La Habana”, aparecido en el suplemento Cuba 1961 (páginas 18-25) al número 47 de Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura (París, marzo-abril de 1961), fue reproducido en El Avance Criollo (Miami, Florida, viernes 10 de febrero de 1961, nº 34, páginas 32, 33 y 41) –Cuadernos... aparecía semanas antes de la fecha de cabecera–.

El suplemento Cuba 1961, preparado en Puerto Rico por Pedro Vicente Aja con la colaboración de su esposa Olga Fernández («Cooperé con estos esfuerzos cuando edité anónimamente en San Juan, Puerto Rico, Cuba 1961…», «…según opinó hace tiempo Mesa Lago, la primera publicación de “cubanología” fue Cuba 1961, “addendum” de la revista Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura, en París, que compiló y editó desde Puerto Rico, el que fue mi esposo, Pedro Vicente Aja, con quien colaboré anónimamente desde San Juan, Puerto Rico, y con Julián Gorkín, jefe de redacción de Cuadernos en París»), se difunde mientras la Brigada 2506, impulsada por la CIA, culmina su preparación en Guatemala, poco antes de que el presidente Kennedy autorizase su desembarco en Playa Girón (tras los preparativos previos: incendio el 13 de abril de la casa central en La Habana de la tienda por departamentos El Encanto, en las calles Galiano y San Rafael; bombardeos aéreos el sábado 15 de abril… con la consecuente alocución de Fidel declarando el carácter socialista y marxista de la revolución cubana el domingo 16), que se produjo en la madrugada del lunes 17 de abril y fue neutralizado por el ejército cubano el 19 de abril, dejando un centenar de muertos y mil doscientos prisioneros, resultando fortalecido el régimen revolucionario tras esa agresión.

«Benítez le ofreció un puesto en la Universidad de Puerto Rico a mi esposo, y al mudarnos a esa isla ya comenzaron los problemas. Pues nosotros no teníamos permisos de nada, estábamos en un limbo y sin documentos apropiados. El aparecía como profesor invitado, arreglado todo por un patrocinio de la Fundación Ford. Pero al fracasar la invasión de Bahía de Cochinos en abril de 1961, también organizada por la CIA, todo cambió. De repente había que obtener un trabajo ya pagado por la Universidad, había que salir a Canadá o a México para conseguir las residencias, en fin, se presentaron una serie de problemas, hasta que él se enfermó y tuve que traerlo al hospital de Jackson Memorial en Miami. Recuerdo que tuvimos que pagar una fortuna, un dinero que tuvimos por mediación de nuestro amigo en Pompano Beach, que había sido cliente de su bufete en La Habana.» (Olga Connor, “La Ley de Ajuste Cubano y el desafuero por emigrar de la isla”, El Nuevo Herald, 10 septiembre 2016).

Jorge Mañach, presidente de la Asociación Cubana por la Libertad de la Cultura, glosador ya en 1950 del “Mensaje a la Juventud Universitaria” pronunciado en 1950 por su discípulo y amigo Pedro Vicente Aja, compañeros los dos en el exilio como profesores de la Universidad de Puerto Rico (Mañach había abandonado Cuba el 2 de noviembre de 1960, cinco meses después que Aja), muere en San Juan el 25 de junio de 1961 (Cuadernos le dedica su número 53, octubre de 1961). Dos días después va fechada la carta, firmada por Haydée Santamaría como directora de Casa de las Américas, que se envía a Cuadernos descalificando el suplemento Cuba 1961, que la revista del CLC publica íntegramente en su número 54 (noviembre 1961) en un discutible alarde para probar que son una tribuna libre, con un comentario como respuesta donde Cuadernos se desmarca, por supuesto, del fracasado intento de invasión por Playa Girón:

«Nuestro Suplemento se imprimió antes del por todos conceptos absurdo y desdichado desembarco del mes de abril. ¿Hemos justificado éste, como insinúa pérfidamente la carta? Todo lo contrario: el excelente estudio del historiador Teodoro Draper, aparecido en nuestras columnas, condena esa operación, que sólo ha servido para fortalecer la dictadura castrista. No es nuestra la culpa si ésta ha comprometido después su fácil triunfo tratando de convertirlo en un abyecto negocio: el canje de los desdichados combatientes cubanos por tractores.» ([Haydée Santamaría sobre el suplemento Cuba 1961], Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura, París, noviembre de 1961, nº 54, pág. 99.)

Pedro Vicente Aja ya no vuelve a colaborar en Cuadernos, y parece que los sucesos ulteriores a la publicación de Cuba 1961 y la muerte de Mañach le alteraron al punto de tener que solicitar la baja por enfermedad como profesor de la Universidad de Puerto Rico…

«Ha muerto en Puerto Rico un destacado intelectual cubano. El profesor y escritor cubano Dr. Pedro Vicente Aja Jorge, exiliado anti-castrista en Puerto Rico, acaba de poner fin a sus días en Río Piedras, abrumado por vicisitudes patrióticas a las que no podían poner tregua ni la acogida fraterna de aquella sociedad hermana, que le exaltó a la Cátedra de Humanidades de su Universidad, ni las atracciones del hogar, donde deja una hija de cinco años, inocente de la desgracia que ha caído sobre ella. Pertenecía el finado compatriota a la nueva promoción intelectual cubana, pues como secretario de la “Sociedad Cubana de Filosofía” asistió a varios congresos, entre ellos el de Bruselas en 1953; el de la Asociación por la Libertad de la Cultura, en México; el de Filosofía en General de Washington; el Congreso Internacional de Filosofía de Buenos Aires y, por último, el de la Libertad por la Cultura, de Berlín, en 1960. Había colaborado en el Diario de la Marina de La Habana, en la revista La Nueva Democracia y en otras publicaciones, como Avance en el exilio, que publicó en su número 34 de 10 de febrero anterior un enjundioso estudio sobre “La Crisis de la Universidad de La Habana”, que fue muy elogiado. Al ocurrir su trágica muerte, el Dr. Aja y Jorge estaba con licencia en su cátedra, por enfermedad, ya que a raíz del fracaso de la expedición militar de playa Girón comenzó a dar muestras de una gran depresión moral y su salud se había deteriorado. El acto del sepelio, en Río Piedras, constituyó una sentida manifestación de duelo, que fue presidido por su viuda, la Sra. Olga Fernández, actualmente maestra de enseñanza primaria en Puerto Rico.» (El Avance Criollo, Miami, nº 81-93, 1962, pág. 41.)

«Recientemente falleció en Puerto Rico, donde se hallaba exiliado, nuestro colaborador y amigo Pedro Vicente Aja, ex profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad de La Habana. Nuestro más sentido pésame a su familia, en particular a su viuda, así como a toda la democracia cubana.» (Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura, París, abril de 1962, nº 59, pág. 98.)

