Filosofía en español 
Filosofía en español

Alfonso Alamán Borneque   1907-1965

Funcionario, ideólogo y traductor mexicano nacido en 1907, hijo de Lucas Alamán Vidaurrázaga (1871-1909) y de Refugio Borneque Schneider (1876-1953), casados en 1898, bisnieto por tanto del político e historiador Lucas Alamán Escalada (Guanajuato 1792-1853). Hermano de Lucas y de Carmen Alamán Borneque, y hermanastro de Carlos de León de la Barra Borneque (y primo de Francisco León de la Barra Borneque, muerto en París en octubre de 1926, y de Julio León de La Barra Borneque, muerto en París en octubre de 1927). Huérfano de padre con dos años (6 febrero 1909) su madre matrimonió de nuevo (febrero 1911) con su cuñado Francisco León de la Barra, viudo de su hermana María Elena Borneque (en noviembre de 1909), por lo que se convirtió en primera dama de México cuando entre mayo y noviembre de 1911, en plena Revolución mexicana, su segundo esposo ejerció como presidente interino desde la renuncia de Porfirio Díaz hasta la elección de Francisco Madero. Creció por tanto Alfonso Alamán en un entorno familiar peculiar, acomodado, católico y en primera línea política en tiempos revueltos. Tras el asesinato de Madero en 1913 su padrastro y tío fue Gobernador del Estado de México, senador de la República, Ministro de Relaciones Exteriores en 1913-1914 con Victoriano Huerta y después embajador de México en Francia, donde la familia se asentó definitivamente (Francisco León de la Barra murió en Biarritz el 23 de septiembre de 1939).

Alfonso Alamán Borneque se educa por tanto en Francia, donde estudia derecho, sociología y ciencias políticas en la Universidad de París. En diciembre de 1926 asiste como testigo a la boda, celebrada en la capilla de la Misión española en París, de su hermana pequeña Carmen con Fernando Pérez Caballero Moltó, capitán del ejército español e hijo de Juan Pérez Caballero, otrora embajador de España en Francia.

En 1928 participa en el X Congreso Internacional de Estudiantes celebrado en París, por la Association générale des étudiants latino-américains. A su coetáneo y luego célebre ensayista Andrés Iruarte Foucher (1907-1984), le sorprendió entonces su entusiasmo mexicanista:

«En agosto de 1928 se reunió en París el X Congreso Internacional de Estudiantes. México, por primera vez, estuvo representado en asamblea de esta índole. Fuimos jefes de la delegación mexicana, primero Luis Meixueiro y luego yo. En el seno del Congreso conocimos al representante de la España nueva, Antonio María Sbert, presidente del Comité Pro Unión Federal Hispana, que había de ser meses más tarde el centro de la valerosa rebelión estudiantil en contra del Directorio; y a Rodolfo Barón Castro, representante de la Federación Universitaria Hispanoamericana de Madrid. Estos muchachos y los delegados de la Asociación de Estudiantes Latinoamericanos de París –cuyo jefe fue Alfonso Alamán, formado lejos del hogar patrio y, sin embargo, o acaso por eso mismo, lleno del más entusiasta mexicanismo– fraternizaron materialmente con nosotros. Entonces aprendimos que la tradición sabe manifestarse, que la sangre y la lengua idénticas o semejantes vencen cien años de alejamiento y de bastardos rencores provincianos. Y vibró en la hondura de todos la clara estirpe española.» (Andrés Iruarte, Preparatoria, Consejo Nacional del Fomento Educativo, Lecturas Mexicanas 43, México 1986.)

En 1929 asiste con su hermano a la constitución del Comité hispano-americano, y no sólo como hijastro y sobrino de su presidente:

