Manuel Muñoz de Morales y Sánchez-Valdepeñas PBRO 1846-1938
Sacerdote y teólogo español, nacido y fallecido en Daimiel, Ciudad Real, que desde 1893 fue profesor en el Seminario Conciliar San Ildefonso de Toledo, ciudad en la que le fueron publicadas varias obras de apología de la religión católica, que permanecían fieles a una estricta ortodoxia tomista. En estas obras Muñoz de Morales polemiza con corrientes anticatólicas como el positivismo materialista, el krausismo, los monismos idealistas y el evolucionismo biológico. Sus publicaciones fueron las siguientes:
— El más Santo de los sabios y el más sabio de los Santos, Viuda e hijos de J. Rodríguez, Toledo, s. f.
1896 Comprobaciones científicas de las primeras verdades de la Biblia, Imprenta del Asilo a cargo de la viuda e hijos de J. Rodríguez, Toledo 1896, 301 págs.
1899 Incapacidad absoluta de la Antropología científica para resolver los problemas de la naturaleza, del origen y del fin último del hombre, Imprenta de la viuda e hijos de J. Rodríguez, Toledo 1899, 40 págs.
1915 La sujeción del espíritu a toda autoridad, especialmente a la Divina, fue la base primordial de la belleza de nuestros clásicos, Rodriguez y hermano impresores, Toledo 1915, 31 págs.
1924 Santo Tomás de Aquino y la Filosofía, Imprenta de A. Medina, Toledo 1924, 23 págs.
La obra de Manuel Muñoz de Morales es un ejemplo de fidelidad al planteamiento metafísico tomista, en una época en que había surgido en el seno del catolicismo, promovido principalmente por el modernismo religioso, el método apologético basado en la “inmanencia vital”. Este método, cuya culminación filosófica se daría en el libro La acción (1893) de Maurice Blondel, pretendía sustituir el método externo de la filosofía teológica tomista por un camino interior que conduciría a través de las necesidades y aspiraciones de los sujetos humanos también hasta Dios. El Papa antimodernista San Pío X condenaría terminantemente este intento modernista en su Encíclica Pascendi de 1907: “...porque la otra verdad subjetiva, fruto del sentimiento y de la acción interna, si se presta ciertamente al juego, para nada le sirve al hombre en orden a saber si hay fuera de el mismo o no un Dios en cuyas manos caerá un día. (...) Pero la mayoría absoluta de los hombres mantiene y mantendrá siempre que por solo el sentimiento y la experiencia, sin guía ni luz ninguna de la inteligencia, no se puede llegar a la noticia de Dios. Queda por tanto de nuevo el ateísmo y ninguna religión.”
Frente a la filosofía subjetivista del modernismo religioso, Manuel Muñoz de Morales permanecerá fiel al método “externo” tomista, que va de las cosas creadas a Dios, por la luz natural de la razón, y por la Palabra bíblica hasta la fe que abriría las puertas del Reino de la Gracia.
Sobre las obras de Manuel Muñoz de Morales
Comprobaciones científicas de las primeras verdades de la Biblia
Este libro hay que situarlo en el contexto de la polémica y el revuelo causado en medios eclesiásticos por la aparición en 1876 del libro anticatólico de Juan Guillermo Draper, auspiciado por medios krausistas y con prólogo de Nicolás Salmerón, Historia de los conflictos entre la religión y la ciencia, y también en el contexto de las polémicas antidarwinistas de la época.
Al comienzo de este libro, Manuel Muñoz de Morales deja sentado que la demostración de la existencia de Dios y de su obra creadora no corresponde a las ciencias naturales sino a la Metafísica, pero a lo largo del libro se trata de demostrar que no hay contradicción entre los descubrimientos científicos de la época y las verdades filosóficas fundamentales de la religión católica (preambula fidei), permaneciendo nuestro teólogo manchego en esto fiel a la posición tomista que prohíbe una doble verdad, que sería señal de un Dios engañador.
La defensa que Muñoz de Morales hace del teleologismo de la Naturaleza en esta obra prefigura la defensa del creacionismo propia de los argumentos actuales de la llamada teoría del “diseño inteligente”.