«Some, including Mañach and Aja, resettled in Puerto Rico. Given shelter by the University of Puerto Rico, whose leadership sympathized with the anti-Communist Left, Aja tried to reconvene the Cuban Association for Cultural Freedom in exile. Aja, described by one future representative of the CCF as “rather silly and vaguely ridiculous as an intellectual,” suffered from low personal prestige and debilitating mental health problems. His attempt to recreate the Cuban Association for Cultural Freedom made no impression. By the end of 1961 both Mañach and Aja had died, Aja by suicide. Not until after the fall of the Soviet Union decades later could Mañach's writings be openly admired un Cuba42. […] Other members of Cuba's anti-Communist Left who had not had any direct relationship with de CCF began new careers fronting for CIA efforts to damage and unseat Castro, especially through the FRD. The FRD was responsible for propaganda and sabotage operations and intended to display the future leadership of a post-Castro Cuba. (Before his suicide Pedro Vicente Aja had served as the Head of the Puerto Rico delegation of the FRD). (42) Before his suicide, Aja was serving as an instructor at the Universidad de Puerto Rico and was worried about his reappointment. Additionally, he had fallen and broken some ribs. It is not clear whether the failure of the Bay of Pigs invasion contributed to his decision to commit suicide. Botsford to Josselson, 20 July 1961, IACF, series II, box 46, folder 3, UC/SCRC.» (Patrick Iber, Neither peace nor freedom. The cultural Cold War in Latin America, Harvard 2015, texto y nota 42.)

Sobre Pedro Vicente Aja

2006 «Su hija Mónica embelesada escuchó en la sala del Latin Quarter Center el relato que hizo de su vida Olga Connor envuelta en el romance y la pasión del periodismo y las letras en La Habana y Miami. Vestida elegantemente, como siempre suele hacerlo, Olga dejó perplejo al auditorio en su narración novelesca de sus anécdotas como niña, como adulta y ahora como mujer madura, de lo que ha sido el bagaje de una lucha como para escribir una novela. Desde niña Olga se levantó en medio del sabor al romance intelectual que cosechó, a través de los años, con mucha sapiencia y sabiduría en La Habana que hoy le valen estar al frente de secciones importantes del diario El Nuevo Herald. Es una mujer de un porte increíble, de una inteligencia pasmosa y una creatividad sin límites, que la muestran como un verdadero personaje de las letras y el periodismo hispano, que le han valido premios y condecoraciones especiales. Como todo cubano que se respete y se aprecie tuvo que abandonar la isla, rumbo a Puerto Rico, después de la llegada de la tiranía castrista, cuando corrieron de boca en boca los rumores sobre un posible arresto de su esposo Pedro Vicente Aja. “Yo me crié de niña en un mundo mágico en el sector del Vedado”, dijo Olga, al iniciar su novelesco relato de su vida, en la que también estuvo su otro esposo, David Connor, con quien se casó en segundas nupcias en Puerto Rico tras la muerte de Pedro Vicente. […] Su voz, por momentos, se emocionó cuando relató la forma como conoció a su primer esposo, quien fue un destacado profesor y filósofo, Pedro Vicente Aja, quien fue director de Filosofía del Instituto de Cuba. También fue columnista del diario La Marina. […] “Cuando oímos los discursos de Fidel Castro, después de la toma del poder, ya sabíamos con Pedro Vicente lo que se venía sobre Cuba”, expresó con cierta nostalgia, sentada frente a Uva de Aragón quien la inquirió sobre los pasajes de su vida. En el año 1981, finalmente, Olga vino para Miami, trabajó en Vanidades y Cosmopolitan como editora jefe. Y en el 87 entró por la puerta grande al periódico El Nuevo Herald donde ha hecho una brillante carrera pasando por importantes secciones.» (Germán Acero, “Olga Connor, antes de ser periodista soñó con ser actriz”, Libre, Miami, miércoles 22 de febrero de 2006, pág. 14.)

2007 «Les quiero contar que la primera vez que supe de ella fue al leer su nombre en el diario de Miami cuando recien llegue a Miami. En mi mente podría ser el inicio de una oportunidad para escribir. Estoy segura que ni ella se acuerda de aquella llamada de una periodista atrevida y extranjera pidiendo asesoría de como entrar el mundo de las letras en la ciudad del sol. A ésta mujer, de hecho la vi por primera vez en Caracol Radio son sus dientes impecables y su risa de gente que ha viajado todo el mundo. Una vestimenta divina. Imperaba el rojo y lo que más me llamó la atención fué sin duda su maravilla cartera roja que hacian juego con su bufanda y uñas. Olga Connor, se caracteriza por su humildad y a la vez por elengancia glamorosa. Muchos amigos alrededor del mundo, muy buenos gustos y seguro un closet lleno de carteras y zapatos. Periodista, columnista del Nuevo Herald y escritora. Mujer de mucho entusiasmo y mirada alegre. Guerrera y de armas tomar. […] A muy temprana edad conoce el romance y la necesidad de un alguien junto a ella. Con una picardía particular aclara que desde chica estuvo preparada para los grandes retos y responsabilidades, como por ejemplo el matrimonio. “Me casé a los 16 años con el periodista profesor Pedro Vicente Aja en momentos en que me encantaba bailar, dibujar y actuar”. Añade que cuando se enamora estaba haciendo una de las cosas que le hacian sentir mucha alegría. Ella justo en el instante que registra el amor en su vida estaba actuando en la coral del colegio. Cuatro años mas tarde quedaba viuda pero en 1964, 28 de diciembre, día de los inocentes, contrajo segundas nupcias con David Connor. A quien si se quiere le robó el apellido con fines comerciales. […] Terminó diciendo que pasó un mal rato cuando el Nuevo Herald la despidió. “Fue una humillación terrible que me hizo deprimir. Me hicieron sentir muy mal y le hicieron mucho daño a mi reputación”. Olga Connor fue una de los periodistas despedidos de El Nuevo Herald por haber realizado trabajos para Radio Martí sin el consentimiento de la empresa. Luego le devolvieron su espacio para la columna de cada domingo y le pidieron disculpas... ¿qué les parece?» (Carolina Sandoval, “Olga Connor, entrevistó a Clinton, es escritora y nos regala sus palabras de mujer”, venenosandoval.com, 3 de abril de 2007.)