«Cercles. Dans le but de faciliter l'admission à l'Union Interalliée des personnalités de l'Amérique latine et de favoriser la réception des notabilités de ce continent de passage à Paris, un Comité hispano-américain vient d'être constitué à l'Union Interalliée, sous la présidence d' honneur de S. Exc. M. Marcelo de Alvear, ancien président de la République argentine, ancien ambassadeur, et sous la présidence effective de S. Exc. M. Francisco de La Barra, ancien président de la République du Mexique, président des tribunaux arbitraux mixtes; LL. EE. M. de Souza-Dantas, ambassadeur du Brésil; M. Federico Álvarez de Toledo, ambassadeur de la République argentine, ont bien voulu assumer la vice-présidence de ce Comité dont le délégué général est M. Gomez Quintero, président de la Chambre de commerce d'Espagne de Paris, et les délégués: MM. Silverio Estebe, correspondant de La Prensa (Argentine); R. Pinto Valderama, attaché commercial de Colombie; E. Ortiz de Zevallos, premier secrétaire de la légation du Pérou; S. de Rivas Santana, attaché à la légation du Venezuela; Alfredo Mejia, secrétaire de la légation du Salvador; Enrique Juan Conill (Cubain); Alfredo H. Bustos (Argentin), ancien président de la Chambre de commerce; Alfredo de Sierra Valle, diplomate guatémalien. La séance inaugurale du Comité hispano-américain a eu lieu, hier, sous la présidence de S. Exc. M. Francisco de La Barra et de M. le comte de Beaumont, vice-président, délégué de l'Union Interalliée, en l'absence de S. Exc. M. Jules Cambon, président de l'association. Un déjeuner avait auparavant réuni toutes ces personnalités auxquelles s' étaient joints: MM. de Vitrolles, sous-directeur d'Amérique au quai d'Orsay; Albert Favre, ancien ministre, membre du Comité directeur de l'U. L; Ch. Houssaye, administrateur de l'Agence Havas; René Richard, chef de la section latin au New-York Herald; Lucas et Alfonso Alaman de La Barra. Des discours très applaudis ont été prononcés par M. le comte de Beaumont, vice-président délégué de l'Union Interalliée, et M. Francisco de La Barra.» (Comœdia, Paris, lundi 18 novembre 1929, pág. 4.)

Pero su hermano mayor, Lucas Alamán Borneque (también dicho Lucas Alamán de La Barra), heredero como primogénito de los compromisos familiares que su difunto padre Lucas Alamán Vidaurrázaga tenía como nieto del gran Lucas Alamán, compromisos referidos principalmente a la custodia del secreto del lugar donde reposaban los restos de Hernán Cortés, se muere en París en 1934, con la preocupación que para muchos supuso imaginar una ruptura en la continuidad de tal mandato:

«La custodia de la urna que guarda los restos de Hernán Cortés (Exclusivo de “La Vanguardia”). Méjico, 16 (por cable). Se temía en los círculos científicos, patrióticos y oficiales que el secreto del lugar donde están enterrados los restos de Hernán Cortés hubiese bajado al sepulcro con la muerte del expatriado Lucas Alamán Borneque, que acaba de fallecer en París. Borneque, como presidente de la fundación encargada de la custodia de la llave de oro, y solamente los miembros de la misma, conocían el secreto del sitio donde se halla la urna. Con arreglo a las normas observadas desde 1821, el guardián de la llave debe transmitirla, junto con la indicación del sitio en que se guardan los restos, a su pariente más próximo, que en este caso es su madre, la señora Francisca León Delabarra, residente también en París. United Press.» (La Vanguardia, Barcelona, sábado 17 de febrero de 1934, pág. 25.)

Un domingo de marzo de 1937, de madrugada, deambulaba Alamán por el entorno de la parisina plaza de Pigalle, y en lugar de volver caminando hasta su domicilio de 9 rue de Chaillot, en agradable paseo de tres cuartos de hora, decide coger un taxi… y pasaron cosas:

«M. Alfonso Alaman, demeurant 9, rue de Chaillot, a été pris à partie, la nuit dernière, par deux individus, dans un taxi qu'il avait pris place Pigalle. En cours de route, il a été dépouillé d'une montre-bracelet et de 700 francs.» (“En quelques lignes…”, Le Journal, París, lunes 22 de marzo de 1937, pág. 4.)

«A 4 heures 30, rue de Bourgogne. M. Alfonso Alaman, demeurant 9, rue de Chàillot, qui était monté dans un taxi, place Pigalle, avec deux individus, a été dévalisé par ceux-ci d'une somme de 700 francs.» (“Nouvelles de partout…”, Paris-soir, París, lunes 22 de marzo de 1937, pág. 7.)

«Un mexicain victime d'une agression en taxi. Place Pigalle, M. Alfonso Alaman, demeurant 9, rue de Chaillot, montait dans un taxi hier vers 4 heures du matin, lorsque deux individus s'engouffrèrent dans le véhicule par chacune des portes. La voiture démarra. M. Alaman fut frappé par ses compagnons qui lui dérobèrent son portefeuille renfermant 700 francs, ainsi que sa montre en or, et le jetèrent sur la chaussée. Le taxi emportant les agresseurs disparut aussitôt. M. Alfonso Alaman, qui serait le fils d'un ancien président de la république du Mexique, a déposé une plainte au commissariat des Invalides en donnant un signalement assez précis des bandits.» (“Nouvelles diverses…”, Le Figaro, París, lunes 22 de marzo de 1937, pág. 4.)