Incapacidad absoluta de la Antropología científica para resolver los problemas de la naturaleza, del origen y del fin último del hombre
En este ataque al positivismo materialista, insiste nuestro autor en que un positivismo consecuente no puede ratificar la posición de una ontología materialista, sino que debe quedarse en el fenomenalismo implícito en el lema agnóstico de De Bois-Reymond: Ignoramus, ignorabimus.
A pesar de la existencia del llamado krauso-positivismo, Muñoz de Morales sitúa la expansión del positivismo materialista en el momento del reflujo del krausismo. Y para él, a diferencia del positivismo materialista, el krausismo conservaba “cierto sentido ético, cierto fondo de ideas espirituales y morales” que, según se nos dice, era hijo del cristianismo y de las tradiciones socráticas.
Rechazando toda avenencia con el criticismo kantiano o con cualquier otra filosofía moderna de la subjetividad, piensa Muñoz de Morales que la existencia de un alma racional inmortal es también un preambulo fidei alcanzable por la luz natural de la razón. Tal vez con poca precisión, pero siguiendo una línea polémica que no debía ser infrecuente entre los apologistas católicos, se acusa en esta obra a Kant, en cuanto idealista, de mantener una posición “panteísta”.
Culmina esta publicación con un ataque frontal al evolucionismo (o transformismo, como se decía en la época). Obviando completamente las aportaciones de Darwin, considera Muñoz de Morales que el mecanismo de la evolución permanece y permanecerá, nos dice, siempre desconocido, y afirma que nunca se podrá dar la prueba de “la transformación real de un individuo, o de una especie vegetal o animal, en otro individuo o en otra especie diversas”.
Mientras que por la época de publicación de ese opúsculo (1899) ya había comenzado dentro del pensamiento burgués laico una reacción antipositivista encabezada en la mayoría de los casos por un pensamiento irracionalista (la excepción sería la fenomenología de Husserl) que daría lugar a un colorido panorama intuicionista, vitalista, historicista o pragmatista, nuestro teólogo manchego ataca al positivismo en sus versiones materialistas desde posiciones que siguen afirmando la efectividad cognoscitiva de la razón metafísica tradicional pre-moderna.
Santo Tomás y la Filosofía
En esta obra comienza Muñoz de Morales planteando que no hay muchas filosofías, cada una con un objeto distinto, según había sostenido el filósofo francés Simón Jouffroy, sino una sola Filosofía verdadera, la tomista, y muchas filosofías falsas, entre las cuales se encuentran todas aquellas que se suceden tras el comienzo de la modernidad filosófica en Descartes. Realiza a continuación don Manuel un juicio sumarísimo de casi todos los sistemas que vienen tras Descartes y hasta Schopenhauer, llegándose al veredicto de que se trata de filosofías que al no poner el principio real del mundo en un Ser trascendente y personal están objetivamente aludas con el positivismo y el monismo materialista,siempre a través del panteísmo que subyacería a todas ellas, panteísmo que parece ser la bestia negra antiteísta de don Manuel.
Según Manuel Muñoz de Morales, el extremo dualismo cartesiano provoca que vayan apareciendo en la historia de la filosofía una sucesión fatídica no solo de “sensualismos cada vez más materialistas”, sino también, de manera inversa y complementaria, de “espiritualismos cada vez más idealistas”. A la vez, el escepticismo idealista y crítico, con orígenes también en Descartes y su duda metódica, lleva a una Filosofía sin Religión, que se complementa con las reacciones del tradicionalismo “que levanta su cabeza en el vestíbulo de una Religión sin Filosofía”. Frente a todo ello, se afirma por nuestro autor la correcta armonía de razón y fe propia del tomismo, que también es contrapuesta al falso “armonismo” krausista, que “identifica a Dios con las criaturas” y en el plano práctico “al hombre individual con el hombre social”. La armonía tomista habría conseguido ensamblar tres esferas a la vez gnoseológicas y ontológicas: la esfera de la observación y la experiencia, que nos permite conocer el mundo físico; la esfera de la razón, que nos permite conocer el mundo idea y moral y, por último, la esfera d el a Revelación, que nos conduce a la Sobrenatural, donde se manifiestan, nos dice don Manuel, «la Gracia, el Misterio y el Milagro”.