2013 «En una caja de cartón atesoro una innumerable cantidad de recortes de periódicos; artículos, poemas y ensayos que me han impactado de una manera u otra, y como la mente no me permite almacenar plenamente tanta ingeniosidad, acudo a esta caja grande de cartón; pues considero este contenedor intelectual una especie de memoria selectiva alternativa. Muchos de estos artículos pertenecen a la insigne periodista Olga Connor: excelentes ensayos sobre Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Gabriel García Márquez, José Emilio Pacheco, entre otros grandes escritores. El pasado viernes en La Casona, el hogar del Miami Hispanic Cultural Arts Center, se celebró la primera de las tertulias que se efectuarán el tercer viernes de cada mes, dirigidas por el también prestigioso escritor y periodista Luis de la Paz. Con la primorosa luminosidad que caracteriza su obra y su persona, Olga Connor inauguró lo que fue la primera de las reuniones literarias en La Casona. Recuerdo la primera vez que vi a Olga Connor; fue en una reunión en casa del entrañable, inolvidable, talentoso y ya desaparecido amigo común Guillermo Hernández en el año 1986. Desde entonces no he cesado de verla por todos los rincones culturales de Miami; su presencia es habitual en las presentaciones de libros, en obras de teatro, festivales de artes, ballets, y cualquier otra actividad relacionada con la cultura. […] Como no tengo el privilegio de encontrarme entre sus amigos a pesar de admirar su obra y su labor periodística; desconocía su intenso y humano transitar por estos caminitos, a veces muy anchos; otras veces, muy estrechos que es el exilio cubano. Y en esta ocasión en vez de hablar de su obra, Olga Connor, nos habló de su vida. Desde el inicio, Olga impactó, sorprendió, conquistó a la audiencia con su sinceridad y su naturalidad al hablar de sí misma. Comenzó narrando su niñez en La Habana, su origen modesto: su padre era taxista, su madre y su tía, costureras de la aristocracia habanera. Me admiró la honestidad y la coherencia de esta señora de aspecto distinguido, con esa elegancia tan natural que sólo da la aristocracia del espíritu; y sobre todo en este exilio en que muchos se inventan un pasado de riquezas, e incluso se crean antepasados gloriosos para paliar su presente borroso. Olga nos contó como desde pequeña tuvo acceso a las alfombras persas, a exquisitos jarrores chinos, y a piezas de la época de Luis XV, gracias a su vecina María Luisa Gómez Mena, Condesa de Revilla de Camargo. […] Olga Connor comentó sobre su educación primaria y secundaria en una escuela de monjas. Después se matriculó en el preuniversitario de la Víbora, siendo condiscípula de Enrique Pineda Barnet, Julio Matas, Jorge Camacho. Olga fue alumnna de teatro de Mercedes González, en artes plásticas de Rosario Novoa, también fue alumna de Levi Marrero, Fernando Portuondo, Rosaura y Mercedes García Tudurí (la maestra de todos los cubanos como alguien dijo una vez, y que yo tengo el honor de encontrarme entre ellos, pero en Miami, incluso conservo con celo un libro de poesía que me regaló la Dra. Tudurí con una dedicatoria demasiado generosa). Olga Connor desde muy joven formó parte activa de las numerosas instituciones culturales libres en La Habana antes de la revolución; recordó con unción haber estrechado la mano de Igor Stravinsky después de escucharlo en el Auditórium dirigir su obra El pájaro de fuego, también se refirió a su amistad con la escritora y filósofa española María Zambrano, quien le enseño a apreciar las delicias de la vieja trova cubana. Igual que muchos cubanos a lo largo de cincuenta y cuatro años; en 1960 Olga abandonó su isla natal, y se estableció en Puerto Rico con su primer esposo Pedro Vicente Aja y su pequeña hija. Al poco tiempo, Olga enviudó y tuvo que enfrentarse sola y con una niña al nuevo estatus de exiliada: que consiste en empezar de cero en otra tierra, cuando las puertas del país adonde uno nace, en donde quizáas nacieron tus padres y tus abuelos, se han cerrado dizque para siempre. Como Olga había aprendido con su mamá y su tía el oficio de costurera, se lanzó por esos derroteros para sobrevivir. Muy pronto, Olga se dio cuenta de que ella podía diseñar vestidos, luego, se percató que sus diseños tenían mucha aceptación, y así devino su primer éxito comercial. Entonces Olga decidió abrir un Atelier de costura para exponer y vender sus diseños. Las ganancias de Olga se triplicaban cuando una exprofesora del Instituto de la Víbora fue a visitarla a la famosa tienda para felicitarla por sus triunfos y le dijo: “Olga tu eres muy talentosa, pero se tiene éxito comercial o intelectual, y tú debes dedicarte al mundo del intelecto”. La bondadosa semilla del buen consejo germinó en Olga y empezó a estudiar en la Universidad de Puerto Rico, en donde conoció a su segundo esposo, el estadounidense David Connor. Después de graduarse en la Isla del Encanto, Olga se mudó a Pennsylvania con su nuevo esposo, allí se graduó en la Universidad de Filadelfia con un Ph. D. en Lenguas Romances. Aquella profesora anónima que visitó a Olga en su Atelier es la feliz responsable de que hayamos perdido a una Carolina Herrera, para ganar una Olga Connor; gran escritora y periodista: autora de varios libros entre ellos: Palabras de mujer (Editorial Betania 2009), El español en los Estados Unidos (Alfaguara 2008), Olga Connor escribe para múltiples periódicos y revistas internacionales, es columnista dominical de las páginas literarias de El Nuevo Herald, donde también es directora de la sección “Buena Vida”. Olga Connor ha sido directora del conglomerado de Vanidades y de Abroad in-fight Magazine, fue profesora de literatura por muchos años en el Swarthmodre College, en el Dickinson College, en la Universidad de Pennsylvania, en la Universidad de Miami y en la Universidad Internacional de la Florida. Por eso hoy, le damos las gracias, encarecidamente, a aquella exprofesora de Olga Connor que la visitó aquel lejano día en el antiguo Atelier de Puerto Rico.» (José Soroa, “Olga Connor: la mujer detras de las letras”, tiemponuestro.blogspot.com, 22 febrero 2013.)

Olga Connor, “El congreso por la libertad de la cultura” (El Nuevo Herald, Miami, 26 de marzo de 2013)