Los mal pensados fantasearán imaginando qué podría estar haciendo Alfonso Alamán por Pigalle a esas horas (ya se sabe, Moulin Rouge, La Grosse Pomme, cabarets, jazz, mujeres malas, &c.). Otros, todavía peor pensados, recordarán sucesos similares donde ronda la sospecha de supuesto robo que disculpa viciosa malversación de fondos ajenos (por ejemplo, en febrero de 1926, Carlos Micó denunció que cuando salía del Maxim's de Madrid a las cinco de la madrugada, un sujeto desconocido le maltrató y sustrajo 1.750 pesetas…). Pero, ¿no estaría en realidad le fils d'un ancien président de la république du Mexique entregado entonces a superiores trasiegos político estratégico ideológicos, España en guerra y París infestado de refugiados y agentes soviéticos, monárquicos, nazis, vaticanistas, anticomunistas, trotsquistas…?

Un mes después de que la prensa parisina airease la noticia del atraco sufrido por el ilustre mexicano en Pigalle, l'Humanité del miércoles 28 de abril de 1937, órgano central del Partido Comunista (Sección Francesa de la Internacional Comunista), en el mismo número que lamenta la muerte de Antonio Gramsci y jalea el bombardeo de Guernica (“Mille bombes incendiaires lancées par les avions de Hitler et de Mussolini”), denuncia que Alfonso Alamán es otro de los agentes de Franco en París y que se beneficia de su inmunidad diplomática: asegura que en su ya conocida casa de 9 rue de Chaillot guarda incluso el archivo confidencial de la antena parisina del espionaje franquista, y le presenta como secretario del gran jefe Eduardo Aunós (ministro con Primo de Rivera, dirigía entonces en Francia la Falange Española de las JONS, organización que, justo una semana antes, acababa Franco de fusionar con el Requeté, la unificación del 19 de abril):

«Nous avons cité, comme l'un des centres d'espionnage franquistes, le 21 rue de Berri, où, dans l'immeuble du New York Herald le señor Eduardo Aunos a installé sa société “Hispania”, paravent de ses agissements clandestins. Il en est un autre, sis 50, rue de Miromesnil. Là, c'est le señor José Gómez de Rueda qui tient boutique d'espionnage. Un autre encore au nº 9 de la rue de Chaillot, où habite le señor Alfonso Alaman, secrétaire du grand chef Eduardo Aunos. C'est dans les bureaux d'Alfonso Alaman, 9, rue de Chaillot, que se trouve une partie des fichiers secrets et des archives confidentielles du centre d'espionnage de Franco à Paris. En toute sécurité d'ailleurs, car le señor Alfonso Alaman est lui aussi couvert par L'IMMUNITE DIPLOMATIQUE.
Chez le señor Alfonso Alaman. Encore une fois, nous n'inventons rien. Nous ne forçons pas la “note”! Voici un DOCUMENT SECRET, à propos, nous les tenons à la disposition de la justice ou du ministre de l'intérieur. Il est daté de Paris, 11 mars 1937… Arriba Espana!. Lisons: “1º Les camarades Eduardo et Antonio Aunos ont créé, d'accord avec la loi française de 1901 et se gârantissànt de celle-ci, une société de presse qui PERMET L'ACTIVITE DE LA “FALANGE ESPAÑOLA” EN FRANCE. La dite société est installée dans deux bureaux de l'immeuble du New York Herald, 21, rué de Berri, et soutenue premièrement par les camarades Aunos. CE BURËAU EST LE CENTRE EFFECTIF DE LA “FALANGE ESPAÑOLA”. 2º Nous disposons en plus d'un autre local au 50, de la rue de Miromesnil, chez le camarade José Gomez de Rueda. 3º Un autre au nº 9 de la rue de Chaillot, chez le camarade Alaman. Celui-ci JOUISSANT DE L'IMMUNITE DIPLOMATIQUE, LES FICHIERS ET AUTRES ARCHIVES CONFIDENTIELLES resteront installés dans ce bureau. Ces bureaux sont pourvus de tout le matériel nécessaire: machines à écrire, téléphone, &c.» En somme, installés comme chez eux, ces espions de Franco!
Où sont les grands complices? Voici donc des noms, des adresses, des documents précis, irréfutables. Mais ces gens n'ont pu s'organiser ainsi sans complicités. Et sans hautes complicités! Qui a donné à l'espion Alfonso Alaman un PASSEPORT DIPLOMATIQUE, le mettant à l'abri de toute perquisition, et lui permettant de tenir en sécurité les fichiers secrets et les archives confidentielles du centre d'espionnage de la “Falange Española”? Qui donc a pu faire des agents de Franco des personnages officiels, diplomatïques? Officine de faux passeports? Quai d'Orsay? l'ambassadeur Herbette? Il faut savoir! Et ce scandale doit cesser. La tourbe des espions et des assassins de l'arrière qu'est la “Falange Española”, la tourbe des corrupteurs d'une certaine “presse française et nationale” –nous le démontrerons– doit être mise hors d'état de nuire.» (Lucien Sampaix, «Les agents de Franco a Paris. IV. 'Matricule Paris… Corps diplomatique'», l'Humanité, París, miércoles 28 de abril de 1937, pág. 4.)