En esta obra se incluye, además de la recusación de la modernidad filosófica, una lista de desgracias y males prácticos modernos, entre los que estarían el materialismo literario, el realismo artístico, el masonismo satánico, el socialismo político, el comunismo económico y el anarquismo social, doctrinas todas ellas, según don Manuel, promotoras “del antipatriotismo, del culto al sacrilegio, de la violación, del amor libre, del ateísmo salvaje y de la anarquía”.
La sujeción del espíritu a toda autoridad, especialmente a la Divina, fue la base primordial de la belleza literaria de nuestros clásicos
Esta obra comienza con una recusación de la modernidad política, cultural e ideológica que podemos calificar de “apocalíptica”. En ella, Muñoz de Morales hace uso de un término hoy muy de moda en la filosofía académica: nada menos que del término “nihilismo”. Un nihilismo, al que él califica de “doctrinal”, que estaría “minando la sociedad y precipitando a la civilización en la decadencia y la muerte”.
Pero el tema principal de este opúsculo es la determinación de la idea de belleza y su aplicación al discernimiento del valor literario.
Para definir la belleza, Muñoz de Morales la deslinda de la idea de lo agradable y lo útil (con lo que la identifica lo que el bueno de don Manuel llama “el industrialismo”) y seguidamente la identifica con “el esplendor del Orden”, pero de un orden, nos dice el teólogo manchego poniendo una nota de organicismo en su concepción, “concreto, real, vivo, animado, armónico, fecundo y radiante”. A continuación este es el argumento de Muñoz de Morales: como todo orden se deriva de una ley como su efecto natural y como toda ley presupone una autoridad de la que emana, no puede haber belleza sin sujeción a la autoridad de la que proviene la ley. Además, toda obra literaria tiene que tener un fin, que en su sentido inmediato y próximo es la elevación y perfeccionamiento del hombre, y en su sentido absoluto y supremo la glorificación de Dios, para que de esta manera el reflejo del esplendor del orden en que consiste la belleza literaria pueda darse mediante una elevación de la inteligencia humana creadora por la jerarquía de las bellezas naturales hasta llegar a lo espiritual, lo invisible, Dios. En relación con ello, Muñoz de Morales rechaza expresamente uno de los lemas de los creadores “avanzados” del XIX, el de “el Arte por el Arte”.
Bibliografía sobre Manuel Muñoz de Morales
Aparece Manuel Muñoz de Morales como uno de los daimieleños ilustres en el Diccionario histórico, geográfico, biográfico y bibliográfico de la Provincia de Ciudad Real (1890, 1914) de Inocente Hervás y Buendía, e igualmente en el ensayo de un catálogo de daimieleños ilustres del libro Historia de Daimiel (1987) de Santos García-Velasco:
«Manuel Muñoz de Morales y Sánchez-Valdepeñas. Párroco de S. Juan B. el Real de Toledo y Profesor del Seminario central. 1. Comprobaciones científicas de las primeras verdades de la Biblia, Toledo, 1896, 4º, 301 pág. 2. Discurso leído en el Seminario Universidad Pontificia de Toledo en el curso académico de 1899 a 1900, Toledo 1899, 4º, 40 p.» (Inocente Hervás y Buendía, Diccionario histórico, geográfico, biográfico y bibliográfico de la Provincia de Ciudad Real, tercera edición, Ciudad Real 1914, pág. 332.)
2013 Juan Gregorio Álvarez Calderón, «La obra apologética de un teólogo daimieleño, Manuel Muñoz de Morales (1846-1938)», II Jornadas de historia de Daimiel, Daimiel 2013, págs. 153-166. → facsímil
Bibliografía de Manuel Muñoz de Morales
1899 Incapacidad absoluta de la Antropología científica para resolver los problemas de la naturaleza, el origen y el último fin del hombre. → facsímil