Aeropuerto Boyeros 1956

«En la conferencia La lucha oculta por la libertad, ofrecida recientemente por Carlos Alberto Montaner en la Casa Bacardí, para la Asociación Nacional de Educadores Cubano Americanos (NACAE) y el Instituto de Estudios Cubanos y Cubano Americanos (ICCAS), de la Universidad de Miami, el escritor se refirió a un nuevo organismo que surgió entre los intelectuales libres durante la Guerra Fría después de 1950.
Este grupo se reunió en un congreso para defender la autonomía de la parte occidental de Berlín que estaba rodeada del territorio adjudicado a los soviéticos al terminar la II Guerra Mundial. Se denominó Congreso por la Libertad de la Cultura (CLC) y su objetivo era preparar un frente ideológico protector de las ideas del Occidente. Así fue como se lanzaron a fundar comités del CLC por toda América Latina y España, y, de hecho, en el mundo entero, desde Canadá a la India.
En el trasfondo, había sido ideado secretamente por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, para que se ocupara de batallar contra los avances de la ideología soviética entre los intelectuales libres. En la revista Cuadernos, órgano del CLC, publicada en español desde 1953 a 1965, pero editada en París, se exponía: “El Congreso por la Libertad de la Cultura, constituido en el mes de junio de 1950, reúne a intelectuales, artistas y científicos de todos los países, y de diversas tendencias. Su único denominador común consiste en la voluntad de defender el derecho de crítica y el pensamiento libre”.
En la foto, de mi archivo personal (donde hay tres personas sin identificar), aparece un grupo de intelectuales cubanos y españoles en el aeropuerto José Martí en Rancho Boyeros de La Habana a mediados de la década de 1950, que lideraron el comité del CLC en Cuba. El fotógrafo –anónimo– fue agenciado por Pedro Vicente Aja (a la izq.), filósofo y último secretario del Congreso en La Habana y luego en el exilio en San Juan, Puerto Rico. La tengo guardada precisamente porque fui la esposa de Aja, quien falleció en 1962 en Río Piedras, donde se encontraba la Universidad de Puerto Rico en la que ejerció como profesor.
Le sigue a la derecha su amigo Raúl Roa, que fue luego Ministro de Estado en el gobierno de Fidel Castro, de 1959 al 71, pero en los 50 se había afiliado a la lucha contra el comunismo. Detrás de Roa, aparece Mario Llerena, el primer secretario del comité del CLC en La Habana, y luego representante del Movimiento 26 de Julio en Nueva York. Llerena quemó las velas el día que se publicó su columna en Prensa Libre, donde afirmaba que los discursos de Castro frente en la Plaza Cívica le recordaban los que hacía Adolfo Hitler. Esa fue razón para que Fidel le dedicara una perorata televisiva, que lanzó a Llerena a esconderse en una embajada.
A continuación, el escritor español Salvador de Madariaga, republicano exiliado en Londres después del triunfo de Francisco Franco, quien patrocinó con su prestigio y sus artículos al CLC y a la revista Cuadernos. Le sigue José Manuel Cortina, orador, escritor y diplomático, director de la comisión coordinadora de la Constituyente de 1940, asociado también al CLC en La Habana.
Luego, el dramaturgo español Julián Gorkin –cuyo apellido adoptó para honrar al literato ruso Máximo Gorki– jefe de redacción de Cuadernos en París, quien viajó por varias capitales latinoamericanas para fundar comités del CLC. A la revista se sumaron, con grandes ilusiones, escritores latinoamericanos como los poetas Octavio Paz y Jorge Luis Borges, el filósofo argentino Francisco Romero y muchos más, un “quién es quién” de la América Latina. En Cuba: Anita Arroyo, Eugenio Florit y Jorge Mañach, que era del Consejo de Honor, junto al colombiano Germán Arciniegas, el español Américo Castro, el venezolano Rómulo Gallegos, el peruano Luis Alberto Sánchez y el brasileño Erico Verissimo. La mayoría de los participantes en el CLC habían sido simpatizantes del comunismo internacional o eran miembros del Partido, que se habían convertido a la democracia.
La revista Cuadernos, de gran prestigio en los 50 y a principios de los 60, pierde su rango cuando se descubre que los supuestos grants de las fundaciones estadounidenses eran cubiertos para ocultar la procedencia del dinero. El CLC escogió a La Habana, Ciudad de México, Río de Janeiro y Buenos Aires como sus principales centros para los comités, que eran ejes de influencias. Curiosamente, en Río, participó en una comida del Congreso en 1959 el embajador del gobierno de Castro, Rafael García Bárcenas, invitado por Stefan Baciu, secretario del comité.
Cooperé con estos esfuerzos cuando edité anónimamente en San Juan, Puerto Rico, Cuba 1961, un suplemento de Cuadernos (marzo-abril 1961), en el que colaboraron Felipe Pazos, ex presidente del Banco Nacional; Luis A. Baralt, ex director del Teatro Universitario; Aja, ex secretario de la Sociedad Cubana de Filosofía, y muchos otros. Fue considerada por Carmelo Mesa Lago como la primera publicación de estudios cubanos en el exilio.
Según Montaner, irónicamente Estados Unidos tenía que esconderse para luchar por la democracia, mientras que la Unión Soviética podía abiertamente organizar sus “reuniones por la paz”.» (Olga Connor, “El congreso por la libertad de la cultura”, El Nuevo Herald, Miami, 26 de marzo de 2013.)