«Par une note communiquée à la presse, le ministère des affaires étrangères a bien voulu répondre à notre campagne sui les agissements des agents de Franco à Paris. C'est pour affirmer que le Quai d'Orsay n'a jamais délivré de passeports diplomatiques a des personnalités espagnoles relevant d'autorités non reconnues par le gouvernement français. […] Nous tenons une partie de la bande. Et nous la tenons bien! Espion, le señor Eduardo Aunos, ancien ministre des finances du dictateur Primo de Rivera. Espion, Antonio Aunos! Espion, le Alfonso Alaman du 9 rue de Chaillot! Espion, le José Gómez de Rueda, du 50, de la rue de Miromesnil. Noblesse dorée sur tranche en lutte pour le maintien de ses privilèges. Banquiers, industriels ou journalistes, véreux. Espions et chefs d'espions! Et en voici d'autres, tous agents du service secret de la “Falange Española”.» (Lucien Sampaix, «Les agents de Franco a Paris. V. Brochette d'espions! Paris-Belin-Rome!», l'Humanité, París, jueves 29 de abril de 1937, pág. 2.)

«The other precursor of World War II, the Spanish Civil War, also saw combatants who preferred fighting to compromise. Here, de la Barra had more at stake personality: his stepson, Alfonso Alamán, had enlisted in the Falange.» (Peter V. N. Henderson, In the Absence of Don Porfirio. Francisco León de la Barra and the Mexican Revolution, SR Books, Wilmington, Delaware 2000, pág. 231.)

Vuelto de París a México el bisnieto de Lucas Alamán, parece que habría procurado obtener una pensión gubernamental al reivindicar, nada menos, que su parentesco con el Cura Hidalgo. Lo cuenta José Ezequiel Iturriaga Sauco (1914-2011), en el capítulo que dedica a Mario Moya Palencia (1933-2006) en su libro Rastros y rostros (publicado por la Universidad Veracruzana y FCE en 2003, reeditado póstumamente por la Honorable Cámara de Diputados y Miguel Ángel Porrúa librero-editor en 2012), donde reproduce un texto leído en el Centro Cultural San Ángel, el 5 de diciembre de 1997, titulado “El zorro enjaulado”, que ofrece el siguiente testimonio sobre esa pretensión de Alfonso Alamán, hechos que habrían sucedido, de haberse producido en efecto bajo la presidencia de Lázaro Cárdenas, como muy tarde en 1940:

«Moya recuerda también que cuando Hidalgo tenía 18 años conoció a una agraciada joven que le impresionó, al punto de dar al traste con su carrera sacerdotal. Había quedado de visitarla una tarde, y cuando pardeaba, saltó por una ventana de la capilla de San Nicolás para encontrarse con ella y pasear juntos por la Plaza de las Armas de la ciudad. A consecuencia de ello, Miguel fue suspendido dos meses y enviado a Corralejo, para que el cambio de aires lo hiciera olvidar distracciones mundanas, ajenas a su futura profesión. Más todavía, Moya sugiere que el impulsor de nuestra autonomía nacional hubo de pasar una intensa noche con La Capitana, una briosa guerrillera insurgente.
Por todo ello no resulta fuera de lugar si relato a ustedes una declaración que hace más de medio siglo nos formuló Alfonso Alamán a cuatro amigos: Fernando Benítez, Guillermo Haro, Arturo Arnáiz y yo. Entrábamos al Palacio Nacional por su puerta central, mientras Alfonso Alamán salía rumbo a la gran Plaza Mayor. Al ver a nuestro amigo, le preguntamos qué andaba haciendo en esas oficinas gubernamentales y, sin titubeos, respondió Alfonso que estaba tramitando una pensión del gobierno cardenista, pues era descendiente de un ilustre mexicano. Desde luego Arnáiz le volvió a interrogar: ¿Cómo era posible que un gobierno revolucionario no pudiera darle una pensión, si era descendiente de Lucas Alamán, el gran historiador y célebre apologista de la corriente conservadora del siglo pasado? Sin parpadear, respondió Alfonso Alamán que la pensión que tramitaba se debía a su condición de tener como ascendiente en séptima generación a don Miguel Hidalgo y Costilla. Ante el irreprimible azoro expresado por cada uno de nosotros cuatro, Alfonso nos contó que su tatarachozna, doña Ignacia, había sido cortejada por el Padre de la Patria con insinuante voz y entre la rejilla penumbrosa del confesionario. Doña Ignacia frecuentaba a don Miguel para ese rito religioso y por ser su íntimo consultor espiritual, fue estrechándose esa cercanía hasta ser engendrado don Lucas por el cura Hidalgo y doña Ignacia. Lo dijo Alfonso con tanto orgullo, desenvoltura y tanta seriedad, que nos quedamos pasmados. No lo volví a ver pero lo puede recordar, quizás, Fernando Benítez que por fortuna vive, no así Haro y Arnáiz, que desaparecieron hace años.
Ninguno de nosotros cuatro pudimos verificar a posteriori si lo dicho por Alfonso Alamán era verdad y si existía una prueba documental al respecto, si bien olvidamos la curiosidad inmediata que nos asaltó para comprobar tan extraña versión, asediados como estábamos siempre por nuestro trabajo cotidiano.
Sin conocer esta versión, Mario Moya la fortalece. En los capítulos XV y XVI dice que el joven Alamán alegó que Hidalgo había nacido en 1747. Dato falso –digo yo– porque Hidalgo, cuando dio el grito libertario en 1810, sólo contaba con 57 años y no con 63 como sostenía el iracundo Lucas.
Frente a ello y en forma automática brota una pregunta: ¿El propósito de ese joven de envejecer a Hidalgo habría sido el de presentarlo como impotente y así aplacar las posibles hablillas deslizadas entonces sobre la supuesta o real paternidad de Hidalgo? Quizás tergiversaba la edad del cura de Dolores para acallar el dolor que le producía su posible bastardía en el fondo de su conciencia.» (José E. Iturriaga, Rastros y rostros, 2ª ed., México 2012, págs. 232-233.)

Mantiene en el diario Excelsior (1941-1942) polémica con republicanos españoles exiliados en México, y pronto se acerca al Partido Acción Nacional: en el número 26 de La Nación, órgano periodístico del PAN que acaba de cumplir sus primeros seis meses de vida, firma “La disgregación hispánica”; la semana siguiente “Vitoria y Las Casas” y su tercer artículo, “La Guadalupana en España”, ya va precedido de una presentación del nuevo colaborador recién incorporado: «Alfonso Alamán, joven y culto, descendiente directo del gran patriota don Lucas del mismo apellido, colabora en La Nación desde tres números atrás. En breve inaugurará una sección hispanoamericana del más grande interés.» Precisamente en la página siguiente de ese mismo número, La Nación presenta a otro nuevo y conocido colaborador “que ha sido siempre amigo”, Alfonso Junco (que firma ahí “En defensa de México”); es diez años mayor que Alamán y también admira a España.

Muerto Lucas Alamán Borneque asumió su hermano Alfonso ser guardián, en ya secular tradición familiar, de la llave de la urna en la que su bisabuelo había preservado escondidos los restos de Hernán Cortés en 1823, urna renovada en 1836. El interés por los restos de Hernán Cortés siempre se había mantenido vivo, con más o menos fantasías e imposturas (Luis González Obregón transcribe, en el opúsculo publicado en 1906 por la Imprenta del Museo Nacional de México, Los restos de Hernán Cortés, un ejemplo de esas falsedades, las publicadas por El Popular de México el 13 de octubre de 1903, donde Lucas Alamán resulta ser nieto de Cortés, sus restos estarían entonces en casa del procurador Sebastián Alamán, &c.). La incorporacion de Alfonso Alamán y de Alfonso Junco en 1942 a La Nación impulsó cierta reinvindicación hispánica de Hernán Cortés desde el órgano del PAN, lo que quizá exacerbó la reacción de algunos exiliados españoles, perdedores de la guerra y radicados en un México que no reconocía al gobierno de España aunque sí, desde agosto de 1945, a un fantástico gobierno republicano español en el exilio (domiciliado hasta febrero de 1946 en la ciudad de México, en que se trasladó a París).