2014 «Los viajeros ilustres llegaron a La Habana en 1953 en una delicada misión, discretamente acompañados por Rafael Mallo. Se trataba de dos notables exiliados españoles antifranquistas procedentes de Europa vía México, donde acababan de copresidir, junto a Alfonso Reyes, una sesión del Congreso por la Libertad de la Cultura: don Salvador de Madariaga, ensayista, novelista, exdiplomático, y Julián Gómez García, un valenciano cuyo seudónimo era Julián Gorkin, dramaturgo, periodista, trotskista, fundador del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). Ambos les habían pedido al médico Julio Lavasti y al escritor Jorge Mañach que organizara una discreta reunión en La Habana con un grupo valioso de intelectuales cubanos “comprometidos con las ideas de la libertad”, según dijeron en el enigmático telegrama que los había precedido. Por petición de Julio a su hermana Mara, la reunión preparatoria se llevó a cabo en la galería de arte Hermanos Bécquer, en el Paseo del Prado de La Habana, y Mara Lavasti, la directora de la institución, y David Benda, su compañero sentimental, un gran pintor retratista de origen austriaco, fueron los anfitriones. Junto a Madariaga y Gorkin participaron, ente otros, de acuerdo con la lista confeccionada por Mara Lavasti, los escritores Jorge Mañach, Luis Baralt, Gastón Baquero, Raúl Roa, Leví Manero, José Manuel Cortina, Anita Arroyo, Elena Mederos, Roland Simeón –compañero de Gorkin en el POUM durante la Guerra Civil española– y Pedro Vicente Aja, quien era escoltado por su jovencísima novia, la bella Olga, una exuberante muchacha rubia, intelectualmente precoz, que no debía exceder los diecisiete años. La introducción, breve pero no exenta de cierto dramatismo, estuvo a cargo de Madariaga. Venían a pedir el apoyo de los intelectuales y artistas cubanos de más prestigio para afrontar la amenaza soviética contra la libertad en todo el mundo. […] En este punto Gorkin tomó la palabra: […]
—Moscú está logrando persuadir al mundo de que la URSS es el futuro noble de la humanidad. Yo sé que eso es falso. Yo estuve en la URSS lleno de ilusiones y en 1929 me expulsaron por denunciar el estalinismo.
—¿Cómo lo está logrando la URSS? ¿Cómo consigue embaucar a las masas? –preguntó Mañach, más por el afán de escuchar los matices de la respuesta que por el deseo de enterarse de lo que ya sabía de sobra.
—El plan original lo desarrolló Andrei Zhdanov sobre las líneas maestras del legado propagandístico de Willi Münzenberg. Zhdanov era consuegro de Stalin. Su hijo se casó con una hija de Stalin. Murió en 1948, pero dejó trazado el plan de actuación. Este personaje, enormemente inteligente, estuvo también tras los sucesos surgidos después del asesinato de Serguei Kirov. […]
—¿Se puede explicar lo que es el totalitarismo a quienes no lo han vivido? –volvió a insistir Simeón en el tono escéptico que lo caracterizaba–. Los cubanos saben lo que son las dictaduras militares porque vivimos la de Machado, el posmachadato y ahora nuevamente Batista, pero eso tiene poco que ver con las dictaduras totalitarias.
—Exacto –intervino Gorkin–. El totalitarismo es otra cosa. Es estar gobernados por un caudillo y una pequeña camarilla que controlan absolutamente todas nuestras decisiones y nos convierten en unos peleles. […]
—Y la clave para que esa pesadilla pueda implantarse es el control de la información –dijo Madariaga. […] Son sistemas consagrados a uniformar a la sociedad, a estabularla. Convierten a las personas en un coro.
—Convierte a las gentes en papagayos o en focas amaestradas. Yo sé lo que digo porque fui comunista en mi juventud, algo de lo que me arrepiento profundamente –apostilló Raúl Roa, famoso por sus epítetos punzantes.
—De ahí la importancia de defender colectivamente la libertad –agregó Madariaga–. El riesgo que padecemos es también colectivo. Estamos ante un ataque contra las libertades concertado por Moscú, y debemos defendemos colegiadamente. Ése es el leit motiv del Congreso por la Libertad de la Cultura. A eso hemos venido a Cuba y por eso estamos recorriendo América Latina.
—Pero aquí hay una asimetría evidente –exclamó Simeón–. Moscú es un centro de poder que dirige una operación de propaganda, mientras nosotros somos grupos dispersos de artistas y escritores que tratamos de hacerle frente. Eso no va a funcionar.
Madariaga y Gorkin se cruzaron una mirada cómplice. Gorkin contestó.
—Estados Unidos nos ayuda. Los norteamericanos son conscientes de que la URSS ha desatado una campaña propagandística. El instrumento que usa Moscú son los llamados Consejos por la Paz. En el mundo hay sólo dos potencias, Estados Unidos y la URSS. Estados Unidos ha puesto en marcha diferentes iniciativas para frenar a los soviéticos. Con el Plan Marshall comprometieron 13.000 millones de dólares en la reconstrucción de Europa Occidental. Les ofrecieron ayuda económica a los satélites de la URSS, pero Moscú les ordenó que la rechazaran y creó el COMECON para concertar los esfuerzos económicos. Washington ha impulsado la OTAN y lanzó la OEA. Moscú creó el Pacto de Varsovia. En la clase dirigente americana prevalece la convicción de que hay que contener a los soviéticos. La defensa de la democracia, como establece la Doctrina Truman, es la visión de Washington.
—No lo creo –dijo Simeón–. Los gobiernos americanos se abrazan a todas las dictaduras latinoamericanas, tanto los demócratas como los republicanos. Son grandes hipócritas. Son amigos de Batista, de Trujillo, de Pérez Jiménez, de Somoza. […] ¿Cómo se financia el Congreso por la Libertad de la Cultura, todos esos viajes, las costosas revistas que publican en Londres y en París? Eso cuesta mucha plata –preguntó Simeón.
Madariaga y Gorkin volvieron a intercambiar miradas cómplices. Gorkin respondió.
—El dinero lo ponen los sindicatos americanos, la Fundación Ford, la Fundación Fairfield. Son varios donantes.
Roland Simeón sonrió displicentemente y volvió a intervenir.
—Bueno, ellos dan el dinero, pero ¿quién o quiénes les da a ellos ese dinero? Hasta donde sé, las fundaciones americanas no suelen tener motivaciones ideológicas, y, si las tienen, no dedican dinero a defender sus posiciones en la arena internacional. No existe la filantropía democrática.
Gorkin le respondió con una expresión fulminante.
—Debería existir. Pero, supongamos que es el gobierno americano. Supongamos, incluso, que es la CIA. ¿En qué cambia la situación? ¿No financia Moscú por medio de la NKVD los Consejos por la Paz y los Festivales de la Juventud? ¿No adiestra, paga y disciplina a los partidos comunistas locales? ¿No paga la URSS ese circuito editorial que publica en veinte idiomas las obras de los autores que quiere consagrar? ¿Quién le dio el Premio Stalin de la Paz al brasilero Jorge Amado? Se supo que hubo otros nominados. Se barajaron los nombres del mexicano Lázaro Cárdenas, el chileno Pablo Neruda, el cubano Nicolás Guillén. ¿De dónde sale el dinero para las campañas de desprestigio contra todo aquel que se aparta del guión, como le ha sucedido a Aram Khachaturiam?» (Carlos Alberto Montaner [1943], Tiempo de canallas. El amor, la traición y la muerte en la Guerra Fría, Alfaguara (Santillana) & Edhasa 2014.)

«En 1960, ante la radicalización del gobierno revolucionario, muchos de los intelectuales que participaban emprendieron el camino del exilio: Mañach, Aguilar León, Masó, Baralt, Marrero, Piñera Llera, J. Martí, Quintana, García Pons, Rexach, Valdespino, Rasco, Aja y hasta el mismo Llerena. El destino para algunos de estos intelectuales resulta trágico. Aja, tras un artículo en Prensa Libre en el cual “tildaba a Fidel Castro de fascista, porque reunía a la gente en la Plaza Cívica y les dictaba discursos similares a los de Hitler” (142. Entrevista a Olga Connor), se vio obligado al exilio rumbo a Puerto Rico. El CLC no se desentendió. Gorkin envió dinero para alquilar un local donde Pedro Aja continuaría con la ACLC en el exilio, además de ser representante de Cuadernos. Sin embargo, a pesar del auxilio de Mercier Vega, encargado de supervisar el traslado, Aja se vio afectado por una fuerte depresión que lo llevó al suicidio. Su desaparición significó también el fin de la ACLC, que ya no volvería a componerse.» (Karina Jannello, “Los intelectuales de la Guerra Fría. Una cartografía latinoamericana (1953-1962)”, Políticas de la Memoria, Anuario de Investigación del CeDInCI, Argentina, verano 2013/2014, nº 14, pág. 96.)

2015 «Una de las vistas más impresionantes en la antigua casa del embajador norteamericano en el Country Club de La Habana –ahora Cubanacán– era la enorme águila en los jardines de la mansión que vi en 1998, cuando asistí a la recepción durante la visita del papa Juan Pablo II a Cuba.
El águila, se decía, era la que habían desmontado del monumento en Línea y Malecón en el Vedado, dedicado a las víctimas del acorazado Maine, hundido en el puerto de La Habana el 15 de febrero de 1898 –100 años antes–, que dio inicio a la Guerra Hispano-Cubana-Norteamericana. En el monumento, los cubanos que arrancaron el águila en 1961 en una demostración antiyanqui después de la fracasada invasión de Bahía de Cochinos, inscribieron esta frase: A las víctimas de El Maine que fueron sacrificadas por la voracidad imperialista en su afán de apoderarse de la isla de Cuba. Febrero 1898-Febrero 1961.
Ahora, la simbólica escultura volverá supuestamente a su designación original, y por tercera vez, pues ha habido dos águilas al parecer. Al igual que a la mansión volverá el nuevo embajador, y también al gran edificio de las oficinas tan concurridas de la Sección de Intereses de Estados Unidos frente al Malecón, donde se izará la bandera norteamericana el 14 de agosto. […]
Otro embajador estaba a cargo en 1959, Earl Smith, que fue enviado en 1957 para hacerse cargo de la caída de Fulgencio Batista. El embajador americano en Latinoamérica Robert Hill se lo dijo: “La marcha de Batista estaba ya decidida”. Luego, no fue Fidel Castro, sino Estados Unidos, el que tumbó a Batista. Smith renunció el 20 de enero de 1959, porque estaba en contra de esa decisión. Fue reemplazado por Philip Bonsal, a quien conoció el que fue mi esposo Pedro Vicente Aja, columnista del Diario de la Marina, y me contó que Bonsal creía que podrían controlar a Fidel Castro. Siempre han creído estos gobiernos que Cuba era una extensión de la península de la Florida. […]
Y uno se pregunta: cuándo regresará a topar el monumento del Maine la figura del águila simbólica, que honra otra de las grandes mentiras históricas, porque se sabe ya que no habían sido los españoles los causantes de la voladura, que se usó para justificar la entrada norteamericana en la guerra y poder recoger “la fruta madura”. Es que los símbolos, como las banderas y el himno, tienen cierto poder de sugestión. Y más que ninguno, el águila.« (Olga Connor, “Caída y ascenso del águila”, El Nuevo Herald, Miami, 25 de julio de 2015.)

«Nadie podría imaginar lo que sentí cuando entré en Tempelhof, el histórico aeropuerto abandonado de Berlín Occidental, en mi viaje a la capital de Alemania en el 2013. Estaba silencioso y sombrío, pero se veía imponente, inmenso e imperial. Lo había reconstruido el Führer Adolf Hitler en 1935, con su arquitecto favorito Albert Speer, para darle esa tónica masiva y altanera en todo lo que hacía. Ahora está de nuevo bullicioso y se prepara para colmarse de los refugiados que llegan diariamente a la ciudad.
En Alemania y en el mundo entero, Tempelhof es recordado como el aeropuerto que sirvió para el rescate de los alemanes del sector occidental de Berlín entre 1948 y 1949, cuando los soviéticos cerraron todas las entradas por tierra del abastecimiento a esa parte de la ciudad dividida tras el triunfo de los aliados.
Pero también sirvió el aeropuerto, mientras estaba en funciones, para un cubano que aterrizó allí en un vuelo especial en junio de 1960 para nunca más volver a Cuba. El fue a declarar, a una reunión de intelectuales y artistas del Congreso por la Libertad de la Cultura (CLC), que Cuba había entrado en la Guerra Fría al rechazar Fidel Castro el eje de los países democráticos, y estar colocando a los comunistas en los puestos clave del gobierno.
Aquel cubano fue invitado al mismo tiempo que uno que antes había sido su rival político en Cuba, pero se unieron para hacer frente a la nueva dictadura totalitaria de izquierda que descendía con fuerza sobre el país. Su antiguo adversario era quien que había sido ministro de Educación y luego de Estado en el gobierno del Presidente por el Partido Auténtico, Carlos Prío Socarrás: Aureliano Sánchez Arango, ya exiliado en México. Este otro había aspirado, antes del golpe de Batista, a postularse como representante a la Cámara por el Partido Ortodoxo que fundó Eduardo Chibás, el abogado, profesor y columnista del Diario de la Marina, Pedro Vicente Aja y Jorge. Él viajó con el rector de la Universidad de Puerto Rico en ese entonces, Jaime Benítez, ambos desde Nueva York, adonde había llegado Aja vía Miami desde La Habana.
La declaración de ese congreso, señalando el desarrollo del comunismo en Cuba, fue aceptada, firmada y publicitada alrededor del mundo, pero solo como un aviso al nuevo gobierno de que no debiera lanzar a Cuba a la Guerra Fría.
La reunión se celebraba en Berlín precisamente porque el CLC se había fundado en 1949 a raíz de lo que se llamó “el corredor de Berlín”, por los escritores occidentales para apoyar esos viajes aéreos de libertad que llegaban con la ayuda de alimentos, carbón y medicinas al Berlín cercado por las fuerzas soviéticas. Fueron más de 212.000 vuelos para el transporte de toneladas de comida en aquel año solamente.
Aunque más tarde se reveló a fines de los años 1960 que la CIA era la fuente principal del CLC, su característica más notable era que reunía a intelectuales antiguamente afiliados al comunismo, pero que se habían rebelado contra el mismo por diversas causas. Entre ellas, el totalitarismo estalinista y el enfrentamiento soviético a los países occidentales que le habían servido de aliados durante la Segunda Guerra Mundial.
El aeropuerto Tempelhof finalmente se cerró en 2008, al haberse construido otros más modernos habilitados para aviones de mayor fuselaje. Nunca más se usó de modo permanente, porque se argumentó que en su reconstrucción se había permitido que los prisioneros hicieran trabajos forzados durante el Tercer Reich, nos dijo nuestro guía. El se lamentaba de la falta de uso de tan hermoso e imponente edificio. Pero este último año fue convertido en parque de la ciudad y en sede de algunas ferias. […]
Yo también me siento parte de esa cadena con el Tempelhof. Este es mi homenaje al aeropuerto. Pedro Vicente Aja y Jorge fue mi esposo. Cuando él lo usó en su propio puente aéreo, yo lo esperaba con nuestra hija en Pompano Beach, Florida. Allí en Berlín se decidió nuestro destino. Así comenzó nuestro exilio.» (Olga Connor, “Aeropuerto Tempelhof al rescate de los refugiados”, El Nuevo Herald, Miami, 7 de noviembre de 2015.)