Se sabía perfectamente que los restos estaban en la iglesia del Hospital de Jesús Nazareno, mandado construir por Cortés junto al sitio donde, al entrar triunfante en Tenochtitlan el 8 de noviembre de 1519, se produjo su efusivo encuentro con un Moctezuma que creía recibir personalmente al dios Quetzalcóatl. Así, por ejemplo, en 1943, un reportero useño dedicaba en el Chicago Tribune una página al asunto, resumiendo con varias fotografías el estado de la cuestión e informando que tres personas, por tradición familiar ininterrumpida, conocían el lugar preciso de tales reliquias: el príncipe Antonio Pignatelli Cortés de Aragón, residente en Roma, alguien que prefería mantener el anonimato para no sufrir presiones oficiales dada su posición, y Alfonso Alamán:

«In Mexico City resides Don Alfonso Alamán, descendant of the attorney who helped remove the ashes. In his custody is the key to the lead-encased cedar box. Don Alfonso keeps it in a small carved casket which is lined with veivet. On the under side of the lid is carved Cortes'coat of arms.» (Charles Leavelle, “After 400 Years Cortes Awaits a Final Shrine”, Chicago Tribune, 27 junio 1943.)

En 1946 el catalanista Luis Nicolau d'Olwer, casado con una mexicana, era tenido por embajador de la inexistente República de España ante México, y quienes de esa manera ocupaban el edificio de la embajada de España encontraron el documento sobre Hernán Cortés que allí había confiado en 1836 don Lucas Alamán. Dos jóvenes no mexicanos, el exiliado español Fernando Baeza Martos (1920-2002, hijo del periodista y embajador Ricardo Baeza, vinculado después al Congreso por la Libertad de la Cultura, asistente al contubernio de Munich y tras la restauración borbónica en España senador del PSOE por Huesca y uno de los impulsores de la Fundación Pablo Iglesias) y el estudiante cubano Manuel Moreno Fraginals (1920-2001, cursaba entonces una maestría en Historia, becado por el Colegio de México, bajo la dirección de Silvio Zavala), fueron encargados de comprobar si aquel documento decía verdad, y con ocultación y sigilo dieron efectivamente con la urna de los restos de Hernán Cortés el domingo 24 de noviembre de 1946, en un oscuro episodio que había de provocar gran enfado de Indalecio Prieto (“Mano española ha sido la violadora del secreto. Lo confieso con sonrojo, porque a todos nosotros, dada la forma en que los hechos han ocurrido, nos salpica de vergüenza”) y un decreto urgente del presidente Manuel Ávila Camacho, que el mismo lunes 25 encargó al Instituto Nacional de Antropología hacerse cargo del asunto. La urna se abrió el jueves 28 de noviembre, en presencia de Alfonso Alamán, aunque, al parecer, la llave que él aportó, y que su familia venía custodiando desde hacía más de un siglo, no llegó a funcionar.

«Alamán entregó una copia del documento en que se indicaba la exacta ubicación de sus restos a la Embajada Española en México, otra probablemente a la Curia Metropolitana, dejando la tercera a sus descendientes. A estos últimos legó también la llave del arca de madera en que se encontraban los restos y la blonda del sudario en que habían sido encontrados, colocando éste último dentro de su caja de rapé, con una nota de su puño y letra. Todos estos objetos se encuentran en la actualidad en poder de su descendiente, D. Alfonso Alamán.» (Miguel Castro Ruíz, “Exhumación de los restos de Cortés: bochornosa maniobra de refugiados… México debe honrar y respetar a quien construyó su nacionalidad”, La Nación, 7 de diciembre de 1946, págs. 12-13.)

«Cruzamos por uno de estos momentos felices… El domingo, 24 de noviembre, a las seis de la tarde, son encontrados los restos de Hernán Cortés. Y la noticia se difunde por el mundo que, desde hace años, ignora su paradero y se inquieta por su suerte. […] Los oculta en 1823 don Lucas Alamán, personaje distinguido en el Gobierno republicano, fundador del partido conservador y apoderado del duque Monteleone, descendiente éste de Cortés y patrono principal del Hospital de Jesús Nazareno. Durante ciento veintitrés años el secreto permanece; sólo don Lucas Alamán sabe el sitio en que se encuentran y en su poder está la llave de la urna. Muerto él, la tradición no se interrumpe en la familia, y uno de sus biznietos, Alfonso Alamán, proporciona, en noviembre de 1946, la llavecilla con que se abre la caja de madera blanca…» (Manuel Vega, “Los restos de Hernán Cortés”, ABC, Madrid, 22 de diciembre de 1946.)