2016 «Fue una reunión de mentes universitarias y corazones cubanos. Tres personas de distintas generaciones de esa etnia ubicua en Miami, la cubana, y de otras partes del universo académico formaban parte de la mesa directiva. Estábamos en la librería que se ha convertido en el centro de todo lo editorial en esta ciudad, Books & Books, en Coral Gables. Era una presentación del Steven J. Green School of International and Public Affairs y del Cuban Research Institute, CRI, de la Universidad Internacional de la Florida, y Jorge Duany, director del CRI, presentaba al grupo.
Le dábamos la bienvenida a las nuevas ediciones –números 43 y 44– de Cuban Studies, CS, al nuevo editor, Alejandro de la Fuente, a Lillian Guerra, editora de reseñas, y a Carmelo Mesa Lago, antiguo editor y fundador. Una revista que destacó desde sus comienzos una profesión particular: la del “cubanólogo”, que quiere decir estudioso del logos o la razón cubana. Pero en Sol Mayor. Es decir, que tuvieran que ver con la isla, no con el exilio. Ya que en la isla se siguió viviendo, mal que bien, pero con mucha producción político-sociológica, artística, literaria, y más difícilmente, económica.
Para mí es un recordatorio y un resumir de funciones más que feliz, este reencuentro con CS, porque según opinó hace tiempo Mesa Lago, la primera publicación de “cubanología” fue Cuba 1961, “addendum” de la revista Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura, en París, que compiló y editó desde Puerto Rico, el que fue mi esposo, Pedro Vicente Aja, con quien colaboré anónimamente desde San Juan, Puerto Rico, y con Julián Gorkín, jefe de redacción de Cuadernos en París. Algunos de los especialistas en aquella publicación fueron Efrén Córdoba, Humberto Medrano, Luis A. Baralt y Felipe Pazos (aunque de modo anónimo y firmado por un asociado de él). […]
Del 70 al 74 se publicó cada tres meses el Boletín de Estudios sobre Cuba, distribuido gratis aquí y en el extranjero, financiado por Pitt. De 1974 a 1985 se convirtió en la revista Cuban Studies/Estudios Cubanos. Se incluyeron autores de la isla, como Manuel Moreno Fraginals, y el demógrafo Antonio Aja (sobrino de Pedro Vicente Aja). Muchos cubanólogos establecidos hoy día publicaron allí su primer artículo, como Jorge Duany, Archibald Ritter, Jorge Pérez-López, Claes Brundenius. En 1986 cambió a un libro anual con el título de Cuban Studies solamente. Todos los artículos son eruditos y ha tenido un prestigio internacional desde sus inicios. Se supone que no haya intereses políticos, sino verídicos en su presentación.» (Olga Connor, “Cuban Studies regresa a la vida con nuevos editores”, El Nuevo Herald, Miami, 29 de febrero de 2016.)

«Como muchos exiliados cubanos antes de 1966 he sido inmigrante indocumentada, y como tal, no podría haber sido admitida en este país si hubiese regido un presidente con las ideas que profesan los fanáticos norteamericanos que siguen a Donald Trump.
Los sufrimientos que tuve al darme cuenta de que podría haber sido sometida a deportación se añadieron a los de haber abandonado mi Habana. En el año 1960 yo no podía salir de Estados Unidos, por ejemplo, sin el temor de no poder volver a entrar, no podía usar servicios médicos, sin tener mucho dinero para pagarlos, no podía trabajar sin un permiso. Todo exactamente igual que un inmigrante ilegal o indocumentado.
La razón en principio es que vinimos con visas de estudiantes invitados por el Seminario Presbiteriano de Princeton, el más grande de la Iglesia Presbiteriana, a la que ambos, mi esposo Pedro Vicente Aja y yo pertenecíamos.
Entramos a Estados Unidos por el aeropuerto de Miami, el 3 de junio de 1960, con esa excusa. Y con documentos y dos maletas cargadas de libros escogidos que aún tengo, además de ropa de invierno, para trasladarnos allí. Pero sabiendo muy bien en nuestro fuero interno que él se encaminaba antes a una reunión muy especial convocada en Berlín Occidental por el Congreso por la Libertad de la Cultura, CLC, del que era en ese entonces secretario en Cuba. Iba con el propósito de denunciar al gobierno de Cuba como afiliado al comunismo internacional soviético, aunque no lo había declarado explícitamente. Se unió en esa denuncia Aureliano Sánchez Arango, su contrincante político en Cuba, pero unido en propósitos libertadores de la patria en esos momentos. Solo lograron que se denunciara que Fidel Castro estaba lanzando a la nación cubana dentro de la Guerra Fría.
Ya no podríamos volver a la isla. Mientras tanto, yo había quedado en Pompano Beach, en casa de amigos, los García, de Frutera Garci, en el Mercado Unico de La Habana.
En el avión con Aja iba el rector de la Universidad de Puerto Rico, Jaime Benítez, miembro también de ese Congreso, que patrocinaban las Fundaciones Ford y Rockefeller, y que años más tarde descubrimos eran una pantalla para ocultar el apoyo económico y político de la CIA. Esta organización había reunido a personas que habían pertenecido al Partido Comunista en el pasado y que habían renunciado por el desafuero del estalinismo y por los avances de la Unión Soviética por dominar el mundo occidental y oriental. Se estableció también para oponerse a los congresos por la paz de intelectuales izquierdistas auspiciados por la URSS. Nosotros no sabíamos que la CIA era responsable, pues el grupo de asociados era tan prestigioso, que incluía a intelectuales, como Salvador de Madariaga, Ignacio Zilone, Octavio Paz, Jorge Luis Borges, Raymond Aron, Germán Arciniegas y tantos otros notables.
Benítez le ofreció un puesto en la Universidad de Puerto Rico a mi esposo, y al mudarnos a esa isla ya comenzaron los problemas. Pues nosotros no teníamos permisos de nada, estábamos en un limbo y sin documentos apropiados. El aparecía como profesor invitado, arreglado todo por un patrocinio de la Fundación Ford.
Pero al fracasar la invasión de Bahía de Cochinos en abril de 1961, también organizada por la CIA, todo cambió. De repente había que obtener un trabajo ya pagado por la Universidad, había que salir a Canadá o a México para conseguir las residencias, en fin, se presentaron una serie de problemas, hasta que él se enfermó y tuve que traerlo al hospital de Jackson Memorial en Miami. Recuerdo que tuvimos que pagar una fortuna, un dinero que tuvimos por mediación de nuestro amigo en Pompano Beach, que había sido cliente de su bufete en La Habana.
Finalmente, se establecieron parámetros, primeramente fue un “parole”, estancia y refugio bajo palabra, para aceptar a los refugiados cubanos, y luego pude obtener un número de seguro social en Puerto Rico para trabajar, y es el que aún poseo. Hasta ese entonces no fui documentada. Sin embargo no fue hasta 1966 que se formalizó el ajuste legal para todos los refugiados cubanos, cuando el Congreso de Estados Unidos estableció la Ley de Ajuste Cubano, en noviembre de ese año, precisamente por “los vuelos de la libertad”, que no significaba que se entrara en este país con visa, ni aún hoy, de residente legal permanente.» (Olga Connor, “La Ley de Ajuste Cubano y el desafuero por emigrar de la isla”, El Nuevo Herald, Miami, 10 de septiembre de 2016.)