Siete meses después de la “maniobra que no ha sido plenamente aclarada” que supuso la exhumación de las reliquias cortesianas, el 9 de julio de 1947 “los restos de Don Hernando vuelven al nicho donde los colocó Alamán”, en la misma urna, pero restaurada y con llave nueva. La familia Alamán ya no había de guardar secreto ni llave alguna… y no queda constancia de que asistiese Alfonso Alamán a tal ceremonia de reinhumación, siquiera para ver de nuevo la tumba de su bisabuelo, don Lucas Alamán, enterrado en el mismo templo a muy pocos metros de Hernán Cortés. Quién sí asistió a la ceremonia y no perdió ocasión de “robar cámara”, si hacemos caso al cronista de La Nación, fue, “sin que nadie supiera a título de qué, el general José Miaja, aquel defensor de Madrid…”

«Dos años después de la consumación de la independencia de México –en 1823– existía un fuerte sentimiento antiespañol, por ello, el gobierno propuso que el 16 de septiembre del mismo año, se exhumaran los restos de Cortés y fueran llevados al quemadero de San Lázaro. Al enterarse de la situación, Lucas Alamán intervino y una noche antes ocultó la urna en el piso, bajo la tarima del altar mayor. El busto de bronce fue enviado a Palermo y con esto se corrió el rumor de que los restos ya no estaban en México. Alamán no consideraba correcto que siguiera en ese sepulcro improvisado y en 1836 exhumó los huesos –los cuales se encontraban muy deteriorados a causa de la humedad del suelo–, cambió las sábanas por unas de terciopelo con las iniciales de Cortés grabadas y reemplazó la urna por una nueva, ya que todos estos objetos seguían siendo los mismos desde el segundo entierro. Después de las renovaciones, trasladó la nueva urna a un nicho del lado del Evangelio y permaneció secreto durante 110 años. En 1843, Alamán entregó a España el Documento del año de 1836 en el cual revelaba el secreto del lugar del entierro y las señas particulares del estado de los huesos, de la urna y de la caja. El documento fue encontrado en 1946 por el español exiliado Fernando Baeza y el historiador cubano Manuel Moreno Franginals, mismos que informaron del hallazgo a los mexicanos Francisco de la Maza y Alberto María Carreño. Después de conseguir los permisos correspondientes, iniciaron la excavación el 24 de noviembre a las ocho y media de la mañana. El suspenso continuó durante la mañana y dos horas después ya comenzaba a asomarse la caja; a las seis en punto de la tarde, por fin tuvieron en sus manos los ya agotados restos de Hernán Cortés. Alfonso Alamán –bisnieto de don Lucas– había heredado la llave de la caja, aunque no funcionó y tuvieron que forzar la chapa. No fue sino hasta el jueves 28 cuando se abrió la urna y se confiaron los huesos al Instituto Nacional de Antropología e Historia; después de meses de hacer los estudios correspondientes, se acordó inhumar los restos en el mismo lugar dónde se encontraron. Hoy reposa Hernán Cortés en la Iglesia de Jesús –pobre y poco visitada– desde el 9 de julio de 1947. Únicamente lo acompaña una placa con la inscripción: Hernán Cortés 1485-1547.» (Texto sin firma publicado por el Centro de Estudios de Historia de México de la Fundación Carlos Slim, 2014.)

Puede advertirse un fractal del entorno social de Alfonso Alamán en la relación de asistentes, según la prensa, a uno de los cócteles mensuales que ofrecía Emilio Obregón, en su Librería Obregón de la avenida Juárez, dedicado en julio de 1954 al académico español Damáso Alonso, que había ofrecido unas conferencias en Monterrey y ciudad de México:

«Entre los personajes anotamos a don Carlos Prieto, presidente de la Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey; el encargado de negocios de Colombia en la ausencia del embajador, don Germán Pardo García; licenciado Alfonso Francisco Ramírez, magistrado de la Suprema Corte; el reverendo padre Bravo Ugarte; don Octavio Paz; licenciado Salvador Noriega, don Carlos Bousoño, Carlos Prieto, Agustín Millares Carló; Andrés Henestrosa, Joaquín Díaz Canedo; doctor Daniel Rubín de la Borbolla, Alí Chumacera; Martín Luis Guzmán; doctor Arnaldo Orfila Reinal; Alberto Charles, Enrique González Casanova, licenciado Jorge Portilla, Florentino Martínez Torner, Adalberto Salazar, Pita Amor, licenciada Guillermina Sánchez Meza, Fausto Vega, Ricardo Garibay, licenciado Antonio Flórez Ramírez, Alfonso Alamán, licenciado Luis Ortiz Monasterio, así como varias personas más.»

La figura de Alfonso Alamán permanece hoy prácticamente olvidada por la bibliografía enciclopédica, y no hemos podido encontrar por ahora siquiera la fecha exacta de su muerte. En un Boletín del Instituto Nacional de Antropología e Historia, hacia 1965, puede leerse: «Con motivo del fallecimiento del señor Alfonso Alamán, descendiente de don Lucas Alamán, hemos tenido oportunidad de conocer un retrato del primer Marqués de San Clemente, así como un dibujo a lápiz del propio don Lucas Alamán que representa a Hermes.» Parece que Alfonso Alamán murió sin descendencia, pues dos retratos al óleo de Lucas Alamán, que habían pertenecido a su abuelo, pasaron cuando murió a ser propiedad de su hermana Carmen Alamán de Pérez Caballero, quien los entregó al I. N. A. H.

Sobre Alfonso Alamán

1967 «Méjico, 1. Según informa un diario de la capital, dos grandes universidades de los Estados Unidos están interesadas en comprar los restos de Hernán Cortés, el gran conquistador extremeño, que ahora descansan en una urna en el Hospital de Jesús, de esta ciudad. […] En 1823, don Lucas Alamán, marqués de San Clemente, temeroso de que los antiespañoles azuzaran al pueblo para profanar el sepulcro, trasladó los restos a un lugar seguro. Era el año 1947, un descendiente del marqués de San Clemente, don Alfonso Alamán Borneque, reveló el sitio donde estaban. Los restos del ilustre extremeño se encontraban en una urna que había sido colocada en un grueso muro del lado sur del mismo Hospital de Jesús. Ahora se encuentran en el mismo muro y una austera placa de bronce señala el lugar sólo con el nombre del conquistador. EFE.» (“Rumores de que los restos de Hernán Cortés pueden ser llevados a Estados Unidos”, La Vanguardia Española, Barcelona, 2 marzo 1967, pág. 20.)

2012 «Hasta abril de 1942, La Nación constó de 24 páginas, su costo unitario fue de veinte centavos. Para mayo de ese año, las páginas se incrementaron a 32, y el costo unitario subió a treinta centavos para el público. Los colaboradores estáticos fueron Manuel Gómez Morin [que firmaba como Manuel Castillo o con sus iniciales M. G. M], Alfonso Alamán{97}, Efraín González Luna [que firmaba con los seudónimos de Juan de Guadalajara o Juan Galicia], Aquiles Elorduy, Ezequiel A. Chávez, Toribio Esquivel Obregón, Gustavo Molina Font, Manuel R. Samperio, Manuel Ulloa, Trinidad García, Jesús Guisa y Acevedo, Alfonso Junco y Pedro Zuloaga. {97} Alfonso Alamán (1907-s. f.). Realizó estudios en Derecho y Sociología en la Universidad de París y un Diplomado en la Escuela Libre de Ciencias Políticas de la misma Universidad. Fue secretario de la Comisión Franco-Mexicana de Reclamaciones y Secretario Adjunto de los Tribunales Mixtos de Arbitraje Franco-Austriaco y Rumano Húngaro. Miembro del PAN. Una amistad sin sombras…, op. cit., p. 3724.» (Pablo Serrano Álvarez, Prensa y oposición política en México. 'La Nación', 1941-1960, INEHRM, México 2012, páginas 32 y 61.)

Selección bibliográfica de Alfonso Alamán

1945 Traducción del francés de Victor Bérard, Resurrección de Homero, prólogo de Alfonso Reyes, Editorial Jus (Colección de Estudios Literarios), México 1945, 345 págs.

Textos de Alfonso Alamán en el proyecto Filosofía en español

1942 La disgregación hispánica · Vitoria y Las Casas · La Guadalupana en España · La vida en trayectoria impecable de Alfonso Junco

gbs