«La muerte y los funerales de Fidel Castro en Cuba han producido un jolgorio en Miami y otras partes de la diáspora, aunque nuestros destinos no han cambiado, ni en la isla ni en el exilio.
En mí, sin embargo, dejó un terrible dolor, el de saber íntimamente que su historia pudo ser abortada a tiempo, si las personas con poder en la isla en los años 1950 hubieran entendido sus verdaderas intenciones, su terrible destino, que se extendería más allá de Cuba. El sistema que exportó ha causado miseria en otras naciones, y una férrea dictadura en su propia tierra. Aunque no se arriesgó como comandante de sus tropas, sino que mandó a otros a guerrear y morir por él, en Africa y en toda Latinoamérica.
A fines de 1999, Rafael Díaz Balart, padre de los congresistas norteamericanos Lincoln y Mario, me recordó que había insistido en el seno de la Cámara de Representantes en Cuba, donde era el líder de la mayoría, bajo el gobierno militar de Fulgencio Batista, que no se le diera indulto a Fidel ni a los asaltantes del Moncada. Castro era su cuñado, casado con su hermana Mirta, y padre de su sobrino Fidelito, y sabía bien de las tendencias megalómanas de su antiguo amigo de la universidad y sus propósitos. Pero no le hicieron caso.
Un año más tarde, en 1956, el que fue mi esposo, Pedro Vicente Aja Jorge –fallecido en enero de 1962– viajó a Ciudad México con Raúl Roa. Iban a participar en una reunión del Congreso por la Libertad de la Cultura, CLC, asociación internacional de intelectuales por la democracia, con oficinas en París, en la que ambos participaban.
En México, Roa visitó a Fidel Castro (que después de su triunfo lo nombraría ministro de Relaciones Exteriores), y ya estaban organizando su expedición de diciembre con el Granma. Mi esposo llegó solo a su regreso al aeropuerto de La Habana. Roa se había comprometido con Fidel, pero él no tenía confianza en alguien que conocía como gángster y guerrillero procomunista.
En México vio manejos que le recordaban una reunión en 1943, en la misma ciudad, a la que fue como estudiante universitario representando a los Jóvenes Evangélicos de Cuba, el Congreso Antifascista, organizado entre otros por un grupo comunista subterráneo en Cuba. El doctor Virgilio Beato me ha confirmado que allí también él reconoció a aquellos agentes del mundo soviético.
Los mismos individuos se aparecieron en la oficina de abogados de Aja, alrededor del 1957-58, sugiriéndole que fuera con ellos a la Sierra Maestra, que esta vez triunfarían. La reacción de Aja fue correr a la casa de José Manuel Cortina, presidente del CLC en Cuba, y sugerirle que habría que convencer a los gobernantes del peligro y formar una junta provisional, para sustituir rápidamente a Fulgencio Batista. La Junta no se formó hasta demasiado tarde, cuando Batista huyó, el 31 de diciembre de 1958, y quedó a cargo del general Eulogio Cantillo en Columbia, quien citó al magistrado Orlando Piedra para que la dirigiera. Fidel, faltando al compromiso con Cantillo, llamó a una huelga general contra esa Junta Militar, que el pueblo apoyó.
La historia que siguió no fue la de un Fidel liberador hacia la democracia en Cuba, sino la del seguidor de un plan de “imperativo territorial”, para la extensión de su poder al ámbito internacionalista.
Lo llevó a cabo asociándose al totalitarismo más férreo del planeta, el de la Unión Soviética, gobernada en ese entonces por Nikita Khrushchev, con quien tuvo un entendimiento muy afectuoso y dúctil para sus ambiciones.» (Olga Connor, “Fidel Castro y sus tentáculos”, El Nuevo Herald, Miami, 3 de diciembre de 2016.)

Bibliografía de Pedro Vicente Aja

1953 Pedro Vicente Aja / Pedro V. Aja Jorge, El cristianismo en la crisis de Occidente y otros temas, prólogo de Luis Recaséns Siches, Publicaciones de la Sociedad Cubana de Filosofía, La Habana 1953, 135 págs. [11-17] “Prólogo”, firmado por Luis Recaséns Siches en Nueva York, febrero de 1953. [19-72] El Cristianismo en la crisis de Occidente. I. Concepción del hombre (“Unesco, la Habana, 1952”), 19. II. La crisis del hombre occidental (“Unesco, la Habana, 1952”), 43. [73-81] III. Unamuno y la inmortalidad del hombre concreto (“Revista Cubana de Filosofía, vol. II, núm. 8.”). [83-98] IV. Cuatro visiones de la libertad moral (“Revista Cubana de Filosofía, vol. I, núm. 6.”). [99-104] V. La esencia del hombre y de lo humano (“Diario de la Marina, La Habana, febrero de 1953.”). [105-113] VI. Sobre el progreso de la filosofía (“Symposium en el Instituto Cubano de Filosofía, La Habana, 1952.”). [115-123] VII. Montoro en la tradición filosófica cubana (“Revista Cubana de Filosofía, vol. II, núm. 10.”). [125-132] A las nuevas juventudes. VIII. Mensaje a la juventud universitaria (“Clausura de la décima sesión de la Escuela de Verano, Universidad de la Habana.” [1950]). [133-135] Juicios sobre el mensaje a la juventud universitaria (Jorge Mañach, Humberto Piñera, Calixto Masó, Mercedes García Tudurí de Coya, José Antonio Portuondo).

«Kant y Hartmann en la libertad moral», Proceedings of the XIth International Congress of Philosophy, 1953, 13:119-124.

«El cristianismo, significación de su valor en el presente», en Filosofía y Sociedad, ciclo de conferencias “Conversaciones filosóficas interamericanas”, de la Sociedad Cubana de Filosofía, Comisión Nacional Cubana de la UNESCO, La Habana 1953.

1954 [junto con otros trece autores] Idea de la Historia de la Filosofía, Sociedad Cubana de Filosofía, Comisión Nacional Cubana de la UNESCO, La Habana 1954, 151 págs. (La de P.V.A. fue la conferencia 11, 4 febrero 1954.)

1958 «Lo histórico y la filosofía», Cuadernos Americanos, México, marzo-abril 1958, año XVII, nº 2, págs. 91-104.

«The Historicity of Human Life», Philosophy Today, 1958, 2(1):29.

1959 «La religiosidad en el vivir filosófico», Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura, nº 39, 29-32.

Textos sobre Pedro Vicente Aja en el proyecto Filosofía en español

1955 Ignacio Iglesias, “La crisis de Occidente y el destino del hombre”, Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura, nº 10, 107.

Textos de Pedro Vicente Aja en el proyecto Filosofía en español

1950 “Cuatro visiones de la libertad moral”, Revista Cubana de Filosofía, nº 6, 62-65.

1951 “Unamuno y la inmortalidad del hombre concreto”, Revista Cubana de Filosofía, nº 8, 25-29.

1952 “Montoro en la tradición filosófica cubana”, Revista Cubana de Filosofía, nº 10, 23-26.

1955 “La historicidad de la Filosofía”, Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura, nº 10, 15-20.

Sobre el programa de Sócrates”, Revista Cubana de Filosofía, nº 12, 18-20.

1956 “Problemas entre ciencia y libertad moral”, Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura, nº 16, 55-59.

La tiranía del determinismo científico”, Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura, nº 20, 82-86.

1957 “La revolución científica y la libertad del hombre”, Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura, nº 24, 26-30.

1961 “La crisis de la Universidad de La Habana”, Cuadernos..., suplemento del nº 47, Cuba 1961, 18-25.

gbs